El antifascismo como forma de adhesión al sistema

Introducción. Decir de entrada que tanto el fascismo como el antifascismo han jugado históricamente un papel contrarevolucionario y que ambas han constituido y constituyen una forma de adhesión al capitalismo puede resultar un tanto fuerte o cuando menos extraño. Tratar de argumentar tales afirmaciones o al menos promover un debate sobre un tema tan de moda como el antifascismo es la intención de este artículo.

Revisando, reentendiendo la historia.

Hay quien opina que la historia es la carroña de las sociedades y los historiadores sus forenses. Esa quizás sea la historia con mayúsculas, la de las facultades y bibliotecas, la historia que nosotr*s reivindicamos no es (o no debiera ser) pretenciosamente objetiva, es (o debiera ser) una herramienta crítica para entender el presente y transformarlo. Durante diferentes etapas de la historia las minorías acomodadas han utilizado en momentos de crisis a movimientos folklóricos para mantener sus privilegios, llegando a ceder a estos grupos de presión el poder político. Este es el caso del fascismo en el período de entreguerras. (1) Tras la I Guerra Mundial (14-18) el capitalismo ya no juega un papel progresivo, no desarrolla las fuerzas productivas más que provocando crisis y guerras. En este contexto surgirá el fascismo pero también el antifascismo y ambos con el mismo fin, aunque pueda parecer lo contrario, salvaguardar los intereses del capital imperialista y aplastar al proletariado internacional. La Guerra Civil española ilustra el papel contrarevolucionario del antifascismo a la perfección. El 19 de Julio en diversas ciudades de España l@s obrer@s cortan el paso a la rebelión militar y comienzan una dinámica de expropiación de claro matiz revolucionario. Poco durará el apogeo de este proceso, la misma constitución del Comité de Milicias Antifascistas (organismo interclasista que traslada el protagonismo de las masas a la dirección de las organizaciones) evidencia el ataque de la burguesía antifascista contra el proletariado. El cónclave de Burgos y el gobierno republicano de Madrid son los ejes de una misma pinza que se cierra contra la clase obrera. España no será el escenario de una guerra revolucionaria, ni tan siquiera de una guerra civil, sino el de una guerra imperialista. La burguesía (tanto nacional como internacional) alineada a ambos lados ventila sus cuentas a costa del proletariado. Desde la República se centra el mensaje en una política de guerra. La guerra como forma de reestructuración del modelo capitalista en crisis y aplastamiento de la clase obrera. La guerra en España servirá de laboratorio de pruebas, un anticipo al mismo fenómeno de reestructuración que se vivirá a nivel mundial (II Guerra Mundial). En España se impondrá un modelo capitalista dictatorial (con la complicidad de las democracias occidentales y la URSS), mientras que tras la 11 Guerra Mundial en el resto del mundo se impondrá un modelo capitalista democrático falsamente enfrentado a un supuesto bloque «socialista» antagónico. Tanto el modelo dictatorial como el democrático tienen una misma finalidad: reajustar y mantener el sistema de explotación. Evidentemente España no entrará en el conflicto mundial puesto que el reajuste (vía triunfo dictatorial) se ha producido con anticipación. También es lógico, siguiendo esta argumentación, que las democracias occidentales que decían luchar contra el fascismo no cuestionen el sistema político (fascista) español tras la II Guerra Mundial. En la guerra de España la ideología que se impondrá, como supuesta necesidad ineludible, será el antifascismo: el frentismo y la colaboración de clases incluyendo en esto a las cúpulas (no se les puede llamar de otra manera) de la CNT-FAI y los oportunistas del POUM desmarcándose con ello de una política realmente revolucionaria y plegándose al pragmatismo de una política de guerra. La unidad antifascista no es más que el colaboracionismo de clase. El proletariado en lugar de enfrentarse contra sus enemigos, (la burguesía fascista y antifascista), en una verdadera guerra de clases se verá obligado a hacer de carne de cañón de ambas burguesías con la complicidad de algun*s de sus «dirigentes más avanzados». Los sucesos de mayo en Barcelona se evidencian como el epílogo de un deseo frustrado de comunismo (2) por parte del proletariado. Es a partir de mayo que podemos decir que la burguesía (de la mano de sus aliados estalinistas) ha vencido a una revolución inconclusa (no se tocaron los bancos, no se abolió el dinero, y principalmente no se destruyó el Estado, lejos de eso algunos anarquistas llegaron a convertirse en ministr*s). El cadáver de Camilo Berneri será el estandarte de uno de los crímenes más evidentes del antifascismo. Los obreros españoles fueron machacados bajo la bandera del antifascismo y en definitiva lucharon (sin ser su deseo) por el triunfo del capitalismo. El proletariado internacional bajo la misma bandera antifascista sólo esbozó los trazos de una solidaridad mediatizada. Este sólo podía respaldar a l*s obrer*s españoles mediante acciones de clase dirigidas contra el aparato económico y político del capital. Por eso la ayuda efectiva a la España revolucionaria únicamente residía en el cambio radical a nivel mundial de las relaciones de clase. (3) La Guerra Civil española ejemplariza el nocivo papel del antifascismo. El fracaso de la revolución habría que buscarlo en múltiples causas y no solamente en el antifascismo pero ésta no es la misión del presente articulo.

Fascismo hoy.

Para determinar la función que cumple el fascismo hay que determinar cuál es la realidad en la que se desenvuelve, que evidentemente no es la misma que la de los años 30. La necesidad constante del desarrollo de las fuerzas productivas del capitalismo han llevado a éste a una crisis permanente. La crisis del modelo de desarrollo keynesiano desde principios de los años 70 conducen a una paulatina superación de este modelo (del Estado de Bienestar) y a la paulatina extensión de un nuevo (viejo) modelo de liberalismo. En la actualidad ambos modelos conviven y/o compiten en un marco internacionalizado de la economía de mercado. Este estado de inestabilidad es susceptible de generar graves disfuncionalidades. La sustitución de un modelo en decadencia por uno en auge crea una situación de desprotección y una fuerte resistencia en grandes capas de la sociedad. A esto se añade la supuesta inmigración masiva como causa de disfuncionalidad añadida fruto de la internacionalización de la economía y el incremento de la explotación en los países de la periferia, así como de la marginación de grandes áreas geográficas del mercado-mundo. En resumidas cuentas este es el marco donde situar el fascismo hoy. Su misión en él seria facilitar la transacción de un modelo a otro, desarrollando políticas tendentes no a tomar el poder (no por ahora ) sino a fortalecerlo y totalizarlo por medio de leyes represivas, antiinmigración, etc. que impidan o neutralicen las posibles disfuncionalidades (que se traducirían en revueltas cíclicas o movimientos de resistencia [4]) conservando y manteniendo formas de gobierno formalmente democráticos pero apuntalando el papel represivo del Estado capitalista. El fascismo pues trataría de derechizar la sociedad a la par que desestabilizar para justificar medidas de urgencia por parte del Estado. Por otro lado se vuelve a plantear la dicotomía democracia o fascismo (dos caras del mismo capitalismo) que lleva a reforzar la alternativa democrática frente a la posibilidad fascista saliendo victorioso de este falso enfrentamiento el capital.

