El anarquismo entre la teoría y la práctica

Conferencia dictada por Alfredo Maria Bonanno en la Universidad de Florencia el 14 de Enero de 1994, publicada en Provocazione y Anarchismo.

La conversación de esta tarde es sobre la relación entre la teoría y la práctica dentro del pensamiento anarquista y de la realización del anarquismo. El anarquismo es un concepto extremadamente complejo y contradictorio, que muchos de nosotros creemos tener claro en la cabeza, pero siempre que nos encontramos frente a la necesidad de preguntarnos o de preguntar a otros, o hablar junto a otros, sobre qué es el anarquismo, encontramos que es un problema complejo.

Es decir, limitar el análisis sobre el anarquismo sólo a su aspecto histórico, al desarrollo del pensamiento y de la práctica anarquista a lo largo de la historia es, aunque necesario, simplemente reduccionista. En este sentido, es parte intrínseca del anarquismo una disposición del espíritu, un modo de concebir la vida, una concepción diferente de la vida. Y esto no siempre es fácilmente comprensible dentro de una doctrina anarquista. Ni siquiera se puede aclarar a través de la lectura de acontecimientos, de hechos que han sido llevados a cabo por los anarquistas o de luchas dentro de las cuales estuvieron presentes de manera considerable los anarquistas. Por lo tanto no hay que confiar mucho en aquello que cada uno de nosotros tiene en la cabeza con respecto al anarquismo.

Muchos creen saber lo que es el anarquismo, mientras que efectivamente éste nos trae siempre sorpresas, como si se hurgara en una vieja arca de la cual continuasen apareciendo cosas nuevas.

Tantas Casandras del pasado, antiguo y reciente, han sentenciado la muerte del anarquismo, el fin de las teorías y de las prácticas anarquistas. Luego, de repente, en las barricadas, en las calles, en las mismas aulas universitarias, vuelve a emerger el discurso sobre el anarquismo, reaparecen las banderas negras. Eso significa que algo se mueve dentro de la realidad, de manera siempre diferente. Y ese algo es, ciertamente, el rechazo radical, la negación absoluta de cualquier tipo de autoridad, de cualquier forma de opresión intelectual y práctica que se nos planta por delante e intenta poner orden en nuestra vida; que amenaza con dar a nuestra existencia un significado distinto a aquel que pensamos que debe tener para cada uno de nosotros, y que cada uno debería ser libre de darse.

Eso no quita que desde un punto de vista histórico el anarquismo haya tenido su trayecto, se haya presentado en determinadas estructuras precisas y se haya expresado también en determinados roles. Pensadores, filósofos, sociólogos anarquistas que han querido dar un cuerpo doctrinal a esta visión de la vida, transformándola en una filosofía. Como saben, toda doctrina nace, se desarrolla y muere. Se circunscribe dentro de una significatividad propia y allí encuentra su sentido y su razón de ser, pero también su límite, su confín y su muerte.

El anarquismo doctrinario. Quisiera dedicar unos minutos a este aspecto del anarquismo, ciertamente significativo. Porque es precisamente en la elaboración de los conceptos que se construye esa herencia que en la práctica, sucesivamente, da sus frutos. Ya que estamos en la sala de una academia filosófica hay que decir que los filósofos han dirigido a menudo su pensamiento hacia cuestiones de análisis político, y se han planteado la clásica pregunta fundamental: ¿qué hacer? No es que en cuanto filósofos hayan sabido dar una respuesta, incluso aquellos que por su elección de estudios, y por su disposición de ánimo, se encontraban muy cercanos al pensamiento anarquista. Pero han reflexionado bastante respecto a la pregunta, y estas reflexiones son importantes para la acción. Cuando son realmente significativas, es decir, cuando aprehenden los problemas en su contenido vital radical para la vida de las personas, también estas reflexiones se vuelven práctica. Pero no nos adelantemos.

Existe una relación, ciertamente tan vieja como el mundo, entre práctica y teoría. La doctrina lo ha explicado de una manera bastante inmóvil, esclerotizada: primero viene la teoría, luego la práctica o, como mucho, de la práctica puede surgir un desarrollo, una profundización, una deformación de la teoría. Los anarquistas, como veremos, lo ven un poco diferente.

Así pues, el desarrollo de la doctrina del anarquismo. Hacia finales del siglo XVIII comienzan a difundirse las primeras teorías anarquistas, teorías que —junto a otras— contribuyen a preparar el gran trastorno de la época: la Revolución Francesa.

El primer pensador es William Godwin y centra la atención en la relación entre el Estado y el ciudadano. Una relación importante de la cual nace la posibilidad de un orden constituido, de mantener organizaciones y estructuras en la vida cotidiana del ciudadano. Toma partido por primera vez de manera clara contra la tesis hobbesiana del homo homini lupus [1], busca hacer ver cómo dentro de la dimensión contractual podría existir también una visión, digamos, crítica; una limitación de la que será la concepción de Jean Jacques Rousseau. Estas primeras aproximaciones de Godwin están bastante desarrolladas, y constituyen el primer cuerpo doctrinal del anarquismo, el cual atraviesa, no indemne, el gran fuego de la Revolución Francesa.

Esta revolución es uno de los elementos de transformación de la realidad europea y mundial de la época. Dentro de ella no se encuentran sólo las grandes fuerzas autoritarias del jacobinismo, las otras expresiones en las cuales se dividió la estructura de poder que se estaba formando en la composición revolucionaria de los primeros días insurreccionales, sino que existe también una fuerza popular, una fuerza que viene desde abajo, que es la expresión de determinadas necesidades, de determinadas exigencias, particularmente del sufrimiento de la gente pobre; y hay también pensadores que expresan de una manera cargante, violenta, periodística —del todo nueva en aquella época— el sentido profundo de ese sufrimiento.

El segundo punto importante del desarrollo histórico del anarquismo se halla un poco más adelante, y lo representa la figura de Pierre Joseph Proudhon.
Proudhon es importante porque es un pensador proletario, viene del pueblo. Hijo de un zapatero, es autodidacta pero capaz de entender de qué manera se está transformando la estructura social de su época. Es quien elabora, por primera vez de forma profunda, el concepto de lucha de clases en términos diferentes a aquellos que serán luego, más adelante, los términos marxistas. Es quien elabora el concepto de federalismo libertario. Profundizará después el concepto de mutualismo como apoyo a la producción de base en ausencia del capitalismo; la sustitución de la producción coordinada por el mercado o colectivizada en una serie de controles desde arriba por un sistema de pactos y acuerdos recíprocos, libremente establecidos entre grupos de productores, y libremente coordinados a nivel cada vez más amplio de manera federalista. Con Proudhon se desarrolla el estudio de la estructura de la realidad, de los movimientos espontáneos y forzados que la constituyen, de las fuerzas visibles e invisibles que parecen condicionarla, y de los distintos medios que las personas poseen para unirse entre sí, recogiendo sus fuerzas en un esfuerzo común de liberación. Una profundización teórica de enormes dimensiones que Proudhon ha entregado a las generaciones siguientes, pero que hasta el momento no ha sido estudiada seriamente.

El pensador —y es reductivo definirlo como pensador— que apreció a Proudhon y del cual a mi me interesa dar algunas indicaciones es ciertamente Bakunin. Un gigante fascinante que viene de Rusia y que transforma la realidad europea con su acción revolucionaria, con sus proyectos organizativos a veces contradictorios, otras veces de una extrema lucidez política, que asusta a los gobernantes de todo el mundo con sus ideas subversivas y destructivas, con su impresionante capacidad de intervención y de elaboración teórico-práctica. Las ideas que pone en circulación Bakunin se pueden resumir en unas pocas palabras; la anarquía debe lograr desencadenar las fuerzas primarias de las personas, es decir, su capacidad de transformar la realidad debe colocar en la balanza de la contraposición de clase un trastorno absolutamente nuevo, sin el miedo a que de este choque surjan figuras sociales impresionantes: caos, convulsiones, desbaratamientos, desorden. Así, Bakunin no teme al desorden, más bien lo contrario, lo busca como la única fuerza liberadora que las personas tienen a su disposición. Bakunin es esencialmente un portador del desorden.

Este hombre, que durante toda su vida pensó y organizó estructuras bien precisas, redactó reglas, buscó realizar formas organizativas bien precisas, era esencialmente un desordenado. Un hombre que vivió una vida desordenada. Un aristocrático que no consiguió liberarse de su particular concepción de la vida, de la vida que jugaba con coraje, si quieren exasperándola, también en las barricadas, no sólo en la mesa de trabajo; pero un hombre que supo traer a Europa ese viento del caos cosaco, indispensable para la revolución. Los europeos de mediados del siglo XIX no sabían cuan peligroso era el orden que por todas partes se buscaba instaurar. El Estado con su represión, los revolucionarios autoritarios con sus leyes virtuistas [2] e igualizantes. Este representante salvaje del pueblo eslavo, hombre de inmensa cultura y de grandioso corazón, consiguió traer la idea y la práctica de la anarquía a Europa.

Algunos años más tarde, otro ruso llega a Europa. Es un científico, un geólogo, un geógrafo, un gran investigador. Kropotkin es el otro aspecto de la contribución que Rusia y el pueblo eslavo dan a la vieja Europa. Es un hombre de orden, no un hombre de orden en el sentido de la conservación, sino en el sentido del nuevo orden social que sueña con tratar de manera profundizada, en el sentido de la organización científica del pensamiento anarquista. Por primera vez, con Kropotkin, el pensamiento anarquista recibe una sistematización de todos sus aspectos. Su teoría se basa en la hipótesis de la bondad natural de las personas, en la tendencia espontánea a la colaboración dentro de la especie y no al conflicto. Partiendo de esta construcción, por primera vez realizada detalladamente en El apoyo mutuo, Kropotkin desarrolla toda una serie de intervenciones revolucionarias, en las cuales, según su tesis, la propaganda, el trabajo entre las masas, dentro de las estructuras de las masas, constituye un momento, un lugar, un acto con el cual se coloca una semilla bajo la nieve. Aunque la realidad sea negativa en un momento dado, cubriendo la semilla y haciéndola desaparecer, tarde o temprano ésta germinará.

Por lo tanto, desarrolló una idea determinista del pensamiento y de la acción anarquista paralelamente al nivel de investigación científica de su época. Como saben, la ciencia había festejado los grandiosos resultados de la mecánica, tanto celestial como terrenal, y estos grandes resultados habían llevado a considerar a la ciencia capaz de resolver todos los problemas de las personas.
Kropotkin recoge el mensaje científico del determinismo de su época y construye el proyecto de una anarquía dirigida de manera determinista hacia la solución del problema social del género humano y la construcción de una sociedad futura libre y feliz.

El punto esencial del pensamiento de Kropotkin es que dentro de la estructura actual, una estructura evidentemente de contraposición, de explotación, existen ya en marcha, si bien no visibles, las fuerzas que fundarán la sociedad libre y la sociedad anarquista de mañana. Así, en un cierto sentido, Kropotkin dice que la anarquía no se construye en el futuro sino que existe ahora, simplemente debe ser apoyada y desarrollada.

Antes de Bakunin y antes de Kropotkin, otro pensador, del cual hemos hablado ayer —los presentes lo recordarán— es Stirner [ver la conferencia del 13 de enero de 1994, hecha en la misma Facultad de Filosofía de la Universidad de Florencia, con el título «Max Stirner, il filosofo dell’Unico. Teoria dell’individuo», publicada en Teoria dell’individuo. Stirner e il pensiero selvaggio, Edizioni Anarchismo, segunda edición, Trieste 2004].

