El autismo de los insurrectos

En los últimos tiempos, las anarquistas de acción han puesto en el centro de sus acciones al individuo y su grupo, abandonando las asambleas y comunicándose directamente a través de reivindicaciones. El propio concepto de “reivindicación” ha sufrido una transformación radical, ha pasado de ser un instrumento “abierto al exterior” a ser un instrumento “encerrado en sí mismo”, dirigido principalmente a los propios afines, a la propia comunidad en guerra. Aunque pueda parecer una paradoja, en esta “introspección” está la muerte de la política, cesa la búsqueda del poder, del consenso. No se buscan continuadores, no se quiere contraponer un “contrapoder” al Estado. En esta óptica, la contraposición que algunas compañeras hacen entre “acción anónima” y “reivindicación” se vuelve instrumental, un problema falso. La acción anónima y la reivindicación con o sin acrónimos, si se entienden como prácticas contrapuestas, por mucho que parezcan distantes, devienen síntomas de una especie de “autismo” anárquico. Aunque se vivan de forma exclusiva y dogmática no son otra cosa que dos caras de la misma moneda, la de la política y la de la ideología, en las que no encuentras comunidades en guerra sino adoctrinamiento y proselitismo. No deberíamos tener ninguna idea preconcebida respecto a las diferentes prácticas de la anarquía (sobre todo cuando se habla de acciones armadas): quien reivindica con un acrónimo en un contexto puede evitar hacerlo en otro, a veces las acciones hablan por sí solas, no veo ninguna contradicción en ello.

Algo ha cambiado, son muchísimos los ejemplos concretos de una visión menos dogmática, más dinámica, con cualidades más evidentes que el insurreccionalismo. No un “subproducto” suyo sino una especie de “evolución” que parece no detenerse frente a condenas, aislamientos, incomunicaciones. Un insurreccionalismo seguramente más desordenado pero con la gran virtud de no tener fórmulas preconcebidas, porque es absolutamente caótico. Produce pocas publicaciones, poca academia, quien habla lo hace en total anonimato a través de las reivindicaciones, desde fuera del anonimato sólo hablan los presos que, con orgullo, reivindican su propio recorrido. Estamos hablando de una visión de la práctica anárquica más peligrosa porque está en continua experimentación, el poder lo intuye y golpea ahí donde más duele. Y así es como se explican tantas represalias que están un poco en todas partes del mundo, Italia, Grecia, Chile, Argentina, Brasil, España… Es innegable que en los últimos años la represión contra el movimiento anarquista se ha intensificado. Los Estados hablan de conspiraciones anarquistas internacionales, en Italia los anarquistas de la FAI-FRI siguen siendo señalados por los propios servicios secretos como el primer peligro subversivo de base interna del país. Llegados a este punto creo que es el momento de hacerse una pregunta. ¿Esta “nueva” anarquía molesta realmente al poder? Y si es que sí, ¿cuál es el aspecto que molesta hasta el punto de que haya tantas represalias que, en mi opinión, sobrepasan la habitual gestión represiva de estos países? En resumen, ¿a qué debemos toda esta atención? Entre todas las prácticas anárquicas, la de la acción destructiva es la que en lo inmediato preocupa más a los gobiernos. Si luego esta práctica se difunde a través de un “lenguaje común” (la comunicación a través de reivindicaciones), y tiende a concentrar sus propias fuerzas en objetivos comunes, concretos, inmediatos, la atención por parte del poder aumenta claramente. Si además este hablarse a través de las reivindicaciones se difunde fuera de los confines nacionales, en consecuencia la alarma crece y el poder se desata a través de represalias en cadena. Este “lenguaje común” ha sido utilizado por la FAI informal en Italia y por las CCF en Grecia, y luego con la FAI-FRI arrancó definitivamente el vuelo por medio mundo evolucionando hacia algo más “esencial”, más dinámico, que ya no gira exclusivamente entorno a un acrónimo. Nunca ha sido un acrónimo (fuese el que fuese) el que ha construido este “lenguaje en común”, sino la eficaz arma de las “campañas internacionales” convocadas no por comités, organizaciones, asambleas, sino por acciones, por los anarquistas de praxis sin ningún intermediario. Lo hemos visto también en los últimos tiempos con las miles de acciones que han habido después del G20 en Alemania, Francia, Grecia… en las acciones en venganza por el homicidio de Santiago Maldonado en Chile, Argentina, Brasil, Italia, Grecia, Francia, Alemania, en solidaridad con el preso anarquista Konstantinos Giagstoglou en Grecia, en solidaridad con la compañera anarquista Lisa acusada de una expropiación en Francia, Alemania… en los ataques contra Turquía en solidaridad con el pueblo kurdo que lucha por su supervivencia y en el persistir de las acciones de la FAI-FRI en Italia, Grecia, España, Chile, Alemania…

Esta es, en mi opinión, la práctica de los anarquistas que hoy más molesta al poder. ¿Cuanto le molesta? No podemos decirlo, pero seguramente algún problema causan estas campañas internacionales, aunque sólo sea en perspectiva. Lo hermoso de una praxis que funciona es que es contagiosa, poco o nada puede hacernos la represión cuando el anonimato envuelve esta tela impalpable de acciones tejidas por manos anónimas. Como siempre ocurre cuando se vislumbra algo nuevo, quien se molesta no es sólo el enemigo sino también los que se remiten a la “tradición”, a la “pureza” ideológica de los textos “sagrados”. Puede darse el caso de que también nosotras, anarquistas, gritemos a la herejía. Compañeras y compañeros que en el pasado han actuado codo a codo tratan a los “herejes” de estúpidos y tontos que no han entendido nada del “proyecto inicial”, del “auténtico” proyecto insurreccional. ¿Pero tiene sentido esta contraposición? Y si reconocemos en ambas “tendencias” informales una unidad estratégica y metodológica, ¿cuáles son las diferencias entre lo “viejo” y lo “nuevo”? Aparentemente estas diferencias parecerían existir, al menos desde el punto de vista del poder. Por nombrar un ejemplo, en el proceso de “Scripta Manent” los escritos de los insurreccionalistas “históricos” son tomados como ejemplo de un “anarquismo bueno” que se contrapone al de los imputados definido como “malo”. El habitual juego de los buenos y los malos. Ha llovido mucho desde el proceso “Marini”, cuando la parte de los buenos, necesaria para el poder, era adjudicada a los anarquistas de la FAI italiana. No me malinterpreten, sigo opinando que, por mucho que puedan decir los jueces, fiscales y otras asquerosidades, los anarquistas son todos indigestos para el poder, cualquier poder. Soy el primero en decir que son sólo instrumentalizaciones, pero indican lo que la represión busca hacer, revelan no solo la verdadera esencia del poder, sino también y sobre todo de lo que en un determinado momento este teme, una brújula que nos indica la práctica más eficaz, porque es la más temida. Y observen bien que la represión no sólo se limita a reprimir a quien golpea materialmente sino también a quien propone una estrategia de ataque diferente con las palabras y el pensamiento, más simple, más dinámica e impalpable. Bastaría con escuchar alguna audiencia de la “trágica” payasada que se está realizando en Torino para darse cuenta de ello. Es estúpido redactar evaluaciones, lo sabio es hacerse alguna pregunta.

