Preguntas aparentemente paradójicas

¿Es Israel el enemigo absoluto? ¿Un cáncer que hay que erradicar a costa de matar a gran parte de quienes viven ahí? ¿Y expulsar a los que queden? Nadie admitiría explícitamente que aboga por el genocidio de habitantes israelíes.

Sin embargo.

Los movimientos «radicales» salen a las calles desde hace meses blandiendo banderas palestinas y coreando el lema «Desde el río hasta el mar, Palestina será libre». Esta consigna tiene un significado inequívoco.

Sin embargo.

Estos movimientos también están animados por grupos y personas que, en otros contextos, luchan cada día por la universalidad de la libertad, la igualdad y la justicia social.

Una consigna similar a «Desde el río hasta el mar» es utilizada por los nacionalistas israelíes de derecha que quisieran anexarse permanentemente Cisjordania y Gaza.

Quien diga esto, palestino o israelí, espera el genocidio de todos los israelíes o de todos los palestinos.

Quien lo pronuncia tiene un enfoque exquisitamente esencialista, porque considera a todos los individuos, a todos los grupos sociales, a todas las mujeres, a todos los hombres y a todos los niños enemigos que deben ser destruidos, investidos de una culpa colectiva, la de existir y ser diferentes. Un planteamiento similar al de Arnaud Amaury durante la cruzada contra los cátaros, que respondió a un soldado que le preguntaba cómo distinguir a los herejes: «Mátalos a todos. Dios reconocerá a los suyos.»

Alguien podría fácilmente objetar que hoy es Israel quien intenta matar y ahuyentar a todos los habitantes de la Franja de Gaza. Y, de forma más lenta pero segura, también está llevando a cabo una limpieza étnica en Cisjordania.

Sin duda. Es un horror que no ha disminuido desde que, en una escala numéricamente menor, las tropas palestinas masacraron, violaron y torturaron a más de mil doscientos israelíes. El ataque del ejército israelí, que comenzó inmediatamente después de la masacre del 7 de octubre, ha provocado decenas de miles de muertos y transformó gran parte del territorio de Gaza en un montón de escombros.

Los fascistas sectarios que gobiernan en Israel y los fascistas sectarios que gobiernan en Gaza tienen el mismo objetivo. Matar a tantos habitantes como puedan y ahuyentar a los demás.

Unos tienen los medios para hacerlo. Otros no.

Ambos gozan de un fuerte apoyo, con una diferencia sustancial. Estados Unidos, aunque impaciente con las políticas del gobierno israelí, mantiene su apoyo político y militar. Los países árabes y musulmanes de la zona, aunque formalmente pro-palestinos, no mueven un dedo a favor de la población de Gaza.

Pregunta. ¿Es legítimo suponer que todos los israelíes aprueban las políticas de «su» gobierno?

Pregunta. ¿Es legítimo suponer que todos los palestinos aprueban las políticas de «sus» gobiernos?

¿Son estas preguntas retóricas? Lamentablemente no. Carteles, consignas, documentos del movimiento que en nuestro país apoya la «resistencia palestina», identificado con quienes perpetraron las masacres del 7 de octubre en Israel, describen al país como carente de oposición a la ocupación militar y al genocidio de los habitantes de Gaza.

Sin embargo.

Hay testimonios, llamados a la solidaridad que demuestran una oposición concreta a las políticas del gobierno israelí. No menos importante es el caso de insumisos que rechazan a los militares y las masacres y corren el riesgo de ir a prisión.

Incluso en Gaza y Cisjordania hay voces críticas hacia Hamás y sus aliados: son voces débiles, pero están ahí. No hay rastro de ello en documentos de los partidarios de la «resistencia palestina».

En los mismos documentos no hay rastro de crítica a Hamás, a pesar de ser una organización teocrática, cuya policía secreta, además de investigar y procesar a periodistas y opositores políticos, también cumple tareas de disciplina moral.

Sin embargo.

En diciembre de 2023, dos meses después del inicio de los bombardeos israelíes, se produjeron protestas en el sur de la Franja de Gaza contra Hamás, acusándolo de acaparar alimentos y medicinas para revenderlos a precios elevados.

Los movimientos en Israel que impugnaron la reforma judicial deseada por el gobierno de Netanyahu recibieron buena cobertura mediática por parte de los medios occidentales.

Las protestas contra Hamás y sus dirigentes que, en el mismo período, sacudieron la Franja de Gaza tuvieron mucha menos importancia.

En el verano de 2023, miles de jóvenes salieron a las calles, especialmente en el sur de la Franja, para protestar por la falta de electricidad y contra la corrupción, cuestionando incluso a Haniyeh, líder político de Hamás.

Es muy conveniente para el gobierno israelí y quienes lo apoyan afirmar que la población de Gaza se identifica completamente con su gobierno. Parece legítimo preguntarnos por qué la mayoría de los movimientos que luchan para detener las atrocidades israelíes no ponen suficiente énfasis al hecho de que el consenso en torno a Hamás y su liderazgo está lejos de ser unánime.

Miremos el contexto: en una zona muy pequeña, semidesértica, con recursos hídricos muy limitados, aplastada por años de cierres y embargos, con una densidad de población muy alta y una tasa de desempleo alarmante, la supervivencia de la población depende sobre todo de la ayuda exterior. Además de Naciones Unidas, fue fundamental Qatar, una petromonarquía que apoya a los Hermanos Musulmanes en el Mediterráneo Oriental, en el Magreb, en el Mashrek y en Europa. Huelga decir que el apoyo de Qatar no llega directamente a la población, sino que está dirigido a Hamás. Hamás distribuye la caridad islamista a quienes cumplen con los preceptos y directivas del partido.

De esta manera, especialmente en Gaza, la población palestina, la más laica del Mediterráneo oriental, ha ido avanzando progresivamente hacia posiciones fundamentalistas islámicas.

Israel, con un maquiavelismo digno de mención, inicialmente favoreció el crecimiento de Hamás, apostando que la transición al extremismo islámico reduciría las simpatías por el nacionalismo palestino. Un error de perspectiva bastante grave.

En el mismo período, también en Israel, la alianza entre el Likud y los partidos religiosos desplazó el eje político de la política institucional hacia una perspectiva fundamentalista judía. Hamás pretende aniquilar a todos los israelíes, la derecha religiosa israelí pretende aniquilar a todos los palestinos.

¿Hemos llegado a un punto sin retorno? Esperemos que no. Pero, sobre todo, intentemos investigar las grietas para tender hilos de solidaridad activa a quienes, en todas partes de esa zona, se mueven en una perspectiva internacionalista y libertaria. No se debe conceder ninguna indulgencia a los fascistas teocráticos israelíes y, con la misma fuerza, se le debe negar a los fascistas teocráticos de Hamás.

Asamblea Antimilitarista Torino

Fragmento del folleto “Tramandare il fuoco. Per un approccio libertario alla questione palestinese. Una critica a essenzialismo e nazionalismo.”

Anarquía post-izquierda. Dejando atrás a la izquierda

Introducción

La crítica anárquica hacia el izquierdismo comenzó desde que la “izquierda” adquirió su razón política. El temprano movimiento anarquista surgió de las mismas luchas que el resto de los movimientos socialistas (los cuales conformaron la izquierda política), aunque terminó distanciándose de estos. En un principio, el anarquismo, y los demás socialismos, fueron consecuencia del catalizador social ocasionado por la Era de las Revoluciones (las Revoluciones Inglesa, Estadounidense y Francesa). Este fue el periodo histórico en el que el capitalismo temprano se desarrolló a partir del cerco a las tierras comunes para así destruir la autosuficiencia comunal, imponiendo la industrialización productiva con un sistema fabril basado en técnicas científicas y con la expansión forzada de la economía de mercado a lo largo del mundo. Pero la Idea anarquista siempre ha tenido implicaciones profundas, más radicales y más integrales que la simple crítica socialista de la explotación del trabajo bajo el capitalismo. De modo que la Idea anarquista nace tanto del catalizador social de la Era de las Revoluciones, como de la imaginación crítica de individuos que intentan abolir toda forma de enajenación y dominación sociales.

La Idea anarquista tiene una imborrable base individualista, la cual consolida su crítica social, exponiendo siempre, y en todas partes, que solo individualidades libres pueden crear una sociedad libre y no alienada. A su vez, esta base individualista ha incluido la idea de que la explotación y la opresión de cualquier individuo disminuye la libertad y la integridad de todas las personas. Son muy diferentes las ideologías colectivistas de la izquierda política, en las que el individuo es permanentemente devaluado, denigrado y denegado, tanto en la teoría como en la práctica — aunque siempre con la fachada ideológica destinada a engañar ingenuos. Esto previene a auténticos anarquistas para tomar distancia de autoritarios de izquierda, de derecha o de centro, quienes tranquilamente explotan masivamente, oprimen y, repetidamente encarcelan y asesinan en masa, para capturar, proteger y expandir sus posiciones de Poder económico y político.

Porque les anarquistas comprenden que solo personas libremente organizadas pueden crear comunidades libres, elles rechazan sacrificar al individuo, o a la comunidad, para alcanzar un Poder que inevitablemente impediría el surgimiento de la sociedad libre. Pero, dados los orígenes casi comunes del movimiento anarquista y de la izquierda socialista, así como sus batallas históricas para seducir o capturar, de varias maneras, el apoyo del movimiento obrero internacional, no es sorpresa que en el curso de los siglos XIX y XX, los socialistas a menudo adopten aspectos de la teoría y la práctica anarquistas como propias, mientras que algunos anarquistas han tomado aspectos de la teoría y práctica izquierdistas en algunas síntesis anarco-izquierdistas. Esto, a pesar que, en el mundo, las luchas de la izquierda por libertad individual y social, han sido en la práctica un fracaso o un fraude. Donde sea que la izquierda socialista haya organizado y tomado exitosamente el Poder, en el mejor de los casos, reformó (y rehabilitó) al capitalismo, o en el peor, instauró nuevas tiranías, con políticas asesinas – algunas de proporciones genocidas.

Por eso, con la espectacular desintegración internacional de la izquierda política, siguiendo al colapso de la URSS, es tiempo para que todes les anarquistas evalúen cada compromiso, que haya habido o que aun exista, con los decadentes restos de la izquierda. Cualquier utilidad que pudo tener en el pasado, para los anarquistas, el haberse comprometido con el izquierdismo se está evaporando con la progresiva desaparición de la izquierda, incluso como una oposición simbólica a las fundamentales instituciones del capitalismo: el trabajo asalariado, la producción de mercancías, y el dominio del valor.

Izquierdistas en ambientes anarquistas

La veloz caída de la izquierda política del escenario histórico, ha dejado a la escena anarquista internacional como la única opción revolucionaria anti-capitalista. Es claro que el ambiente anarquista ha crecido de la noche a la mañana, en la ultima década, la mayor parte de su crecimiento viene de jóvenes atraídos por sus significativas, vitales e iconoclastas actividades y publicaciones, pero una importante minoría de este crecimiento viene de antiguos izquierdistas quienes han – a veces lentamente o, a veces, sospechosamente rápido – comprendido que los anarquistas todo el tiempo tuvieron razón en sus críticas a la autoridad política y a todo Estado. Desafortunadamente, su ser izquierdista no se esfuma – ni cambia de posición – rápidamente. La mayoría de los ex-izquierdistas que se acercan a ambientes ácratas traen consigo, consciente o inconscientemente, muchas de las actitudes, prejuicios, prácticas y creencias izquierdistas de sus antiguos círculos políticos. Por supuesto, no todas esas actitudes, prácticas y creencias son necesariamente autoritarias o anti-anarquistas, aunque en realidad, muchas sí lo son.

Parte del problema es que muchos ex-izquierdistas tienden a malinterpretar el anarquismo como una especie de izquierdismo anti-estatal, ignorando y restando importancia a su imborrable fundamento individualista, considerándolo irrelevante para las luchas sociales. Muchos simplemente no advierten la enorme división entre un movimiento político auto-organizado que busca abolir toda forma de alienación social y un mero movimiento político que busca reorganizar la producción de una forma más igualitaria. Algunos entienden bastante bien la división, pero buscan de cualquier manera transformar, por varias razones, el ambiente anarquista en un simple movimiento político. Algunos ex-izquierdistas lo hacen por considerar que abolir la alienación es imposible o improbable. Otros por mantener un franco rechazo a incluir cualquier componente individualista (cultural, o sexual) de la teoría y la practica sociales. Algunos simplemente se dan cuenta de que nunca conseguirán una posición de Poder en un movimiento genuinamente anarquista y optan por construir organizaciones políticas estrechas con más espacio para la manipulación. Los hay que ajenos al pensamiento y a la acción autónomos, se sienten sencillamente irritados y fastidiados con muchos aspectos de la tradición anarquista, desean impulsar elementos del izquierdismo que les ayuden a sentirse menos perturbados y más seguros dentro del ambiente anárquico – de tal manera que puedan desempeñar sus roles de cuadros o militantes, aunque sin explícitas ideologías autoritarias como guías.

Con el fin de comprender las controversias actuales en el ambiente ácrata, las anarquistas necesitan permanecer constantemente atentas -y cuidadosamente críticas- ante todo esto. Los ataques ad hominem al interior de la escena anárquica no son nada nuevo, y la mayoría, son una pérdida de tiempo, porque se reemplaza la crítica racional por posicionamientos personales. Frecuentemente, el pensamiento crítico es simplemente ignorado por quienes son incapaces de sostener sus propios posicionamientos, y su único recurso es hacer acusaciones sin sustento e irrelevantes, o intentar difamar. Aunque la crítica ad hominem a las identidades puede ser relevante, especialmente cuando estas son tan fuertes que incluyen hábitos, prejuicios y dependencias a menudo inconscientes. Tales hábitos, prejuicios y dependencias – izquierdistas o no – deben estar en la mira de la crítica anarquista.

Recuperación y la izquierda del Capital

Históricamente, la gran mayoría de la teoría y práctica izquierdistas funcionan como leal oposición al capitalismo. Los izquierdistas han sido (a veces con estruendo) críticos de aspectos específicos del capitalismo, pero siempre listos para reconciliarse con el sistema capitalista internacional, ahí donde sean capaces de extraer un pedazo de Poder a cambio de reformas parciales – a veces, solo con la vaga promesa de reformas parciales. Por esta razón, con frecuencia el izquierdismo es calificado, justificadamente, (tanto por ultraizquierdistas como por anarquistas) de ser la izquierda del capital.

El problema no es que esos izquierdistas se nombren anti-capitalistas sin serlo, a pesar de que algunos utilizan tales mentiras para obtener posiciones de poder en movimientos opositores. El problema más grande es que el izquierdismo sostiene teorías deficientes y contradictorias sobre el capitalismo y el cambio social. Como resultado, su práctica siempre tiende hacia la recuperación (o a la cooptación y reintegración) de la rebelión social. Siempre con la mira puesta en la organización, las izquierdas utilizan una variedad de tácticas en sus intentos por reificar y mediar las luchas sociales (representar y sustituir, imponer ideologías gregarias y el moralismo gregario, y últimamente, ejerciendo la represión violenta). Regularmente, los izquierdistas utilizan serenamente todas estas tácticas brutales y explícitamente autoritarias, de hecho. Pero estas tácticas (excepto la última) pueden también ser – y con frecuencia han sido – usadas de maneras más sutiles y explícitamente menos autoritarias, los ejemplos más importantes para nuestro propósito son las acciones históricas y actuales de muchos (aunque no todos) anarquistas de izquierda.

