Entrevista con Alfredo Bonnano

Entrevista realizada por el corresponsal de Columna Negra durante un encuentro en la ciudad de Monza, Italia, en Noviembre de 2011. Ahí se discutió sobre la actualidad represiva mundial y la cuestión mapuche, entre otros temas. De ese intercambio de ideas con Alfredo María Bonanno devino lo siguiente:

 

Columna Negra (CN): Considerando los escenarios de crisis a escala global, caracterizados por la deslegitimación masiva de los referentes políticos tradicionales, la desestabilizaciones económicas y sociales como las vividas en Grecia y España, etc. ¿cómo podemos comprender la emergencia de las practicas insurreccionalistas que usted planteó desde fines de la década del ’70 hasta mediados de los ’90s, considerando las diferencias del momento actual en el contexto donde estas ideas fueron desarrolladas?

Alfredo María Bonnano (AMB): Es cierto que hay considerables dificultades de parte del capital internacional para reestructurar la propia organización represiva y productiva. Esta situación, que ya se acarrea desde algunos años, viene de la llamada “crisis”, pero no se trata de una crisis en el sentido de contradicción radical que anuncia el pasaje a una situación que podría devenir intolerable por el futuro de la gestión capitalista. No hay nada en estas enfermedades periódicas del dominio que sea pueda conducir de manera determinante a una posible situación irrecuperable y entonces revolucionaria. Para que este acontecimiento pueda comenzar a tener algunos elementos de sentido revolucionario (mayores dificultades de recuperación y de control de parte del capital internacional) se necesita de nuestra participación activa, y es aquí donde es primordial la intervención insurreccional real y verdadera.
Las experiencias hechas a partir de los años setenta, hasta por lo menos al final de los años noventa, demuestran que las realizaciones de carácter insurreccional como ataques en contra de responsables y estructuras del capital, sabotajes a la producción, abstención política y productiva, expropiación, reapropiación del tiempo, etc. – pueden contribuir al terreno fértil en el cual se puede avanzar hacia la insurrección verdadera, o sea la materialización de una serie de ataques de amplia dimensión que puedan tener como resultado transformaciones visibles (políticamente recuperadas en formas de procesos modificativos de las estructuras de dominio) o bien transformaciones menos visibles pero más duraderas y eficaces, es decir realizaciones prácticas que contribuyan a formulaciones de lo que hemos llamado “proyecto insurreccional”.

CN: Siguiendo diversos análisis, las crisis actuales se presentan como expresión de una situación de catástrofe generalizada, la que se visibiliza, entre otras cosas, en un abierto alejamiento de los estados de sus máscaras democráticas, y en la abierta militarización de la represión. Sobre esto, ¿De qué manera la prácticas del anarquismo insurreccional pueden propiciar una resistencia y generar las condiciones de ruptura que permitan poner el escenario de una manifiesta guerra social en ciernes de parte de los explotados?

AMB: Ninguna catástrofe general, al menos en mi opinión. Se trata de las dificultades que el capital está experimentando a nivel represivo y productivo, incluso debido a algunos procesos especulativos financieros que se han establecido y que han demostrado ser completamente incapaces de garantizar una mayor seguridad y mayores ganancias. La estructura subyacente de la producción económica se encuentra relativamente al margen de los desastres provocados por la especulación, y el capital se ha puesto a cubierto procediendo a reducir el despilfarro, reducir los costos de producción, despedir a algunos sectores sociales productivos menos garantizados, y así sucesivamente. Para esto ha tenido que darse por fuerza una capacidad represiva policial mayor, medios de control más grandes y más eficientes, en una palabra, incluso a prepararse militarmente para una posible fase transitoria de la guerra civil.
En definitiva, lo que está intentando realizar el proyecto represivo y productivo en curso es simplemente una restructuración a todos los niveles, para garantizar ingresos base a los grandes inversionistas extranjeros y tranquilidad para la explotación, lo cual ha sido siempre su objetivo. Es nuestra tarea intervenir en el choque con la máxima decisión posible, para buscar combatir este proceso. Los medios que tenemos disponibles son los insurreccionales: el ataque, la autonomía organizativa de estructuras mínimas de base, la informalidad de esas estructuras, la destrucción del enemigo, y la autogestión generalizada.

CN: Otro de los factores relevantes que ha surgido durante los últimos tiempos es el empoderamiento ciudadanista que ha tendido a reforzar posiciones izquierdistas que son movidas tanto por la precarización de sus vidas, como una defensa ante las grandes coorporaciones, ayudando a frenar la proliferación de dinámicas antagonistas. En este sentido, por un lado ¿cuáles son las posibilidades que pueden abrirse desde las prácticas anarquistas para frenar este ímpetu ciudadano? Y por otro, ¿cómo cree usted que desde la trinchera antagonista podemos romper con el arrinconamiento al que hemos sido llevados por el ciudadanismo, y lograr ir allá de ubicarnos “a la izquierda de la izquierda”?

AMB: Cualquier forma camuflada de cambio, como puede ser el ciudadanismo, tarde o temprano muestra su cola política y se ve desenmascarado por los hechos. Se trata de colaboraciones indirectas que el poder recibe de parte de aquellos que temen lo peor y por eso se adaptan a obtener una simple extensión de la cadena. No se necesitan grandes análisis para indicar lo que se necesita hacer en contra de estos lamebotas del capital. En su lugar, hay que comprometerse por el ataque que podemos realizar con nuestras fuerzas, sin buscar posibles compromisos con fuerzas políticas que no nos pertenecen y que hoy en día constituyen la última línea ofensiva del capital, la que es quizás la más eficaz en la recuperación.
El proyecto insurreccional, identificable en la organización informal de base y en el asalto destructivo contra toda realización de la represión, necesita sin duda alguna de ideas, informaciones más detalladas y conocimientos que difieren en función de las diferentes situaciones geográficas que se presentan, pero no puede alejarse de sus directrices principales: ataque, autonomía, informalidad, y autogestión.

CN: Entendiendo que la crítica anárquica tiene como eje constituyente el problema del Estado, ¿cuáles cree que son los puntos de cuestionamiento y trabajo respecto a una crítica anti-estatal que se vuelven imperiosos desarrollar para favorecer el actual despliegue de prácticas anarquistas?

