APOLOGÍA A LA ESPECIFICIDAD ASOCIATIVA

A propósito del «sectarismo» (intrínsecamente) anárquico

«[…] La Internacional fue fundada para remplazar las sectas socialistas o semisocialistas por una organización real de la clase obrera con vistas a la lucha […], la Internacional no hubiera podido afirmarse si el espíritu de secta no hubiese sido ya aplastado por la marcha de la historia […] Las sectas están justificadas (históricamente) mientras la clase obrera aún no ha madurado para un movimiento histórico independiente. Pero en cuanto ha alcanzado esa madurez, todas las sectas se hacen esencialmente reaccionarias. […] La historia de la Internacional también ha sido una lucha continua del Consejo General contra las sectas […] A fines de 1868 ingresó en la Internacional el ruso Bakunin con el fin de crear en el seno de ella y bajo su propia dirección una segunda Internacional titulada “Alianza de la Democracia Socialista”. Bakunin, hombre sin ningún conocimiento teórico, exigió que esta secta particular dirigiese la propaganda científica de la Internacional, propaganda que quería hacer especialidad de esta segunda Internacional en el seno de la Internacional. Su programa estaba compuesto de retazos superficialmente hilvanados de ideas pequeñoburguesas arrebañadas de acá y de allá: […] el ateísmo como dogma obligatorio para los miembros de la Internacional, etc., y en calidad de dogma principal la abstención (proudhonista) del movimiento político. Esta fábula infantil fue acogida con simpatía (y hasta cierto punto es apoyada aún hoy) en Italia y en España […] y también entre algunos fatuos, ambiciosos y hueros doctrinarios en la Suiza Latina y en Bélgica […] Las resoluciones 1, 2, 3 y IX dan ahora al Comité de Nueva York armas legales para terminar con todo sectarismo y con todos los grupos diletantes, expulsándolos si llega el caso […]»

K. Marx, Carta a Friedrich Bolte, 23 de noviembre de 1871(1)

Desde la derrota del anarcosindicalismo español, la reiteración es un hecho frecuente en el contexto babélico en que penosamente acontece la vida del denominado «movimiento anarquista».(2) Como si se tratara de El Día de la marmota(3) , estamos condenados a repetir la misma experiencia de forma indefinida. Una y otra vez, los desplazamientos ideológicos y las conceptualizaciones ajenas cobran presencia en nuestras tiendas. Así —de nueva cuenta—, emergen en el debate las nociones de «secta», «sectarismo» y «sectario». No tenemos la menor oportunidad de escapar de este círculo vicioso. Al igual que a Phil Connors (Bill Murray) en la célebre comedia, todos los días nos remachan la misma canción (¡a las seis de la mañana!), obligados a repetirnos en un ciclo infinito del que no nos salva ni el suicidio.

Quizá, para quienes provienen de las llamadas «izquierdas» —que felizmente ya han evolucionado a posicionamientos «libertarios»— y hoy comparten codo a codo la misma barricada, estas imprecaciones siempre han estado ahí, al alcance de la mano. Listas para esgrimirse a la menor provocación. Por lo que asumen que tales palabrotas son parte de nuestro léxico o que se inscriben en una suerte de vocabulario universal del que tenemos que servirnos por obligación.

Para las y los compañeros que llevamos algunos años en la lucha, es inevitable la sensación de déjà vécu que provoca la remasterización de esta opereta bufa. En efecto, no es la primera ocasión que tenemos que enfrentar estos epítetos y, definitivamente, no será la última. Se repiten como mantra invocando la «aplastante marcha de la historia» (san Charlie de Tréveris, dixit). La triste constatación, es que esta liturgia ocurre, incluso, en los entresijos de la praxis —viva y actuante hoy mismo—, de la Tendencia Informal Anárquica (TIA). Una tendencia donde no caben las prácticas uniformadoras como tampoco tiene cabida la repetición; es decir, las intentonas frentistas ni las tentativas de «unidad táctica» y «responsabilidad colectiva».

La TIA se reafirma en la crítica y el conflicto permanente con todas y cada una de las formas y estrategias del poder; en la experimentación constante y la búsqueda incasable de la liberación total; en el marco de la guerra contra todo lo existente a través de la práctica continuada de la insurrección individual. Todo lo cual, debería entenderse como una tensión constante —no una realización—, incitada por quienes no alojan esperanzas en Revoluciones salvadoras ni regímenes porvenir y, hacen a un lado TODA la mitografía. Conscientes que la Anarquía no puede reducirse al decimonónico «asalto al cielo» ni a la trasnochada «trasformación» de ciertas estructuras; mucho menos, a la instauración de un sistema de (auto)gobierno ni al modo de (auto)gestión de la producción. Léase: las prácticas onanistas en torno al Comunismo libertario.

Sin embargo, estas anotaciones no deben concebirse como un pontificado que se ejerce desde el confort de la neutralidad y/o la abstracción ideológica, sino que aspiran ser una reafirmación de principios profundamente autocrítica. Yo también (en algún momento de mi vida) caí en la trampa de la «unidad táctica» y renegué de nuestro «sectarismo» en aras de «la unidad de las luchas revolucionarias», cuya concreción resultaba ser el desiderátum de las reflexiones de época. Basta una lectura rápida de los desvaríos frentistas de Guillén(4) , para aquilatar el tamaño monumental de las desvirtuaciones sesenteras, setenteras y, hasta ochenteras, del recién bautizado «anarquismo revolucionario», fuertemente influenciado por la Autonomía leninista.(5)

Pero aquellos experimentos que hoy nos resultan enteramente absurdos —a cuatro décadas de distancia—, no eran producto de la repetición. Muy al contrario, pretendían reorganizar el campo de entendimientos y significaciones de una cosmovisión anárquica que enfrentaba desplazamientos y reubicaciones conceptuales en busca de condiciones favorables que le permitieran abandonar el inmovilismo al que había sido condenado el «movimiento». Se enfrentaba, entonces, una transformación societaria con profundos cambios en la configuración de clases, actores y potenciales «sujetos revolucionarios»; en un contexto donde el trabajo comenzaba a perder su condición central.(6) El propio Estado se alejaba de aquél papel vigoroso que sustentaba el principio de autoridad, atravesando un proceso de redefinición de su rol histórico.

A la luz de estos eventos, el resurgir de la desfachatez anárquica animó un conjunto de prácticas transgresoras impregnadas de hedonismo —con su inocultable afición por la libertad intransigente, su pertinaz aliento insurreccional y su talente parricida—, que sustituyeron de inmediato y sin demasiados cargos de conciencia, los modelos acéticos y sacrificiales de los recipientes organizativos tradicionales (ya fuesen sindicatos libertarios, federaciones de síntesis o partidos especificistas), animados por la informalidad y el placer de la acción anárquica. A la vez que dejaba constancia del imperioso esfuerzo de contrastación, refutación e incluso secesión de la hegemonía revolucionaria de la época (definida por la ortodoxia marxiana-leninoide), remarcando los elementos de distinción teórico-práctica que nos convierten, desde tiempos inmemoriales, en una «secta»; o sea, en una especie distinta y en una expresión radical de ruptura; lo que nos ha permitido siempre reconocer y desarrollar nuestra singularidad.

Aquella herejía nos hizo acreedores entonces, como nos había hecho antes y nos vuelve a hacer ahora, del apelativo «sectarios». Es decir, quienes alimentan la «doctrina que se aparta de la ortodoxia» o se «secciona».

Esta acusación, no solo se nos imputaba desde la visión eclesiástica totalizadora del fascismo rojo que sometía las luchas por aquellos años, sino se esgrimía también desde las desvirtuaciones pragmáticas del anarcoleninismo, en impúdica armonía con la gramática del frentismo anti-imperialista. Lamentablemente, muchos compañeros y compañeras huyeron de nuestra «secta» enarbolando banderas ajenas y se sumaron al redil de la «Iglesia». Algunos ofrendaron sus vidas, impregnados de fe, consolidando dictaduras; otrxs, hoy militan en partidos electoreros como el Partido por la Victoria del Pueblo.(7) Desde luego, más allá de sus pretensiones hegemónicas, estas «opciones» ideológicas y organizativas —trazadas en cada uno de estos ámbitos—, estaban demasiado emparentadas con la especialización vanguardista, el reformismo socialdemócrata y la demagogia populista (según los casos), como para que los «sectarios» de ayer, de hoy y de siempre las consideráramos atractivas.

Consultando el tumbaburros: conceptos y definiciones en torno al «sectarismo»(8)

Según el Diccionario de uso del español María Moliner,(9) se denomina:

Secta: Doctrina enseñada por un maestro y seguida por sus adeptos. Particularmente, la doctrina y el conjunto de sus adeptos. Doctrina considerada errónea, o que se aparta de la tradicional u oficial, y, especialmente, la que se considera perniciosa para sus adeptos: “Secta destructiva”. Conjunto de los adeptos de una secta.

Sectario: -a (adv. sectariamente) 1 adj. y n. (de) Seguidor de cierta secta. 2 Se aplica al que sigue fanáticamente una doctrina, y su actitud, opiniones, etc. → *Intransigente, * partidario.

Sectarismo: m. Cualidad o actitud de sectario.

Si consultamos el Diccionario Etimológico Indoeuropeo de la Lengua Española, éste nos revela que el sustantivo «secta» (sectam) es el femenino de un participio obsoleto del latín sequor («seguir») que proviene de la raíz indoeuropea *sek.(10) También coincide con esta acepción el Oxford Latin Dictionary.(11) Y, en la misma tesitura, se inscribe el Diccionario Teológico Enciclopédico; por lo que se infiere que «la secta tiene como primer punto de referencia, no ya una doctrina particular, sino […] la pertenencia a un grupo con una identidad bien definida y distinta del ambiente social más amplio […] La oposición se manifiesta entonces en el plano de la doctrina, de la moral, del ritual y de la disciplina y estructuración del grupo».(12)

Empero, en torno a esta elucidación existen fuertes discrepancias, ya que la raíz indoeuropea sek en realidad tiene tres significaciones que dan lugar a tres verbos latinos: 1. secare (cegar/cortar), 2. sequor (seguir), 3. siccare (secar). Este último, viene del vocablo latín siccus («seco») que tiene una raíz indoeuropea muy diferente (*seik). No obstante, secare o sectum («cortar»), de donde deriva el vocablo latín sectio (sector/sección/segmento) sí parece estar relacionada con la voz latina y castellana «secta», al igual que los verbos sequor, sequi, sequire («seguir», «proseguir», «secuencia»). En este sentido, el Dictionnaire étymologique de la langue Latine. Histoire des mots de Alfred Ernout y Antoine Meillet, nos brinda cierta «solución» al combinar los verbos sequor (seguir) y siccus («seco»), concluyendo que secta podría derivar más bien del frecuentativo verbal sector. (13) Al respecto, no deja de ser curioso —sin incurrir en una paronomasia— que el sustantivo femenino «sedición», que procede del latín seditio, seditionis («alejamiento», «desunión», «ida lejos», «apartamiento de un poder establecido o una marcha común», de donde también proviene «sublevación»), aunque derivado de una raíz indoeuropea completamente diferente (*ei, que significa «ir»), guarde una estrecha relación conceptual con la noción de «secta» entendida como la «doctrina que se aparta de la ortodoxia» o se «secciona de lo establecido».

En el contexto religioso, estos nominativos («secta», «sectario» y «sectarismo») están ampliamente documentados en la religión judaica. Concretamente, a su regreso del exilio (en el siglo VI a. N.E.) se popularizó entre los israelitas la idea de un Dios único y, de la mano de esta concepción monoteísta, comenzó a adjetivarse como «secta» o «facción» a todo grupo que se alejara de la hegemonía religiosa, considerándola una «práctica desleal». En este tenor, en la Biblia se menciona como facciones del judaísmo a los saduceos, fariseos, nazarenos y cristianos. Al apartarse de las ideas ortodoxas y las prácticas del judaísmo se les denominó «sectarios».

Este epíteto cobró aún más fuerza en el ámbito del monopolio del catolicismo integrista. La Iglesia católica se considera «la única sociedad universal instituida por Jesucristo que tiene un derecho legítimo a la lealtad de todos los hombres», por lo que se ostenta como «la única guardiana de toda la enseñanza de Jesucristo, que debe ser aceptada en su totalidad por toda la humanidad».(14) Al asumirse poseedora de la «verdad universal», toda disidencia era concebida como un posicionamiento «sectario» y condenada por «herejía». De esta manera, el gnosticismo, el maniqueísmo, el arrianismo, los albigenses, los husitas y el protestantismo de fecha posterior, quedarían inscriptos como «sectas herejes» en las Epístolas del Nuevo Testamento. Particularmente, la Epístola a los Gálatas (5,20), menciona «las peleas, disensiones (y), sectas», como «obras de la carne» y, Simeón Pedro (alias san Pedro), en su Segunda Epístola(2,1) advierte sobre los «falsos maestros que introducirán sectas perniciosas».(15)

Entre las denominaciones «protestantes», particularmente en Alemania y el Reino Unido, donde existen iglesias estatales o iglesias nacionales (también es el caso de la Iglesia Nacional de Islandia y la Iglesia del Pueblo Danés), igualmente se califica como «secta» a toda disidencia. La obediencia a la autoridad civil en materia religiosa es un prerrequisito necesario, llegando a afirmar que solo «la prédica de la Palabra de Dios pura y sin mezcla, la administración legítima de los Sacramentos y la identificación histórica con la vida nacional de un pueblo, le da derecho a una denominación a considerarse como Iglesia; en ausencia de estos requisitos, no es más que una secta».(16)

Incluso los anabaptistas, uno de los movimientos milenaristas cristianos que más han rechazado la catalogación de «secta» y que, paradójicamente, ha sido tachado como tal —por las iglesias católica, luterana, anglicana y ortodoxa rusa, entre otras—; al imponer el comunismo en Münster,(17) endurecieron la persecución de los «sectarios» demonizando a los exogrupos; o sea, a toda disidencia al régimen. Aquella ciudad-Estado teocrático-comunista —tan defendida por Tolstoi desde su delirante concepción del anarquismo—, se transformó en infierno y purgatorio para los «sectarios» en nombre de «las fantasías de una lucha final y destructora contra ‘los poderosos’ y de un mundo perfecto en que el interés egoísta sería abolido para siempre».(18)

Si revisamos algunos glosarios de terminología socio-política, podemos constatar que las nociones «secta», «sectario» y «sectarismo» siempre se han inscrito en el ánimo peyorativo sin importar las filiaciones conceptuales de sus autores. Surgidos en el terreno de las confrontaciones religiosas, estos vocablos se volvieron «modulares» y se trasplantaron —con toda la connotación axiológicamente negativa— a una amplia diversidad de terrenos ideológicos. Así, se introdujeron al léxico político, cobrando significativa presencia en el vocabulario marxiano en el siglo XIX. Sin embargo, existe evidencia de su uso (y abuso) en el siglo XVIII. De ello da cuenta el rabioso antisemitismo de los más destacados philosophes de la Ilustración. En su Essai sur les mœurs et l’ esprit del nations(19) (1756), Voltaire se descose dotando de autoridad «intelectual» al racismo y arremete con odio contra la «secta judía».

