El ataque nihilista

El texto presente fue escrito en los convulsivos días de mi juicio por robo agravado. No quise saber nada al respecto, ni pedí ayuda a nadie para obtener el triunfo.
En mi experiencia, mi modo de actuar fue un intento por negar el Derecho y vivir en la incertidumbre, lo cual hace que estas palabras tengan tanta fuerza.
Dedico este texto a mi afín Maurizio y a todos aquellos que, en el proceso llevado por la monja Manuela Comodi*, se adhirieron al antigiuridismo [antijudicialismo].

 

El ataque Nihilista

Me muevo en las sombras. Siento la percepción de lo eventual como el no camino. Recuerdos vagos. El inseguro paso señala el camino en vertical, delante de mi mismo.

Siento mis pasos en una frenética convulsión del no saber.

Recalco mi espacio esencial y pongo un cerco concéntrico entre el estar temporal y yo.

Me convierto en yo mismo en soledad.

Inseparable en un asunto continuo, en el devenir que aniquila el sumiso redimir de la permanencia del suceso.

¿El suceso está en mi o delante de mi?

La inmediatez se mueve alrededor de mi individualidad.

Mi sombra arma su desasidero misantrópico y expone, en el proyectarse, una luz de continuos reflejos: la luz de la pasividad ama mi sombra. Yo me armo contra ella.

Salgo de un intersticio. Siento voces: lo percibo, quieren mi deseo en el afirmarme. Lejos de todo, estoy al lado de un ángulo escondido en las arterias malolientes de las necrópolis de la sociedad humana.

Me he decidido. Tengo lejos los recuerdos. La pasividad expande su luz y quiere masticar mi esencia.

Estoy impulsado contra ella. He decidido no ceder al “acierto” de reconocer las normas de la sociedad humana.

Cada día es un momento diferente, el espacio que encierra mi avidez de afirmación tiende en un esfuerzo a destruir el pasado de un instante.
El instante negado destruye la normalidad…

En cada ángulo escondido soy mi sombra y esencia volitiva.

Me pongo al centro rompiendo la esperanza de recuerdos insignificantes.

El Templo de la profecía-catalizador de eventos y experiencias -me llama y el Demiurgo (el semi dios de Platón) espera una señal de desesperación.

No cedo. No lo he hecho desde el inicio.

El poder Egoísta ataca y fragmenta a jirones la moral, ni siquiera desea el cadáver aún caliente -para quemarlo y hacerlo cenizas.

En este día salgo al aire libre -celoso de mi sombra- y dedico estas pocas palabras a mis hermanos de sangre y afines indagados por la monja Manuela Comodi.

¡El ataque Nihilista no renuncia y se reivindica en un continuo incidir de las propias pulsiones vitales!

 

Federico Buono

2012

*Juez Operación Thor.

Infierno Personal

“No quiero y no concedo solidaridad, porque soy un convencido de que es una nueva cadena y porque creo, con Ibsen, que el que está más solo es el más fuerte”

Renzo Novatore. Yo soy también un Nihilista

 

INFIERNO PERSONAL

Por la superación de la solidaridad invito a la acción Egoísta y Nihilista a todxs lxs afines golpeadxs por la ley del Estado emanada de la sociedad bajo el voto de Sor Manuela Comodi [*].

¡Ninguna plegaria!

¡Ninguna señal de hundimiento!

¡El rebelde que triunfa en su Yo, conoce y sabe que cuanto abismo hay en su existencia, por desgracia “existen demasiados abismos para lxs solitarixs” decía Zaratustra!

¡Ninguna plegaria!

¡Ninguna profesión de fe y ningún credo pera el solitario!

¡Ninguna solidaridad fanático-religiosa para el solitario!

¡Ninguna plegaria y ningún rosario!

¡Éste es el sendero, la no-vía!

¡Así levitan lxs singulares vagabundxs del Yo!

¡No estar de rodillas!

¡Si Muere tu alma morirá incluso antes que tu cuerpo!

¡Plegaria no!

Yo soy un dique en la corriente: me aferro de lo que puedo”.

¡Así tu Yo habla!

Pero yo no soy tus muletas

¡No confiar en el hombre recomienda Cristo! ¡Yo añadiría, ni siquiera en Dios!

El programa anarquista, basándose en la solidaridad y en el amor, va más allá de la propia justicia… El amor de ‘todo aquello que puede y quiere que otrxs hagan a ti (que es el máximo bien)’ es lo que lxs cristianxs llaman caridad y lo que nosotrxs llamamos solidaridad: a fin de cuentas, es amor

¡Ninguna Caridad!

¡Confía en ti mismx!

¡Mendigar no!

A lxs afines de Culmine y de Parole Armate.

 

Edizioni Cerbero. Maurizio De Mone y Federico Buono.

2012

 

[*] Juez en la Operación Thor

Declaración Alfredo Cospito (Juicio Scripta Manent)

El 16 de Noviembre 2017 comenzó el juicio Scripta Manent en la sala búnker de la cárcel “le Valette”, Turín. El anarquista Alfredo Cospito leyó una larga declaración sin estar presente en la sala, sometido a videoconferencia en la sección Alta Seguridad 2 de la prisión de Ferrara.


Declaración de Alfredo Cospito:

Benevento, 14 de agosto de 1878 – Turín 16 de noviembre de 2017

Juicio a los malhechores

“La unión es sólo uno de tus instrumentos, es la espada con la que aumentas el filo de tu fuerza natural; la unión existe gracias a ti. Sin embargo la sociedad reclama mucho de ti y existe también sin ti; en definitiva, la sociedad es sagrada, la unión es tuya; la sociedad te utiliza, la unión la utilizas tú”

Stirner

“Señores, el tiempo de vida es breve… si vivimos, vivamos para pisotear a los reyes”

Shakespeare, Enrique IV

“Me lamento de cada crimen que en mi vida no cometí, me lamento de cada deseo que en mi vida no satisfice”

Senna Hoy

Quiero ser lo más claro posible, que mis palabras suenen como una admisión de culpabilidad. En la medida en que sea posible pertenecer a un instrumento, a una técnica, con altivez y orgullo reivindico mi pertenencia a la FAI-FRI [1]. Con altivez y orgullo me reconozco en su historia entera. Formo parte de ella con todos sus efectos y mi contribución lleva la firma del “Núcleo Olga”.

Si esta farsa se hubiese limitado a Nicola y a mí hoy habría guardado silencio. Pero han involucrado una parte significativa de todos aquellos que en estos años nos han dado su solidaridad, entre ellos mis afectos más queridos. Llegados a este punto no puedo abstenerme de decir la mía, callando me haría cómplice del infame intento por su parte de golpear a ciegas a una parte importante del movimiento anarquista. Compañeras y compañeros llevados a rastras tras los barrotes y procesados no por lo que han hecho sino por lo que son: anarquistas. Procesados y detenidos no por haber reivindicado, como hice yo, con el acrónimo FAI-FRI, sino por haber participado en asambleas, escrito en publicaciones y blogs o simplemente por haber dado solidaridad a compañeros durante un juicio.

No haré de adalid de estos compañeros/as. En una época en que las ideas no cuentan, ser procesados y detenidos por una idea deja patente la fuerza transgresora que cierta visión de la anarquía continúa teniendo,  también dice mucho de la estructura vacía que es la democracia y las denominadas libertades democráticas. Tienen sus motivos, no lo niego, en el fondo no existen anarquistas buenos, en cada anarquista anida el deseo de arrojarlos de su asiento.