AMB: Los anarquistas son evidentemente antiestatales. La crítica anarquista es directa a la aniquilación del Estado, aunque la práctica no se limita a la espera que el Estado se encuentre en dificultad para salir a las calles y luchar concretamente en darle el último empujón. Casi siempre los anarquistas están presentes en luchas intermedias, o sea, determinadas por problemáticas locales que la gente tiene en lugares geográficamente determinados. Estas luchas buscan reducir la represión que pesa sobre una pequeña parte de la población de un lugar, pero tienen una gran importancia para todos los explotados en general si se plantean correctamente enfocadas desde el punto de vista del método y del proyecto insurreccional.

CN: Las propuestas de la acción informal surgieron como una búsqueda de formas de ataque más directo. No obstante, ya durante la década de los ’90, con el “Caso Marini” se han llevado a cabo por parte del Estado una identificación de las prácticas informales (ya sea por montaje o infiltración),  llegando al actual proceso contra la FAI-FRI y el “Caso Bombas” en Chile. Respecto a esto, y según su experiencia, ¿qué elementos de la propuesta y las prácticas de informalidad deben ser revisados?

AMB: El Estado ha trabajado casi por veinte años antes de enfocar de manera precisa (hasta cierto punto) las estructuras organizativas informales de base y el método insurreccional. De hecho, el poder no tiene medios suficientes para predecir todas las iniciativas informales debido a la enorme potencialidad creativa de éstas últimas. Cuando el ataque se realiza a partir de las características organizativas informales, o sea de manera extendida en el territorio, libre de cualquier contaminación política, directo a destruir pequeños objetivos -y no por este motivo menos significativos; en otras palabras, cuando se evita centralizarse hacia un único objetivo, o hacia pocos objetivos bien visibles y calificados, [la acción] no puede ser fácilmente detenida. Se tendría que poner mucha atención en la elección de estos objetivos, evitando dejarse seducir por aquellos extremadamente visibles (hace falta pensar a los recientes ataques que en Grecia los compañeros están realizando en contra del Parlamento del país), que por esto están más protegidos y al final son de escasa importancia. El estudio de los objetivos corresponde al conocimiento del territorio y también al análisis de la relación que trascurre entre capital local y capital internacional. Muchos de estos conocimientos son ahora fácilmente identificables (basta pensar en lo que se puede encontrar en Internet) pero algunas otras son más difíciles y requieren un estudio verdaderamente profundo.

CN: En el contexto de luchas de liberación nacional y la relación con los movimientos anarquistas, en particular con la del pueblo mapuche en Chile, hemos tomado en cuenta su análisis y propuestas escritas en el 76; “Anarquismo y Liberación Nacional”. En el caso mapuche, desde los años 90, principalmente dos pensamientos antagonistas se ven enfrentados. El primero incluye a nuevas generaciones mapuche con planteamientos políticos anticapitalistas, de reconstrucción política-económica y cultural, autónoma es decir, sin ningún caso de integración al Estado chileno. Su visión política traspasa las fronteras de su territorialidad reconociendo en otros pueblos del territorio de chile, y del mundo a hermanxs explotados, aprendiendo y solidarizándose con sus experiencias de lucha. La segunda, grupos mapuche que postulan una representatividad política dentro del Estado, inclinándose a formar partidos mapuche nacionalistas y tener reconocimiento constitucional, marginando las luchas reales de resistencia mapuche autónomas, a simples grupos minoritarios, por el hecho de no conformarse ni identificarse con la izquierda mapuche, y menos con la socialdemocracia mapuche.

Entendiendo este nuevo contexto, de mapuches partidistas integracionistas, como una situación que se ha dado en otros movimientos de Liberación Nacional del mundo, pero que en Chile es un fenómeno reciente post dictadura Pinochet–democracia. ¿Qué podría comentar o sugerir, desde su conocimiento en experiencias de liberación actuales? ¿Qué ideas podríamos plantear en nuestra propuesta de lucha anticapitalista, mapuche e internacionalista, en apoyo y defensa ante el nuevo pensamiento de algunas comunidades mapuches hermanas?

AMB: La lucha de liberación nacional siempre ha sido vista por parte de un anarquista como fase intermedia, como lucha intermedia. Esto, en mi opinión, sucede también hoy día con la lucha del pueblo mapuche. Ninguna posición política de compromiso tendría que ser aceptada, más que la de una radical y completa liberación respecto al Estado chileno. Se trata de una posición que solo teóricamente es muy simple, pero en lo practico presenta muchas dificultades en cuanto no es aceptada enseguida, sin objeción, por parte de muchas fuerzas que se ilusionan con poder colaborar ,dentro de ciertos límites, con las fuerzas del izquierdismo progresista chileno, para luego alejarse e ir más allá. Se trata una pura ilusión cuantitativa, o sea, que piensan a través de atraerse a cuanta más gente sea posible a su lado para realizar una presión eficaz contra el Estado chileno. Básicamente, ese camino no tiene salida, y el caso irlandés, y muchos ejemplos africanos, están allí para dar testimonio.

Hoy en día, el pueblo Mapuche se encuentra en condiciones bien definidas. Puede entender que la única opción que le queda es la de una clara lucha en contra del Estado chileno y en contra de todos los Estados. De la creación de una entidad mapuche no-estatal en un futuro próximo, libre de la hegemonía chilena, pueden surgir muchas posibilidades de liberación, pero quizás también algunas posibilidades de una nueva forma estatal mas pequeña, y por lo mismo, represiva. No hay que temer, el destino de las luchas de liberación nacionales a menudo es ese. Se tendrá que volver a empezar la lucha en el mismo punto que se dejó, sin miedo y sin contradicciones políticas.
De todas maneras, por el momento no es tanto una cuestión de lo que sucederá después de la “liberación”, sino de aquello que se tiene que hacer hoy, antes de la “liberación”. Y lo que se tiene que hacer hoy corresponde precisamente con la lucha insurreccional anarquista en contra del Estado chileno.

