[…]El anarquista Gino Lucetti, con su visión individualista, es una figura destacada del antifascismo de Avenza, y no sólo de ahí.

Muchos de quienes le conocieron lo recuerdan siempre pensativo, con un libro bajo el brazo, paseando a la orilla del río. De origen obrero, fue prácticamente autodidacta y sobre la base de esa educación participó en las luchas sociales de los años veinte, enfrentándose a los fascistas en numerosas ocasiones.

Durante un altercado, más violento de lo habitual, en el popular “Café Napoleón” fue herido de bala en el cuello tras un intercambio de disparos con un fascista (un tal Perfetti) que recibió un tiro en la oreja. Se desplomó cerca de Montignoso, al no encontrar un médico dispuesto a extraerle la bala. Al cabo de unos días fue embarcado clandestinamente hacia Francia, donde finalmente recibió tratamiento.

Allí planeó el atentado contra Mussolini que le haría famoso, a pesar de estar sin dinero (una compañera suya, Lina Squassoni, que vivía en Aubagne, cerca de Marsella, le prestó dinero para el viaje), regresó a Roma para atentar contra el Duce el 11 de septiembre de 1926.

Cuando el famoso auto Lancia que transportaba a Benito Mussolini se acercó, Lucetti lanzó una granada que se estrelló contra el parabrisas. Pero no estalló, rebotó en el estribo y sólo hizo explosión estando a unos metros, en la acera.

En la confusión que siguió, Lucetti se refugió en el portal número 13 de Via Nomentana, pero los guardaespaldas del Duce no tardaron en alcanzarlo para propinarle patadas y puñetazos. Llevaba una segunda bomba, un revólver con seis balas envenenadas con ácido muriático, y un puñal.

En comisaría, fue sometido a un feroz interrogatorio, dijo llamarse Ermete Giovanni, de Castelnuovo Garfagnana. Gracias a esta historia falsa, confundió al régimen, cuyas investigaciones se centraron únicamente en descubrir a los cabecillas de la conspiración de la que supuestamente formaba parte, ¡en Garfagnana y en ningún otro lugar! Se bloquearon carreteras y se detuvo a decenas de personas: cuando Lucetti dio por fin sus verdaderos datos, toda la investigación quedó en ridículo.

Al final del proceso, en 1927, fue condenado a 30 años de prisión. Otras dos personas, consideradas sus cómplices, Leandro Sorio y Stefano Vatteroni, fueron condenados a 20 años, y 19 años 9 meses respectivamente.

Lucetti fue recluido en la prisión de Santo Stefano, donde pasó casi 17 años antes de ser trasladó a Ischia, donde murió el 15 de septiembre de 1943, según algunas fuentes en un bombardeo de la aviación estadounidense. Otros afirman (y entre ellos Mauro Cacurna que recuperó su cadáver y obtuvo información en el lugar) que los proyectiles que lo mataron habían sido disparados por los alemanes que seguían ocupando Procida, en las cercanías.

Hay que recordar que hace algunos años el L’Unita [periódico leninista] publicó un artículo en el que se afirmaba, basándose en el testimonio de uno de los presos que lo acompañaron, que Gino Lucetti se había hecho comunista en sus últimos años. Pero los anarquistas de Carrara lo niegan rotundamente y se apoyan en el testimonio del hermano de Lucetti y de su prometida, que le visitaron hasta el final.

Hasta aquí la historia general, extraída de diversos textos y pruebas. Aunque en base a declaraciones hechas a quien esto escribe por Ugo Mazzuchelli de Carrara, sustentadas a su vez en testimonios de Stefano Vatteroni, se pueden añadir detalles interesantes.

Digamos en primer lugar que el plan del asesinato se urdió en el ambiente de los círculos antifascistas de italianos exiliados en el sur de Francia… no únicamente anarquistas, sino también miembros de los grupos “Giustizia e Liberta” del Partido de Acción y otros, de distintas tendencias pero todos convencidos de la necesidad de eliminar físicamente al líder fascista.

Esto contribuye a dar al plan urdido por Lucetti connotaciones diferentes de otras acciones anarquistas, como el atentado de Gaetano Bresci contra la vida del rey Umberto; en este caso, el impulso de matar a Mussolini fue la expresión de una convergencia de opiniones entre otras agrupaciones políticas de representación popular sobre lo que en aquel momento se percibía comúnmente como una necesidad: así, el método también difiere en algunos aspectos del espíritu individualista con el que se habían llevado a cabo otros asesinatos anarquistas con anterioridad.

De hecho, aunque en el exilio, Lucetti nunca perdió el contacto con sus camaradas de Carrara y regresó dos veces para realizar reuniones clandestinas con ellos. Otra reunión, en la que se decidió el asesinato, se celebró en Livorno, obviamente con el máximo secreto, a bordo de un barco en alta mar. Mazzuchelli escoltó a Lucetti hasta Génova antes de que éste regresara a Francia para arreglar detalles con los compañeros exiliados. Allí se organizó lo mejor que pudo y al llegar a Roma recurrió al apoyo del camarada Stefano Vatteroni, que trabajaba en la capital como hojalatero.

De hecho, el papel de Vatteroni en la organización del atentado fue crucial; en realidad, Vatteroni, aprovechando su amistad con el secretario de la biblioteca de Mussolini, un antiguo colega suyo, proporcionó todos los detalles esenciales, hasta la ruta que seguiría el coche del Duce el 11 de septiembre. Errico Malatesta, informado del plan, le dio su aprobación.

Vatteroni hizo considerables sacrificios, sin decírselo a nadie debido a su típica modestia, y llegó a vender un terreno de su madre en Avenza para financiar lo que se estaba organizando.

También se ocupó de la cuestión del apoyo logístico y llegó a un acuerdo con el anarquista de Reggio Leandro Sorio, camarero de una posada en la que el propietario también era colaborador del grupo, hasta el punto de que incluso se ofreció a poner el dinero para sacarlos del país tras el atentado. Vatteroni, sin embargo, declinó la oferta, porque los organizadores habían acordado entre ellos que todos debían dejarse detener para ser juzgados… prueba extrema de la solidaridad y determinación de los anarquistas. Se supone que Gino Bibbi, otro anarquista de Arenza cuya casa fue destrozada y su moto incendiada por fascistas, también formaba parte de la organización.

Tras la sentencia al finalizar del juicio, Vatteroni cumplió los tres primeros años de su condena en completo aislamiento y la única compañía que tenía era la de un gorrión que visitaba su celda.

De este testimonio surge el retrato de un luchador por la libertad menospreciado por los historiadores oficiales y al que los anarquistas de Carrara quisieron honrar junto a los grandes anarquistas de la región… Lucetti, Meschi y el milanés Giuseppe Pinelli. En él sus camaradas ven a alguien que emprendió la lucha por la libertad y la verdad, como se desprende de los versos de Edgar Lee Masters colocados en su monumento.

Pietro de Piero

Umanita Nova 26.10.1986