Por mi parte. no hay ninguna intención de hacer pasar la FAI-FRI por una asociación recreativa o el club de jóvenes marmotas. Quien ha hecho uso de este instrumento o, como dirían ustedes, carentes de anarquía, “quien es de la FAI-FRI” lo reivindica con la cabeza alta como mis hermanos y hermanas detenidos en el pasado, como yo mismo en Génova hace unos años y hoy en esta sala. Es nuestra historia la que lo enseña, historia que estamos pagando, jamás mártires, jamás rendidos, con años de cárcel y aislamiento en medio mundo. Quien no forma parte de ésta nuestra historia, arrastrado encadenado ante ustedes, calla por solidaridad, por afecto, por amor, por amistad, sentimientos estos impensables, incomprensibles para ustedes, servidores del Estado. Su “justicia” es imposición del más fuerte sobre el más débil. Les garantizo que en este juicio, entre los imputados, rastreros y oportunistas no hallarán.

El precio de la dignidad es incalculable, sus dones son desesperados y costosos, más allá de todo límite e imaginación, y vale la pena siempre pagar ese precio, yo estoy dispuesto a pagarlo en todo momento. Para ustedes no debería tener ninguna importancia si fui realmente yo quien puso esas bombas. Porque me siento de todas formas cómplice de esos hechos, así como de todas las acciones reivindicadas como FAI-FRI. Aún más porque las acciones de las que me acusán son todas en solidaridad con migrantes y anarquistas presos y las comparto plenamente. Cómo no sentirme cómplice cuando esas explosiones fueron para mí como destellos de luz en la oscuridad.

Por muy estúpido que les pueda parecer, para mí existe un antes y un después de la FAI. Un antes en el que estaba fanática y estúpidamente convencido de que sólo las acciones no reivindicadas tendrían una utilidad, una reproducibilidad, convencido de que la acción destructiva debía hablar necesariamente por sí misma y que todo acrónimo era el estiércol del demonio. Un tiempo después en el que, con el balazo a Adinolfi, puse en cuestión estos dogmas insurreccionalistas alcanzando a concretar estas mis nuevas convicciones en una acción. Poca cosa, diría alguien, y sería cierto si tras ese simple acrónimo no hubiese un método que podría realmente para nosotros, anarquistas de praxis, marcar la diferencia fuera y más allá de represión, represiones y salas de tribunal.

A pesar de lo limitada que haya sido mi contribución, a pesar de que haya llegado tarde, me siento cómplice en todo y para todo de los hermanos y de las hermanas que iniciaron este camino. Quiénes quiera que sean, dónde quiera que estén, espero que no me guarden rencor si hago mías sus acciones, me representan. Poco importa si no les he mirado nunca a los ojos, he leído sus palabras de fuego, las he compartido, apruebo sus acciones y eso me basta, en mí ninguna voluntad de apropiación, más bien una fuerte altiva voluntad de compartir responsabilidad. Jueces, me habría gustado escupirles a la cara (como hice en Génova) mi responsabilidad directa en los hechos que me imputan, pero no puedo apropiarme de méritos y honores que no son los míos, sería forzar demasiado. Deberán y deberé contentarme con la que ustedes, en su lenguaje impregnado de autoritarismo, definirían “responsabilidad política”. No desesperen, con lo buenísimos que son inventando pruebas graníticas a pesar de que sean estrambóticas y resucitando maravillosos ADN inconsistentes por su olvido en causas archivadas en el pasado, no tendrán ninguna dificultad en llevarse a casa un bonito botín de años de cárcel. Y además, si de verdad quieren saberlo, una condena me la merezco del todo, aunque sólo sea por mi adhesión a la FAI-FRI, adhesión a un método, no a una organización, por no hablar encima de mi firme concreta voluntad de destruirlos y de destruir todo lo que representan.

Han atacado a lo loco a mis afectos más queridos, parentescos, amistades, de forma despiadada. Los escrúpulos morales no son su fuerte, han extorsionado, amenazado, usado el alejamiento de niños de sus madres y padres como instrumento de coerción y chantaje. Compañeras y compañeros que nada tienen que ver con la FAI-FRI llevados a rastras ante ustedes con acusaciones y pruebas banales. Uno de los motivos, no el principal, por el que reivindiqué la FAI-FRI fue el de no exponer al movimiento anarquista a una fácil criminalización.

Hoy me encuentro nuevamente en un tribunal contrarrestando su represalia, su mezquino intento de poner en el banco de acusados a “Croce Nera”, periódico histórico del movimiento anarquista que, con sus altos y bajos, desde los años sesenta desarrolla su papel de apoyo a los prisioneros de guerra anarquistas. En sus delirios fascistoides intentan hacer pasar “Croce Nera” por órgano de prensa de la FAI-FRI.

No habían llegado a tanto ni siquiera en 1969 en plena campaña antianarquista. En esa época sus colegas, una vez conseguida la libra de carne humana con el asesinato del fundador de la Cruz Negra italiana, Pinelli, se limitaron a la incriminación individualizada de compañeros por hechos específicos, sabemos todos cómo acabo después la cosa. Hoy que la sangre escasea no se limitan a las acusaciones específicas de cuatro compañeros, sino que van más allá, hasta llegar a criminalizar una franja entera del movimiento. Todos aquellos que forman parte de la redacción de “Croce Nera”, que han escrito en ella o que incluso sólo han asistido a sus presentaciones públicas, en su óptica inquisitorial forman parte todos de la FAI-FRI. Mi orgullosa participación en la redacción de “Croce Nera” y de otros periódicos anarquistas no hace de estas publicaciones órganos de prensa de la FAI-FRI. Mi participación es individual, cada anarquista es una mónada, una isla aparte, su contribución es siempre individual. Me valgo del instrumento FAI-FRI sólo para hacer la guerra. El uso de este instrumento, la adhesión al método que conlleva, no involucra toda mi vida de anarquista, no involucra en nada a los demás redactores de los periódicos con los que colaboro. Una característica de mi anarquía es lo multiforme de las prácticas puestas en escena, todas bien distintas. Yo respondo sólo por mí, cada cual responde por sí mismo. No me interesa conocer a quien reivindica con el acrónimo FAI-FRI, con ellos me comunico sólo a través de las acciones y de las palabras que las siguen. Considero contraproducente conocerles personalmente y ni siquiera voy a buscarles, mucho menos para hacer un periódico juntos.

Mi vida de anarquista, también aquí en prisión, es mucho más compleja y diversa que un acrónimo y que un método, lucharé hasta el extremo a fin de que el cordón umbilical que me liga al movimiento anarquista no sea cercenado por el aislamiento y por sus cárceles. Métanselo bien en la cabeza,l a FAI-FRI, sin desmerecer la contrainformación, no edita periódicos. ni blogs. No necesita espectadores, fanáticos ni especialistas de la contrainformación, no basta con mirarla con simpatía para formar parte de ella, es necesario ensuciarse las manos con las acciones, arriesgar la vida, ponerla en juego, creérselo verdaderamente. Incluso cabezas maltrechas por el autoritarismo, como las suyas, deberían haberlo comprendido, de la FAI-FRI sólo forman parte los anónimos hermanos y hermanas que atacan usando ese acrónimo y los presos/as anarquistas que reivindican su pertenencia, lo demás son generalizaciones e instrumentaciones concebidas para la represión.
Aprovecho ahora la ocasión que con este juicio me dan para quitarme la mordaza asfixiante de la censura y decir la mía sobre temas que me atenazan con la esperanza de que mis palabras puedan llegar, más allá de estos muros, a mis hermanos y hermanas.