La noche de los muertos vivientes o, la necesidad de que los muertos entierren a sus muertos

«La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal […] En esas revoluciones, la resurrección de los muertos servía, pues, para glorificar las nuevas luchas y no para parodiar las antiguas, para exagerar en la fantasía la misión trazada y no para retroceder ante su cumplimiento en la realidad, para encontrar de nuevo el espíritu de la revolución y no para hacer vagar otra vez a su espectro […] La revolución social del siglo XIX no puede sacar su poesía del pasado, sino solamente del porvenir. No puede comenzar su propia tarea antes de despojarse de toda veneración supersticiosa por el pasado. Las anteriores revoluciones necesitaban remontarse a los recuerdos de la historia universal para aturdirse acerca de su propio contenido. La revolución del siglo XIX debe dejar que los muertos entierren a sus muertos, para cobrar conciencia de su propio contenido». [1]

Carlos Marx

Cito extensamente la más lúcida reflexión del mayor de los hermanos Marx, con la intención de señalar, no sólo la validez de tal introspección en nuestros días sino para enfatizar el talante espiritista de los marxianos contemporáneos y de esos antiautoritarios que conducen «sus luchas» con la vista fija en el espejo retrovisor. Lo verdaderamente sorprendente es que se esperen resultados diferentes siguiendo al pie de la letra las mismas instrucciones de antaño, aliándose a una visión «progresista» (positiva) que construye narrativas triunfalistas e inspira películas grotescas (al estilo «Libertarias» [2] ) y culebrones asquerosos (como «Vientos de agua» [3] ).

Hoy, el marxismo y el anarco-comunismo son tradiciones de todas las generaciones muertas que oprimen el cerebro de los vivos y provocan hipoxia, impidiendo la concreción de «algo nunca visto». Lo que nos ratifica que toda tradición se convierte fácil e invariablemente en dogma y ortodoxia. Paradójicamente, se continúa invocando a los espíritus del pasado y se toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, sus ropajes, para disfrazarse de vejez venerable y repetir por enésima ocasión la arenga con lenguaje prestado, recreando las mismas acciones que condujeron a TODAS las revoluciones por la senda de la «contrarrevolución», imponiendo regímenes fascistas (rojos y/o pardos), erigidos en torno al trabajo y la productividad; o sea, intrínsecamente capitalistas.

Los «comunizadores» (neocomunistas o comunistas), los neosituacionistas, los posanarquistas, e incluso los insurreccionalistas «ortodoxos» [4] , permanecen atrapados en el siglo pasado. Se agarran del pasado para seguir aferrados al «futuro». No entienden que no hay futuro porque el futuro quedó atrás. Pero tampoco se trata de «Volver al futuro» –como la trilogía de Robert Zemeckis– sino de habitar el presente. De vivir intensamente la insurrección cotidiana, de ocupar esos efímeros espacios que permiten avivar el fuego. Pero sin dotar de existencia artificial esos resquicios. Hay que evitar que se conviertan en trincheras. Es decir, en nuevas trampas: falsos agujeros que alientan la visión militarista e impiden que «algo nunca visto» se potencialice. Continuar anclados al análisis en torno a la reestructuración capitalista de las tres últimas décadas del pasado siglo, obstruye la compresión del presente e invita a prolongar el fogueo con balas de salva, frenando el accionar concreto de la subversión contemporánea.

Urge darle el tiro de gracia al siglo XX para sepultar con él todas las ilusiones novecentistas. En ese mismo ataúd, apremia enterrar «nuestra» memoria; es decir, la historia del «movimiento obrero», la historia de las revoluciones y, todas las pulsaciones utópicas que acompañaron a esas narrativas sociales propias de la forma de pensar de otro siglo. Hay que cuestionar las formas de memoria e impulsar el olvido anárquico como parte integral del proyecto de liberación total. Tenemos que inhumar a los muertos y dejar de tropezar con sus leyendas, para permitir que el espectro fluya; esa entidad intangible y sin rostro que es la potencia anárquica: ese espíritu que recorre el mundo, que inquieta, trastorna, irrumpe, violenta.

Urge desalojar la tradición, convencidos que las seguridades de lo sabido no pueden ofrecernos respuestas universales y consoladoras. En su lugar, hemos de promover nuestra capacidad de improvisación, desarrollando la insurrección permanente en entornos constantemente cambiantes dentro del flujo caótico de la vida. Olvidar, aviva la espontaneidad y nos brinda la oportunidad de explorar formas de destrucción más creativas y modos de estar anárquicos en el mundo –que liberen la indisciplina subversiva e infecten de ilegalidad todos los espacios sociales–, actuando como un desencadenante de caos que impida las sistematizaciones formales y la (nueva) normalización. Para estar anarquistas, tendremos que dejar de ser.

En junio de 1958, la Internacional Situacionista ya daba cuenta de la necesidad del olvido y así lo plasmaba en las notas editoriales del primer número de su boletín central: «Los situacionistas se ponen al servicio de la necesidad del olvido. La única fuerza de la que pueden esperar algo es del proletariado, teóricamente sin pasado, obligado permanentemente a reinventarlo todo, del que Marx dijo que “es revolucionario o no es nada”.» [5] Y, para diciembre de ese mismo año, en el editorial de su segundo número, reafirmaban «Nosotros somos partidarios del olvido. Olvidamos nuestro pasado y olvidaremos nuestro presente. No nos reconocemos contemporáneos de quienes se contentan con poco.» Sin embargo, pese al efluvio catalizador que aún conservan estas imágenes, es innegable la poca vocación de olvido que caracterizó a los situacionistas. Varados en la verborrea marxiana, se dedicaron en cuerpo y alma a evocar el pasado, exaltando las trasnochadas propuestas de los consejos obreros como mecanismo único de liberación a través de la autogestión del capital.

Halberstam nos recalca –inmerso en las contribuciones que tensionan la negatividad radical de la baja teoría queer– que, «Podemos desear olvidar la familia y olvidar el linaje, y olvidar la tradición, con el fin de empezar desde un nuevo lugar, no el lugar donde lo viejo engendra lo nuevo, donde lo viejo prepara el terreno de lo nuevo, sino donde lo nuevo empieza de cero, sin las restricciones de la memoria ni de la tradición, y sin pasados que se puedan utilizar.» [6] Hoy, la lucha anárquica – emancipada de pasado y ajena a todos los intentos resucitadores que anhelan repetir hasta el cansancio las revoluciones pasadas–, debe empezar de cero, desprendida del linaje y del lastre de la tradición. La tradición en que aún vivimos, ha buscado por todos sus medios evitar la Anarquía.

