Conferencia de Agustín García Calvo en el salón de la CNT de Barcelona. 1978

Respecto a la violencia no voy a añadir gran cosa en general. Que conste que cuando uno está hablando, está hablando contra las ideas y no se puede hablar contra ninguna otra cosa. Pero uno habla contra la idea de los puños, sí. Y uno habla contra la idea de violencia, sí. Y contra la violencia misma, ¿Qué tengo yo que decir? ¿Qué sé yo? Ya lo dije al principio. ¿Cuál es la guía de los que no tenemos guía? El enemigo. No hacer lo que él hace. ¿Cómo es la violencia del Estado, cómo es la violencia establecida? Ahí, fijad los ojos en ese sentido. Si alguna vez se hace algo, que no esté cargado de los rasgos que despide la violencia del Estado.

¿Qué caracteriza la violencia del Estado? La caracteriza la premeditación, el dominio del Futuro, la justificación… entre otras cosas. Cuando la violencia de los llamados, por la prensa, terroristas, va tomando esas características, es cuando el ánimo de uno tiende a caer en la desolación. Es decir, cuando el planeamiento, los medios empleados, se parecen cada vez más a los del enemigo, cuando se hacen juicios por parte de pretendidos revolucionarios, imitando literalmente el aparato de justicia estatal, cuando se condena como si fuera otro Juez (que no pueden ser sino los mismos Jueces), todos son los mismos; cuando se cumplen las sentencias, cuando se dispone del Futuro, cuando se aprieta a alguien exactamente igual que lo hace el Estado, se le mantiene en la misma incertidumbre que hasta hace poco, sólo el Estado podía permitirse.

Porque el horror principal de la violencia estatal era que se pudiera someter a la expectativa de la muerte, en un Futuro por un lado determinado -por ley- y, por otro lado siempre impreciso, siempre encima; cuando se llega a imitar esto, cuando se llega a imitar sobre todo la justificación del Estado, la acción así, sea cualquiera, respaldando la violencia… los medios empleados, que son los mismos que los usados por el Estado, producirán efectos que en definitiva serán los mismos que los del Estado.

En la organización, en general; no digo una manera de organización, sino la organización en general, la historia realmente no enseña nada. Y bien se ve porque se sigue cayendo una y otra vez en este error. Se demuestra que la aceptación misma de la idea de organización tiene consecuencias tan graves que acarrean la ruina, el propósito de ir en contra del principio que podía haber promovido esa organización. No hay organización que pueda ir en contra de la organización. Ninguna. La organización está inventada necesariamente por el Poder, y la opresión. Cualquier organización está condenada a copiar, más o menos, los medios de organización del Poder. Y en esa copia de los medios, está la condena de las acciones, que con esa organización se pretende.

Lo mismo que os decía antes de las armas, y establecía diferencias entre un hacha y una ametralladora, podría establecerla entre el puchero de metralla de Ravachol y las últimas técnicas de algunos terroristas actuales. De la misma manera también, respecto a la organización tendría que decir lo mismo: no todas están totalmente condenadas. Pero no hace falta andar preguntando mucho para saber cuál es la menos dañosa. La menos dañosa es la que lo sea menos, hasta el punto que sea posible llegar, porque ningún absoluto puede pretender llegar hasta la desnudez total (quién puede pretender tal cosa: ningún absoluto se debe pretender; dejemos tal cosa para los teólogos), pero por lo menos, cada vez menos, siempre menos. Es decir, lo contrario de ellos, que como sabéis se caracteriza por aspirar a un todo. Es decir, a la organización perfecta, al Estado definitivo y cerrado y de aproximarse a él de más en más. La táctica contraria sería siempre la menos dañosa. Si la historia de los viejos anarquistas es ejemplar en algo, es en que sentían este daño de la organización, y querían defenderse de ella. Cómo llegaban a sacrificios inmensos incluso para producir asambleas, para producir reuniones para no tener organización. Ninguna.

No quiero particularizar. Si queréis, en la discusión nos detendremos en alguna de las diferentes organizaciones que ha habido. Por ahora, me parece que el sentido de la condena de este medio está bastante claro. La organización viene desde arriba. No hay otra organización más que la piramidal, más o menos. Los hombres no sabemos organizamos de otra manera. No hay democracia. Es mentira. La organización es piramidal. Hay jefe o jefes. Hay súbditos. Y si no hay diferencia entre jefes y súbditos, no hay organización. Cualquiera que pretenda hacer una organización copiará el esquema del Estado. Cualquier cosa en la que no haya diferencias entre jefes y súbditos vendrá desde abajo, desde eso inocente, indefinido y no organizado a lo que se suele llamar gente, pueblo. Desde Arriba, nada .