Mi “comunidad de pertenencia” es el movimiento anarquista con todas sus componentes y contradicciones. Ese mundo rico y variado en el que he vivido los últimos treinta años de mi vida, vida que no cambiaría por ninguna otra. He escrito en periódicos anarquistas, continúo escribiendo en ellos, he participado en manifestaciones, enfrentamientos, ocupaciones, he realizado acciones, he practicado la violencia revolucionaria. Mi “comunidad de referencia” son todos aquellos hermanos y hermanas que usan el método FAI-FRI para comunicarse, en mi caso, sin conocerse, sin organizarse, sin coordinarse, sin ceder libertad alguna. Jamás he confundido los dos planos, la FAI-FRI es simplemente un instrumento, uno de tantos a disposición de los/as anarquistas. Un instrumento únicamente para hacerla guerra. El movimiento anarquista es mi mundo, mi “comunidad de pertenencia”, el mar en que nado. Mi “comunidad de referencia” son los individuos, núcleos de afines, las organizaciones informales (coordinaciones de varios grupos) que se comunican, sin contaminarse, a través del acrónimo FAI-FRI hablándose por medio de las reivindicaciones que siguen a las acciones. Un método éste que dota incluso a mí anticivilización, antiorganización, individualista, nihilista, unir fuerzas con otros individuos anarquistas, organizaciones informales (coordinaciones de varios grupos), núcleos de afines, sin ceder su libertad, sin renunciar a mis personales convicciones y tendencias: me defino anticivilización porque creo que el tiempo de que disponemos es limitadísimo antes de que la tecnología, tomando consciencia de sí misma, domine a la raza humana.

Me defino antiorganización porque me siento parte de la tradición antiorganización ilegalista del movimiento anarquista; creo en las relaciones fluidas, libres, entre anarquistas, creo en el libre acuerdo, en la palabra dada. Me defino individualista porque por mi naturaleza no podría delegar jamás poder y decisiones a otros, jamás podría formar parte de una organización por informal o específica que sea.

Me defino nihilista porque he renunciado al sueño de una futura revolución por la revuelta ahora, ya. La revuelta es mi revolución y la vivo cada vez que me enfrento con violencia a lo existente. Creo que nuestra tarea principal hoy es la de destruir. Gracias a las “campañas de lucha” de la FAI-FRI me regalo la posibilidad de potenciar, volviéndola más incisiva, mi acción. “Campañas de lucha” que deben necesariamente rebosar de acciones que llaman a más acciones, no por convocatorias o asambleas públicas, cortando así de raíz mecanismos políticos de autoridad de los que las asambleas del movimiento están llenas. La única palabra que cuenta es la de quien golpea concretamente. El método asambleario, a mi parecer, es un arma sin filo para hacer la guerra, inevitable y fructífera en otros ámbitos. Adhiriéndome con mis fuerzas a las “campañas de lucha” de la FAI-FRI, en mi caso como individualista sin formar parte de ninguna organización informal (coordinación de varios grupos), usufructo de una fuerza colectiva que es algo más y diferente que la simple suma matemática de las respectivas fuerzas desatadas por los respectivos grupos afines, individuos y organizaciones informales. Esta “sinergia” actúa de modo tal que “el todo”, la FAI-FRI, sea algo más que la suma de los sujetos que la componen. Todo ello salvaguardando su autonomía individual gracias a la falta total de ligámenes directos, conocimiento, de los grupos y organizaciones informales e individualidades anarquistas que firman con ese acrónimo.

Nos dotamos de un acrónimo en común para dar la posibilidad a los individuos, grupos, organizaciones informales de adherirse y reconocerse en un método que salvaguarda de forma total sus propios proyectos particulares, quien reivindica como FAI-FRI se adhiere a ese método. Nada ideológico y político, sólo un instrumento (reivindicación a través de un acrónimo) producto de un método (comunicación entre individuos, grupos, organizaciones informales mediante las acciones) que tiene el objetivo de reforzar el momento de la acción sin homologar, allanar. El acrónimo es importante, garantiza una continuidad, estabilidad, constancia, crecimiento cuantitativo, una historia reconocible pero en realidad la auténtica fuerza, lo que lo cambia todo, consiste en el método simple, lineal, horizontal, absolutamente anarquista de la comunicación directa a través de las
reivindicaciones sin intermediarios, sin asambleas, sin conocerse, sin exponerse excesivamente a la represión, comunica sólo quien actúa, quien se la juega con la acción. Es el método la auténtica innovación. El acrónimo se vuelve contraproducente si rebasa el cometido para el que ha nacido, es decir reconocerse como hermanos y hermanas que adoptan un método. Ahí todo. La práctica es nuestro reactivo, es en la práctica como se prueba la eficacia de un instrumento. Es necesario tener en cuenta que la experiencia FAI-FRI, en continua evolución, nos pone ante transformaciones repentinas, caóticas; no es necesario quedarse descolocados ante ellas. El inmovilismo y el estatismo representan la muerte, nuestra fuerza es la exploración de nuevos caminos. El futuro de esta experiencia no está, ciertamente, en una mayor estructuración, sino en el intento, lleno de perspectivas, de colaboración entre anarquistas individuales, grupos de afines, organizaciones informales, sin que nunca se contaminen entre sí. Las instancias de coordinación deben permanecer dentro de la respectiva organización informal, entre los respectivos grupos o núcleos que la componen, sin desbordarse al exterior, sin involucrar las otras organizaciones informales FAI-FRI y, sobre todo, a los grupos y anarquistas individuales FAI-FRI que de lo contrario verían minada desde la base su autonomía, su libertad, el propio sentido de su actuar fuera de organizaciones y coordinaciones. Sólo así, si se crean dinámicas autoritarias dentro de un grupo, de una organización, quedarán circunscritas a allí donde han nacido, evitando el contagio. No existe un todo único, no existe una organización llamada FAI-FRI, existen individuos, grupos afines, organizaciones informales, todas bien distintas que se comunican a través del acrónimo FAI-FRI, sin nunca entrar en contacto entre sí. Se ha escrito y dicho mucho sobre las dinámicas internas de los grupos de afinidad, sobre la organización informal y la acción individual. La comunicación entre estas prácticas, por el contrario, nunca se ha explorado, nunca se ha tomado en consideración. La FAI-FRI es el intento de poner en práctica esta comunicación. Acciones individuales, grupos de afinidad, organizaciones, forman de hecho todos en conjunto parte de esos instrumentos de los que históricamente se han dotado los anarquistas. Cada uno de estos instrumentos tiene sus ventajas y sus inconvenientes. El grupo de afinidad une la velocidad operativa, debida al gran conocimiento entre los afines, con una cierta potencia debida a la unión de varios individuos. Sus grandes cualidades: libertad del individuo garantizada y notable resistencia a la represión. Cualidades debidas al exiguo número de afines y al gran afecto y amistad que necesariamente les liga. La organización, en nuestro caso informal (coordinación de varios grupos), garantiza una fuerte disponibilidad de medios y fuerza, pero una vulnerabilidad elevada debida a la necesaria coordinación (conocimiento) entre grupos o núcleos, golpeado uno se arriesga el “efecto dominó”, caen todos. Desde mi punto de vista la libertad individual se enfrentará por fuerza mayor con los mecanismos decisorios colectivos (“reglas” de funcionamiento de la organización).