Stirner es el exponente más importante del individualismo anarquista, que con la teoría del único desarrolla la posibilidad de una idea completamente diferente, una idea que no tiene en cuenta los aspectos de la estructura de masa, que no tiene en cuenta los aspectos organizativos, sino que reafirma solamente el discurso del individuo en tanto que egoísta, de su desarrollo, de su propiedad, de su estructuración dentro de la unión de egoístas, etcétera. Pero de esto hemos hablado mucho ayer.

Según creo, todo este desarrollo del pensamiento anarquista, el cual se podría detallar en muchísimos otros representantes, está bien cerrarlo aquí. Me doy cuenta de que excluyo a una parte muy grande del pensamiento anarquista, basta pensar en la considerable importancia de Malatesta que introduce su crítica y su acción en el discurso de Kropotkin mejorándolo, perfeccionándolo con la hipótesis del voluntarismo anarquista. Con Malatesta, la rigidez determinista del pensamiento científico de Kropotkin es mitigada por la voluntad del individuo de intervenir en la transformación social, de poseer su significatividad en la acción contra la realidad opresiva que tiene delante. Entonces, piensen en la gran importancia de Errico Malatesta considerando también este singular problema.

Paralelamente al desarrollo de estas teorías que, como pueden constatar, cubren un espacio de tiempo de 120 años, en la práctica hubo luchas. Los que han estudiado historia conocen con precisión las fechas: finales del siglo XVIII, 1848, 1871, 1917 [3] . En estas fechas, entre estas fechas, o sea, entre los intentos de destruir el dominio, la reestructuración del Poder, los aspectos revolucionarios, el reforzamiento del conservadurismo, los golpes de Estado, la formación de las distintas estructuras de defensa y de resistencia por parte del proletariado, las revoluciones, el aporte de los anarquistas va perfeccionándose, es decir, se va cualificando desde el punto de vista de la determinación de una estrategia y de una teoría anarquista. Se diferencia, se cualifica y se identifica en dos tendencias bien precisas, aunque no se puede decir que están efectivamente separadas entre sí. Una tendencia que podríamos definir como asociacionismo libertario y otra que podríamos definir como individualismo libertario. Estas dos tendencias, repito, nunca completamente separadas entre sí, muchas veces en contraste —incluso violentamente—, persisten y atraviesan toda la historia del anarquismo.

El asociacionismo libertario nace de una reflexión, de una estrategia y de una práctica muy simples: el Capital, después del inicio de la producción industrial, se ha ido consolidando en grandes estructuras anónimas, en grandes complejos industriales, especialmente en considerables inversiones, en enormes trust interestatales, particularmente en la explotación colonialista e imperialista. De cara a este desarrollo de las cosas, no era difícil entender que la formación capitalista estaba volviéndose cada vez más visible, lo mismo que el Estado y su función de apoyo a la estructura productiva. Era un nuevo tipo de Estado que se vislumbraba, el Estado del triunfo de la burguesía, bien manifestado en la música de Rossini y en los lujosos palacios parisinos, desde la Sorbona hasta Luxemburgo. La visión directa de la opresión y de la descarada gloria del vencedor debía ser espantosa. Fábricas, personas, edificios, cuarteles, etcétera. Una impresión terrible que todavía hoy perdura al mirar esos edificios, símbolos vivientes de la opresión, los cuales incluso hoy dan la sensación de la pesadez de la burguesía francesa de la primera mitad del siglo XIX. La conciencia de sí se realizaba en la expresión arquitectónica de la misma manera que unas décadas más tarde se realizará en el derribo de los viejos barrios proletarios parisinos. Todo aquello da muestras de la conciencia de una burguesía triunfante en un Estado unitario. Algo así no se percibe en la modesta arquitectura británica y, dentro de ciertos límites, sí que se ve —aunque de manera diferente— en la arquitectura de las grandes ciudades italianas o alemanas, porque la intención de estos edificios estaba más dirigida a subrayar la unidad nacional que la consolidación de la fuerza de la burguesía.
Pero, para volver a nuestro discurso, el modelo que el asociacionismo libertario tenía era el de un Capital triunfante, el del Estado unitario francés, sólo en segundo lugar el inglés, de forma inteligente menos inclinado a la ostentación barroca. Contra esta estructura era contra lo que necesitaba unirse, juntar fuerzas y atacar.

El primer intento considerable que se hizo fue, como todos sabemos, el de la Primera Internacional. La organización de la Primera Internacional la conocemos. Una estructura con fortísimas características sindicales, es decir de defensa, de defensa del puesto de trabajo, de defensa de la estructura productiva, de defensa de la profesionalidad y de la capacidad productiva de cada uno.

En los conflictos internos de la Primera Internacional se puede ver que no todos sus grandes exponentes tuvieron un concepto de tipo asociacionista. Seguramente lo tenía Marx, ese concepto centralizador de tipo asociacionista y defensivo. El concepto de Bakunin era diferente, ya que tenía una concepción que buscaba respaldar al componente menos significativo —menos fuerte desde el punto de vista salarial— de los adherentes a la Primera Internacional.
El choque principal entre Marx y Bakunin en el seno de la Primera Internacional se registra en el enfrentamiento que hubo cuando sucedieron las primeras huelgas organizadas en Ginebra, cuando Bakunin se puso del lado del proletariado inmigrante, sustancialmente peones de la construcción, mientras que los marxistas se pusieron del lado de los llamados trabajadores de fábrica, que eran montadores y especialistas relojeros.

Esta considerable diferencia nos lleva a entender cómo también dentro de la clase obrera de la época existía lo de siempre: un proletariado y un subproletariado. Una clase explotada, sin duda, pero en un cierto sentido privilegiada por la seguridad de su salario y de su trabajo, y una clase provisoria, precaria, menos segura de su futuro. De todos modos, volviendo al discurso de la Primera Internacional, el asociacionismo del cual hablamos continuará después del fracaso de la Primera Internacional, después de la defenestración de Bakunin y todo eso; continuará y se desarrollará, dando vida, mucho más tarde, al sindicalismo revolucionario, a las ideas del anarcosindicalismo, etcétera, llegando hasta nuestros días, manteniendo intacto el concepto de luchas intermedias, el método reivindicativo, la importancia de la defensa de los salarios, etcétera.

El concepto principal, el elemento fundamental del asociacionismo libertario, se puede resumir en la idea de que las estructuras organizativas del sindicato revolucionario y anarquista deben ser capaces de garantizar el pasaje del mundo en el cual vivimos, dividido en clases, a la sociedad libre de mañana. Por lo tanto deben ser las estructuras mismas que, apropiándose de los medios de producción por medio del avance del proceso revolucionario, los sustraen a la propiedad privada, al capitalismo, y los colocan en manos de la sociedad de los trabajadores, la sociedad futura liberada, o ya sea anarquista.

En contraposición a estas ideas, en una línea completamente diferente (y no estamos aquí para hacer un juicio de calidad, es decir, no buscamos establecer quién tiene razón y quién está equivocado, quién ha tenido razón y quién ha estado equivocado, históricamente hablando), pero paralelamente al asociacionismo libertario se desarrollan el individualismo anarquista y el individualismo libertario. ¿Qué significa esto? Significa que los anarquistas son personas que tienen una visión particular de la vida. El rechazo de la autoridad es el rechazo de toda autoridad. No sólo de la autoridad que lleva grados, de la autoridad que lleva uniforme, de la autoridad que se resume en la figura del patrón. El anarquista ha sido capaz de desmoronar esta fachada, mirar debajo y entender, ha sido de los primeros —y muchas décadas antes de que este argumento se tratase de manera normal en las aulas universitarias, mucho antes— en entender que detrás de las figuras más evidentes del Poder habían otras figuras, que estaba la familia, la estructura familiar con el poder dominante del macho, la figura del padre-patrón; estaba la figura todavía más complicada del maestro que educa, que enseña; estaba la figura del líder revolucionario, del líder político, del líder sindical. ¿Qué son estas figuras que emergen, que aparecen? ¿Son personas dotadas de capacidades particulares? ¿O surgen por el hecho de tener, digamos, más tiempo que los demás para dedicarse a profundizar sobre ciertos problemas? ¿O porque han recibido de otros una delegación que consiente que ellos se puedan dedicar a determinados problemas y, por lo tanto, como intuyó Bakunin, independientemente de que se les ponga a disposición una eventual suma de dinero, acaben teniendo y ejerciendo un poder real, y acaben entonces luchando para conseguir mantener sobre los demás un dominio concreto? Los anarquistas habían entendido a tiempo este muy difícil problema y, por lo tanto, gracias a esto habían entendido también la importancia y la necesidad de una crítica del asociacionismo.

Sí, está claro, el Capital es fuerte, las estructuras que tenemos delante nuestro son monolíticas. Pero, ¿qué precio debemos soportar por juntarnos y combatir esta estructura de dominio en su propio terreno? ¿El precio es aceptar una forma diferente de dominio, ilusionándonos con que esta forma es transitoria y que mañana, llegados a una posible situación liberada, quien nos había guiado hacia la victoria volverá a casa, abandonando su posición de dominio? ¿O esto no ocurriría jamás porque esta gente querrá permanecer en su puesto privilegiado? Estos análisis críticos han sido hechos principalmente por los individualistas, porque cuando fueron hechos por los asociacionistas libertarios y anarquistas, solían encontrar pequeños remiendos: la delegación rotativa, el mandato imperativo, el mandato revocable. Se sabe que éstos son medicamentos y no la cura del mal. Mientras tanto el individualista dice: «A mí este asunto no me interesa, me tiene sin cuidado, si debo encontrar a mi compañero —como afirmaba Stirner— siempre encontraré a alguien que se unirá a mí sin prestar juramento a ninguna bandera, sin fijar ningún tipo de acuerdo que nos ligue más allá de la cosa específica que debemos hacer juntos»; y de estas elecciones individualistas saldrá una práctica diferente del anarquismo. Es la Belle Époque.

En el siglo que todavía no ha escuchado tronar los cañones de la Primera Guerra Mundial, los ricos comienzan a sentir los golpes de la dinamita de la propaganda por el hecho, o sea, del recurso a la acción directa. Es el ataque directo, inmediato, contra personas responsables de determinadas acciones, contra estructuras que hacen posible la explotación de manera total. Es el periodo que quizás ha contribuido de manera excesiva a alimentar la iconografía de un cierto anarquismo, el periodo de Bresci, que mata a Umberto I, de Caserio, de Ravachol. De todos modos, no quiero alargarme sobre estos hechos que han fascinado y continúan fascinando a tantísimos compañeros.
Pero mejor demos un paso atrás para hablar del análisis anarquista de la estructura del Poder, porque no hay duda de que el análisis del Poder es central en el anarquismo.

Ahora bien, que la estructura del Poder es visible, que golpea a la percepción inmediata, a la vida cotidiana, que se filtra a través de la organización precisa de nuestras funciones como ciudadanos, de participantes en las cuestiones públicas, etcétera, es un hecho que no sólo los anarquistas comprendieron, sino que todo el mundo puede entender perfectamente, digamos que a partir de la Revolución Francesa. Pero muchas veces este análisis ha sido reducido a la llamada expresión política. Y de esta forma reduccionista del análisis del Poder, se ha deducido la necesidad de que haya alguien que se haga cargo de la gestión de las cuestiones públicas, que esto sirve, es necesario, y por lo tanto lo importante es que esta necesidad sea reducida al mínimo mal posible. Ésto antes de que hubiese la democratización del Poder: abajo el tirano, ya sea uno o muchos, intentemos racionalizar el Poder. Entonces monarquía, monarquía constitucional, república, república parlamentaria.