[Diálogo con los asistentes]

Voz.- Cuando dices que el enemigo está organizado, yo digo: es cierto. Cuando dices que no debemos hacer lo que él hace, yo digo: es cierto. Pero pienso que cuando usas la palabra ‘organizado’, no es una palabra suficiente. Pienso que el enemigo no está organizado simplemente. Está organizado de una manera jerárquica, autoritaria, y respecto a esto, yo digo, no hagamos lo que hace el enemigo, no nos organicemos de forma autoritaria ni jerárquica. Pero esto no implica en absoluto el término ‘no’ o el término ‘organizamos’. Yo pienso, por el contrario, que sí hemos de organizarnos. Para mí el problema es plantear cómo vamos a organizamos. No como ellos evidentemente. Organicémonos de forma libertaria, de forma antiautoritaria.

Al igual que esto, me planteo el término ‘violencia’. El enemigo emplea una violencia de opresión a todos los niveles. Yo pienso que sí hemos de emplear la violencia contra ellos, contra el enemigo. No voy a emplear una violencia totalmente sectaria, alienante; pero sí que voy a emplear la violencia.

Lo que yo quisiera que me aclararas, porque no lo he visto claro, es que una palabra en sí misma no tiene ningún valor. La palabra organización es una palabra astracta, y, a mí no me dice nada. Para mí está muy claro que hemos de organizarnos y hemos de ser violentos. No del mismo modo que ellos. No hagamos lo que hace el enemigo, pero no renunciemos a cosas que para mí son necesarias.

AGC.- Bueno, esto quiere decir que no te he convencido de una cuestión esencial. He dicho que organización no hay más que una; no hay más que un tipo, es ilusorio pensar que hay otro. Y respecto a la violencia del enemigo, he pasado largo rato caracterizándola. Y he dicho cómo me dolía en la medida de que acciones pretendidamente revolucionarias llegaban a parecerse a ella, en cuanto a programación, en cuanto a condena , en cuanto a disposición de Futuro, en cuanto a juicio, en cuanto a justificación ideológica.

Porque he dicho que en el extremo de más abajo, la violencia, que no es ninguna idea de violencia: esa qué sabemos tú y yo; esa se produce en el momento que se produce, nada más. Pero violencia ¿qué?: ¿organizada? ¡Ah! Ahí entramos en otro terreno de discusión. Y respecto a organización ya te he dicho que no me ando con contemplaciones. Este término abstracto, tienes razón, tan abstracto como los términos Estado, familia, individuo… Este término es realísimo, en el sentido que es el que nos oprime. Estamos precisamente muertos, matados por las abstracciones. Por eso hay que luchar contra ellas. Por eso, si fueras congruente, tú no podrías adoptar este término abstracto con la salvedad de decir: depende de cómo, depende de cual. Tal vez te sentirías más inclinado, como yo, a negar el término abstracto. Ahí, decir: todas son malas. Pero voy a ir a los ejemplos. ¿Qué tipos de organizaciones que no sean piramidales, que no sean como las de ellos, hay en este mundo? He dicho: las que son lo menos posible de organización. Pienso en lo que nos cuentan de los movimientos anarquistas andaluces de comienzo de siglo y fines del pasado. Allí hay un ejemplo de mínima, poquísima organización. Pienso, en un terreno más humilde y más cercano, en el año 65, entre los estudiantes, en Madrid, cuando surgieron las grandes asambleas. Allí toda la organización consistía más o menos en que había que reunirse al día siguiente, porque no había ningún aparato que pudiera representarles. No estaban más que todos los miles que estábamos allí juntos. Y la Organización consistía en decir: mañana otra vez aquí. Era un hilo. Por ejemplo estos son los mínimos, ¿verdad? Pues mientras más vayamos subiendo desde aquí, más iremos acercándonos al modo de organización piramidal. ¡Que no hay otro! Una organización en que hay representantes ¡Que son jefes, administradores! ¡Que son jefes!: no hay administración, no hay representación sin la imposición del tipo único de organización que se conoce. No hay ninguna administración y representación que no sea peligrosa. De ahí siempre mi recomendación de luchar por menos organización, puesto que siempre hay organización, como siempre hay violencia, Estado, Sistemas, individuos …

Agustín García Calvo

[Fragmento]