Este aspecto representa una drástica reducción de libertad y autonomía indigerible para un anarquista individualista. La acción individual garantiza una velocidad operativa elevada, una impredecibilidad muy alta, una fuertísima resistencia a la represión, y sobre todo, una total libertad. El individuo no debe rendir cuentas a nada ni a nadie, salvo a su propia conciencia. Un gran defecto: la baja potencialidad operativa, se dispone con seguridad de menos medios y de posibilidades de llevar adelante operaciones complejas (cosa que por el contrario una organización informal, si hay voluntad y firmeza, puede hacer con cierta facilidad). Experimentar la repetición entre maneras de moverse tan radicalmente diferentes, ésta es la innovación, la novedad capaz de descolocar y de volvernos peligrosos. Ninguna ambigua mescolanza, grupos, individuos, organizaciones informales, no deben jamás entrar en contacto directo. A cada cual lo suyo, los híbridos nos debilitarían. Unidos más que por un acrónimo, por un método. La FAI-FRI proporciona la manera de unir fuerzas sin que se desnaturalicen mutuamente. Ningún moralismo o dogmatismo, cada cual se relaciona libremente como quiere, probablemente será la mezcla de todo esto lo que marcará la diferencia.
Ninguna coordinación fuera de la respectiva organización informal (porque la coordinación incluye el conocimiento físico entre todos los grupos y organizaciones volviéndolos permeables a la represión), ninguna superestructura homologante, hegemónica, que aplaste individuos o grupos afines. Quien experimenta en su propia actuación la organización informal no debe imponer fuera de ella su manera de moverse, así como los respectivos individuos de acción, y los grupos de afinidad “solitarios”, no deben clamar traición a la idea si hermanos y hermanas actúan en formaciones compactas y organizadas. Naturalmente éste es sólo mi punto de vista y vale para lo que vale.

Para bien acabar les diré que en su código penal me meo con despreocupación y alegría. Poco importa qué decidirán en lo que a mi respecta, mi destino permanecerá bien firme entre mis manos. Tengo buenas espaldas, o al menos creo tenerlas, y su cárcel y su aislamiento no me dan miedo, estoy listo para afrontar sus represalias. Jamás domado, jamás rindiéndome.

Larga vida a la FAI-FRI
Larga vida a la CCF [2]
¡Muerte al Estado!
¡Muerte a la civilización!
¡Viva la Anarquía!

Alfredo Cospito


[1] Federación Anarquista Informal – Frente Revolucionario Internacional

[2] Conspiración de Células de Fuego

¿Acabar con la humanidad para acabar con el dominio? Sobre la corriente misantrópica en entornos anárquicos.

“Los humanos son una enfermedad. Son el cáncer de este planeta. Son una plaga. Y nosotros somos la única cura”

(Agente Smith-Matrix)

En su momento ya bosquejamos una crítica (1) a la tendencia ecoextremista y a varios de sus derivados, particularmente sobre aquellas características autoritarias y la defensa a un pensamiento sagrado cuasi-religioso que, como antiautoritarixs, tanto asco nos produce.

La elaboración de aquel artículo buscó centrarse principalmente en aquellos aspectos que nos parecían claves a profundizar para develar la reproducción de aquello que despreciamos profundamente, pero sin lugar a dudas no fue lo único que se ha escrito. En simultaneo, desde distintos territorios, se ha seguido reflexionando y criticando a la especificidad del ecoextremismo(2) en sus distintas versiones. Escritos que lejos de buscar mostrar un anarquismo bueno, positivo o ciudadanista, persiguen afilar el ejercicio de praxis anárquica ofensiva.

En este escrito buscaremos profundizar sobre otro aspecto que podemos identificar en esta misma tendencia, pero que para ser honestxs, también la excede con creces. No nos centraremos en algún grupo, revista, página web, publicación o sigla promocional en específico sino que a una forma de comprender y de referirse sobre este mundo. Estamos hablando de la tendencia misantrópica y sus derivados.

No es menos cierto que a la hora de abordar estas temáticas una sensación de absurdo nos invade en el propio ejercicio de plasmar en el papel y sistematizar aquella serie de ideas, visiones o sentires que se manifiestan contrarios a la humanidad y al ser humano(3). De cualquier forma, nos esforzaremos ya que consideramos relevante la arista misantrópica, debido a las innumerables tensiones generadas al interior de espacios anárquicos y la expansión de estos planteamientos como supuesta radicalidad.

Se hace necesario constatar la amplia – más no profunda- difusión de esta tendencia representada, principalmente, en consignas de lugares comunes tales como: Humano Plaga, Humano Basura o Anti-humano. Estas expresiones son posibles de observar en discursos, textos, músicas, consignas, rayados callejeros, murales, actitudes, comentarios, entre tantas otras cosas. Sumado a la difusión de la fraseología en cuestión, es posible observar cierta lógica de desprecio por cualquier sujeto ajeno a lxs misántropxs, como también una desproporción a la hora de ejercer violencia aduciendo únicamente la condición de “humano” del adversario como argumento para incrementar la escala de confrontación, expresiones que se pueden observar tanto en situaciones cotidianas como en ataques indiscriminados.

La misantropía ha encontrado cierta aceptación en algunos de los espacios antiautoritarios en Chile, México, Argentina y España, por mencionar algunos lugares. Desde este espacio buscamos aportar a discutir y profundizar el tema para superar aquellas posiciones y estéticas de pretendida radicalidad que se expanden en medio de la falta de reflexión y escasa proyectualidad, haciendo que se digieran discursos como si de comprar las últimas mercancías de moda se tratase. Nuestro interés no lo ocultamos: buscamos que estas palabras se traduzcan en un aporte a la destrucción de este mundo, el ataque a la autoridad y la cualificación de nuestras negaciones.

¿Misantropía?: ¿Qué? ¿Dónde? ¿Cuándo? Para evitar confusiones y buscando aclarar el punto que nos interesa reflexionar, vale la pena señalar que no nos referimos en ningún caso a la crítica a la tecnología, la civilización, el rechazo al especismo o antropocentrismo. Cuando nos referimos a las tendencias misantrópicas, necesitamos hacer una pausa para explicar su definición desde lo simple a lo complejo.

La misantropía puede ser definida etimológicamente desde el griego “miso”: “yo odio”, y “anthropos”: “hombre, ser humano”. Esta explicación, si bien nos da una importante pista, requiere ser profundizada ya que las palabras y sus significados poseen una trayectoria, uso, reapropiaciones y apropiaciones por parte de quienes la usen. Las tendencias misantrópicas no se refieren al rechazo de individuos concretos, a sectores, posiciones, actitudes, dinámicas de individuos o estadios de la humanidad, sino al ser humano en su conjunto. La humanidad en su totalidad y con cada una de sus expresiones es comprendida como algo despreciable que amerita el completo rechazo y negación.