Antifascismo hoy.

Entendiendo qué función juega el fascismo en el marco de relaciones sociales y económicas podemos entender la función que juega su anti. El antifascismo hoy adopta (queriendo o sin querer) diversas facetas y funciones:

El antifascismo como actitud estética.

El antifascismo es poco menos que una moda. La falta de análisis, debate y crítica es patente. No se globaliza el problema sino que se trata de atajar sus efectos más palpables (violencia callejera fascista) reproduciendo, en muchos casos, esto mismo (violencia callejera antifascista). Alrededor del antifascismo se crea y recrea una estética pandillera y de escasos contenidos regida por una violencia macarra y estéril. Proliferan grupos, colectivos, plataformas, etc., que tratan de responder a un fenómeno sin analizar sus causas o al menos sin atacar a éstas. Actos a contra o de puro carácter anecdótico como las manis del 20N son moneda habitual. Más allá hay que situar la patética imagen del mata-nazis como figura folklórica del movimiento que en demasiados casos copia actitudes y esquemas mentales de sus presuntas víctimas, en una clara tendencia militarista que puede llegar a prevalecer e involucrar a todo el movimiento.

El antifascismo como lucha de distracción.

El fijar nuestros esfuerzos en la lucha antifascista a nivel parcial nos aleja ineludiblemente de la centralidad de la lucha de clases: crear conciencia y autoorganización de clase. El antifascismo distraería voluntades a una problema concreto fruto de una situación global. Más cuando se cae en dinámicas de represión-acción (difíciles de evitar) que llevan al movimiento a centrar su trabajo en responder a agresiones de grupos fascistas o del aparato represivo del Estado cuando l@s antifascistas son represaliad@s.
El antifascismo como colaboración de clase El lema «tod@s contra el fascismo» puede ejemplarizar una tendencia a la colaboración de clases. La alianza, en plataformas y demás, con fuerzas contrarevolucionarias de la izquierda capitalista es patente en muchos casos. Un lema tan general es asumible desde muchos ángulos, desde la izquierda colaboracionista a la derecha liberal ( no olvidemos que Antena 3 se ha convertido en paladín antifascista) pasando por los grupúsculos oportunistas (los restos del leninismo que combaten el fascismo aquí y apoyan alianzas entre fascistas y «comunistas» en la antigua URSS). La historia vuelve a repetirse con un escenario totalmente distinto al desarrollarse políticas frentistas que implican un reforzamiento del modelo capitalista bajo formas democráticas parlamentaristas. Se vuelve a colaborar con nuestros enemigos de clase socavando nuestros propios intereses para defendernos todos juntos de nuestros enemigos aparentemente más directos y atroces: los fascistas.(5) El resultado es que en lugar de hacer cotidianamente revolución nos hacemos aliados de sus enemigos.

El antifascismo como forma de reforzar al Estado.

Desde grupos antifascistas se reclaman medidas estatales y legales que represalien al fascismo (6): leyes contra los grupos nazis, mayores medidas policiales, altas penas de prisión, etc. La aplicación de tales medidas difícilmente irían a nuestro favor más bien todo lo contrario. Con ello se refuerza el papel del Estado a nivel represor y se fortalece su poder. No deja de sorprender y alarmar que desde nuestras filas se dan armas a nuestro enemigo más señalado: el Estado. Así como se considere que sus leyes puedan ser nuestra salvaguarda contra quienes son ni más ni menos que sus cómplices: fascistas.

Palabras finales.

No se pretende hacer desde este artículo una crítica sanguinaria y sin atenuantes a todos los grupos antifascistas. No se puede pensar que este movimiento sea homogéneo e igualmente criticable pero sí que es necesario empezar a criticar, analizar y en definitiva a pensar la realidad. Globalizar las situaciones para intervenir en la realidad y transformarla es tarea de tod* revolucionari*. De lo contrario podemos caer (aunque sea sin desearlo) en el papel de ser cómplices o compañer*s de viaje del mismo sistema que nos oprime. Tampoco desea este artículo decir que no debemos enfrentarnos al fascismo, pero sí aclarar que esta lucha forma parte (y no la fundamental) del enfrentamiento cotidiano al capital-Estado y no una forma de justificar la existencia de éstos.

SALUD Y ANARQUÍA.

El último de Filipinas.

Alacant. Diciembre 1996.


(1) Son evidentes las similitudes del nazi-fascismo de los años 30 con la toma del poder por Luis Bonaparte «el 18 de Brumario». Así como la organización política del nazi-fascismo con la «Sociedad del 10 de Septiembre» que daba soporte a Bonaparte y la función política dada a ésta dentro del marco de los intereses de la burguesía.

(2) Entendiendo comunismo no desde las estrategias leninistas sino desde su forma integral. Lo que l@|s anarquistas llamamos comunismo libertario.

(3) Sólo unos pocos (Durruti y su grupo «Nosotros» entre otr@s) plantearon de forma teórica extender la revolución a nivel internacional y crear un «efecto dominó».

(4) Revueltas como las de Caracas, el POLL TAX o Los Ángeles. En ellas se evidencia un trasfondo más profundo, de malestar general, más allá de los hechos concretos que sirvieron de detonante.

(5) Este tema se produce en el caso alemán (y no es el único). Los grupos autónomos han llegado a buscar el apoyo en el Partido Socialdemócrata fomentando una especie de unidad antifascista e interclasista.