Dejemos a un lado el punto de vista de la represión y busquemos responder a la pregunta sobre las diferencias entre lo “viejo” y lo “nuevo”. Es la “coordinación” la primera diferencia que salta a los ojos entre el insurreccionalismo “inclusivo”, “social” y quienes como la FAI-FRI se relacionan únicamente a través de la acción, dando vida a las llamadas de ataque. En la estrategia insurreccionalista ligada a luchas intermedias sobre un territorio delimitado (por ejemplo en Val Susa), la coordinación es indispensable para garantizar esa constancia en el tiempo que permite adaptarse a los continuos cambios de la lucha “popular”. Además, esta “coordinación” debe operar sin dejar rastro, porque tiene que “direccionarse” sin revelar sus propios objetivos insurreccionales, porque el “movimiento real” (la gente) no entendería una perspectiva de enfrentamiento radical sin mediaciones y la interpretaría como suicida. Las “piezas” de esta estrategia pueden tener muchos nombres: “organizaciones autogestionadas”, “comités de base”, “asambleas populares”… Y deben moverse con sabiduría y prudencia como en una partida de damas. Un “juego” de estrategia que corre el riesgo de caer en la “política” y en la “mediación”, pero que, si lo lograra, llevaría a una insurrección, aunque sólo fuera en pequeños territorios. La coordinación implica un riesgo en común con la organización específica, el de generar una élite de profesionales de la insurrección que gracias a su capacidad y voluntad deciden y lo controlan todo o casi todo. No existe este riesgo entre grupos, individualidades, organizaciones informales que son parte de la llamada “nueva anarquía”. En esta “internacional anárquica” no existe ninguna “coordinación” entre los grupos que la componen… estos se limitan a concentrar sus propias fuerzas en objetivos similares a través de las campañas internacionales, promovidas por las reivindicaciones. No se da ninguna caducidad o estructura en común, ni siquiera mínima, fuera del propio grupo… El archipiélago de la FAI-FRI es una de las componentes de esta “internacional” que a su vez está igualmente “desestructurada”.

Otra diferencia que salta a vista es la “reivindicación”. Los insurreccionalistas (viejo estilo) la aborrecen, como aborrecen siglas y acrónimos, para ellos las reivindicaciones sirven sólo para afirmar la propia existencia arrastrándose en un mecanismo estéril de auto-representación y reduciendo al “oprimido”, al “excluido”… al rol de simple espectador. Este discurso tendría su lógica, si no fuese porque la “reivindicación” en nuestro caso es un medio para comunicarnos entre nosotros. En mi opinión, una crítica de este tipo está fuera de lugar ya que hablamos de una comunicación interna del “movimiento”, dirigida por lo tanto a las fuerzas que ya existen, a anarquistas y rebeldes conscientes que ya practican la acción destructiva. Esta especie de “internacional anárquica” no puede tener como objetivo hacer “proselitismo” ni mucho menos guiar a los/as oprimidos/as hacia la anarquía como si fuesen ovejitas en busca de un pastor. Nosotros mismos somos oprimidos y utilizamos las reivindicaciones para simplificarnos la vida y evitar estructuras complejas y coordinaciones farragosas que ahogarían nuestra acción relentizándonos. Esta forma de comunicación nos permite una mayor operatividad, si luego hay alguien que se limita a aplaudir, en el fondo no nos concierne, problema suyo. En cuanto a los acrónimos y las siglas, no son indispensables, pero cuando están (por ejemplo la FAI, la CCF…) sirven “sólo” para dar continuidad a un discurso, un modo de “unir” permaneciendo separados. Los siguientes fragmentos de dos reivindicaciones, una en italiano y otra en alemán, son el ejemplo concreto de este diálogo continuo a través de las acciones que superan las fronteras de los Estados Nación “uniéndonos” sin estar organizados. En mi opinión, son un ejemplo real, vivo, latente, de una de las tantas formas que la “organización informal” puede darse ahora e inmediatamente:

– Roma, Célula Santiago Maldonado/ FAI-FRI reivindica el ataque explosivo contra Cuartel de Carabinieri (07/12/2017):

“Cada individuo y grupo de afinidad desarrolla y aumenta sus propias experiencias en la vinculación fraternal… La organización jerárquica estructurada además de matar la libertad de los individuos, expone más a la reacción de la opresión. La organización anarquista informal es el instrumento que hemos considerado más apropiado en este momento, para esta específica acción, porque nos permite tener junta nuestra irreductible individualidad, el diálogo a través de la reivindicación con las otras rebeldes y finalmente la propaganda vehiculada por el eco de la explosión. No es y no quiere ser un instrumento absoluto y definitivo. Un grupo de acción nace y se desarrolla sobre el conocimiento, sobre la confianza. Pero otros grupos e individuos pueden compartir, incluso solo temporalmente, una proyectualidad, un debate, sin conocerse personalmente. Se comunica directamente a través de la acción… Con esta acción lanzamos una campaña internacional de ataque contra hombres, estructuras y medios de represión. Cada una con el instrumento que considere más oportuno y si lo desea contribuyendo al debate…”

– Berlín, Célula “Minoría Violenta” / FAI reivindica incendio contra un vehículo de una empresa de seguridad (06/03/2018):

“El incendio de vehículos de las empresas de seguridad en Berlín como útil medio de comunicación. Citando otras reivindicaciones seguimos la propuesta de relacionarnos para desarrollar tanto una movilización más amplia de grupos militantes en Europa, como para desarrollar nuestra base teórica. Reconocemos las palabras y la solidaridad y las compartimos, cuando Rouvi Konas escribe sobre el ataque contra la embajada de Arabia Saudita en Atenas, el 19-12-2017… Algunas personas en Roma expresan nuestros mismos pensamientos cuando reivindican como Célula Santiago Maldonado FAI/ FRI el ataque explosivo contra el cuartel de los carabinieri en San Giovanni… A veces es necesario definir el contexto en el que actuamos, como han hecho los anarquistas en BarLe-Duc, cuando han volcado mucha rabia y alguna llama en el estacionamiento de Enedis… Aunque seamos pocos podemos organizarnos en vez de esperar la aprobación de los llamados “organizadores del movimiento” y reaccionar frente al ataque de las autoridades. Podemos actuar y elegir solos nuestros tiempos por nuestra cuenta…”

Para terminar con las citaciones, una aportación del otro lado: un texto “insurreccionalista” sacado de “Avis des Tempetes boletín anarquista por la guerra social” n. 1 (15/01/2018); el título del artículo “Ricominciare”:

“…La organización informal o, más bien dicho, una autoorganización sin nombre, sin delegaciones, sin representaciones… Para ser claros: las organizaciones informales son múltiples, en función de sus objetivos. El método informal no aspira a juntar a todos los anarquistas en una misma constelación, sino que permite multiplicar las coordinaciones, las organizaciones informales, los grupos de afinidad. Su encuentro puede ocurrir en el contexto de una propuesta concreta, de una hipótesis o de una proyectualidad precisa. Esta es la diferencia entre una organización informal, del entorno de los irremediablemente “vagos y maleantes” [NdT: “vaghi e sotteranei”, literalmente “vagos y subterráneos”] (que no buscan seguidores) y otros tipos de organizaciones de lucha, para las que lo importante es casi siempre afirmar su propia existencia con la esperanza de tener un peso sobre los hechos, dar indicaciones respecto a los recorridos a seguir, ser una fuerza más en la balanza de los equilibrios del poder. La organización informal se proyecta en otra parte esquivando la atención de los perros del dominio, existe sólo en los hechos que realiza. En definitiva, no tiene un nombre al que defender o afirmar, sólo tiene un proyecto que realizar. Un proyecto insurreccional…”