Lejos de ser un pobre guión de película extraterrestre de bajo presupuesto, las ensoñaciones en que se expresa la misantropía dicen relación con el exterminio y la destrucción de la humanidad. En la actualidad, podemos encontrar referencias a estas posturas dentro de entornos ácratas, donde buscando dar un falso “salto”, ya no se plantean el combate al Estado, la autoridad o el dominio en su conjunto, sino que a la humanidad. Esta supuesta radicalidad se encuentra plagada de lugares comunes que no solo no profundizan nada, sino que comparten y coinciden en análisis con sectores históricamente reaccionarios.

Puede que estas expresiones sean completamente irrelevantes, a pesar de su extensión y nulo desarrollo, pero aun así tampoco podemos negar las referencias continuas que se hacen en varios círculos de compañerxs que, sin mayor profundidad o, inclusive, comprensión a la hora de repetir poses y consignas, posibilitan posiciones reproductoras de la autoridad que varixs combatimos.

Reciclando lógicas del dominio y la autoridad

Las expresiones misantrópicas han terminado reciclando los métodos del autoritarismo más clásico. Desde hace siglos, Tomas Hobbes ha sido uno de los autores y piedra fundamental para legitimar algunas figuras de autoridad, tal como el Estado o la propia sociedad. Hobbes acuña el conocido razonamiento de que “El hombre es el lobo del hombre”, para hablar de una supuesta naturaleza humana intrínsecamente dañina y en conflicto entre todos los sujetos. Ante este escenario se haría imprescindible conformar una institución que permita arbitrar las hostilidades permanentes del ser humano y los individuos. Es así como el Estado se levanta como parte del gran contrato social.

Los discursos más conservadores y clásicos son repetidos rítmicamente por los misántropos, la “naturaleza humana” es dañina y nefasta en sí misma. Compartiendo el diagnóstico dan una vuelta en la solución, ya no es necesario un Estado para constituir la sociedad, sino que la única solución posible y deseable es la destrucción de la humanidad para acabar con “todo mal”.

Al esencializar y naturalizar conductas se busca totalizar mediante concepciones morales para legitimar cualquier posición. Esta falacia se ha usado continuamente para construir o enarbolar distintos “proyectos” de sociedad o, en este caso, de exterminio de especie. Que el ser humano sea malo o bueno, es simplemente un mito filosófico para buscar construir proyectos, estructuras o designios, transformándose en el placebo y coartada justificativa de cualquier quehacer.

Las expresiones totalizantes sobre la humanidad de lxs misántropxs se reiteran desde distintos argumentos encajando perfectamente con lo planteado por Thomas Malthus. El diagnóstico parece que vuelve a compartirse con aquellos iconos del autoritarismo. La tristemente célebre teoría malthusiana, se cimienta en una supuesta ecuación que ha calado fuertemente en el llamado “sentido común”, donde se indica que el crecimiento de la población humana solo traería un empobrecimiento de la misma, llevando a su pronta extinción en la miseria. Malthus, cual Nostradamus, llegó incluso a indicar como fecha para la extinción de la humanidad para 1880 por la devastación de los recursos.

La lógica nos puede sorprender por lo familiar que suena con las expresiones misantrópicas y afines, pero, ya en su momento, Malthus proponía evitar el fin de la humanidad combatiendo la sobrepoblación, instando a los distintos Estados a tomar medidas sobre el control de la natalidad.

El control de natalidad por parte del Estado, ha tenido sus expresiones más brutales con la esterilización forzada de mujeres en distintos momentos históricos en todo el planeta, el cruce entre patriarcado, malthusianismo y dominio parece ser perfecto. Solo por nombrar algunos periodos de aquella brutalidad podemos encontrar la campaña lanzada por Alberto Fujimori en Perú, donde miles de mujeres indígenas fueron esterilizadas a la fuerza a finales de los 90 o en las distintas regiones de África, donde ha sido una medida recurrente cada tanto sobre las mujeres, a veces forzada y otras tantas mediante enormes campañas mediáticas y gubernamentales. La lógica es la misma: esterilizar a los pobres para combatir la pobreza de la humanidad. Celebraran los antihumanos: menos personas, menos humanos que pueblen la tierra.

Pero las premisas malthusianas obvian un hecho relevante y evidente, mejor dicho, lo naturalizan desde su propia lógica: la saturación del medio ambiente, las miserias, el saqueo y depredación de los “recursos” no se debe ni relaciona exclusivamente a la extensión de la población humana (consecuencia del avance de la civilización), sino también, y sobre todo, a su distribución (4). Es solo así como se puede explicar la cantidad de mercancías, bienes y alimentos que son destruidos día a día, que se acumulan y botan para mantener una creciente demanda con una baja oferta, factor fundamental del mercado.

El parecido similar de la lógica argumentativa entre las posturas misantrópicas con las de Malthus nos parece evidente, aun cuando generen conclusiones dispares. Para mantener la humanidad y sus recursos es necesario disminuir y controlar a la población más pobre/para el bienestar de la tierra es necesaria la destrucción de la humanidad, ya que ésta –por esencia-la depreda. Pareciera ser que las prácticas misántropas le hacen un flaco favor a esta forma de comprender el mundo: el problema se reduce a la cantidad de humanos.

Pero no solo el control de la natalidad se puede situar como un mecanismo por parte del dominio para manejar la población humana, también las grandes guerras han sido estudiadas y comprendidas además de pugnas de intereses, territorios o dominio por parte de los Estados, también –en un segundo orden- como una forma de mantener el control de la población que, cual mercancía transable en el mercado, tiene que ser destruida tras su acumulación para volver a reactivar la economía y los procesos productivos.

Las mismas expresiones, funcionamiento y lógica las podemos encontrar en el darwinismo social o en los planes eugenésicos. La especie humana se ve desde una óptica de totalidad que tiene que ser manejada, moldeada, destruida o proyectada por parte de aquellxs que se sitúan ajenxs, por sobre ella, para definir cuál es el bien, ya no solo del individuo, su entorno, la sociedad, sino de la especie completa o el planeta.

Hasta aquí hemos podido ir viendo cómo las posturas misantrópicas se han nutrido según dos órdenes de idea. Por un lado, adjudicar a la raza humana y su “naturaleza” todos los males posibles y, por otro lado, el inherente daño que como especie trae su sola existencia en el medioambiente. Es desde ahí que se levanta un rechazo al concepto de humanidad, rechazo que generalmente es más retórico que real, pero que algunas veces tiene sus repercusiones en prácticas reales que van desde el ataque indiscriminado o el desprecio absoluto por cualquier sujeto o expresión ajena al círculo inmediato.

Rastreando los recorridos de estas posturas misantrópicas, supuestamente nuevas y extremas, nos hemos podido encontrar con bizarras agrupaciones que desde hace años vienen promulgando en su delirio los mismos lugares comunes. Es así como “la Iglesia de la Eutanasia” o el “MEHV” (5) han desarrollado innumerables campañas y “activismo” compartiendo varios planteamientos de las actuales tendencias misantrópicas. No muy distintas de la cantidad de sectas religiosas que, imbuidas por delirios mesiánicos, se sitúan como los salvadores de la tierra desatando suicidios masivos o ataques indiscriminados a “los humanos”. Estas expresiones serían solamente una anécdota si no tuvieran directa implicación en cómo nos planteamos hoy por hoy la lucha, el combate, el enfrentamiento y, sobre todo, hacia donde apuntamos para el ataque.