Pero los anarquistas habían entendido otra cosa: que en todo este juego de facciones, en toda esta llamada evolución de sistemas políticos la única cosa que había que hacer era intervenir como portadores de un método de lucha específicamente anarquista, que tenía que ser aplicado en cualquier lucha intermedia, es decir, participaban no tanto por el resultado —que más o menos, ya se sabía, servía siempre para la reconstrucción del dominio— sino para intentar alargar la validez de la metodología anarquista. Por ejemplo, los anarquistas estaban contra la monarquía e implícitamente, casi siempre, parecían estar a favor de la república. Pero esta participación en la lucha no era por ser republicanos, sino por ser compañeros revolucionarios y anarquistas que luchaban (con ciertos medios y no con otros: por ejemplo, no mediante la expresión electoral) contra la realización más aguda y significativa de la burguesía y de quienes están en el Poder, como por ejemplo la monarquía, para luego luchar contra la república. Este razonamiento implica dos aspectos interesantes. Primero: un análisis del Poder diferente, es decir, capaz de llegar a la conclusión de que no existe un Poder ideal, sino que el único Poder ideal es aquél que no existe. Segundo: que es necesario posicionarse siempre de un modo crítico frente a la estructura que tenemos delante nuestro y buscar mantenerse fuera de ésta, ya que no es posible una intervención de lucha dentro de la estructura. Rechazo, pues, de las clásicas categorías del entrismo [4] , rechazo del parlamentarismo representativo, rechazo de todas las estructuras que tienen características institucionalizadas, como por ejemplo los partidos, pero también rechazo de aquellas organizaciones paralelas que se transforman en sostenedoras engañosas y encubiertas de la cola estatal, como por ejemplo las organizaciones del voluntariado. Toda esta miseria política es dejada a un lado, lo que significaría la crítica del Poder como crítica de la política.

Pero la crítica de la política hecha por los anarquistas no es sólo una crítica del Estado. Porque no sólo la expresión del Estado es política. No es política sólo la acción del Estado. Por este motivo los anarquistas son antipolíticos, porque son contrarios también a aquellas que son las expresiones de la polis, en el sentido griego del término, es decir, de la sociedad por como está realizada y por como está históricamente organizada. Los anarquistas, por lo tanto, son portadores de una acción de tipo antisocial. No son para nada defensores de una lucha que se introduzca en lo social.

Muchos de los discursos hechos en los últimos veinte años tienen una característica equívoca. Cuando se ha hablado de luchas anarquistas en lo social, se ha hecho para no parecer extraterrestres, para no parecer portadores de algo poco comprensible a la gente. Pero los anarquistas tienen muy poco que ver con la sociedad. Con esta sociedad. Porque está claro que el Poder no se encuentra sólo en los centros de decisiones, sino que desde aquellos centros impregna toda la realidad social. La sociedad es una expresión del Poder, no es la pobre Cenicienta que soporta las órdenes de la madrastra que se viste con el traje del jefe de Estado, del policía, del juez. Forma parte del Poder —tiene su responsabilidad y su complicidad con el Poder— también quien sufre la explotación, también el explotado, también el obrero. También la estructura productiva es cómplice del Poder, también la estructura productiva capilar, periférica. Esto lo han comprendido los anarquistas y lo han denunciado en todas sus intervenciones en el ámbito de la actividad laboral y de la conflictividad social. Desgraciadamente, y ésta es una responsabilidad histórica suya, una responsabilidad histórica nuestra, una responsabilidad personal mía, si se prefiere, lamentablemente no hemos sido capaces de tomar con coraje este argumento en los últimos veinte años, decir que los responsables no sólo son aquellos que están en Montecitorio [5] , o los que visten la túnica del juez, sino también aquel que soporta la explotación sin rebelarse, quien simplemente consigue arreglárselas para llegar a fin de mes. Es éste también un elemento del Poder y es también contra esta estructura, contra estas personas, contra esta realidad que los anarquistas se mueven y buscan desarrollar su crítica en todos los aspectos de la vida.

Por lo tanto, la crítica del Poder no quiere decir solamente crítica del Estado, sino también crítica de la familia, crítica de las estructuras familiares, crítica de un amor vendido a granel, día tras día, crítica de la sumisión de la mujer y crítica de la sumisión del hombre en relaciones no recíprocas, muchas veces vaciadas de todo contenido afectivo, simplemente santificadas por una detallada fórmula jurídica. Porque es esto lo que forma el Poder, éste es el ejercicio del Poder en la realidad cotidiana. La crítica del Poder en la escuela, de la relación que se ha creado en la escuela entre profesores y alumnos, crítica de los profesores a los que se les decía: «No, ustedes deben enseñar más los viejos contenidos institucionales en las materias de estudio del pasado, den el 6 político [6] , porque queremos tener este pedazo de papel». Y, ¿qué ha hecho la estructura de la enseñanza institucional? Ha vaciado todo de contenido: sí, se da el título, el diploma, con los resultados que se pueden ver por doquier, con sus niveles de pérdida de cultura. ¿Para qué les sirven esos trozos de papel ahora? Ahora se intenta decir al profesor: «No, tu nos debes dar realmente el contenido, ahora danos el contenido, no nos interesa más el trozo de papel; queremos saber, porque nos hemos dado cuenta de que sin conocimientos no encontramos un puesto de trabajo».

El estudiante, en ese columpiado movimiento de sus peticiones históricas de los últimos veinte años, qué cosa ha conseguido expresar sino su miseria, en cuanto persona miserable que acepta y mendiga un aspecto del Poder: la participación en la dirección de la sociedad del futuro. Porque en las aulas universitarias, aquí dentro, en aulas como ésta, se preparan los directivos de las clases del futuro y, por lo tanto, se preparan dos tipos: o un imbécil o un miserable. El trabajo, más de lo mismo. No es que el Poder se sitúe, como decíamos, lejos, en un lugar tan remoto que basta simplemente con asesinar a Umberto I para resolver el problema. El Poder está también dentro de las fábricas, en el interior de las fábricas donde es prácticamente desmenuzada la misma capacidad de intervención, de lucha, de contraposición; donde todo ha sido consignado en las manos de los delegados sindicales, donde hoy por hoy hablar de huelga comienza a ser una pantomima sin significado, o una ilusión; donde las prácticas cotidianas —que en un momento eran significativas y muy dolorosas para la parte contraria—, las prácticas de sabotaje se han vuelto raras e inexistentes; donde se corre el riesgo de ser tomados por provocadores, nada más insinuado un discurso de este tipo; donde el obrero hoy por hoy no espera más que participar en su pequeña cuota de poder. Los anarquistas lo han entendido. Desgraciadamente, no abordé, a su debido tiempo, las consecuencias lógicas y operativas de esta crítica del Poder.

¿Qué esperamos de la crítica de la ciencia, de la tecnología? ¿Esperamos que los trabajadores de la ciencia, los tecnócratas, consigan resolver los problemas de la sociedad? ¿Que consigan producir energía limpia, impedir la contaminación del mundo en el que vivimos? ¿Que consigan desarrollar un posible uso racional de los «recursos», que son limitados y cada vez lo serán más? ¿O simplemente esta categoría de personas no hace más que llevar a cabo su parte en el proyecto del Poder? ¿Qué podemos decirles? ¿Que estén más atentos, que desarrollen mejor sus investigaciones, que sean más cautos, que nos den una energía nuclear más limpia? ¿Qué podemos pedir? O debemos borrar a la ciencia de una perspectiva de mejora y desarrollar una crítica que sea radical, realmente destructiva, situar a los técnicos y a los científicos frente a su responsabilidad, porque son ellos los hombres del Poder, no sólo el presidente o el jefe de Gobierno.

El Poder ha continuado pulverizándose, fragmentando las estructuras. Porque poco a poco se ha pasado de la vieja concepción del Poder dictatorial, incluido dentro de instituciones bien precisas, el Poder se ha extendido a la sociedad y por lo tanto se han vuelto instrumentos del Poder también las organizaciones de resistencia, aquellas mismas organizaciones que en un comienzo fueron organizaciones de resistencia, de defensa de los intereses del proletariado, de los intereses de los explotados. Pensar en los partidos, por ejemplo en los partidos de izquierda. El Partido Comunista, tal como fue pensado en la hipótesis, a su modo revolucionaria, del materialismo dialéctico.
Estos partidos son estructuras del Poder, no tanto porque de una forma u otra se hayan apoderado en algunas ocasiones del Poder y hayan llevado a cabo sus programas a fondo, incluyendo genocidios en masa y todo eso, sino por su tendencia congénita a ser instrumentos de poder.

Se puede pensar también, por ejemplo, en el análisis de Lenin sobre la participación en las elecciones. En una carta creo, Lenin dijo:

«A nosotros no nos interesa participar en masa en las elecciones, conquistar la mayoría en el parlamento, nos interesa una representación política parlamentaria, aunque no sean más que uno o dos diputados, porque ésta puede ser portavoz de lo que sucede en la calle».

Aparentemente este análisis puede ser expuesto por personas que no son leninistas. Aun así se trata de una tesis que escoge la participación limitada en las elecciones, de forma funcional a la conquista del Poder. De hecho enlaza, y pone a disposición de la estructura política, el movimiento de calle, impidiendo que éste se desarrolle, ya no digo autónomamente, pero sí según aquellas capacidades de crecimiento creativo sugeridas por la situación, por las necesidades, por el sufrimiento, por la explotación específica, siendo todos estímulos que están presentes y que hacen crecer el movimiento de calle. Por el contrario, en el concepto leninista de Poder, también en este ejemplo particular, hay una proyectualidad que canaliza las manifestaciones espontáneas hacia la óptica de la conquista del Poder. Por lo tanto, en la acción del partido y en la organización de defensa del proletariado (partido y sindicato como correas de transmisión, sin importar cual domina sobre cual, ya que se remiten recíprocamente las tareas) hay ese aspecto del Poder, por lo cual la gestión del Poder in nuce vigila la gestión futura del Poder, una vez conquistado.

Pero los anarquistas han desarrollado una crítica aún más profunda, aquella referente al delegacionismo. Han dicho siempre: «no es posible delegar en otros lo que podemos hacer nosotros». Esto es algo importante, porque parece muy natural que una persona, la cual no consigue hacer algo, recurra a una prótesis, extienda sus posibilidades haciéndose asistir por otra persona.
Ahora, este concepto tan espontáneo, tan humano, es augurio de muchas consecuencias negativas. Quien recibe la delegación se cree revestido de un poder que se puede extender, que puede crecer, también en los casos de un delegacionismo lo suficientemente limitado. Es por tanto llevado a utilizar dicho poder, claro que con las mejores intenciones, al menos en un principio. Además, ¿por qué recibe esta delegación? Porque le es reconocida una capacidad, una capacidad técnica, una capacidad teórica, quizás una capacidad mínima, estúpida, como la de saber hablar por otro, una capacidad imbécil, como la de saber escribir por otro, cosas de importancia secundaria, pero que a la larga constituyen elementos sobre los cuales se construye el Poder del individuo, el Poder de mañana. Los delegados siempre son personas muy peligrosas (y yo soy una de esas personas peligrosas, y a personas como a mí jamás debería serle concedida una delegación porque podría ser atraído para hacer de ella un mal uso). También hablar en lugar de otros es delegación, es un hecho negativo. Así pues, todo lo que estoy diciendo aquí siempre debe ser visto bajo una luz crítica. Claro que se trata, en los casos como el que hoy estamos viviendo juntos, de un riesgo limitado. Ante todo, podría decir unas estupideces, pero para obviar eso basta con que lo que diga sea atentamente valorado. Luego porque, en delegar en mí para hablar, los compañeros organizadores acordaron conmigo un tema lo suficientemente cerrado y quisieron saber primero de qué hablaría, aunque sea a grandes rasgos, reservándose evidentemente la posibilidad de interrumpirme diciendo: «para, estás diciendo estupideces». Y entonces, como ven, en este caso se trata de un delegacionismo de lo menos peligroso. Pero el problema persiste.