Los/as compañeros/as que en los años 80-90 en Italia han vivido en su propia piel el llamado “proyecto insurreccional” deberían haber entendido que no bastan las palabras bonitas y las espléndidas teorías para evitar “…la atención de los perros del dominio…”. El proceso “Marini” hace escuela con sus decenios de años repartidos y de vidas rotas. No bastan la falta de reivindicaciones y de acrónimos para ser “…vagos y maleantes…” cuando “…irremediablemente…” nos vemos forzados, para no permanecer aislados del contexto “social”, a participar en asambleas donde todos saben antes o después todo y donde gregarismo, autoridad y poder hacen puntual e inexorablemente su aparición. Nada, en mi opinión, está más lejos del anonimato que el “proyecto insurreccional” entendido de manera inclusiva, “social”. No basta con la voluntad de “…no buscar seguidores…” cuando las luchas sociales en las que participamos nos hacen actores y figurantes de fenómenos mediáticos como la Val Susa, o aún más atrás Comiso, “laboratorio” donde esta proyectualidad ha sido experimentada en la práctica, al menos aquí en Italia. La perspectiva insurreccional conlleva estos riesgos, podemos afrontarlos o no, se trata de una cuestión de carácter y perspectivas y quizás también de resultados… No puedo olvidarme de los silencios en las asambleas en las que siempre hablaban los mismos, “de hecho” decidían. Culpa de la inmensa mayoría de silenciosos, yo también me encontraba entre ellos. Demasiado condicionado por la autoridad (seguramente no buscada) de compañeros/as con más experiencia, con más conocimiento, más buenos para hablar, explicarse, más buenos para hacer, quizás…

Hoy, fuera de esta celda, no sé qué ha quedado de esta proyectualidad. Después de la desilusión de Val Susa muchos/as compañeros/as deberían, quizás, reflexionar sobre la necesidad de calcular mejor la propia acción y no rebajarla, sino apuntar más alto y darse cuenta de que seguir a la “gente” a todo precio se vuelve contraproducente. La lucha “intermedia” corre el riesgo de empujarnos hacia atrás más que hacia adelante, haciéndonos perder el sentido de lo que somos, un poco como pasaba en el siglo pasado con el anarco-sindicalismo. A quien en aquellos años no estaba se le pueden contar un montón de cuentos, pero más a menudo terminamos por contárnoslos a nosotros mismos para mantener en vida ilusiones consoladoras o nuestro propio jardín dentro del movimiento. Y justamente para no contarme cuentos tengo que ser claro (sobre todo conmigo mismo): no existe una práctica “pura” que no implique algún compromiso o riesgo. La “pureza” no existe, y mucho menos cuando hay que arrojarse en una lucha desesperada en la que el “enemigo” nos rodea por todas partes. Como tampoco existe una afinidad “indestructible”, “absoluta” (la desilusión puede estar siempre a la vuelta de la esquina), no es seguro que sobreviva a todos los obstáculos que el poder nos pone delante. Cuando no nos organizamos a través de una organización formal todo se basa en la amistad, en la lealtad, en el respeto de la palabra, en el afecto, en el amor y en el coraje, cosas que nos equivocamos al darlas por “eternas”. Aún más que una organización clásica, en la informalidad hay que estar siempre preparados para permanecer solos. Nuestro destino está totalmente en nuestras manos, no existen delegaciones de ningún tipo. El grado de independencia, de autonomía, debe ser siempre el máximo. Creo que es sano, en el fondo “lo que no nos mata nos hace fuertes”, esperemos… Para concluir, creo poder afirmar que nos encontramos ante dos estrategias diferentes basadas en la informalidad que actúan en dos planos totalmente diferentes: la primera tiene como referente lo social, el “movimiento real” y tiene el ambicioso objetivo de desencadenar a largo plazo una insurrección generalizada partiendo de conflictividades restringidas a un territorio concreto. La otra tiene el objetivo más “modesto” de hacer el máximo daño posible, sin poner tiempo de por medio, con las fuerzas reales (por “escasas” que sean) que los/las anarquistas tienen hoy a disposición. Entre las dos estrategias no tienen que haber contraposiciones, pueden coexistir tranquilamente, bien separadas, en un mismo tiempo, lugar y lucha específica. Otra cosa que creo poder afirmar con certeza es que cualquier práctica conlleva riesgos: en la organización informal “abierta” que busca una relación con lo “social”, está el riesgo de que nos diluyamos y tendamos la mano a la mediación de la política. En la organización informal, “instrumento para hacer la guerra” (ejemplo la FAI/FRI), está el riesgo de terminar en un “sectarismo”, en una clausura total con el resto del mundo. Con el tiempo podemos olvidarnos de que es sólo un instrumento entre tantos y no un fin en sí mismo, corriendo el riesgo de transformarnos en “fans” de un acrónimo y no simplemente partícipes momentáneamente de un “instrumento” en común. Para evitar caer en esta especie de “autismo” y repetir infinitamente los mismos errores, bastaría no contentarnos nunca con los resultados obtenidos, afilar continuamente las armas y sobre todo no olvidar la utilidad de la autocrítica, porque nadie tiene la “verdad” en el bolsillo, si es que existe una “verdad”.

En los últimos años, con esta “internacional” de la acción, muchos hermanos y hermanas han empezado un recorrido nuevo abriéndonos perspectivas que ayer eran impensables. No nos dejemos arrastrar también nosotros por el “autismo de los insurrectos”, sería imperdonable…

¡Larga vida a las campañas internacionales!

¡Larga vida a la CCF! ¡Viva la FAI/FRI!

¡¡Viva la Anarquía!!

Paola* y Anna* que la tierra les sea leve…

Alfredo Cospito

 

*Paola, compañera activa en las luchas animalistas, en el ecologismo radical y contra todas las cárceles “… incluso en la afirmación de una ética que se está perdiendo por las calles.” Lamento no haberme cruzado nunca contigo…

*Anna Campbell, compañera de Bristol del Anarchist Black Cross asesinada en Afrin mientras estaba combatiendo con la YPG.

 

Unas breves notas sobre Sacco y Vanzetti

Naturalmente que nos encontramos muy lejos de los tiempos y las condiciones en las cuales tuvo lugar la tragedia de Sacco y Vanzetti. ¿Pero realmente han cambiado tanto lo concerniente, a la forma en la que la opinión democrática mundial reacciona? ¿Por qué? ¿Quizás debido a la falta de claridad y a ciertos malentendidos? Estas son las cuestiones que discutiré en las notas que siguen a continuación.

¿Por qué estas anotaciones?