Las referencias antihumanas pueden dar para bastante, por no decir todo, tales como la celebración de huracanes, tempestades, tsunamis, hambrunas o tiroteos en colegios. No nos sorprendería el enaltecimiento del tristemente célebre Carl Panzram, asesino, violador y torturador en serie durante 1920 en EEUU, quien reconoció que sus decenas de víctimas fueron elegidas aleatoriamente y al azar: “sólo importaba que fueran seres humanos (….) Odio a toda la raza humana. Disfruto matando y violando gente”, diría en su autobiografía. Sin lugar a dudas, poco de revolucionario, destrucción de la autoridad o liberación nos da estas expresiones, pero bastante de misantropía y rechazo a los seres humanos.

Por la permanente necesidad de afilar nuestras negaciones

Creer en dogmas inamovibles, permanentes, perpetuos para la destrucción del dominio es, simplemente, construir nuevos muros y estructurados esquemas que, como camisa de fuerza, comienzan a apretar solo cuando nos movemos.

Ante esta premisa, se nos plantea la urgente realidad de hacer nuestra la crítica permanente, sin quedarnos tranquilxs con las viejas consignas y modelos de lucha, pero también rescatando su experiencia, es que no nos interesa caer en el “consumo” de cualquier idea que revista cierta estética radical. Creer que las posturas misantrópicas son radicales por sus aspiraciones es simplemente desconocer el significado de radicalidad, que dice de apuntar a la raíz del problema. Pues entonces, la sola pregunta comienza a resultar absurda ¿Es la “Naturaleza” humana la raíz de la dominación? ¿Para liberarnos de la autoridad y las relaciones de autoridad resulta deseable la extinción de la raza humana?

Rechazamos los presupuestos misantrópicos por distintos motivos, además de la fuerte rima que tiene con conductas autoritarias de distintos periodos, creemos que situar una postura de lucha en base a un componente biológico nos hace caer en un determinismo aberrante, muy superior a aquellos que ya habíamos desechado. Para ahondar más en específico: el obrero no es revolucionario per se, ni la mujer, ni el inmigrante, ni el negro, como tampoco es el hombre o el blanco el opresor en sí mismo, sino que son las condiciones sociales en las que se han desarrollado y la decisión de cada individuo, sector o grupos las que lo hacen ocupar un lugar en la sociedad y en la red del poder: o mantenerlo o negarlo. Los determinismos biológicos solo nos pueden producir nuestro máximo rechazo porque restringen en nuestro análisis la voluntad del individuo a un mecanicismo básico, torpe y simplista, que impide comprender el complejo funcionamiento de la autoridad y, al mismo tiempo, coartan cualquier posibilidad de luchar, de confrontar y atacar el mundo de lxs poderosxs.

Situar una crítica al ser humano como especie, es naturalizarlo con determinadas características, totalizando a todos los individuos y eliminando completamente la voluntad, la decisión, la iniciativa individual y la posibilidad de ruptura que estos puedan tener. Pero además nos encontramos con una paradoja fundamental, que deseamos abordar con seriedad para superar la clásica reacción que, en más de alguna ocasión, se ha escuchado: “Que se suiciden ellos si son tan antihumanos”. La paradoja en cuestión dice relación con responder la siguiente interrogante ¿Desde dónde se desarrollan las posturas misantrópicas?, ¿Quiénes las levantan? No nos referimos a supuestas teorías de la conspiración que observan los tentáculos de la policía en todos lados, sino que, teóricamente, estas posturas de rechazo al ser humano se enajenan de su condición humana situándose como juez o árbitro en el conflicto. Ridículamente evidente es el hecho de constatar que quienes desarrollan las posturas misantrópicas son seres humanos. Pues entonces, ¿Cómo se explica tal paradoja? ¿Cómo es posible que se desarrolle? Creemos que el comprender que existen animales humanos y animales no-humanos permite y posibilita situarnos de una forma distinta con el entorno y resto de seres vivientes, donde todxs somos animales, pero las posturas misantrópicas no hacen referencia a estas comprensiones, sino que sostienen que es el animal humano el que tiene que desaparecer. El único malabar teórico/filosófico que puede ser esgrimido entonces, es el argumento de autoridad, donde, para elaborar estas posiciones, sea una necesidad el enajenarse del intrínseco mal que ven en el ser humano, para así sentirse afuera y ajenos a esta realidad. Esta enajenación de una condición biológica es, entonces, una forma cuasi religiosa de plantear autoridad para desarrollar la crítica.

Algunas corrientes dentro de las posturas misantrópicas deciden agregar el calificativo “humano civilizado”, intentando, supuestamente, situar las características específicas que se rechazan, pero prontamente reiteran sus totalidades contra “lxs humanxs” y, de igual forma, repiten las mismas lógicas que cuestionamos anteriormente.

En estos momentos se hace urgente que nuestra crítica sea permanente, buscando siempre agudizar nuestra negación a lo existente, superando las aparentes radicalidades, las novedades que buscan ofertarse en el nuevo supermercado de las tendencias, para así comprender y profundizar el conocimiento del dominio y las formas de atacarlo.

Por una praxis destructiva

Las continuas referencias a la naturaleza salvaje, a animales, no nos son ajenas, las hemos usado y seguimos usando en más de alguna ocasión, tanto en referencias literarias u otras, pero muy distinto es distinguir un binomio de “humano: malo” / “animal: bien”, y desde ahí situar una práctica política de lucha.

Para nosotrxs, la búsqueda de automatizar las relaciones, las experiencias, la normalización y esquematización de estas mismas, el encausar y degradar la vida a una repetición, no lo genera alguna esencia del ser humano, así nos lo ha demostrado la práctica cuando hemos observado distintos pueblos indígenas, cuando observamos las distintas posibilidades que han surgido a lo largo de la historia en las formas de relacionarnos, la creación de inciertos mundos nuevos, la experiencia y afinidad gestadas en la misma revuelta y conflicto, en distintos momentos, lugares y personas que nos recuerda y muestra que la capacidad creativa descansa en nuestras manos y no en una repetitiva condición “natural”.

Mijail Bakunin señalaba hace varios años que “El Estado es la negación de la humanidad”(6), aquella estructura e institución donde la autoridad se cristaliza con el dominio político sobre la vida de los individuos, es la que busca atacar y asfixiar cualquier rasgo o expresión humana, pero evidentemente para nosotrxs, y con la correspondiente extensión del dominio, es que el Estado lo podemos comprender solo como una expresión más del dominio y no su única forma.

Podemos ver distintas aristas que se superponen en la conformación de relaciones de poder, es así que varixs compañerxs han situado a la civilización como otra arista clave para comprender la articulación del dominio. Durante los 1970, Ted Kazynsky ya señalaba a la sociedad tecnoindustrial como la constructora de las miserias hacia la humanidad y no a la humanidad en sí misma como el enemigo a atacar.