Para el autor de La envidia y la sociedad, el sociólogo Helmut Schoeck, los términos «secta» y «sectarismo», poseen «un significado peyorativo, debido a que las sectas han estado siempre en oposición a los grupos mayoritarios» (cursivas mías).(20) Su homólogo Karl-Heinz Hillman, no objeta en lo más mínimo esta definición al especificar que la «secta» es una «comunidad religiosa o política que, oponiéndose a una organización social mayor (confesión religiosa, partido) se separa de ella» (cursivas mías).(21) Mientras que el Vocabulario técnico y científico de la política de Arlotti, confirma la exégesis denominando «secta» (en su primera acepción) al «Conjunto de personas que profesan una misma doctrina». Y, «B. En un s. especial, más usual y siempre peyorativo, se dice de un grupo de hombres que adhieren estrictamente a una doctrina muy definida, y a quienes esta adhesión une fuertemente entre sí, al mismo tiempo que los separa de los demás» (cursivas mías).(22)

En el ámbito de la sociología de la religión se distinguen varios tipos de organización religiosa (iglesia, denominación, culto y secta), aunque se presentan dificultades en cuanto a su definición y delimitación. De tal suerte, no solo nos topamos con distintos significados de la palabra «secta», sino que también encontramos diferentes usos del término. Max Weber, en su edición revisada de La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1920), profundizó en la oposición binaria entre «Iglesia» y «secta». A la «Iglesia», la definió como «un instituto de gracia que administra bienes religiosos de salvación como una fundación fideicomisaria y la pertenencia a la cual es (idealmente) obligatoria»(cursivas en el original).(23) Mientras que describió a la «secta» como «una asociación voluntaria integrada exclusivamente por personas (idealmente) cualificadas en sentido ético-religioso, en la que se ingresa voluntariamente si se es aceptado en virtud de la confirmación religiosa» (cursivas en el original).(24) O, lo que es lo mismo, a la «Iglesia» como una institución de salvación que privilegia la extensión de su influencia y, a la «secta», como un grupo contractual que hace hincapié en la intensidad de vida de sus miembros. Por ello, «por su sentido y esencia ha de renunciar necesariamente a la universalidad y basarse en el acuerdo libre de sus miembros.» (cursivas en el original).(25)

Weber, dejaba manifiesto de este modo la oposición entre el ideal ortodoxo y heterodoxo; entendida la ortodoxia como una estructura organizativa y doctrinal monopólica que privilegia su hegemonía («Iglesia») y, la perspectiva heterodoxa de quienes, desde múltiples y variadas interpretaciones, no quieren ser parte de un todo y se asocian libremente («secta»). En este sentido, se refiere a la «ecclesia pura» que busca la «secta» en contraste con la «Iglesia». Según esta reflexión weberiana: «La secta tiene el ideal de la ‘ecclesia pura’ (de ahí el nombre de ‘puritanos’), […] de cuyo seno son excluidos los carneros sarnosos con el fin de que no ofendan la mirada de Dios». Razón por la que «rechaza las indulgencias eclesiásticas y el carisma oficial».(26)

El sociólogo y teólogo protestante Ernst Troeltsch —quien fue discípulo de Weber—, en sus esfuerzos por perfeccionar la tipología weberiana, distinguió las discrepancias (entre «secta» e «Iglesia») de los objetivos. Con este fin, señaló la habilidad de la Iglesia para adaptarse a la sociedad, estableciendo lazos de «compromiso con los Estados». De manera contraria, identificó que la «secta» se distancia de la sociedad y rechaza la adaptación y el diálogo, reafirmando «su cuestionamiento al orden social». Troeltsch, concuerda plenamente con las reflexiones de su maestro y colega que aseveran que «La iglesia es una institución»; de la misma manera que coincide en la valoración de la «secta» como «una sociedad voluntaria».(27) Empero, añade a su análisis la categoría del «misticismo». Lo que para Troeltsch «conduce a la formación de grupos sobre una base puramente personal, con forma no permanente, que también tiende a debilitar tanto el significado de las formas de culto y doctrina como del elemento histórico» (cursivas mías).(28)

En dirección análoga, se revalidan los objetivos de la Iglesia marxiana. No es casual que don Friedrich Engels, remate su introducción a La lucha de clases en Francia, con una analogía entre el desarrollo de la ideología marxiana y el ascenso de los cristianos en el Imperio romano (de ser una secta a ser la religión de Estado).(29) Tales consideraciones, nos muestran claramente como don Friedrich (principal inversionista y fundador de la Iglesia marxiana), imaginó la hegemonía en el Estado y la sociedad. De este modo, la ideología marxiana triunfaría porque sus ideas, valores y objetivos, serían las ideas, valores y objetivos dominantes, impuestos mediante la religión de Estado. Una vez alcanzada «esa madurez, todas las sectas se hacen esencialmente reaccionarias» (san Charlie, dixit). En otras palabras, la herejía anárquica (equivocista) tendría la merecida condena eclesiástica. De tal suerte, se extirparía toda su radicalidad, se esterilizará su pasión y se castrarán sus prácticas; remitiendo al «sectario» al ostracismo, a la hoguera o al manicomio.

La iglesia marxiana contra el «sectarismo» anárquico

La gramática anti-sectaria alcanzó preeminencia en medio de los entuertos de la Primera Internacional entre 1864 y 1872. Si bien durante sus primeros años las discrepancias conceptuales entre proudhonianos, blanquistas, lassalleanos y marxistas se habían solventado sin mayores berrinches en el seno de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT); en 1868 las tensiones se incrementaron con la incorporación de Bakunin y un nutrido grupo de afines. Los anarquistas llegaban a echar por tierra todo el onanismo economicista de san Charlie y sus acólitos, colocando en la mira el «mal más grave». Es decir, al Estado (en particular) y, a toda autoridad (en general). Así, erigieron su más fuerte especificidad teórica en el supuesto de que la propiedad o, genéricamente, la relación con los medios de producción, no era el único y excluyente factor de dominación de «clases», sino que las propias instancias de dominación —y el Estado muy particularmente— eran también mecanismos generadores de grupos sociales a los que cabria reputar de privilegiados.

Por si fuera poco todo lo anterior, los anarquistas defendían con uñas y dientes la plena autonomía de las diferentes secciones de la AIT frente al centralismo estatutario del Consejo General. Este posicionamiento, provocó la ruptura definitiva con los marxistas durante la celebración del V Congreso de la Asociación en 1872. Las posturas teórico-prácticas eran irreconciliables y marcadamente antagónicas. Para san Charlie, la Internacional debía ser el órgano centralizador y rector del «movimiento»; mientras que para el anarquista ruso y sus afines, tenía que ser una conspiración planetaria carente de órgano de dirección, centrada en el individuo concreto y su libertad; capaz de erradicar de la faz de la tierra toda autoridad, aún aquella que se instituyera en nombre del proletariado. Al anteponer la libertad individual y, la asociación voluntaria y autónoma «al desarrollo histórico de la sociedad», recibieron la condena eterna de la Iglesia marxiana y fueron acusados de «sectarios»; convirtiéndose en blanco de la ira de san Charlie y sus fervientes sacristanes.

Sin embargo, el manejo del apelativo «sectario», como sinónimo de anarquista, ya contaba con larga data entre la nomenclatura marxiana. En las páginas del Manifiesto comunista (1848), tanto san Charlie como don Friedrich, dan prueba fehaciente de su condena a las «sectas reaccionarias». Durante los días de la Comuna de París, el léxico anti-sectario se acrecienta contra «Herr Bakunin» y sus afines, por objetar la formación de un «partido obrero», la toma del poder por la «clase trabajadora» y el establecimiento de un «gobierno proletario». Precisamente, esa estrategia autoritaria fue la que adoptó la nueva alianza entre blanquistas y marxianos, dejando constancia de ello en la Conferencia de Londres de septiembre de 1871.(30) Aquel equinoccio de otoño (boreal), Édouard Villant y Constant Martin, junto a otros connotados exponentes del partido blanquista exilados en Londres, incriminaron el «sectarismo bakunista» con la misma saña que san Charlie. Ese ambiente propició los ánimos de la sexta sección de la Conferencia, para arremeter contra la Alianza anarquista(31) , culpándolos de actuar en detrimento del desarrollo de la Internacional, con la intención sectaria de «promover la abstención política y el ateísmo», como principios fundamentales de la Asociación.(32)

En una carta dirigida a Theodor Cuno, fechada en Londres el 24 de enero de 1872, don Friedrich embestía, en tono burlón, contra el «intrigante» Bakunin y su círculo de «sectarios».(33) En la misma misiva, se mostraba optimista y convencido de que un proceso evolutivo estaba propiciando el avance del capitalismo en la mayor parte del mundo, lo que incrementaba el antagonismo entre los capitalistas y los obreros asalariados y, con ello, la emergencia inevitable de una conciencia de clase cada vez más homogénea, dando por sentado que esta incidencia pondría fin al capitalismo, provocando que «el Estado se derrumbará por sí solo» como parte del desarrollo inexorable de la historia. Pero, ni las tesis de san Charlie ni los pronósticos de su mecenas don Friedrich, se han verificado con el devenir de los acontecimientos; corroborando que el «progreso» y la «evolución social» son una pésima invención de la Iglesia marxiana, una fantasía que se metamorfosea y multiplica, adoptando nuevas maneras de reproducir más de lo mismo.

En efecto, la expansión ilimitada de un proceso de «evolución social» y el «desarrollo inexorable de la historia»,(34) son el dogma central de la religión marxiana. Su fe irreflexiva en el progreso humano no tiene límites. Para el eterno inquilino de Highgate, el animal humano ensancharía su poder mediante la fuerza motriz del progreso científico-técnico —de la mano de la evolución ético-política—, transformando a la Humanidad en el auténtico ser supremo a venerar por los siglos de los siglos. Esta concepción positivista y evolucionista de la historia es la peculiaridad de fondo de la religión marxiana, lo que requiere un acto de fe mucho mayor que la fe que exige cualquier otra religión. De ahí sus predicciones sobre la sustitución del «gobierno de los hombres» por la «administración de las cosas» una vez alcanzado el paraíso terrenal, o sea, el comunismo: «la solución al enigma resuelto de la historia».(35)

Claro está, cualquier concepción que se aparte de esta visión monoteísta(36) es un acto sacrílego que debilita tanto el significado de la estructura organizativa, como las formas monopólicas de culto y doctrina, haciéndose acreedora de la condena de la Iglesia marxiana por su «esencia reaccionaria». Esto sitúa en automático a todas las posturas críticas, discrepantes y/o escisionarias en la categoría de «sectas». De tal suerte, se colocan fuera de tiempo y lugar, en un movimiento asincrónico con «la tendencia histórica a la unidad del movimiento proletario» y, por ende, ajeno al «mundo real».

Llama particularmente la atención una contradicción que se presenta en la doctrina marxiana, a manera de constante, en torno a la crítica de la historia y la tentación teleológica sobre la realización inexorable del desarrollo objetivo. En su modo de concebir la historia —como un movimiento encaminado hacia un objetivo universal—subyace la idea de un desarrollo teleológico que le asigna un propósito predeterminado a la historia. Lo que evidencia la reencarnación de la teodicea cristiana en el mito de la Humanidad con mayúscula. Así, se sustituyó la narrativa de la redención divina por la del progreso mediante los esfuerzos del animal humano transmutado en agente moral colectivo; confirmándonos que la historieta marxiana de la «autorrealización humana», descansa en el mito apocalíptico y embona con la verborrea de Jesús anunciando el fin del viejo mundo y la llegada de uno nuevo que se establecería en su lugar.

En su excelente libro En pos del milenio, Cohn resume los rasgos definitorios de la religión marxiana: «lo que Marx aportó al movimiento comunista no fue el fruto de sus largos años de estudio en los campos de la economía y la sociología, sino una fantasía casi apocalíptica […]».(37) Ciertamente, san Charlie recicló las concepciones apocalípticas en términos científicos, transformándolas en metáforas de las esperanzas racionales que inspiraron a los fascismos rojo, pardo y negro. Un enfoque del que cierto anarquismo —heredero del racionalismo— es deudor en demasía.

En defensa del «sectarismo» anárquico

La religión marxiana se impuso en Rusia a sangre y fuego con el golpe de Estado bolchevique. Vladímir Ilich Uliánov (alias Lenin) se encargaría de canonizar el dogma —glorificando su carácter metafísico con pretensiones ontológicas y metahistóricas— e implementarlo como instrumento disciplinario y herramienta de dominación. Como no podía ser de otra manera, la fe institucional produjo sus sumos sacerdotes que, a la postre, resultarían «más papistas que el Papa»; alcanzando el paroxismo dogmático con el ascenso de la ortodoxia soviética posterior a 1930 y, el desarrollo de las escuelas adscritas al estalinismo (léase: la mayoría de las corrientes marxianas que se implantaron en el llamado Tercer Mundo). Ciertamente, en este contexto, se exacerbó en la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) la «lucha contra el sectarismo».(38)

Los juicios-circos, los encarcelamientos masivos, la vigilancia estatal y las ejecuciones extrajudiciales —Cheká mediante—,(39) fueron la respuesta al «sectarismo» en la tierra de los «soviets» durante 70 años de fascismo rojo. Miles de anarquistas, marxianos críticos, mencheviques, social-revolucionarios y, otros «sicofantes» fueron a dar con sus huesos a los campos de concentración creados por Trotsky, acusados de «sectarismo». En esos mismos campos de exterminio, cumplirían condena los sobrevivientes de la masacre de Kronstadt, bajo la misma acusación. En Alemania del Este, Albania, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Rumania, China, Corea del Norte, Mongolia, Cuba, Camboya y Etiopia, los «sectarios» fueron objeto de persecución e igualmente terminaron asesinados a manos de sus respectivos Estados/iglesias.

El destino de los «sectarios» no ha sido (ni es) diferente en los diversos ejércitos guerrilleros y/o partidos armados. En África, Asia y América Latina, sobran ejemplos fehacientes que lo corroboran. El «sectarismo» y sus equivalentes («faccionalismo», «divisionismo», «diversionismo» y, «fraccionalismo») —equiparados siempre con «traición» a la dogmática marxiana—, son «delitos tipificados» expiados con la muerte. El rito profuso de la pena capital contra sus militantes, por haber incurrido en tales «faltas», generalmente es justificado por estas organizaciones autoritarias como «penalidad disciplinaria encaminada a educar y organizar a las masas». De hecho, estos «argumentos» cuentan con el apoyo de la pedagogía marxiana contemporánea; el propio Paolo Freire —haciendo gala de su apego a la doctrina de san Charlie—, refiere que el sectarismo «tiene una matriz preponderantemente emocional y acrítica; es arrogante, antidialogal y por eso anticomunicativa. Es reaccionaria […] el sectario nada crea, porque no ama».(40)

Este «delito», susceptible del último suplicio al interior de las organizaciones guerrilleras, frecuentemente es la «causa» que se esgrime para condenar las discrepancias teórico-prácticas en los «juicios revolucionarios». A lo largo de los años, se han acumulado en tiendas guerrilleras incontables asesinatos (no siempre por fusilamiento), bajo la acusación de conductas «faccionalistas», «divisionistas», «diversionistas», «fraccionalistas» o, «sectarias»; como el ocurrido en 1967 en Colombia contra algunos militantes del Ejercito de Liberación Nacional (ELN)(41) o; el vil asesinato en 1975 del poeta Roque Dalton al interior del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) —señalado primero por «actuaciones sectarias» y, calumniado después, como «agente de la CIA»— y; la matanza de 164 guerrilleros en Tacueyó, ejecutada por ordenes de los comandante de uno de los Frentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), tristemente célebre por su espectacularidad.(42)

La «lucha contra el sectarismo» tampoco se detiene al interior de las cárceles. La cacería de «sectarios» continua tras muros y barrotes, teniendo que cuidar nuestras espaldas no sólo de la represión de los esbirros de la dominación sino también de la puñalada «compañera». Por regla general, quien piensa diferente a la dogmática marxiana (casi siempre dominante entre los denominados «presos y presas políticas») está sujeto a acoso si no se adhiere a la Iglesia predominante. Esta persecución no aplica únicamente para individualidades que se reivindiquen abiertamente anárquicas sino incluye a los propios miembros de esos partidos armados quienes son vigilados constantemente con el fin de detectar en ellos comportamientos «faccionalistas», «divisionistas», «diversionistas», «fraccionalistas» o, «sectarios». En estos menesteres, el Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso (PCP-SL) puso especial esmero aplicando sus «instrumentos disciplinarios» al interior de las prisiones. La intitulada «inspección jerárquica», el «examen ideológico», las «sanciones normalizadoras» y los «castigos», son algunas de las herramientas más frecuentes empleadas para corregir el «sectarismo».

Si bien el horror fascista del PCP-SL merece ser incluido en los records Guinness, el uso de estas «dinámicas» no se limita a la bazofia maoísta-indigenista ni se circunscribe a la región latinoamericana; en el viejo continente también se amontonan ejemplos de orgánicas autoritarias con idéntica actuación. Lo que nos confirma —una vez más— que el «sectarismo» solo se persigue desde la gramática del poder. Es decir, desde la lógica dogmática y aplanadora del pensamiento hegemónico que siempre hemos confrontado desde la perspectiva anárquica.

Por eso sorprende que haya quienes se asuman anarquistas y recurran a la condena al “sectarismo” como medio evasor del debate con las compañeras y compañeros que discrepan (sincera y públicamente) de sus maromas y acomodos teórico-prácticos. Pero aún causa más asombro que haya quienes se angustien al compartir tiendas con «sectarios» y no les moleste la presencia de connotados violadores en nuestros entornos. Llama la atención que incomoden las posturas «puristas» mientras se rinde culto a la «práctica por la práctica» sin hacer mayores distinciones entre fascistas y compañeros. Resulta inverosímil que quienes alguna vez fueron capaces de identificar el «autismo» en ciertos insurgentes —incapaces de reaccionar ante los acontecimientos y abandonar la parálisis—, hoy sufran «bipolaridad» severa, al grado de olvidar todo lo que fueron, renunciando a la pasión y a su veneno en aras de alianzas políticas y frentes unitarios.

Es lamentable que en lugar de refutar determinada teoría o una práctica específica con argumentos, se tienda a descalificar a priori empleando una sarta de clichés izquierdistas que daba por desterrados de nuestros círculos. Es la vieja falacia del «espantapájaros». Aparentan refutar mediante la imposición de una idea que no corresponde con la línea de argumentación del debate, así evitan abordar el tema de fondo atacando al muñeco de paja. Aflige el desprecio por el debate y la negativa a reflexionar. Apena el uso de patrones morales y sentimentales. Preocupa ver que sobreviven tantos lastres. Lo paradójico es que se presenten como el «nuevo anarquismo» teniendo tantas semejanzas con lo viejo.