Tras leer “Acto en el día de estudio sobre el caso de Sacco y Vanzetti” presentado en Villafalletto el 4 y 5 de septiembre de 1987, me pregunté cuanta importancia tuvo y tiene todavía hoy el hecho de que estos dos compañeros fueran inocentes. ¿Si los dos compañeros se hubiesen declarado responsables o hubiesen sido innegablemente considerados responsables de las acciones que se les atribuía, hubiesen seguido siendo defendidos por el movimiento anarquista internacional? ¿Cuál hubiese sido entonces el apoyo recibido a nivel mundial en ese caso?

Por supuesto la historia no se escribe con “hipótesis”, soy completamente consciente de ello. Y no es mi intención realizar una contribución a la “historia” de Sacco y Vanzetti. Tengo grandes sospechas sobre los historiadores profesionales, y más que una pequeña duda sobre la historia misma, y obviamente sospecho de todos los políticos, antiguos y nuevos, y de su buena fe para ocupar “eventos” históricos. Por otro lado, no me cabe la menor duda del hecho de que Sacco y Vanzetti no tuvieron nada que ver con las acciones de las que se les acusaba. Pero esta certeza es personal y completamente ajena a los hechos que pueden ser verificados o ensombrecidos durante el transcurso de un juicio, y no impide que me haga preguntas, y espero que aquellos pocos compañeros que puedan leer estas anotaciones, también se hagan preguntas inquietantes.

Morir inocente significa mayor rabia

Por supuesto que debe ser terrible morir inocente, y esto se debe a que el valor moral de la justicia está arraigado en cada uno de nosotros. No la justicia intocable de la rebelión proletaria que lo vuelca todo y ajusta cuentas en un empuje colectivo de destrucción, sino la justicia técnica, judicial, tradicional…. La vieja justicia con los ojos vendados que nosotros desenmascaramos para descubrir con horror que está completamente podrida. Pero a pesar de haber leído sobre ello y de ser conscientes de todo esto, aún seguimos convencidos de que la justicia debería funcionar. ¡Cielos! ¡Cómo se puede mandar a dos hombres inocentes a la muerte¡ La sagrada indignación de tantos compañeros anarquistas va de la mano de la laica indignación de comunistas, demócratas y diversas tendencias de otros colores. La gloriosa cruzada de la izquierda se recompone inequívocamente, cada vez que los nombres de Sacco y Vanzetti son mencionados. Y lo que les vincula con ellos es precisamente la cuestión general y objetivamente justificable de su inocencia. Pero la rabia que se encuentra en la raíz de esto, la rabia ante la muerte de dos compañeros a manos del Estado, no debe permitir que cerremos nuestros ojos frente a otras cuestiones.

La presencia inoportuna

Me parece que el flujo de personalidades democráticas, las literarias y artísticas incluso más que las judiciales y académicas, contribuyeron enormemente a la divulgación del “caso” de Sacco y Vanzetti. Hecho que condujo la inmensa propaganda a nivel mundial, aunque también provocó una disminución en el nivel de enfrentamiento que sin duda alguna tuvo lugar en Estados Unidos, y más concretamente en el tribunal. Demasiados discursos, demasiadas representaciones teatrales, demasiados periodistas democráticos, demasiados políticos. Y esto, como un continuo y corrupto hilo que aún está ocurriendo en nuestros días, con intentos de recuperación por parte del aspirante a la Casa Blanca, Dukakis. (NDT. En agosto de 1977, el gobernador de Massachusetts, Michael Dukakis firmó una declaración en la que reconocía los errores cometidos durante el juicio y afirmaba la inocencia de Sacco y Vanzetti)

¿Pero cómo decidirlo de otro modo? Tomemos el ejemplo de Piazza Fontana (1967, una bomba en la Banca de Agricultura de Milán mata a 17 personas. Los anarquistas son acusados de esta masacre estatal, que fue denunciada por la izquierda en su conjunto) ¿Se podría haber dicho al Partido Comunista que se largara y dejar de recibir su apoyo? Si los anarquistas hacen cualquier cosa por hacer pública su propaganda para así involucrar a la gente y ser escuchados por el mayor número posible de personas, ¿Cómo podrían renunciar a la colaboración con las fuerzas políticas e intelectuales aún cuando supiesen perfectamente hacia donde les conducía dicha colaboración? No es una cuestión fácil de contestar. En el tiempo de Sacco y Vanzetti, ¿podían haber rechazado el apoyo de gente como Sinclair Lewis, Eugene O´Neill, Walter Lippman, John Dos Passos, además de los Roman Rollands, Thomas Manns, Albert Einsteins, etc, a lo largo de todo el mundo quienes apoyaron la inocencia de los anarquistas? Sí, hubiese sido difícil.

Pero no es mi intención traer a colación el totalmente legítimo punto de vista de que los compañeros deberían haber sido exclusivamente defendidos por el movimiento internacional anarquista, con propaganda limitada a estas últimas motivaciones aceptando solamente aquellas fuerzas externas que hubiesen mantenido voluntariamente la cuestión dentro de estos límites. Sólo quiero decir que el tipo de colaboración impuesta por el abogado Moore, necesariamente tuvo que tener la marca de aprobación del Comite de Defensa y de los dos compañeros en prisión. No se previó como se iba a resaltar la inocencia de los dos compañeros, y como se desatendería su culpabilidad en principio, debido a su militancia y a su pertenencia a una parte específica de los Estados Unidos, y al movimiento anarquista internacional colocándolo en un segundo plano. Este fue el precio de la colaboración. Después de esto, podríamos jugar con la interrogante, y esto ocurre todavía actualmente, de que fue una cuestión de dos inmigrantes, dos trabajadores honestos, y subrayar el elemento nacionalista y de clases que ciertamente produjo resultados en su momento pero que no aclara nada respecto a las personalidades anarquistas y revolucionarias de Sacco y Vanzetti.

¿Fue la presencia de las fuerzas de la “izquierda” internacional útil para el objetivo de salvar sus vidas? Uno debe sacar como conclusión que no lo fueron, dado que los dos compañeros fueron asesinados de todas formas. El hecho de que redujeran cualquier posibilidad de que su actividad anarquista fuese considerada también fue negativo.

¿Qué hubiese ocurrido si este apoyo hubiese sido rechazado? Los dos compañeros hubiesen sido defendidos de la misma manera que otros que acabaron sobre el patíbulo, algunos inocentes, algunos culpables, según lo escrito por Galleani (NDT. Luiggi Galleani, anarquista italiano creador del periódico “Cronaca Sovversiva”). Y aquí llegamos a la pregunta: ¿pero tiene algún sentido esta diferenciación entre “culpable” e “inocente”?

Francamente, no lo sé. Tras releer “Acto de estudio sobre el caso de Sacco y Vanzetti”, vi que tanto Sacco como Vanzetti colaboraron con “Cronaca Sovversiva” (“Crónica Subversiva). Debido a ello ambos deberían ser conscientes de la postura de Galleani frente a este falso problema. El hecho de que ellos fueran “inocentes” no pudo hacer que regresaran a una total aceptación de la vía inocentista, por lo menos en los términos desarrollados en el juicio. Por lo tanto estoy de acuerdo con Pedretti cuando escribe “Bartolomeo Vanzetti no era una persona acrítica unidimensional, denunció el mecanismo que permitió la heroicización de su derrota hacia el amargo final: era esencialmente un anarquista comunista, profundamente convencido y enormemente orgulloso de sus opciones políticas y existenciales…de hecho nunca escondió su odio hacia la injusticia de la que fue víctima y su deseo de ser vengado” (p.130). Por otra parte, una vez tomada la decisión fue necesario continuar hacia el amargo final, directos hacia la situación (impuesto por los “progresistas asustados”, quienes constituían la gran masa de las personas que apoyaban a Sacco y Vanzetti) de que el que fueran anarquistas apareciese entre líneas.