(6) Este tipo de medidas se reclamaban recientemente en la portada del boletín «No pasarán» del colectivo «Al enemigo ni agua» de Barna. O en el caso Guillén Agulló donde diversos grupos reclaman altas penas de prisión y cumplimiento íntegro de las condenas. Evidentemente había quien discrepaba, como la Asamblea Antifascista de Valencia.

Texto publicado en Ekintza Zuzena nº23

 

 

La noche de los muertos vivientes o, la necesidad de que los muertos entierren a sus muertos

«La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal […] En esas revoluciones, la resurrección de los muertos servía, pues, para glorificar las nuevas luchas y no para parodiar las antiguas, para exagerar en la fantasía la misión trazada y no para retroceder ante su cumplimiento en la realidad, para encontrar de nuevo el espíritu de la revolución y no para hacer vagar otra vez a su espectro […] La revolución social del siglo XIX no puede sacar su poesía del pasado, sino solamente del porvenir. No puede comenzar su propia tarea antes de despojarse de toda veneración supersticiosa por el pasado. Las anteriores revoluciones necesitaban remontarse a los recuerdos de la historia universal para aturdirse acerca de su propio contenido. La revolución del siglo XIX debe dejar que los muertos entierren a sus muertos, para cobrar conciencia de su propio contenido». [1]

Carlos Marx

Cito extensamente la más lúcida reflexión del mayor de los hermanos Marx, con la intención de señalar, no sólo la validez de tal introspección en nuestros días sino para enfatizar el talante espiritista de los marxianos contemporáneos y de esos antiautoritarios que conducen «sus luchas» con la vista fija en el espejo retrovisor. Lo verdaderamente sorprendente es que se esperen resultados diferentes siguiendo al pie de la letra las mismas instrucciones de antaño, aliándose a una visión «progresista» (positiva) que construye narrativas triunfalistas e inspira películas grotescas (al estilo «Libertarias» [2] ) y culebrones asquerosos (como «Vientos de agua» [3] ).

Hoy, el marxismo y el anarco-comunismo son tradiciones de todas las generaciones muertas que oprimen el cerebro de los vivos y provocan hipoxia, impidiendo la concreción de «algo nunca visto». Lo que nos ratifica que toda tradición se convierte fácil e invariablemente en dogma y ortodoxia. Paradójicamente, se continúa invocando a los espíritus del pasado y se toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, sus ropajes, para disfrazarse de vejez venerable y repetir por enésima ocasión la arenga con lenguaje prestado, recreando las mismas acciones que condujeron a TODAS las revoluciones por la senda de la «contrarrevolución», imponiendo regímenes fascistas (rojos y/o pardos), erigidos en torno al trabajo y la productividad; o sea, intrínsecamente capitalistas.

Los «comunizadores» (neocomunistas o comunistas), los neosituacionistas, los posanarquistas, e incluso los insurreccionalistas «ortodoxos» [4] , permanecen atrapados en el siglo pasado. Se agarran del pasado para seguir aferrados al «futuro». No entienden que no hay futuro porque el futuro quedó atrás. Pero tampoco se trata de «Volver al futuro» –como la trilogía de Robert Zemeckis– sino de habitar el presente. De vivir intensamente la insurrección cotidiana, de ocupar esos efímeros espacios que permiten avivar el fuego. Pero sin dotar de existencia artificial esos resquicios. Hay que evitar que se conviertan en trincheras. Es decir, en nuevas trampas: falsos agujeros que alientan la visión militarista e impiden que «algo nunca visto» se potencialice. Continuar anclados al análisis en torno a la reestructuración capitalista de las tres últimas décadas del pasado siglo, obstruye la compresión del presente e invita a prolongar el fogueo con balas de salva, frenando el accionar concreto de la subversión contemporánea.

Urge darle el tiro de gracia al siglo XX para sepultar con él todas las ilusiones novecentistas. En ese mismo ataúd, apremia enterrar «nuestra» memoria; es decir, la historia del «movimiento obrero», la historia de las revoluciones y, todas las pulsaciones utópicas que acompañaron a esas narrativas sociales propias de la forma de pensar de otro siglo. Hay que cuestionar las formas de memoria e impulsar el olvido anárquico como parte integral del proyecto de liberación total. Tenemos que inhumar a los muertos y dejar de tropezar con sus leyendas, para permitir que el espectro fluya; esa entidad intangible y sin rostro que es la potencia anárquica: ese espíritu que recorre el mundo, que inquieta, trastorna, irrumpe, violenta.

Urge desalojar la tradición, convencidos que las seguridades de lo sabido no pueden ofrecernos respuestas universales y consoladoras. En su lugar, hemos de promover nuestra capacidad de improvisación, desarrollando la insurrección permanente en entornos constantemente cambiantes dentro del flujo caótico de la vida. Olvidar, aviva la espontaneidad y nos brinda la oportunidad de explorar formas de destrucción más creativas y modos de estar anárquicos en el mundo –que liberen la indisciplina subversiva e infecten de ilegalidad todos los espacios sociales–, actuando como un desencadenante de caos que impida las sistematizaciones formales y la (nueva) normalización. Para estar anarquistas, tendremos que dejar de ser.

En junio de 1958, la Internacional Situacionista ya daba cuenta de la necesidad del olvido y así lo plasmaba en las notas editoriales del primer número de su boletín central: «Los situacionistas se ponen al servicio de la necesidad del olvido. La única fuerza de la que pueden esperar algo es del proletariado, teóricamente sin pasado, obligado permanentemente a reinventarlo todo, del que Marx dijo que “es revolucionario o no es nada”.» [5] Y, para diciembre de ese mismo año, en el editorial de su segundo número, reafirmaban «Nosotros somos partidarios del olvido. Olvidamos nuestro pasado y olvidaremos nuestro presente. No nos reconocemos contemporáneos de quienes se contentan con poco.» Sin embargo, pese al efluvio catalizador que aún conservan estas imágenes, es innegable la poca vocación de olvido que caracterizó a los situacionistas. Varados en la verborrea marxiana, se dedicaron en cuerpo y alma a evocar el pasado, exaltando las trasnochadas propuestas de los consejos obreros como mecanismo único de liberación a través de la autogestión del capital.