Generalmente, la reificación es descrita como “cosificación”. Es decir, la conversión de un proceso vital complejo en un conglomerado de objetos y hechos mecanizados, fríos y muertos. La mediación política (una forma práctica de reificación) es el intento de intervenir en los conflictos como arbitro o representante. A fin de cuentas, estas son las características fundamentales y definitivas de toda la teoría y practica izquierdistas. El izquierdismo siempre involucra la reificacion y la mediación de la revuelta social, mientras las anarquistas coherentes rechazan esta reificacion de la revuelta. El pronunciamiento de la anarquía post-izquierda pretende ayudar a que el rechazo a la reificacion de la revuelta sea más solido, extendido y consciente de lo que ya es.

La anarquía como una teoría y critica a la organización

Uno de los principios fundamentales del anarquismo es que la organización social debe servir a los individuos y los grupos libres, no al revés. La anarquía no puede existir cuando individualidades o grupos sociales son dominados – sin importar si la dominación es facilitada y forzada por fuerzas externas o por su propia organización.

Para les anarquistas, la estrategia central de los aspirantes a revolucionarios, ha sido la auto-organización no mediada (anti-autoritaria, a menudo informal o minimalista) de las radicales (en base a la afinidad y/o actividades teórico/practicas especificas) con el propósito de alentar y participar en la auto-organización de la rebelión y la insurrección contra el Estado y el Capital en todas sus formas. Incluso entre la gran parte de los anarquistas de izquierda siempre ha habido al menos algún nivel de entendimiento de que las organizaciones mediadoras son altamente inestables e ineludiblemente abiertas a la recuperación, requiriendo vigilancia constante y luchas que impidan su completa recuperación.

Sin embargo, para todo izquierdista (incluyendo anarquistas de izquierda) la estrategia central está siempre expresamente enfocada, por un lado, en la creación de organizaciones mediadoras entre el Estado y el Capital, y las masas de personas descontentas y relativamente sin Poder, por el otro lado. A menudo estas organizaciones están enfocadas en mediar entre capitalistas y trabajadores, o entre el Estado y la clase obrera. Aunque algunas otras mediaciones implican una oposición especial hacia ciertas instituciones en particular, o involucrar la participación de grupos específicos (minorías sociales, subgrupos de clase trabajadora, etc.) por lo regular.

Estas organizaciones mediadoras incluyen a partidos políticos, sindicatos, organizaciones políticas de masas, frentes, etc. Sus metas siempre son cristalizar y enfriar aspectos generales de la revuelta social para fijar conformaciones ideológicas y activistas congruentes. La construcción de organizaciones formales mediadoras necesariamente involucra al menos algún nivel de:

Reduccionismo. Solo algunos aspectos particulares de la lucha social son incluidos dentro de estas organizaciones. Otros aspectos son ignorados, invalidados o suprimidos, conduciendo a una mayor fragmentación de la lucha. Lo cual, asimismo, facilita la manipulación por las élites y su eventual transformación en grupos gestores, puramente reformistas, vaciados de toda critica radical.

Especialización o profesionalización. Quienes mayor involucramiento tengan en la operación cotidiana de la organización serán seleccionados, o auto-seleccionados, para asumir responsabilidades cada vez más especializadas dentro de la organización, a menudo conduciendo a una división oficial entre líderes y liderados, con grados de poder e influencia, introducidos en forma de puestos intermedios en la evolución de la jerarquía organizacional.

Remplazo. Progresivamente la organización formal se convierte en el centro de la estrategia y la táctica, en lugar de la gente-en-rebelión. En la teoría y en la práctica las personas tienden a ser progresivamente sustituidas por la organización, el liderazgo – especialmente si se ha formalizado – tiende a sustituirse a sí mismo por la organización como un todo, y eventualmente un líder máximo a menudo emerge, quien termina personalizando y controlando a la organización.

Ideología. La organización se convierte en el sujeto primario de la teoría con roles individuales asignados que deben cumplirse, en vez de que la gente construya sus propias teorías. Todas, menos las organizaciones anarquistas más auto-conscientes, tienden a adaptar algún tipo de ideología colectivista, en la cual el grupo social es percibido como un ente con mayor realidad política que el individuo libre. En donde la soberanía popular recae, allí se encuentra la autoridad política; si la soberanía popular no se disuelve sobre cada una de las personas, siempre se requerirá del sometimiento de los individuos al grupo, de alguna forma.

En contraste, todas las teorías de auto-organización anarquista (en varias formas y con distintos niveles) proponen:

Autonomía individual y grupal con libre iniciativa. El individuo autónomo es la base fundamental de toda teoría genuinamente anarquista sobre la organización, sin la individualidad autónoma cualquier otro nivel de autonomía es imposible. La libertad de iniciativa es igualmente fundamental tanto para el individuo como para el grupo. Sin poderes superiores llega la habilidad y la necesidad de que todas las decisiones sean tomadas en el punto de impacto inmediato. (Como nota al margen, los post-estructuralistas y post-modernistas que niegan la existencia de la individualidad autónoma anárquica, a menudo equivocan la validez de la critica del sujeto metafísico, para dar a entender que es pura ficción el proceso vivido subjetivamente — una especie de auto-engaño que haría imposible e innecesaria la teoría social.)

Libre asociación. La asociación nunca es libre si es forzada. Esto significa que las personas son libres de asociarse con cualquiera, en la combinación que deseen y así mismo, de disociarse o rechazar la organización.

Rechazo a la autoridad política, por lo tanto, a la ideología. La palabra “anarquía” significa literalmente sin poder o sin autoridad. Ambos, sin poder ni autoridad, significan la no existencia de autoridad política sobre las personas mismas, quienes pueden y deberían tomar todas sus decisiones independientemente, como lo consideren oportuno. La mayor parte de las construcciones ideológicas sirven para legitimar la autoridad de una u otra élite, o institución, que toman decisiones por las personas, o para deslegitimar la toma de decisiones por la gente misma.

Organización pequeña, simple, informal, temporal y transparente. Gran parte de los anarquistas encuentran que los pequeños grupos cara a cara permiten una participación más completa con la mínima cantidad de especialización innecesaria. Las estructuradas sencillas y con organización menos compleja ofrecen pocas oportunidades para el desarrollo de jerarquías y burocracias. La organización informal es las más cambiante y la más capaz de adaptarse continuamente ante nuevas condiciones. Una organización abierta y transparente es la más accesible y controlable por sus integrantes. A mayor tamaño en la organización, más susceptible será a desarrollar rigidez, especialización y, eventualmente, jerarquías. Las organizaciones tienen un tiempo de vida útil y es extraño que alguna organización anarquista sea tan importante para existir por generaciones.

Organizaciones descentralizadas y federadas con toma directa de decisiones y respeto a las minorías. Cuando grandes organizaciones formales y complejas son necesarias, solo pueden continuar siendo autogestionadas, por sus integrantes, si son descentralizadas y federadas. Cuando los grupos cara-a-cara – con la posibilidad de total participación en la discusión cordial y toma de decisiones- se vuelven inviables debido al tamaño, el mejor recurso es descentralizar la organización en una estructura federal con muchos grupos pequeños. O cuando los grupos pequeños necesitan organizarse con grupos de compañeros para conducir mejor problemas a gran escala, es preferible la libre federación – con autodeterminacion absoluta a cualquier nivel empezando desde la base. Mientras los grupos conserven un tamaño manejable, las asambleas con todos los involucrados deberán ser capaces de tomar decisiones directamente, según los métodos que acuerden. Sin embargo, las minorías nunca deben ser forzadas por las mayorías, sobre la base de alguna concepción ficticia de dirección grupal. La anarquía no es democracia directa, aunque las anarquistas puedan usar métodos democráticos para la toma de decisiones, cuando y donde deseen. El único respeto verdadero por las opiniones de las minorías implica aceptar que estas tienen la misma fuerza que las mayorías, requiriendo de negociaciones y el mayor nivel de acuerdo mutuo para una efectiva y estable toma decisiones grupal.

Al final, la mayor diferencia es que los anarquistas respaldan la auto-organización, mientras que los izquierdistas pretenden organizarte a ti. Para los izquierdistas el énfasis siempre lo ponen en el reclutamiento para sus organizaciones, para que así tú te desempeñes como militante, o cuadro, sirviendo a sus propósitos. Ellos no quieren verte decidir, por determinación propia, cuál será tu teoría y tu accionar, pues eso no les permitirías manipularte. Les anarquistas desean que establezcas tu propio accionar y tu propia teoría, que auto-organices tus acciones con quienes piensen como tú. Los izquierdistas quieren crear la unidad ideológica, estratégica y táctica a través de la “auto-disciplina” (auto-represión) cuando sea posible, o con disciplina organizacional (amenaza de castigos) cuando sea necesario. En ambos casos, se espera que entregues tu autonomía para que sigas un camino heterónomo, que decidieron por ti.

La anarquía como teoría y crítica de la ideología

La crítica anarquista de la ideología data de la obra maestra de Max Stirner, aunque el mismo no usó este termino para describir su crítica. La ideología es el medio por el cual la alienación, la dominación y la explotación son racionalizados y justificados por medio de la deformación del pensamiento y la comunicación humanas. En esencia todas las ideologías involucran la substitución de abstracciones o imágenes extrañas (o incompletas) para la subjetividad humana. Las ideologías son sistemas de falsa conciencia en los que las personas no se ven a si mismas como sujetos en su relación con el mundo. En cambio, se conciben como subordinadas a una u otra entidad, o entidades, abstractas que se confunden como los verdaderos sujetos o actores de su mundo.

Donde sea que algún sistema de ideas y deberes se encuentre estructurado con una abstracción como centro – asignando, en beneficio propio, roles y deberes a la gente – es siempre una ideología. Todas las formas de ideología están estructuradas alrededor de diferentes abstracciones que sirven a los intereses de estructuras sociales jerárquicas y alienantes, por eso son la jerarquía y la alienación dominantes en la esfera del pensamiento y la comunicación. Aun si la ideología, retóricamente se opone a la jerarquía y a la alienación, permaneciendo formalmente coherente en su pretendida oposición, tenderá a deteriorase su fachada ideológica.

No importa si la abstracción es Dios, el Estado, el Partido, la Organización, la Tecnología, la Familia, la Humanidad, la Paz, la Ecología, la Naturaleza, el Trabajo, el Amor o incluso la Libertad; si esto es concebido y presentado como si fuera un sujeto activo con una esencia propia que demanda de nosotros, entonces es el centro de una ideología. El Capitalismo, el Individualismo, el Comunismo, el Socialismo y el Pacifismo son aspectos ideológicos importantes como son concebidos. La religión y la moralidad son siempre, por definición, ideológicos. Incluso la resistencia, la revolución y la anarquía, a menudo toman dimensiones ideológicas, cuando no tenemos cuidado en mantener una critica consciente sobre cómo estamos pensando y cuales son los propósitos de nuestros pensamientos. La ideología es casi omnipresente, desde anuncios publicitarios y comerciales, a tratados académicos y estudios científicos, casi todos los aspectos del pensamiento y la comunicación contemporánea son ideológicos, y para los humanos su significado real se encuentra perdido bajo capas de mistificación y confusión.

El izquierdismo, como la reificación y la medición de la rebelión social, siempre es ideológico, porque demanda que la gente se conciba así misma, antes que nada, en términos de su representación y sus relaciones al interior de las organizaciones, y de los sectores oprimidos, que son considerados más reales que los individuos que se asocian para crearlas. Para los izquierdistas la historia nunca es hecha por individualidades, sino por organizaciones, grupos sociales y —sobre todo, para los marxistas – por las clases sociales. Cada gran organización izquierdista, normalmente, ajusta su legitimación ideológica con elementos importantes, confiando que todos sus miembros los aprenderán y defenderán, si no hacen proselitismo. Una crítica seria o un cuestionamiento ideológico, es arriesgarse a ser expulsado de la organización.

Las anarquistas post-izquierda rechazan todas las ideologías en favor de la construcción individual y grupal de la auto-teoría. La auto-teoría individual es la teoría en la cual el individuo íntegro en-contexto (en todas sus relaciones, con toda su historia, deseos y proyectos, etc) es siempre el centro subjetivo de la percepción, del entendimiento y la acción. La auto-teoría comunal se basa en el grupo como sujeto, pero siempre con una profunda conciencia de los individuos (y sus propias auto-teorías) como creadores del agrupamiento u organización. La organizaciones anarquistas no-ideológicas (o grupos informales) están siempre explícitamente basadas en la autonomía de los individuos que las constituyen, lo que las diferencia de las organizaciones izquierdistas clásicas que requieren la subordinación de la autonomía personal como requisito para su membresía.

Ni dios, ni amo, ni orden moral: La anarquía como crítica de la moral y el moralismo

La crítica anarquista hacia la moral también proviene de “El Único y su propiedad”, obra maestra de Max Stirner. La moralidad es un sistema de valores reificados – valores abstractos que son sacados de cualquier contexto, puestos en una piedra y transformados en creencias incuestionables, para ser aplicados independientemente de las metas, deseos y pensamientos, a pesar de la situación en la que se encuentre la persona. El moralismo no es solo la práctica de reducir valores vivos a una moral reificada, sino de considerarse uno mismo mejor que los otros, por haberse sometido a una moralidad (rectitud personal) y de hacer proselitismo para la adopción de la moralidad como herramienta de cambio social.

A menudo, cuando una persona abre los ojos debido a un escándalo o una desilusión, empieza a excavar en las ideologías y recibe ideas, que toda su vida ha asumido como normales, en aparente coherencia y con el poder de la nueva respuesta que encontró (ya sea en la religión, el izquierdismo o incluso en el anarquismo), puede llevarle a creer que ahora ha encontrado la Verdad (con V mayúscula). Una vez que esto comienza, regularmente la gente tiende hacia el camino del moralismo, con sus consiguientes problemas de elitismo e ideología. Tras sucumbir a esta ilusión de haber encontrado la única verdad que solucionaría todo “si” solo el resto de la gente también entendiera. La tentación es ver esta única Verdad como la solución al Problema en cuestión, alrededor del cual todo debe ser teorizado, lo cual lleva a construir un sistema de valores absolutos en defensa de su Solución mágica al Problema, a la que esta Verdad apunta. En este punto, el moralismo sustituye al pensamiento crítico.

Las diversas formas de izquierda promueven distintos tipos de moralidad y moralismo, aunque generalmente dentro del izquierdismo el Problema está en que la gente es explotada por capitalistas (dominada por estos o alienada de la sociedad o del proceso productivo, etc.). La Verdad dice que “El Pueblo” debe tener el control de la Economía (y/o de la Sociedad) en sus manos. El Obstáculo más grande para esto es la Propiedad y el Control de los Medios de Producción por la Clase Capitalista, seguido por el monopolio del uso legal de la violencia a través del Estado. Para revertirlo, la gente debe aproximarse con fervor evangélico, para convencerles de rechazar todos los aspectos, ideas y valores del capitalismo y adoptar la cultura, las ideas y valores de una noción idealizada de la Clase Trabajadora, con el propósito de tomar posesión de los Medios de Producción, deteniendo el poder de la Clase Capitalista y constituyendo el poder de la Clase Trabajadora (o sus instituciones representativas, si es que no de su Comité Central o su Líder Supremo) sobre toda la sociedad… Esto conduce a menudo hacia algunas formas de Obrerismo (a menudo incluyendo la adopción de la imagen dominante de la cultura de la clase trabajadora, en otras palabras, el estilo de vida de la clase trabajadora) una creencia (comúnmente Científica) en la Salvación Organizacional, otra creencia en la Ciencia (con la inevitable victoria del proletariado) de la Lucha de Clases, etc. Y por lo tanto, tácticas consistentes en la construcción del fetichismo de Una Verdadera Organización de la Clase Trabajadora para responder al Poder Político y Económico. Un completo sistema de valores es construido alrededor de una específica y simplificada concepción del mundo, con categorías morales del bien y el mal que son reemplazadas por la evaluación crítica en términos de la subjetividad individual y comunal.

