Teníamos conexiones con la mafia. Lo deben recordar, todo el mundo vendía drogas bajo su supervisión. Toda la gente enviaba las drogas, y hasta dios las compraba y revendía en otros bares, como yo misma. Yo no era ningún angelito. Podía recoger mis drogas en el Stonewall y llevarlas al Washington Square Bar, en la tercera calle de Broadway, que era el bar de drag queens tercermundistas[1]. Por aquella época nuestros pequeños clubes aún estaban separados racialmente. Había bares para gays blancos y, entonces había muy pocos bares tercermundistas y bares para drag queens.
En la noche del Stonewall, ocurrió que esa semana Judy Garland se había suicidado. Algunas personas dicen que los disturbios comenzaron por su muerte. Eso es un mito. Todas estábamos envueltas en diferentes luchas, incluyéndome a mí misma y a muchas otras trans. Pero en esas luchas, en el Movimiento por los Derechos Civiles, en el Movimiento Contra la Guerra, en la Lucha de las Mujeres, todavía estábamos marginadas. La única razón por la que se toleraba a la comunidad trans en alguno de esos movimientos era por nuestra implicación, por estar siempre en la línea del frente. No comenzamos nada desde cero. No teníamos nada que perder. Ustedes tenían derechos. Nosotras no teníamos nada que perder. Sería el primer paso dado por algún tipo de organización, ningún cable fue echado por ningún político para conseguir derechos para nuestra comunidad.
Vuelvo a la historia: estábamos todas en el bar, había buen ambiente. Luces nos alumbraron, sabíamos lo que estaba pasando: era una redada. Era la segunda vez en una semana que el bar sufría una redada. Se decía que era práctica habitual de la policía del Sexto Distrito ir a cada bar gay a recibir su dinero. La rutina era “Maricones aquí, lesbianas aquí, bichos raros allá” refiriéndose a mi bando dentro de la comunidad. Si no tenías tres piezas de ropa masculina, ibas al calabozo. Una lesbiana butch debía tener tres piezas de ropa femenina, o de lo contrario iba al calabozo. La noche continuaba, sabías que revisarían tu identificación, después de esto podías marcharte sin más. Las identificaciones falsas aumentaron después de esto; yo entonces aún no tenía 18 años, los estaba rondando. Nos sacaron del bar. La rutina era que los policías tomaban su dinero, confiscaban el licor, si eras mesero escondías tu dinero tan pronto como vieras las luces aparecer, de lo contrario no volverías a verlo nunca más. Un candado en la puerta servía para mantener el local acordonado. Al ocurrir esto, nosotras desaparecíamos hacia la cafetería en una plaza durante quince minutos. Cuando regresábamos, la mafia estaba reabriendo, reponía el licor, y el negocio volvía a la normalidad.
Bien, lo que ocurrió esa noche fue escandaloso; todo mundo comenzó a ponerse, me parece, loco; muchas de nosotras nos enredamos en riñas, por lo que advertían que nos retiráramos, entonces nos fuimos por las calles. Se olvida la parte de la historia en la que, como los policías estaban dentro del bar, la confrontación empezó fuera cuando se lanzaron objetos contra ellos. Comenzamos con las monedas de un centavo, cinco centavos, diez, un cuarto de dólar. “¡Aquí está su dinero, puercos! ¡Cerdos de mierda! ¡Fuera de nuestros espacios!”. Esto lo comenzaron las drag queens callejeras de aquella época, de las que formábamos parte yo, Marsha P. Johnson y muchísimas otras que ya no están aquí. Debíamos ser unas 50 por entonces, de las cuales yo sigo aquí.
