No hay que ser masa, esto es, no hay que participar de los prejuicios, de las preocupaciones, de los errores, de las costumbres de las multitudes inconscientes. La masa tiene la firme creencia de que es necesario un jefe o un caudillo que esté a la cabeza, que la conduzca hacia su destino, que la lleve a la tiranía o a la libertad, la cuestión es que la guíe con caricias o salivazos, por la buena o por la mala.

Esta costumbre, tan arraigada en el ser humano, es fuente de inagotables males para la causa de la redención de la especie humana. La vida, la honra, el bienestar, el porvenir, la libertad, todo es puesto en las manos del hombre que la hace de jefe. Es el jefe el que tiene que pensar por todos, es el jefe el encargado del bienestar y la libertad de la masa en general y del individuo en particular; de lo que resulta que los millones de cerebros de la masa, no piensan, pues, el jefe es el encargado de pensar por todos. Esto da lugar a que las masas se vuelvan pasivas, de que no salga de ellas ninguna iniciativa, y de que lleven a rastras una existencia de rebaño, halagado por los políticos y los aspirantes a puestos públicos en tiempos de elecciones, para apalearlo cuando éstas han pasado; engañando con promesas por los ambiciosos, en tiempos de acción revolucionaria, para premiar sus sacrificios con puntapiés después de la victoria.

No hay que ser masa; hay que ser conjunto de individualidades pensantes, unidas entre sí para conseguir fines comunes a todos; pero que cada uno, sea hombre o sea mujer, piense con su propia cabeza, que cada uno haga esfuerzos para dar su opinión sobre lo que es preciso hacer para alcanzar el logro de nuestras aspiraciones, que nos son otras que la libertad de todos fundada en la libertad de cada uno.

Ricardo Flores Magón

Periódico Regeneración, 15 de Junio de 1912.