El descenso hacia el moralismo nunca es un proceso automático. Es una tendencia que se manifiesta naturalmente donde sea que la gente inicie el camino de la critica social reificada. La moralidad siempre involucra la desviación en el desarrollo de una coherente teoría crítica propia y social. Lo cual crea un corto circuito en el desarrollo de la estrategia y tácticas apropiadas para esta teoría critica y fomenta un énfasis en la salvación personal y colectiva a través del cumplimiento de los ideales de esta moralidad, idealizando una cultura, o estilo de vida, por su virtud y eminencia, mientras se demoniza todo lo demás, como parte de las tentaciones o perversiones del mal.

Un énfasis inevitable se convierte en intento continuo e insignificante por reforzar los límites de la virtud y el mal, por medio de vigilar las vidas de cualquiera que diga ser miembro sectorial del grupo propio, mientras denuncia de manera mojigata a los otros grupos. En el ambiente obrerista, por ejemplo, esto significa atacar a cualquier que no cante con himnos las virtudes de la organización de la clase obrera (y especialmente a las virtudes de la Única Verdadera forma de Organización), o a las virtudes de la imagen dominante de la Clase Trabajadora o su estilo de vida (ya sea beber cerveza en vez de vino, rechazar subculturas de moda o conducir un auto marca Ford o Chevy en vez de BMW o Volvo). El objetivo, por supuesto, es mantener los limites de la inclusión y la exclusión entre el grupo propio y grupo ajeno (siendo el grupo ajeno representado en los países industrializados por las Clases Media y Alta, o los Burgueses y Pequeño Burgueses, o los grandes y pequeños Jefes y Capitalistas).

Cumplir con la moralidad significa sacrificar determinados deseos y tentaciones (sin importar la situación en la que pueda encontrarse) en favor de la recompensa de la virtud. Nunca comas carne. Nunca conduzcas un todoterreno. Nunca trabajes ocho horas. Nunca seas un rompehuelgas. Nunca votes. Nunca hables con la policía. Nunca recibas dinero del gobierno. Nunca pagues multas. Nunca…etc, etc. No es una manera muy atractiva de llevar la vida para alguien interesado en pensar críticamente el mundo y en evaluar que hacer por uno mismo.

Rechazar la Moralidad involucra la construcción de una teoría critica de uno mismo y de la sociedad (siempre auto-critica, provisoria y nunca integral) en la cual el objetivo claro de acabar con la alienación social nunca es confundido con objetivos parciales reificados. Esto involucra enfatizar lo que la gente debe obtener con la critica radical y la solidaridad, en vez de aquello que la gente debe sacrificar o renunciar con el propósito de vivir vidas virtuosas de una moralidad políticamente correcta.

La anarquía post-izquierda: Ni izquierda, ni derecha, sino autonomía

La anarquía post-izquierda no es algo nuevo, ni diferente. Tampoco es un programa político o una ideología. No significa en modo alguno, un tipo de facción o secta al interior del más generalista ambiente anarquista. De ninguna manera es una abertura hacia la derecha política; la derecha y la izquierda siempre han tenido mucho más en común entre sí que con el anarquismo. Y no intenta, desde luego, ser una nueva mercancía en el, ya bastante lleno, mercado de ideas seudo-radicales. Es simplemente un intento de restablecer las más fundamentales e importantes posiciones anarquistas dentro del contexto de desintegración internacional de la izquierda política.

Si queremos evitar ser derribados por los escombros del izquierdismo a medida que este se desmorona, necesitamos disociarnos completa, consciente y explícitamente de sus múltiples fallos – y especialmente de sus posiciones inválidas que le han conducido a tales yerros. Esto no quiere decir que sea imposible que a los anarquistas también se les consideren izquierdistas – ha habido una larga, y muchas veces honorable, historia de anarquistas y síntesis de izquierda. No significa que nuestra situación actual impida a cualquiera- incluso a un anarco-izquierdista – confrontar el hecho de que los defectos prácticos del izquierdismo requieren una completa crítica y un explicito quiebre con cada aspecto de la izquierda.

Los anarco-izquierdistas no pueden seguir evadiendo el someter su propio izquierdismo a una crítica intensiva. Desde ahora, es simplemente insuficiente (no es que haya sido suficiente alguna vez) proyectar todas las fallas del izquierdismo en sus variantes más claramente nocivas, ni en algunos episodios nefastos de la practica izquierdista, como son el leninismo, el trotskismo o el stalinismo. Las críticas al estatismo de izquierda, o a organizaciones y partidos izquierdistas solo han sido la punta de una critica que ahora explícitamente debe abarcar el iceberg completo de la izquierda, incluyendo esos aspectos, que desde hace tanto, se han incorporado en las tradiciones de la practica anarquista. Cualquier rechazo a ampliar y profundizar la critica hacia el izquierdismo constituye un rechazo al esfuerzo por el auto-examen, necesario para una genuina auto-comprensión. Y obstinarse en evadir la auto-comprensión nunca podrá ser justificada por alguien que busca el cambio social radical.

Tenemos ahora una oportunidad histórica sin precedentes, ante la abundancia de recursos para la crítica, puede rehacerse un movimiento anarquista internacional que sea capaz de desarrollarse por sí mismo, sin que se incline ante ningún otro movimiento. Lo único que nos queda es tomar esta oportunidad para reformular críticamente nuestras teorías anarquistas y reinventar nuestras prácticas anárquicas a la luz de nuestros deseos y objetivos esenciales.

¡Rechacemos la reificación de la revuelta!

¡El izquierdismo ha muerto!

¡Viva la anarquía!

Jason McQuinn

APOLOGÍA A LA ESPECIFICIDAD ASOCIATIVA

A propósito del «sectarismo» (intrínsecamente) anárquico

«[…] La Internacional fue fundada para remplazar las sectas socialistas o semisocialistas por una organización real de la clase obrera con vistas a la lucha […], la Internacional no hubiera podido afirmarse si el espíritu de secta no hubiese sido ya aplastado por la marcha de la historia […] Las sectas están justificadas (históricamente) mientras la clase obrera aún no ha madurado para un movimiento histórico independiente. Pero en cuanto ha alcanzado esa madurez, todas las sectas se hacen esencialmente reaccionarias. […] La historia de la Internacional también ha sido una lucha continua del Consejo General contra las sectas […] A fines de 1868 ingresó en la Internacional el ruso Bakunin con el fin de crear en el seno de ella y bajo su propia dirección una segunda Internacional titulada “Alianza de la Democracia Socialista”. Bakunin, hombre sin ningún conocimiento teórico, exigió que esta secta particular dirigiese la propaganda científica de la Internacional, propaganda que quería hacer especialidad de esta segunda Internacional en el seno de la Internacional. Su programa estaba compuesto de retazos superficialmente hilvanados de ideas pequeñoburguesas arrebañadas de acá y de allá: […] el ateísmo como dogma obligatorio para los miembros de la Internacional, etc., y en calidad de dogma principal la abstención (proudhonista) del movimiento político. Esta fábula infantil fue acogida con simpatía (y hasta cierto punto es apoyada aún hoy) en Italia y en España […] y también entre algunos fatuos, ambiciosos y hueros doctrinarios en la Suiza Latina y en Bélgica […] Las resoluciones 1, 2, 3 y IX dan ahora al Comité de Nueva York armas legales para terminar con todo sectarismo y con todos los grupos diletantes, expulsándolos si llega el caso […]»

K. Marx, Carta a Friedrich Bolte, 23 de noviembre de 1871(1)

Desde la derrota del anarcosindicalismo español, la reiteración es un hecho frecuente en el contexto babélico en que penosamente acontece la vida del denominado «movimiento anarquista».(2) Como si se tratara de El Día de la marmota(3) , estamos condenados a repetir la misma experiencia de forma indefinida. Una y otra vez, los desplazamientos ideológicos y las conceptualizaciones ajenas cobran presencia en nuestras tiendas. Así —de nueva cuenta—, emergen en el debate las nociones de «secta», «sectarismo» y «sectario». No tenemos la menor oportunidad de escapar de este círculo vicioso. Al igual que a Phil Connors (Bill Murray) en la célebre comedia, todos los días nos remachan la misma canción (¡a las seis de la mañana!), obligados a repetirnos en un ciclo infinito del que no nos salva ni el suicidio.

Quizá, para quienes provienen de las llamadas «izquierdas» —que felizmente ya han evolucionado a posicionamientos «libertarios»— y hoy comparten codo a codo la misma barricada, estas imprecaciones siempre han estado ahí, al alcance de la mano. Listas para esgrimirse a la menor provocación. Por lo que asumen que tales palabrotas son parte de nuestro léxico o que se inscriben en una suerte de vocabulario universal del que tenemos que servirnos por obligación.

Para las y los compañeros que llevamos algunos años en la lucha, es inevitable la sensación de déjà vécu que provoca la remasterización de esta opereta bufa. En efecto, no es la primera ocasión que tenemos que enfrentar estos epítetos y, definitivamente, no será la última. Se repiten como mantra invocando la «aplastante marcha de la historia» (san Charlie de Tréveris, dixit). La triste constatación, es que esta liturgia ocurre, incluso, en los entresijos de la praxis —viva y actuante hoy mismo—, de la Tendencia Informal Anárquica (TIA). Una tendencia donde no caben las prácticas uniformadoras como tampoco tiene cabida la repetición; es decir, las intentonas frentistas ni las tentativas de «unidad táctica» y «responsabilidad colectiva».

La TIA se reafirma en la crítica y el conflicto permanente con todas y cada una de las formas y estrategias del poder; en la experimentación constante y la búsqueda incasable de la liberación total; en el marco de la guerra contra todo lo existente a través de la práctica continuada de la insurrección individual. Todo lo cual, debería entenderse como una tensión constante —no una realización—, incitada por quienes no alojan esperanzas en Revoluciones salvadoras ni regímenes porvenir y, hacen a un lado TODA la mitografía. Conscientes que la Anarquía no puede reducirse al decimonónico «asalto al cielo» ni a la trasnochada «trasformación» de ciertas estructuras; mucho menos, a la instauración de un sistema de (auto)gobierno ni al modo de (auto)gestión de la producción. Léase: las prácticas onanistas en torno al Comunismo libertario.

Sin embargo, estas anotaciones no deben concebirse como un pontificado que se ejerce desde el confort de la neutralidad y/o la abstracción ideológica, sino que aspiran ser una reafirmación de principios profundamente autocrítica. Yo también (en algún momento de mi vida) caí en la trampa de la «unidad táctica» y renegué de nuestro «sectarismo» en aras de «la unidad de las luchas revolucionarias», cuya concreción resultaba ser el desiderátum de las reflexiones de época. Basta una lectura rápida de los desvaríos frentistas de Guillén(4) , para aquilatar el tamaño monumental de las desvirtuaciones sesenteras, setenteras y, hasta ochenteras, del recién bautizado «anarquismo revolucionario», fuertemente influenciado por la Autonomía leninista.(5)

Pero aquellos experimentos que hoy nos resultan enteramente absurdos —a cuatro décadas de distancia—, no eran producto de la repetición. Muy al contrario, pretendían reorganizar el campo de entendimientos y significaciones de una cosmovisión anárquica que enfrentaba desplazamientos y reubicaciones conceptuales en busca de condiciones favorables que le permitieran abandonar el inmovilismo al que había sido condenado el «movimiento». Se enfrentaba, entonces, una transformación societaria con profundos cambios en la configuración de clases, actores y potenciales «sujetos revolucionarios»; en un contexto donde el trabajo comenzaba a perder su condición central.(6) El propio Estado se alejaba de aquél papel vigoroso que sustentaba el principio de autoridad, atravesando un proceso de redefinición de su rol histórico.

A la luz de estos eventos, el resurgir de la desfachatez anárquica animó un conjunto de prácticas transgresoras impregnadas de hedonismo —con su inocultable afición por la libertad intransigente, su pertinaz aliento insurreccional y su talente parricida—, que sustituyeron de inmediato y sin demasiados cargos de conciencia, los modelos acéticos y sacrificiales de los recipientes organizativos tradicionales (ya fuesen sindicatos libertarios, federaciones de síntesis o partidos especificistas), animados por la informalidad y el placer de la acción anárquica. A la vez que dejaba constancia del imperioso esfuerzo de contrastación, refutación e incluso secesión de la hegemonía revolucionaria de la época (definida por la ortodoxia marxiana-leninoide), remarcando los elementos de distinción teórico-práctica que nos convierten, desde tiempos inmemoriales, en una «secta»; o sea, en una especie distinta y en una expresión radical de ruptura; lo que nos ha permitido siempre reconocer y desarrollar nuestra singularidad.

Aquella herejía nos hizo acreedores entonces, como nos había hecho antes y nos vuelve a hacer ahora, del apelativo «sectarios». Es decir, quienes alimentan la «doctrina que se aparta de la ortodoxia» o se «secciona».

Esta acusación, no solo se nos imputaba desde la visión eclesiástica totalizadora del fascismo rojo que sometía las luchas por aquellos años, sino se esgrimía también desde las desvirtuaciones pragmáticas del anarcoleninismo, en impúdica armonía con la gramática del frentismo anti-imperialista. Lamentablemente, muchos compañeros y compañeras huyeron de nuestra «secta» enarbolando banderas ajenas y se sumaron al redil de la «Iglesia». Algunos ofrendaron sus vidas, impregnados de fe, consolidando dictaduras; otrxs, hoy militan en partidos electoreros como el Partido por la Victoria del Pueblo.(7) Desde luego, más allá de sus pretensiones hegemónicas, estas «opciones» ideológicas y organizativas —trazadas en cada uno de estos ámbitos—, estaban demasiado emparentadas con la especialización vanguardista, el reformismo socialdemócrata y la demagogia populista (según los casos), como para que los «sectarios» de ayer, de hoy y de siempre las consideráramos atractivas.

Consultando el tumbaburros: conceptos y definiciones en torno al «sectarismo»(8)

Según el Diccionario de uso del español María Moliner,(9) se denomina:

Secta: Doctrina enseñada por un maestro y seguida por sus adeptos. Particularmente, la doctrina y el conjunto de sus adeptos. Doctrina considerada errónea, o que se aparta de la tradicional u oficial, y, especialmente, la que se considera perniciosa para sus adeptos: “Secta destructiva”. Conjunto de los adeptos de una secta.

Sectario: -a (adv. sectariamente) 1 adj. y n. (de) Seguidor de cierta secta. 2 Se aplica al que sigue fanáticamente una doctrina, y su actitud, opiniones, etc. → *Intransigente, * partidario.