Una cosa más. La disputa se puso tan tensa, que el Comandante Pine, quien estaba al mando de la redada, tuvo que atrincherarse junto a sus hombres dentro del bar, porque no podían salir. Tuvieron que meter a la gente arrestada dentro del bar junto a ellos, usándola como escudos humanos. Hablando en serio, como lo cuenta la historia, hasta el día de hoy, ¡no sabemos quién cortó las líneas telefónicas! Así que no pudieron llamar al Departamento de Policía. Lo que pasaba es que el Comandante Pine no era bienvenido en el Sexto Distrito porque hacía poco tiempo se le asignó para detener la corrupción y, como saben, cuando intentaba usar el teléfono, del otro lado de la línea había una tropa de desviadas y pervertidas. Así que él estaba ahí para tal propósito, y quién sabe si no fue uno de sus propios hombres quien tomó el dinero para él solito.
La policía junto a la gente detenida se atrincheraron dentro del bar, con un reportero del The Village Voice, quien más tardé contó su historia en el periódico, en la que dijo que llevaban un arma en la mano. Los policías estaban tan asustados de nosotras, esa noche, que si hubiéramos tirado la puerta del bar, hubieran abierto fuego. Tenían orden de disparar si la puerta era destrozada. Alguien arrancó un parquímetro del suelo. Estaba suelto, yo no entiendo cómo pudo estar suelto. Y comenzó a estrellarlo contra la puerta.
Había gente que me preguntaba “¿Cuál es el plan para los disturbios?” porque de la nada habían aparecido bombas molotov. Me ha sido dada la autoría del lanzamiento del primer cóctel molotov por muchos historiadores, pero yo siempre he querido corregirlo; ¡Yo lancé el segundo, no el primero! Y no sabía qué era un cóctel molotov, a mí me hicieron sostener esa cosa que estaba encendida y pregunté “¿Qué demonios se supone que tengo que hacer con esto?” “¡Lánzalo en frente, carajo!” “¡De acuerdo!
Los disturbios se nos fueron de las manos, porque allí estaba el ‘Cookie’s’ al final de la calle, estaba ‘The Haven’, estaba el ‘Christopher’s End’. Una vez que corrió la voz de que en el Stonewall había sucedido una redada y que aún seguía, la gente vino desde los clubes. Pero también tenemos que recordar una cosa: no fueron solamente la comunidad gay y las drag queens callejeras quienes intensificaron estos disturbios; fue la ayuda de muchos hombres y mujeres heterosexuales radicales que vivían en el barrio entonces, que conocían los problemas de las comunidades gay y trans.
La muchedumbre aumentó de tamaño. Como saben, fue una larga noche de disturbios. Ahora mismo me causa una gran excitación el recuerdo del aullido que se extendía por todas las calles, “¡La revolución está aquí!”. Se volcaron autos, se rompieron ventanas, se prendió fuego por toda la zona. Se derramó sangre. Cuando finalmente los policías abandonaron el lugar, cuarenta y cinco minutos más tarde llegaron los refuerzos, nos montamos una línea de baile de drag queens levantando sus tacones mientras cantaban su himno, que hoy todavía escuchamos: “Somos las chicas del Stonewall / llevamos nuestro pelo rizado / llevamos nuestros vestidos / por encima de las rodillas / mostramos nuestro vello púbico” y así sucesivamente.
Tras esto, comenzó la batalla. La policía se lanzó contra nosotras. No sé cómo lo recuerda la mayoría de la gente, o lo que leyeron sobre el enfrentamiento a lo largo del país. La violenta táctica policial consistió en dar de garrotazos, a dos manos, en la cabeza. Pero lo impresionante esa noche fue que la mayoría de quienes fueron golpeadas, regresaban. Habíamos determinado que esa noche íbamos a conseguir la liberación, que nosotras liberaríamos a nuestra comunidad. Actualmente, yo cambiaría el “nosotras”: Tú has adquirido tu liberación, tu libertad, desde esa noche. Yo misma: yo no he conseguido una mierda, simplemente es lo que he tenido desde entonces. Pero yo sigo luchando, sigo continuando la lucha. Lucharé hasta el día en que muera y mi principal lucha actual es que mi comunidad consiga los derechos que por justicia son nuestros.