“Inocente” o “Culpable” El hecho de que Sacco y Vanzetti fueran asesinados a pesar de la evidencia de su inocencia, únicamente probaría que tanto el concepto de inocencia como el de culpabilidad no son un dato objetivo, sino una medida impuesta por la lucha de clases. Las técnicas legales y los procedimientos policiales que establecen si una persona es culpable o inocente, son parte de la cultura del poder. Para un anarquista revolucionario los procedimientos que se exponen como “evidencias” lógicas no tienen ningún valor. Es a la propia consciencia revolucionaria a la que uno debe responder, y no a la evidencia de la situación orquestada por el enemigo que hace y deshace las reglas del juego a su placer. Para un “demócrata” por el contrario, hay una neta diferencia entre ser culpable o inocente.

Culpable es aquel que quebranta la ley de una manera clara, y ha sido juzgado y condenado por ello. Por el contrario, inocentes son los que no hicieron aquello de lo que habían sido acusados por la gran masa, constituida por todos los que todavía se estremecen con horror cuando piensan en el final de Sacco y Vanzetti, debido a que nuestros dos compañeros eran inocentes, ni robaron, ni mataron y a pesar de ello, murieron en la silla eléctrica. Una pequeña minoría, y entre ellos debe haber habido anarquistas, se estremecieron de horror no sólo por los atroces e ignominiosos métodos con los que el proceso judicial tuvo éxito y pudo mantener la responsabilidad de ambos sobre los sucesos, sino porque Sacco y Vanzetti fueron asesinados por el Estado. ¿Este horror del que estamos hablando, habría existido -a parte de en esa pequeña minoría para los cuales por una razón u otra no les parecía de relevancia el hecho objetivo de su inocencia- si los dos anarquistas hubiesen tenido un juicio más digno (desde el punto de vista de las pruebas establecidas) y hubiese resultado que ellos habían cometido el crimen? Estamos seguros de que las cosas hubiesen sido bastante diferentes.

La gran masa de aquellos que son respetables de profesión, habrían estado a favor de la condena, y es algo que entendemos. Por otro lado una pequeña minoría incluyendo a los anarquistas, como Galleani, hubiesen afirmado que no hay diferencia entre culpabilidad o inocencia.

Si hubiesen sido Sacco y Vanzetti realmente responsables de estas acciones sólo hubiese habido una modesta demostración de defensa por parte de compañeros, tal y como se dio poco antes de la tragedia de Sacco y Vanzetti, con Ravachol por ejemplo. Por otro lado, compañeros que se colocan en la óptica de la expropiación no pueden presumir de tener un movimiento tras ellos, independientemente de cuales sean sus condiciones objetivas y el nivel de conciencia teórica dentro de éstas.

¿Por qué no podemos esperar tales apoyos? Por al menos dos buenas razones. La primera, porque la decisión de llevar a cabo determinadas acciones, incluyendo aquellas cuyo objetivo es contribuir a través de un meticuloso esfuerzo, al aumento de la disponibilidad de ciertos instrumentos revolucionarios, es siempre una decisión personal y por lo tanto debe ser sostenida, tanto en lo bueno como en lo malo, por cada compañero y su conciencia madura. En segundo lugar, porque un movimiento, incluso uno revolucionario, necesita desarrollarse, tener divergencia de opiniones, ciertas reservas legítimas que no pueden ser desechadas todas de golpe.

Por este camino, debidamente hasta donde yo puedo entender, no hay nada de extraño en guardar las distancias en tales casos, mostrando así claramente que somos ajenos a esta cuestión. ¿Por qué jamás debería uno implicarse a posteriori en algo con lo que inicialmente no estaba de acuerdo? La única posición criticable es la moralista, la cual termina necesariamente convergiendo en el reino de las moralejas del poder producidas e impuestas por los jefes.

Esta breve reflexión debería ayudarnos a ver determinadas situaciones de una forma más clara, en primer lugar la de Sacco y Vanzetti. Si ser inocente no es más que un factor externo que podría o no existir -y en el caso de los dos compañeros asesinados en Estados Unidos, eran inocentes- los compañeros deberían ser defendidos en todas partes, incluso aunque fuesen “culpables”. Ahora, sí esto es así, no podemos constituir amplios frentes cuando los compañeros son inocentes, y limitarnos a una pequeña parte del movimiento anarquista cuando los compañeros son “culpables”. Las cosas deberían abordarse de la misma manera, al menos teóricamente, si admitimos en primer lugar, como debería ser obvio, que no pueden existir “inocentes” y “culpables” excepto en la lógica del poder.

¿Cómo escapar de este dilema? De forma bastante sencilla. Comenzando siempre por el hecho de que para nosotros el aspecto técnico es secundario, y que si algún compañero es acusado, encarcelado y en algunos casos asesinado es debido, a parte del hecho objetivo que constituye el elemento de debate en el juicio y el cual tiene un interés marginal para nosotros, a su ideología anarquista. No podemos hacer que las razones técnicas se conviertan en los elementos centrales de la campaña de defensa.

Muchos compañeros, incluso con buena intención, piensan de forma diferente porque son víctimas de las banalidades de las ideas dominantes. La demanda de objetividad es una de las piedras angulares de la filosofía de los vencedores.

Es importante entender esto porque siempre nos toma por sorpresa, reapareciendo cuando menos lo esperamos. Que esta realidad es algo que puede ser determinada de manera precisa es uno de los muchos mitos de las bases del nuevo pensamiento científico, justo como cuando emergieron de las complejas condiciones del Renacimiento, digamos, en las ideas de Galileo: racionalismo reducido a la descripción, no más como esencia.

Y la ley contemporánea es una digna heredera del racionalismo, al no haber cambiado demasiado las certezas concernientes a la “manera” en que las cosas fueron. Uno todavía asiste hoy en día a cómicas “reconstrucciones” y cosas por el estilo en los juicios. Nos hemos acostumbrado tanto a esta forma de pensar que ni siquiera somos conscientes de ello.

Cuando decimos que Sacco y Vanzetti no eran inocentes sino por el contrario culpables, pero sólo de ser anarquistas, introducimos en el juicio que afirma ser objetivo (por consiguiente de una naturaleza cuantitativa), un elemento que es ajeno al juicio en si mismo (o por lo menos considerado así por la ciencia judicial), un elemento de naturaleza cualitativa.

Y todavía esto no funciona de esta manera. La realidad es precisamente este hecho complejo, que no puede ser reducido al resultado de un procedimiento legal. Esto último siempre será algo arbitrario y basado no en evidencias sino en la fuerza, no en la lógica sino en el poder.

¿Una manera difícil de razonar? Quizá sí, pero una vez empleada nunca la olvidas.