“La Revolución Industrial y sus consecuencias han sido un desastre para la raza humana. Ha aumentado enormemente la expectativa de vida de aquellos de nosotros que vivimos en países «avanzados», pero ha desestabilizado la sociedad, ha hecho la vida imposible, ha sometido a los seres humanos a indignidades, ha conducido a extender el sufrimiento psicológico (en el tercer mundo también el sufrimiento físico) y ha infligido un daño severo en el mundo natural. ” (7)

¿Es la sobrepoblación de la humanidad y su consecuente devastación ambiental un problema intrínseco a la especie humana? Claramente la conformación de grandes ciudades, el desarrollo de la tecnología, la ciencia, la lógica del progreso son elementos constituyentes de la civilización y un modo de vida que la alimenta, permitiendo y alentando la devastación ambiental, al considerar la tierra y el planeta como un recurso más que acumular y acaparar. Las ciudades, como construcciones, como lugares geopolíticos, nacen, se desarrollan y se fortalecen en post de hacer más eficiente el domino y conseguir mayores ganancias en su administración, de ahí que nuestra crítica al urbanismo tiene que ser destructiva en su totalidad. Pero es necesario subrayar que el problema no es la sobrepoblación, sino que ésta es solo una consecuencia de un sistema de vida que la produce y reproduce. En este sentido, siempre resulta válida la decisión de compañeras antinatalistas y el legítimo control sobre sus cuerpos como aspectos fundamentales para la recuperación del control sobre nuestras vidas, posiciones diametralmente distintas a la esterilización forzada y al control de la natalidad por parte del Estado. Acá no se trata de un culto a la vida o un humanismo renacentista, sino de saber afilar la crítica para identificar, no solo lo que nos oprime y su lógica, sino también nuestra capacidad de combatirla y no reproducirla.

Es en este mismo sentido que resulta relevante y un tanto majadero, que no se trata entonces de situarse en la “hermandad universal”, la fraternidad con cualquier sujeto, sino volver a valorar las decisiones y posiciones de los individuos y no alguna adscripción biológica y la valoración moral de su supuesta “naturaleza”. Solo así podemos comprender a lxs ciudadanxs y su pensamiento como sujetos con una posición específica y concreta en defensa de este mundo y sistema de vida, nuestro rechazo a su lógica viene justamente a sus posiciones, no a su “especie”, lo que equivaldría a ponernos a nosotrxs mismxs en un lugar distinto.

Es entonces que las represas, los tendidos eléctricos, las tóxicas metrópolis invadiendo cualquier rincón de la tierra, el horizonte plagado de edificios, las carreteras irrumpiendo en cualquier distancia, los psiquiátricos, cárceles y zoológicos, la locura y enajenación de nuestras propias vidas, las torturas de animales en laboratorios, la devastación de la tierra, la normalidad de cementerios, la realidad asfixiante de mierda, la lógica del progreso y la ciencia que nos sitúa como especie central, no son ni inherentes ni “naturales” a la humanidad, sino que expresiones claras y concretas del dominio, la autoridad y el ejercicio de poder. El ataque, entonces, se hace no solo necesario sino que urgente para demoler este mundo.

¿Hablamos entonces de promesas y construcción de un futuro? Pues desde el nihilismo se desprende un considerable aporte en este sentido, donde ya no se trata de presentar proyectos de mundos futuros, de esperanzas y/o alternativas que ofrecer. La conflictividad ácrata nace de la negación y confrontación de este mundo, de su oposición y rechazo completo y absoluto, sin ofrecer necesariamente una propuesta alternativa pauteada, pero también constata un hecho innegable, donde de lo que sí estamos segurxs es que en nuestras manos siempre se encuentra la capacidad creativa/destructiva para forjar nuevas relaciones y mundos posibles, del resto, solo nos espera lo desconocido y a lo que venga!

Tomado de la revista Kalinov Most, N°3, Revista Anarquista Internacional. Octubre 2018

(1) Tendencias salvajes misantrópicas: otras expresiones de autoritarismo y de pensamiento sagrado. Kalinov Most # 1, octubre 2017, pp 35-40

(2) Against Eco-Extremism : Mirror image of Civilisation & Religion.

(3) Las referencias que realizamos respecto a la “humanidad” para nosotrxs tiene relación con el conjunto de seres humanos y no a alguna abstracción del concepto que lo sitúe como un ente totalizante y homogeneizador por encima de los individuos y sus particularidades. No buscamos levantar una ensoñación por sobre otra.

(4) Necesario es reconocer el real y evidente aumento de la población humana sobre la tierra, pero la depredación y saqueo ambiental estaría más relacionada con el sistema de vida y orden social que extiende artificialmente la vida, teme a las enfermedades y muertes, más que solamente con el número de habitantes sobre el planeta. Creer en una relación directa entre individuos y consumo de recursos es partir de la base que el sistema satisface las necesidades de todos los sujetos que pueblan la tierra sin ver la acaparación y acumulación, elementos fundamentales de nuestra realidad. Por otra parte imprescindible es situar a la industrialización, su consumo desenfrenado e infinito que ve necesario devastar la tierra para mantener el frenético y absurdo ritmo de vida actual.

(5) Movimiento por la Extinción Humana Voluntaria

(6) Bakunin, Mijaíl. 1997. Dios y el Estado. España: El Viejo Topo, p. 68.

(7) Kaczynski, Theodore. La sociedad industrial y su futuro., tesis #1.

 

Todo lo demás es aburrido. Notas sueltas sobre la acción directa.

Pensé en escribir estas notas porque me parece que, últimamente, incluso entre nosotrxs, lxs anarquistas, se está hablando demasiado poco (y también, por desgracia, practicándose demasiado poco…) de acción directa, privilegiando intentos de encuentro con las «masas», más o menos indignadas. He decidido hacerlo en la Cruz Negra porque espero que pueda convertirse en un espacio de debate entre quienes consideran la acción como centro de su camino de lucha. Espero sinceramente que la Cruz Negra no se convierta en reunión de la mala suerte carcelaria, sino en un lugar para mostrar y profundizar, sin pelos en la lengua, desde diferentes puntos de vista, sobre cuestiones consideradas útiles para hacer más incisiva la lucha contra la autoridad. Ciertamente, la acción directa es para actuar y no para pontificar, pero estoy convencido de que aclarar lo que cada unx de nosotrxs realmente entiende cuando usa estas palabras, puede ayudarnos a afilar armas para asaltar el presente.

Para abordar la cuestión sin perderme en inútiles palabras estridentes, quiero primero aclarar lo que, para mí, no es acción directa.

Concentraciones, repartir panfletos, manifestaciones «determinadas y comunicativas», tartas (pintura, escupitajos, etc.) en la cara del infame de turno, huevos de colores y todo este tipo de cosas no se pueden considerar acción directa. Soy consciente de que una lista de ese estilo atraerá a mí las flechas de quienes sostienen que todos los medios tienen la misma dignidad en la lucha, que mi discurso podrá parecer esquemático, «militarista», impregnado de una óptica eficientísima y bla, bla, bla… Pero nadie, honestamente, podrá negar que, en estos momentos, haciendo estas cosas se está más bien viciando la lucha, renunciando a vivirla realmente.