Sectarismo: m. Cualidad o actitud de sectario.

Si consultamos el Diccionario Etimológico Indoeuropeo de la Lengua Española, éste nos revela que el sustantivo «secta» (sectam) es el femenino de un participio obsoleto del latín sequor («seguir») que proviene de la raíz indoeuropea *sek.(10) También coincide con esta acepción el Oxford Latin Dictionary.(11) Y, en la misma tesitura, se inscribe el Diccionario Teológico Enciclopédico; por lo que se infiere que «la secta tiene como primer punto de referencia, no ya una doctrina particular, sino […] la pertenencia a un grupo con una identidad bien definida y distinta del ambiente social más amplio […] La oposición se manifiesta entonces en el plano de la doctrina, de la moral, del ritual y de la disciplina y estructuración del grupo».(12)

Empero, en torno a esta elucidación existen fuertes discrepancias, ya que la raíz indoeuropea sek en realidad tiene tres significaciones que dan lugar a tres verbos latinos: 1. secare (cegar/cortar), 2. sequor (seguir), 3. siccare (secar). Este último, viene del vocablo latín siccus («seco») que tiene una raíz indoeuropea muy diferente (*seik). No obstante, secare o sectum («cortar»), de donde deriva el vocablo latín sectio (sector/sección/segmento) sí parece estar relacionada con la voz latina y castellana «secta», al igual que los verbos sequor, sequi, sequire («seguir», «proseguir», «secuencia»). En este sentido, el Dictionnaire étymologique de la langue Latine. Histoire des mots de Alfred Ernout y Antoine Meillet, nos brinda cierta «solución» al combinar los verbos sequor (seguir) y siccus («seco»), concluyendo que secta podría derivar más bien del frecuentativo verbal sector. (13) Al respecto, no deja de ser curioso —sin incurrir en una paronomasia— que el sustantivo femenino «sedición», que procede del latín seditio, seditionis («alejamiento», «desunión», «ida lejos», «apartamiento de un poder establecido o una marcha común», de donde también proviene «sublevación»), aunque derivado de una raíz indoeuropea completamente diferente (*ei, que significa «ir»), guarde una estrecha relación conceptual con la noción de «secta» entendida como la «doctrina que se aparta de la ortodoxia» o se «secciona de lo establecido».

En el contexto religioso, estos nominativos («secta», «sectario» y «sectarismo») están ampliamente documentados en la religión judaica. Concretamente, a su regreso del exilio (en el siglo VI a. N.E.) se popularizó entre los israelitas la idea de un Dios único y, de la mano de esta concepción monoteísta, comenzó a adjetivarse como «secta» o «facción» a todo grupo que se alejara de la hegemonía religiosa, considerándola una «práctica desleal». En este tenor, en la Biblia se menciona como facciones del judaísmo a los saduceos, fariseos, nazarenos y cristianos. Al apartarse de las ideas ortodoxas y las prácticas del judaísmo se les denominó «sectarios».

Este epíteto cobró aún más fuerza en el ámbito del monopolio del catolicismo integrista. La Iglesia católica se considera «la única sociedad universal instituida por Jesucristo que tiene un derecho legítimo a la lealtad de todos los hombres», por lo que se ostenta como «la única guardiana de toda la enseñanza de Jesucristo, que debe ser aceptada en su totalidad por toda la humanidad».(14) Al asumirse poseedora de la «verdad universal», toda disidencia era concebida como un posicionamiento «sectario» y condenada por «herejía». De esta manera, el gnosticismo, el maniqueísmo, el arrianismo, los albigenses, los husitas y el protestantismo de fecha posterior, quedarían inscriptos como «sectas herejes» en las Epístolas del Nuevo Testamento. Particularmente, la Epístola a los Gálatas (5,20), menciona «las peleas, disensiones (y), sectas», como «obras de la carne» y, Simeón Pedro (alias san Pedro), en su Segunda Epístola(2,1) advierte sobre los «falsos maestros que introducirán sectas perniciosas».(15)

Entre las denominaciones «protestantes», particularmente en Alemania y el Reino Unido, donde existen iglesias estatales o iglesias nacionales (también es el caso de la Iglesia Nacional de Islandia y la Iglesia del Pueblo Danés), igualmente se califica como «secta» a toda disidencia. La obediencia a la autoridad civil en materia religiosa es un prerrequisito necesario, llegando a afirmar que solo «la prédica de la Palabra de Dios pura y sin mezcla, la administración legítima de los Sacramentos y la identificación histórica con la vida nacional de un pueblo, le da derecho a una denominación a considerarse como Iglesia; en ausencia de estos requisitos, no es más que una secta».(16)

Incluso los anabaptistas, uno de los movimientos milenaristas cristianos que más han rechazado la catalogación de «secta» y que, paradójicamente, ha sido tachado como tal —por las iglesias católica, luterana, anglicana y ortodoxa rusa, entre otras—; al imponer el comunismo en Münster,(17) endurecieron la persecución de los «sectarios» demonizando a los exogrupos; o sea, a toda disidencia al régimen. Aquella ciudad-Estado teocrático-comunista —tan defendida por Tolstoi desde su delirante concepción del anarquismo—, se transformó en infierno y purgatorio para los «sectarios» en nombre de «las fantasías de una lucha final y destructora contra ‘los poderosos’ y de un mundo perfecto en que el interés egoísta sería abolido para siempre».(18)

Si revisamos algunos glosarios de terminología socio-política, podemos constatar que las nociones «secta», «sectario» y «sectarismo» siempre se han inscrito en el ánimo peyorativo sin importar las filiaciones conceptuales de sus autores. Surgidos en el terreno de las confrontaciones religiosas, estos vocablos se volvieron «modulares» y se trasplantaron —con toda la connotación axiológicamente negativa— a una amplia diversidad de terrenos ideológicos. Así, se introdujeron al léxico político, cobrando significativa presencia en el vocabulario marxiano en el siglo XIX. Sin embargo, existe evidencia de su uso (y abuso) en el siglo XVIII. De ello da cuenta el rabioso antisemitismo de los más destacados philosophes de la Ilustración. En su Essai sur les mœurs et l’ esprit del nations(19) (1756), Voltaire se descose dotando de autoridad «intelectual» al racismo y arremete con odio contra la «secta judía».

Para el autor de La envidia y la sociedad, el sociólogo Helmut Schoeck, los términos «secta» y «sectarismo», poseen «un significado peyorativo, debido a que las sectas han estado siempre en oposición a los grupos mayoritarios» (cursivas mías).(20) Su homólogo Karl-Heinz Hillman, no objeta en lo más mínimo esta definición al especificar que la «secta» es una «comunidad religiosa o política que, oponiéndose a una organización social mayor (confesión religiosa, partido) se separa de ella» (cursivas mías).(21) Mientras que el Vocabulario técnico y científico de la política de Arlotti, confirma la exégesis denominando «secta» (en su primera acepción) al «Conjunto de personas que profesan una misma doctrina». Y, «B. En un s. especial, más usual y siempre peyorativo, se dice de un grupo de hombres que adhieren estrictamente a una doctrina muy definida, y a quienes esta adhesión une fuertemente entre sí, al mismo tiempo que los separa de los demás» (cursivas mías).(22)

En el ámbito de la sociología de la religión se distinguen varios tipos de organización religiosa (iglesia, denominación, culto y secta), aunque se presentan dificultades en cuanto a su definición y delimitación. De tal suerte, no solo nos topamos con distintos significados de la palabra «secta», sino que también encontramos diferentes usos del término. Max Weber, en su edición revisada de La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1920), profundizó en la oposición binaria entre «Iglesia» y «secta». A la «Iglesia», la definió como «un instituto de gracia que administra bienes religiosos de salvación como una fundación fideicomisaria y la pertenencia a la cual es (idealmente) obligatoria»(cursivas en el original).(23) Mientras que describió a la «secta» como «una asociación voluntaria integrada exclusivamente por personas (idealmente) cualificadas en sentido ético-religioso, en la que se ingresa voluntariamente si se es aceptado en virtud de la confirmación religiosa» (cursivas en el original).(24) O, lo que es lo mismo, a la «Iglesia» como una institución de salvación que privilegia la extensión de su influencia y, a la «secta», como un grupo contractual que hace hincapié en la intensidad de vida de sus miembros. Por ello, «por su sentido y esencia ha de renunciar necesariamente a la universalidad y basarse en el acuerdo libre de sus miembros.» (cursivas en el original).(25)

Weber, dejaba manifiesto de este modo la oposición entre el ideal ortodoxo y heterodoxo; entendida la ortodoxia como una estructura organizativa y doctrinal monopólica que privilegia su hegemonía («Iglesia») y, la perspectiva heterodoxa de quienes, desde múltiples y variadas interpretaciones, no quieren ser parte de un todo y se asocian libremente («secta»). En este sentido, se refiere a la «ecclesia pura» que busca la «secta» en contraste con la «Iglesia». Según esta reflexión weberiana: «La secta tiene el ideal de la ‘ecclesia pura’ (de ahí el nombre de ‘puritanos’), […] de cuyo seno son excluidos los carneros sarnosos con el fin de que no ofendan la mirada de Dios». Razón por la que «rechaza las indulgencias eclesiásticas y el carisma oficial».(26)

El sociólogo y teólogo protestante Ernst Troeltsch —quien fue discípulo de Weber—, en sus esfuerzos por perfeccionar la tipología weberiana, distinguió las discrepancias (entre «secta» e «Iglesia») de los objetivos. Con este fin, señaló la habilidad de la Iglesia para adaptarse a la sociedad, estableciendo lazos de «compromiso con los Estados». De manera contraria, identificó que la «secta» se distancia de la sociedad y rechaza la adaptación y el diálogo, reafirmando «su cuestionamiento al orden social». Troeltsch, concuerda plenamente con las reflexiones de su maestro y colega que aseveran que «La iglesia es una institución»; de la misma manera que coincide en la valoración de la «secta» como «una sociedad voluntaria».(27) Empero, añade a su análisis la categoría del «misticismo». Lo que para Troeltsch «conduce a la formación de grupos sobre una base puramente personal, con forma no permanente, que también tiende a debilitar tanto el significado de las formas de culto y doctrina como del elemento histórico» (cursivas mías).(28)

En dirección análoga, se revalidan los objetivos de la Iglesia marxiana. No es casual que don Friedrich Engels, remate su introducción a La lucha de clases en Francia, con una analogía entre el desarrollo de la ideología marxiana y el ascenso de los cristianos en el Imperio romano (de ser una secta a ser la religión de Estado).(29) Tales consideraciones, nos muestran claramente como don Friedrich (principal inversionista y fundador de la Iglesia marxiana), imaginó la hegemonía en el Estado y la sociedad. De este modo, la ideología marxiana triunfaría porque sus ideas, valores y objetivos, serían las ideas, valores y objetivos dominantes, impuestos mediante la religión de Estado. Una vez alcanzada «esa madurez, todas las sectas se hacen esencialmente reaccionarias» (san Charlie, dixit). En otras palabras, la herejía anárquica (equivocista) tendría la merecida condena eclesiástica. De tal suerte, se extirparía toda su radicalidad, se esterilizará su pasión y se castrarán sus prácticas; remitiendo al «sectario» al ostracismo, a la hoguera o al manicomio.

La iglesia marxiana contra el «sectarismo» anárquico

La gramática anti-sectaria alcanzó preeminencia en medio de los entuertos de la Primera Internacional entre 1864 y 1872. Si bien durante sus primeros años las discrepancias conceptuales entre proudhonianos, blanquistas, lassalleanos y marxistas se habían solventado sin mayores berrinches en el seno de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT); en 1868 las tensiones se incrementaron con la incorporación de Bakunin y un nutrido grupo de afines. Los anarquistas llegaban a echar por tierra todo el onanismo economicista de san Charlie y sus acólitos, colocando en la mira el «mal más grave». Es decir, al Estado (en particular) y, a toda autoridad (en general). Así, erigieron su más fuerte especificidad teórica en el supuesto de que la propiedad o, genéricamente, la relación con los medios de producción, no era el único y excluyente factor de dominación de «clases», sino que las propias instancias de dominación —y el Estado muy particularmente— eran también mecanismos generadores de grupos sociales a los que cabria reputar de privilegiados.

Por si fuera poco todo lo anterior, los anarquistas defendían con uñas y dientes la plena autonomía de las diferentes secciones de la AIT frente al centralismo estatutario del Consejo General. Este posicionamiento, provocó la ruptura definitiva con los marxistas durante la celebración del V Congreso de la Asociación en 1872. Las posturas teórico-prácticas eran irreconciliables y marcadamente antagónicas. Para san Charlie, la Internacional debía ser el órgano centralizador y rector del «movimiento»; mientras que para el anarquista ruso y sus afines, tenía que ser una conspiración planetaria carente de órgano de dirección, centrada en el individuo concreto y su libertad; capaz de erradicar de la faz de la tierra toda autoridad, aún aquella que se instituyera en nombre del proletariado. Al anteponer la libertad individual y, la asociación voluntaria y autónoma «al desarrollo histórico de la sociedad», recibieron la condena eterna de la Iglesia marxiana y fueron acusados de «sectarios»; convirtiéndose en blanco de la ira de san Charlie y sus fervientes sacristanes.

Sin embargo, el manejo del apelativo «sectario», como sinónimo de anarquista, ya contaba con larga data entre la nomenclatura marxiana. En las páginas del Manifiesto comunista (1848), tanto san Charlie como don Friedrich, dan prueba fehaciente de su condena a las «sectas reaccionarias». Durante los días de la Comuna de París, el léxico anti-sectario se acrecienta contra «Herr Bakunin» y sus afines, por objetar la formación de un «partido obrero», la toma del poder por la «clase trabajadora» y el establecimiento de un «gobierno proletario». Precisamente, esa estrategia autoritaria fue la que adoptó la nueva alianza entre blanquistas y marxianos, dejando constancia de ello en la Conferencia de Londres de septiembre de 1871.(30) Aquel equinoccio de otoño (boreal), Édouard Villant y Constant Martin, junto a otros connotados exponentes del partido blanquista exilados en Londres, incriminaron el «sectarismo bakunista» con la misma saña que san Charlie. Ese ambiente propició los ánimos de la sexta sección de la Conferencia, para arremeter contra la Alianza anarquista(31) , culpándolos de actuar en detrimento del desarrollo de la Internacional, con la intención sectaria de «promover la abstención política y el ateísmo», como principios fundamentales de la Asociación.(32)

En una carta dirigida a Theodor Cuno, fechada en Londres el 24 de enero de 1872, don Friedrich embestía, en tono burlón, contra el «intrigante» Bakunin y su círculo de «sectarios».(33) En la misma misiva, se mostraba optimista y convencido de que un proceso evolutivo estaba propiciando el avance del capitalismo en la mayor parte del mundo, lo que incrementaba el antagonismo entre los capitalistas y los obreros asalariados y, con ello, la emergencia inevitable de una conciencia de clase cada vez más homogénea, dando por sentado que esta incidencia pondría fin al capitalismo, provocando que «el Estado se derrumbará por sí solo» como parte del desarrollo inexorable de la historia. Pero, ni las tesis de san Charlie ni los pronósticos de su mecenas don Friedrich, se han verificado con el devenir de los acontecimientos; corroborando que el «progreso» y la «evolución social» son una pésima invención de la Iglesia marxiana, una fantasía que se metamorfosea y multiplica, adoptando nuevas maneras de reproducir más de lo mismo.