Pensemos en otro tipo de delegaciones, por ejemplo en las delegaciones sindicales, en las delegaciones de organizaciones específicas. Es decir, cuando el movimiento revolucionario se vio forzado a dar vida a organizaciones clandestinas de lucha, a organizaciones armadas capaces de atacar y contraatacar a aquellas estructuras realizadas por el Poder para la opresión, la explotación, el control, etcétera. Dentro de estas organizaciones específicas, está la cuestión de la disponibilidad de las técnicas de competencia; por ejemplo, quién sabe utilizar determinadas cosas fácilmente ocupa un puesto de dominio, un puesto de relevo, y se vuelve a menudo casi insustituible. Prueben quitarlo de aquel puesto, supriman el juego de la personalidad. ¿Cómo hacerlo? No es fácil. También dentro de las organizaciones anarquistas sucede esto. Ya que no sucede de un modo descaradamente claro, en un sentido tipo «yo soy general, tu coronel, debes hacer lo que te digo», el problema es todavía más difícil.

Muchos años atrás tuve una conversación con Cipriano Mera, albañil de profesión que durante la Guerra Civil Española fue nombrado general de cuerpo del ejército republicano, responsable de la contraofensiva anarquista que se intentó poner en práctica también contra los comunistas [7] en los últimos meses de la guerra. Él decía no haber afirmado nunca que, siendo general, si daba una orden a un coronel éste debía obedecer. Como compañero anarquista nunca podría haber dicho algo así. Pero encuentro extraño que negara esta afirmación (además de que había una grabación de estas palabras, pronunciadas en un mitin público). Según creo yo, es legítimo que un general dé una orden a un coronel y es natural que un coronel deba obedecer, y es algo legítimo también para los anarquistas que (por desgracia para ellos) se encontraban combatiendo dentro de una organización militarista, o sea, una guerra de línea en la cual estos participan en un frente constituido por fuerzas republicanas, populares, comunistas, liberales, internacionalistas de todo tipo, etcétera. En este caso, los anarquistas deben participar en la lógica del juego. No pueden participar como anarquistas en una guerra de línea. Deberían haberlo pensado antes. Antes, cuando aceptaron ir al Gobierno. Deberían haberlo pensado antes, cuando aceptaron crear las grandes organizaciones sindicales que los obligaron a ir al Gobierno. Deberían haberlo pensado antes, cuando tomaron la senda del asociacionismo libertario.
España es ese gran teatro en el cual se ha llevado a cabo la revolución anarquista más amplia y significativa y donde, por desgracia, se han visto los errores más grandes. El asociacionismo de defensa llevó a la gran organización sindical, con más de un millón de participantes: la CNT. La gran organización llevó al dilema: entrar o no en el Gobierno. Se entró en el Gobierno. La entrada en el Gobierno llevó a la aceptación de la guerra, la guerra de línea, la guerra normal, la guerra entre dos frentes. En el ámbito de una guerra entre dos frentes, un general —puede que sea incluso anarquista— si da una orden a un coronel, éste debe responder «si señor» y obedecer.

Como ven, el Poder se infiltra en las estructuras de la transformación y una vez infiltrado llega hasta nuestra casa, se acerca hasta donde nos encontramos, duerme con nosotros y ya no conseguimos identificarlo y debemos aceptar sus reglas. No podemos decir: «no, yo soy anarquista y la guerra la hago a mi manera». He aquí por qué, pasando a otro argumento, los anarquistas siempre han sido abstencionistas. Por qué siempre han rechazado participar en las elecciones. Han habido momentos de debate, y todavía hay uno en curso —aquel empezado por el municipalismo libertario, que acepta las elecciones administrativas—, pero en líneas generales todos los anarquistas están contra las elecciones. Aun así, no se puede negar que nada más el asociacionismo libertario, y particularmente las expresiones organizativas del sindicalismo anarquista revolucionario, toman unas dimensiones significativas, o sea, crecen numéricamente y constituyen un peso político en la situación en la cual operan, se encuentran con una gran contradicción. «¿Por qué nunca van a las elecciones locales?» pregunta la gente. La gente no se plantea tantos problemas filosóficos. «Si están convencidos de que su estructura es interesante, si ha sido hecha por los intereses de los trabajadores (supongamos que en una pequeña ciudad donde el fenómeno es posible que suceda con una cierta facilidad), ¿por qué no participan en las elecciones?». Por ejemplo, sé que recientemente hubo un debate de este tipo en Spezzano Albanese [8], donde los compañeros del lugar tienen una fuerte estructura sindical. La gente de ahí les preguntó por qué diablos no se presentaban a las elecciones administrativas. Algo parecido sucedió en los años cincuenta en Castelvetrano, en Sicilia, donde los compañeros del lugar, al frente de una gran organización de defensa de los jornaleros, en su momento aceptaron participar en las elecciones administrativas.

Sobre este tipo de objeción nace, por ejemplo, el gran debate de origen estadounidense en lo referente al municipalismo libertario [9] . Personalmente lo considero un discurso de poca importancia, mientras que son mucho más importantes las motivaciones que llevan al abstencionismo. Para los anarquistas esto no se limita sólo al rechazo de participar en las elecciones. No se limita al rechazo del voto como gesto simbólico, y todavía menos a recurrir a soluciones secundarias, como el voto en blanco, etcétera, sino que significa esencialmente el rechazo activo del papel de delegante. El abstencionismo quiere indicar la posibilidad de construir organizaciones que buscan resolver los problemas sociales de una manera diferente al de la participación en las elecciones. Organizar a la gente, si es posible, para resolver de una manera distinta las necesidades de la realidad de la zona, sugiriendo estructuras nuevas, como los consejos de zona, formas diferentes que pueden ser pensadas y puestas en práctica para fijar enlaces entre las realidades de las distintas zonas, etcétera. Pero éste es otro tema.

Los anarquistas están además contra el antimilitarismo (¡ay!, aquí el lapsus, como veréis el lapsus no aparece nunca de un modo totalmente accidental, de hecho los anarquistas también están contra cierto tipo de antimilitarismo). Pero para evitar equívocos desagradables, busquemos ser más claros. Me corrijo: los anarquistas están contra el militarismo. Sobre esto no hay duda. Están contra el militarismo, no en nombre de una concepción pacifista monótona. Están contra el militarismo principalmente porque tienen una concepción diferente de la lucha. O sea que no tienen nada contra las armas, no tienen nada contra el concepto de defensa de la opresión. Pero en cambio tienen mucho contra un cierto uso de las armas, buscado u ordenado por el Estado, organizado por las estructuras represivas. Tienen mucho que decir sobre el uso militar de las armas. Mientras que, por el contrario, están de acuerdo —por lo menos en su gran mayoría— con el uso de las armas contra el opresor, el uso de las armas contra quien oprime y explota, el uso de las armas en una guerra de liberación. El uso de las armas contra determinadas personas, contra determinadas realidades de la explotación.

Y hasta es una equivocación decir «los anarquistas son antimilitaristas» cuando esto equivale a decir que son pacifistas. Los anarquistas están contra el militarismo no porque sean todos pacifistas. No tienen nada contra lo que simboliza el arma ni pueden aceptar una condena en general de la lucha armada —por usar un término estrechamente técnico que merecería una larga reflexión—. En cambio, están totalmente de acuerdo con el uso particular de las armas. ¿Cuáles usos? Aquellos en los que estos objetos sean utilizados para liberarse, porque no será posible ninguna liberación de forma pacífica. Porque quien tiene el Poder jamás será tan amable como para hacerse a un lado, de buena gana, sin resistir y sin intentar mantenerlo a cualquier precio.

Ahora intentemos llegar a una conclusión. ¿Cuáles son, de hecho, las organizaciones que los anarquistas construyen? Históricamente han construido dos tipos, dos formas de organización. Estamos hablando de la organización específica, de la organización de los anarquistas y no de la organización de los trabajadores. Cuando hablamos del asociacionismo libertario, no hablábamos del asociacionismo de los anarquistas, influenciado, caracterizado por la presencia de los anarquistas. No es que los trabajadores sean necesariamente primero anarquistas y después trabajadores. Primero son trabajadores, explotados, y luego, si es el caso, anarquistas. La gran organización anarquista española de 1936, la CNT, no estaba constituida sólo por anarquistas; sus miembros eran mayoritariamente socialistas. Frente a más de dos millones de miembros inscritos a la CNT, la FAI llegaba, si no me equivoco, a cerca de 150.000 miembros. Ésta era la proporción. Pero intentemos centrar nuestra atención en la organización específica de los anarquistas, dejando de lado las formas organizativas sindicales.

La primera forma creo poder definirla como organización de síntesis. La segunda como organización informal. ¿Qué diferencia hay entre estos dos aspectos de la organización específica de los anarquistas?

La organización de síntesis es una organización de compañeros anarquistas que se dan un estatuto, una forma organizativa, la cual se articula en diferentes secciones, que se pueden llamar comisiones —o de otra manera si se prefiere— y cada una de estas secciones se interesa por un problema particular de la sociedad: el trabajo, la escuela, la actividad científica, el militarismo, el Estado, el Gobierno, etcétera. A cada uno de estos sectores corresponde una comisión que se encarga de llevar al exterior su actividad crítica, es decir, busca desarrollarla en aquellas estructuras de la realidad donde es posible hacerlo, como por ejemplo en el mundo del trabajo o de la escuela, organizando a presencia, los grupos, e intentando mantener dentro de esas realidades una relación de síntesis, o sea, resumir la extrema y variada multiplicidad social de todas esas realidades dentro de un análisis sintético del cual la organización de síntesis anarquista se hace portadora. Este análisis generalmente hace referencia a un programa revolucionario, preventivamente aceptado por la organización durante un congreso suyo, que afronta los diferentes aspectos de la vida cotidiana de manera anarquista y revolucionaria. En el fondo, si preferimos, este módulo tiene un funcionamiento de naturaleza política. Así pues, la organización de síntesis es creada por compañeros anarquistas, se divide en secciones, resume de manera sintética dentro de la misma —o al menos intenta hacerlo— las diferentes realidades de la vida cotidiana y busca también coordinarlas sobre la base de una plataforma, de un programa de tipo social y revolucionario.

La organización informal, en cambio, es diferente. Está constituida por grupos de compañeros, por individuos, también por grupos más articulados, o por reagrupamientos de grupos de compañeros, los cuales no tienen más programa que aquél fundado sobre la base genérica de una valoración de los distintos problemas, por la manera en la que han sido profundizados por distintos grupos, por como han sido intercambiados entre sí mediante comunicaciones informales. Por lo tanto, estas profundizaciones de los problemas, estos análisis, estas propuestas de intervención en la realidad de la explotación y de la opresión pueden ser hechas también a través de la vehiculización de un periódico, de debates, de encuentros, de conferencias, etcétera. Dentro de esta área variada en la cual circula una cierta concepción del anarquismo, se introducen estas relaciones entre grupos, individuos, etcétera, que tienen una naturaleza no formal. O sea que no se realizan, no se concretizan en un programa preciso, no se resumen dentro de un momento ideal e inicial como por ejemplo un congreso, algo que en cambio sí se caracteriza como el momento inicial de la organización de síntesis, sino que se desarrollan poco a poco a través de la práctica, es decir, a través de las cosas que se hacen juntos, de las intervenciones en la realidad que llevan a cabo estos compañeros que forman parte de dicha organización informal.