Estoy cansada de ver a mis hijas – llamo así a todo el mundo, incluyendo a quienes están en esta sala –, estoy cansada de ver a mis hijas transgénero sin hogar. Estoy cansada de ver la falta de interés de el sector adinerado de la comunidad. Ésta es una comunidad muy acaudalada. Cómo puede inaugurarse, para este aniversario, un edificio que necesita millones y millones de dólares y comprar otro edificio en esta misma calle, y todavía no preocuparse de las hijas sin hogar de su comunidad, y lo sé por un simple hecho, porque la razón de llevar acreditación todo el tiempo, para moverme por este edificio, es porque antes de llegar a este rehabilitado edificio he visto a muchas de esas niñas en la calle, muchas de nuestras hijas durmiendo en los escalones de esa iglesia. Vine aquí con una actitud. He subido desde el infierno. Sí, quizás intente destruir la recepción de ahí enfrente, pero no atacaría a nadie. ¿Qué hizo este centro comunitario por mí? ¿Me han dado las gracias por todo lo que he hecho por esta comunidad rarita? ¡Me han arrestado y dejado en Bellevue![2] ¿Así que supongo tengo que besarle las nalgas? No, yo por ninguna causa le beso el culo a nadie. No he llegado tan lejos para besarle el culo a nadie.
Esa noche, recuerdo haber cantado el “Venceremos” muchas veces, en diferentes manifestaciones, sobre la tribuna de Albany, cuando hicimos nuestra primera marcha, cuando hablé a la muchedumbre en Albany. Recuerdo cantarlo, pero no hemos ganado ninguna maldita cosa. No estoy al mismo nivel, estoy en la parte de atrás del autobús[3]. Mi comunidad está siendo arrastrada por una cuerda alrededor de nuestro cuello atada a la defensa del maldito autobús que tenemos enfrente. Liberación Gay, ¡pero nunca transgénero! Sí, guardo un montón de rabia. Pero tengo el derecho. Tengo el derecho de estar encolerizada. He luchado demasiado duro como para tolerar esta falta de respeto que he recibido y que mi comunidad ha recibido en los últimos treinta y dos años.
Puntualizando la historia, todas sabemos de la Ordenanza de Derechos Gay de hace diecisiete años [Aprobada en 1986]. Pero vayamos de nuevo al comienzo. Mientras hacíamos peticiones para la Ordenanza, sólo hubo una persona que fue arrestada. Ésa fui yo. Porque tuve el valor de entrar al recinto del Times Square en la Calle 42 y pedir a la gente que firmara esta petición. Y la única razón por la que lo hice fue porque este proyecto de ley incluía a la comunidad transgénero. Dos o tres años dentro del movimiento y la ley está siendo presentada y yendo de aquí para allá en el ayuntamiento. Tenían un pequeño pacto secreto para no invitar a la señora Sylvia y a otras activistas trans a ese pequeño pacto junto a otros políticos. La letra pequeña decía: “Échalas fuera y aprobamos la Ordenanza”. Así que, ¿qué simpático gay blanco conservador lo hizo? Enviaron a la comunidad que les había liberado de bajo del río, ¡y esto todavía lo vemos diecisiete años después de conseguir la maldita aprobación de la Ordenanza! Y odio decirlo, pero fue muy divertido. Algunas de las infinitas veces en que la Ordenanza ha sido sometida a votación, he dicho: “Espero que no sea aprobada”, a causa de lo que ellos me hicieron. Tan pronto como supe que esta comunidad necesitaba de esa Ordenanza, no sentí que se justificara hacerla sobre mi sudor y lágrimas, ni sobre mis hombros.