Si aspiramos a la destrucción de todo lo existente, habrá que emprender este camino desde un nuevo lugar, no desde aquél idílico paisaje de las ruinas del viejo mundo donde engendraría el nuevo que portamos en nuestros corazones, sino vislumbrando algunas concepciones originales y materializando las acciones necesarias que nos concedan la ruina de la dominación en este instante pero sin albergar esperanzas utópicas. La Anarquía no es el sendero que conduce a la Utopía, como el cristianismo secular decimonónico pretendía hacer creer, promoviendo la fe en una abstracción heredera de las antiguas esperanzas cristianas. La Anarquía da la oportunidad de vivir y concretar la destrucción en presente, a quienes no se dirigen a ninguna parte ni alojan esperanzas en soluciones mediatizadas o en regímenes por-venir en nombre de la libertad y la igualdad. En ese sentido, no puede entenderse como una práctica alternativa o antagonista a la dominación, sino como un «disruptor», un «virus» o un «contaminante». Una suerte de cáncer infiltrante que se contenta cada día con destruir lo «próximo» y no un telos lejano. Lo «próximo», es lo único que tenemos y no lo intangible universal. Pero, destruyendo lo «próximo», de manera simultánea en diferentes regiones del cuerpo social, se provoca la metástasis.

Ésta es la Anarquía realizable: efímera y terrenal, eventual e imperfecta, irregular y compleja. Justo en esa trama, yace la posibilidad de desplegar un paradigma anárquico renovado, capaz de tonificar los músculos de nuevos desarrollos teórico-prácticos con vocación de presente; es decir, conscientes que el pasado es un conjunto de hábitos del que no tenemos nada que aprender y mucho menos que imitar. Le toca entonces a este paradigma demostrar sus preeminencias en términos de actualidad, extensión y profundidad en un nuevo orden tripolar impuesto por el capitalismo hipertecnológico.

Las movilizaciones del hartazgo, la rabia de la desesperanza y, las rebeliones de la miseria, solo reafirman la continuidad de la dominación, es decir, producen más capitalismo. Sólo el fuego podrá obsequiarnos la Anarquía, detentando el peso único de esta palabra. Es decir, sin aproximaciones, sustitutos ni sinónimos que no expresan lo mismo ni se acercan –remotamente– al ímpetu de nuestras pasiones.

Gustavo Rodríguez

Planeta Tierra, 1° de septiembre 2020

Tomado de El Aroma del fuego: La rabia de la desesperanza en un mundo tripolar (Repensar la lucha desde la perspectiva informal anárquica).


[1] Marx, C., El dieciocho brumario de Luis Bonaparte; recogido en Marx, C. y, Engels, F., Obras escogidas en tres tomos, Editorial Progreso, Moscú 1981, Tomo I, página 404.

[2] Largometraje español, realizado en 1996, dirigido por Vicente Aranda y basada en la novela La monja libertaria (Planeta,1981) de Antonio Rabinad.

[3] Serie de televisión argentino-española, dirigida por el peronista Juan José Campanella (2006).

[4] La acción insurreccional –por muy emancipadora que parezca desde una óptica subjetiva– se satisface a sí misma pero es incapaz de trascender lo obsoleto, reincidiendo irreflexivamente en gestos caducos.

[5] La lucha por el control de las nuevas técnicas de condicionamiento, Internationale Situationniste, No 1, recogido en Internacional Situacionista. Textos íntegros en castellano de la revista Internationale Situationniste (1958-1968). Vol. 1: La realización del arte (# 1-6), Literatura Gris, Madrid, 1999, p.12.

[6] Halberstam, Jack, El arte queer del fracaso, Editorial Egales, Barcelona/Madrid, 2018. P. 80.

La no violencia es racista

No pretendo intercambiar insultos, y uso el epíteto racista sólo tras cuidadosas consideraciones.

La no violencia, en el contexto moderno, es una posición que implica privilegio.

Partiendo del hecho de que el típico pacifista es, evidentemente blanco y de clase media, se hace evidente que el pacifismo, como ideología, proviene de un contexto privilegiado. Ignora que la violencia ya está aquí; que la violencia es una parte inevitable y estructuralmente integral de las jerarquías sociales corrientes; y que es la gente de color quien se ve más afectada por esta violencia.

El pacifismo asume que la gente blanca que crece en los suburbios, con todas sus necesidades básicas cubiertas, puede aconsejar a las personas oprimidas -muchas de las cuales son personas de color- que sufran esta violencia con paciencia, esperando que ellxs logren convencer al Gran Padre Blanco a través de las demandas de su movimiento o a que dicho movimiento consiga conectar con la legendaria “masa crítica” de la que siempre hablan.

Para lxs pacifistas, la gente de color de los guetos de Estados Unidos no se “puede” defender de la brutalidad policial o expropiar los recursos para sobrevivir para liberarse de la servidumbre económica. Deben esperar a que haya el suficiente número de gente de color con mayores privilegios económicos (los “esclavos de casa” del análisis de Malcolm X) y que se haya concienciado a la gente blanca a unirse con la gente negra para tomarse de las manos y cantar canciones. Después de lo cual, creen, el cambio vendrá de manera segura.

La gente que habita en Latinoamérica debe sufrir pacientemente, como verdaderos mártires, mientras lxs activistas blancxs en los Estados Unidos “dan testimonio” de sus vivencias en el Sur y escriben al Congreso.

La gente de Irak tampoco debe defenderse. Sólo si mueren como civiles sus muertes serán contabilizadas y lloradas por lxs activistas pacifistas blancxs que, el día menos pensado, lograrán llevar adelante una protesta lo suficientemente grande como para detener la guerra.

Lxs indígenas deben también esperar, sólo un poquito más (es decir, otros 500 años) bajo la sombra del genocidio, muriendo lentamente en sus tierras, marginadxs, hasta que… bueno, no son una prioridad ahora mismo, así que quizás sea hora de organizar una manifestación o dos para ganarse la atención y la empatía de los poderosos. ¿O quizás podrían hacer una huelga, comprometidos con la no cooperación gandhiana? Pero espera, la mayoría de ellos ya están desempleados, ¡no están cooperando, están totalmente excluidos del funcionamiento del sistema!

La no violencia declara que los indios americanos podrían haber luchado contra Colón, George Washington, y todos los demás carniceros genocidas mediante sentadas; que Crazy Horse, usando la resistencia violenta, se volvió parte del ciclo de la violencia y fue “tan malo como” Custer.

La no violencia afirma que los africanos y africanas podrían haber detenido el comercio de esclavxs con huelgas de hambre y peticiones, y que aquellos que se amotinaron fueron tan malos como sus captores; que el amotinamiento, una forma de violencia, conduce a más violencia, y, de esta manera, la resistencia conduce a más esclavitud.