Espero que todo se reduzca a sensaciones momentáneas frente a las constantes presiones del entorno y los altibajos de la guerra anárquica. Lapsos propios de las transformaciones individuales; una suerte de tropezón fugaz que se desvanece una vez que retomamos el camino negro de la Anarquía y atizamos nuestros principios.

Identificar la «práctica» como un lugar de encuentro «con otrxs (no necesariamente anarquistas)»,(43) donde se han venido «enriqueciendo y potenciando nuestras visiones y capacidades»(44) y; priorizando los «vínculos a partir de prácticas comunes antes de hacerlo por etiquetas vacías o consignas repetidas»(45) , es reducir la guerra anárquica a la política. Buscar alianzas que brinden «posibilidades de crecer»(46) , solo contribuye a enaltecer la «ley del número». En efecto «el papel aguanta absolutamente todo»(47) : nos podrán afirmar que esas alianzas no se establecen de «manera indiscriminada» o que se contempla algún «tipo de filtro» a la hora de forjarlas pero, en lo concreto, quienes nos hemos «aventurado a transitar los caminos del conflicto» y no vivimos de «ensoñaciones frente al computador»(48) , aprendimos en el transcurso de la lucha que las «alianzas prácticas» —ciertamente, «alianzas tácticas» en los hechos— requieren la más absoluta candidez o, el acomodo político más desvergonzado de los implicados. Consciente que la «revolución política» solo produce nuevos dirigentes, nuevos pactos sociales y nuevos Estados, Bakunin siempre apostó por prescindir de la política.

Quedarnos varados en el plano «práctico» exhibe la carencia de pensamiento propio y, sobre todo, la ausencia de praxis. Abandonar el campo de la elaboración teórica en favor de la «práctica», es entregarse de antemano —como marionetas— a los movimientos del poder. Es ponernos a merced del enemigo; es darle la victoria anticipada al fascismo (negro, pardo o rojo). La práctica y la teoría, desde la perspectiva anárquica, son inherentes. Una alimenta a la otra. Justo en esas dos dimensiones se sustenta nuestra especificidad. No existe un «anarquismo práctico» como tampoco existe un «anarquismo teórico». Quien se asuma exclusivamente en uno de estos bandos, podrá ser cualquier cosa menos anarquista.

Invariablemente, cada vez que la «práctica» se separa de la teoría o, viceversa, la guerra anárquica se sumerge en una fase decadente y se agota. Como nos recuerda el compañero Alfredo Bonanno, cada vez que se renuncia a la práctica y se abandona la acción, prolifera la producción teórica y se multiplican las conferencias académicas y la charlatanería de café. Empero, de manera inversamente proporcional, cada vez que se abandona la elaboración teórica, abunda el activismo insulso, se centuplica el quehacerismo y, la guerra anárquica degenera en vanguardia armada y se diluye en las aguas negras de las prácticas limitadas a los especialistas.

Si bien es cierto que la Anarquía es insurreccional por naturaleza, no todos los insurrectos ni todas las insurrecciones son anárquicas. Las diversas tonalidades del fascismo también le apuestan a la insurrección mediante la disforia de las «masas». La miseria, la desesperación y la ansiedad de la multitud, son los vehículos del resentimiento que, inevitablemente, desembocan en fascismos. No es casual que el Frente Nacional en Francia llame a dirimir diferencias y a superar el «sectarismo», como tampoco es fortuito que coincidamos en muchos de los objetivos. Hoy la lucha contra la nocividad posindustrial, la lucha contra la quinta revolución tecno-industrial, la defensa de la biodiversidad, la lucha contra la precariedad, incluso la lucha contra la dictadura sanitaria impuesta de forma global a raíz de la pandemia de la Covid-19 y, la propia revuelta anticapitalista, tiene variados puntos de encuentros con los fascismos.

Si forjamos nuestra afinidad priorizando los «vínculos a partir de prácticas comunes» podemos estar allanando nuestro camino al cadalso y/o aceitando la guillotina con la que nos cortarán la cabeza. Sin duda, cuesta andar en un suelo tan resbaladizo pero, las condiciones del pavimento siempre han sido las mismas desde tiempos inmemoriales.

En el siglo XIX, coincidimos en los objetivos con blanquistas, populistas (mal llamados nihilistas), nacionalistas y, marxianos; también en el siglo XX, incontables contingencias nos pusieron los mismos objetivos en la mira que a los fascismos de ocasión. Solo quienes forjaron «vínculos a partir de prácticas comunes» sin mayores reflexiones, terminaron sus días en las filas blanquistas, populistas, nacionalistas, marxianas, fascistas, bolcheviques y nacionalsocialistas. Sobran ejemplos de «conversos» que abandonaron la «secta» anárquica y se sumaron al blanquismo, al populismo, al nacionalismo, al marxismo, motivados por la «práctica». Ya ni mencionar las defecciones durante el fascismo italiano y los alistamientos en filas bolcheviques durante los primeros días de la Revolución rusa. Mención de honor merecen los vínculos en nombre de la «práctica» de ciertos sectores del anarcosindicalismo español con el falangismo. Se trata entonces, de afirmar las diferencias o, más bien, afirmarse en las diferencias; de ahí nuestra vocación intrínsecamente «sectaria» y nuestra propensión al «purismo».

La teoría y la práctica anárquica se oponen a toda lógica utilitaria e instrumental, lo que imposibilita tejer «vínculos a partir de prácticas comunes». Nuestros vínculos se bordan —no se tejen— a través de la ética que, en verdad, es una etiología; es decir, un motivo, una causa, un exceso de principios comprometido única y exclusivamente con la Libertad. Por eso, para quienes nos reivindicamos anarquistas con premeditación y alevosía, no existen «medios» sino «fines»; fines concretos e inmediatos que dotan de vida a la Anarquía y nos regalan esos instantes efímeros de ausencia de autoridad y alimentan nuestras pasiones y deseos de liberación total en cada ataque a la dominación, a sus infraestructuras y sus personeros. Por eso asumo —consciente y decididamente— nuestro carácter «sectario» y, me dispongo a defenderlo como intransigencia anárquica hasta las últimas consecuencias.

Gustavo Rodríguez, Planeta Tierra, 19 de octubre de 2021.

(Extraído del folleto «Apología a la especificidad asociativa».)

NOTAS:

1. «Briefe und Auszüge aus Briefen von Joh. Phil. Becker, Jos». Traducido del alemán. Dietzgen, Friedrich Engels, Karl Marx und A. an F. A. Sorge und Andere, Stuttgart, 1906; disponible en ruso en Marx, K. y Engels, F.; Obras Escogidas, 1ª ed., t. XXVI, Moscú, 1935. En español se encuentra recogido en C. Marx y, F. Engels, Obras Escogidas, en tres tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1974, t. II. Se puede consultar una versión íntegra de esta carta en la edición digitalizada de KCL, Bakunin, Mijail; La Libertad: https://circulosemiotico.files.wordpress.com/2012/10/bakunin-la-libertad.pdf (consultado: 18/10/2021).

2. Un ente extremadamente heterogéneo, incapaz de producir las modificaciones críticas, metodológicas y organizativas que permitan la reaparición protagónica de la Anarquía en nuestro tiempo y el desarrollo de su potencia negativa.

3. Groundhog Day (El día de la marmota en Argentina, Chile, México y Venezuela; Hechizo del tiempo en el resto de Latinoamérica y, Atrapado en el tiempo en el Estado español), es una comedia de ciencia ficción estadounidense, realizada en 1993 bajo el sello Columbia Pictures. Fue dirigida por Harold Ramis, con libreto del propio Ramis en coautoría con Danny Rubin y, protagonizada por Bill Murray (Phill) y Andie MacDowell (Rita). 4. Vid., Guillén, Abraham; Desafío al Pentágono. La guerrilla latinoamericana, Editorial Andes, Montevideo, 1969; Estrategia de la guerrilla urbana, Ediciones Liberación, Montevideo, 1970 y; Lecciones de la guerrilla latinoamericana, en: Hodges Donald C. y Guillén, Abraham, Revaloración de la guerrilla urbana, Ediciones El Caballito, México, D.F., 1977.

5. No olvidemos que la hegemonía marxista-leninista tiene más de siete décadas; durante este prolongado período ha impuesto sus expresiones modélicas en nombre de la «unidad revolucionaria» produciendo descomunales desvirtuaciones en nuestras tiendas. Tales desvirtuaciones, llevaron al Movimiento 2 de Junio a diluirse en la Fracción del Ejército Rojo (RAF) y las Revolutionäre Zellen (Células Revolucionarias) huyendo del «sectarismo» en el marco del frentismo revolucionario— y a operar con apoyo de la Stassi y la KGB, hasta concluir sus días como mercenarios a las órdenes de Saddam Hussein y Al-Fatah, presumiendo el más pedestre antisemitismo. Indudablemente, para estas agrupaciones anti-imperialistas no había contradicción en colaborar y coordinarse con los esbirros de la policía secreta alemana y soviética. Desde su perspectiva frentista, en contra del «sectarismo», todas estas agencias represivas eran aliados «tácticos». Como diría Joaquín Sabina: “Siempre que luchan la KGB contra la CIA, gana al final, la policía”.

6. Esto fue así, al menos en aquellas sociedades que poseían una extraordinaria acumulación de bienes disponibles y habían alcanzado «un sorprendente desarrollo tecnológico» (para expresarlo dentro de las aspiraciones de época) .

7. Un bochornoso ejemplo es la otrora Federación Anarquista Uruguaya (FAU) y su degeneración —huyendo del «sectarismo»— en partido electorero (Partido de la Victoria del Pueblo). Para mayor información Vid., https://es.wikipedia.org/wiki/Partido_por_la_Victoria_del_Pueblo (consultado: 18/10/2021).

8. Seguramente, este segmento explicativo les resulte aburrido (y hasta petulante a muchos compañeros y compañeras), por lo que me disculpo de antemano. Confieso mi ignorancia supina; así que no me queda más recurso que ir discurriendo a través de los libros el tema que nos ocupa.

9. Moliner, María, Diccionario del uso del español, Editorial Gredos, Madrid, 2007, p. 2674.

10. Roberts, Edward A., (trad.) Bárbara Pastor, Diccionario Etimológico Indoeuropeo de la Lengua Española. Colección Alianza Diccionarios, Alianza Ed., Madrid, 2013, p. 152.

11. Oxford Latin Dictionary; ed. P. G. W. Glare (2nd Edn.), Oxford University Press, Oxford, 2012.

12. Pacomio, Luciano, Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995.

13. Ernout, Alfred y Meillet, Antoine, Dictionnaire étymologique de la langue Latine. Histoire des mots, Klincksieck, Paris, 1951, p. 608.

14. Weber, Nichola; Sect and Sects. The Catholic Encyclopedia, Vol. 13., Robert Appleton Company, New York, 1912. Disponible en: http://www.newadvent.org/cathen/13674a.htm (consultado: 18/10/2021).

15. Ibídem.

16. Kalb, Ernst Kirchen und Sekten der Gegenwart (Iglesias y sectas de la actualidad), Verlag der Buchhandlung der Evang. Gesellschaft, Stuttgart, 1905.

17. Desde los primeros días del año 1533, los anabaptistas liderados por el «propheta» Jan Matthys, decretaron el «comunismo cristiano» en Münster. Con este fin, ordenaron a los habitantes de la ciudad poner su dinero en un fondo comunal destinado a la compra de víveres, la distribución de propaganda y, el reclutamiento de mercenarios para la defensa del régimen y la erradicación de cualquier subvención. Para asegurar el nuevo orden social y la vida en comunidad, se quemó la biblioteca y se crearon comedores comunitarios, donde se alimentaba a la población mientras les leían la Biblia; también ordenaron que puertas y ventanas de todas las casas permanecieran abiertas las 24 horas del día y, se decretó la pena capital contra los «sectarios». En la primavera de 1534, tras la captura y ejecución de Matthys por fuerzas leales a la Iglesia, su discípulo Jan Bockelson (Juan de Leyden) se autoproclamaría rey de Münster, dando continuidad a la teocracia comunista. Bajo su mando el terror alcanzó su punto máximo, haciendo de las ejecuciones un espectáculo cotidiano, mientras consolidaba el comunismo de «bienes y mujeres». Así, los comunistas cristianos liderados por Jan Bockelson, llegarían a ejecutar a toda persona que intentara huir de la ciudad, ocultase alimentos en su domicilio y a todas las mujeres adolecentes que se negaran a desposarse en el régimen de poligamia forzada implementado por el rey-profeta.

18. Cohn, Norman; En pos del Milenio. Revolucionarios milenaristas y anarquistas místicos de la Edad Media, Pepitas de calabaza ed., Logroño, 2015, p. 401.

19. Existe edición en español: Ensayo sobre las costumbres y el espíritu de las naciones, Biblioteca Hachette de Filosofía, Buenos Aires, 1959. Para aquilatar el racismo racionalista de Voltaire en su justa dimensión, es muy recomendable echarle un ojo a su Diccionario filosófico, Akal, Madrid, 2007.

20. Schoeck, Helmut; Diccionario de sociología, Herder Editorial, Barcelona, 1985.

21. Hillmann, Karl-Heinz; Diccionario enciclopédico de sociología, Herder Editorial, Barcelona, 2001.

22. Arlotti, Raúl; Vocabulario técnico y científico de la política, Editorial Dunken, Buenos Aires, 2003.

23. Weber, Max; La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Navarro Pérez, Jorge. ed., Villacañas, José Luis. pról., Ediciones Istmo, Colección Fundamentos Nº 135, Madrid, 1998, p. 268.

24. Idid.

25. Ibid., p. 312.

26. Weber, Max.; Economía y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva, Fondo de Cultura Económica, México, 2005. p. 932.

27. Troeltsch, E.; The Social Teaching of the Christian Churches, George Allen & Unwin Ltd-The Macmillan Company, London-N.Y, 1950. p. 993.

28. Ibid.

29. Engels, Friedrich; Introducción [a Karl Marx, Klassenkämpfe in Frankreich 1848 bis 1850], en: Marx-Engels-Werke (MEW) Band. XXII, p.p. 526-527.

30. El posicionamiento marxiano sobre el «partido obrero» y el «gobierno proletario» quedó plasmado en la Resolución IX, sobre la «Acción política de la clase trabajadora», acordada el 25 de julio de 1871 —misma que se realizó a puerta cerrada por ordenes de Engels— y, «ratificada» por «22 delegados con plenos derechos y 10 con voz pero sin voto», en base a la moción blanquista durante la Conferencia de Londres. Vid. Dommanget, Maurice, «La Première Internationale», Revue d’histoire économique et sociale, 1962, Vol. 40. No. 4, pp. 553-556.

31. La Alianza Internacional de la Democracia Socialista, fue una sociedad secreta anarquista, fundada por Bakunin y sus afines en Ginebra, en septiembre de 1868, con el fin de coordinar una conspiración global a través de la Primera Internacional.

32. F. Engels, «Bericht über die Allianz der Sozialistischen Demokratie, vorgelegt dem Haager Kongreß im Namen des Generalrats», 1872, en Marx-Engels-Werke (MEW), Band. XVIII, pp. 138 y ss.

33. Publicado por vez primera de manera parcial en el libro: Engels, F.; Politisches Vermächtnis. Aus unveröffentlichten Briefen, Berlín, 1920; en forma completa en la revista Die Geselschaft, núm. 11, Berlín, 1925. Recogido en: C. Marx, C. y Engels, F.; Obras Escogidas, en tres tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1974, t. II. Disponible en línea: https://www.marxists.org/espanol/m-e/cartas/e24-1-72.htm (consultado: 18/10/2021).

34. No deja de ser una flagrante contradicción que san Charlie argumentara sus sistemáticos ataques al «sectarismo» a partir de esta concepción del desarrollo inexorable de la historia, echando mano de la visión evolucionista, mientras que en múltiples artículos de prensa, al igual que en los Grundrisse de 1857-1858, cuestionó efusivamente todo evolucionismo de la historia. Curiosamente, sus acólitos pocas veces reflexionan al respecto.

35. Marx, K, Tercer Manuscrito (Propiedad privada y comunismo), en Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, disponible en línea: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/manuscritos/man3.htm (consultado: 18/10/2021).

36. Haciendo honor a la verdad, debo reconocer que los marxianos han rechazado siempre las creencias monoteístas pero jamás han superado el modo monoteísta de pensar. Ciertamente, tras estas concepciones se oculta la fe ciega en el «dios Humanidad» y la creencia en la historia como un movimiento encaminado hacia un propósito universal: «el progreso de la humanidad». El mito del progreso es un claro vestigio del cambio radical en los asuntos humanos anunciado y esperado por el cristianismo. De ahí las similitudes entre la religión que don Friedrich se inventó a partir de la vida y los sermones de san Charlie y, la que se inventó san Pablo, a partir de la vida y los sermones de Jesús.