Al mismo tiempo, estas intervenciones en la realidad se vuelven momentos de actividad revolucionaria en lo real y ocasiones de profundización teórica. Cada actividad llevada a cabo puede ser una ocasión de profundización teórica. Para mí la informalidad se diferencia de un modo bastante radical de la organización de síntesis. Mientras que la organización de síntesis ya tiene un programa inicial rígido, que puede ser modificado pero siempre en congresos, la organización informal tiene una base de relaciones, de conocimientos, de profundizaciones, en constante modificación, en continua evolución, y cada ocasión, cada momento de encuentro y de lucha es al mismo tiempo una ocasión de lucha y de profundización.

¿Cuál es la finalidad de la organización de síntesis? En líneas teóricas, construir las condiciones que producirán la sociedad libre de mañana. En otras palabras, esta organización debería crecer, volviéndose lo suficientemente fuerte como para constituir, de un modo u otro (nunca se dice de manera clara), un liderazgo capaz de guiar a la sociedad en el momento de la crisis y de la transición revolucionaria. Debería ser guardiana y portadora de las ideas revolucionarias y anarquistas, debería ser capaz de suministrar en el momento oportuno los cuadros capaces de sostener de la mejor manera este pasaje a la sociedad del futuro. Debería después derretirse como la nieve bajo el sol, en el momento en que la sociedad libre del futuro esté constituida. Se puede notar que ya en el mismo programa de la organización de síntesis está escrito, de manera bastante detallada, como debería ser estructurada esta sociedad del futuro. Por ejemplo, las formas autoorganizativas, las formas autogestionadas de la producción del futuro. No digo que esté escrito como producir el pan, como producir la pasta. Pero estará escrito —y seguramente ya lo esté— como organizar los núcleos de barrio, las conexiones ciudadanas, las representaciones delegadas, las relaciones federativas, como organizar la defensa, etcétera.

Por el contrario, el instrumento ideal y, dentro de ciertos límites, práctico de la organización informal es la realización del hecho insurreccional, es decir, dar vida a movimientos lo más masivos posibles —aunque estén circunscritos en el espacio y limitados en el tiempo— que tengan una naturaleza de ataque masivo contra las estructuras del Poder. Esta organización insurreccional, como puede verse, no es para nada un medio que pueda garantizar el pasaje a la sociedad libre de mañana. Es simplemente un instrumento metodológico a emplear para el desarrollo de procesos de ataque a las instituciones del Poder, procesos lo más amplio posibles. O sea, que parten de pequeñas realizaciones de naturaleza circunscrita (por ejemplo, un sabotaje), las cuales pueden ser hechas por pequeños núcleos de compañeros, pero que puedan extenderse en un proceso insurreccional, es decir, crear un hecho insurreccional que tenga un movimiento lo más amplio y articulado posible. Nada en este proceso tiene una característica de naturaleza determinada. No hay un proceso determinista que de la «fase A» garantice el pasaje a la «fase B». No es en absoluto realidad que, como se ha dicho algunas veces, los anarquistas insurreccionalistas sostengan la certeza determinista de que se pueda llegar mediante el instrumento insurreccional a la insurrección generalizada. Hay tantos otros elementos que pueden concurrir, y la mayor parte, diría la casi totalidad de estos elementos, no está en las manos de los anarquistas insurreccionalistas, mientras el resto está constituido por las contradicciones de la realidad, por la extensión y por la agudeza de estas contradicciones, por el estallido imprevisto e impensable de posibilidades inimaginables, que nadie hubiese podido prever un momento antes y que en cambio se desencadenan de forma imprevista y nos pueden encontrar dramáticamente desprevenidos [10] .

He aquí por qué el método anarquista insurreccional no tiene para nada las características científicas del determinismo que algunas veces se hallan en el asociacionismo libertario, como por ejemplo en las tendencias anglosajonas de extracción kropotkiniana.

Para mí, las dos expresiones del anarquismo que brevemente he esbozado incluyen dos aspectos entre los más significativos de lo que es su desarrollo histórico y su significado actual.

A menudo estas dos almas del anarquismo se han picoteado una a la otra como los capones de Renzo [11] . Tenemos que darnos cuenta de que, en efecto, ambas pertenecen a dos momentos históricos importantes, siempre y cuando sepan lo que están haciendo. Siempre que no se dejen llevar demasiado por las preocupaciones de saber qué acontece en el terreno del otro. No digo que en el pasado haya habido una visión correcta por un lado y otra errónea por el otro. Personalmente soy un insurreccionalista anarquista y obviamente no soy un exponente de ninguna organización de síntesis; pero consigo darme cuenta de que la organización de síntesis puede hacer un gran trabajo informativo, de propaganda, de penetración entre la gente, puede hacer conocer lo que significa el anarquismo hoy en día, etcétera. Y eso es muy importante, aunque sigo estando convencido de que a buena parte de las estructuras de síntesis ya les pasó su época, especialmente cuando las pesadeces organizativas y las esclerotizaciones internas se acentúan cada vez más en ausencia de una verdadera situación de lucha. En una época en la cual todos los partidos están cambiando de traje, no veo por qué los anarquistas, que desde siempre han sido autocríticos consigo mismos, deban insistir en mantener una fachada, una coraza de naturaleza sustancialmente partidista, en su expresión de organización de síntesis.

Aparte de esta crítica, que hago como insurreccionalista anarquista, considero que el desarrollo de la tarea clásica, de la tarea histórica de la organización de síntesis, todavía hoy puede tener un desarrollo propio, aunque sea modesto.

Un significado, mucho más importante a mi modo de ver, lo tiene la organización informal, una organización que para mi da la máxima libertad posible a todos los compañeros de entenderse como mejor se considere, de juntarse como mejor se crea oportuno, de discutir en todas las ocasiones en las que haya la oportunidad de hacerlo, para ponerse de acuerdo, para agruparse y, principalmente, para crear esa conexión fundamental que está hecha por la afinidad, para que así nos entendamos y entendiéndonos nos conozcamos, y conociéndonos se desarrolle la posibilidad de hacer algo juntos.

Estos dos caminos, estas dos grandes almas del anarquismo actual, la organización de síntesis —definitivamente liberada de sus pretensiones partidistas— y la otra, finalmente capaz de mirar hacia adelante y desarrollarse por la vía de la profundización, del conocimiento recíproco de todos los compañeros interesados, fundado sobre la afinidad, estos dos caminos pueden generar una contribución común hacia la sociedad de mañana que, naturalmente, debe ser libre, autónoma, carente de Poder, y autogestionada.

Les doy las gracias por su atención.

 


[1] Donde se encuentra la afirmación de que «el hombre es el lobo del hombre» es en la obra Leviatán del filósofo inglés Thomas Hobbes, publicada en 1651.
[2] Virtuismo es un concepto no muy común en castellano, acuñado en 1911 por el economista y filósofo italiano Vilfredo Pareto para definir el fanatismo moral.
[3] Quizá actualmente resultan ser unos acontecimientos sobre los cuales no se aprende en casi ninguna escuela, y menos aún en la vida cotidiana, pero no se trata de fechas elegidas al azar y propuestas como ejemplos sino que se refieren a acontecimientos que tienen una importancia crucial en la historia revolucionaria. Bonanno nombra respectivamente a la Revolución Francesa, a las llamadas «Revoluciones de 1848» que tuvieron lugar en diferentes países de Europa, a la Comuna de París y a la Revolución Rusa.
[4] Por «entrismo» se conoce una táctica política empleada por algunos grupos trotskistas de la IV Internacional. Consiste en que sus miembros se afilien (entren) en los grandes partidos de masas de sus respectivos países, especialmente en los pertenecientes a la Segunda Internacional. Su objetivo principal es «transformar estos partidos reformistas en partidos revolucionarios».
[5] El Palazzo Montecitorio es un palacio de Roma, sede de la Cámara de Diputados italiana.
[6] En Italia, durante los años setenta, una práctica del movimiento estudiantil consistía en exigir a los profesores poner a todos los alumnos «la sufficienza», es decir, el mínimo para aprobar el curso, que se traducía en un 6 sobre un máximo de 10.
[7] Obviamente se refiere a los estalinistas y no a los comunistas revolucionarios.
[8] Municipio situado en el territorio de la provincia de Cosenza, en Calabria, Italia.
[9] Se refiere a la corriente teórica que se basa en la idea de la recuperación de las asambleas populares y la «democracia directa» a los niveles municipal, de vecindad y de barrio, que Murray Bookchin desarrolló.
[10] Algo que pudimos oír de boca de compañeros anarquistas que se encontraron de repente con los hechos de Francia en noviembre de 2005 o de Inglaterra en agosto de 2011 fue la sorpresa por los acontecimientos y la sensación de sentirse superados por los hechos en sí. Cosa que no ocurrió, por ejemplo, a los compañeros griegos en las revueltas que comenzaron en diciembre de 2008. Los motivos son complejos como para analizarlos en una breve nota al pie y dejamos que cada uno saque sus propias conclusiones.
[11] Se refiere a un personaje de la clásica novela italiana Los Novios de Alessandro Manzoni y en particular a esta escena: «Dejo imaginar al lector cómo harían el viaje aquellos pobres animales, atados de aquel modo y colgados de las patas, cabeza abajo, en la mano de un hombre que, agitado por tantas pasiones, acompañaba con los gestos los pensamientos que pasaban en tumulto por su mente. Ora extendía el brazo por la cólera, ora lo alzaba por la desesperación, ora lo blandía en el aire, como en son de amenaza, y, todas las veces les daba terribles sacudidas, y hacía bailar aquellas cuatro cabezas colgantes; las cuales, mientras tanto, se las ingeniaban para picotearse una a otra, como demasiado a menudo ocurre entre compañeros de desventura»

Traducción y notas Bardo Ediciones

La enfermedad de la homosexualidad que la anarquía curará

El máximo exponente ibérico de la corriente anarquista patologizante y sanadora es, sin duda, Félix Martí Ibáñez. Nacido en Cartagena en 1911, se doctoró en Medicina por las universidades de Madrid y Barcelona, donde se asentó y tempranamente se implicó en la CNT. En 1935 publicaba en Estudios dos artículos[1] en busca de la cura de la homosexualidad, distinguiendo entre homosexualidad-perversión u “homosexualismo adquirido”, fruto del ambiente homosexual y por esnobismo, y homosexualidad-inversión u “homosexualismo congénito”, fruto de la bisexualidad inicial al nacer y la ausencia de evolución normal hacia la heterosexualidad. Critica con dureza la “literatura homosexual” del momento –Oscar Wilde, Marcel Proust, André Gide…– por hacer apología de tal “degeneración”. En sus propias palabras: “En el amor invertido un hombre o una mujer responden a una irresistible llamada de sus instintos y más fuerte que su voluntad y su moral que les impele al amor desviado”, mientras que el “homosexual-perversión” lo practica por “esnobismo, voluntarismo o búsqueda de sensaciones nuevas”. Traducido al ámbito político y social, frente al primero hay que buscar conciliación, respeto y cura; frente al segundo, censura social y legal. Respecto a la liberación sexual anarquista, con la que parece estar de acuerdo Martí Ibáñez, propone la abolición de la homosexualidad mediante un sistema de educación hacia su conversión a la heterosexualidad. Como cura a la homosexualidad propone una “recta educación sexual infantil”, frente a “la escuela de la hipocresía y la ignorancia que fomentó la moral católica”, a la que parece achacar la inversión. Así pues, concluye como anarquista que es, que “en las enfermedades sexuales de los hombres, como en las enfermedades políticas de los pueblos, el mejor tratamiento es la santa Libertad”. […]
Estudios se adhirió a esta corriente a nivel general. No en vano era Martí Ibáñez quien contestaba a las preguntas del consultorio sexual que a mediados de los años treinta inauguró la revista, respondiendo ampliamente a las dudas bajo esos prismas. Previamente la sección la llevó el médico naturista Roberto Remartínez, dejando estos consejos:

-F. Savater: ¿Tiene cura un invertido sexual de 23 años?
Si desea curarse y siente deseos de regeneración seguramente que sí, a menos que su organismo tenga tal desviación de sus características y hondas perturbaciones endocrinas que lo impidan.
El tratamiento principal ha de ser psíquico o mental y muy preferentemente hipnoeducación es decir, el inculcarle mediante las sugestiones adecuadas los principios de normalidad sexual.