Halberstam nos recalca –inmerso en las contribuciones que tensionan la negatividad radical de la baja teoría queer– que, «Podemos desear olvidar la familia y olvidar el linaje, y olvidar la tradición, con el fin de empezar desde un nuevo lugar, no el lugar donde lo viejo engendra lo nuevo, donde lo viejo prepara el terreno de lo nuevo, sino donde lo nuevo empieza de cero, sin las restricciones de la memoria ni de la tradición, y sin pasados que se puedan utilizar.» [6] Hoy, la lucha anárquica – emancipada de pasado y ajena a todos los intentos resucitadores que anhelan repetir hasta el cansancio las revoluciones pasadas–, debe empezar de cero, desprendida del linaje y del lastre de la tradición. La tradición en que aún vivimos, ha buscado por todos sus medios evitar la Anarquía.

Si aspiramos a la destrucción de todo lo existente, habrá que emprender este camino desde un nuevo lugar, no desde aquél idílico paisaje de las ruinas del viejo mundo donde engendraría el nuevo que portamos en nuestros corazones, sino vislumbrando algunas concepciones originales y materializando las acciones necesarias que nos concedan la ruina de la dominación en este instante pero sin albergar esperanzas utópicas. La Anarquía no es el sendero que conduce a la Utopía, como el cristianismo secular decimonónico pretendía hacer creer, promoviendo la fe en una abstracción heredera de las antiguas esperanzas cristianas. La Anarquía da la oportunidad de vivir y concretar la destrucción en presente, a quienes no se dirigen a ninguna parte ni alojan esperanzas en soluciones mediatizadas o en regímenes por-venir en nombre de la libertad y la igualdad. En ese sentido, no puede entenderse como una práctica alternativa o antagonista a la dominación, sino como un «disruptor», un «virus» o un «contaminante». Una suerte de cáncer infiltrante que se contenta cada día con destruir lo «próximo» y no un telos lejano. Lo «próximo», es lo único que tenemos y no lo intangible universal. Pero, destruyendo lo «próximo», de manera simultánea en diferentes regiones del cuerpo social, se provoca la metástasis.

Ésta es la Anarquía realizable: efímera y terrenal, eventual e imperfecta, irregular y compleja. Justo en esa trama, yace la posibilidad de desplegar un paradigma anárquico renovado, capaz de tonificar los músculos de nuevos desarrollos teórico-prácticos con vocación de presente; es decir, conscientes que el pasado es un conjunto de hábitos del que no tenemos nada que aprender y mucho menos que imitar. Le toca entonces a este paradigma demostrar sus preeminencias en términos de actualidad, extensión y profundidad en un nuevo orden tripolar impuesto por el capitalismo hipertecnológico.

Las movilizaciones del hartazgo, la rabia de la desesperanza y, las rebeliones de la miseria, solo reafirman la continuidad de la dominación, es decir, producen más capitalismo. Sólo el fuego podrá obsequiarnos la Anarquía, detentando el peso único de esta palabra. Es decir, sin aproximaciones, sustitutos ni sinónimos que no expresan lo mismo ni se acercan –remotamente– al ímpetu de nuestras pasiones.

Gustavo Rodríguez

Planeta Tierra, 1° de septiembre 2020

Tomado de El Aroma del fuego: La rabia de la desesperanza en un mundo tripolar (Repensar la lucha desde la perspectiva informal anárquica).


[1] Marx, C., El dieciocho brumario de Luis Bonaparte; recogido en Marx, C. y, Engels, F., Obras escogidas en tres tomos, Editorial Progreso, Moscú 1981, Tomo I, página 404.

[2] Largometraje español, realizado en 1996, dirigido por Vicente Aranda y basada en la novela La monja libertaria (Planeta,1981) de Antonio Rabinad.

[3] Serie de televisión argentino-española, dirigida por el peronista Juan José Campanella (2006).

[4] La acción insurreccional –por muy emancipadora que parezca desde una óptica subjetiva– se satisface a sí misma pero es incapaz de trascender lo obsoleto, reincidiendo irreflexivamente en gestos caducos.

[5] La lucha por el control de las nuevas técnicas de condicionamiento, Internationale Situationniste, No 1, recogido en Internacional Situacionista. Textos íntegros en castellano de la revista Internationale Situationniste (1958-1968). Vol. 1: La realización del arte (# 1-6), Literatura Gris, Madrid, 1999, p.12.

[6] Halberstam, Jack, El arte queer del fracaso, Editorial Egales, Barcelona/Madrid, 2018. P. 80.

Breve historia de Azione Rivoluzionaria

En 1977, militantes del área anarco-libertaria, tomando nota del “carácter de fuerza” expresado en particular por el movimiento del 77′ y haciendo referencia a las elaboraciones culturales del situacionismo y de la Fracción del Ejército Rojo (RAF), dan vida a la organización armada Azione Rivoluzionaria [AR].

Las tesis políticas generales de esta agrupación fueron expuestas en su Primo documento teórico, durante enero de 1978. Para poder comprender la ideología propugnada por el grupo subversivo en examen, se muestran bastante significativas las afirmaciones contenidas en opúsculos y octavillas de AR:

    «El movimiento no traslada el conflicto a la clase sino que lo asume en primera persona. La acción es directa. Cualquiera que sean los resultados objetivos, la valoración subjetiva es fundamental. La acción directa hace que los individuos tomen conciencia de sí mismos como individuos que pueden cambiar su destino y reapropiarse del control de su propia vida».

 

Junto a las siempre presentes críticas al capitalismo y a sus consecuencias, los redactores exhortaban y propugnaban por la acción:

    «Lo que queremos es llevar a cabo una crítica destructiva al Estado, a través del uso de la violencia revolucionaria, la lucha armada, la propaganda con los hechos. Queremos acelerar los tiempos y alargar el frente interno del conflicto para llegar a una desestabilización del Estado […] La crítica de las armas es hoy la única fuerza que puede hacer creíble cualquier proyecto.

    Crear, organizar 10, 100, 1.000 Núcleos Armados».

 

Sin embargo, hubieron grupos (y aún los hay) que se negaban a tildar a Azione Rivoluzionaria como un grupo anarquista. Es el caso del semanal anarquista Canenero (1994-1997):

    «Que en los años 70 el movimiento anarquista haya conocido experiencias específicas sobre el modelo combatiente, ésta nos parece una afirmación ligeramente errónea ya que el archipiélago Azione Rivoluzionaria […] se puede definir “anarquista” sólo a costa de una macroscópica forzadura ideológica. De hecho en AR confluyeron compañeros de proveniencias diversas, animados desde el principio por un espíritu libertario y anti-estalinista, que por un periodo breve definieron su propia experiencia como anarco-comunista, considerada como la suma de las diversas posiciones de los compañeros. Aquello que por el contrario resulta claro para tantos anarquistas, es que fueron justo las organizaciones armadas, ninguna excluida, las que contribuyeron en aquellos años al aplastamiento de la subversión social. Y estas reflexiones críticas no son de hoy, sino que han sido expresadas por diversos anarquistas en múltiples ocasiones de veinte años hacia acá».