Así que Stonewall es una gran, gran fundación. Fue el comienzo del moderno día de la liberación del movimiento, como dije antes de las Daughters of Bilitis y de la Mattachine Society[4]. Sí, hubo otros muchos pequeños grupos, pero tienen que saber que se llamaban a sí mismos “homosexuales normales”. Vestían trajes y corbatas. En las primeras manifestaciones que ellos hacían, lesbianas que nunca habían usado vestido llevaban vestido y medias altas para mostrar al mundo que ellas eran normales. ¿Normal? Estupendo.
Uno de mis actuales mejores amigos, quien me ha empleado en los últimos siete años antes de cambiar de trabajo, es Randy Wicker[5]. Él era un muy conocido activista gay masculino en 1963. Fue el primer gay masculino – antes de que ningún movimiento real lo hiciera – en llegar a hablar, mostrar y afirmar al mundo que él era un homosexual normal. Le reconocí el mérito por ello. Ha hecho muchas y diferentes cosas, pero también él, en 1969 y durante muchísimos años, mandó al bote de la basura a la comunidad transgénero. Tardó muchos años en levantarse y darse cuenta de que nosotras no somos diferentes a cualquier otra persona; que sangramos, lloramos, y que sufrimos.
Pero esto ha seguido ocurriendo durante muchísimo tiempo. Quiero decir que antes de la liberación gay, ocurría lo mismo: “drag queens allá, nosotros estamos aquí”. El mundo vino a caer en la cuenta en 1969 y en el cuarto aniversario del Movimiento de Stonewall, de los disturbios de Stonewall, que la comunidad trans fue silenciada a causa de una lesbiana radical llamada Jean O’Leary, que sintió que la comunidad trans era ofensiva para la mujer porque nos gusta llevar maquillaje y ponernos minifalda. ¡Perdóneme! ¡Es que convinaban con los acuerdos que hacíamos en ese momento! Lo que pasa es que la gente falla en darse cuenta – no intento alejarme de la historia – de que todo el mundo piensa que queremos estar en las esquinas de las calles lejos de la gente. No lo queremos. No queremos estar en las calles chupando vergas y poniendo el culo para que nos la metan. Pero es la única alternativa que tenemos para sobrevivir porque las leyes no nos dan el derecho a ir y conseguir un trabajo con el que nos sintamos más seguras. No quiero ir a trabajar pareciendo un hombre cuando yo sé que no soy un hombre. He estado de esta forma desde antes de que dejara el hogar y he vivido en el mío propio desde los diez años.
De todas formas, Jean O’Leary comenzó esa gran confusión en esta jornada [Día de la Liberación en Christopher Street, 1973]. Fue el año en que Bette Midler hizo un performance para nosotras. Me habían solicitado ser ponente en el discurso de ese día. Pero teniendo en cuenta que las mujeres sentían que éramos ofensivas, se les impidió hacer su performance a las drag queens Tiffany y Billy. Tuve que luchar por acceder al estrado y literalmente, gente a la que había considerado camaradas en el movimiento, literalmente me echaron a golpes como a una mierda. Ahí fue donde todo comenzó, donde se empezó realmente a silenciarnos. Ellas me pegaron, yo les pateé el culo. Llegué a hablar, conseguí mis propósitos atravesando su barrera.
Fue otra oradora de ese día, Lee Brewster[6] (ella pasó a mejor vida hace un año), muy conocedora de la comunidad trans y de la forma de vestir de la comunidad. Ella subió al estrado, lanzó su tiara a la multitud y dijo “Que se joda la liberación gay”[7]. Pero la gente no se enteró de que Lee Brewster puso la mayor parte del dinero necesario para organizar la Marcha del Orgullo Gay de 1970, que fue la primera. Había otra vez, cerca de dos o tres mil de nosotras, empezando desde el barrio, subiendo por la Sexta Avenida, subiendo los dos pequeños carriles vehiculares. Haciéndonos visibles de nuevo, como comunidad trans. Y al día de hoy, si se observa dónde nos colocan todos los años, estamos una y otra vez hasta el final. Todavía tengo el placer de marchar junto a mi comunidad, por el simple hecho de que yo comencé el grupo de Veteranas Vivas de Stonewall, y yo marcho al frente.