-¿Puede curarse un homosexual?
Si su grado de degeneración no es mucho y siente realmente deseos de emanciparse de su aberración sexual, sí, señor[2].

Un problema que podía inducir a la inversión sexual era la cárcel, uno de los ejes del sistema que el anarquismo ibérico combatió, ya que arrebataba a los hombres el poder ejercer el coito “normal”. Julio Altman, a raíz de un estudio realizado en prisiones peruanas, achaca a la prisión de promover “vicios” como el “deseo sexual hiperestesiado” –que podría conllevar que los hombres violaran a mujeres o tuvieran sexo con otras especies–, el onanismo o la homosexualidad. Esto podía conllevar cifras preocupantes que alterarían de forma traumática la vida sexual de los hombres, pues sería del tipo de “homosexualismo adquirido”, como lo define Martí Ibáñez[3].

Isaac Puente también fue todo un referente anarquista en estos temas. Nacido en Abantio y Ciérvana en 1896, cursó medicina y se decantó por el naturismo. Más tarde se mudó a Maeztu. Fue figura clave del anarquismo vasco y del naturismo en su época. Muy implicado en la liberación de la mujer y en la militancia radical, dedicó mucho tiempo de su vida a la sexología. Colaboró desde el primer número con Generación consciente y Estudios. En varios artículos, a veces firmados como “Un Médico Rural”, defiende la educación sexual sin contenido religioso, la abolición de la prostitución (como iniciación juvenil, por la esclavitud de la mujer, posibles enfermedades…), la difusión de los métodos preservativos del contagio venéreo, la libertad sexual femenina mediante una independencia económica y legal (maternidad consciente y paternidad responsable), el control de la natalidad legalizando y difundiendo medios contraceptivos y tras una desintoxicación religiosa del sexo, desestigmatización del placer sexual y el fin de la virginidad y castidad[4]. Su defensa del nudismo contemplaba que el ocultar la desnudez era “el punto de partida de la exaltación erótica y la obsesión sexual”. En cuanto a la homosexualidad, se alinea más con Marañón o Martí Ibáñez. Cuando en 1932 la LMRS (Liga Mundial para la Reforma Sexual) le invitó a participar de su V Congreso (en Brno), Puente les contestó con una negativa, dejando entrever su propio programa político sexual:

No quiero menos que la independencia económica, para que el hombre no tenga que arrastrarse, ni la mujer prostituirse por sus imperativos, para que la virginidad no tenga que cotizarse como un tesoro, y para que la abstinencia sexual no conduzca al hombre hacia el onanismo y las depravaciones sexuales, y para que la maternidad consciente pueda tener posibilidades de realización[5].

Poco más tarde escribía lo siguiente sobre “El problema sexual”:

La misma escuela de perversión sexual es el cuartel, el campamento y el presidio, en tanta mayor medida, cuanto más severa es la prohibición y el apartamiento del otro sexo. (…) Nadie como el médico ve toda la magnitud de los estragos que produce esta moral. Perversiones sexuales, desequilibrios genitales… (…)[6].

Meses después es arrestado por ser miembro del Comité Nacional Revolucionario de Álava en el conato insurreccional anarquista de diciembre de 1933. En la cárcel escribe Tratamiento de la impotencia sexual, donde habla de la masturbación temprana como “siempre lamentable, y que los padres deben tratar de evitar”, publicado tiempo después[7].

Entre 1930 y 1932 el grupo Iniciales publicitaba en su portada y contraportada Las perversiones, sus causas, sus formas, que vendían por entre 0,60 y 0,75 pesetas. Escrito por André Lorulot, filósofo anarcoindividualista francés, el librillo acabó apareciendo dividido en artículos en la citada revista a lo largo de 1932[8]. Cercano al círculo del anarquista Émile Armand y a sus propuestas de liberación sexual, habla de la homosexualidad no como perversión, sino como vicio, buscando las razones que la crean para ayudar a una “cura” y achacándola a una alteración de la esfera genital. Distingue entre la pederastia, que es adquirida fruto de la privación de relaciones sexuales normales, y el uranismo, que es congénito y fruto de un error en el mecanismo psicosexual. En el apartado “El homosexualismo”, lo compara con el “necrosadismo” (necrofilia) y la “bestialidad” (zoofilia). Entre sus causas alude a la locura, la demencia y con el alcoholismo de fondo, del cual atestigua que por entonces está en Francia en un crecimiento paralelo al de la promoción del “invertidismo”. También lo asemeja a “la opiomanía, cocainomanía y todas las demás aberraciones presentes”. Respecto a las lesbianas o “lesbias”, les achaca una falta de gusto por el varón sustituida por determinados tipos de mujeres varoniles, incitadas pues al coito oral. Se produce en ambientes donde hay pocos varones, citando los entornos orientales como culpables en este punto, y describe sus relaciones contra natura por no tener lugar “la intromisión y eyaculación dentro de la vagina”, pues “los amantes escapan a la terminación lógica del orgasmo”. Acusa a las prostitutas de sodomitas y por tanto las sitúa al mismo nivel que las lesbianas. Al dejarse sodomizar y practicar el sexo oral, colapsan la atención sanitaria, asegurando que un 60 % de las atendidas en el hospital parisino de mujeres de Loucine son prostitutas. Respecto a la curación de la homosexualidad, considera que su represión solo proporcionaría chantajes y chismorreos: “¿Por qué, pues, debemos despreciar a un hombre que se comporta como una mujer, si ha nacido mujer a medias?”. Para evitar su contagio propone prohibir la propaganda del homosexualismo. Sobre métodos de cura, se muestra de acuerdo con las teorías de Serge Voronof y su método de injertar testículos de varones heterosexuales en homosexuales. Entre sus subapartados, podemos hallar preguntas en el aire, como: “La inversión en la mujer, Sodomía y coito bucal, ¿son perniciosas en uniones consanguíneas?”, “¿puede curarse la homosexualidad?” o “¿Es un crimen el incesto?”. La Editorial Somo, que editaba la revista Iniciales, publicó perversiones y desviaciones del instinto genital de Lorulot[9].

En Iniciales no faltaron artículos sobre sexualidad completamente orientados a favor de la heterosexualidad y con referencias contrarias a la homosexualidad. La anarcofeminista María Lacerda de Moura celebraba en un artículo la carrera del doctor Voronof y los injertos “de glándulas de otro semejante de Steinach”[10], orientados a la curación de la homosexualidad. Atacaron a Solidaridad Obrera al considerar que deberían “combatir los vicios del sexualismo, en vez de anunciar a charlatanes (…) que fomentan y comercian con las enfermedades venéreas”[11]. Juan Santana Calero, militante de la FIJL cercano a la línea de Iniciales, miembro del Comité de Salud Pública de Málaga a inicios de la guerra civil y asesinado a su fin en 1939, en un artículo sobre “sexualidad” escribió que “hay hambre de macho y de hembra (…) ¡Hambre…! ¡Siempre hambre! Y la vida se desliza entre la clorosis y la tristeza, entre la masturbación y la homosexualidad”[12]. Vendían a precio rebajado Pervertidos sexuales. La tragedia del tercer sexo del Dr. Caufenyon: “Homosexuales, sadistas, masoquistas, vampiros, perversión sexual de nuestra época, necrofilia”; y publicitaron Perversiones sexuales del Dr. Tarnowsky. Xavier Diez en su libro sobre esta publicación resume bastante bien la línea sexual de la revista: consideraban que “la idea de una vida sexual sana se basaba en el coito heterosexual, entre dos personas y en condiciones de igualdad –sin dominantes ni dominados”[13]. El resto eran perversiones fruto de contaminación religiosa, injerencia estatal, alcoholismo…

Sin embargo, además de su relación con Émile Armand y de su entusiasta promoción del nudismo, procuraron apostar por lo más avanzado en materia sexual: recomendaban en sus páginas Eugénica y Prostitución y mal venéreo de Luis Huerta, Educación y diferenciación sexual de Marañón, Profilaxis anticoncepcional: paternidad voluntaria de Hildegart, Amor y matrimonio y Emancipación femenina de Emma Goldman, o El amor dentro de doscientos años de Martínez Rizo. Isaac Puente aparecía como “Médico fisiatra / Consulta por correspondencia”, y también incluyeron poemas de Oscar Wilde, conscientes de su sexualidad heterodoxa. Además, la Editorial Somo publicó ¿Qué es el anarquismo? de Benjamín Tucker, anarquista estadounidense que se mostró partidario de la homosexualidad.

La oposición a las leyes homófobas desde una homofobia manifiesta es una opinión recurrente en los medios anarquistas de entonces. Su máximo exponente lo he encontrado en un artículo de Francisco de Campollano en Estudios, donde critica las leyes nazis contra población mendiga, drogadicta, prostituta, sifilítica, tuberculosa e invertida, partiendo de la premisa ácrata tradicional de que la ley y la prohibición siempre tienen efecto contraproducente a la hora de querer remediar un problema, pues estas nunca van a la raíz de los problemas ni a las causas que los crean. Para quienes quieran seguir ese camino, dedica el siguiente párrafo: “esterilizad a todos los homosexuales, todos los degenerados e invertidos por vicio. Pero dejad en pie el cuartel, el presidio, las tabernas y los burdeles, porque os dirán que todos funcionan dentro de la más estricta legalidad”[14].

El propio Marañón colabora entre marzo y junio de 1926 en Generación Consciente, sin duda la revista de las citadas más acorde a sus ideas. También era asiduo a la revista su colaborador el medico Luis Huerta, con quien compartiría pertenencia a la Sección Española de la LMRS. Huerta fue el director de su breve publicación, Sexus, también colaboraba con Eugenia y era el jefe de la sección eugenésica de la Gaceta Medica Española. En “El marañonismo y la intersexualidad”, a propósito del citado libro de Marañón, elogia la obra como avance hacia la comprensión y cura del homosexual:

Con Marañón dejamos de considerar al homosexual como un perverso, un réprobo o un energúmeno. Ni el delincuente ni el homosexual se enmiendan con el tormento. Su remedio eficaz está en una mayor cultura humana y en una más perfecta organización de la Sanidad social y de la política científica[15].

No obstante, en un artículo similar critica algunos aspectos dela obra, como su peligro de conllevar una “exculpación científica” porque “cabría la posibilidad de que algunos –ellos y ellas– intersexuales de tipo extremo reaccionasen, desvergonzados y casi exhibicionistas, gozosos de dejar entrever su verdad largamente reprimida.