Estoy convencido de que se está afrontando la lucha con ligereza, con la sonrisa en los labios: no se trata más que de un juego, pero nada hay más serio que un juego donde las apuestas están representadas por la calidad de nuestras vidas y de nuestra libertad. Nadie puede negar que la correspondencia entre el pensamiento y la acción debería ser característica fundamental de ser anarquista. Si pensamos que la destrucción de este mundo es necesaria, debemos actuar en consecuencia, no podemos recurrir a simpáticos e inofensivos trucos baratos para silenciar, engañando a nuestras conciencias hambrientas de libertad. Debemos tener el coraje de afirmar que la acción directa, o es destructiva o no es. Los muros que nos aprisionan no se caerán solos, sino solamente si son envestidos por la onda de choque de nuestra rabia. Es inútil que el inteligente de turno recuerde que la insurrección no es resultado de la suma aritmética de los ataques realizados por anarquistas, estoy hablando de otra cosa. Nuestra vida es demasiado corta para desgastarla en centenares de representaciones diseñadas para despertar a las masas adormecidas, para que se presenten puntuales a la cita el día mágico: sólo cuando atacamos concretamente a lo existente conseguimos arrancar pedazos de libertad, aunque sólo sea por unos cuantos momentos, nos liberamos de las cadenas impuestas por la cotidianidad y por la ley.

Nuestra lucha debe ser violenta, sin compromisos, sin posibilidad de mediaciones ni vacilaciones: la acción directa destructiva, el único medio que deberíamos utilizar para relacionarnos con cuanto nos oprime. Pero las cosas, como sucede siempre en la realidad, son un poco más complicadas, por desgracia, la sola acción no es la panacea de todos los males que aquejan a nuestro movimiento. Aunque esté absolutamente convencido de que ningún acto de revuelta es inútil o nocivo, pienso que es fundamental preguntarse sobre la proyectualidad que las generan y, sobre todo, sobre el significado que le dan quienes las realizan. El acto mismo puede asumir significados muy diferentes si se concibe desde una óptica de ataque o de defensa. Voy a tratar de explicarme con un ejemplo práctico, en el Valle de Susa, el año pasado, asistimos a un incremento positivo de las prácticas de sabotaje en la lucha contra el TAV [Tren de Alta Velocidad], perfecto, si en las intenciones de quienes han realizado tales acciones está el intento de afirmar claramente que no está en juego la simple construcción de una línea ferroviaria, sino la necesidad de atacar y destruir todo el sistema tecno-industrial que lo diseña. Otra cosa es si el sentido que se puede leer en algunos comunicados del movimiento NO TAV o, lo que es aún más desconcertante, en el Nº 5 de Lavanda, hoja redactada por algunxs compañerxs que participan en esa lucha. Tales acciones se podrían interpretar como el último recurso de un pueblo que ya ha utilizado todos los medios de presión posibles (y pacíficos…) sin obtener la atención de los que gobiernan. Estoy convencido de que tal interpretación banaliza cualquier aspecto positivo y revolucionario de tales actos, de hecho, sugiere que si el poder fuera más «razonable», si estuviera más abierto al diálogo, existiría la posibilidad de «convencerlo» para mitigar sus aspectos más nefastos.

La acción directa expresa todo su potencial de liberación sólo cuando se concibe desde una óptica de ataque. No golpeamos al enemigo porque nos resulta insoportable el disgusto por su última fechoría, sino por querer ser libres aquí y ahora. No necesitamos justificaciones para golpear, simplemente no podemos aceptar vivir una vida carente de significado como simples engranajes de este sistema mortal. Debemos ser nosotrxs quienes dictemos los momentos de la lucha, hay todo un mundo que demoler y las posibilidades de derrotar al monstruo tecnológico se hacen cada vez más pequeñas en proporción a su desarrollo.

Cuando hablamos de acción directa hablamos de nuestra vida, pues nuestro rechazo a lo existente no es una moda, sino algo mucho más profundo, en él ponemos en juego toda nuestra existencia. Por este motivo, encuentro verdaderamente irritante cuando nos referimos a cualquier tipo de acción, diciendo que «era lo mínimo que podíamos hacer». Estoy convencido de que no existe nada mínimo que se pueda hacer contra aquello que nos oprime, no podemos autoimponernos límites en la acción, ésta debe ser sin restricciones como nuestra sed de libertad. Si nos encontramos frente a un explotador asesino con uniforme etc., y se decide mancharle el vestido con pintura, eso no es lo mínimo que se podía hacer, sino simplemente lo que nosotrxs hemos decidido hacer. Esto, probablemente, está dictado por una serie de análisis que, en lugar de dar mayor fuerza a nuestra acción, no hace más que minimizarla: «la gente no nos entendería, no debemos dar un paso más que los demás, se necesita empezar por acciones pequeñas que son fácilmente reproducibles», etc.

Naturalmente, se trata de consideraciones que necesitarían un trato más profundo y espero que haya forma de volver a esto y discutir seriamente, lo que ahora quiero decir y a lo que debemos aspirar siempre es a hacer lo máximo que nos consientan nuestras habilidades. Cuando actuemos, deberíamos hacerlo esencialmente por nosotrxs mismxs y de la manera más resuelta, no somos distintxs a aquellxs que de manera innegablemente autoritaria llamamos «gente común», cualquier cosa que hagamos la puede replicar cualquier persona, siempre que alimente nuestro propio deseo de destruir la autoridad. No debemos buscar convencer a las masas de la bondad de nuestra tesis, sino buscar cómplices que quieran participar en la obra de demolición. No debemos tener miedo de nuestro odio, sino lanzarnos a la acción conscientes de que el enemigo no duda ni un segundo en su guerra contra la libertad.

Estas notas están dictadas más que desde la aspiración a desarrollar cualquier análisis teórico innovador, desde el simple deseo de tratar de compartir la idea de la necesaria centralidad, en la vida de todx anarquista revolucionarix, de la práctica de la acción directa destructiva. Todo cuanto acabo de decir sería sin duda obvio si no hubiera tantxs compañerxs que consumen sus fuerzas, dando vueltas como trompo, en un activismo carente de toda proyectualidad realmente revolucionaria, marcado por las heridas del asistencialismo y del oportunismo. Sin embargo, ya existen antídotos para todo esto: organización informal, nihilismo, individualismo, rechazo de líderes más o menos carismáticos, rechazo de extra poder asambleario, comunicación a través de la acción. Se necesita volver a mirar lo que está sucediendo en todo el mundo igual que históricamente siempre han hecho lxs anarquistas, enemigxs de toda las fronteras, y nos daremos cuenta de cómo compañerxs de todas las latitudes están experimentando con nuevos modos de acción, liberémonos de los grilletes de las llamadas luchas sociales para lanzarnos sin frenos al asalto del existente. Tenemos que redescubrir la alegría de actuar, dejar de limitarnos a una búsqueda ilusoria del consentimiento popular; sin tantos… teóricos, nuestro objetivo debe ser, simplemente, el de destruir lo que nos destruye. Liberémonos de la política, incluso, en su declinación antagonista, debe quedar claro que no luchamos por un futuro brillante, sino por un vivir, aquí y ahora. La anarquía debería ser en primer lugar un hecho individual que afecte toda nuestra vida: debemos conspirar, alimentar cada pequeño fuego que pueda incendiar la pradera, atentar con todos los medios contra el orden, civilizado y tecnológico, que el sistema trata de imponer. En esta lucha debemos utilizar todas las armas que tengamos a nuestra disposición, en primer lugar las que no faltan en el arsenal de cada anarquista: la voluntad y la acción directa destructiva.

Fray Nicola de Ferrara [Nicola Gai]

Croce Nera, Periódico anarquista, nº 0, abril de 2014 Pág. 2-3.