Pero hasta que a mi comunidad le sea permitido el respeto de marchar al frente, marcharé con mi comunidad porque aquí es donde soy necesaria y este es el lugar donde comencé. Y sí, vestiré mi gran faja que dice “Stonewall”. La gente me preguntará. Les diré por qué: porque aquí es donde la Herencia del Orgullo [el grupo que organiza la marcha] quiere que permanezcamos. Ya ven, yo no me ando con bromas. Yo no estoy de acuerdo con gritar los nombres. Se joden con la comunidad transgénero, van a encontrar a la organización Street Transgender Action Revolutionaries hasta en el escalón de su puerta. Al igual que desechamos la HRC[8] por no aprobar las acciones de Amanda Milan[9], y cuando nos ofrecieron unas migajas, nos negamos a aceptarlas. ¿Cómo se atreven a preguntar la validez de un grupo transgénero preguntando quién les apoyo, cuando esta mujer trans ha sido asesinada? No. La comunidad trans ha permitido, nosotras hemos permitido que las comunidades gay y lesbiana hablen por nosotras. Los tiempos están cambiando. Nuestros ejércitos se están levantando y nos encontramos más fuertes. Y cuando vengamos a atacar (ya sea aquí, en Albany, o en Washington) van a ser conscientes de que no se fastidia a la comunidad transgénero.
Lo corriente, la normalidad, ser normal. Entiendo por qué mucha gente prefiere estar dentro de las ordinarias comunidades gay y lesbiana. Ya saben, pertenecer a algo maravilloso para ser vanguardia, para ser diferente del resto del mundo. Nos veo volviendo dentro del así llamado armario liberado, porque nosotras, no nosotras, ustedes de la comunidad normal, desean contraer matrimonio, desean cierto status. Eso es todo. Pero están olvidando sus raíces, están olvidando su propia identidad individual. Nunca podrán ser como ellos. Sí, podemos adoptar hijos, qué bien, qué bonito, es excelente. Me encantaría tener hijos. Me encantaría casarme con mi amor e irme lejos [Julia Murray], pero por razones políticas no lo haré porque no siento que tenga que encerrarme dentro del armario de la normal y heterosexual sociedad hacia la que los gays normalizados están siempre intentando ir.
Esto ocurre porque no quieren que la gente transgénero tenga derechos. Porque siempre nos dicen “Oh, déjenos conseguir los nuestros primero y luego les ayudamos con los suyos”. Si vuelvo a escuchar eso una vez más, creo que me tiraré del Empire State Builiding. Estoy segura de que a mucha gente le gustaría eso, especialmente si lo hubiera hecho en los viejos tiempos, ahora me he ido ablandando con el paso de los años. Solía ser una puta sobre ruedas[10].
Pero esos fueron días sobre los que he reflexionado. Este es un mes muy importante. Es posible que esté muy furiosa, pero es porque esto significa algo para mí, porque después de ser el Orgullo Mundial el año pasado en Italia, el ver a 500 000 hermosas y liberadas gays, lesbianas y personas transgénero y que me llamaran la madre del movimiento transgénero mundial y del movimiento de liberación gay, me produce un gran orgullo ver a mis hijas de celebración. Es lo único que espero – y he escuchado muchas cosas positivas en esta sala esta noche, tan positivas como gente dándose cuenta de que la comunidad trans es su benefactora, o ver gente abriendo sus ojos. Tienen que recordarlo, no lo digan simplemente porque estamos aquí; muestra tu apoyo cuando llamemos a la acción para apoyar nuestras acciones, las cosas que hemos planeado hacer.