La no violencia se niega a reconocer que estos esquemas sólo funcionan para la gente blanca privilegiada, que tiene un estatus protegido por la violencia, como perpetradoras y beneficiarias de la jerarquía que la ejecuta.

Lxs pacifistas deben saber, imagino que inconscientemente, que la no violencia es una posición privilegiada, así que hacen frecuente uso del tema de la raza sacando a lxs activistas de color fuera de su contexto y usándoles de manera selectiva como portavoces de la no violencia. De modo que Gandhi y Martin Luther King Jr. se han vuelto representativos de toda la gente de color. Nelson Mandela lo fue también, hasta que los pacifistas blancos cayeron en la cuenta de que Mandela usó la no violencia selectivamente, y que de hecho estuvo implicado en actividades de liberación de carácter violento, como atentados y preparación de un levantamiento armado.

Incluso Gandhi y King estuvieron de acuerdo en que era necesario apoyar a los movimientos de liberación armada (citando como ejemplos Palestina y Vietnam, respectivamente) allí donde no hubo una alternativa no violenta, priorizando claramente los objetivos sobre las tácticas. Pero la mayoría de lxs pacifistas blancxs de hoy borran esta parte de la historia y se recrean en la no violencia para proteger su comodidad, aún mientras se reivindiquen como los sucesores de Martin Luther King Jr. y Gandhi.

Uno tiene la impresión que si Martin Luther King Jr. hubiera venido disfrazado a una de estas vigilias pacifistas, no se le habría permitido hablar.

Como él apuntó: a parte de los intolerantes y reaccionarios, [el racismo] parece ser una enfermedad que se extiende incluso entre aquellos blancos a quienes les gusta mirarse a sí mismos como “iluminados”. Me referiría especialmente a aquellos que aconsejan “¡Esperad!” y aquellos que dicen que empatizan con nuestros objetivos, pero que no aprueban nuestros métodos de acción directa en busca de estos mismos objetivos. Me dirijo a los hombres que se atreven a sentir que tienen algún derecho -paternalista- de fijar cuál es la hora de la liberación de otros hombres.

En los últimos años, debo decir, me he sentido gravemente decepcionado con estos blancos “moderados”. A menudo me siento inclinado a pensar que constituyen un mayor impedimento para el progreso negro que un Consejo de Ciudadanos Blancos o que el Ku Kux Klan.

 Peter Gelderloos. Como la no-violencia protege al Estado

Breve historia de Azione Rivoluzionaria

En 1977, militantes del área anarco-libertaria, tomando nota del “carácter de fuerza” expresado en particular por el movimiento del 77′ y haciendo referencia a las elaboraciones culturales del situacionismo y de la Fracción del Ejército Rojo (RAF), dan vida a la organización armada Azione Rivoluzionaria [AR].

Las tesis políticas generales de esta agrupación fueron expuestas en su Primo documento teórico, durante enero de 1978. Para poder comprender la ideología propugnada por el grupo subversivo en examen, se muestran bastante significativas las afirmaciones contenidas en opúsculos y octavillas de AR:

    «El movimiento no traslada el conflicto a la clase sino que lo asume en primera persona. La acción es directa. Cualquiera que sean los resultados objetivos, la valoración subjetiva es fundamental. La acción directa hace que los individuos tomen conciencia de sí mismos como individuos que pueden cambiar su destino y reapropiarse del control de su propia vida».

 

Junto a las siempre presentes críticas al capitalismo y a sus consecuencias, los redactores exhortaban y propugnaban por la acción:

    «Lo que queremos es llevar a cabo una crítica destructiva al Estado, a través del uso de la violencia revolucionaria, la lucha armada, la propaganda con los hechos. Queremos acelerar los tiempos y alargar el frente interno del conflicto para llegar a una desestabilización del Estado […] La crítica de las armas es hoy la única fuerza que puede hacer creíble cualquier proyecto.

    Crear, organizar 10, 100, 1.000 Núcleos Armados».

 

Sin embargo, hubieron grupos (y aún los hay) que se negaban a tildar a Azione Rivoluzionaria como un grupo anarquista. Es el caso del semanal anarquista Canenero (1994-1997):

    «Que en los años 70 el movimiento anarquista haya conocido experiencias específicas sobre el modelo combatiente, ésta nos parece una afirmación ligeramente errónea ya que el archipiélago Azione Rivoluzionaria […] se puede definir “anarquista” sólo a costa de una macroscópica forzadura ideológica. De hecho en AR confluyeron compañeros de proveniencias diversas, animados desde el principio por un espíritu libertario y anti-estalinista, que por un periodo breve definieron su propia experiencia como anarco-comunista, considerada como la suma de las diversas posiciones de los compañeros. Aquello que por el contrario resulta claro para tantos anarquistas, es que fueron justo las organizaciones armadas, ninguna excluida, las que contribuyeron en aquellos años al aplastamiento de la subversión social. Y estas reflexiones críticas no son de hoy, sino que han sido expresadas por diversos anarquistas en múltiples ocasiones de veinte años hacia acá».

 

La configuración organizativa fundacional de Azione Rivoluzionaria es aquella de los “grupos de afinidad”: «donde los vínculos tradicionales son reemplazados por relaciones profundamente comprensivas, marcadas por el máximo de intimidad, conocimiento y la confianza mutua entre sus miembros».

En tal configuración se enmarca también la constitución de “grupos de afinidad feministas”, con una producción teórica y autonomía operativa propias de estos núcleos. [Nota de la redacción: Como es el caso de Azione Rivoluzionaria Autonomia Femminista]

Una de las primeras intervenciones de Azione Rivoluzionaria es el baleo del médico de la cárcel de Pisa, Alberto Mammoli, ocurrido en dicha ciudad el 30 de marzo de 1977. El documento de reivindicación hace referencia a la muerte del anarquista Franco Serantini, acontecida el 5 de mayo de 1972 como consecuencia de los golpes sufridos en la comisaría al momento de su arresto y que no fueron tratados por los médicos de la prisión.

Entre marzo y septiembre del 77′, Azione Rivoluzionaria desarrolla su presencia en Lombardía, Piamonte, Toscana y Liguria.