37. Op. cit., Cohn, Norman, p. 404.

38. La gran paradoja del dogma marxiano es haber impulsado el desarrollo «sectario» entre sus adeptos, engendrando infinidad de «sectas» que se reclaman entre sí ser los auténticos herederos de la vida y obra de san Charlie.

39. «Comisión Extraordinaria» concebida por Lenin tras la Revolución de Octubre e instaurada en diciembre de 1917, bajo la dirección de Félix Dzerzhinski, como organismo derepresión encargado de la seguridad del nuevo Estado socialista. Con el tiempo esta agencia de policía secreta cambió de nombre, hasta convertirse en 1954 en el KGB (Comité para la Seguridad del Estado).

40. Freire, P., La educación como práctica de la libertad, ICIRA, Santiago de Chile, 1969, p.51.

41. Este hecho ha quedado recogido en diferentes textos, para mayor información vale consultar: Correa, Medardo; Sueño inconcluso, Artes Gráficas Caviher Ltda., Bogotá, 1997, p. 67 y ss. y; Medina Gallego, Carlos; ELN. Una historia de los orígenes, Rodríguez Quito Editores, Bogotá, 2001, p. 231-247.

42. Entre noviembre de 1985 y enero de 1986 fueron asesinados 164 guerrilleros pertenecientes al Comando Ricardo Franco Frente-Sur (CRF-FS) de la Coordinadora Nacional Guerrillera (CNG), por órdenes de sus comandantes tras juicio sumario acusados de «traición» y «faccionalismo». Vid., Cuesta Novoa, José, Vergüenzas históricas, Tacueyó, el comienzo del desencanto, Intermedio Editores, Bogotá, 2002.

43. Chile: Comunicado de Mónica Caballero y Francisco Solar. Disponible en línea: https://anarquia.info/chile-comunicado-de-monica-caballero-y-francisco-solar/ (consultado: 18/10/2021).

44. Id.

45. Id.

46. Id.

47. Id.

48. Id.

El mazo del iconoclasta

 

“Dad rienda suelta a las pasiones inmorales”

Mijaíl Bakunin

 

Aunque el fatalismo impenitente que se ha instalado en nuestras mentes nos impida verlo, somos, en realidad, una numerosa pléyade de “desafectos al sistema”. Ideologizados o intelectualmente “vírgenes”, ductos o instintivos, necesitarios de autonomía o carentes de pan, pocos son los crédulos o satisfechos, que se atreven a afirmar que el mundo está constituido tal y como debería.

Para quienes pongan en duda tal aserto solo tienen que sacar a colación, en una conversación cualquiera y con cualquiera de sus semejantes, el tema -que a fuerza de ser recurrente se ha pretendido convertir en demagógico- del hambre o la guerra, y serán solo una minoría los que acepten con agrado tales cosas.

No hace falta mirar las tripas de esta “máquina mal engrasada” para saber que sus engranajes están ajados y casi completamente obstruidos, con unas válvulas silbantes que señalan una rápida y alarmante subida de la temperatura… todos los indicios de que el “artefacto social” está al borde del colapso.

Pero, ¿Quién le dará el último empujoncito?

Quizás algunos aprecien esta valoración como exagerada y excesivamente optimista, no obstante, mientras se dirime esta cuestión, la máquina sigue funcionando, a trancas y barrancas, forzando al máximo su capacidad, mostrándole a los ojos menos exigentes una carcasa flamante y reluciente, aunque chorreando sangre ajena como si fuera aceite… sin embargo, no podemos obviar que lo más curioso del caso es que haya sido en semejantes condiciones, precisamente en ese estado de declive y agonía, como ha conseguido mantenerse activa durante las más hondas simas de tiempo, a través de milenios e, incluso, hasta nuestros días, ¿peca ahora mi análisis de “triunfalismo”?

El sistema está “muriendo” desde que nació, existiendo a marchas forzadas, lleva marcado a fuego el signo de la desaparición. Y si aún no se ha logrado no es por los peregrinos motivos que se nos suele aducir.

Dejando de lado las intrincadas “fórmulas materialistas”, las mismas que determinan que un hombre debe renunciar a coger una manzana de un árbol si antes no se ha equipado con la correspondiente escalera, aún a pesar de que pudiera acceder a ella con un simple palo; las mismas que posponen la Revolución, aunque sea tan vital como la lluvia en el desierto, a los lugares que hayan sido “obsequiados” con los galardones capitalistas, y a unos tiempos más “propicios”. Hay otras muchas “incongruencias” que hasta la cabeza del corazón más ardiente está dispuesta a dar por sentado.

Se nos dice con voz quejosa: “Es que nuestro número es ínfimo, comparados con otros periodos históricos somos menos que una minoría”. Dígansele tales pequeñeces a Fanelli cuando se encontró en España con un grupo que llegaba con dificultades a la veintena, díganselo a Anselmo Lorenzo y a Morago, y al que a la postre sería el movimiento obrero más fecundo y vigoroso de la estúpidamente llamada “Europa occidental”. ¿Quién se atreverá a replicar tales cosas a los oídos de los “apóstoles” errantes que, a lomos de jumentos, iban difundiendo “la Idea” por sierras, cortijos y aldeas, sin más calor que el de las hogueras, sin más medios que la vehemencia y cuatro palabras grabadas a fuego en el alma?

Llegan entonces otros llantos: “Es que hoy estamos menos instruidos, y “revolucionariamente” menos preparados, que nunca”. Retumbarían aún, en los montes y cerros, las risas de aquellos campesinos de Jerez, en 1892, o la de los peones de la Patagonia, en 1921, si alguien hallara el valor de espetarles tales cosas. Qué le digan a un cantero o a un jornalero, orgullosamente analfabetos, la falta que les hacían las teorías y los libros, para sacudir de sus espinazos el yugo del patrón y del cacique.

Gastan entonces el último cartucho: “Es que hoy la gente es mucho más “comodona”, la vida hoy es más fácil, y las “mejoras sociales” mitigan las causas por las que rebelarse”. He ahí el argumento de la renuncia; reunid los arrestos para alargar vuestra voz hasta el mal llamado “Tercer Mundo”, decidles que su hambre es fingida, que su sed es una ilusión y que su mortalidad es una “quimera” de sus mentes. Convencedles de que el “maná” les caerá de sus cielos ennegrecidos -previa intoxicación de las chimeneas capitalistas- y de que sus tierras -explotadas por la globalización- serán fértiles, y de que sus ríos insalubres -gracias al “savoir-faire” industrialista- rebosarán de peces. Levantad la voz hasta África y habladles a sus habitantes de esas “mejoras sociales” que deshincharán los estómagos de sus hijos, de cómo los avances capitalistas han acabado con las muertes por inanición, también con el raquitismo o con las enfermedades más cruentas; decidles eso y posiblemente os escupan a la cara. ¿Pero por qué marchar tan lejos? ¡Abrid de una vez la ventana!, os conmino a ello, y si no sois insensibles, o rematadamente imbéciles, veréis desfilar antes vuestros ojos verdaderas legiones de “hambrientos y desamparados”, mesnadas de nómadas sin domicilio, de personas embargadas y desalojadas por impago, de obreros asfixiados ante el ocaso mensual, observareis, con vuestros propios ojos, ejércitos de adultos y niños, nacidos aquí y allá, que abordan las basuras con el digno e imperante fin de alimentarse… son “ejércitos del hambre”, a los que les sobran motivos para convertirse en “ejércitos del odio”.

La situación no ha cambiado nada con respecto al decimonónico inicio de las luchas sociales “explícitas”, el número no ha variado, la “ilustración” sigue sin ser imprescindible, y la miseria no ha dado un solo paso hacia atrás… los motivos para Rebelarse siguen siendo los mismos, lo único que ha cambiado es la disposición para ello; tan solo se ha modificado nuestra Voluntad.

Para quienes hayan llegado hasta aquí, compartiendo tal razonamiento, el dilema se exhibe diáfano: “si eso es así, ¿qué hacer?”.

Parecen que todas las medidas están ya agotadas, toda la propaganda hecha, todas las “asociaciones” formadas, todos los métodos puestos en práctica… pues si es realmente así, quizás lo que haya que cambiar es el carácter de los mismos.

La gente habla de renunciar a los métodos “específicamente violentos”, arguyen tanto la mala aceptación popular como toda una suerte de, respetabilísimos, motivos morales; pues perfecto. Nada hay que objetar al respecto, ya sea por motivos “pragmáticos” o “éticos”, se considera que la “violencia” no es el camino a seguir; compartimos, absolutamente, este planteamiento en cuanto a vidas humanas se refiere, pues no hay Revolución que se haya cimentado sobre la fuerza y la sangre, que no haya tenido necesidad de recurrir posteriormente a ambas para poder perpetuarse sobre el propio pueblo que lucho para erigirla. Nosotros como Bakunin, “no queremos destruir hombres sino instituciones”.

Es verdad que sobre este asunto algunas actitudes se nos antojan decididamente hipócritas, las mismas que apoyan cualquier acción violenta mientras esta esté respaldada por las “masas armadas”, y que, sin embargo, condenarían inexorablemente a cualquiera que realizara semejantes actos en solitario o con un escogido número de colaboradores… es como si la verdad fuera más “verdad” cuando es ratificada por el número, como si el asesinato dejara de serlo en cuanto el “pueblo” diera su consentimiento. Son estas las opiniones de quienes condenarían al Durruti ilegalista, expropiador y “propagandista por los hechos” de los años 20, si no hubiera sido eclipsado por la mítica del luchador miliciano de los años 30.

Pero estas “dobleces faciales” no consiguen desalentarnos de nuestros propósitos, nuestra meta no es inmolar la voluntad, ni la dignidad ni la vida de nadie, la única voluntad que queremos deponer, la única dignidad que queremos escarnecer y la única vida que queremos aniquilar es la del Estado y el Capital, solo de ellos aceptaremos un acto de genuflexión. Obviamente esto pasa por derrotar a los sujetos que utilizan tan “formidables herramientas”, no siendo estos Molochs unos “entes” dotados de vida propia, es contra quienes dirigen sus riendas contra los que cargamos las escopetas, pero no es la destrucción sistemática de estos mequetrefes y pusilánimes lo que buscamos, lo que pretendemos es reducir a cenizas los instrumentos que les han permitido auparse sobre el resto.

Las fórmulas para crear un ambiente propicio para que el descontento popular pueda estallar en una Revolución a “gran escala”, son variadas, y ante la anterior pregunta, ese sempiterno “¿qué hacer”?, solo hallamos una respuesta válida: “Haced todo lo que esté en vuestra mano, mientras no entre en los cursos de la legalidad”.

Algunos optan por adscribirse al sindicalismo; muy bien, pero que no os toque la larga e infecciosa mano de la legalidad, que esta sea una condición que quiera adjudicaros el Estado, y no una que reclaméis vosotros. No legalicéis vuestras manifestaciones, que no concurran vuestras huelgas por las vías legales, dejad de circunscribir vuestros actos al “marco de la ley”, retomad el sabotaje que antaño os hizo grandes, olvidad a vuestras huestes de abogados, y encaraos, frente a frente, con el enemigo mortal que supone toda Autoridad… de lo contrario esa arma letal, que un día infundió terror a la burguesía, hoy yacerá muerta, tal y como muchos prevén.

Quizás vuestras pulsiones os escoren hacia la “propaganda escrita”; muy bien, pero que cada una de vuestras palabras sea merecedora del más profundo odio gubernamental, que cada uno de vuestros panfletos provoquen la más recalcitrante iracundia en los estómagos “bien alimentados”, que cada una de vuestras letras sea un delito, que cada una de vuestras frases sea un crimen, escribid cada grafía esperando recibir por ella la más dura de las condenas judiciales, que cada gota de tinta que emane de vuestra pluma sea digna de acabar en prisión.

Para aquellos que estén sedientos de actos es para los que ofrecemos nuestra propia alternativa, si alguien vuelve a interrogaros sobre “¿qué hacer?” ya no os quedareis mudos de respuestas… es hora de dar el penúltimo Mazazo del Iconoclasta.

Como sujetos dotados de sensibilidad os repugna la violencia física contra las personas; muy bien, ¿pero qué os impide lanzar toda esa violencia contra la “materia inerte”?, los iconoclastas originales levantaban sus mazos contra todas las imágenes que eran merecedoras de culto entre la población; hoy la cosa no ha cambiado en demasía, también se trata de canalizar nuestra furia contra todos los nuevos fetiches de esta civilización. Armemos nuestro odio y carguémoslo contra todos los símbolos existentes hasta convertirlos en meras ruinas, ¿los métodos? Desde los más sencillos a los más complejos, ¿qué importa el “cómo” mientras no se ponga en peligro la existencia de nadie? Tan solo hemos de elegir el objetivo, y destruir, de una vez para siempre, todas las efigies y deidades que sean dignas de idolatría y admiración en esta corrompida sociedad actual. Acabemos con los objetos que exigen su pleitesía y así no tendrán a quién regalarle sus reverencias, obediencia y sumisión, acabemos con el receptáculo de sus alabanzas y pondremos fin a su superchería y humilde constricción, y si los reconstruyen, volvamos a volatilizarlos, hasta que no les quede nada ni nadie a los que venerar.

Es la vieja máxima proudhoniana: “Demoliendo, edificaremos”.

Destruyamos de manera compulsiva, liberados al fin de la moral burguesa y sus idearios; eso si, sin arriesgarnos, sin comprometernos, pues es mucho más cómodo ir la cárcel por escribir estas andanadas que por llevarlas a la práctica, pero que nada nos limite, que no tengamos ni un solo reparo en destruir todos y cada uno de los iconos que se han convertido en el ornamento del sistema, destruyamos sin paliativos; y que solo nuestros sentimientos sean capaces de derretir la cera que mantiene unidas nuestras alas.

Será entonces cuando podremos reproducir lo que nos auspiciaba Bakunin, pues: “Algún día el yunque, cansado de ser yunque, pasará a ser martillo”.

 

El Hombre Guillotina

 

Sobre anarquistas antiorganización

Como es sabido, dentro de la Internacional, Bakunin se confrontó con conceptos marxistas relativos a la autoridad, la burocracia y el centralismo, todos elementos nocivos para el movimiento revolucionario. De ahí en adelante los antiautoritarios debatieron y desarrollaron el tema de la organización. (1)

La sección italiana de la primera Internacional fue al mismo tiempo una asociación socialista, anarquista, comunista, colectivista, atea, revolucionaria y federalista. (2) Organizó diversos congresos regionales entre 1871 y 1880, aunque para 1880 estaba debilitada a causa de la continua represión. Era integrada por cuatro tendencias diferentes: la evolucionista, la socialista revolucionaria, la comunista anárquica, y la individualista. El anarquismo renació de sus cenizas, (3) se hizo un movimiento plural que comprendía tanto a militantes que simpatizaban con el organizacionismo, como a los denominados antiorganización, a los individualistas y a los amantes de la “propaganda por el hecho”.

Los organizacionistas proyectaban un “partido”, tal como lo concebía Malatesta, en el sentido de “asociación entre anarquistas”, comenzando en el Congreso de Capolago de 1891. Pero era un proceso tardado, y Capolago formaba parte de un desarrollo largo y difícil: la siguiente asamblea general se efectuó dieciséis años después en Roma (1907), pasarían otros ocho años antes de una nueva reunión general (Pisa, Enero 1915). El término de la Primera Guerra Mundial, y la Revolución Rusa, fueron factores que contribuyeron a acelerar el proceso organizativo: así, finalizada la década se habían realizado conferencias y congresos que culminaron en la fundación de la Unión Comunista Anarquista Italiana en 1919, convertida en Unión Anarquista Italiana en 1920.

A comienzos del siglo XX, y muchos años después, la gran mayoría de los anarquistas italianos eran afines a la tendencia antiorganización. Es necesario aclarar que, a pesar de tal definición, no rechazan organizarse. Enormes diferencias los separan de los individualistas, con los cuales a menudo se les identifica erróneamente. Estos últimos tienen influencia del pensamiento de Max Stirner en combinación con ideas de Friedrich Nietzsche. En cambio, el pensamiento político antiorganización procede de Bakunin, Kropotkin, Gori, Reclus etc. Al contrario de los individualistas, los antiorganización reconocen el valor de la acción colectiva y el protagonismo del proletariado en el proceso revolucionario.

Hay que señalar que la cuestión antiorganizativa siempre ha sido objeto de debate en el movimiento. Los antiorganización niegan la validez a las estructuras formales, porque ven en estas signos elitistas y burocráticos, no obstante consideran necesario organizarse para el accionar revolucionario, rechazando cualquier proyecto formal, pero reconociendo el valor a la acción colectiva. La antiorganización anarquista deja el camino abierto a otro factor: el deseo personal.

Luigi Galleani es sin duda la figura clave entre los círculos antiorganización, su personificación más acabada. Activo, principalmente, en Italia y Estados Unidos, ahí reside entre 1901 y 1919, orador y editor, promovió eficazmente una red solidaria entre anarquistas dedicados a la acción directa y a la revuelta contra la autoridad, teniendo como objetivo común desencadenar la revolución social trasnacional que permita a la gente explotada gestionar una sociedad libre y comunista.

