“El anarquismo ha muerto, ¡larga vida a la anarquía! Ya no necesitaremos más el bagaje del masoquismo revolucionario o de la autoinmolación idealista; o de la frigidez del individualismo con su desdén por la convivencia, por el vivir juntos; o las vulgares supersticiones del ateísmo, del cientifismo y el progresismo del siglo XIX. ¡Tantos pesos muertos! Las mohosas maletas proletarias, los pesados baúles burgueses, los aburridos portamantas filosóficos ¡por la borda con ellos!”

Hakim Bey

“La historia, el materialismo, el monismo, el positivismo, y todos los “ismos” de este mundo son herramientas viejas y oxidadas que ya ni necesito ni me importan más. Mi principio es la vida, mi fin es la muerte. Deseo vivir mi vida intensamente para abrazar mi vida trágicamente”

Renzo Novatore

La forma de vida sin mandar u obedecer no se adoctrina ni se idealiza. Nadie enseña al ave como volar. Nadie me va a decir como tengo que vivir. El anarquismo se ha cansado de aferrarse a distintas cosas para legitimar y validar su existencia, como la organización o la autogestión, y demasiadas veces a través de libros o periódicos. Se ha aferrado tan fuertemente a algunas desvirtuando sus prácticas y acciones. La noción de que mientras haya un esclavo en la Tierra nunca seré libre es propia de la vida (aunque sea una condena), propia de quien puede reflejarse en la esclavitud y verse en esa situación por más que no sea ésta su condición. Esta cierta empatía posee un tinte muy bello de amor; un amor que nace de cada quien y se proyecta siempre en retorno de satisfacción hacia una misma. La vida como el deseo de querer vivirla sin ser sometido se funden en una misma pasión caótica en constante relación con las demás, viviéndose en cada ser de manera peculiar.
¿Has vivido en Libertad? ¿Crees vivir en Libertad? Del sometimiento nunca alguien se ha escapado aún. ¿Y dónde está el anarquismo? seguramente buscando ponerse de acuerdo, teorizando y teorizando. Analizando los pro y los contra, seguramente en base a la moral (su moral), lo social, lo racional, lo lógico, etc., etc. Siempre queriendo ordenar y organizar la vida de las demás en pos de un humanismo casi iluminista, presentándose como sublime y verdadero ideal. Sí, un humanismo en contra de toda esclavitud pero olvidando en sus grietas que no solo los seres humanos pueden padecer la dominación. En fin, haciendo de la rosa un rosal o queriendo hacer ese mismo rosal con rosas ajenas. Somos buenos por naturaleza, somos seres sociables que buscamos el placer alejándonos del dolor siendo totalmente aptos para adaptarnos al medio y así prevalecer en comunidad, distinguiendo y relacionando ideas y conceptos para desarrollar una vida plena y en armonía; en base a esto el anarquismo, a través de sus perpetuadores, comienza a proponer: autogestión de la producción contra la producción estatista o privada dirán los trabajadores; una educación libertaria para los hijos de la revolución exclamarán los intelectuales, de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades insistirá la conformidad del pueblo; la propiedad es un robo dirá el “buen hombre”; las decisiones serán acordadas en asambleas y deberás tu vida a libertad. Y si todo cae (como ha caído) volveremos a empezar de cero olvidando, por su puesto, que nuestras ideas occidentales, humanistas y antropocéntricas ya nos colocan como superiores y ajenos a la llamada “naturaleza”; que al proclamarnos como los buenos ya estamos elaborando un juicio de una verdad en ciertas conductas que se impondrán por sobre otras y por sobre otros; que manteniendo la producción mantendremos el trabajo y así perpetuamos una esclavitud de forma decorosa; que educando de la manera que sea siempre será el querer moldear a tal según ciertas formas limitando su tensión a la libertad; que el problema no es con los ladrones sino con apropiarse de la propiedad ajena a la del “yo”; que no le rezamos a ningún dios pero si obedecemos a nuestro ideal; que mientas exista una sociedad ésta siempre funcionará por encima del individuo, aplacándolo, sometiéndolo, moldeándolo. Si hay algo anterior al anarquismo es la tensión voluntaria de rechazar en principio lo que a una no le gusta. Tal vez, ésta sea la anarquía: intentos de decidir que nacen de la negación de ser dominados o dominador.
La anarquía no se organiza ni se pone de acuerdo, esto lo hacen las motivaciones e inquietudes que tiene cada una para elaborar alguna acción que proyecte una cierta satisfacción de querer vivir sin ser gobernado creyendo a veces y de manera engañosa que si preparamos y pensamos detenidamente los detalles, éstos se realizarán como nosotras quisiéramos. No es la anarquía la que nos llama a organizarnos, la organización es una máxima del anarquismo. Nuestro rechazo al dominio y deseos de libertad es lo que nos llama a elaborar estrategias para un determinado fin que nos aproxime a una vida anárquica. Es propia decisión y tiene más que ver con una auto-organización que con una organización en sí.
El anarquismo busca afirmaciones. Se desenvuelve en torno a estas. Nos dice que es verdad pero no lo que es verdadero. Nos señala la mentira como si esta fuese contraria a la verdad. A veces la verdad es la mentira más eficiente. El anarquismo, para vivir, necesita del dualismo porque quiere convencer más que florecer.
El anarquismo nos limita. El anarquismo conoció a la anarquía y fue seducido por ésta, la entendió pero no la sintió como un frio helado carcomiéndote los huesos o como el intenso calor del fuego cerca de la piel. La anarquía no era lógica y el anarquismo ya estaba absorbido por la razón, por el progreso y la civilización, entonces quiso encuadrar, regular, moderar a la anarquía. Quiso decirle a donde ir y como, le dijo como se iba a mostrar frente al enemigo. Le dijo que se mostrara al enemigo y no que se ocultara en el acecho de un ataque fatal. El anarquismo quiso hacer de la anarquía lo que los humanos a los animales, lo que la civilización a la naturaleza.

¿No será el anarquismo, también, enemigo de la libertad? La anarquía trasciende lo humano, no lo aparta de su naturaleza como algo a lo que aferrarse poniéndolo en un trono ni desarrolla teorías en torno a él. La anarquía se construye a medida que destruye. En lo desconocido está aquello que no se legitima, ni se especula. Allá está lo que no se sabe, lo que intimida siempre a la realidad.
La anarquía no huye, escapa caóticamente. No busca algo a lo que aferrarse. Se aleja salvajemente siempre hacia lo desconocido. La anarquía no tiene fin. No es un camino con una meta a la cual llegar. Está ahí donde está la vida, se confunden y funden en un mismo aroma. Nosotras las anárquicas, constantemente intentamos recuperar nuestras vidas viviendo nuestras pasiones en anárquicos deseos.

Tomado de la revista Insidia N° 5