En efecto, la expansión ilimitada de un proceso de «evolución social» y el «desarrollo inexorable de la historia»,(34) son el dogma central de la religión marxiana. Su fe irreflexiva en el progreso humano no tiene límites. Para el eterno inquilino de Highgate, el animal humano ensancharía su poder mediante la fuerza motriz del progreso científico-técnico —de la mano de la evolución ético-política—, transformando a la Humanidad en el auténtico ser supremo a venerar por los siglos de los siglos. Esta concepción positivista y evolucionista de la historia es la peculiaridad de fondo de la religión marxiana, lo que requiere un acto de fe mucho mayor que la fe que exige cualquier otra religión. De ahí sus predicciones sobre la sustitución del «gobierno de los hombres» por la «administración de las cosas» una vez alcanzado el paraíso terrenal, o sea, el comunismo: «la solución al enigma resuelto de la historia».(35)

Claro está, cualquier concepción que se aparte de esta visión monoteísta(36) es un acto sacrílego que debilita tanto el significado de la estructura organizativa, como las formas monopólicas de culto y doctrina, haciéndose acreedora de la condena de la Iglesia marxiana por su «esencia reaccionaria». Esto sitúa en automático a todas las posturas críticas, discrepantes y/o escisionarias en la categoría de «sectas». De tal suerte, se colocan fuera de tiempo y lugar, en un movimiento asincrónico con «la tendencia histórica a la unidad del movimiento proletario» y, por ende, ajeno al «mundo real».

Llama particularmente la atención una contradicción que se presenta en la doctrina marxiana, a manera de constante, en torno a la crítica de la historia y la tentación teleológica sobre la realización inexorable del desarrollo objetivo. En su modo de concebir la historia —como un movimiento encaminado hacia un objetivo universal—subyace la idea de un desarrollo teleológico que le asigna un propósito predeterminado a la historia. Lo que evidencia la reencarnación de la teodicea cristiana en el mito de la Humanidad con mayúscula. Así, se sustituyó la narrativa de la redención divina por la del progreso mediante los esfuerzos del animal humano transmutado en agente moral colectivo; confirmándonos que la historieta marxiana de la «autorrealización humana», descansa en el mito apocalíptico y embona con la verborrea de Jesús anunciando el fin del viejo mundo y la llegada de uno nuevo que se establecería en su lugar.

En su excelente libro En pos del milenio, Cohn resume los rasgos definitorios de la religión marxiana: «lo que Marx aportó al movimiento comunista no fue el fruto de sus largos años de estudio en los campos de la economía y la sociología, sino una fantasía casi apocalíptica […]».(37) Ciertamente, san Charlie recicló las concepciones apocalípticas en términos científicos, transformándolas en metáforas de las esperanzas racionales que inspiraron a los fascismos rojo, pardo y negro. Un enfoque del que cierto anarquismo —heredero del racionalismo— es deudor en demasía.

En defensa del «sectarismo» anárquico

La religión marxiana se impuso en Rusia a sangre y fuego con el golpe de Estado bolchevique. Vladímir Ilich Uliánov (alias Lenin) se encargaría de canonizar el dogma —glorificando su carácter metafísico con pretensiones ontológicas y metahistóricas— e implementarlo como instrumento disciplinario y herramienta de dominación. Como no podía ser de otra manera, la fe institucional produjo sus sumos sacerdotes que, a la postre, resultarían «más papistas que el Papa»; alcanzando el paroxismo dogmático con el ascenso de la ortodoxia soviética posterior a 1930 y, el desarrollo de las escuelas adscritas al estalinismo (léase: la mayoría de las corrientes marxianas que se implantaron en el llamado Tercer Mundo). Ciertamente, en este contexto, se exacerbó en la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) la «lucha contra el sectarismo».(38)

Los juicios-circos, los encarcelamientos masivos, la vigilancia estatal y las ejecuciones extrajudiciales —Cheká mediante—,(39) fueron la respuesta al «sectarismo» en la tierra de los «soviets» durante 70 años de fascismo rojo. Miles de anarquistas, marxianos críticos, mencheviques, social-revolucionarios y, otros «sicofantes» fueron a dar con sus huesos a los campos de concentración creados por Trotsky, acusados de «sectarismo». En esos mismos campos de exterminio, cumplirían condena los sobrevivientes de la masacre de Kronstadt, bajo la misma acusación. En Alemania del Este, Albania, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Rumania, China, Corea del Norte, Mongolia, Cuba, Camboya y Etiopia, los «sectarios» fueron objeto de persecución e igualmente terminaron asesinados a manos de sus respectivos Estados/iglesias.

El destino de los «sectarios» no ha sido (ni es) diferente en los diversos ejércitos guerrilleros y/o partidos armados. En África, Asia y América Latina, sobran ejemplos fehacientes que lo corroboran. El «sectarismo» y sus equivalentes («faccionalismo», «divisionismo», «diversionismo» y, «fraccionalismo») —equiparados siempre con «traición» a la dogmática marxiana—, son «delitos tipificados» expiados con la muerte. El rito profuso de la pena capital contra sus militantes, por haber incurrido en tales «faltas», generalmente es justificado por estas organizaciones autoritarias como «penalidad disciplinaria encaminada a educar y organizar a las masas». De hecho, estos «argumentos» cuentan con el apoyo de la pedagogía marxiana contemporánea; el propio Paolo Freire —haciendo gala de su apego a la doctrina de san Charlie—, refiere que el sectarismo «tiene una matriz preponderantemente emocional y acrítica; es arrogante, antidialogal y por eso anticomunicativa. Es reaccionaria […] el sectario nada crea, porque no ama».(40)

Este «delito», susceptible del último suplicio al interior de las organizaciones guerrilleras, frecuentemente es la «causa» que se esgrime para condenar las discrepancias teórico-prácticas en los «juicios revolucionarios». A lo largo de los años, se han acumulado en tiendas guerrilleras incontables asesinatos (no siempre por fusilamiento), bajo la acusación de conductas «faccionalistas», «divisionistas», «diversionistas», «fraccionalistas» o, «sectarias»; como el ocurrido en 1967 en Colombia contra algunos militantes del Ejercito de Liberación Nacional (ELN)(41) o; el vil asesinato en 1975 del poeta Roque Dalton al interior del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) —señalado primero por «actuaciones sectarias» y, calumniado después, como «agente de la CIA»— y; la matanza de 164 guerrilleros en Tacueyó, ejecutada por ordenes de los comandante de uno de los Frentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), tristemente célebre por su espectacularidad.(42)

La «lucha contra el sectarismo» tampoco se detiene al interior de las cárceles. La cacería de «sectarios» continua tras muros y barrotes, teniendo que cuidar nuestras espaldas no sólo de la represión de los esbirros de la dominación sino también de la puñalada «compañera». Por regla general, quien piensa diferente a la dogmática marxiana (casi siempre dominante entre los denominados «presos y presas políticas») está sujeto a acoso si no se adhiere a la Iglesia predominante. Esta persecución no aplica únicamente para individualidades que se reivindiquen abiertamente anárquicas sino incluye a los propios miembros de esos partidos armados quienes son vigilados constantemente con el fin de detectar en ellos comportamientos «faccionalistas», «divisionistas», «diversionistas», «fraccionalistas» o, «sectarios». En estos menesteres, el Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso (PCP-SL) puso especial esmero aplicando sus «instrumentos disciplinarios» al interior de las prisiones. La intitulada «inspección jerárquica», el «examen ideológico», las «sanciones normalizadoras» y los «castigos», son algunas de las herramientas más frecuentes empleadas para corregir el «sectarismo».

Si bien el horror fascista del PCP-SL merece ser incluido en los records Guinness, el uso de estas «dinámicas» no se limita a la bazofia maoísta-indigenista ni se circunscribe a la región latinoamericana; en el viejo continente también se amontonan ejemplos de orgánicas autoritarias con idéntica actuación. Lo que nos confirma —una vez más— que el «sectarismo» solo se persigue desde la gramática del poder. Es decir, desde la lógica dogmática y aplanadora del pensamiento hegemónico que siempre hemos confrontado desde la perspectiva anárquica.

Por eso sorprende que haya quienes se asuman anarquistas y recurran a la condena al “sectarismo” como medio evasor del debate con las compañeras y compañeros que discrepan (sincera y públicamente) de sus maromas y acomodos teórico-prácticos. Pero aún causa más asombro que haya quienes se angustien al compartir tiendas con «sectarios» y no les moleste la presencia de connotados violadores en nuestros entornos. Llama la atención que incomoden las posturas «puristas» mientras se rinde culto a la «práctica por la práctica» sin hacer mayores distinciones entre fascistas y compañeros. Resulta inverosímil que quienes alguna vez fueron capaces de identificar el «autismo» en ciertos insurgentes —incapaces de reaccionar ante los acontecimientos y abandonar la parálisis—, hoy sufran «bipolaridad» severa, al grado de olvidar todo lo que fueron, renunciando a la pasión y a su veneno en aras de alianzas políticas y frentes unitarios.

Es lamentable que en lugar de refutar determinada teoría o una práctica específica con argumentos, se tienda a descalificar a priori empleando una sarta de clichés izquierdistas que daba por desterrados de nuestros círculos. Es la vieja falacia del «espantapájaros». Aparentan refutar mediante la imposición de una idea que no corresponde con la línea de argumentación del debate, así evitan abordar el tema de fondo atacando al muñeco de paja. Aflige el desprecio por el debate y la negativa a reflexionar. Apena el uso de patrones morales y sentimentales. Preocupa ver que sobreviven tantos lastres. Lo paradójico es que se presenten como el «nuevo anarquismo» teniendo tantas semejanzas con lo viejo.

Espero que todo se reduzca a sensaciones momentáneas frente a las constantes presiones del entorno y los altibajos de la guerra anárquica. Lapsos propios de las transformaciones individuales; una suerte de tropezón fugaz que se desvanece una vez que retomamos el camino negro de la Anarquía y atizamos nuestros principios.

Identificar la «práctica» como un lugar de encuentro «con otrxs (no necesariamente anarquistas)»,(43) donde se han venido «enriqueciendo y potenciando nuestras visiones y capacidades»(44) y; priorizando los «vínculos a partir de prácticas comunes antes de hacerlo por etiquetas vacías o consignas repetidas»(45) , es reducir la guerra anárquica a la política. Buscar alianzas que brinden «posibilidades de crecer»(46) , solo contribuye a enaltecer la «ley del número». En efecto «el papel aguanta absolutamente todo»(47) : nos podrán afirmar que esas alianzas no se establecen de «manera indiscriminada» o que se contempla algún «tipo de filtro» a la hora de forjarlas pero, en lo concreto, quienes nos hemos «aventurado a transitar los caminos del conflicto» y no vivimos de «ensoñaciones frente al computador»(48) , aprendimos en el transcurso de la lucha que las «alianzas prácticas» —ciertamente, «alianzas tácticas» en los hechos— requieren la más absoluta candidez o, el acomodo político más desvergonzado de los implicados. Consciente que la «revolución política» solo produce nuevos dirigentes, nuevos pactos sociales y nuevos Estados, Bakunin siempre apostó por prescindir de la política.

Quedarnos varados en el plano «práctico» exhibe la carencia de pensamiento propio y, sobre todo, la ausencia de praxis. Abandonar el campo de la elaboración teórica en favor de la «práctica», es entregarse de antemano —como marionetas— a los movimientos del poder. Es ponernos a merced del enemigo; es darle la victoria anticipada al fascismo (negro, pardo o rojo). La práctica y la teoría, desde la perspectiva anárquica, son inherentes. Una alimenta a la otra. Justo en esas dos dimensiones se sustenta nuestra especificidad. No existe un «anarquismo práctico» como tampoco existe un «anarquismo teórico». Quien se asuma exclusivamente en uno de estos bandos, podrá ser cualquier cosa menos anarquista.

Invariablemente, cada vez que la «práctica» se separa de la teoría o, viceversa, la guerra anárquica se sumerge en una fase decadente y se agota. Como nos recuerda el compañero Alfredo Bonanno, cada vez que se renuncia a la práctica y se abandona la acción, prolifera la producción teórica y se multiplican las conferencias académicas y la charlatanería de café. Empero, de manera inversamente proporcional, cada vez que se abandona la elaboración teórica, abunda el activismo insulso, se centuplica el quehacerismo y, la guerra anárquica degenera en vanguardia armada y se diluye en las aguas negras de las prácticas limitadas a los especialistas.

Si bien es cierto que la Anarquía es insurreccional por naturaleza, no todos los insurrectos ni todas las insurrecciones son anárquicas. Las diversas tonalidades del fascismo también le apuestan a la insurrección mediante la disforia de las «masas». La miseria, la desesperación y la ansiedad de la multitud, son los vehículos del resentimiento que, inevitablemente, desembocan en fascismos. No es casual que el Frente Nacional en Francia llame a dirimir diferencias y a superar el «sectarismo», como tampoco es fortuito que coincidamos en muchos de los objetivos. Hoy la lucha contra la nocividad posindustrial, la lucha contra la quinta revolución tecno-industrial, la defensa de la biodiversidad, la lucha contra la precariedad, incluso la lucha contra la dictadura sanitaria impuesta de forma global a raíz de la pandemia de la Covid-19 y, la propia revuelta anticapitalista, tiene variados puntos de encuentros con los fascismos.

Si forjamos nuestra afinidad priorizando los «vínculos a partir de prácticas comunes» podemos estar allanando nuestro camino al cadalso y/o aceitando la guillotina con la que nos cortarán la cabeza. Sin duda, cuesta andar en un suelo tan resbaladizo pero, las condiciones del pavimento siempre han sido las mismas desde tiempos inmemoriales.

En el siglo XIX, coincidimos en los objetivos con blanquistas, populistas (mal llamados nihilistas), nacionalistas y, marxianos; también en el siglo XX, incontables contingencias nos pusieron los mismos objetivos en la mira que a los fascismos de ocasión. Solo quienes forjaron «vínculos a partir de prácticas comunes» sin mayores reflexiones, terminaron sus días en las filas blanquistas, populistas, nacionalistas, marxianas, fascistas, bolcheviques y nacionalsocialistas. Sobran ejemplos de «conversos» que abandonaron la «secta» anárquica y se sumaron al blanquismo, al populismo, al nacionalismo, al marxismo, motivados por la «práctica». Ya ni mencionar las defecciones durante el fascismo italiano y los alistamientos en filas bolcheviques durante los primeros días de la Revolución rusa. Mención de honor merecen los vínculos en nombre de la «práctica» de ciertos sectores del anarcosindicalismo español con el falangismo. Se trata entonces, de afirmar las diferencias o, más bien, afirmarse en las diferencias; de ahí nuestra vocación intrínsecamente «sectaria» y nuestra propensión al «purismo».