 

La configuración organizativa fundacional de Azione Rivoluzionaria es aquella de los “grupos de afinidad”: «donde los vínculos tradicionales son reemplazados por relaciones profundamente comprensivas, marcadas por el máximo de intimidad, conocimiento y la confianza mutua entre sus miembros».

En tal configuración se enmarca también la constitución de “grupos de afinidad feministas”, con una producción teórica y autonomía operativa propias de estos núcleos. [Nota de la redacción: Como es el caso de Azione Rivoluzionaria Autonomia Femminista]

Una de las primeras intervenciones de Azione Rivoluzionaria es el baleo del médico de la cárcel de Pisa, Alberto Mammoli, ocurrido en dicha ciudad el 30 de marzo de 1977. El documento de reivindicación hace referencia a la muerte del anarquista Franco Serantini, acontecida el 5 de mayo de 1972 como consecuencia de los golpes sufridos en la comisaría al momento de su arresto y que no fueron tratados por los médicos de la prisión.

Entre marzo y septiembre del 77′, Azione Rivoluzionaria desarrolla su presencia en Lombardía, Piamonte, Toscana y Liguria.

Con el artefacto explosivo contra la sede turinés del periódico La Stampa (17.SEP.77) y el baleo intencional de Nino Ferrero, periodista del periódico L’Unità (18.SEP.77), Azione Rivoluzionaria da inicio a una campaña nacional contra «las técnicas de manipulación dirigidas al consenso» puestas en marcha por los medios de comunicación.

En particular, el periódico La Stampa es golpeado por la gestión que ha hecho de la noticia relativa a la muerte, ocurrida en Turín el 4 de agosto de 1977, de Aldo Marín Piñones y Attilio Di Napoli, dos militantes de la organización.

Esta campaña continúa en 1978 con el atentado a las oficinas administrativas del Corriere della Sera, en Miláno (24.FEB.78), y a la redacción en Aosta de la Gazzetta dei Popolo (29.JUL.78).

El 19 de octubre de 1977, en Livorno, un grupo de Azione Rivoluzionaria intenta secuestrar al naviero Tito Neri. El secuestro falla y los militantes son arrestados.

En abril de 1978, AR hace su aparición en Roma, colocando tres artefactos explosivos contra la sede del Banco di Roma, un concesionario de Ferrari y un salón automovilístico en via Togliatti.

En junio de 1978, Azione Rivoluzionaria firma -en Aosta- un atentado contra la sede de la Democrazia Cristiana. En la reivindicación se pide que sea «revocado el permiso otorgado al Movimento Sociale Italiano de continuar dando discursos en la Piazza di Aosta» (18-19.JUN.78).

Las tesis generales de AR vienen ampliamente expuestas en el documento Appunti per una discussione interna ed esterna, redactado en el verano boreal (junio-septiembre) de 1978.

Es útil además recordar que en los documentos de AR, emerge claramente la fuerte polémica existente en el interior del vasto movimiento anarquista, acusado de estar “sin estrategia y sin táctica”. De la misma manera debe ser recordado lo que sucedió en Forlì, durante el congreso antimilitarista desarrollado en 1988, cuando Bonanno y los demás pertenecientes al área insurreccionalista fueron acusados de “terroristas” y expulsados de la sala.

Durante el proceso que tiene lugar en Livorno, entre junio de 1979 y julio de 1981, algunos militantes de Azione Rivoluzionaria presentan un documento en el cual viene oficialmente anunciado la auto-disolución de la misma organización.

El 4 de octubre de 1979, en el curso de un proceso desarrollado en Turín, algunos militantes de la organización recuerdan, en un documento, a Salvatore Cinieri, asesinado en la cárcel de Turín por un preso común el día 27 del mes anterior.

En el informe judicial preliminar número 160/1 con fecha 25 de marzo de 1980, del Núcleo Operativo del Grupo de los Carabinieri de Florencia, Bonanno es señalado como perteneciente a Azione Rivoluzionaria según las declaraciones -posteriormente consideradas insuficientes- del colaborador Enrico Paghera. Con fecha 23 y 26 de marzo de 1980 eran arrestados, en ejecución de varios procedimientos cautelares, 19 personas consideradas pertenecientes a la organización subversiva en cuestión. Entre ellas figuraban Alfredo Maria Bonanno, Yean Helen Weir, Carmela Dimarca, Paolo Ruperto, Salvatore Marletta y Patricia Casamenti. Bonanno, Weir y Marletta eran, además, acusados de seis atracos realizados a notarías boloñesas. Pero el 30 de junio del mismo año, el Juez Instructor del Tribunal de Bolonia decretaba la excarcelación de los arrestados por insuficiencia de pruebas, y el 3 de abril del año siguiente se emitía sentencia de sobreseimiento por no haber cometido los hechos, en lo que concernía a los atracos y a la imputación de “banda armada”.

El 11 de abril de 1981, un año después de la auto-disolución de AR, muere a causa de un tumor Gianfranco Faina, considerado el fundador de Azione Rivoluzionaria.

Luego de la disolución de la organización, algunos militantes confluyen en Prima Linea, segundo grupo armado más grande de Italia en los años de plomo, sólo superado por las Brigadas Rojas. De tendencia marxista-leninista, fue fundado por militantes de las disueltas Lotta Continua y Potere Operaio. Operativo entre 1976-1987, el último de sus miembros fue excarcelado en 2004.

Por la actividad de Azione Rivoluzionaria, fueron procesadas 88 personas (61 hombres y 27 mujeres), entre 1977 y 1985.

 

Jauría de la Memoria

Entrevista y diálogo con Alfredo Cospito desde la prisión de Ferrara

Los medios de comunicación anuncian la llegada de los robots con mucha ostentación. Casi siempre vinculan este fenómeno con el peligro del desempleo, algunos medios más imaginativos van más allá al ver el advenimiento de los robots como la superación de lo humano, una dictadura de las máquinas contra las que oponerse a un humanitarismo genérico. Durante décadas nos han estado bombardeando con el peligro de una inminente catástrofe ecológica que sugiere, en el mejor de los casos, una tecnología ecológica y sostenible, pero en el peor de los casos (para los ecologistas más «radicales») la esperanza de un colapso espontáneo del Sistema.