También estampó su firma en publicaciones anarquistas César Juarros, médico madrileño que en los años veinte y treinta se destacó como entusiasta abolicionista de la prostitución, llegando a ser cofundador de la Sociedad Española del Abolicionismo y diputado en Cortes durante la Republica. Juarros concordaba con los postulados de Marañón frente al trato de la homosexualidad, y así lo plasmó en la revista Orto. Consideraba que “a los enfermos de perversión sexual” no se les debe llamar viciosos, sino que son “merecedores de piedad”: “la tesis de que el pervertido no es una voluntad entregada al mal, sino efecto de causas ajenas a su decisión, serena rápidamente las aguas”. Para él el coito bucal era fruto del “fomento inconsciente de un desproporcionado papel erógeno de la boca” y “la homosexualidad obedece con frecuencia a complejos de Edipo ignorados”. En sus conclusiones, resume este punto en que “las perversiones sexuales han de estimarse como desgracia, no como vicio”.

Un homosexual no puede ser anarquista

La postura anarquista más beligerante hacia la homosexualidad la ostentó La Revista Blanca. Al contrario de las otras dos citadas, que eran de periodicidad mensual, La Revista Blanca era semanal o quincenal, tendiendo, pues, más público y mayor difusión. Montseny, su directora, acusaba al feminismo de burgués y de promover la supremacía androfóbica. Criticó la reciente traducción al castellano de The Tragedy of Woman’s Emancipation de Emma Goldman y apostaba por el término “humanismo” como autentica igualdad[16]. También plasmó su opinión sobre la homosexualidad en la revista. Hablando de la escritora francesa Rachilde, le atribuye “conocimientos en materia de perversiones sexuales” y que al ser “hembra ansiosa y violenta, los invertidos debían repugnarle”[17]. Lo cierto es que Rachilde también tuvo relaciones sexuales con mujeres, acostumbraba a usar ropa masculina y fue la principal compiladora de Wilde, cuya homosexualidad defendió en artículos de prensa. Y en un artículo sobre anarquistas en prisión, Montseny asegura que “aunque no haya de haber diferencias entre los humanos, no es posible considerar igual a un trabajador perseguido por sus opiniones y un carterista, o un macarrón, o un homosexual. Estos últimos son víctimas de la sociedad; el primero es el producto mejor que la sociedad tiene; si brazo transformador y productivo”[18].

Se suceden diversas referencias similares más a lo largo de la historia de la publicación, como artículos literarios de Jacques Descleuze que narran obras artísticas francesas a las que tilda “de pasiones bestializadas, de monstruosas aberraciones sexuales”[19], o comentarios que asemejan homosexualidad y nacional-socialismo alemán[20]. Representativamente el anarquista belga Hem Day reseñó Las perversiones, sus causas, sus formas de Lorulot en La Revista Blanca[21].

Camilo Berneri fue el colaborador de la publicación más furibundo con este tema. Profesor universitario en Florencia y ferviente anarquista, las amenazas de muerte continuadas que recibe de la nueva Italia fascista lo convencen para exiliarse a Barcelona. Allí conectó muy bien con Montseny y su círculo, si bien se distanciarían tajantemente debido a la posición política pro-gubernamental de ésta durante la Guerra Civil. En “La degeneración sexual en las escuelas” y “El contagio moral en el ambiente escolar”, ambos publicados en 1928, censura totalmente la masturbación y la “psicopatía sexual” (homosexualidad), que interpreta como una perversión y una plaga de fácil contagio en la escuela, ya que la educación sexual no es lo suficientemente contundente. Condena la masturbación fálica como el “manoseo” vaginal, al que tilda de safista[22]. Al año siguiente publicó “La vida sexual en los campos”, donde acusa al agro de tener en mejor consideración la masturbación, el “bestialismo”, la prostitución y la homosexualidad. Considera que las relaciones sexuales interespecie promueven el “safismo” entre las mujeres, y que la homosexualidad, “aun cosa peor” que el onanismo, está muy extendida[23]. También en Orto plasmó sus opiniones al respecto: tras definir la prostitución en términos de aberración y perversión, achaca la prostitución masculina a jóvenes «‘parados’ que se han visto en la ‘obligación’ de prostituirse (…) además, quieren trabajar. ¿Cómo, pues, calificar a un régimen que los arroja al medio de la calle, que los reduce a la repugnante condición de monstruos degenerados?
En los diarios berlineses pueden leerse anuncios en que muchachos “bien parecidos” solicitan un protector.
En Austria, lo mismo que en Alemania, los parados son fácil presa para los homosexuales ricos.»

Inmediatamente después narra el reciente caso de “un sin trabajo de 17 años que fue violado por seis miembros de un circulo clandestino de homosexuales pertenecientes a la alta sociedad vienesa, porque uno de ellos, conocido suyo, le ofreció cena, y no había comido en las últimas 24 horas[24]”. Berneri remarca la situación de “parados” en la “obligación” de prostituirse a una “alta sociedad” sexualmente degenerada, haciendo un paralelismo con la lucha de clases en el que la clase gobernante y la homosexualidad coinciden contra una clase obrera sometida a sus deseos.

Recordando a Berneri, Eugenio Villacampa en su “Educación sexual de la juventud” de 1935 recalca la necesidad de educar sexualmente a la juventud en la reproducción y en contra de la pornografía, la prostitución, la masturbación y la homosexualidad[25]. También podemos hallar un artículo similar contemporáneo en Generación consciente, donde el Dr. Franz Keller sitúa el inicio de la “perversion sexual” en la pederastia –que usa como equivalente a homosexualidad– que deviene en vicio, que debilita la relación procreativa hombre-mujer y que es fruto de perturbaciones psíquicas y físicas –espermatorrea, perversiones sexuales–, lo cual hay que atajar implacablemente para que no se resienta la raza[26].

Sin embargo, en comparación con la cantidad de números que posee La Revista Blanca, muy superior a los de Iniciales y Estudios, se abordó más la homosexualidad en estas últimas. El punto fuerte en temas de homosexualidad que podemos encontrar en La Revista Blanca su Consultorio General, que se inaugura en el numero 255 (7 diciembre 1933). Poco antes era un “Consultorio Sindical”, inaugurado el año anterior, pero la diversidad de preguntas les hizo cambiar de nombres. El Doctor Klug pasa a incorporarse a inicios de 1934, respondiendo todas las preguntas. Desde el numero 384 (29 mayo 1936) el consultorio se subdivide entre el Consultorio Médico (de Klug) y el General, con temas de sexualidad en ambos hasta su cierre en agosto de 1936. La primera referencia hallada de la opinión de Klug, que se asemeja al sentir editorial, data de inicios de 1935:

  • ¿Qué opinión formaría “La Revista Blanca” de un anarquista que dijera estar locamente enamorado de una mujer, que fuese correspondido por ella con igual amor y que brindase su compañera a otro hombre? (un chico)
  • A nosotros en asuntos de amor y de relaciones sexuales entre hombres y mujeres nada nos sorprende ni nos extraña. Lo único que nosotros repudiamos porque nos repugna, son las costumbres sexuales entre dos hombres o entre dos mujeres. De lo demás, nada nos asusta y todo nos lo explicamos[27].

Dejamos a continuación algunos ejemplos más:

  • ¿En qué concepto tendrían los redactores de la Revista Blanca a una joven que dijera estar locamente enamorada de otra?
  • La consideraríamos una enferma que debería ser sometida a un tratamiento, para normalizar la función de sus órganos sexuales, a fin de que sus sentimientos no se dirigiesen contra natura[28].
  • Un hermafrodita, ¿puede definirse el sexo y puede tener familia? –un suscriptor de “La Revista Blanca”.
  • Se citan algunos casos, pero sumamente raros[29].
  • ¿Cómo podemos calificar a varios compañeros que se llaman anarquistas y alternan con invertidos? –Un compañero.
  • Por de pronto, no se les puede calificar de hombres, si ese “alternar” quiere decir algo más que cruzar palabra o el saludo con degenerados sexuales. Anarquistas quiere decir hombre más hombre, moral y físicamente, que el nivel común de los hombres. Y no es hombre y, por ende, no es anarquista, el que gusta de invertidos[30].

Sin embargo, “un lector” preguntó sobre el tabaco al Dr. Klug y la respuesta no pudo ser más contrapuesta a la anterior:

  • ¿Un fumador puede ser anarquista? (Un lector).
  • Un anarquista no debe fumar, pero un fumador puede llamarse anarquista[31].

De aquí se deduce que en el imaginario de Klug, y muy probablemente de todo el equipo editorial de La Revista Blanca, fumar, considerado por importantes sectores anarquistas (como la propia redacción de la revista) como un “vicio burgués”, al igual que la droga en general, es preferible a “alternar con invertidos”, lo cual deja la homosexualidad en un estrato muy bajo en la escala de valores anarquistas de este colectivo editorial, y probablemente de una parte importante del anarquismo de la época. Un homosexual no puede ser anarquista y viceversa, de ninguna manera.

Piro Subrat

Del libro Invertidos y Rompepatrias. Marxismo, anarquismo y desobediencia sexual y de genero en el Estado Español. 1868-1982.


[1] Martí Ibáñez, F. “Consideraciones sobre el homosexualismo”. Estudios 145, septiembre 1935, pp. 3-5; Martí Ibáñez, F. “El estilo amoroso”. Estudios 143, julio 1935, pp. 14-16.

[2] Remartínez, R. “Consultorio sexual”. Estudios 122, octubre 1933, p. 45 y Estudios 127, marzo 1934, p. 46.

[3] Altman, J. “El problema sexual de las prisiones”. Estudios 160, enero 1937, pp. 27-30 y Altman, J. “El problema sexual de las prisiones. La continencia sexual”. Estudios 161, febrero 1937 pp. 20-24.

[4] Destacan Un Médico Rural. “Moral Sexual”. Generación consciente 13, 8-1924, pp. 71-72; y Puente, I. “A modo de programa”. Estudios 94, junio 1931, pp. 1-3.

[5] Puente, I. “Carta abierta a la Liga Española para la Reforma Sexual sobre Bases Científicas”, Estudios 107, julio 1932, pp. 21-22.

[6] Puente, I. “El problema sexual”. Estudios 113, enero 1933, pp. 34-37.

[7] Puente, I. “Tratamiento de la impotencia sexual”. Biblioteca de Estudios, Valencia, p. 6. Citado en “Biblioteca de Estudios”. Estudios 146, octubre 1935.

[8] Lorulot, A. “Perversiones y desviaciones del instinto sexual. Las perversiones, sus causas y sus formas”. Iniciales 1, enero 1932. “Perversiones y desviaciones del instinto genital VIII. El homosexualismo”. Iniciales 5, mayo 1932. “Perversiones y desviaciones del instinto genital. Excitación morbosa y fetichismo chino”. Iniciales 7, julio 1932. “Sadismo y masoquismo”. Iniciales 8, agosto 1932. “La inversión en la mujer”. Iniciales 9, septiembre 1932. “¿Es necesario reprimir la pederastia?”. Iniciales 10, octubre 1932.

[9] Iniciales 1, abril 1931, portada.

[10] Lacerda de Moura, M. “Voronoff”. Iniciales 2, febrero 1932, pp. 3-4.

[11] “Los anarquistas de «Solidaridad obrera»”. Iniciales 5-8, agosto 1931, p. 64.

[12] Santana Calero, L. “Sexualidad”. Iniciales 4, abril 1936, pp. 13-14.

[13] Diez, X. (2001). Utopía sexual a la prensa anarquista de Catalunya. Lleida, Pagés Editors, p. 88.

[14] De Campollano, F. “La esterilización eugénica y los legófilos”. Estudios 129, mayo 1934, pp. 30-32.