Alfredo M. Bonanno

La urgencia del ataque

El hecho de que vivimos en un mundo de mierda donde el Estado y el Capital nos imponen, básicamente sin problemas, todo tipo de monstruosidades está más que claro. También es cierto que sólo una pequeña minoría de la población intenta oponerse, de forma más o menos consciente, a la supresión de todos los espacios de autonomía y libertad que hacen que valga la pena vivir la vida. Como parte de esta pequeña minoría, nosotrxs lxs anarquistas, conscientes de la necesidad de destruir lo que nos oprime: ¿Por qué no somos más determinados e incisivos? Uno de los frenos más grandes y serios a nuestra acción es, seguramente, el miedo a poner, realmente, nuestras vidas en juego. Muy a menudo, este es un aspecto central de la lucha revolucionaria que no se aborda lo suficiente, porque nos obliga a sacar cuentas con nosotras mismas y con nuestras debilidades. Exaltamos a las llamadas “pequeñas acciones”, fácilmente reproducibles, que seguramente no asustan a la “gente” y, aunque seamos conscientes de la urgencia y la necesidad del ataque destructivo al sistema autoritario-tecnológico, somos reacias a involucrarnos hasta el fondo, a considerarnos en guerra y actuar en consecuencia.

Seguramente, es más fácil encontrarse junto a cientos/miles de personas para defender un territorio amenazado por alguna ecomonstruosidad que esperar solos al responsable fuera de su casa. No hablo de valor, todos y cada uno de nosotros tiene miedo, pero pone en práctica estrategias para controlarlo y gestionarlo; incluso quienes participan en la llamada “lucha social” están en riesgo de encarcelamiento o de resultar heridos (hay cientos de ejemplos en ese sentido), no considero que sea esta lo distintivo, sino algo más complicado, o sea, la decisión de emprender prácticas de lucha que no contemplan ninguna posibilidad de mediación con el Poder, que expresan el completo rechazo a lo existente.

Participamos en asambleas en las que nos hacemos ilusiones de contribuir a tomar alguna decisión aunque, por lo general, nos ajustamos a lo que sugieren compañerxs dotadxs de más carisma; inevitablemente, el compromiso es siempre hacia abajo, después de todo, tenemos que crecer todas juntas (siempre) y no asustar a nadie. Nos hacemos ilusiones con contribuir a un proyecto colectivo, aunque muy a menudo no sea el nuestro; el hecho de que estemos “entre la gente” nos crea la ilusión de estar trabajando concretamente por la insurrección, la próxima aventura.

Podemos compartir nuestras responsabilidades con las demás y confiar en no quedarnos solas si las cosas se ponen feas. No nos damos cuenta de toda la libertad individual que perdemos, es más, nos sentimos seguras con los límites impuestos por la asamblea, podemos esconder nuestra indecisión detrás del riesgo de que nuestra impaciencia sea perjudicial para el proyecto común.

Pero sólo cuando decidimos poner totalmente en juego nuestra vida e, individualmente o con nuestros afines, golpeamos al Poder donde más le pueda doler, sólo entonces, tendremos el control real y podremos afirmar con alegría y serenidad que estamos haciendo nuestra revolución. Poner en práctica una perspectiva de ataque directo nos libera de los grilletes de las luchas defensivas, nos permite infinitas perspectivas de acción y libertad.

No estoy haciendo la simple exaltación estética del acto individual, soy consciente de que la insurrección es un hecho colectivo, que estallará cuando las oprimidas se levanten en armas, pero el tema es el método con el que contribuir a provocarla, nuestra vida es demasiado breve y el trabajo de demolición, demasiado grande y necesario como para que se pueda esperar hasta que todos estén preparados. Es más, estoy convencido de que sólo atizando el fuego y con el ejemplo de la acción, nos podremos acercar a tal momento.

Otro freno que veo a la posibilidad de ataque de las anarquistas es la forma en la que muchos compañeros se acercan a lo social, a las llamadas “luchas sociales”. A mi entender, a menudo se parte de una consideración equivocada, se subestima a la gente, esto nos lleva a ver lo social como algo que trabajar, a lo que hay que acercarse con cautela para no asustarlo y, poco a poco, llevarlo a posiciones más avanzadas hasta que, una vez preparado, nos encontremos juntas en las barricadas de la insurrección.

Yo estoy convencido de que los anarquistas forman parte de lo social y de que deben relacionarse como iguales con las “otras”, combatiendo todas estas actitudes “paternalistas” que, inevitablemente, desembocan en la política. Los anarquistas deben golpear y atacar con todas sus fuerzas, otras con tensiones similares tomarán ejemplo de nuestra acción, encontrarán nuevos cómplices y, cuando finalmente también los demás explotados decidan levantarse, estallará la insurrección.

Debemos ser nosotros quienes dictemos los plazos y los momentos de lucha, cuanto más incisivos y capaces de golpear en los puntos exactos seamos, mayores serán las posibilidades que tendremos de que se propaguen las prácticas de ataque directo. Esto no quiere decir que no hay que participar en las luchas que surgen de forma espontánea, sino que lo tenemos que hacer con nuestros métodos: el sabotaje y la acción directa.

Si en cierta localidad las personas salen a la calle para oponerse a una cierta nocividad, no es necesario que tratemos de conocerlas una por una, que preparemos comida con ellas y, pasito a pasito, tratar de conseguir que suban algunos centímetros la barricada que han construido. Esto no acercará la prospectiva insurreccional, es más, debilitará nuestras fuerzas, debemos golpear a la empresa que la construye, a quienes la diseñan, a quienes la financian.

Debemos dejar claro que cualquiera puede tomar las riendas de su vida y destruir aquello que lo destruye. Debemos enfrentarnos a la policía, no sólo cuando intenta desalojar la concentración de turno, sino provocarla y atacarla, hacer ver que es posible, que se puede/se debe golpear primero a los que nos oprimen. Alguna podría argumentar que mi manera de ver las cosas y entender el accionar puede incubar los gérmenes del autoritarismo o del vanguardismo.

Al contrario, creo que contiene, en sí mismo, el antídoto a estos dos males que afligen a la acción revolucionaria. No se disfrazan los propios deseos, se dice claramente lo que se es y lo que se quiere y, sobre todo, en una relación de igualdad con los demás, se demuestra que armando las propias pasiones, cualquiera puede oponerse concretamente a este estado de cosas. La política, en mi opinión, se oculta justo en el limitarse para seguir el ritmo a las demás, en dejar de lado ciertos discursos para no “asustar” a las personas que no se sienten preparadas para entenderlos.

Debe quedar claro que las anarquistas buscan cómplices con los que sublevarse y no una opinión pública moderadamente favorable a vagos discursos sobre la libertad y la autogestión. Otra de las críticas que a menudo se les hace a las que practican el ataque contra el Estado y el Capital, de forma más o menos inteligente, más o menos acertada, es la de meterse en una espiral de acción/represión con los aparatos del Poder sin dar pasos adelante en el camino de la insurrección.

Ciertamente, es difícil negar que cuanto más representemos un peligro para el Poder, más se emperrará este en reprimirnos, pero esto, por desgracia, es natural y tal concatenación de causa-efecto solamente se detendrá cuando la multiplicación y la propagación de los ataques provoque la ruptura insurreccional.