La teoría y la práctica anárquica se oponen a toda lógica utilitaria e instrumental, lo que imposibilita tejer «vínculos a partir de prácticas comunes». Nuestros vínculos se bordan —no se tejen— a través de la ética que, en verdad, es una etiología; es decir, un motivo, una causa, un exceso de principios comprometido única y exclusivamente con la Libertad. Por eso, para quienes nos reivindicamos anarquistas con premeditación y alevosía, no existen «medios» sino «fines»; fines concretos e inmediatos que dotan de vida a la Anarquía y nos regalan esos instantes efímeros de ausencia de autoridad y alimentan nuestras pasiones y deseos de liberación total en cada ataque a la dominación, a sus infraestructuras y sus personeros. Por eso asumo —consciente y decididamente— nuestro carácter «sectario» y, me dispongo a defenderlo como intransigencia anárquica hasta las últimas consecuencias.

Gustavo Rodríguez, Planeta Tierra, 19 de octubre de 2021.

(Extraído del folleto «Apología a la especificidad asociativa».)

NOTAS:

1. «Briefe und Auszüge aus Briefen von Joh. Phil. Becker, Jos». Traducido del alemán. Dietzgen, Friedrich Engels, Karl Marx und A. an F. A. Sorge und Andere, Stuttgart, 1906; disponible en ruso en Marx, K. y Engels, F.; Obras Escogidas, 1ª ed., t. XXVI, Moscú, 1935. En español se encuentra recogido en C. Marx y, F. Engels, Obras Escogidas, en tres tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1974, t. II. Se puede consultar una versión íntegra de esta carta en la edición digitalizada de KCL, Bakunin, Mijail; La Libertad: https://circulosemiotico.files.wordpress.com/2012/10/bakunin-la-libertad.pdf (consultado: 18/10/2021).

2. Un ente extremadamente heterogéneo, incapaz de producir las modificaciones críticas, metodológicas y organizativas que permitan la reaparición protagónica de la Anarquía en nuestro tiempo y el desarrollo de su potencia negativa.

3. Groundhog Day (El día de la marmota en Argentina, Chile, México y Venezuela; Hechizo del tiempo en el resto de Latinoamérica y, Atrapado en el tiempo en el Estado español), es una comedia de ciencia ficción estadounidense, realizada en 1993 bajo el sello Columbia Pictures. Fue dirigida por Harold Ramis, con libreto del propio Ramis en coautoría con Danny Rubin y, protagonizada por Bill Murray (Phill) y Andie MacDowell (Rita). 4. Vid., Guillén, Abraham; Desafío al Pentágono. La guerrilla latinoamericana, Editorial Andes, Montevideo, 1969; Estrategia de la guerrilla urbana, Ediciones Liberación, Montevideo, 1970 y; Lecciones de la guerrilla latinoamericana, en: Hodges Donald C. y Guillén, Abraham, Revaloración de la guerrilla urbana, Ediciones El Caballito, México, D.F., 1977.

5. No olvidemos que la hegemonía marxista-leninista tiene más de siete décadas; durante este prolongado período ha impuesto sus expresiones modélicas en nombre de la «unidad revolucionaria» produciendo descomunales desvirtuaciones en nuestras tiendas. Tales desvirtuaciones, llevaron al Movimiento 2 de Junio a diluirse en la Fracción del Ejército Rojo (RAF) y las Revolutionäre Zellen (Células Revolucionarias) huyendo del «sectarismo» en el marco del frentismo revolucionario— y a operar con apoyo de la Stassi y la KGB, hasta concluir sus días como mercenarios a las órdenes de Saddam Hussein y Al-Fatah, presumiendo el más pedestre antisemitismo. Indudablemente, para estas agrupaciones anti-imperialistas no había contradicción en colaborar y coordinarse con los esbirros de la policía secreta alemana y soviética. Desde su perspectiva frentista, en contra del «sectarismo», todas estas agencias represivas eran aliados «tácticos». Como diría Joaquín Sabina: “Siempre que luchan la KGB contra la CIA, gana al final, la policía”.

6. Esto fue así, al menos en aquellas sociedades que poseían una extraordinaria acumulación de bienes disponibles y habían alcanzado «un sorprendente desarrollo tecnológico» (para expresarlo dentro de las aspiraciones de época) .

7. Un bochornoso ejemplo es la otrora Federación Anarquista Uruguaya (FAU) y su degeneración —huyendo del «sectarismo»— en partido electorero (Partido de la Victoria del Pueblo). Para mayor información Vid., https://es.wikipedia.org/wiki/Partido_por_la_Victoria_del_Pueblo (consultado: 18/10/2021).

8. Seguramente, este segmento explicativo les resulte aburrido (y hasta petulante a muchos compañeros y compañeras), por lo que me disculpo de antemano. Confieso mi ignorancia supina; así que no me queda más recurso que ir discurriendo a través de los libros el tema que nos ocupa.

9. Moliner, María, Diccionario del uso del español, Editorial Gredos, Madrid, 2007, p. 2674.

10. Roberts, Edward A., (trad.) Bárbara Pastor, Diccionario Etimológico Indoeuropeo de la Lengua Española. Colección Alianza Diccionarios, Alianza Ed., Madrid, 2013, p. 152.

11. Oxford Latin Dictionary; ed. P. G. W. Glare (2nd Edn.), Oxford University Press, Oxford, 2012.

12. Pacomio, Luciano, Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995.

13. Ernout, Alfred y Meillet, Antoine, Dictionnaire étymologique de la langue Latine. Histoire des mots, Klincksieck, Paris, 1951, p. 608.

14. Weber, Nichola; Sect and Sects. The Catholic Encyclopedia, Vol. 13., Robert Appleton Company, New York, 1912. Disponible en: http://www.newadvent.org/cathen/13674a.htm (consultado: 18/10/2021).

15. Ibídem.

16. Kalb, Ernst Kirchen und Sekten der Gegenwart (Iglesias y sectas de la actualidad), Verlag der Buchhandlung der Evang. Gesellschaft, Stuttgart, 1905.

17. Desde los primeros días del año 1533, los anabaptistas liderados por el «propheta» Jan Matthys, decretaron el «comunismo cristiano» en Münster. Con este fin, ordenaron a los habitantes de la ciudad poner su dinero en un fondo comunal destinado a la compra de víveres, la distribución de propaganda y, el reclutamiento de mercenarios para la defensa del régimen y la erradicación de cualquier subvención. Para asegurar el nuevo orden social y la vida en comunidad, se quemó la biblioteca y se crearon comedores comunitarios, donde se alimentaba a la población mientras les leían la Biblia; también ordenaron que puertas y ventanas de todas las casas permanecieran abiertas las 24 horas del día y, se decretó la pena capital contra los «sectarios». En la primavera de 1534, tras la captura y ejecución de Matthys por fuerzas leales a la Iglesia, su discípulo Jan Bockelson (Juan de Leyden) se autoproclamaría rey de Münster, dando continuidad a la teocracia comunista. Bajo su mando el terror alcanzó su punto máximo, haciendo de las ejecuciones un espectáculo cotidiano, mientras consolidaba el comunismo de «bienes y mujeres». Así, los comunistas cristianos liderados por Jan Bockelson, llegarían a ejecutar a toda persona que intentara huir de la ciudad, ocultase alimentos en su domicilio y a todas las mujeres adolecentes que se negaran a desposarse en el régimen de poligamia forzada implementado por el rey-profeta.

18. Cohn, Norman; En pos del Milenio. Revolucionarios milenaristas y anarquistas místicos de la Edad Media, Pepitas de calabaza ed., Logroño, 2015, p. 401.

19. Existe edición en español: Ensayo sobre las costumbres y el espíritu de las naciones, Biblioteca Hachette de Filosofía, Buenos Aires, 1959. Para aquilatar el racismo racionalista de Voltaire en su justa dimensión, es muy recomendable echarle un ojo a su Diccionario filosófico, Akal, Madrid, 2007.

20. Schoeck, Helmut; Diccionario de sociología, Herder Editorial, Barcelona, 1985.

21. Hillmann, Karl-Heinz; Diccionario enciclopédico de sociología, Herder Editorial, Barcelona, 2001.

22. Arlotti, Raúl; Vocabulario técnico y científico de la política, Editorial Dunken, Buenos Aires, 2003.

23. Weber, Max; La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Navarro Pérez, Jorge. ed., Villacañas, José Luis. pról., Ediciones Istmo, Colección Fundamentos Nº 135, Madrid, 1998, p. 268.

24. Idid.

25. Ibid., p. 312.

26. Weber, Max.; Economía y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva, Fondo de Cultura Económica, México, 2005. p. 932.

27. Troeltsch, E.; The Social Teaching of the Christian Churches, George Allen & Unwin Ltd-The Macmillan Company, London-N.Y, 1950. p. 993.

28. Ibid.

29. Engels, Friedrich; Introducción [a Karl Marx, Klassenkämpfe in Frankreich 1848 bis 1850], en: Marx-Engels-Werke (MEW) Band. XXII, p.p. 526-527.

30. El posicionamiento marxiano sobre el «partido obrero» y el «gobierno proletario» quedó plasmado en la Resolución IX, sobre la «Acción política de la clase trabajadora», acordada el 25 de julio de 1871 —misma que se realizó a puerta cerrada por ordenes de Engels— y, «ratificada» por «22 delegados con plenos derechos y 10 con voz pero sin voto», en base a la moción blanquista durante la Conferencia de Londres. Vid. Dommanget, Maurice, «La Première Internationale», Revue d’histoire économique et sociale, 1962, Vol. 40. No. 4, pp. 553-556.

31. La Alianza Internacional de la Democracia Socialista, fue una sociedad secreta anarquista, fundada por Bakunin y sus afines en Ginebra, en septiembre de 1868, con el fin de coordinar una conspiración global a través de la Primera Internacional.

32. F. Engels, «Bericht über die Allianz der Sozialistischen Demokratie, vorgelegt dem Haager Kongreß im Namen des Generalrats», 1872, en Marx-Engels-Werke (MEW), Band. XVIII, pp. 138 y ss.

33. Publicado por vez primera de manera parcial en el libro: Engels, F.; Politisches Vermächtnis. Aus unveröffentlichten Briefen, Berlín, 1920; en forma completa en la revista Die Geselschaft, núm. 11, Berlín, 1925. Recogido en: C. Marx, C. y Engels, F.; Obras Escogidas, en tres tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1974, t. II. Disponible en línea: https://www.marxists.org/espanol/m-e/cartas/e24-1-72.htm (consultado: 18/10/2021).

34. No deja de ser una flagrante contradicción que san Charlie argumentara sus sistemáticos ataques al «sectarismo» a partir de esta concepción del desarrollo inexorable de la historia, echando mano de la visión evolucionista, mientras que en múltiples artículos de prensa, al igual que en los Grundrisse de 1857-1858, cuestionó efusivamente todo evolucionismo de la historia. Curiosamente, sus acólitos pocas veces reflexionan al respecto.

35. Marx, K, Tercer Manuscrito (Propiedad privada y comunismo), en Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, disponible en línea: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/manuscritos/man3.htm (consultado: 18/10/2021).

36. Haciendo honor a la verdad, debo reconocer que los marxianos han rechazado siempre las creencias monoteístas pero jamás han superado el modo monoteísta de pensar. Ciertamente, tras estas concepciones se oculta la fe ciega en el «dios Humanidad» y la creencia en la historia como un movimiento encaminado hacia un propósito universal: «el progreso de la humanidad». El mito del progreso es un claro vestigio del cambio radical en los asuntos humanos anunciado y esperado por el cristianismo. De ahí las similitudes entre la religión que don Friedrich se inventó a partir de la vida y los sermones de san Charlie y, la que se inventó san Pablo, a partir de la vida y los sermones de Jesús.

37. Op. cit., Cohn, Norman, p. 404.

38. La gran paradoja del dogma marxiano es haber impulsado el desarrollo «sectario» entre sus adeptos, engendrando infinidad de «sectas» que se reclaman entre sí ser los auténticos herederos de la vida y obra de san Charlie.

39. «Comisión Extraordinaria» concebida por Lenin tras la Revolución de Octubre e instaurada en diciembre de 1917, bajo la dirección de Félix Dzerzhinski, como organismo derepresión encargado de la seguridad del nuevo Estado socialista. Con el tiempo esta agencia de policía secreta cambió de nombre, hasta convertirse en 1954 en el KGB (Comité para la Seguridad del Estado).

40. Freire, P., La educación como práctica de la libertad, ICIRA, Santiago de Chile, 1969, p.51.

41. Este hecho ha quedado recogido en diferentes textos, para mayor información vale consultar: Correa, Medardo; Sueño inconcluso, Artes Gráficas Caviher Ltda., Bogotá, 1997, p. 67 y ss. y; Medina Gallego, Carlos; ELN. Una historia de los orígenes, Rodríguez Quito Editores, Bogotá, 2001, p. 231-247.

42. Entre noviembre de 1985 y enero de 1986 fueron asesinados 164 guerrilleros pertenecientes al Comando Ricardo Franco Frente-Sur (CRF-FS) de la Coordinadora Nacional Guerrillera (CNG), por órdenes de sus comandantes tras juicio sumario acusados de «traición» y «faccionalismo». Vid., Cuesta Novoa, José, Vergüenzas históricas, Tacueyó, el comienzo del desencanto, Intermedio Editores, Bogotá, 2002.

43. Chile: Comunicado de Mónica Caballero y Francisco Solar. Disponible en línea: https://anarquia.info/chile-comunicado-de-monica-caballero-y-francisco-solar/ (consultado: 18/10/2021).

44. Id.

45. Id.

46. Id.

47. Id.

48. Id.

Un casino en llamas

Los efectos combinados de la epidemia del Coronavirus y las repercusiones de la globalización –sobre la que actúa con creciente peso la carrera desenfrenada por apoderarse de la tierra y de los metales raros, necesarios para la construcción de satélites, la digitalización de la producción y de la sociedad, y la llamada transición energética–, abren escenarios impredecibles. Por un lado, asistimos a una aceleración sin precedentes hacia el control totalitario; por otro, la valorización del capital parece cada vez más frágil, poniendo en tela de juicio directamente al Estado. No sólo las condiciones materiales, la salud y la libertad están decayendo, sino que esto está ocurriendo a través de una experiencia de masas, y a escala internacional. El poder ondea la bandera de la necesidad, pero impera la contingencia.

Probemos sustituir «nocividad» por «epidemia»: «A pesar de todas sus evidentes ventajas como método de gobierno, la proscripción de la conciencia no escatima en la devastación de la sociedad, que en sí se corrompe irreversiblemente. Y cuando pretende actuar como garante de la supervivencia de la humanidad, sólo añade a su habitual irrealismo un simulacro de guerra contra la nocividad, el último truco tramposo en un casino en llamas». Lo que le da cierto aire de final de juego a todo esto, no son las pretendidas «crisis insuperables del capitalismo», sino los límites ecológicos del Planeta, los cuales cada vez son mas difíciles de enmascarar con los avances tecnológicos.