O sea, me duele recordar que el 4 de mayo de 2001 tuvimos una histórica violación de derechos civiles por parte del cuerpo municipal. Nuestra Ordenanza fue finalmente introducida. ¡Guau! ¡Lo esperamos desde hacía tanto tiempo! ¿Pero dónde estaban mis hermanas y hermanos? ¿Dónde estaban las hijas que liberé? Muy pocas aliadas aparecieron. Pero lo que me llenó de orgullo fue que la comunidad trans apareciera en buen número, que las chicas que trabajan en esas esquinas se hicieran con el valor suficiente como para estar entre el público y continuar algo que ellas nunca hubieran pensado que fuera posible, como fue marchar hacia el Ayuntamiento, porque ellas tenían miedo a la policía, pero estaban ahí. Así que eso vino a mostrar al resto de la comunidad que, en la práctica, cuando preguntamos por su apoyo, queremos su apoyo. Y si en nuestro largo camino no lo tenemos, lograremos el que necesitemos.
Pero no lo olvidemos: las acciones por Amanda Milan continúan. Espero ver a muchas de ustedes en ellas. Y recuerden una cosa: cuando sean arrestadas, incluyéndome a mí misma, por Matthew Shepard[11], y muchas de nosotras vayamos a la cárcel, yo sólo iré a verlos cinco minutos, porque por ser la persona que soy, una luchadora de primera línea, según me siente en el suelo de la calle, uno de los camisas blancas[12] que me conoce desde hace años dirá “Cuando llegue la orden, agarra a esa puta de ahí, sácala a la calle y métela en el auto”. Así que ésa será la forma en que nos veamos.
Parece como si todo el mundo y hasta sus respectivas madres salieran por Matthew Shepard. ¡Un gay blanco de clase media que era afeminado! Amanda Milan apareció asesinada el año pasado, cinco días antes del Orgullo Gay. Esperamos un mes a tener una vigilia por ella. Tres mil personas se manifestaron. ¿Qué tipo de comunidad carece de sentimientos? ¡Somos parte de la comunidad gay y lesbiana! Lo que realmente me dolió es ver que sólo tres mil personas se manifestaran. Y no fue como suele ser una larga vigilia, sino que fuimos desde la Calle 36 a la Calle 42. Así que, cuando llamamos a la gente, no era sólo para patrocinar nuestras acciones, sino que esperábamos verla involucrada en ellas. Como dije, somos capaces de hacerlo por nuestra propia cuenta porque lo que hemos ido aprendiendo hasta ahora, después de treinta y dos años, es que no podemos depender de nadie, excepto de nuestra propia comunidad trans, para continuar empujando hacia delante.
Pero recuerdo lo liberadas que se mostraban en las celebraciones de ese mismo mes. Y siento pena por aquellas que no son capaces de leer la historia de Stonewall a lo largo del mundo. Y tenemos que culpar una vez más a todos los editores y a los que no lo son. Intenté incitar a la editorial de Martin Duberman [Plume/Penguin] a tener el libro de Stonewall traducido al castellano. Pero ellos sospecharon que el libro no se vendería en países del Tercer Mundo, en países latinos. ¡Qué montón de mierda! Porque la única manera por la que van a aprender la historia, especialmente si están lejos o simplemente apartadas, es siendo capaces de comprar un libro y leer la historia de Stonewall y de cómo fueron liberadas. Sé que muchos países, en lo concerniente a los gays, no están tan liberados como en Estados Unidos, especialmente en países latinoamericanos, pero recuerden una vez más que si tenemos que jugar al rol de macho fuerte, ya saben, muchachos, ¡tenemos que hacer un montón de bebés! Pero es una vergüenza que la gente haya tardado treinta y dos años en darse cuenta finalmente de todo lo mucho que hemos dado, del papel trans en la historia de este movimiento. Y otra cosa, espero verles cuando envíe los correos, y espero que los tengan en cuenta. Espero verles a muchas de ustedes aquí para hacer acciones por Amanda Milan, y una vez más les deseo a todas un feliz día del Orgullo Gay, pero que también reflexionen en esto.