Pensar que la revolución será sólo el resultado de la toma de conciencia de lxs explotadxs, después de décadas de “entrenamiento” en el gimnasio de las luchas intermedias, guiados por una minoría de iluminados que los llevan de la mano, yendo a penas un paso por delante de ellas, y aplazando continuamente el momento del conflicto armado, es pura ilusión.

Esta práctica es dos veces perdedora porque, renunciando a la acción directa, renunciamos a vivir plenamente nuestra vida, a hacer aquí y ahora nuestra revolución. En segundo lugar, es perdedora porque deja entender que el Estado dará tiempo a los oprimidos a que se den cuenta de su condición, de conocerse, de organizarse y luego, tal vez, de sublevarse, antes de aplastarles.

Un pequeño ejemplo de ello sería la República libre de la Maddalena [de la lucha No Tav de Val Susa]: barrida antes de que alguien pudiera creerse que representaba un peligro real para la autoridad estatal. Además, el Estado dispone de un arma eficacísima, tal vez más poderoso que la fuerza militar: la recuperación. Un ejemplo, cuando el problema de la vivienda es apremiante, las luchas y okupaciones se multiplican y si los desalojos no resuelven el problema, el Poder puede jugar la carta de la legalización. ¿Qué harán los explotados con quienes hemos luchado codo con codo una vez que tengan un techo sobre la cabeza?

Quizá pidan más, continúen rebelándose, pero se contentarán más fácilmente y nosotras estaremos obligadas a tirarnos de cabeza a la próxima lucha esperando que esta vez nos vaya mejor… Solamente cuando nuestra acción no prevé la posibilidad de mediaciones, cuando nuestra lucha va directa a destruir lo que nos oprime, el Estado no nos podrá engañar con la recuperación: o tiene la fuerza para aplastarnos o deberá sucumbir.

Si tenemos la capacidad de tratar de difundir la práctica del ataque y de la acción directa, si sabemos echar gasolina al fuego de las tensiones sociales, avivándolas e intentando evitar la recomposición, tal vez, consigamos realmente incendiar el terreno. Antes de concluir, querría detenerme en otro aspecto que, a veces, parece ser un freno para nuestra acción: el análisis de los efectos y las transformaciones del dominio.

Con demasiada frecuencia, parece que esta no sirva para darnos mayor capacidad de incidir en la realidad, sino para alimentar miedos y sensación de impotencia frente a la magnitud del desafío y la monstruosidad de las nocividades que afrontar. Cuanto más analizamos los aspectos totalitarios y perjudiciales de la tecnología, más denunciamos los proyectos autoritarios del Estado y menos afilamos nuestras armas.

Aterrorizamos a quienes les gustaría actuar con investigaciones más o menos profundas sobre los últimos descubrimientos del control. No estoy sosteniendo que no sirvan los análisis y las profundizaciones, sino que no deben convertirse en fines en sí mismos, ejercicios de capacidad intelectual separados de la acción directa. ¿Para qué sirve publicar listas interminables de empresas responsables de la destrucción de la naturaleza si nadie las ataca? Ya por sí solos, la inmensidad y lo imponente a de los aparatos estatales y económicos, a menudo, nos hacen dudar de la posibilidad de golpearles con eficacia.

Desastres ambientales como la marea de petróleo en el Golfo de México o Fukushima parecen decir que no se puede hacer nada para detener la guerra de la sociedad industrial contra el ser humano y la naturaleza. A pesar de todo, no estamos en la indefensión, con mínimos instrumentos de análisis, la acción directa y la decisión de unas pocas pueden demostrar que no todas nos resignamos a aceptar pasivamente y, al mismo tiempo, indicar a las demás personas explotadas que todavía es posible oponerse. Por ejemplo, la acción de las compañeras del núcleo Olga, de la FAI/FRI, nos dice que es posible solidarizarse con la gente afectada por la catástrofe nuclear, también desde el otro lado del mundo, y golpear concretamente a la industria del átomo.

Espero que mis reflexiones sirvan para iniciar un debate entre compas, para aclarar y quitarse de encima todo lo que nos limita en la acción anarquista. Coraje y fuerza para las compañeras que practican la acción anónima, coraje y fuerza para quienes dan nombre a su propia rabia, coraje y fuerza para aquellas personas que, con sus acciones, dan vida a la FAI/FRI: Hay todo un mundo por demoler.

Nicola Gai

El grupo de afinidad

Contrariamente a lo que se cree, la afinidad entre camaradas no depende de la simpatía o la identificación con el sentir o pensar del otro. Tener afinidad significa tener conocimiento del otro, saber como piensa sobre los asuntos sociales, y como piensan que pueden intervenir en la lucha social. Esta profundización del conocimiento entre camaradas es un aspecto que frecuentemente es relegado, impidiendo la acción efectiva.

Uno de los problemas más difíciles que los anarquistas han tenido que enfrentar a través de su historia es qué forma de organización adoptar en la lucha.

En los dos extremos del espectro encontramos por un lado a los individualistas que se niegan a cualquier clase de relación estable; y por el otro a aquellos que apoyan una organización permanente que actúa según un programa establecido en el momento de su constitución.

Ambas de las formas expuestas aquí tienen características que son criticables desde un punto de vista insurreccional.

En los hechos, cuando los individualistas apuntan y atacan al enemigo de clase se encuentran a veces muy por delante del más combativo de los componentes de clase en el momento, y su acción no es entendida. Al contrario, aquellos que apoyan la necesidad de una organización permanente a menudo esperan hasta que haya un considerable número de explotados indicando cómo y cuando atacar al enemigo de clase. Los primeros llevan a cabo sus acciones que resultan estar muy por delante del nivel de la lucha, los últimos muy por detrás.

Una de las razones para esta ineficiencia es en nuestra opinión falta de perspectiva.

Está claro que nadie tiene una receta carente de defectos, sin embargo nosotros podemos enumerar las limitaciones que vemos en ciertas clases de organizaciones, e indicar posibles alternativas.

Una de estas son los “grupos de afinidad”.

El término requiere de una explicación.

La afinidad se confunde frecuentemente con la identificación con el sentir o pensar del otro. Aunque no estén estrictamente separados, los dos términos no deberían ser considerados como sinónimos. Podría haber camaradas con quienes consideramos que tenemos una afinidad, pero que no nos caen simpáticos y viceversa.

Básicamente, tener afinidad con un camarada significa conocerlo, haber profundizado nuestro conocimiento sobre él. Mientras ese conocimiento aumenta, la afinidad puede incrementarse hasta el punto de hacer posible una acción conjunta, pero también puede disminuir al punto de hacer cualquier acción conjunta prácticamente imposible.

El conocimiento sobre el otro es un proceso infinito que puede detenerse a cualquier nivel dependiendo de las circunstancias y los objetivos que uno quiere alcanzar junto al otro. Por ejemplo, uno puede tener una afinidad para hacer algunas cosas y no otras. Es obvio que cuando uno habla de conocimiento no se refiere necesariamente a discutir sus problemas personales, aunque estos pueden volverse importantes cuando interfieren con el proceso de profundizar el conocimiento del uno al otro.

En este sentido tener conocimiento sobre el otro no significa necesariamente tener una relación íntima. Lo que es necesario saber es el pensamiento del camarada concerniente a los problemas sociales con los que la lucha de clases lo confronta, como piensa que puede intervenir, qué métodos piensa que hay que usar en situaciones dadas, etc.