En este escenario, un proyecto revolucionario no puede prescindir del análisis cuidadoso de sus «puntos de aplicación». Y aquí volvemos a la cuestión del espacio público. Por una suerte de paradoja, el municipalismo libertario de Bookchin es una de las referencias del «confederalismo democrático» que experimentan las comunidades kurdas en el contexto de la guerra de guerrillas. Dejemos por un momento de lado cuánto hay de autopromoción del PKK en tal referencia. Nos interesa otra línea de razonamiento. Los ejemplos históricos en los que se fundamentó la propuesta Bookchiniana eran los clubes de la Revolución Francesa, la Comuna y la democracia directa de los Consejos. Hace más de veinte años, alguien señaló que era imposible sacar esos ejemplos de organización federalista de su contexto material y psicológico: el movimiento insurreccional. Sin esa ruptura –continuaba el razonamiento– no se construye ningún espacio real de diálogo en las ciudades del Estado. La idea de una secesión progresiva de la dominación mediante municipios libertarios federados entre sí progresivamente, no es sólo una ilusión que antepone los efectos a las causas, sino también el terreno abierto para cualquier tipo de cogestión institucional. El hecho que Bookchin haya aterrizado en la propuesta de las listas cívicas para presentarse a elecciones municipales, no es un accidente en el camino, ni un ejemplo flagrante de inconsistencia personal: es la conclusión lógica de quienes piensan que el «modelo insurreccional» es un fantasma del pasado, un legado del siglo XIX que impidió la formulación y la práctica de una política libertaria acorde a los tiempos. Ahora, no sólo ese fantasma ha vuelto a vagar por el mundo con creciente frecuencia, sino que bajo su «hechizo» las experiencias de democracia directa que realmente merecen ser criticadas, han tomado forma (las demás se critican a sí mismas por la dañina irrealidad en la que se retuercen). Y la crítica, como vimos antes respecto a los consejos obreros, no puede detenerse en la forma (unanimidad versus mayoría, delegados revocables versus portavoces permanentes, etc.), sino que debe descender al nivel del contenido: que no es tanto en el discurso sino en la práctica donde se transforma la vida, lo que se pone en común más allá de las palabras, la relación entre la autoorganización de la violencia y el diálogo real, los ámbitos sociales que se ven tocados y desbordados por la lucha. En resumen, el grado de irreversibilidad alcanzado por el movimiento.

No es casual que quienes piensan en términos de proyección de «ese dominio público, donde la libertad puede desplegar sus seducciones y convertirse en una realidad tangible», sean, sobre todo, quienes se mantienen más alejados de los choques sociales que permiten su formación. Esa es nuestra limitante, que ciertas fórmulas mágicas («destruir el trabajo», «dinamitar lo existente»…) ayudan a disimular. Ahora bien, si realmente deseamos soltar el vaso, es cuestión de ir más allá de esas fórmulas. Y luego, pensar en el anarquismo, no sólo como una metodología insurreccional –si nos limitamos a eso, no abandonamos el ámbito de la forma– sino como proyecto revolucionario. Como un conjunto articulado de contenidos en constante búsqueda de sus «puntos de aplicación». La práctica de los grupos de afinidad y la coordinación informal, nos indican cómo deben organizarse los compañeros; en el mejor de los casos, nos sugieren cómo intervenir en cierto contexto, a partir de determinados ángulos de ataque, que permiten abrir ciertas brechas; pero en sí mismas –precisamente porque un proyecto requiere de un método, pero no es simplemente un método– permiten que transpire muy poco de la vida por la cual están luchando; por ejemplo: las primeras medidas comunistas que intentan adoptar en un contexto insurreccional.

Massimo Passamani

 

Fragmento de “La palabra y la cosa: a propósito del proyecto revolucionario”; Los Días y las Noches: Rivista anarchica. Número 11. Julio 2020.

 

Traducción Corrispondenze Anarchiche.

 

 

DE LA REVUELTA A LA AUTONOMÍA AUTORITARIA. Cuando creímos en la revolución zapatista

Sabía mandar, porque supo antes aprender a obedecer.
COMUNICADO CONFIDENCIAL A TODOS LOS MILITANTES DE LAS FUERZAS DE LIBERACION NACIONAL. México. 1 de octubre de 1976.

El escribir sobre las luchas que dimos y vivimos los anarquistas es complicado y más si esta lucha la dimos con una organización no anarquista. Es complicado porque nuestras palabras serán críticas y juiciosas, por lo mismo las guardamos con un gran silencio y el tiempo las empieza a perder. Este escrito pretende no olvidar la lucha que dimos y vivimos. Es el inicio de una reflexión a voz alta de una experiencia en México y concretamente en Chiapas. Falta mucho por hablar, escribir y debatir. Ojalá empecemos.

I

A principios de los años noventas, en la ciudad de Querétaro (México), me empecé a acercar a las ideas anarquistas por medio de música, lecturas de revistas, fanzines, y escasos libros sobre el tema que se podían conseguir. Después me involucré en la militancia con una organización anarquista mexicana. Así emprendí mi participación en lo que se llamaba la “Red Amor y Rabia” (y posteriormente Federación Anarquista Revolucionaria Amor y Rabia, FARAR) la cual se estableció en la Ciudad de México. Dicha Red, pretendía crear grupos anarquistas en México (ya existían en Canadá y EEUU) [1] para trabajar sobre diferentes temas y con una base ideológica de anarquismo revolucionario [2] . Nunca se lograron crear grupos en el territorio mexicano y el único grupo más o menos consolidado fue el de la Ciudad de México con la publicación de un periódico como medio de propaganda y organización. Sinceramente mi conocimiento teórico sobre el anarquismo era muy básico y mucho más básico su práctica en la realidad que vivíamos. Así que militar en una organización anarquista sonaba muy bonito pero no tenía claro qué era eso, además de que en la ciudad de Querétaro fui el único militante de Amor y Rabia.

En el tratar de entender el anarquismo y su militancia vino el primero de enero de 1994. En Chiapas, México, se hace la rebelión armada del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), da a conocer su Declaración de la Selva Lacandona (o Declaración de guerra) e invita al pueblo mexicano a luchar y participar en su guerra revolucionaria contra el gobierno mexicano [3] .

La rebelión nos causó sorpresa, admiración, simpatía, encanto, dudas y muchas más dudas. Sabíamos que no era una rebelión de tintes anarquistas por su Declaración de la Selva Lacandona y después, por las palabras de sus mandos militares con su nacionalismo mexicano y con una organización basada en la jerarquía política y militar. Pero sabíamos como anarquistas revolucionarios que la rebelión se justificaba y que debíamos de apoyar:
“(…) la utilización de cualquier medio necesario para emancipar a la humanidad y alcanzar el fin de la guerra, la pobreza, el hambre, la miseria. Apoyamos el uso de tácticas diversas contra el actual sistema y para el desarrollo de una revolución social. (…) el anarquismo es un cuerpo viviente de teoría y práctica conectado directamente a las experiencias vividas por los oprimidos en las luchas por su liberación” [4] .

Además nos atrapó y nos entusiasmó su discurso: del no poder; del anti autoritarismo y la horizontalidad en sus pueblos y en su organización; y de la creación de una autonomía en donde se podría construir una sociedad diferente con los pueblos.

En síntesis: creíamos que se podía hacer una revolución en toda la extensión de la palabra y que como anarquistas teníamos que pelear y luchar en esa revolución para destruir y cambiar esta sociedad autoritaria. Teníamos que ver y participar con ellos, nos volcamos en el apoyo total para y con el EZLN.

Así que a principios de 1994 algunos compañeros y compañeras fueron a buscar a la gente del EZLN en Chiapas, y los encontraron. Con ellos se llegaron a unos acuerdos de ayuda material y para la creación de un proyecto en zona zapatista. Los acuerdos fueron con su dirigencia política-militar: el Subcomandante I. Marcos y el Mayor I. Moisés (hoy llamados Subcomandante I. Galeano y Subcomandante I. Moisés).

¿En qué consistía el proyecto? En crear un canal directo de apoyo con los pueblos zapatistas y eso se tenía que hacer con un “campamento de solidaridad directa” (no queríamos participar en los llamados campamentos civiles por la paz del Centro de Derechos Humanos “Fray Bartolomé de las Casas”, nos parecía una simulación y además los controlaba la iglesia católica).

Se trabajaban tres temas: educación, salud y mujeres (además a largo plazo se tenía que hacer un sistema de agua potable y la electrificación de la comunidad). El proyecto inició el primero de mayo de 1996 en la comunidad zapatista Santa Rosa el Copán del municipio de las Margaritas [5] (el trabajo en dicho lugar tenía unas limitantes que la dirigencia zapatista había puesto: no entrometerse en la vida, organización y política de la comunidad); el campamento de solidaridad directa se llamó “Mártires de Chicago” y a la escuela primaria que se abrió le pusimos el nombre de “Escuela Anti autoritaria Primero de Mayo” (remarco las palabras “le pusimos el nombre” porque a las personas de la comunidad no les pedimos su opinión sobre ese asunto y así en demás cuestiones del proyecto). Teníamos mucha teoría anarquista y la queríamos aplicar en dicha comunidad, pero el problema era que en la práctica no sabíamos cómo trabajar los temas del proyecto desde el punto de vista anarquista, o desde ningún otro, me atrevo a decir. También, la vida diaria en el campamento era lo contrario a la buena convivencia entre compañeros de ideas, y nos salía todo lo malo que podíamos tener: nulo trabajo en colectividad, muchos egos, engaños, mentiras, falta de ganas de trabajar con la comunidad, soberbia, antisolidarios entre nosotros y expulsiones. Además no contábamos con suficientes compañeros para sostener el proyecto. Lo poco que teníamos de organización se concentró en Chiapas. Por todo lo anterior el proyecto se tuvo que acabar [6] e, igualmente, el periódico y la organización Amor y Rabia en México [7] .

Recapitulando: el zapatismo con nuestra complicidad nos absorbió.

II
A pesar de la mala experiencia vivida y de la decepción de trabajar con compañeros anarquistas, seguía creyendo que el zapatismo era una opción política para cambiar la sociedad y llegar a una libertad construida entre todos. Para llegar a esa libertad se tenía que trabajar y desarrollar la autonomía propuesta por los zapatistas, pero ¿cómo era esa autonomía? Era, en palabras del Comandante David “la facultad de los pueblos indígenas para tomar decisiones sobre diferentes niveles de vida: político, económico, social, cultural, religioso y territorial”; era el “tomar decisiones solitos para el bienestar del pueblo” y “que solitos los pueblos puedan moverse, pensar, actuar… para lo que ellos quieren pero con libertad y de acuerdo con su idea” [8].

Entonces, de forma individual (de 1997 a 2006), participé [9] en la construcción de la educación autónoma zapatista en una parte de la Zona de los Altos de Chiapas, que es llamada las Comunidades del Sur de San Cristóbal de la Casas [10] y después en gran parte de la Zona de los Altos de Chiapas con el Caracol II “Resistencia y Rebeldía por la Humanidad”.

La manera de participar fue a través de una organización no gubernamental (llamada Formación y Capacitación A.C. FOCA) de San Cristóbal de las Casas que estaba vinculada y, en una parte, integrada al zapatismo de las Comunidades del Sur. Fue una experiencia de casi 9 años en donde se pasó de un asistencialismo a la construcción con los pueblos, comunidades y grupos de una educación autónoma zapatista. Se hizo todo lo posible para que la educación surgiera de los pueblos y fuera de ellos. Fueron años en los cuales llegué a pensar que de verdad se construía otra educación: libre, autónoma, crítica, pensante, diversa, que era de todo el pueblo y para todo el pueblo, y que su construcción surgiría de los pueblos, sería una de las maneras de emancipar y cambiar la sociedad.

En estos años conocí cómo funcionaban, al interior, los pueblos zapatistas; este conocimiento y aprendizaje siempre fue con respeto a sus decisiones y a su manera de concebir su actuar. Sin embargo, se daban muchas contradicciones entre lo que yo pensaba como anarquista y lo que hacían los pueblos zapatistas, pero lo justificaba porque pensaba: “no seas cuadrado, ni dogmático, ni purista”, “no es sencillo hacer un cambio en la sociedad y además es muy lento”, “claro, como tú vienes de la ciudad y aquí es el mundo indígena, no entiendes todo”, “no quieras poner el discurso anarquista a la práctica”, “es que son sus decisiones”. En resumen, y como escribió un compa del difunto Comité de Solidaridad con México de Ámsterdam hace ya unos años: “Nosotr@s actuamos de la manera que much@s «militantes» hacen: dejamos de lado nuestros propios sentimientos, dudas y críticas por el interés de la «causa». Más tarde supimos que habíamos cometido un gran error. Este es uno de los errores de los que hemos aprendido, pero seguro que cometimos más”. [11]

Las Contradicciones

Las contradicciones que uno tenía, que después se convertirían en críticas, y más adelante en rompimiento con el EZLN se pueden resumir en dos cuestiones:

Los dobles discursos y el autoritarismo:

El primer gran problema con el zapatismo es que existe un discurso hacia fuera que mayoritariamente está dirigido a la sociedad civil, al pueblo de México, a sus simpatizantes e incluso a sus bases, y otro discurso hacia dentro que solo es para su estructura interna como organización.

El discurso hacia fuera insiste en que en los llamados territorios zapatistas se ejerce una autonomía en donde: el pueblo (los de abajo) es el que decide todo; en el que la manera de trabajar la salud, la educación, la justicia y demás se arregla en las asambleas comunitarias (se dice que en esas asambleas todo se discute, se reflexiona y se llegan a sus conclusiones); que la base de la resistencia y la lucha se basa en el pueblo y que uno de sus principios, como organización, es su mandar obedeciendo que surge de ese pueblo.
Pero el discurso, y además la práctica, hacia dentro es lo contrario: existe un arriba y un abajo. Los de arriba son los mandos políticos-militares y los líderes comunitarios (Comandantes); ellos son los que dicen la última palabra en los proyectos de cualquier tipo; ellos son los que determinan si el trabajo de educación, salud, justicia, gobierno, etcétera va bien o mal y ellos son quienes toman las decisiones políticas del zapatismo. Lo de abajo es la base y todos los responsables locales y regionales que siguen las órdenes que se tienen que cumplir; que hacen reuniones en sus pueblos donde solo se leen los escritos de la Comandancia Zapatista; que las asambleas solo sirven para cuestiones logísticas que pide la organización, o para arreglar problemas internos de la comunidad.

Ello conlleva al segundo problema: el autoritarismo. Porque en las decisiones que se toman arriba no puede existir la discusión, el diálogo, la reflexión y el compartir ideas con sus bases zapatistas. No existen esas asambleas en donde se discute una propuesta o una decisión política. No existe ese caminar preguntando. No es cierto eso de que: “Aquí manda el pueblo y el gobierno obedece”. Lo que existe es una autonomía en donde se manda y se obedece.

Para sustentar lo anterior narro dos ejemplos que viví:

1. Ejemplo en la educación autónoma en la Zona Altos:

Para el año 2003 se crean las Juntas de Buen Gobierno en los territorios zapatistas: en teoría era la aplicación de los Acuerdos de San Andrés Sakam ́chen, debería ser un avance en la autonomía y el contrapeso para equilibrar el desarrollo de los municipios autónomos y de las comunidades, para dejar que la voz de los pueblos la dijeran ellos, y no el EZLN, pues en el discurso el EZLN es lo militar, y sus bases son lo civil.

En educación, una de las áreas principales de la autonomía zapatista, se decía que “debería de procederse (como) en la política, o sea de abajo a arriba” construyendo una educación que venga de los pueblos, en donde se toma su palabra. En donde, como decía la coordinación de educación de la Zona Altos, la educación autónoma debería: “Enseñar aprendiendo y educar produciendo nuevos mundos. Debemos saber que nadie educa a nadie, ni nadie se educa solo sino que la educación nos la daremos entre todos o sea en colectivo” [12] . Y además “(…) nosotros en consulta con los ancianos, con los pueblos, con los representantes, con la mujeres, los hombres, los jóvenes, quienes dieron su punto de vista para empezar a trazar o planear una guía de trabajo que sirviera como un plan para las escuelas primarias autónomas” [13] .