Con el artefacto explosivo contra la sede turinés del periódico La Stampa (17.SEP.77) y el baleo intencional de Nino Ferrero, periodista del periódico L’Unità (18.SEP.77), Azione Rivoluzionaria da inicio a una campaña nacional contra «las técnicas de manipulación dirigidas al consenso» puestas en marcha por los medios de comunicación.

En particular, el periódico La Stampa es golpeado por la gestión que ha hecho de la noticia relativa a la muerte, ocurrida en Turín el 4 de agosto de 1977, de Aldo Marín Piñones y Attilio Di Napoli, dos militantes de la organización.

Esta campaña continúa en 1978 con el atentado a las oficinas administrativas del Corriere della Sera, en Miláno (24.FEB.78), y a la redacción en Aosta de la Gazzetta dei Popolo (29.JUL.78).

El 19 de octubre de 1977, en Livorno, un grupo de Azione Rivoluzionaria intenta secuestrar al naviero Tito Neri. El secuestro falla y los militantes son arrestados.

En abril de 1978, AR hace su aparición en Roma, colocando tres artefactos explosivos contra la sede del Banco di Roma, un concesionario de Ferrari y un salón automovilístico en via Togliatti.

En junio de 1978, Azione Rivoluzionaria firma -en Aosta- un atentado contra la sede de la Democrazia Cristiana. En la reivindicación se pide que sea «revocado el permiso otorgado al Movimento Sociale Italiano de continuar dando discursos en la Piazza di Aosta» (18-19.JUN.78).

Las tesis generales de AR vienen ampliamente expuestas en el documento Appunti per una discussione interna ed esterna, redactado en el verano boreal (junio-septiembre) de 1978.

Es útil además recordar que en los documentos de AR, emerge claramente la fuerte polémica existente en el interior del vasto movimiento anarquista, acusado de estar “sin estrategia y sin táctica”. De la misma manera debe ser recordado lo que sucedió en Forlì, durante el congreso antimilitarista desarrollado en 1988, cuando Bonanno y los demás pertenecientes al área insurreccionalista fueron acusados de “terroristas” y expulsados de la sala.

Durante el proceso que tiene lugar en Livorno, entre junio de 1979 y julio de 1981, algunos militantes de Azione Rivoluzionaria presentan un documento en el cual viene oficialmente anunciado la auto-disolución de la misma organización.

El 4 de octubre de 1979, en el curso de un proceso desarrollado en Turín, algunos militantes de la organización recuerdan, en un documento, a Salvatore Cinieri, asesinado en la cárcel de Turín por un preso común el día 27 del mes anterior.

En el informe judicial preliminar número 160/1 con fecha 25 de marzo de 1980, del Núcleo Operativo del Grupo de los Carabinieri de Florencia, Bonanno es señalado como perteneciente a Azione Rivoluzionaria según las declaraciones -posteriormente consideradas insuficientes- del colaborador Enrico Paghera. Con fecha 23 y 26 de marzo de 1980 eran arrestados, en ejecución de varios procedimientos cautelares, 19 personas consideradas pertenecientes a la organización subversiva en cuestión. Entre ellas figuraban Alfredo Maria Bonanno, Yean Helen Weir, Carmela Dimarca, Paolo Ruperto, Salvatore Marletta y Patricia Casamenti. Bonanno, Weir y Marletta eran, además, acusados de seis atracos realizados a notarías boloñesas. Pero el 30 de junio del mismo año, el Juez Instructor del Tribunal de Bolonia decretaba la excarcelación de los arrestados por insuficiencia de pruebas, y el 3 de abril del año siguiente se emitía sentencia de sobreseimiento por no haber cometido los hechos, en lo que concernía a los atracos y a la imputación de “banda armada”.

El 11 de abril de 1981, un año después de la auto-disolución de AR, muere a causa de un tumor Gianfranco Faina, considerado el fundador de Azione Rivoluzionaria.

Luego de la disolución de la organización, algunos militantes confluyen en Prima Linea, segundo grupo armado más grande de Italia en los años de plomo, sólo superado por las Brigadas Rojas. De tendencia marxista-leninista, fue fundado por militantes de las disueltas Lotta Continua y Potere Operaio. Operativo entre 1976-1987, el último de sus miembros fue excarcelado en 2004.

Por la actividad de Azione Rivoluzionaria, fueron procesadas 88 personas (61 hombres y 27 mujeres), entre 1977 y 1985.

 

Jauría de la Memoria

Entrevista y diálogo con Alfredo Cospito desde la prisión de Ferrara

Los medios de comunicación anuncian la llegada de los robots con mucha ostentación. Casi siempre vinculan este fenómeno con el peligro del desempleo, algunos medios más imaginativos van más allá al ver el advenimiento de los robots como la superación de lo humano, una dictadura de las máquinas contra las que oponerse a un humanitarismo genérico. Durante décadas nos han estado bombardeando con el peligro de una inminente catástrofe ecológica que sugiere, en el mejor de los casos, una tecnología ecológica y sostenible, pero en el peor de los casos (para los ecologistas más «radicales») la esperanza de un colapso espontáneo del Sistema.

¿Por qué lo hacen los medios? Nos brindan una enorme cantidad de desinformación que nos lleva de la mano a soluciones ficticias, un «humanismo genérico» que actúa como contraparte de un concepto igualmente genérico, el de «personas», sugiriendo una supuesta inevitabilidad de la catástrofe de la cual solo el «destino», un meteorito, una guerra nuclear, o la llegada de hombres verdes podría evitarlo. De esta manera, socavan nuestra voluntad convenciéndonos de que lo posible es imposible. Dejando solo dos «alternativas»; la falsa esperanza en una tecnología a escala humana o, la renuncia a lo inevitable en la ilusión de que un «dios» o el «destino» nos pueda alejar de la pesadilla.

¿Qué es lo contrario a toda esta mierda? La plena conciencia de nuestra fuerza, la plena conciencia de quién es responsable de la explotación, las guerras, y la catástrofe. Es de sólo una clase que tiene el control de la sociedad hiper-tecnológica. Únicamente una clase disfruta de beneficios, para la otra clase sólo hay basura, migajas, explotación. Los robots no son nuestros enemigos, sino quienes les diseñan, es decir, el capitalismo y los Estados que financian estos proyectos; hombres y mujeres de carne y hueso. Estoy seguro de romper una puerta abierta diciendo que es una contradicción en términos de una «sociedad liberada» que se beneficia de una hiper tecnología. Debemos tener el coraje de renunciar al «Progreso», debemos tener el coraje de oponernos con las armas en la mano, jugándonos la vida para detener este proceso autodestructivo que no es inevitable en lo absoluto.