El primer paso en la profundización del conocimiento entre camaradas es la discusión. Es preferible tener una premisa clarificatoria, por ejemplo algo escrito, así los diversos problemas pueden ser ventilados satisfactoriamente.

Una vez que lo esencial esté clarificado el o los grupos de afinidad están prácticamente formados. La profundización del conocimiento entre camaradas continúa en relación con su acción como grupo y el encuentro del último con la realidad como un todo. Mientras este proceso tiene lugar el conocimiento entre los camaradas suele expandirse y con frecuencia surgen fuertes lazos entre ellos. Esto sin embargo es una consecuencia de la afinidad, no su objetivo principal.

A menudo sucede que los camaradas encaran las cosas al revés, empezando por alguna clase de actividad y solamente procediendo a las clarificaciones necesarias después, sin haber ni siquiera estimado el nivel de afinidad requerido para hacer cualquier cosa juntos. Las cosas son dejadas a la suerte, como si alguna clase de claridad fuera a surgir automáticamente del grupo simplemente por su formación. Por supuesto esto no sucede: el grupo o se estanca porque no hay un camino claro que encarar, o cae en la tendencia del camarada o los camaradas que tienen las ideas más claras sobre lo que quieren mientras los otros se permiten ser arrastrados, a menudo con poco entusiasmo o compromiso real.

El grupo de afinidad, por otra parte, encuentra que tiene gran potencial y es inmediatamente dirigido a la acción, basándose no en la cantidad de sus adherentes, sino en la fuerza cualitativa de un número de individuos trabajando juntos en una actividad proyectada (projectuality) que desarrollan sobre la marcha. Desde ser una estructura específica del movimiento anarquista y el amplio arco de actividades que esto significa –propaganda, acción directa, quizás sacar un periódico, trabajar dentro de una organización informal- también puede mirar más allá para formar un núcleo de base o alguna otra estructura de masa y de esta manera intervenir más efectivamente en la lucha social.

o.v.

Tomado de la revista Killing King Abacus

Más allá de la estructura de síntesis.

 

Contra la organización anarquista de síntesis proponemos la organización informal anarquista, basada en la lucha y los análisis que emergen de ella.

Las anarquistas de todas las tendencias rechazamos cualquier modelo organizativo jerárquico y autoritario. Rechazamos a los partidos y las estructuras verticales que, de antemano, imponen direcciones de una manera más o menos obvia. Si deseamos la revolución libertaria como única solución social posible al mundo actual, las anarquistas consideramos que los medios usados para encausar esta transformación condicionarán los horizontes alcanzados. Y esto significa que las organizaciones autoritarias no pueden ser instrumentos que nos conduzcan a la liberación.

Los peligros de la estructura de síntesis para la lucha anarquista.

Lo dicho anteriormente no basta expresarlo con palabras, es también necesario ponerlo en la práctica. En nuestra opinión, la articulación mediante una estructura de síntesis presenta no pocos peligros. Cuando este tipo de organización se convierte en una fuerza potente y hegemónica, como fue la CNT en los años 30, comienza a parecerse peligrosamente a un partido político. La síntesis se transforma en control. Aunque esto sucedió durante un periodo demasiado breve y apenas visible, así que este análisis lo dejaremos para que no se nos acuse de blasfemia o demagogia.

La estructura de síntesis se basa en grupos o individuos en contacto de forma más o menos constante entre ellos, y tienen un momento clave durante los denominados congresos periódicos. En estos congresos se discuten análisis básicos, se elabora un programa y se dividen tareas para cubrir diferentes parámetros de intervención social. Es una organización de síntesis puesto que se instala como punto de referencia capaz de sintetizar las luchas que ocurren en la lucha de clases. Los diferentes grupos o individuos intervienen en las luchas, dan su contribución, pero no pierden de vista la orientación teórico-práctica que la organización en su totalidad decidió durante su último congreso.
Sin embargo, en nuestra opinión, una organización estructurada de este modo corre el riesgo de estar detrás en lo que se refiere a la eficacia de la lucha, pues su objetivo principal es mantener la lucha dentro de su proyecto de síntesis y no empujarla a una proyección insurreccional. El principal objetivo para su proyecto es la búsqueda de personas o grupos para un crecimiento numérico organizativo. Por lo que tiende a dibujar una estrategia reformista y hasta cierto punto moderada para captar grupos o individualidades, a la par que intenta frenar todo aquello que se desmarque de su proyecto.
Esto no significa que todas aquellas que formen parte de una organización de síntesis actúen de esta manera: los miembros son a menudo bastante autónomos en su elección de ofertas y objetivos más eficaces en una determinada lucha. Es lo intrínseco del modo de funcionamiento de la organización de síntesis lo que conduce a tomar decisiones inadecuadas a la situación, ya que al buscar el crecimiento cuantitativo, a cualquier precio y a toda costa, se tiende a tomar posiciones poco claras o indefinidas en algunos temas, pues, de alguna manera busca tomar una posición que satisfaga los gustos de la mayoría, dejando descontentas a algunas personas, así se crea un mensaje “digerible” para la sociedad. Labor que, por otro lado, casi nunca suelen lograr, pues la mayoría queda insatisfecha, todo lo contrario a lo que en teoría se buscaba.

El miedo a lo desconocido es el principal factor que nos empuja hacia el esquema organizacional formalista (organización de síntesis)

La reacciones que se vierten al hacer críticas tales como esta son dictadas a menudo por el miedo y determinados prejuicios. El miedo a lo desconocido es el principal factor que nos empuja hacia el esquema organizacional formalista. Este esquema nos protege de la búsqueda de soluciones, sin el riesgo de encontrarse en situaciones y experiencias desconocidas. Esto es absolutamente obvio entre diferentes compas que ven la necesidad imperiosa de tener una organización formal que obedezca a requisitos tales como la constancia, la estabilidad y el trabajo programado por adelantado. En realidad estos elementos nos sirven más como una necesidad de la certeza que como una necesidad revolucionaria.
Por el contrario, pensamos que en la organización informal, sin esquemas de síntesis, se pueden establecer los puntos de partida válidos para salir de esta incertidumbre.
Creemos que la diversidad organizativa informal es capaz de convertirse –al contrario que las estructuras de síntesis y formales- en verdaderas relaciones concretas y productivas ya que se basan en la afinidad y el conocimiento recíproco. Por otra parte, el momento donde se alcanza el verdadero potencial es cuando se participa en situaciones concretas de lucha, no cuando se elaboran plataformas teóricas o prácticas, estatutos u otras reglas sociales.

La organización informal no se construye en base a un programa fijado en un congreso.

La organización informal no se construye en base a un programa fijado en un congreso. El proyecto es creado por compas en el transcurso de la lucha y durante el desarrollo de la misma. No hay ningún instrumento privilegiado o vanguardista en la elaboración teórico-práctica, ni existen los problemas inherentes a la articulación de síntesis.
El objetivo básico es el de intervenir en la lucha con objetivos insurreccionales y revolucionario.s
Sin embargo aún hay grandes limitaciones dentro de la informalidad, pero creemos que es una forma de organizarse aún válida y abierta a exploraciones teórico-prácticas.

 

Extraído de la revista Killing King Abacus.