Algunos pensamientos sobre la anarquía y la moralidad

Durante viajes en los meses recientes, he platicado con algunos anarquistas que conciben a la anarquía como un principio moral. Algunos llegan incluso a referirse a ella como si fuera una deidad a la cual se han entregado, reforzando en mí la sensación de que las personas que deseen experimentar la anarquía tal vez necesiten divorciarse del anarquismo.

Las mas frecuentes de las concepciones morales, respecto a la anarquía, que he escuchado son aquellas basadas en un principio que rechaza el uso de la fuerza para imponer la voluntad propia a los demás. Esta concepción tiene implicaciones que no puedo aceptar. Implica que la dominación es principalmente una cuestión de decisiones morales propias, en vez de involucrar roles y relaciones sociales, que todas las personas estamos en la misma posición de ejercer la dominación, y por tanto necesitamos imponernos autodisciplina para prevenir ejercerla. Si la dominación es un tema de roles y de relaciones sociales, éste principio moral es absolutamente absurdo, siendo tan solo una forma de separar lo políticamente correcto (lo elegido) de lo políticamente incorrecto (lo condenado). Esta definición de la anarquía pone a los rebeldes anárquicos en posición de mayor debilidad dentro de la lucha, de por sí cuesta arriba, contra de la autoridad. Todas la forma de violencia en contra de personas o propiedades, huelgas generales, el robo e inclusive actividades mas ligeras como la desobediencia civil, conlleva utilizar la fuerza para imponer la voluntad propia. Rechazar el uso de la fuerza para imponer la voluntad propia es convertirse totalmente en un ser pasivo, en un esclavo. Esta concepción de la anarquía establece una regla para controlar nuestras vidas, lo cual es un oximorón.

El intento por hacer de la anarquía un principio moral distorsiona su significación real. La anarquía describe una situación particular, una en la cual la autoridad no existe o su poder de control es negado. Este tipo de situación no garantiza nada, ni siquiera la existencia continua de tal situación, pero sí abre la posibilidad, en cada uno de nosotrxs, de comenzar a vivir para nosotrxs mismxs; en términos de nuestros propios deseos y pasiones, en lugar de los términos por roles o por demandas del orden social. La anarquía no es el objetivo de la revolución; es la situación que hace posible el único tipo de revolución que me interesa, el levantamiento de individuos creando vidas para si mismos, destruyendo lo que bloquee su camino. Es una situación libre de cualquier implicación moral, presentándonos a cada uno de nosotrxs el reto amoral de vivir nuestras vidas sin opresiones.

En tanto la situación anárquica es amoral, la idea de una moral anarquista es altamente sospechosa. La moralidad es un sistema de principios que definen lo que constituye el comportamiento correcto o incorrecto. Implica la total enejenación de lxs individuxs a quienes pretende definir, una comunalidad de todas las personas que hace obligatorio aplicar ciertos principios. No pienso ocuparme del concepto de “comunalidad de todas las personas” en este articulo: el punto preciso es que cualquier moralidad está siempre por afuera y por encima del individuo viviente. Ya sea la base de esa moralidad; dios, el patriotismo, la humanidad en común, las necesidades de producción, la ley natural, “La Tierra”, la anarquía, o inclusive “el individuo” como principio, siempre es una idea abstracta que se impone sobre NOSOTRXS. La moralidad es una forma de autoridad que será erosionada durante la situación anárquica, igual que cualquier otra autoridad, tanto como esa situación perdure.

La moralidad y el juicio van de la mano. La critica -inclusive aquella que es dura y cruel- es esencial para afilar nuestro análisis y la practica rebelde, pero el juicio necesita ser necesariamente erradicado. El juicio categoriza a la gente como culpable o no culpable -y la culpa es una de las más fuertes armas de represión. Cuando nos juzgamos y condenamos a nosotros mismos, o a otras, estamos reprimiendo la rebelión -ese es el propósito de la culpa. (Esto no significa que “no deberíamos” odiar, o desear matar a alguien -seria absurdo crear una moralidad “amoral”, pero nuestro odio necesita ser reconocido como una pasión personal y no ser definido en términos morales.) La critica radical sale de las experiencias reales, actividades, pasiones y deseos de individualidades con perspectivas por liberar la rebeldía. El juicio sale de los principios e ideales que están por encima de nosotros; quiere esclavizarnos a esos ideales. Cuando las situaciones anárquicas han aparecido, el juicio a menudo desaparece temporalmente, liberando a la gente de la culpa -como en ciertas revueltas, en donde las personas de todo tipo, saquean juntas con espíritu alegre, a pesar de que toda su vida se les inculcó el respeto a  la propiedad. La moralidad requiere la culpa; la libertad necesita eliminarla.

Un dadaísta dijo una vez: “El ser gobernado por la moral…nos ha impedido ser algo más que sujetos pasivos frente a la policía; ésta es la fuente de nuestra esclavitud.” Ciertamente, la moralidad es el origen de la pasividad.