¿Por qué lo hacen los medios? Nos brindan una enorme cantidad de desinformación que nos lleva de la mano a soluciones ficticias, un «humanismo genérico» que actúa como contraparte de un concepto igualmente genérico, el de «personas», sugiriendo una supuesta inevitabilidad de la catástrofe de la cual solo el «destino», un meteorito, una guerra nuclear, o la llegada de hombres verdes podría evitarlo. De esta manera, socavan nuestra voluntad convenciéndonos de que lo posible es imposible. Dejando solo dos «alternativas»; la falsa esperanza en una tecnología a escala humana o, la renuncia a lo inevitable en la ilusión de que un «dios» o el «destino» nos pueda alejar de la pesadilla.

¿Qué es lo contrario a toda esta mierda? La plena conciencia de nuestra fuerza, la plena conciencia de quién es responsable de la explotación, las guerras, y la catástrofe. Es de sólo una clase que tiene el control de la sociedad hiper-tecnológica. Únicamente una clase disfruta de beneficios, para la otra clase sólo hay basura, migajas, explotación. Los robots no son nuestros enemigos, sino quienes les diseñan, es decir, el capitalismo y los Estados que financian estos proyectos; hombres y mujeres de carne y hueso. Estoy seguro de romper una puerta abierta diciendo que es una contradicción en términos de una «sociedad liberada» que se beneficia de una hiper tecnología. Debemos tener el coraje de renunciar al «Progreso», debemos tener el coraje de oponernos con las armas en la mano, jugándonos la vida para detener este proceso autodestructivo que no es inevitable en lo absoluto.

Sólo la explotación sistemática de miles de millones de mujeres y hombres puede sostener la modernidad, no existe ninguna «utopía» comunista estatal que se mantenga. Esto, al menos hasta que las riendas estén en nuestras manos, la humanidad imperfecta, una vez que la clase dominante se vea obligada a delegar (dar) el mando (de una «mega máquina» ya demasiado compleja de manejar) a una «superinteligencia», nos esperará un «bienestar virtual» para todas, un «bienestar infernal» sin ninguna libertad, que no deseo ni a mi peor enemigo.

Pero seamos claros, de lo que estamos hablando: en cuanto a la «ciencia ficción», y que el incendio puede aparecer, nos referimos a una «revolución» que, si no se detiene, afectará la vida de todo el planeta. Si el capitalismo es el hijo alienado de la supremacía de la tecnología y la ciencia, podemos deducir fácilmente que el producto de ésta relación es la «mega máquina« en la que todas vivimos inmersas. El siguiente paso será la conciencia de que ésta «mega máquina« existirá a través de la I.A. (inteligencia artificial).

Vayamos paso a paso. En el mundo, las inversiones en I.A. en este momento son consistentes y se multiplican año con año. En 2016, Europa invirtió 3.200 millones de euros, se esperan 20.000 millones de euros en el 2020. Los Estados Unidos ya han invertido $18 millones y se esperan $37 millones para 2020. En todo el mundo, se invirtieron 12.000 millones de euros, solo en 2017, para el estudio de algoritmos capaces de aprender de sus errores, de forma independiente.

Está en etapa avanzada la creación de computadoras neuromórficas, que sustituyen los cálculos basados en códigos binarios (on – off) por la utilización de procesadores que intercambian señales como lo hacen nuestras neuronas. Alcanzando velocidades infinítamente mayores, con dimensiones pequeñas, y métodos de operación cada vez más «cercanos» a nuestra mente. Los efectos en el Mercado, aunque parciales, ya existen: – máquinas automáticas – medicina (análisis de historial clínico, rayos X, enfermedades, virus) – robótica (todos los sistemas que manejan robots) – automatización industrial – análisis y administración de sistemas complejos como la viabilidad de metrópolis, sistemas de gestión automáticos, análisis y pronóstico de las tendencias del mercado bursátil, análisis y pronósticos meteorológicos/agrícolas, análisis de vídeos, textos e imágenes publicados en línea, gestión logística.

Hoy para gestionar esta «revolución», participan un número limitado de científicos, técnicos súper especializados en muy pocos centros en todo el mundo. Todos al alcance de una Internacional Anarquista de combate, aunque de fuerza limitada ¿Sus mejores armas? Voluntad y determinación, estas dos cualidades serían suficientes para hacerles retroceder y parar este «progreso» tecnológico, que nos hacen ver imparable.

Todavía tenemos el tiempo a nuestra disposición, y espacio para maniobrar, sobre todo porque el «Sistema» aún no es plenamente consciente del punto de inflexión que está a punto de ocurrir. Las inversiones, aunque son enormes, apenas están comenzando. Es muy probable que las burocracias gubernamentales, y las agencias de inteligencia, tengan cierta ineptitud, una rigidez que les impida comprender plenamente la importancia de algunos desarrollos que para nosotras, fuera de estas lógicas y ciertas especialidades, pueden ser claras. Decimos que estar fuera y en contra del Sistema podría permitirnos tener una visión general amplia, una mayor flexibilidad mental. Los obstáculos para comprender tal «revolución» tecnológica, en un punto de inflexión tal, podría ser particularmente fuerte para los gobiernos, los Estados y los capitalistas

¿Pero, en qué consistiría este avance, ésta «revolución» tecnológica? La revolución agrícola se ha extendido por todo el mundo en miles de años, la revolución industrial en centenares, la revolución de la información en pocas décadas y tendrá su punto máximo, su «punto de no retorno» lo que los técnicos y científicos llaman «explosión de inteligencia». El «Proyecto Cerebro Humano», fundado en 2005, espera recrear un cerebro humano dentro de 20 años. A partir de ese momento se activará la llamada «explosión», la transición de una inteligencia humana a una súper inteligencia (suprahumana). Los científicos argumentan que una vez que se alcancen las capacidades intelectuales humanas en muy poco tiempo (incluso meses), comenzará la explosión de inteligencia, que consistirá en un crecimiento exponencial e incontrolado de las capacidades de la IA. Desde ese momento, el riesgo de perder las riendas de nuestro destino será muy alto, para felicidad de transhumanistas. El homo sapiens se convertirá en otra cosa, algo oscuro, un aborto de la naturaleza, un cáncer para este planeta, más de lo que ya es.