El primer seudónimo: Mentana

Galleani nace en Vercelli el 12 agosto 1861, de padres burgueses y monárquicos; estudia leyes en la Universidad de Turín y pronto se vuelve un ardiente republicano. Termina sus estudios pero no obtiene la licenciatura, prefiere dedicarse a actividades políticas. Como muchos jóvenes demócratas está influenciado por el mito de la Unificación italiana y tiene gran estimación por personajes como Carlo Pisacane, Giuseppe Garibaldi y Giuseppe Mazzini, de los que admira su lucha sin descanso y su devoción a la causa. Estos, como Felice Orsini, el nacionalista que intenta asesinar a Napoleón III en 1858, encarnan la voluntad humana y el progreso social. No es casual que firme sus artículos con el seudónimo de Mentana, la ciudad donde las fuerzas de Garibaldi chocaron con tropas del clero, el 3 noviembre 1867, en su intento por conquistar Roma. (4)

La sección italiana de la Internacional mantiene estrechas relaciones con Unificación Democrática. Participan nacionalistas, conspiradores, voluntarios garibaldianos e integrantes de sociedades obreras que fundan los primeros núcleos de la Internacional y se vinculan con la Comuna de París en 1871, hecho que provoca la oposición de Mazzini por una parte, y el apoyo de Mikail Bakunin por la otra. Sobre todo en su primera fase, de 1870 a 1874, la Internacional tuvo gran influencia de Bakunin, gracias al trabajo de militantes como Fanelli, Friscia, Gambuzzi, Dramis, y otros más, Ceretti, Suzzara-Verdi, Castellazzo. (5)

Entre 1881 y 1885, un Galleani republicano se acerca gradualmente al socialismo. Escribe para varias publicaciones locales, incluyendo “¡La Boje!” de Vercelli, además se adhiere al Partido del Trabajo Italiano, que abarca a socialistas legalistas y antiparlamentarios. Participa en el congreso de Bolonia de 1888. En el primer número de “¡La Boje!” hace su presentación: “¿Quienes somos? Un puñado de rebeldes, hijos de la revolución, nacidos para la revolución”. (6)

Es muy activo en las luchas obreras y campesinas entre Piamonte y Liguria. Desde joven estaba llamado a ser un figura. Su aspecto físico y su presencia revelaban la personalidad: alto, robusto, vestido elegantemente, y el aspecto fiero lo hacían parecer severo. Pero lo que más impacta y preocupa a la policía es el hecho de ser un orador excepcional. Su vibrante voz es capaz de tocar las fibras de todos los explotados que lo escuchan.(7)

Perseguido por la policía, se ve obligado a refugiarse en París, un lugar central para la subversión trasnacional. Aquí se reúne con varios militantes; Malatesta, Paolo Schicchi, Saverio Merlino, Galileo Palla y Amilcare Cipriani. Participa en las protestas del 1° de Mayo, y es probablemente uno de los autores del volante incendiario que incita a los trabajadores a utilizar la vía armada e imponerse con violencia para vencer definitivamente.(8) Fue encarcelado y posteriormente expulsado, entonces se dirige a Luxemburgo y llega a Suiza, donde establece estrechas relaciones con Elisée Reclus. un afamado geógrafo y teórico del anarquismo, el cual lo hospeda por meses e influye en su formación con su analogía entre naturaleza y anarquía, en donde la naturaleza es sinónimo de armonía, equilibrio y anarquía, según su lema; “La anarquía es la máxima expresión del orden”. Por ello, comprende que la historia es un proceso de evolución y revolución (en el que la segunda es la aceleración de la primera) enmarcándose dentro del proceso de desarrollo y progreso, cuya última etapa es precisamente la anarquía.(9)

Dicha filosofía influye en Galleani de dos maneras. En primer lugar, fortalece la idea de que la destrucción es el primer paso para liberarse de todos esas construcciones antinaturales que oprimen a la humanidad y abre el camino a la anarquía. En segundo lugar, sugiere que la gente – anarquista – no necesita estructuras artificiales para organizarse ya que pueden cooperar mutuamente.

En enero de 1891 participa en el congreso de Capolago donde ochenta delegados debaten por tres días, aprobándose un manifiesto y un programa socialista revolucionario (anarquista), elaborado por Malatesta, Merlino, Gori, Pellaco, Cipriani y el mismo Galleani, en el que se señala a la revolución como el único medio para eliminar la opresión social y así alcanzar el socialismo, rechazando el parlamentarismo. Los delegados no adoptan una estructura estable, simplemente nombran comités regionales sin capacidad de decisión, respetando así los principios de libertad y autonomía de grupos e individuos con respecto a la organización, establecidos en el Congreso St Imier de 1872. (10)

En Capolago también se decide reavivar la agitación revolucionaria, con ocasión del 1° de mayo, designándose a Cipriani y Galleani como oradores encargados de hacer recorridos propagandísticos por la península. El arte de la oratoria en Galleani se considera la mejor manera de provocar en los trabajadores la acción. (11) Así, viajan por Italia realizando cientos de mítines y conferencias, a pesar de los obstáculos puestos por la policía.

Un viaje, pero no vacacional

En 1892, junto con Pietro Gori, representa a los anarquistas en el Congreso de Génova del Partido Obrero Italiano, convertido luego en Partido Socialista Italiano, donde tiene un papel fundamental en el rompimiento con los socialistas legalistas.

Menos de dos años después, entre diciembre de 1893 y enero de 1894 explota la revuelta, en Sicilia primero, después en Lunigiana y Carrara. Galleani es arrestado por asociación delictiva, es decir anarquista. El proceso tiene lugar cuando la represión contra los responsables de la insurrección está en su punto culminante. Es condenado a tres años de prisión y cinco de destierro en Pantelleria y Favignana. La vida en estas colonias penitenciarias, en las islas mediterráneas, es tan difícil como en cualquier cárcel, con cientos de prisioneros sometidos a la violencia de los guardias, que provocan innumerables actos de rebelión. Durante su estancia en Pantelleria se las arregla para establecer una escuela racionalista en la población (12) para enseñar a jóvenes de la isla. Vive por su cuenta, y conoce a María Rallo, una rebelde local de veinticinco años que lo acompañará a los Estados Unidos (13). También se hace amigo de Andrea Salsedo que se unirá en sus proyectos más allá del océano. (14)

Mientras tanto en el continente, socialistas, republicanos y anarquistas, se manifiestan por la liberación de los cientos de prisioneros políticos confinados en el archipiélago. El Partido Socialista decide postular a los presos más reconocidos como candidatos al Parlamento con el objetivo de liberarlos, incluyendo a Galleani, a pesar de su oposición. Son nominados en julio de 1897. (15) En respuesta a esta táctica impuesta, algunos anarquistas de Pantelleria, Ponza, Ventotene y Lampedusa editan el número único de “I Morti”, el 2 de noviembre de 1898, en el que destaca el artículo de Galleani titulado “Immota Fides”, donde expresa, una vez más, que los anarquistas nunca aceptarían la liberación a cambio de participar en elecciones. Este artículo indica claramente su firmeza e influirá en sus compañeros, especialmente en los más jóvenes. (16)

A finales de 1899, después de tres años preso, escapa de Pantelleria y se marcha a Túnez, luego a Alejandría, y posteriormente a el Cairo, gracias a una red de apoyo que interviene en la operación. Dicha red se extiende desde Paterson a Londres (Reclus) pasando por Túnez (Emidio Recchioni) y Nápoles (Niccolò Converti).

A inicios de siglo, el pensamiento de Galleani ha madurado, sus convicciones son más firmes que nunca. (17) Además de Reclus, Kropotkin influyó profundamente en sus ideas. Desde 1877 Reclus y Kroptkin son buenos amigos, ambos geógrafos, comparten el mismo enfoque naturalista de la anarquía. incluso en Kroptkin sus convicciones se corresponden con la ciencia, en base a la solidaridad y la cooperación, exactamente lo opuesto al dominio. Aquí también la ciencia y la anarquía coinciden con el progreso, visto en términos de cierto determinismo científico e histórico, aunque no marxista. Sus observaciones sobre la vida de los animales y las personas, revelan que el “apoyo mutuo” es un importante “factor de la evolución” que prevalece en todos los niveles de vida animal y humana, a pesar de los conflictos existentes y el surgimiento del Estado, que en sí mismo es autoritario y opresivo. El apoyo mutuo es también la base de la ética, ya que cada persona depende del otro, y considera los derechos de los demás iguales a los suyos. (18)

Basado en las concepciones de Reclus y Kroptkin, Galleani está convencido de que cualquier organización artificial o formal es autoritaria por esencia, pues lleva a los individuos a asociarse en contra de la anarquía y de la naturaleza. Esta es la base de su ser antiorganizador. También comparte con Kroptkin la idea de que la historia es una lucha continua entre libertad y autoridad. La reafirmación completa de la libertad solo puede lograrse a través de una revolución social capaz de expropiar a la burguesía, destruir el Estado y establecer el comunismo que liberará a todos los explotados. (19)

Estos elementos cuentan con un factor de apoyo más, el del derecho a la revuelta, que en la militancia anarquista se convierte a veces en un deber.

Anarquismo antiorganizador

Galleani aún está en el Cairo cuando, el 29 de julio de 1900, Gaetano Bresci atenta de muerte contra Umberto I. Debe sentirse orgulloso del acto de su compañero, considerando su entusiasmo por las acciones individuales de la propaganda por el hecho. Los años ochenta y noventa del siglo XIX están marcados por una serie de asesinatos hacia gobernantes. Un grito de ira contra la miseria y la represión policial atravesó Europa: nombres como Ravachol, Léon-Jules Léauthier, Auguste Vaillant, Emile Henry, Sante Caserio, Paulino Pallas, Paolo Lega, Pietro Acciarito, Sofia Perowskaia, Michele Angiolillo, Luigi Lucheni, Clement Duval, etc. Los anarquistas están a la vanguardia, en un momento en que la revolución social parece ser cuestión de meses. El mismo Kropotkin estuvo a favor de la propaganda por el hecho en su juventud. Galleani siempre recordará estos nombres en la prensa anarquista y en sus discursos, mostrándolos como un ejemplo a los camaradas. (20) Para él, todo acto individual puede llegar a ser el comienzo de un levantamiento colectivo y debe considerarse un preludio del movimiento insurreccional de las masas.

Se establece en el Cairo durante aproximadamente un año y, después de un breve paso por Londres, llega a Nueva York en Octubre de 1901. Un mes antes, el 6 de septiembre, el anarquista León Czolgosz mata al presidente de los Estados Unidos, Mckinley, en Búfalo, por lo que es ejecutado en la silla eléctrica el 29 de Octubre.

Galleani se encarga de la redacción del periódico “La Questione Sociale”, anteriormente dirigido por Giuseppe Ciancabilla y posteriormente por Errico Malatesta, al asentarse en Paterson. Sin embargo, no permanece mucho tiempo, pues inicia con recorridos propagandísticos por Pensilvania, Connecticut y Vermont. Regresa a Paterson para apoyar la masiva huelga de la industria de la pintura en 1902. Para Galleani, el valor verdadero de las huelgas no está en obtener reformas o mejoras salariales, sino en la posibilidad de experimentar el boicot, el sabotaje y la revuelta. La huelga general insurreccional es el objetivo de su actividad revolucionaria. Durante meses incita a los trabajadores de Paterson desde las columnas de “La Questione Sociale”, también con folletos, carteles y conferencias. Entre junio y julio de 1902 la revuelta estalla, las fábricas de pintura son atacadas y destruidas. Galleani está en la primera línea de combate cuando un disparo lo hiere. Es buscado por la policía, por lo que se refugia en Montreal.

Desde su llegada a los Estados Unidos se aclaran los rasgos del anarquismo antiorganizador. No se desea la creación de organizaciones estables, ni políticas (federaciones anarquistas) ni económicas (sindicatos). A pesar de que algunos compañeros le aconsejan unirse a asociaciones obreras para influenciarlas con su propaganda, él desconfía enormemente de agrupamientos y líderes sindicales. Su visión es tan influyente entre los anarquistas italianoamericanos que, a pesar de ser el grupo étnico más vigoroso tanto en número como en implicación militante, nunca participaron notablemente dentro del movimiento obrero organizado. (21)

Por lo tanto, el propósito es organizar al movimiento, no a través de estructuras formales, sino con la pluma y la voz, es decir, con publicaciones, reuniones y mítines. Cuando habla, sus compañeros son asaltados por una personalidad magnética: toca su alma, hasta el punto de que muchos admiten que “sus propios pensamientos salen de aquellos labios”. (22)

Si muchos anarquistas aprecian la claridad de sus palabras, otros (sobre todo analfabetas) aceptan no entenderlas del todo, pues son demasiado “filosóficas”, pero escuchan con entusiasmo ya que es capaz de transmitir emociones y esperanzas. (23) “Después de escuchar a Galleani estás dispuesto a dispararle al primer policía que encuentres.” Hay cierta exageración en este testimonio de un joven militante, pero muestra la influencia que ejercía. (24) Dentro del movimiento, las conferencias y las reuniones van de la mano con actuaciones teatrales, conciertos, bailes, juegos y paseos en el bosque. Todos esos momentos son fundamentales para dar vida a una sociabilidad subversiva y fortalecer la solidaridad entre ácratas. (25) Para los galleanistas, la solidaridad concreta es la auténtica sustancia del anarquismo, que reemplaza a la organización formal.

En 1903, Galleani regresa ilegalmente a los Estados Unidos. Se establece en Barre, Vermont, donde comienza a editar un nuevo e incendiario periódico, “Cronaca Sovversiva”, que sacudirá el espíritu insumiso de los militantes jóvenes y pronto se convertirá en una herramienta esencial para organizar al movimiento. Da voz a las luchas obreras e ideas anarquistas contra el Estado, la Iglesia, el ejército, la familia y cualquier autoridad. Ofrece información de las acciones de compañeros en varias partes de un extenso territorio, se difunde a través de una sólida red de comunicación que vive gracias a las suscripciones de militantes y simpatizantes que se conocen especialmente durante los paseos por el bosque, las obras teatrales, las reuniones, etc. De estos elementos se entiende por qué Armando Borghi sostiene, recordando a los galleanistas, que los “antiorganizadores eran el grupo más organizado”. (26)

A principios del siglo XX la tendencia anti-organización está extendida no solo en los Estados Unidos, sino también en Italia. En contraste, como se mencionó al principio, el proceso organizacionista para crear una estructura nacional iba con lentitud, alcanzando sus primeros resultados hasta 1919. Entre los llamados organizacionistas se encuentran Errico Malatesta y Luigi Fabbri, creen que una estructura amplia, respetuosa del principio de autonomía, es más eficaz para provocar la revolución social. Además piensan que una organización formal es capaz de neutralizar, o limitar, la función de los líderes y la tendencia a acumularse el poder en unas cuantas manos, de la que incluso los anarquistas no logran escapar. En teoría, el único órgano de toma de decisiones son las asambleas, o congresos, donde se establecen comisiones que únicamente poseen poder de coordinación, como facilitar las relaciones entre los diferentes grupos. Por ejemplo, en el congreso se establece una dirigencia periódica para el movimiento, siguiendo así un mecanismo que puede definirse como “democracia directa”.

“Cronaca Sovversiva”

Por el contrario, Galleani está convencido de que cada organización está basada en dos posiciones, la delegación y la centralidad, que son equivalentes al parlamentarismo y al gobierno. Es por eso que los galleanistas repetidamente se niegan a constituir una federación anarquista en Estados Unidos. (27) “Un partido, cualquiera que sea el partido, posee un programa que es su carta constitutiva; tiene en las asambleas de delegados, de grupos o secciones, su parlamento; en los órganos rectores, juntas o comités ejecutivos, está su gobierno. En definitiva, es una superposición gradual de órganos con una auténtica jerarquía en diversos niveles, que poseen un vínculo: la disciplina. Infringirla se sanciona con penas que van del regaño, la excomunión, a la expulsión”

Los galleanistas identifican este proceso burocrático como el verdadero peligro de cualquier organización. Por eso dirá el compañero Guy Liberti: “Entiendo los peligros de la organización. Cuando una organización es adulta se vuelve conservadora, pero cuando alcanza su plena madurez se hace reaccionaria. Esto es para todas las organizaciones”. (29)

No obstante, rechazar la organización formal deja el campo abierto a otros mecanismos de poder relacionados con conceptos como carisma y liderazgo. “Galleani era el alma del movimiento”, dirá un anti-organizador declarando que su personalidad era en sí una herramienta organizativa. (30) Sus compañeros son conscientes de su importancia para el movimiento, así que lo apoyan económicamente durante años permitiendo se dedique completamente a la propaganda.