He escuchado de algunas situaciones que comienzan a escalar y a desarrollarse de forma considerable, yo he experimentado algunas, pero en cada una de esas situaciones, al disiparse la energía la mayoría de las participantes regresan a la vida que tenían antes de las revueltas. Estos eventos muestran que, a pesar de la extensión en la que se impone el control social en nuestra vida despiertos (y gran parte de  cuando dormimos), nosotros podemos salir de esas situaciones. Pero los policías en nuestras cabezas -la moralidad, la culpa y el miedo- tienen que ser enfrentados. Todo sistema moral, sin importar lo que afirme al respecto, nos impone limites para las posibilidades disponibles, limites sobre nuestros deseos; y estos limites no están basados en nuestras capacidades reales, sino en ideas abstractas que nos impiden explorar la extensión total de nuestras capacidades. Por eso en el pasado, cuando se han dado situaciones anárquicas, los policías en la cabeza de las personas -el miedo cimentado, la moralidad y la culpa- han asustado a la gente, manteniéndolos lo suficientemente domesticados para volver a la seguridad de sus jaulas, así la situación anárquica desaparece.

Esto es significativo, debido a que las situaciones anárquicas no aparecen de la nada -estas surgen por gente frustrada con sus vidas. Es posible para cada uno de nosotros, en cualquier momento, crear ese tipo de situación. A menudo eso seria tácticamente ingenuo, pero la posibilidad ahí está. De todas formas, parece que esperamos pacientemente que las situaciones anárquicas caigan del cielo -y cuando estas explotan, no podemos hacer que continúen. Inclusive aquellos de nosotros, que conscientemente rechazamos la moralidad, nos encontramos dudando, deteniéndonos para examinar cada acción, con miedo de la policía hasta cuando no hay al rededor. La moralidad, la culpa y el miedo actúan como policías en nuestras cabezas, destruyendo nuestra espontaneidad, nuestro salvajismo, nuestra habilidad para vivir plenamente.

Los policías en nuestras cabezas continuarán suprimiendo la rebeldía hasta que aprendamos a tomar riesgos. No quiero decir que tengamos que ser estúpidos -la cárcel no es una situación anárquica o liberadora, pero sin riesgo no hay aventura, no hay vida. La actividad motivada por nosotros mismos -actividad que sale de nuestras pasiones y deseos, no de intentos para conformarnos a ciertos principios e ideales, o para encajar en algún grupo (incluyendo “anarquistas”)- es lo que puede crear una situación de anarquía, lo que puede abrir un mundo de posibilidades limitadas sólo por nuestras capacidades. Aprender a expresar nuestras pasiones libremente -una habilidad que se adquiere sólo al ejecutarla -es esencial. Cuando sentimos aversión, ira, alegría, deseo, tristeza, amor, odio, necesitamos expresarlas. No es fácil. Muy a menudo, adquiero un rol social aceptable en situaciones donde quiero expresar algo diferente. Voy a la tienda sintiendo aversión por todo el proceso de relaciones económicas, y de todas formas cortésmente agradezco al empleado por ponerme dentro de ese mismo proceso. Si lo hiciera concientemente, como una forma de encubrir un robo a la tienda; seria divertido, usando mi ingenio para obtener lo que quiero; pero es una respuesta social sedimentada -un policía en mi cabeza.

Estoy mejorando; pero tengo un largo camino por delante. Cada vez más, trato de actuar mis caprichos, mis impulsos espontáneos sin que me importe lo que otros piensen de mi. Esta es una actividad auto motivadora -la actividad que sale de nuestras pasiones y deseos, de nuestras imaginaciones, de nuestra creatividad única. Seguramente, al seguir nuestra subjetividad, viviendo nuestras vidas por nosotrxs mismos, nos puede llevar a cometer errores, pero nunca serán comparables al error de aceptar la existencia zombi que la obediencia a la autoridad, la moralidad, las reglas o los poderes superiores crean. La vida sin riesgos, sin la posibilidad de errores, no es vida para nada. Sólo a través de tomar riesgos, de desafiar toda la autoridad y vivir por nosotros mismos llegaremos a experimentar la existencia plena.
No quiero que mi vida esté constreñida; quiero abrir todas las posibilidades para que pueda crear mi vida para mi mismo, en cada momento. Esto significa romper todos los roles sociales y destruir la moralidad. Cuando un anarquista, o cualquier otro radical, comienza a predicarme sus principios morales; ecología profunda, el comunismo, el militantismo o hasta el requerimiento ideológico del “placer”-escucho un policía o un sacerdote, y no tengo deseos de tratar con policías o sacerdotes, excepto para desafiarlos.

Estoy luchando por crear una situación en la cual pueda vivir libremente, siendo todo lo que deseo ser, en un mundo de individuos libres con los cuales pueda relacionarme en términos de nuestros deseos sin limitantes. Ya tengo suficientes policías en mi cabeza -tantos como los que están en las calles- como para querer también enfrentar los policías de la moralidad “anarquista” o radical. La anarquía y la moralidad están opuestos entre si, y cualquier resistencia efectiva a la autoridad necesitará oponerse a la moralidad y erradicar a los policías en nuestras cabezas.

Feral Faun