El problema con lo anterior es que solo era un discurso, que se oye muy bien, pero en la práctica ¿qué se hacía? Pues lo que se hizo fue quitar los pocos y costosos avances que existían en algunos lugares de la Zona Altos de Chiapas, se impuso una manera de trabajar y un plan de estudios para todos los pueblos desde la llamada Coordinación General del Sistema de Educación Rebelde Autónomo Zapatista de Liberación Nacional – Zona Altos de Chiapas. El plan de estudios [14] fue hecho por una persona (el Coordinador de Educación) y en su mayoría, era una copia de los planes de estudio de la educación primaria del gobierno mexicano, lo diferente es que en los temas sociales o del medio ambiente se cambiaban por temas zapatistas o revolucionarios o de lucha.

A las bases zapatistas y a toda la estructura civil no se les pedía su opinión sobre lo que supuestamente estaban construyendo en colectivo. La realidad era que nunca se les preguntó a los pueblos, comunidades o grupos zapatistas: ¿Qué es, cómo es y por qué nuestra educación autónoma? o platicar sobre ¿cuáles son nuestros conocimientos o saberes que como pueblos debemos enseñar a nuestros niños? Incluso existían promotores de educación que ya tenía un tiempo trabajando y ni a ellos se les pidió opinión.

Lo más importante era que la educación autónoma zapatista se tenía que trabajar ¡ya! porque esas eran las ordenes, entonces lo fundamental es que se debían de abrir escuelas y nombrar promotores en todos los pueblos (muchas veces se nombraban promotores que no querían ser, o salían de la Secundaria Rebelde Autónoma Zapatista “Primero de Enero” de Oventik y no sabían qué hacer en el trabajo educativo).

La Junta de Buen Gobierno, y su Coordinación General del Sistema de Educación Rebelde Autónomo Zapatista de Liberación Nacional, lo que llevó a cabo fue una unificación de la educación autónoma zapatista. El resultado inmediato fue la imposición y el control de la manera de querer hacer la educación autónoma de la Zona Altos. Como se decía entonces, desde la Coordinación de Educación: una sola educación.

Desgraciadamente se llegaba a situaciones donde el Coordinador general de educación, o el Comandante con influencia, o el mando militar regional o general conocía a alguien que trabajaba la educación, le gustaba su discurso y lo llevaban a dar una plática o un taller con los promotores de educación, sin ninguna relación con lo que se tenía planeado trabajar en la educación autónoma.

2. Ejemplo con la Sexta Declaración de la Selva Lacandona

Para la mitad de junio (exactamente el día 19) del año 2005 se declara la alerta roja en territorio zapatista. El motivo de la alerta (el discurso hacia afuera) era una consulta a toda la estructura del EZLN (tropa insurgente, comandantes, responsables locales y regionales y bases de apoyo) y esta consulta en palabras del EZLN era: “un balance de la etapa en la que está nuestra organización y un análisis de la situación nacional actual. Además, les está proponiendo a sus bases de apoyo, quienes constituyen el mando supremo de nuestro movimiento, un nuevo paso en la lucha, un paso que implica (…) arriesgarse a perder lo mucho o poco que se ha logrado (…)”, después nos decían“(…) pues por eso se consulta a todos, por eso se pregunta a todos, por eso se toma el acuerdo de todos (…) Ahora el colectivo que somos tomará una decisión. Se están sopesando los pros y los contras (…) Ahora vamos a decidir si hacemos otra cosa y el resultado lo haremos público en su momento (…)”. [15]

Al finalizar junio se da a conocer en los medios de comunicación la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, que actualmente sigue vigente. En la parte final dice: “Por mientras lo piensan, les decimos que, hoy, en el sexto mes del año de 2005, los hombres, mujeres, niños y ancianos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional ya nos decidimos y ya suscribimos esta Sexta Declaración de la Selva Lacandona, y firmaron los que saben y los que no lo pusieron su huella, pero ya son menos los que no saben porque ya se avanzó la educación aquí en este territorio en rebeldía por la humanidad y contra el neoliberalismo, o sea en cielo y tierra zapatistas”. [16]

De nueva cuenta, se escucha muy bien el discurso, pero la realidad fue distinta y se hizo todo lo contrario: Contaré de manera breve cómo se vivió la alerta roja en el Caracol de Resistencia y Rebeldía por la Humanidad de Oventik de la Zona Altos:

Se convoca a una reunión urgente a toda la gente zapatista que estaba trabajando en el Caracol (promotores de educación, de salud, artesanas, autoridades) en el auditorio “Emiliano Zapata” de Oventik. La reunión estaba presidida por varios Comandantes y ellos explicaban que se decreta una alerta roja porque había llegado la orden del mando, que se pasaría a otra etapa de lucha y que habrían de hacer unas preguntas muy importantes [17] . Las preguntas eran para todos los reunidos ahí y se tenían que contestar en ese mismo momento. La primera pregunta era de la siguiente manera:

¿Quieren seguir en la lucha? Y tenían que contestar “sí” o “no”. Si contestabas que “no” te ibas, agarrabas tus cosas que tuvieras y te salías de la organización zapatista (del EZLN).
Si tu respuesta era afirmativa tenías derecho a que te dijeran y a contestar la siguiente pregunta:
¿Estás de acuerdo que se luche conjuntamente con los trabajadores de la ciudad y del campo, con otros indígenas, jóvenes, mujeres, ancianos y ancianas, niños y niñas, etcétera?
-De nueva cuenta se tenía que contestar “sí” o “no”. Si contestabas que “no” te ibas, agarrabas tus cosas y te salías de la organización.
Si tu respuesta fue afirmativa hacías un juramento que consistía en que no renunciarías a la lucha zapatista. Se juraba y finalmente los Comandantes daban la indicación de que cada quien regresara a su casa en su comunidad, pueblo o grupo y ahí serían avisados sobre lo que seguiría.

Pocas semanas después, como ya dije, apareció en los medios de comunicación la Sexta Declaración. A nadie de la base zapatista se le leyó o se le consultó o se discutió, antes que apareciera públicamente, la Sexta Declaración para que opinara si estaban de acuerdo o no y la firmaran. La Sexta Declaración la base zapatista la conoció hasta que apareció públicamente.

A MODO DE CONCLUSIÓN

Es decir, en estas cuestiones que uno creía como anarquista y que veía en el zapatismo: la autonomía, el autogobierno, la autogestión, la horizontalidad, las asambleas pues se esfuman y se convierten en mentiras. Y no es que uno quisiera que el EZLN fuese anarquista y que la construcción de la autonomía fuera todo bonito, correcto y sin errores. No, creer eso es un despropósito pues toda construcción social tiene fallas, errores, malentendidos y caídas. Porque lo que uno entendía es que entre todos íbamos a construir un espacio de libertad con la práctica de la autonomía. Desgraciadamente eso en el zapatismo es imposible. El mandar, la disciplina y el cumplir las órdenes de los superiores es lo más importante.

No existía, ni se quería, una apropiación real de la base a las supuestas ideas zapatistas que se decían en el discurso. Lo que se hacía era construir una autonomía autoritaria: Sí, parece una contradicción usar esas dos palabras juntas pero la autonomía zapatista solo se puede entender así: como una forma de gobierno autoritaria. Bien manejada y bien publicitada, pues tienen dos formas de hacer su gobierno: la de propaganda, que con mucho trabajo se lleva a la práctica (Juntas de Buen Gobierno, Municipios Autónomos, promotores de salud y educación) y la que llamo oficial, con la que como organización nacieron, crecieron y desarrollaron (su estructura político – militar). Estas dos formas conviven y se ayudan para realizar su gobierno autónomo, pero entran en grandes conflictos y quienes realmente mandan son los últimos. (No debemos de malentender estas afirmaciones: las bases zapatistas, los comandantes, los responsables locales y regionales, las Juntas de Buen Gobierno, los promotores aceptan este tipo y forma de gobierno y de autoridad, pues les ha servido en su lucha. Se sienten contentos con él y es la manera de trabajar que ellos consideran exitosa) [18] .

Al ver este panorama y analizarlo ¿cómo se podía seguir con ellos? , ¿cómo podía justificar todo el discurso que se decía de autonomía? ¿por qué aceptar esta forma de gobierno autoritario y sus prácticas autoritarias? ¿por qué aceptaba el doble discurso? , ¿por qué no decirles esas críticas a los “compañeros” zapatistas? Sencillamente porque no se podía hacer, porque si se hacía o tan siquiera se insinuaba, se percibía como algo mal visto y empezaban las desconfianzas, el negarte información, las advertencias de que nada se podía cuestionar, los castigos y la expulsión [19] .

Como anarquista no fui crítico y no fui consciente de lo que hacía. Nuestras críticas, tan brutales contra la sociedad capitalista, las dejamos estacionadas para no quedar mal ante los compañeros y simpatizantes zapatistas, ni para aparecer como dogmáticos, sectarios y puristas.

Como anarquista toleré actos nefastos: autoritarismo, engaños, mentiras y dobles discursos. Como anarquista no dije mi palabra y me quedé callado ante esos actos negativos del zapatismo porque, pensé, que “no había que afectar al movimiento”, porque “no es el momento”, porque “seríamos unos traidores, unos vendidos y unos infiltrados del gobierno”, “porque esto va a cambiar y apenas empieza” o porque “como somos mestizos blancos pues queremos imponer nuestro pensamiento colonialista”.

Han pasado 25 años desde que nos acercamos e implicamos con el zapatismo, hace 25 años creí que se había abierto una ventana para una revolución, pero el resultado fue que solo me encadené, muy contento, al típico autoritarismo que pulula en las organizaciones de izquierda o democráticas mexicanas.

La supuesta revolución se quedó en todo un show: en pasamontañas y paliacates, en discursos dobles bonitos, en encuentros de todo tipo del zapatismo con sus simpatizantes, en alertas rojas, en buenos gobiernos, en autonomías autoritarias y en jugar al clandestino armado.

Después de 25 años puedo decir que el anarquismo nada tiene que hacer con el EZLN. El zapatismo lo único que quiere es cooptar gente[20] para su organización, aceptando su discurso y su práctica autoritarias sin chistar. Y si realmente nos asumimos anarquistas ese tipo de ideas y prácticas las debemos de rechazar.

Sigo creyendo que se puede y se necesita hacer una revolución. Lo seguiré diciendo e insistiendo, porque el ser humano debe ser libre. Porque lo que viví en los pueblos, en las comunidades y en las rancherías es que cuando se habla, se pregunta, se discute y se cree en unas ideas se puede hacer cualquier cosa, sin necesidad de recursos económicos ni líderes iluminados o mesiánicos, eso sencillamente es uno de los comienzos para encender una revolución.

Porque siempre seguiré creyendo que no necesitamos ni obedecer ni mandar, y por lo mismo no necesitamos de buenos gobiernos, ni de concejos de gobiernos, ni de comandantes, ni de asambleas manipuladas, ni nada parecido. Porque lo que necesitamos es liberarnos entre todos y de todo, con el pensamiento, la palabra, la acción y la organización honesta y sincera.

México 2018-2019.

Javier Herrera

Ponencia presentada en el II Congreso Internacional de Investigadorxs sobre Anarquismo(s). Montevideo, Uruguay. 2019.


 

1 La Red Amor y Rabia se fundó en 1989 con grupos anarquista de EEUU y Canadá.

2 Para entender la idea de anarquismo revolucionario se puede ver el escrito de Wayne Price: “Una historia del grupo anarquista norteamericano Amor y rabia” en http://www.anarkismo.net/newswire.php?story_id=5465

3 Comandancia General del EZLN. Declaración de la Selva Lacandona. Chiapas. México. 1993.

4 Amor y Rabia. “Declaración política de Amor y Rabia”. Amor y Rabia una publicación mensual anarquista revolucionaria. Número 0. Enero de 1993. Ciudad de México, p. 8.

5 Santa Rosa el Copán fue la cabecera municipal rebelde del municipio “Libertad de los Pueblos Mayas”, ver: CCRI-CG-EZLN. Parte de guerra y creación de ocho municipios. 11 de diciembre de 1994.

6 Amor y Rabia de EEUU continuó con el proyecto pero solo con cuestiones materiales para la comunidad, ver: “Anarchist Project in Chiapas” en Love & Rage. Volume 8. Number 5, Nov./Dec. 1997. EEUU, p.9.

7 La historia de Amor y Rabia México y su proyecto en zona zapatista merecería un escrito extenso pues mucha gente desconoce, e incluso, malinterpreta lo realizado y lo reduce a caprichos personales de excompañeros anarquistas.

8 Comandante David. Apuntes personales. Chiapas, México. 2006.

9 Esta decisión de seguir participando con el zapatismo también la tomaron varios compañeros anarquistas que estuvieron en el campamento de solidaridad directa “Mártires de Chicago” de Amor y Rabia, y cada uno lo hizo a su manera.

10 Como su nombre lo dice, son comunidades que están ubicadas al Sur del municipio de San Cristóbal de la Casas, pero también abarca los municipios chiapanecos de Amatenango del Valle, Teopisca, Tzimol y Venustiano Carranza. Son comunidades zapatistas de muchos años, no declaradas oficialmente, y que bien podrían formar una o dos municipios autónomos.

11 Gerónimo/Jeroen. “La solidaridad como automatismo ciego. Evaluación sobre el Comité de Solidaridad con México de Ámsterdam”. Revista Ekintza Zuzena. País vasco. Número 26 en https://www.nodo50.org/ekintza/spip.php?article228

12 Apuntes personales. Chiapas, México. 2005.

13 Entrevista a Amos, realizada por Eduardo Luis Nachman durante su estadía en Oventic, Territorio Autónomo Zapatista del Estado de Chiapas. 2004 en: http://comunidadabiertadeaprendizaje.blogspot.com/2008/09/entrevista-
amos-realizada-por-eduardo.html

14 En el doble discurso zapatista el plan de estudios se llama guías de trabajo.

15 S.I. Marcos. A la sociedad civil. 21 de Junio del 2005. México.

16 E.Z.L.N. Sexta Declaración de la Selva Lacandona. Junio del 2005. México.

17 Este tipo de preguntas es lo que en el doble discurso zapatista se llama consulta o votación de los pueblos. Otro ejemplo es cuando a los pueblos se les preguntó si querían declarar la guerra al gobierno mexicano, Adela Cedillo las describe como “preguntas retoricas “. Puede consultarse “Las Fuerzas de Liberación Nacional y el surgimiento del EZLN” en https://mx.ivoox.com/es/fuerzas-liberacion-nacional-surgimiento-audios-mp3_rf_39513883_1.html

18 Para entender más se pude ver la siguiente tesis: Cedillo. “El suspiro del silencio. De la reconstrucción de las fuerzas de Liberación Nacional a la fundación del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (1974-1983)”. México. 2010.

19 Si los mandos consideraban que merecías una expulsión de la organización te borraban totalmente y no existías en ninguna parte tanto en territorio zapatista como fuera de él.

20 En el doble discurso zapatista se llaman “iniciativas de los zapatistas”. Esta cooptación de gente las realizó en los comités civiles de dialogo, en las coordinadoras, en la otra campaña y recientemente con el Consejo Indígena de Gobierno.