Al negarle cualquier valor a la organización formal, se evita que las decisiones importantes se tomen en congresos “oficiales”, sino en reuniones, más o menos limitadas: la cuestión es sutil pero no de poca importancia. En teoría, en un congreso “formal” diferentes posiciones tienen el mismo derecho de ser discutidas abiertamente, esto no siempre está garantizado en espacios más restringidas o, diríamos hoy, “informales”. Tal diversidad de métodos tienen un peso decisivo; por ejemplo, en quien debe administrar el periódico del movimiento. Un principio importante para los anarquistas es el de la rotación de las asignaciones, un principio no fácil de respetar o casi completamente desatendido por los antiorganizadores: “Cronaca Sovversiva” lo editó por más de quince años Galleani, y más tarde será su “heredero”, Raffaele Schiavina, quien dirigirá “L’Adunata dei Refrattari” durante cincuenta años consecutivos. (31)

Se plantean problemas similares en torno a los comités de apoyo a presos y en la gestión del dinero recaudado. Entre los anarquistas italo-americanos hay varias controversias sobre este tema. En general, la ausencia de una organización formal contribuye tanto a la falta de rotación en la toma de decisiones, como a aumentar los chismes y las “voces de corredor” que son siempre dañinas para los movimientos revolucionarios.

Buscado por la policía, Galleani vive clandestinamente en Barre durante años, protegido por un célebre grupo emigrado de Carrara, implicado con “Cronaca Sovversiva”, que logra vincular a grupos italianos en muchos rincones del mundo, desde los Estados Unidos a Europa, de África del Norte a Sudamérica y así hasta Australia.

En 1905, se imprime ¡La salud esté con ustedes! “un sencillo panfleto para todos aquellos compañeros que desean educarse” – se lee en “Cronaca Sovversiva” – de cubierta roja con la imagen de Ravachol, es en realidad un manual de explosivos compilado por Ettore Molinari y redactado por Galleani. La dinamita será eficazmente usada por el movimiento en los años venideros.

En el mismo año de 1905, Galleani se dirige a Francia donde permanece por un corto tiempo en el vano intento de crear algún hecho insurreccional. En los Estados Unidos comienza una larga ronda de conferencias (32), pero en diciembre de 1906 es detenido por la huelga de Paterson sucedida cinco años antes. Arrestado en New Jersey es procesado en abril de 1907. Se niega a jurar frente a la biblia, pese a ello es exonerado.

Tras su liberación, e inmediatamente después del Congreso Anarquista de 1907, escribe para “Cronaca Sovversiva” varios artículos titulados “¿El fin del anarquismo?” en respuesta a la entrevista publicada en “La Stampa” por Francesco Saverio Merlino, anarquista convertido al socialismo. Para Merlino el movimiento anarquista no tiene futuro; disminuido y casi completamente absorbido por el Partido Socialista. Al respecto escribe Paul Avrich años más tarde, “Galleani apoya las razones del comunismo anarquista contra el socialismo reformista, exaltando sus valores de espontaneidad, diversidad, autonomía e independencia, autodeterminación y acción directa en un mundo cada vez más conformista.” (33) Estos artículos tienen un gran eco dentro y fuera del movimiento y contribuyen a aumentar aún más el carisma de Galleani. Tal vez su pluma sea aún más poderosa que su voz. La controversia continúa con los socialistas parlamentarios y reformistas, adquiriendo mayor notoriedad entre los antiorganizadores, convirtiéndose en uno con esa militancia comprometida en el uso del manual de explosivos como señal inequívoca.

En 1910 surge la primera revolución del siglo XX, en México, a la que muchos anarquistas italo-americanos se unen con entusiasmo. Algunos mantienen el apoyo a los revolucionarios, aunque otros están decepcionados de la experiencia. Galleani es una voz crítica, incluso severa, contra Emiliano Zapata, Ricardo Flores Magón y su periódico Regeneración, acusando al Partido Liberal Mexicano de ser un partido más burgués que revolucionario. (34)

Cuando la polémica sobre la validez de la revolución mexicana todavía está fresca, en 1912, el ejército italiano invade Libia. Galliani se dedica a hacer campaña contra la guerra. (35) Ese mismo año “Cronaca Sovversiva” se traslada a Lynn, en Massachusetts. Galleani participa frecuentemente en conferencias: de 1912 a 1915 hace cientos de charlas, especialmente contra la guerra y los nacionalismos, en Massachusetts, Connecticut, Pensilvania, Ohio, Illinois, Colorado y California. En los momentos de ausencia deja el periódico en manos de Antonio Cavallazzi y Constante Zonchello.

Cuando la Primera Guerra Mundial estalla, en 1914, aumenta su actividad antimilitarista: Continúa haciendo conferencias y mítines, escribe decenas de artículos para “Cronaca Sovversiva” y otros periódicos anarquistas impresos en Italia, entre otros “L’Agitatore” de Boloña y “Volontà” de Ancona, dirigidos por Malatesta. (36) Por motivo de la guerra, rompe con Kropotkin y Cipriani, pues estos se alinean del lado francés en la guerra contra Alemania. Galleani rechaza cualquier guerra que no sea la guerra social, y una vez más da voz a las posturas anarquistas con el famoso lema “¡Contra la guerra, contra la paz, por la revolución social!”. (37)

Perseguido, arrestado, y liberado

Conjuntar la propaganda antimilitarista con la difusión de conflictos sociales coloca a Galleani siempre en primera línea. Son años extremadamente violentos, por lo que debe lidiar con la constante represión de la policía local, nacional y privada. El 20 de abril de 1914 es la masacre de Ludlow, que provoca una serie de protestas y sublevaciones por todo el país, con los anarquistas italianos protagonizando. (38)

El estallido de la gran guerra, la consiguiente intervención estadounidense, y la firme oposición al militarismo de los antiautoritarios debilitan las luchas sociales. Ha regresado recientemente de una gira propagandística por Pensilvania, en apoyo a una huelga minera, cuando (en octubre de 1916) fue arrestado acusado de incitar a la rebelión. Liberado con una fianza de diez mil dólares – pagada por sus colegas – comienza una nueva ronda de conferencias en Míchigan que lo mantiene ocupado hasta fin de año. La situación para los anarquistas se ha vuelto cada vez más crítica desde abril de 1917, fecha en la que Estados Unidos entra en el conflicto mundial. Es así que el congreso legislativo decreta la obligación para todo residente en suelo estadounidense a alistarse en el ejército. Para Mayo, Galleani escribe el artículo ¡Alistado!, sugiriendo a los compañeros eviten el alistamiento, ya que aprecia un primer paso hacia la conscripción obligatoria. (39) La policía prohíbe la expedición postal de “Cronaca Sovversiva”, registra las oficinas, como lo hace con la casa de Galleani, que es arrestado acusado de conspirar contra el llamado a las armas. Sale bajo fianza (trescientos dólares). “Cronaca Sovversiva” continúa circulando, primero a través de un correo privado y luego por medios propios, incluso en motocicleta. Las oficinas de los grupos galleanistas, diseminadas alrededor de Estados unidos, son allanadas varias veces durante 1917 y 1918 . El mismo Galleani es arrestado otra vez en Mayo, y nuevamente liberado. En Julio, las autoridades declaran ilegal a “Cronaca Sovversiva”, sin embargo, se imprimen dos números más clandestinamente.

Finalmente, en octubre de 1918, el congreso vota la expulsión de todo extranjero residente que se identifique como anarquista. El 24 de julio del siguiente año, Galleani será deportado a Italia, dejando atrás a su pareja y a cinco hijos. (40) En respuesta a la deportación, sus compañeros lanzan una operación de ataques con paquetes bomba, que son enviados a decenas de autoridades estadounidenses responsables de la represión contra el movimiento. (41)

Es arrestado al desembarcar en Génova, pero fue liberado rápidamente gracias a la presión de los trabajadores portuarios. (42) Los años del Bienio Rojo han culminado: los militantes italianos piden a Galleani se haga cargo de la redacción de un nuevo periódico, “Umanità Nova”, pero se niega. En 1920, se traslada a Vercelli y luego a Torino, donde comienza una nueva etapa de “Cronaca Sovversiva”. Sigue colaborando con anarquistas de todas las tendencias, incluidos los organizadores, además mantiene una gran relación con Malatesta, al que le tiene gran estima, aunque critica la fundación de la Unión Anarquista Italiana, durante la conferencia de Bolonia en julio de 1920. (43)

Se ve obligado a esconderse, pues la policía lo persigue por el contenido de sus artículos. Se le detiene y enjuicia; recibe una condena de año y medio. Es liberado en Diciembre de 1923, tiene 64 años de edad y padece diabetes. Estaba dedicado en revisar los artículos de debate con Merlino, y en completar la traducción italiana de las memorias de Clement Duval, (44) cuando lo detiene la policía de Mussolini y lo confina en Lipari. (45) Fue liberado hasta 1930, aunque bajo vigilancia estrecha. Se establece con Pasquale Binazzi y Zelmira Peroni en Caprigliola, donde muere el 4 de noviembre de 1931. (46)

El Hereje, G. Pimpino, El Vecc, Mentana, Minin: son algunos de los seudónimos que utilizó, aunque Galleani siempre fue el mismo, coherente con el ideal de la anarquía e irreductible. La determinación extrema con la que defendió su anarquismo, y su comportamiento ejemplar frente a la autoridad son elementos que lo hicieron admirado por al menos dos generaciones de anarquistas. Después de su muerte, decenas de sus artículos se reimprimieron en Estados Unidos primero, y luego en Italia. (47) Otra señal de lo importante que fue su figura. “¡Era realmente un maestro, un gran orador: era el mejor!”, afirmó uno de sus compañeros. (48) En estas palabras simples está encerrado todo el peso de su carisma.

 

Antonio Senta

Notas:

  1. Agradezco a Tomaso Marabini por el importante apoyo historiográfico brindado.
  2. Pier Carlo Masini, Gli Internazionalisti. La Banda del Matese 1876-1978 (Milano-Roma: Edizioni Avanti!, 1958), p. 129.
  3. Pier Carlo Masini, La Prima Internazionale, in Maurizio Antonioli e Pier Carlo Masini, Il sol dell’avvenire. L’anarchismo in Italia dalle origini alla Prima Guerra Mondiale, (Pisa: Biblioteca Franco Serantini, 1999), p. 15.
  4. Per una sua biografia cfr. Ugo Fedeli, Luigi Galleani. Quarant’anni di lotte rivoluzionarie 1891-1931 (Catania: Centrolibri 1984, prima ed. Cesena: Antistato 1956). Vedi anche Pier Carlo Masini, La giovinezza di Luigi Galleani, “Movimento Operaio, Milano, a. VI, n. 3, maggio-giugno 1954; Paolo Finzi, Antologia di storia anarchica, “Volontà”, Pistoia, marzo-aprile 1975, pp. 122-126; Camillo Levi [Paolo Finzi], L’anarchico dei due mondi, “A Rivista Anarchica”, Milano, aprile 1974; Redazione, Anarchist graffiti, “A Rivista Anarchica”, Milano, estate 1979. Paolo Finzi, L’eredità di Luigi Galleani, “A Rivista Anarchica”, Milano, ottobre 1981.
  5. Pier Carlo Masini, La Prima Internazionale cit.
  6. Luigi Galleani, Chi siamo?, “La Boje!”, Vercelli, 25 maggio 1885.
  7. Casellario Politico Centrale, Archivio Centrale dello Stato, Rome, fasc. Luigi Galleani.
  8. Gli anarchici al popolo in occasione del 1°Maggio, Paris, 1890, Service Historique de la Défense, Paris, archive N (IIIeme République 1872-1940), folder 7 N 1363.
  9. Elisée Reclus, Évolution et révolution, Genève, 1880; Elisée Reclus, L’Anarchie, Bruxelles, 1895.
  10. Giampietro Berti, Errico Malatesta e il movimento anarchico internazionale 1872-1932 (Milano: Franco Angeli, 2003), pp. 165-169.
  11. Luigi Galleani, Figure e figuri (Newark: Biblioteca de “L’Adunata dei Refrattari”, 1930), p. 182.
  12. Cfr. L’anarchico Galleani da Pantelleria a Favignana, “L’Avanti!”, Roma, p. 2.
  13. Natale Musarra, Una storia d’amore e di anarchia, “Sicilia Libertaria”, Ragusa, aprile 2007, p. 5.
  14. Cfr. “L’Avvenire Sociale”, Messina, 1901-1902.
  15. Cfr. Il comizio a favore della candidatura di Galleani, “Avanti!”, Roma, 20 marzo 1897, p. 3.
  16. Armando Borghi, Fermezza anarchica, “Umanità Nova”, Roma, 3 aprile 1960.
  17. Cfr. Melchior Seele [Raffale Schiavina], A fragment of Luigi Galleani’s life, in Marcus Graham, edited by, Man! An Anthology of Anarchist Ideas (Orkney: Cienfuegos press, 1974). http://www.katesharpleylibrary.net/d51cvp.
  18. Giampietro Berti, Determinismo scientifico e mutuo appoggio: Pëtr Kropotkin, in Giampietro Berti, Il pensiero anarchico dal Settecento al Novecento (Manduria-Bari-Roma: Lacaita, 1998), pp. 293-370. Cfr. anche Pëtr Kropotkin, The Scientific Basis of Anarchy, “The Nineteenth Century”, XXI, febbraio 1887, pp. 238-58.
  19. La primera edición de “El Apoyo Mutuo” es del 1902, pero tales concepciones circulan en la prensa anarquista una decena de años antes. Las ideas de comunismo anarquista y de interdependencia entre anarquismo, ciencia y evolución remontan a 1880.
  20. Cfr. Mentana, Faccia a Faccia col nemico. Cronache giudiziarie dell’anarchismo militante (East Boston, Mass: Gruppo Autonomo, 1914 e ristampato da Galzerano nel 2001).
  21. Paul Avrich, Anarchist voices. An oral history of anarchism in America (Oakland-Edinburgh, AK Press: 2005), p. 316.
  22. Cfr. Catina Willman e Concetta Silvestri, in Paul Avrich, Anarchist voices cit., pp. 111, 107. Vedi anche L’Adunata dei Refrattari, Il pensiero anarchico di Luigi Galleani, “L’Adunata dei Refrattari”, Newark, 5 novembre 1949; Jospeh Moro, Bartolomeo Provo, Harry Richal, Elide Sanchini, Alberico Pirani, in Paul Avrich, Anarchist voices cit., pp. 113, 117, 129, 138, 142; Paul Ghio, L’anarchisme aux Etats Unis (Paris: 1903), pp. 140-142.
  23. Alberico Pirani, in Paul Avrich, Anarchist voices cit., p. 142.
  24. La célebre frase de Carlo Buda, hermano de Mario Buda, referida por Charles Poggi, en Paul Avrich, Anarchist voices cit., p. 132.
  25. Sobre las dinámicas de los “socialistas subversivos” en particular en el área de Nueva York, la tesis de licenciatura de Marcella Bencivenni, Italian American radical culture in New York city: the politics and arts of the sovversivi, 1890-1940 (The City University of New York: 2003).
  26. Referido por Valerio Isca en Paul Avrich, Anarchist voices cit., p. 147.
  27. Cfr. “Cronaca Sovversiva”, Barre, Vermont, 18 gennaio 1908.
  28. Luigi Galleani, La fine dell’anarchismo? (Newark: edizione curata da vecchi lettori di “Cronaca Sovversiva”, 1925), p. 45.
  29. Guy Liberti, in Paul Avrich, Anarchist voices cit., p. 157.
  30. Ibidem.
  31. Sull’attività de “L’Adunata dei Refrattari” e sugli stretti legami con “Cronaca Sovversiva” cfr. I fondatori, Ricordi di casa nostra. Nel XXV anno de “L’Adunata”, “L’Adunata dei Refrattari”, New York, 13 aprile 1946, p. 1; Venticinque anni di vita e di battaglia, “L’Adunata dei Refrattari”, New York, 12 aprile 1947, p. 1; O. Maraviglia, L’anniversario, “L’Adunata dei Refrattari”, New York, 22 aprile 1950, p. 1; Tino, Compleanno 1922-1952, “L’Adunata dei Refrattari”, New York, 12 aprile 1952, p. 1;
  32. Para un recuento de su actividad propagandística, cfr., Vico Covi, La propaganda del compagno G. Pimpino a Philadelphia, Pa., “Cronaca Sovversiva”, 22 dicembre 1906.
  33. Paul Avrich, Review of Luigi Galleani, The End of Anarchism?, “Black Rose”, Boston, inverno 1983.
  34. Para entender mejor los términos de esta polémica, consultar “Régeneracion sezione italiana”, dirigido por un ex colaborador de Galleani, Ludovico Caminita. http://www.archivomagon.net/Periodico/RegeneracionItaliano/RegeneracionItaliano.html.
  35. Cfr. Mentana [Luigi Galleani], Madri d’Italia! Per Augusto Masetti (Lynn, Massachusetts: a cura della “Cronaca Sovversiva” e degli anarchici di Plainsville, Pa., 1913). Nel 1912 Galleani edita anche tre numeri di “Balilla”, un periodico antimilitarista per ragazzi.
  36. Questi articoli sono raccolti nel volume Una battaglia (Roma: Biblioteca de L’Adunata dei Refrattari 1947).
  37. Cfr. “Cronaca Sovversiva”, Lynn, Massachusetts, 3 aprile 1915.
  38. [Ugo Fedeli], Un trentennio di attività anarchica 1914-1945 (Cesena: L’Antistato, 1953), pp. 121-123.
  39. Mentana [Luigi Galleani], Matricolati!, “Cronaca Sovversiva”, Lynn, Massachusetts, 26 maggio 1917.
  40. Cfr. Paul Avrich, Sacco and Vanzetti. The anarchist background (Princeton, New Jersey: Princeton University Press 1991), Luigi Galleani ad nomen.
  41. Ibidem, pp. 137-148. Vedi anche una delle prime scene del film J. Edgar di Clint Eastwood (2011).
  42. Gli Editori, Prefazione, in Luigi Galleani, Una battaglia cit., pp. XII.
  43. Minin [Luigi Galleani], Attenti ai mali passi!, “Cronaca Sovversiva”, Torino, 17 luglio 1920.
  44. Luigi Galleani, La fine dell’anarchismo? cit.; Clemente Duval, Memorie autobiografiche (Newark: Biblioteca de “L’Adunata dei Refrattari” 1929).
  45. Según reporta Paul Avrich, en los años veinte Galleani logra regresar a los Estados Unidos por un breve periodo, rencontrándose con su familia.
  46. L’Adunata, È morto Luigi Galleani, “L’Adunata dei Refrattari”, 14 novembre 1931.
  47. Adicionalmente a los libros ya citados, cfr.: Aneliti e singulti (Newark: Biblioteca de “L’Adunata dei Refrattari” 1935); Mandateli lassù! (Cesena: Antistato 1954); Metodi della lotta socialista (Newark: “L’ Adunata dei Refrattari” 1972); Alcuni articoli dalla sua “Cronaca Sovversiva”, Pistoia: Archivio Famiglia Berneri 1984). Per una sua bibliografia, cfr. Ugo Fedeli, Luigi Galleani cit., pp. 124-131.
  48. Harry Richal, in Paul Avrich, Anarchist voices cit., p. 129.