Sólo la explotación sistemática de miles de millones de mujeres y hombres puede sostener la modernidad, no existe ninguna «utopía» comunista estatal que se mantenga. Esto, al menos hasta que las riendas estén en nuestras manos, la humanidad imperfecta, una vez que la clase dominante se vea obligada a delegar (dar) el mando (de una «mega máquina» ya demasiado compleja de manejar) a una «superinteligencia», nos esperará un «bienestar virtual» para todas, un «bienestar infernal» sin ninguna libertad, que no deseo ni a mi peor enemigo.

Pero seamos claros, de lo que estamos hablando: en cuanto a la «ciencia ficción», y que el incendio puede aparecer, nos referimos a una «revolución» que, si no se detiene, afectará la vida de todo el planeta. Si el capitalismo es el hijo alienado de la supremacía de la tecnología y la ciencia, podemos deducir fácilmente que el producto de ésta relación es la «mega máquina« en la que todas vivimos inmersas. El siguiente paso será la conciencia de que ésta «mega máquina« existirá a través de la I.A. (inteligencia artificial).

Vayamos paso a paso. En el mundo, las inversiones en I.A. en este momento son consistentes y se multiplican año con año. En 2016, Europa invirtió 3.200 millones de euros, se esperan 20.000 millones de euros en el 2020. Los Estados Unidos ya han invertido $18 millones y se esperan $37 millones para 2020. En todo el mundo, se invirtieron 12.000 millones de euros, solo en 2017, para el estudio de algoritmos capaces de aprender de sus errores, de forma independiente.

Está en etapa avanzada la creación de computadoras neuromórficas, que sustituyen los cálculos basados en códigos binarios (on – off) por la utilización de procesadores que intercambian señales como lo hacen nuestras neuronas. Alcanzando velocidades infinítamente mayores, con dimensiones pequeñas, y métodos de operación cada vez más «cercanos» a nuestra mente. Los efectos en el Mercado, aunque parciales, ya existen: – máquinas automáticas – medicina (análisis de historial clínico, rayos X, enfermedades, virus) – robótica (todos los sistemas que manejan robots) – automatización industrial – análisis y administración de sistemas complejos como la viabilidad de metrópolis, sistemas de gestión automáticos, análisis y pronóstico de las tendencias del mercado bursátil, análisis y pronósticos meteorológicos/agrícolas, análisis de vídeos, textos e imágenes publicados en línea, gestión logística.

Hoy para gestionar esta «revolución», participan un número limitado de científicos, técnicos súper especializados en muy pocos centros en todo el mundo. Todos al alcance de una Internacional Anarquista de combate, aunque de fuerza limitada ¿Sus mejores armas? Voluntad y determinación, estas dos cualidades serían suficientes para hacerles retroceder y parar este «progreso» tecnológico, que nos hacen ver imparable.

Todavía tenemos el tiempo a nuestra disposición, y espacio para maniobrar, sobre todo porque el «Sistema» aún no es plenamente consciente del punto de inflexión que está a punto de ocurrir. Las inversiones, aunque son enormes, apenas están comenzando. Es muy probable que las burocracias gubernamentales, y las agencias de inteligencia, tengan cierta ineptitud, una rigidez que les impida comprender plenamente la importancia de algunos desarrollos que para nosotras, fuera de estas lógicas y ciertas especialidades, pueden ser claras. Decimos que estar fuera y en contra del Sistema podría permitirnos tener una visión general amplia, una mayor flexibilidad mental. Los obstáculos para comprender tal «revolución» tecnológica, en un punto de inflexión tal, podría ser particularmente fuerte para los gobiernos, los Estados y los capitalistas

¿Pero, en qué consistiría este avance, ésta «revolución» tecnológica? La revolución agrícola se ha extendido por todo el mundo en miles de años, la revolución industrial en centenares, la revolución de la información en pocas décadas y tendrá su punto máximo, su «punto de no retorno» lo que los técnicos y científicos llaman «explosión de inteligencia». El «Proyecto Cerebro Humano», fundado en 2005, espera recrear un cerebro humano dentro de 20 años. A partir de ese momento se activará la llamada «explosión», la transición de una inteligencia humana a una súper inteligencia (suprahumana). Los científicos argumentan que una vez que se alcancen las capacidades intelectuales humanas en muy poco tiempo (incluso meses), comenzará la explosión de inteligencia, que consistirá en un crecimiento exponencial e incontrolado de las capacidades de la IA. Desde ese momento, el riesgo de perder las riendas de nuestro destino será muy alto, para felicidad de transhumanistas. El homo sapiens se convertirá en otra cosa, algo oscuro, un aborto de la naturaleza, un cáncer para este planeta, más de lo que ya es.

Afortunadamente para nosotras, los científicos por su naturaleza a menudo son demasiado «optimistas» en el tiempo y «fantasiosos« en las perspectivas. Podemos contar con nuestras capacidades para contrarrestar y revertir este proceso. Depende de nosotras, de nuestra lucidez, de las fuerzas y de las armas que pongamos en juego. Creo que lo importante es no quedar atrapados en el catastrofismo, que no nos fortalece, sino que nos lleva a la resignación de lo inevitable. Para tener una idea más precisa del salto tecnológico que la «modernidad» nos promete a través de la superinteligencia, leamos un par de definiciones que los técnicos dan de esto:

«Cualquier intelecto que supere con creces el rendimiento cognitivo de los seres humanos es, casi todo, de interés para dominar». Una máquina ultra inteligente, es aquella «que puede superar con creces todas las actividades intelectuales de cualquier ser humano, por más inteligente que sea».

La súper inteligencia, según quienes trabajan en ello, será la panacea para todos los males, la Lámpara de Aladino que resolverá lo relacionado a energía, contaminación y problemas económicos. Encontrará la cura para todas las enfermedades, incluso promete inmortalidad. Pero los mismos científicos y técnicos que deliran sobre estos avances futuros (que, por supuesto, inevitablemente irán en «beneficio» sólo de la clase dominante) están aterrorizados y lo consideran su advenimiento extremadamente peligroso, hasta el punto de compararla con los peligros de la era atómica, de una guerra nuclear. Científicos y técnicos aún están muy lejos de alcanzarla, estudian con desesperación posibles trampas de realidad virtual para contenerla, engañarla, enjaularla una vez alcanzada. Temores y esperanzas, la ley de la ciencia nos condena a «progresar», a avanzar a costa del detrimento de nuestra supervivencia como especie. Pero qué peor condena para un esclavo que una amortización que prolonga la agonía de una vida sin libertad.

