Las propuestas económicas formuladas desde el ámbito anárquico puede que sean varias, tales propuestas pueden catalogarse como “económicas” porque se proponen desde lo actual, donde las necesidades materiales básicas se satisfacen por medio del dinero generado por el trabajo. El dinero obtenido por el mendigo o por la ladrona no se obtuvo directamente mediante el trabajo, pero es trabajo lo que lo ha generado antes.

Estas propuestas solo pueden desarrollarse en una vida libre y autodeterminada, sin duda las mas conocidas son tres: el mutualismo, el colectivismo y el comunismo anárquico, solo insistiré con este último. ya que los anteriores poseen residuos burgueses que perpetúan la sociedad de clases de otros modos.

Es grave intentar legitimar una propuesta por el supuesto prestigio y reconocimiento de quien la ha formulado, si bien fue Piort Kropotkin quien realizó esta afirmación según sus mismas palabras esto no podría haberlo creado solo: Cualquier producto, cualquier bien económico es, en realidad, fruto de la cooperación de todas las personas, tanto del propio país como del extranjero, tanto del presente como del pasado. ¿Como podrá medir y segregar en la gran masa de la riqueza social la parte que corresponde al esfuerzo y a la inteligencia de cada uno? ¿Acaso el mayor esfuerzo y la mayor inteligencia hubiera podido crear sola y sin ningún auxilio una parte, siquiera ínfima, de aquella riqueza social?

Por eso se propone el conocido “De cada una de acuerdo a su capacidad, a cada una de acuerdo sus necesidades” Pero como he señalado antes: estas nuevas relaciones productivas solo pueden realizarse sobre las ya caídas ruinas del capitalismo, pueden desarrollarse en una vida libre y autodeterminada, no son aplicables de ningún modo a la sociedad de orden actual, ya que quedarían aplicadas a pequeños grupos de personas y ni así porque rápidamente se halla el límite que impone la mercancía.

La gestión del capital a manos de la clase trabajadora, no posee autonomía con respecto a las leyes de la producción capitalista. Esto reforma el capitalismo poniendo a los mismos trabajadores a preocuparse de la economía mercantilista, olvidando que lo que necesitan es en realidad la destrucción de esa economía. Por ello es una mentira lo de “obreros y obreras sin patrón/a“, o si bien puede ser verdad igualmente no equivale a la autonomía de quienes trabajan, el patrón es quien además de vivir del trabajo de “sus” empleados perpetúa y obliga a producir de tal manera, pero a menudo parece que ya lo han planificado todo perfectamente y que nos han adiestrado tan bien que podemos seguir del mismo modo sin el ojo del amo a nuestras espaldas, rechazando la autonomía por el automatismo.

Un ejemplo muy claro es lo que generalmente denominamos “autogestión”, a la que muchos recurrimos por necesidad pero no abre caminos al cambio, abre caminos dentro de la miseria de lo existente, por eso terminamos por alzar la bandera de la gestión del Capital en nuestras manos.

Para que no recaigan en esta nota las clásicas críticas sin fundamentos de “pequeño-burgués” o “insensible”, pasaré a desarrollar lo siguiente, no para justificar o cumplir con alguien en particular que pueda sentirse tocado, sino para que dichos adjetivos luego no terminen por desviar la crítica fundamental de este texto.

Vuelvo a repetir que a la “autogestión” varios hemos acudido por una necesidad material, o a veces de otro tipo, ya que en los espacios que esta genera además de gestionar el Capital, podemos encontrar personas mas afines que las que supuestamente podríamos encontrar en trabajos asalariados, donde abundan traidores y ventajeras. Por esto mismo hoy es imposible para algunas negar la autogestión como salida, como es de idiotas acusar de conformista a quien recurre al trabajo asalariado como forma de ganarse el pan en este sistema capitalista. Pero tambien es estúpido mostrar la “autogestión” como una lucha anticapitalista cuando no sale de sus (cada vez mas amplios) márgenes, al igual que lo es sentir y propagar lo que el trabajo dignifica.

El problema surge cuando prácticas para la supervivencia se idealizan como seguras alternativas al cambio, como si un cambio radical pudiese realizarse en pleno capitalismo, bajo la pesada bota del Estado y el Capital.

Es necesario para vivir, vivir libres y autoliberándonos de las clases sociales, una revuelta que atente contra los valores del Capitalismo. Cuando desde un optimismo desmedido y fantasioso se analiza que el sistema capitalista está en decadencia, nos estamos negando nuestro papel activo en el entierro de este y su poder de adaptación a los tiempos que corren, y ¿qué es peor que eso? Que nosotras estamos aportando para que se lleve adelante dicha transformación, abriendo válvulas de escape, creándole alternativas, y queriendo demostrar que dentro del capitalismo se pueden llevar adelante “prácticas no-capitalistas” o hasta “anti-capitalistas“. Entonces ¿por qué oponernos al capitalismo si este nos permite salirnos de él? ¿Acaso no es el capitalismo ese mundo donde caben muchos mundos, donde se nos deja relacionarnos de otro modo? ¿Cómo pensar sin Estado y sin Capital? ¿En donde estamos al resguardo de ellos? ¿Podemos desarrollar plenamente nuestras vidas dentro del capitalismo dejando que la burguesía produzca “por otro lado“? No, no y no. Hoy el pleno ejercicio de nuestras vidas solo puede darse sobre las ruinas del capitalismo, y de todo aquello que huela a orden y jerarquía.

En la toma de fábricas y de espacios, se atenta contra la propiedad privada, se confronta con el patrón y sus guardias, se cambia el uso “obligado” de medios de producción y de espacios para necesidades y deseos reales, entre otras prácticas que pueden ser el comienzo de una verdadera revuelta, y no la restauración del orden a manos de nosotros, nosotras y nuestra gente. Se hace necesario un sentimiento continuo de inconformidad para no estancarnos en momentos de estallidos y así seguir en la lucha.

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Los explotados no tienen nada que autogestionar, a excepción de su propia negación como explotados. Sólo así junto a ellos desaparecerán sus amos, sus guías, sus apologetas acicalados de las mas diversas maneras (…) Curiosamente, aquellos que consideran a la insurrección como un trágico error (o también, según los gustos, como un irrealizable sueño romántico), hablan mucho de acción social y de espacios de libertad para experimentar (…)

Muchos libartarios piensan que el cambio de la sociedad puede y debe acontecer gradualmente, sin una ruptura repentina. Por eso hablan de “esferas públicas no-estatales” donde elaborar nuevas ideas y nuevas prácticas. Dejando de lado los aspectos decididamente cómicos de la cuestión (¿Dónde no hay Estado? ¿Cómo ponerlo entre paréntesis?), lo que se puede notar es que el referente ideal de estos discursos sigue siendo el método autogestionario y federalista experimentado por gente subversiva en algunos momentos históricos (la Comuna de París, la España revolucionaria, etc). El pequeño pormenor que se descuida, sin embargo, es que la posibilidad de hablarse y de cambiar la realidad, los rebeldes la han tomada con las armas. En definitiva se olvida un pequeño detalle: la insurrección (…)

Ai ferri corti con l’esistente, i suoi difensori e i suoi falsi critici. Anónimo

 

Revista Disarmo #11.

Rosario, Argentina. 2006