 

Niñas

Dos niñas fueron juzgadas esta tarde en Milán.

No fue el afligido juicio de infantes atrapadas en un tribunal frente a un juez severo.

Vi cómo sucedió. Hubo una manifestación anarquista donde, entre hombres resueltos y mujeres enérgicas, dos jóvenes de catorce y quince años fueron aprehendidas.

La sombría María tenía un raro encanto, con aire de astucia juvenil, pelo corto ondulado, y ardientes ojos oscuros. Miraba a los señores de la corte en silencio, con insolencia indefinible, fue mejor que lanzarles un zapato. Hablaba mostrando una sonrisa. Sus cortas frases significativas eran acentuadas por gestos firmes.

– “¿Cómo puedes hablar de anarquía?” Murmuró el juez: “Ni siquiera sabes lo qué es.”

– “¿Usted ha estudiado la anarquía más a fondo? Entonces, existe. ¿Me enseñaría al respecto?”

¡No, pequeña, que no te enseñen nada! La revuelta es instintiva, y la teoría es muy a menudo vana. Tú lo sabes todo si sientes lo terrible que es la vida, esta vida bestial.

Ernesta Quartirola, un año más joven, tiene una belleza igualmente característica. Naciente belleza severa, enigmática. Podría ser una estatua orgullosa del futuro… quién sabe. Su silencio es arrogante. Aparenta como si nada tuviera que ver con ella. Un sí, un no, un encogimiento de hombros y eso es todo.

Pero la sombría María, María Roda, con su actitud desafiante, no permite accedan los testigos de cargo para proseguir con su narrativa sin interrupciones. Sus respuestas marcaban las pausas. Lanzó una cadena de insultos a los vergonzantes delatores e informantes profesionales. Replica a cada uno de ellos.

Un agente testifica en su contra:

– “La señorita Roda incitó a los manifestantes a agredir a la policía, lo hizo como si estuviera poseída, gritaba a todo el mundo, ¡incluso insultó a los oficiales!”

– “¿Cuál es tu respuesta?” Cuestiona el presidente de la corte.

– “Me da pena este gendarme. Es una vergüenza que un pobre diablo deba ganarse el pan de esa forma. Me impresiona que sea el único que se quedó, después de que los otros pobres diablos, sus hermanos, se marcharon… ojalá esto lo haga pensar.”

Lanzó un gesto de desdén hacia el miserable que la había acusado. Arrojaba un primer rayo revelador de ese espíritu sombrío.

Así es como nuestras compañeras se mostraron, quienes están en una edad en que otras apenas han dejado de jugar con muñecas, u otras, las hijas de burgueses, empiezan a divertirse en jugueteos de amor con primos o con algún viejo amigo de la familia.

Prisión, se les impuso. Los hombres de la corte eran generosos. Ernesta y María pasarán tres meses en prisión, y deberán pagar una multa a estos señores. ¡Trescientos francos exigidos a pobres niñas! Es una desvergüenza, pero así es.

Un momento antes de que el Tribunal se retirara a considerar la condena, el hombre de rojo le dijo a María:

– “¿Tienes algo que añadir?”

– “No hay nada, no tendría sentido.”

Esa fue la última palabra.

Se ha dicho una y otra vez que Milán es una pequeña París. Los magistrados de Milán lo comprueban, al menos en un punto, que son tan repugnantes como sus hermanos parisinos. De todos modos, ¿no es la magistratura lo mismo en todas partes? ¿Podría ser de otra manera?

Esta es, probablemente, la razón de que donde quiera que vayas el recuerdo de la patria te perseguirá. Cae encima, como las náuseas al ver la vileza de un juez.

 

Zo d’Axa

 

Periódico L’Endehors. 1895

 

 

Hacia la insurrección permanente: por la radical destrucción de lo existente

“Cara a cara con el enemigo, sin mediaciones ni gestorías: he ahí la divisa y el
emblema de una práctica de intervención, orientación y potencialidad
anarquista”

Rafael Spósito

Digámoslo de esta manera: tal vez no es más que una simple cuestión de “fe”, pero tomamos nota de que no hay más sordo que quien no quiere oír ni más ciego que quien se niega a ver; por lo tanto,sabemos que es una batalla perdida de antemano –y energías desviadas del ataque– tratar de persuadir a los eternos guardianes de las “sagradas escrituras” en torno a la urgencia de renovación de nuestra teoría y nuestra práctica con una redefinición actualizada de nuestros trazos. Esos que no oyen ni quieren ver la necesidad de un nuevo rumbo anárquico en el contexto contemporáneo –frente a la reestructuración del capitalismo y el Estado, bajo el reino de las nuevas tecnologías–, son quienes engrosan hoy el conjunto de obstáculos que enfrenta el presente desarrollo del anarquismo.

Aquellos que aún permanecen anclados al modelo tradicional del “anarquismo clásico”, en sus organizaciones de síntesis y/o en partidos especificistas–estructurados de manera rígida en verdaderos aparatos burocráticos donde, inevitablemente, delegan estudios de “coyuntura” y elaboran conclusiones, instruyendo desde el púlpito qué hacer para frustrar el avance de la dominación–, ya no nos aportan nada con su visión ideologizada y su versión mediatizada de la lucha ácrata. Mientras no terminen como informantes y/o secuaces confesos del presente histórico-social, deberían sernos completamente indiferentes, excepto por la función que desempeñan en términos de propaganda (completamente opuesta a nuestras reflexiones).

Cada vez es más evidente el prejuicio ideológico de estos “sordos” y “ciegos” contra la tendencia insurreccional, con especial pedantería contra la organización informal, no sin dejar de hacer caprichosas distinciones entre un pretendido “informalismo bienhechor”–mucho más tolerable– que invita a la difusión comunitaria del apoyo mutuo y otro, sumamente inaceptable y consecuentemente insurreccional que incita constantemente al ataque contra la dominación y «pone en peligro al “movimiento” en general y al “anarquismo organizado” en específico».

Contrario a los prejuicios de las organizaciones rígidas y su ideología trasnochada, centramos nuestro interés en todas esas negaciones en movimiento; enfocamos nuestra mirada en el conjunto de tensiones anárquicas emergentes –desde las y los lobos solitarios anarconihilistas hasta el insurreccionalismo queer, por poner un par de ejemplos concretos– que estudian al enemigo para saber inmediatamente dónde golpearlo con todas sus fuerzas. Tensiones que, utilizando el lenguaje actual que parece haberse arraigado en esta porción de la galaxia anárquica, se identifican con el denominado “anarquismo de acción”, es decir, con la informalidad organizacional y la práctica insurreccional permanente.

Sin embargo, dentro de nuestro propio universo, frecuentemente se utilizan conceptos que –ya sea como reafirmación identitaria o, con la intención de distinguirnos de las demás luchas y/o deslindarnos del inmovilismo prevalente– a veces crean más confusión en la escena, envolviendo en una espesa niebla ese mínimo de claridad indispensable para el avance de la guerra anárquica y la forja de un sustrato común.

En este sentido, es posible situar, a partir de esta suerte de “cosmovisión”, desplazamientos y reubicaciones conceptuales que, en conjunto, implican un giro que tal vez quepa calificar de “radical” y que, de hecho, intenta reorganizar el campo de entendimientos y significaciones. Empero, en ocasiones topamos con verdaderas desvirtuaciones que, sin proponérselo, dejan de acompañar su aliento insurreccional de la reafirmación intransigente de nuestros principios. Así las cosas, continuamente encontramos como el propio concepto de “anarquismo de acción” a veces es reducido a su mínima expresión.

Definitivamente, la acción anárquica no puede diseccionarse como si se tratara de una zanahoria que intentamos cortar en rodajas, cada una de las cuales es digerible o no en su aislamiento. Cualquier acción anarquista, desde la perspectiva del anarquismo de praxis, implica un conjunto de factores –análisis e identificación del enemigo, evaluación general del proyecto (del que se puede ser parte), ataque y; luego, sistematización y elaboración de teoría a partir de la experiencia práctica, etc., lo contrario, sería restringir nuestra lucha a la limitada actuación de un grupo de especialistas. Por eso, consideramos apropiado que el concepto de “anarquismo de praxis” incluya este conjunto de factores, y no solo la “acción destructiva en sí misma”.

Es evidente que el anarquismo de acción es ese que no se queda en la “Idea”, es decir, que no se limita a la elaboración intelectual, sino que se traduce en acciones de ataque concreto al sistema de dominación imperante dándole vida a la Anarquía; no obstante, habría que agregar que a veces no todo lo que está diseñado como una posible “acción concreta” se convierte en un ataque “efectivo”, ya que pueden darse condiciones que impiden su desarrollo.

Definitivamente, el concepto en cuestión no debe circunscribirse a quienes llevan a cabo la acción destructiva, sino que ha de involucrar a todas las y los cómplices que desarrollan un sinfín de quehaceres paralelos facilitando el accionar final: desde la expropiación –proporcionando primero los insumos necesarios para el ataque y, después, facilitando la edición/impresión de materiales teóricos elaborados a partir de la experiencia práctica– hasta el análisis en función de la acción realizada. De tal suerte, el viejo concepto de “acción directa” se enmarca en el mismo razonamiento y, se complementa con la idea de “anarquismo de acción”, ya no reducida a los clásicos esquemas de actuación del (casi) extinto movimiento obrero en torno a la huelga –el sabotaje industrial y el boicot– ni tampoco como una expresión únicamente aplicable a nuestras acciones destructivas sino en tanto característica básica del perfil y posicionamiento anárquico.

De igual forma, existen otros conceptos que se esgrimen a modo de “identidad” que con cierta frecuencia son utilizados de manera confusa. En ese sentido, consideramos que es muy presuntuoso asumirnos como los únicos portadores de ciertos talantes con el propósito de diferenciarnos de los “otros”. Por ejemplo, con el uso impropio de la definición de “anarquista individualista”: acaso pretendemos monopolizar un rasgo que, como anarquistas, es indiscutible que aplica para todos; es decir, que todas las y los anarquistas coincidimos en que ningún grupo humano, sea grande o pequeño, debe
forzar la integración de las personas, por el contrario, consideramos vital incrementar la individualidad, su potencia y sus capacidades. Como anarquistas, estamos conscientes que cualquier “unión”, por muy bien intencionada que sea, siempre requiere la renuncia de los individuos a la plena disponibilidad sobre sí mismos. Al ser únicos –¡no somos iguales!–, cada quien busca asociar lo que tiene en común con las y los demás, no lo que nos distingue y nos separa de los otros, de lo contrario la coordinación sería imposible. Sin embargo, consideramos que sí es viable la coordinación en momentos y situaciones específicas y, con fines previamente concertados, sin renunciar a nuestra autodeterminación táctica y estratégica (precisamente, ese es el propósito de concretar un espacio insurreccional internacionalista).

Por supuesto, siempre se podrá demostrar, particularmente en nuestros días que todo se ha venido clarificando –aunque, no fue así desde el principio–, que nunca ha faltado la actuación de ciertos “anarquistas” (sobre todo en el pasado, pero también en la actualidad) que han impuesto límites absurdos a través de organizaciones burocráticas, repletas de “declaraciones de principios”, “estatutos”, “reglas” y, otras mil restricciones. Empero, a la hora de hacer balance y examinar el pasado, no podemos olvidar las reflexiones de época, es decir, las “mentalidades” prevalentes, las lecturas caducas que se hacían del mundo y el orden que se asignaba al conjunto de cosas y eventos.

Por último, tampoco podemos obviar la fascinación que existía y, lamentablemente todavía existe en ciertos sectores, por el desarrollo cuantitativo –verificable tanto en las organizaciones sindicales como en las de síntesis–, apostando al crecimiento aritmético como si por el sólo hecho de crecer pudieran poseer todas las “positividades”, eliminando a priori cualquier dificultad, incluidas las renuncias, las actitudes autoritarias y las traiciones que surgieron por aquí y por allá en momentos neurálgicos del movimiento anarquista. Ya ni hablar de las desvirtuaciones del “anarco-populismo” que ha venido tomando cuerpo en nuestros días, un coctel ideológico mefítico (ensayado en laboratorio a partir de dos ingredientes: el añejo plataformismo y, una suerte de leninismo posmoderno, mezclados en partes iguales y servido al tiempo) que impulsa “gobiernos progresistas” en nombre del “Poder Popular”.

Desde luego, quizá valga aclarar –para evitar una malinterpretación de lo antes expresado– que cuando señalamos el “uso impropio de la definición de anarquista individualista”, no significa que no reconozcamos la presencia histórica de estas lobas y lobos solitarios al interior de la tendencia insurreccional e informal (capaces de eliminar tiranos y hacer temblar a la dominación –y a la servidumbre voluntaria– de su época) y, sus tremendos aportes al conflicto anárquico, incluso en nuestros días, con sus osadas acciones contra toda autoridad. Nos referimos a ese hincapié improcedente que a veces se hace desde algunos grupos de afinidad, en franca contradicción con sus propios postulados, llegando en ocasiones a enredar más la madeja y a exacerbar diferencias realmente inexistentes en nuestra tendencia.

Otro concepto que con frecuencia también es sacudido y empleado a modo de “remedio universal” es la afinidad. En lugar de entenderse como una práctica “organizacional” frente a las estructuras rígidas de la “organización formal”, ahora se esgrime como criterio “anti-organización” o, a modo de “estructura de convivencia comunitaria” –como plantean algunos “anarco”-liberales desfasados, ante la pandemia de Covid-19, renunciando al ataque–, lo que aumenta la confusión e introduce contradicciones incluso donde no las había (¡y donde no deberían existir!).

En concreto, ha sido en el marco de acontecimientos puntuales del movimiento anarquista y, mediante debates internos que se han ido articulando en diferentes momentos, que el significado de “informalidad” (es decir, de “grupos informales” y/o “organización informal”) ha adquirido su propia especificidad. Tanto es así que, por ejemplo, los “grupos informales” concretos, también han operado al interior de organizaciones sindicales y organizaciones específicas (ejemplo el grupo “Nosotros” en el Movimiento Libertario español). Por lo tanto, es evidente que la informalidad (de los “grupos”) también puede estar contenida dentro de estructuras organizativas rígidas que se consideran “formales” a sí mismas, no tanto y no sólo porque lo asuman en su nombre, sino porque están estructuradas de esa manera, se establecieron con tal fin y, tienen evaluaciones internas y parámetros operativos que persisten más o menos estables en el tiempo, o que cambian según acuerdos establecidos.