Afortunadamente para nosotras, los científicos por su naturaleza a menudo son demasiado «optimistas» en el tiempo y «fantasiosos« en las perspectivas. Podemos contar con nuestras capacidades para contrarrestar y revertir este proceso. Depende de nosotras, de nuestra lucidez, de las fuerzas y de las armas que pongamos en juego. Creo que lo importante es no quedar atrapados en el catastrofismo, que no nos fortalece, sino que nos lleva a la resignación de lo inevitable. Para tener una idea más precisa del salto tecnológico que la «modernidad» nos promete a través de la superinteligencia, leamos un par de definiciones que los técnicos dan de esto:

«Cualquier intelecto que supere con creces el rendimiento cognitivo de los seres humanos es, casi todo, de interés para dominar». Una máquina ultra inteligente, es aquella «que puede superar con creces todas las actividades intelectuales de cualquier ser humano, por más inteligente que sea».

La súper inteligencia, según quienes trabajan en ello, será la panacea para todos los males, la Lámpara de Aladino que resolverá lo relacionado a energía, contaminación y problemas económicos. Encontrará la cura para todas las enfermedades, incluso promete inmortalidad. Pero los mismos científicos y técnicos que deliran sobre estos avances futuros (que, por supuesto, inevitablemente irán en «beneficio» sólo de la clase dominante) están aterrorizados y lo consideran su advenimiento extremadamente peligroso, hasta el punto de compararla con los peligros de la era atómica, de una guerra nuclear. Científicos y técnicos aún están muy lejos de alcanzarla, estudian con desesperación posibles trampas de realidad virtual para contenerla, engañarla, enjaularla una vez alcanzada. Temores y esperanzas, la ley de la ciencia nos condena a «progresar», a avanzar a costa del detrimento de nuestra supervivencia como especie. Pero qué peor condena para un esclavo que una amortización que prolonga la agonía de una vida sin libertad.

Las anarquistas siempre hemos sido sensibles a estos «problemas», porque nada más en estos años se ha desafiado nuestras libertades, más que la «modernidad», la tecnología. A lo largo de los años, ciertamente, no nos hemos limitado a los análisis sociológicos de la ciencia y la tecnología. La parte de nosotras más inclinadas a la acción, aquellas anarquistas que han puesto en práctica la acción directa destructiva, a través de la informalidad y los grupos de afinidad, han desplegado un arsenal teórico y práctico en los puntos sensibles y periféricos para golpear, fibras ópticas, cables eléctricos, postes…

La línea a la que se tiende ha sido que desde el centro del Sistema era necesario desplazarse a la periferia, en la cual los controles eran más bajos. Donde las líneas vitales, si se interrumpen con medios reproducibles (fuego, pinzas…) podrían causar daños considerables. Últimamente se ha hablado mucho sobre interrumpir el flujo de mercancías. Estas tendencias, que prevalecen hoy entre los insurrectos, se deben (en mi opinión) a la oposición del Anarquismo de Acción contra la «lucha» de las B.R.* a finales de los años 70, cuando «ordenaron»  impulsar la consigna de la necesidad de golpear «al corazón del Estado». Para las anarquistas, en cambio, el Estado no tenía corazón, o centro. Esto sucedía cuando las B.R. impulsaban la necesidad de golpear, sintetizándolo en los hombres de Estado más significativos.

Han pasado muchas décadas, todo ha cambiado, pero ésta «fórmula» que tenía un fuerte sentido en ese momento se ha convertido en un «mantra», un «dogma» que se ha perpetuado a sí mismo, perdiendo más y más sentido, convirtiéndose en una presunción de torpeza, intransigencia, y justificación de temores nunca expresados. Esta metodología, al menos en lo que respecta al país en el que vivo, se ha reducido en la negativa (nunca admitida, pero llevada a la práctica) a afectar a las personas, a quienes perpetran directamente la iniquidad del Sistema. Para muchas anarquistas solo existe el «sabotaje» y la acción destructiva (golpear y destruir cosas). La exclusividad de esta práctica está muy extendida, incluso en el entorno «ecológico», con pocas pero significativas excepciones, Kaczynski, por una parte. Esta propensión de excluir acciones violentas contra las personas también la hacen (con excepciones ocasionales), inclusive ALF y ELF.

Las «organizaciones» que por otras razones son un ejemplo importante (pero concreto) de cómo podemos «organizarnos» de manera deconstruida. Como dicen algunas compañeras, «una organización que no quiere organización». Sin lugar a dudas, en mi opinión, ha tenido influencia en la práctica de la FAI-FRI, sólo piensan en comunicarse a través de acciones y campañas internacionales. Espero que tengamos la oportunidad de hablar de ello con detalle, más adelante… Aquí, en Italia, en la esfera anarquista, en los últimos años, solo algunas acciones de la FAI han sido opuestas. Los muy denigrados «paquetes bomba», son una práctica antigua que, por lo que puedo decir, es parte de la «tradición» anarquista. Tan solo pensar en los llamados «galeanistas» en Estados Unidos, o en las explosiones hechas por anarquistas, que escaparon a Francia durante el fascismo, dirigidos a los principales periódicos italianos, solo por nombrar algunos. Como dije en el pasado, la distorsión de la «historia», la purga de hechos incómodos no es una práctica exclusivamente estalinista, incluso los anarquistas la practicamos a nuestra manera, a menudo inconscientemente.

Hablando del movimiento luddita, de las anarquistas, y no solo de estos movimientos, se presentan a menudo como ejemplo exclusivo de la práctica del «sabotaje», borrando una parte de esa historia que no es fácilmente digerible, debido a cierta visión de su accionar. También hubo asesinatos entre las armas ludditas, no se limitaron a la destrucción de telares. En 1812, William Horsfall, propietario de una fábrica textil, fue asesinado a tiros en una emboscada, días después de amenazar a sus trabajadores con reprimir cualquier tipo de revuelta, y que la sangre luddita alcanzaría su silla. Fue él quien sucumbió, fue su sangre la que fluyó. Tres ludditas fueron ahorcados por ese gesto de revuelta. No fue un caso aislado, cuando leemos exaltaciones correctas del luddismo casi nunca conocemos de este tipo de acción ¿Por qué?