Las anarquistas siempre hemos sido sensibles a estos «problemas», porque nada más en estos años se ha desafiado nuestras libertades, más que la «modernidad», la tecnología. A lo largo de los años, ciertamente, no nos hemos limitado a los análisis sociológicos de la ciencia y la tecnología. La parte de nosotras más inclinadas a la acción, aquellas anarquistas que han puesto en práctica la acción directa destructiva, a través de la informalidad y los grupos de afinidad, han desplegado un arsenal teórico y práctico en los puntos sensibles y periféricos para golpear, fibras ópticas, cables eléctricos, postes…

La línea a la que se tiende ha sido que desde el centro del Sistema era necesario desplazarse a la periferia, en la cual los controles eran más bajos. Donde las líneas vitales, si se interrumpen con medios reproducibles (fuego, pinzas…) podrían causar daños considerables. Últimamente se ha hablado mucho sobre interrumpir el flujo de mercancías. Estas tendencias, que prevalecen hoy entre los insurrectos, se deben (en mi opinión) a la oposición del Anarquismo de Acción contra la «lucha» de las B.R.* a finales de los años 70, cuando «ordenaron»  impulsar la consigna de la necesidad de golpear «al corazón del Estado». Para las anarquistas, en cambio, el Estado no tenía corazón, o centro. Esto sucedía cuando las B.R. impulsaban la necesidad de golpear, sintetizándolo en los hombres de Estado más significativos.

Han pasado muchas décadas, todo ha cambiado, pero ésta «fórmula» que tenía un fuerte sentido en ese momento se ha convertido en un «mantra», un «dogma» que se ha perpetuado a sí mismo, perdiendo más y más sentido, convirtiéndose en una presunción de torpeza, intransigencia, y justificación de temores nunca expresados. Esta metodología, al menos en lo que respecta al país en el que vivo, se ha reducido en la negativa (nunca admitida, pero llevada a la práctica) a afectar a las personas, a quienes perpetran directamente la iniquidad del Sistema. Para muchas anarquistas solo existe el «sabotaje» y la acción destructiva (golpear y destruir cosas). La exclusividad de esta práctica está muy extendida, incluso en el entorno «ecológico», con pocas pero significativas excepciones, Kaczynski, por una parte. Esta propensión de excluir acciones violentas contra las personas también la hacen (con excepciones ocasionales), inclusive ALF y ELF.

Las «organizaciones» que por otras razones son un ejemplo importante (pero concreto) de cómo podemos «organizarnos» de manera deconstruida. Como dicen algunas compañeras, «una organización que no quiere organización». Sin lugar a dudas, en mi opinión, ha tenido influencia en la práctica de la FAI-FRI, sólo piensan en comunicarse a través de acciones y campañas internacionales. Espero que tengamos la oportunidad de hablar de ello con detalle, más adelante… Aquí, en Italia, en la esfera anarquista, en los últimos años, solo algunas acciones de la FAI han sido opuestas. Los muy denigrados «paquetes bomba», son una práctica antigua que, por lo que puedo decir, es parte de la «tradición» anarquista. Tan solo pensar en los llamados «galeanistas» en Estados Unidos, o en las explosiones hechas por anarquistas, que escaparon a Francia durante el fascismo, dirigidos a los principales periódicos italianos, solo por nombrar algunos. Como dije en el pasado, la distorsión de la «historia», la purga de hechos incómodos no es una práctica exclusivamente estalinista, incluso los anarquistas la practicamos a nuestra manera, a menudo inconscientemente.

Hablando del movimiento luddita, de las anarquistas, y no solo de estos movimientos, se presentan a menudo como ejemplo exclusivo de la práctica del «sabotaje», borrando una parte de esa historia que no es fácilmente digerible, debido a cierta visión de su accionar. También hubo asesinatos entre las armas ludditas, no se limitaron a la destrucción de telares. En 1812, William Horsfall, propietario de una fábrica textil, fue asesinado a tiros en una emboscada, días después de amenazar a sus trabajadores con reprimir cualquier tipo de revuelta, y que la sangre luddita alcanzaría su silla. Fue él quien sucumbió, fue su sangre la que fluyó. Tres ludditas fueron ahorcados por ese gesto de revuelta. No fue un caso aislado, cuando leemos exaltaciones correctas del luddismo casi nunca conocemos de este tipo de acción ¿Por qué?

¿Quizás el «sabotaje» es más subversivo, más peligroso para el Sistema que la eliminación física de un amo? Ciertamente hoy implica una mayor reacción del Sistema, una mayor represión. Pero el «miedo» nunca es un buen consejero, nos hace perder la racionalidad, el sentido de la realidad. Quizás se deba a la sensación de pérdidas de la realidad, a las infinitas disquisiciones «sociológicas» que muchas anarquistas hacen del término «terrorismo», y de cómo esta palabra puede «aislarnos» y ser el único producto del Poder. El terrorismo es una práctica que las anarquistas (como casi todos los movimientos revolucionarios y populares) siempre han usado. Nunca me cansaré de decirlo, por impropio y molesto que pueda ser, porque creo que la honestidad y la coherencia intelectual están estrechamente relacionadas, y para ser creíbles y, por lo tanto, eficaces en la acción, uno debe ser honesto consigo mismo y con los demás, y no razonar según la conveniencia inmediata sino con razón en perspectiva. El terrorismo se entiende como una práctica que propaga el terror en la clase dominante, como lo hizo Emile Henry, al igual que los argelinos al golpear bares franceses (ejemplos hay infinitos), por cuestionable que pueda ser a nivel «moral», nunca ha sido indiferente a nadie, y la historia que dice que el terrorismo de abajo hacia arriba tiene todas las justificaciones del mundo. Lo siento si me salí del tema, pero algunas cosas, aunque me incomodaban, tenía que decirlas.

[Fragmento]

Revista Vetriolo. Otoño de 2018.

Alfredo Cospito

 

* Brigadas Rojas (Brigate Rosse). Organización armada marxista-leninista. Activa en los años 70.