En resumen, incluso dentro de la “máquina organizativa formal”, los grupos informales pueden actuar (y han actuado). Sin embargo, es a partir de las dinámicas y debates de las últimas décadas del siglo pasado que el concepto de “informalidad” contrasta como propuesta organizacionalmente válida para ir más allá de los límites y, superar las contradicciones de las históricas organizaciones anarcosindicalistas y del anarquismo especificista de síntesis: la formalización de las relaciones dentro de una maquinaria mastodonte que requiere sus tiempos y energías, con sus obstáculos burocráticos y formas preestablecidas de relaciones, desangra a sus asociados, para colmo, en un sistema que persigue sus propios tiempos a una velocidad cada vez más fuera del alcance humano. En este contexto, la herramienta organizativa se convierte en un fin en sí misma, ¡no en un medio útil para los fines por los que fue concebida! De ahí, la necesidad de dotarnos de nuevas herramientas, nuevas formas de organización, para adecuar la lucha anarquista ante las nuevas estructuras dominantes, mejorando las relaciones inmediatas entre compañeros y compañeras que con su fluidez redefinen las necesidades organizacionales para enfrentar las vicisitudes y las dinámicas interna y externa.

Si bien, la asociación de compañeros y compañeras en grupos de afinidad puede ir mucho más allá de los límites y contradicciones de las estructuras rígidas de las orgánicas sindicalistas o de síntesis – al asentarse en relaciones directas que favorecen, entre otras cosas, el conocimiento personal mutuo y la intimidad–, evidentemente, esta forma organizativa por sí misma, no nos garantiza que no aparezcan ciertas dificultades que sólo con el esmero perenne de cada quien pueden llegar a “erradicarse”. Por ejemplo, la misma diversidad de personalidades –con diferente preparación, experiencia y, capacidad de síntesis y análisis– que integran un grupo, puede determinar la aparición de “líderes naturales” (no buscados ni deseados sino completamente espontáneos). Siempre han existido personalidades que hacen más que otras y, a veces, mejor que otras, y evidentemente, no pueden ser forzadas a medirse con los mismos parámetros de una “igualdad” incomprendida para “todos” y “todas”. Por lo que, valorar la riqueza y la contribución de cada quien al quehacer del “grupo de afinidad”, en aras del proyecto a compartir en la lucha contra lo existente, no excluye la responsabilidad individual de cada quien frente a las relaciones internas que se establezcan. Desde este punto de vista, incluso la afinidad no nos garantiza nada. Siempre será la tensión permanente individual la que cree continuamente los diques necesarios para confrontar los momentos – “espontáneos”– de autoritarismo y arrogancia individual y/o colectiva, evitando la formación de espacios de poder y las actitudes centralizadoras, de la misma manera que seguramente sucederá en un hipotético mañana liberado. (¡El Estado no salió del sombreo de un mago, sino de la condición que precede la centralización del poder!).

Otro concepto que bien merece que nos detengamos un momento a reflexionar es el de “Nihilismo”. De hecho, si lo sacamos del contexto poético y lo colocamos frente a la lectura del escenario concreto, será evidente, para todas y todos, que su empleo es común a muchas de las tensiones que animan el anarquismo contemporáneo (informal e insurreccional). También es indiscutible que este concepto ha tenido presencia en nuestras filas desde hace más de un siglo, contando con connotadas figuras de larga trayectoria insurreccional que en su época se autodenominaron anarco-nihilistas. Así las cosas, comencemos señalando las dos acepciones del término “Nihilismo”: si bien es una expresión indeclinable que se usa en el nominativo y acusativo; por una parte, puede emplearse como sinónimo de “nada”, en el sentido de “vacío” o, “nūlla res”, es decir, ausencia absoluta de alguna “cosa” (o realidad); pero también puede referirse a la “nada” de manera precisa, predefinida, determinada, cuya conformación puede emerger de lo indeterminado de las formas estables y/o cambiantes. Ahora bien, si admitimos que desde los parámetros del anarquismo contemporáneo, se excluye de antemano la salvaguarda de los elementos fundadores del actual sistema de dominación, entendiendo la inutilidad y/o nocividad de estos en la posible “sociedad futura”, es consecuente asumir que esa sociedad futurista carece de boceto o esquema que pueda definirla y/o describirla en la actualidad. Si tenemos que destruir de inmediato todo lo existente –por las razones que resumimos sucintamente– nos queda claro que somos necesaria y obstinadamente “nihilistas” en la segunda acepción del vocablo. Entonces, la supuesta diferencia radical desaparece, de hecho, no existe ninguna diferencia desde esta forma de entender las cosas, entre quienes se asumen anarquistas individualistas y nihilistas y, no aspiran a un “anarquismo preconstituido”, por una lado y, por otro, aquellos, que también se admiten anarquistas insurreccionales pero no excluyen la hipótesis de la posible participación de un sector de los excluidos dentro de la dinámica destructiva de la insurrección y, paralelamente, tampoco le apuestan a una hipotética “sociedad anarquista preconstituida”.

Aquí, reaparece la añeja trama del individuo-sociedad y las diferencias entre los llamados anarquistas individualistas “puros” y los denominados anarquistas “sociales”, pero más allá de las etiquetas con que cada quien nos decoremos, nos queda claro que la historia no está ordenaba “ontológicamente”, sino que está constituida por lecturas e interpretaciones de dinámicas político-culturales y sociales, mediadas (¿por qué no?) por la sensibilidad particular y la tendencia individual. Pero más allá de esta obviedad, que tiene sus propias razones, ¿existen contextos generales y particulares que algunos prefieren excluir definitivamente, por más que sean necesarios, mientras otros admiten que aún hay posibilidades de algún tipo de participación de los “sectores sociales” en el proceso destructivo-insurreccional?

A menudo recurrimos a las demostraciones que nos ofrece la Historia para concluir definitivamente que cada “Revolución” (en su acepción de “levantamiento popular contra lo existente” – o insurrección generalizada), ha desembocado siempre en nuevos poderes centralizados (léase dictaduras) y que, per se, es ajena y enemiga del anarquismo, ya que luchamos contra el poder centralizado en sí mismo. Pero, tan pronto como avanzamos un poco más allá de esta conclusión, y comenzamos a hacer distingos entre “insurrección” y “Revolución” y/o, nos planteamos la “posibilidad revolucionaria” y la eventual “participación social” en nuestros días, la discusión prevalece (y muchas veces se enardece) porque quienes sostienen una u otra posición cuentan con un abundante arsenal argumentativo y, es que estas diferencias distan mucho de ser menores pues exceden los regocijos académicos y se instalan en las justificaciones de formulaciones prácticas y organizativas en torno a la actualidad u obsolencia del “proyecto revolucionario” e, inclusive, entroncan con las diferencias en torno a la visión cuantitativa y el consecuente inmovilismo implícito en la espera de “condiciones objetivas y subjetivas” (es decir, el pretendido despertar y desperezamiento de la servidumbre voluntaria) para la “inminente” concreción de la insurrección generalizada, lo que inevitablemente provoca divergencias y polémicas por lo general irreconciliables.

Ante esta disyuntiva, hay compañeros y compañeras que optan por cortar de tajo la discusión y plantearla en blanco y negro: «o consideramos que hay posibilidades concretas de destrucción definitiva del presente histórico, o creemos que no existe ninguna». De tal forma, rematan que quienes piensan que no hay ninguna posibilidad, «volatilizan de antemano cualquier pensamiento sobre el hipotético mañana liberado y tienen su alma en paz, ya que eliminan el problema en torno a la necesaria afinidad entre medios y fines y, toda planificación de la destrucción del presente y lo que siga».

Y en efecto, podría concluirse que al minimizar y/o negar las posibilidades de alcanzar el “fin”, se desprecian automáticamente “los medios”; sin embargo, pesa a la icónica reflexión anárquica (“los medios condicionan el fin”) en respuesta a la máxima maquiavélica (“el fin, justifica los medios”), en verdad, la elección de los medios para los y las anarquistas, va acompañado siempre de nuestros principios éticos (decididamente antiautoritarios) y no está condicionado por el hipotético fin anhelado.

Por su puesto, quienes plantean la imposibilidad de una ruptura sediciosa en nuestros días y aseguran que cualquier “Revolución” desembocará una vez más en dictadura –aún más en las condiciones que hoy impone un hipercapitalismo multicéntrico mucho más autoritario, de la mano de la tecnología y la redefinición genética de todo organismo viviente–, no se quedan atrás a la hora de pronunciarse ante quienes consideran realizable la destrucción definitiva del sistema de dominación, insistiendo en la “caducidad del análisis” y la “lectura ideologizada” de las y los defensores del “proyecto revolucionario posmoderno”. Pero si todavía hay compañeros y compañeras que consideran que existen posibilidades de destrucción del sistema centralizado de poder, en consecuencia, deben evaluar mejor la correlación de fuerzas y las interacciones que se desarrollan en la actualidad; ya que en este caso, la “voluntad de hierro” del guerrero, o de la coalición de guerreros y guerreras, no será suficiente para derribar al enemigo. Exactamente, en esta dinámica el “movimiento anarquista” (en su integridad histórica) se ha presentado siempre como un ente sedicioso –con el templado objetivo de destruir radicalmente la estructura institucional– que, al rechazar cualquier hipótesis en torno a la conquista del poder, coloca el evento “insurreccional” como el momento decisivo de la destrucción del enemigo. Sin embargo, es evidente que las condiciones actuales no son las mismas que hace un siglo atrás. Desde luego, esta afirmación no representa la negación a priori de la sedición social. Si mañana se concretara la ansiada insurrección generalizada, estamos convencidos que será bienvenida por todos los componentes (individuales y colectivos) de la tendencia, rebasándola siempre y orientándola hacia la Anarquía; lo que tampoco significa que estamos dispuestos a ser sorprendidos por la generalización de la lucha de los sectores excluidos, sino que vivimos atentos a todo brote sedicioso con el fin de exacerbarlo hasta las últimas consecuencias.

El hecho que en la actualidad, la tendencia anarquista informal e insurreccional, reconozca la inhabilidad de la preservación de los elementos del sistema para su uso futuro y, se centre en la destrucción de lo existente, dejando así abierto el futuro al “nihilismo” –poniendo en claro que no hay nada definido ni definible en el presente–, no afecta en modo alguno su validez ni la importancia de su accionar. Empero, la dominación y el poder no desaparecen en absoluto. Tanto es así que no hay tensión anárquica –en el contexto de la tendencia que nos ocupa–, que no lo tenga en cuenta y, no intente, más o menos, “solucionarlo”; frecuentemente, con cierto candor y otras, con ilusiones totalmente milagrosas, a pesar de lidiar con el tema en términos concretos. Por lo que a veces nos encontramos con compañeros que –ingenuamente– inscriben sus ilusiones en la misma lógica de las relaciones de poder sin cuestionarse demasiado y, vislumbran la lucha anárquica como un campo de batalla donde se enfrentan dos bloques en aras del triunfo definitivo; algunos le apuestan únicamente a la propaganda que emanaría de la acción destructiva en sí, considerándola aún más eficiente si va acompañada de comunicados explícitos; otros ponen sus ilusiones en el “contagio” de la acción destructiva y eligen el anonimato, reduciendo la acción sediciosa a una cuestión biológica; y, por supuesto, hay quienes, en cambio, se aferran al despertar de la servidumbre voluntaria y a posiciones similares, propias de los nucleamientos “anarco-sociales”, superadas por eventos y dinámicas del presente histórico que, continuadamente, vuelven obsoleta cualquier hipótesis general –válida en todas partes y para todos– de intervención subversiva-destructiva.

Y es justo en torno a estos tópicos que surge otro viejo concepto bastante vapuleado en nuestros días: la “propaganda por el hecho”. Históricamente, este concepto ha tenido su muy particular  significado en los círculos anarquistas, quedando auténticamente definido como la difusión del ideal anárquico a través de la violencia directa contra la dominación, ya sea mediante la eliminación física de los representantes del Poder y/o, por medio del ataque a su infraestructura o a sus instalaciones más emblemáticas (edificios gubernamentales, estaciones de policía, cuarteles del ejército, judicatura, legislativo, iglesias, etc.). Tal como lo indica la combinación de vocablos, esta divulgación activa del ideario ácrata no requiere la intervención de las palabras, ya que es el propio “hecho” el que expresa el sentido de la acción, por lo que no necesita ir acompañado de reivindicación alguna. A esta concepción, iban aunadas las reflexiones de época –inspiradas en las aspiraciones de “concientización de las masas proletarias”– que anhelaban la apropiación generalizada de los métodos revolucionarios, por lo que se recomendaba no reivindicar las acciones para conseguir su imitación por la mayoría de los explotados.

Sin embargo, nunca fue del todo cierto que la “propaganda por los hechos” se limitara única y exclusivamente a lo que “expresaba” la acción en sí. Por el contrario, la mayoría de las veces fue acompañada por cartas póstumas y/o manifiestos firmados por sus ejecutores –por lo general, publicadas en los periódicos anarquistas del momento– donde se narraba explícitamente el motivo de la acción o, en su defecto, los hechos eran reivindicados en exaltados editoriales glorificando a los “mártires de la Anarquía” y exponiendo las justas motivaciones que les llevaron a proceder contra la dominación.

Ciertamente, la mayoría de las acciones de “propaganda por los hechos”, salvo rarísimas y contadas excepciones, fueron realizadas por compañeros y compañeras anarquistas que actuaban motivados por sus convicciones y/o en represalia por las ejecuciones de sus compañeros. Jamás se verificó la “imitación” de las acciones por parte de los sectores sociales excluidos (ya fueran motivadas por los hechos anónimos o por las reivindicaciones editoriales), por el contrario, el “contagio” se manifestó entre los propios anarquistas que descifraban fácilmente el mensaje de sus compañeros e igualmente optaban por abandonar la espera por las “condiciones revolucionarias” y, vencían el miedo al poder omnipotente actuando en total complicidad.

En el marco de la dinámica del anarquismo contemporáneo, donde cada componente busca “su” solución, lejos de incrementarse las diferencias, constantemente surgen puntos comunes fundamentales para todas y todos los interesados. En primer lugar, detectamos que no es del todo cierto para ningún componente anárquico, el absoluto alejamiento de lo “social”, ya que –aunque declaren no tenerlo en cuenta– a menudo llaman a intensificar nuestro accionar y desbordar los límites cada vez que se presenta el más mínimo brote de explosión social. Por otro lado, tampoco es verdad que los presuntos “antisociales” no tengan un ojo puesto en la posibilidad post-insurgente, ya que reafirman abiertamente estar tan atentos al futuro como lo están del presente, con la determinación de cortar de raíz cualquier intento o manifestación de poder centralizado por muy “revolucionario” que se asuma; simplemente, no desean restringir el presente con estrechos parámetros ni darle una connotación determinante a lo que pudiera construirse hipotéticamente mañana sobre las ruinas del presente.

En esta misma tesitura, también se inscriben los “otros”, esos que todavía permanecen anclados en las orgánicas rígidas y burocráticas. Si bien este sector se equivoca persiguiendo paradigmas totalmente irrelevantes frente al actual contexto de lucha, es innegable que no desisten en su intento por permanecer lo más cerca posible de la realidad concreta, sin renunciar –pese a nuestros constantes reproches– a ninguno de los anhelos anárquicos, conscientes de que sólo la insurrección permanente abre la posibilidad de confrontación concreta con el sistema de dominación, sin que, ni siquiera “ellos”, pretendan desde hoy imponer lo que sobrevendrá en la hipotética post insurgencia.

Por lo pronto, es posible apreciar una suerte de “acercamiento” general, a modo de diagnóstico de la tendencia informal e insurreccional anárquica, destacando y reconociendo que en su interior existen diversidades irreductibles con sus tensiones, preferencias y formas de abordar la destrucción inmediata de lo existente; pero este hecho, no obstaculiza el desarrollo de nuestro sustrato compartido ni dificulta nuestros objetivos ancestrales de destrucción de toda dominación, sino que abona el terreno para limar asperezas –muchas veces exacerbadas– y consolidar entendimientos. De ahí la propuesta de rebasar concretamente los límites y deficiencias actuales desde la perspectiva de un posible paradigma anárquico renovado que ya no podrá limitarse a ningún espacio “regional” sino que exige la protagónica imbricación internacionalista y su consecuente proyección insurreccional.

Se asiste entonces, al abandono de todas nuestras certezas, a la absoluta indolencia frente a los rituales burocráticos de los recipientes organizativos rígidos, al imperioso rechazo a las planificaciones inviolables e incapaces de corregirse a sí mismas y, se pasa a explorar las infinitas posibilidades de nuevas prácticas susceptibles de provocar y promover el caos, cobrando vida nuevas tensiones que se vuelven móviles y se reconocen más en los recorridos vitales que en la estabilidad mortal de los lugares fijos. Hoy, las historias previsibles ya no conmueven y, los deseos se concentran en el ataque despiadado a toda forma de poder, se nutren en el placer de la insurrección permanente y la pasión por la sorpresa, exaltando el descubrimiento de lo nuevo.

Tomado de Reflexiones en torno al sustrato anárquico contemporáneo informal, insurreccional e internacionalista. Febrero/Abril, 2020