Sylvia Rivera

Junio de 2001

 

[1] Literalmente “the drag queens third world bar”. Lo remarco por lo controvertido que puede ser usar este término en castellano. (NdT).

[2] Ciudad cercana a Seattle, Washington. Es práctica habitual de la policía estadounidense arrestar y dejar a las arrestadas a kilómetros de sus casas. (NdT).

[3] Referencia a Rosa Parks, negra que en 1955 se sentó en la parte de un autobús reservada para blancos y fue inmediáticamente detenida por ello. (NdT).

[4] “Sociedad Mattachine”. Grupo gay creado en 1950 en Los Ángeles, disuelto en la década de los 70′ y 80′ tras su declive ante nuevas formas de organización gay. (NdT

[5] Nacido en 1938, “Randy” Wicker perteneció a la Mattachine Society y tras Stnewall se unió a la Gay Activists Alliance, grupo aparte del Gay Liberation Front, al que consideraban muy radical. Hasta la actualidad, ha seguido en un ámbito LGTB institucional.

[6] Lee Brewster (1943-2000) fue una activista radical transgénero. Estrecha colaboradora de Sylvia Rivera, en 1970 fundó Queens Liberation Front, separándose del Gay Liberation Front y de buena parte de las drag queens de entonces. Murió diagnosticada de cáncer.

[7] En el texto no queda del todo claro, así que lo explico mejor: Jean O’Leary acaba de dar su citado discurso transfóbico cuando éstas dos trans subieron al estrado. Sylvia Rivera también se encontraba en el estrado entonces, y junto a ellas dijo “¡Van a bares gracias a lo que las drag queens hicieron por ustedes y estas putas nos dicen que dejemos de ser nosotras mismas!” Lesbianas transfóbicas y drag queens abandonaron el espacio tras esto. (NdT).

[8] Human Rights Campaing (Campaña de Derechos Humanos). Lobby LGBT creado en 1980 en EEUU, con tácticas de presión política y discurso asimilacionista. Una visión de Liberación Trans acusa a la HRC de apagafuegos, recuperadora, recaudadora de subvenciones, colaboracionista con el Estado

[9] Trans asesinada en el año 2000, a sus 25 años, a la salida del tren neoyorquino en la periferia de la ciudad por dos hombres que la golpearon y le dispararon. Al ser pocos días antes del Orgullo Gay de 2001 (el día 20), el impacto y la respuesta militante fue mucho mayor, llevándose a cabo acciones de protesta, sabotajes… Sylvia Rivera aprovechó este hecho para refundar STAR. Sus asesinos fueron detenidos y condenados a prisión. (NdT).

[10] “Bitch on wheels” Expresión coloquial estadounidense que hace referencia positiva a alguien que no se calla ni deja de hacer algo nunca. En este caso Sylvia Rivera utiliza el “bitch” teniendo en cuenta que a ella se lo han dicho muchas veces. (NdT).

[11] Matthew Shepard fue asesinado a sus 22 años en Laramie, Wyoming, por dos hombres que se ofrecieron a llevarlo a su casa. Lo golpearon y torturaron antes de asesinarlo. Comenzó una campaña política inmensa, en buena parte incitada por la cómoda extracción social de Mathew y su raza blanca, que culminó con la aprobación en 1999, bajo presidencia de Bill Clinton, de la Ley de Prevención de Crímenes de Odio, que incrementaba la pena de cárcel en caso de móvil homófobo. Sus asesinos fueron encarcelados. En torno a este asesinato multitud de entidades, lobbies, políticos gays, fundaciones y organismos parecidos obtuvieron una mayor cantidad de subvenciones, y peso político (NdT).

[12] En alusión a la seguridad privada de Nueva York, Atlas Securty, en cuyo uniforme destaca la camisa blanca. (NdT).