¿Quizás el «sabotaje» es más subversivo, más peligroso para el Sistema que la eliminación física de un amo? Ciertamente hoy implica una mayor reacción del Sistema, una mayor represión. Pero el «miedo» nunca es un buen consejero, nos hace perder la racionalidad, el sentido de la realidad. Quizás se deba a la sensación de pérdidas de la realidad, a las infinitas disquisiciones «sociológicas» que muchas anarquistas hacen del término «terrorismo», y de cómo esta palabra puede «aislarnos» y ser el único producto del Poder. El terrorismo es una práctica que las anarquistas (como casi todos los movimientos revolucionarios y populares) siempre han usado. Nunca me cansaré de decirlo, por impropio y molesto que pueda ser, porque creo que la honestidad y la coherencia intelectual están estrechamente relacionadas, y para ser creíbles y, por lo tanto, eficaces en la acción, uno debe ser honesto consigo mismo y con los demás, y no razonar según la conveniencia inmediata sino con razón en perspectiva. El terrorismo se entiende como una práctica que propaga el terror en la clase dominante, como lo hizo Emile Henry, al igual que los argelinos al golpear bares franceses (ejemplos hay infinitos), por cuestionable que pueda ser a nivel «moral», nunca ha sido indiferente a nadie, y la historia que dice que el terrorismo de abajo hacia arriba tiene todas las justificaciones del mundo. Lo siento si me salí del tema, pero algunas cosas, aunque me incomodaban, tenía que decirlas.

[Fragmento]

Revista Vetriolo. Otoño de 2018.

Alfredo Cospito

 

* Brigadas Rojas (Brigate Rosse). Organización armada marxista-leninista. Activa en los años 70.

Destruir apasionadamente

La Bolsa, el Palacio de Justicia y la Cámara de Diputados son edificaciones de las que se ha hablado mucho en los últimos días. Estos tres edificios habían sido especialmente amenazados por tres jóvenes que desafortunadamente fueron detenidos a tiempo.

Nada se puede ocultar a los periodistas. Revelaron la conspiración triple, y sus colegas en la prefectura han aprehendido inmediatamente a los conspiradores.

Una vez más los hombres de la prensa y la policía se han ganado la gratitud de esa parte de la población que todavía no aprecia el encanto pintoresco de palacios en ruinas y la extraña belleza de los edificios derrumbados.

El público no escatima en sus gracias. Los servicios prestados serán reconocidos con dinero contante y sonante. Las virtudes cívicas deben ser alentadas. Fondos secretos bailarán y la fiesta será dirigida por los salvadores de la sociedad.

¡Todo lo mejor! Porque es edificante notar que si hay, entre los adversarios, un pequeño número de explotadores astutos, la gran mayoría de ellos está formada por imbéciles que empujan los límites de la ingenuidad hasta al horizonte.

¿Cómo podrían estos groseros creer que los anarquistas pensaban hacer saltar al Parlamento en ese momento?

¡En fechas en que los diputados están de vacaciones!

Usted tiene que inferir a la baja al pensar que los revolucionarios escogerían ese momento.

Aunque sólo sea por razones de cortesía, esperaríamos el regreso de todos después de la temporada de vacaciones. Sin embargo, la otra mañana, los comerciantes de París, mientras enderezaban sus bienes, se dijeron a sí mismos, con un robusto buen sentido:

“No hay la menor posibilidad de error. Quieren socavar los cimientos de nuestros centenarios monumentos. Nos enfrentamos a una nueva conspiración”

¡Vamos, vamos, vendedores valientes! Ustedes vagan en las llanuras de lo absurdo. Esta conspiración de la que hablan no es nueva. Si la cuestión es derribar los edificios carcomidos de la sociedad que no nos gusta, bueno, esto se ha estado preparando durante mucho tiempo.

Esto es lo que siempre hemos trazado. El templo de la Bolsa – donde los fieles católicos y los judíos fervientes celebran sus reuniones con ritos y cosas del pequeño comercio – debe, de hecho, desaparecer, y pronto. Los manipuladores del dinero serán tocados por las fuertes caricias de las piedras desmoronadas.

Entonces ya no se juega el juego de la Bolsa, los movimientos expertos que llevan a millones de empresas – cuya razón consiste en especular en el trigo y la organización de las hambrunas – no existirán más. Los que trabajan detrás de escena: los corredores, los banqueros – los sacerdotes de oro – dormirán su último sueño bajo las ruinas de su templo.

En esta posición de reposo los financieros serán de nuestro agrado.

En cuanto a los magistrados, es bien sabido que nunca son tan lindos como cuando marchan hacia la muerte.

Es un placer verlos.

La historia está llena de dibujos sorprendentes en honor a los fiscales y jueces que a la gente, de vez en cuando, hacen sufrir. Debemos admitir que estos hombres tenían una agonía decorativa. Lo que sería un espectáculo magnífico: una conmoción en el Palacio de Justicia. Quesnay contraído por la columna a la que se le ha roto las vértebras, tratando de asumir el aspecto de un Beaurepaire herido durante las Cruzadas; Cabot, citando a Balzac con su último aliento, y Anquetil, junto a la ingeniosa Croupi, gritando:

“Nada se pierde… nos ponemos debajo de nuestras posiciones.”

La escena tendría tanta grandeza que de buenas almas que somos nos sentiríamos sinceramente mal por los vencidos. Nosotros ya no queremos recordar la ignominia de las túnicas rojas, teñidas con la sangre de los pobres. Nos olvidamos que el poder judicial era cobarde y cruel.

¡Voten por ellos, voten por mí! Será la gracia inefable.

Y si Atthalin mismo – este especialista en estudios políticos – con su cabeza ligeramente agrietada, pidiera ser llevado a una casa de reposo, galantemente accederíamos al deseo de este hombre enfermo.

En verdad, no es indispensable para sentirse a sí mismo un anarquista, dejarse seducir por las próximas demoliciones. Todos los que la sociedad ha flagelado en lo íntimo de su ser instintivamente quieren venganza.

Un millar de instituciones del viejo mundo están marcadas con un signo fatal. Los adeptos a la conspiración no tienen necesidad de esperar un lejano futuro mejor, conocen un medio seguro para arrancar la alegría de inmediato:

¡Destruir apasionadamente!

L’Endehors, No 65, 31 julio de 1892

Zo d’Axa