[15] Huerta, L. “El marañonismo y la intersexualidad”. Estudios 69, mayo 1929, pp. 9-12.

[16] Montseny, F. “Feminismo y Humanismo”. La Revista Blanca 33, 1 octubre 1924, pp. 12-14.

[17] Montseny, F. “Rachilde, o la sed eterna”. La Revista Blanca 221, 1 agosto 1932, pp. 136-38.

[18] Montseny, F. “Un problema de justicia y de sentimiento”. La Revista Blanca 316, 8 febrero 1935, p. 144.

[19] Descleuze, J. “El arte literario francés”. La Revista Blanca, 15 enero 1926, pp. 25-28 y 1 septiembre 1928.

[20] Palacio, S. “El marxismo como precursor del fascismo”. La Revista Blanca 299, 12 octubre 1934, pp. 791-92. Santana Calero, J. “Quiebra”. La Revista Blanca 386, 30 junio 1936, p. 49.

[21] Day, H. “La verdadera educación sexual”. La Revista Blanca 161, 1 febrero 1930, pp. 407-09.

[22] Berneri, C. “La degeneración sexual en las escuelas”. La Revista Blanca 118, 15 abril 1928 pp. 695-97. Y Berneri, C. “El contagio moral en el ambiente escolar”. La Revista Blanca 122, 15 junio 1928, pp. 10-15.

[23] Berneri, C. “La vida sexual en los campos”. La Revista Blanca 142, 15 abril 1929, pp. 657-60.

[24] Berneri, C. “El desarrollo de la prostitución en relación con la crisis económica actual”. Orto 14-IV-1933, p. 4.

[25] Villacampa, E. “Educación sexual de la juventud”. La Revista Blanca 340, 26 julio 1935, pp. 706-07. Y La Revista Blanca 342, 9 agosto 1935, pp. 752-54.

[26] Keller, F. “Estudio de la impotencia”. Generación consciente 7, febrero 1924, pp. 114-16.

[27] “Consultorio General”. La Revista Blanca 316, 8 febrero 1935, p. 140.

[28] “Consultorio General”. La Revista Blanca 352, 18 octubre 1935, p. 1007.

[29] “Consultorio General”. La Revista Blanca 355, 8 noviembre 1935, p. 1070.

[30] “Consultorio General”. La Revista Blanca 340, 26 julio 1935, p. 720.

[31] “Consultorio General”. La Revista Blanca 286, 13 julio 1934, p. 557.

El atraco en Córdoba

Crónica de la fallida expropiación bancaria efectuada por un grupo de acción anarquista en la ciudad de Córdoba, Andalucía, en el año de 1996.

 

Son las cinco de la mañana de un día lluvioso, ya lleva diez días sin parar de llover en esta ciudad de Córdoba, en Andalucía. Los días de lluvia son los más indicados para atracar. La gente por lo general, no presta demasiada atención al atracador que espera nervioso, en la esquina del banco, la llegada del encargado que abrirá la puerta de acceso. La lluvia y el frío encogen la mirada de los transeúntes preocupados en no mojarse y no pisar los charcos de agua en el suelo.

Todo está preparado, lentamente me despierto, oigo rumores en las otras habitaciones. Los demás compañeros al igual que yo, empiezan a preparase. Con dificultad me pongo el chaleco antibalas de placas de titanio que pesa 4 kilos. En la funda pongo la pistola semi automática de 9 milímetros Parabellum Sig Sauber P 210. Esparcidos entre los bolsillos del chaleco de cazador que llevo encima del antibalas, pongo ocho cargadores de ocho balas cada uno, el noveno ya está puesto en la recámara. En total 73 cartuchos contando el de la recámara. En otro bolsillo del abrigo llevo un revólver S.W. del calibre 32 largo con 30 cartuchos de reserva. En el pequeño bolso una metralleta Madsen de 9 milímetros Parabellum, con 2 cargadores de 30 balas cada uno. Con todo llevo encima tres armas con 163 cartuchos, un verdadero arsenal ambulante. Enciendo el escáner… todo normal en la ciudad, a parte de algún que otro accidente de tráfico debido a la lluvia. Me doy cita con uno de los compañeros a la salida de un bar desde donde se puede divisar la calle donde está ubicada la oficina central del Banco Santander.

El empleado que abrirá la puerta de entrada no tardará en llegar…lo tengo controlado desde hace varias semanas. Los minutos pasan, el estómago encoje…me gusta esta sensación, la puedo controlar, es la adrenalina que sube, los sentidos se agudizan, los músculos de la cara se estiran, el color de la piel se vuelve pálido. Allí los dos a la espera damos miedo al vernos, siempre que alguien se fije en nosotros…pero llueve y la gente sigue pasando a nuestro lado sin hacernos el menor caso. Las 7:10, el empleado se está retrasando, veo que ya ha llegado el coche que robé la noche anterior, un Fiat 1. Dentro están los dos compañeros del grupo encargados de aparcarlo en el lugar indicado, pero no hay sitio allí, la calle está repleta de coches. No queda otra solución que aparcarlo más a la vista, justo a pocos metros de donde estamos esperando nosotros. Mal asunto, no me gusta verlo aparcado ahí, pero no hay otra elección.

Las 7:12 de la mañana, ahí viene el empleado, me pasa muy cerca, lo reconozco. Él no se da cuenta de que lo estoy observando fijamente. Trato de entender si con su forma de andar esconde bajo el abrigo algún arma de fuego. Pero me tranquilicé enseguida. Este hombre no tiene pinta de llevar un arma. Estas certezas son el fruto de muchos años de experiencia en la observación, nunca me equivoqué, espero que esta vez tampoco. Lo sigo a pocos metros de distancia, no se da cuenta de mi presencia. Detrás de mí el segundo compañero sigue mis pasos, dispuesto a intervenir ante la eventualidad de que lo necesitase, aunque estando en la calle, cualquier problema que surja con el empleado sería fatal para el éxito del asalto. Pero todo va bien, el encargado cruza la calle, espero a que abra la puerta acristalada del banco. Unos segundos más y me abalanzo sobre él empujándolo dentro, es el momento más peligroso, nadie tiene que percatarse. La calle está desierta y mi compi me cubre las espaldas controlando por si alguien se entera de algo. El empleado sorprendido, no entiende lo que está pasando, le digo “es un atraco, desconecta rápido las alarmas” sé que tengo menos de un minuto para que se activen si el encargado no desconecta rápido utilizando el código numérico de acceso puesto justo en la parte interior de la antesala. El tío sigue sin entender, está asustado y no quiere moverse “oye” le digo “despierta, desconecta la alarma o te pego un tiro” pero nada, sigue paralizado, le golpeo levemente con la culata de la pistola y me contesta al fin “la alarma ya está desconectada”no lo entiendo, tiene que ser un sistema que desconecta la alarma al abrir la puerta con sus llaves y eventualmente utiliza el código numérico, no se…no me preocupo demasiado, si salta la alarma darán aviso a la Policía Nacional y lo captaré con mi escáner. Llegan los demás compañeros, ya somos cuatro, cada cual en su sitio a la espera de la llegada de los/as empleados/as. Éstos, desconocedores de lo que les espera, llegan solos o en grupos de dos y tres. No hay problema con ellos/as, se dan cuenta del peligro una vez dentro del banco. Están atrapados/as. No tienen escapatoria. Lo único que pueden hacer es obedecer mis órdenes, sentarse en su lugar de trabajo sin tocar ninguna alarma (les advierto con las habituales amenazas). Todo sigue bien, llega el tercero, le ordeno que abra en segundo lugar la caja fuerte, que tardará en abrirse entre 5 y 10 minutos. No importa, tenemos tiempo, el banco ahora es nuestro, es como si fuera nuestra propia casa, nos movemos con tranquilidad. Siguen llegando más empleados/as. Ya tenemos más de veinte rehenes, y faltan uno/as cuantos/as más. Ordeno que enciendan las luces, para que desde fuera parezca un día normal de faena. La caja fuerte se abre, hay más de ochenta millones de pesetas allí depositados. Una vez vaciada, los compañeros dirigen la atención a las cajas de seguridad particulares. Hay que romperlas utilizando un mazo, un cortafríos, una palanca (pie de cabra). Los compas consiguen romper unas cuantas cajas particulares, sacando unos veinte millones más en piezas de oro.

8:25 de la mañana, llega el furgón blindado, un imprevisto. El guarda jurado entra en el banco por la puerta principal… va armado, no se da cuenta de nada, le apunto con la metralleta y le ordeno tirarse al suelo mientras que el cuarto compañero le desarma de su revolver calibre 38 Special. La operación, aunque rápidamente efectuada, no ha pasado desapercibida para el segundo guarda jurado que está esperando fuera del banco. Éste, corre a alertar a los Policías Locales que están poniendo multas a los coches mal aparcados en la plaza cercana al banco, entre los coches mal aparcados y multados está también el nuestro que es llevado por la grúa al depósito. No me entero del levantamiento de nuestro Fiat 1, mi frecuencia radio está sintonizada con la Policía Nacional. Los policías locales rodean rápidamente el banco, son muchos, los veo correr para arriba y para debajo de la calle, lanzando órdenes a los transeúntes para que se aparten.

¡Maldición! Tenemos que salir con algún rehén para evitar que nos tiroteen justo a la salida del banco. Ordeno a un compañero que tome como rehén al guarda jurado. Una vez encañonado a la cabeza, salimos todos del banco. Tres de nosotros con el guarda como rehén, vamos en la justa dirección en la que estaba aparcado el coche robado (supimos luego que la grúa se lo había llevado). El cuarto compañero va en dirección contraria. Yo, con el sub-fusil en la mano, el obturador abierto listo para disparar, avanzo seguido por mis compañeros. Veo delante de mi, llegar a una mujer policía con el revólver en la mano, le apunto con mi arma, chillándole que se vaya de ahí si no quiere que la mate. No me lo hace repetir dos veces, me da la espalda y se aleja asustada por la misma dirección por la que llegó.

Al llegar al final de la callejuela, nos damos cuenta de que el Fiat 1 no está, estamos atrapados. Por un lado de la calle está un policía que se esconde detrás de unos barriles de cerveza que un camionero está descargando de un camión. Desde la callejuela por la que acabamos de bajar se ven más policías avanzando hacia nosotros y, por fin, en la plaza veo el blindado con el guarda apostado detrás arma en mano. El policía escondido dispara en nuestra dirección pero falla el tiro, le apunto, sólo entreveo sus piernas en la línea de mira, tengo ganas de apretar el gatillo, el muy cabrón disparó aún sabiendo que teníamos un rehén. Segunda oportunidad que concedo hoy a la Policía Local. No disparo, bajo mi arma y apunto amenazante al primer coche que llega. Es un concejal del partido Socialista de Córdoba, que lleva a su hijo a la escuela. Se asusta, me pide que no le haga daño, le digo ¡sólo quiero tu coche, vete!

Ahora tenemos el coche que faltaba para la fuga, tenemos el rehén, pero aún falta uno de los nuestros, chillo- ¿dónde está? ¿Dónde se ha metido? Pasan los segundos, demasiados, a la espera de que aparezca, un compañero me dice que se ha ido por otra dirección, que no está. Un instante de indecisión bajo la atenta mirada de un montón de policías apostados a la espera quizá de una orden. Nada, confío en que el compi se ha dado a la fuga. Nosotros no podemos esperar más, subimos al coche y emprendemos la fuga, perseguidos por la Policía Local a pie. Rápidamente les perdemos de vista. Al llegar a una plaza cercana veo un coche de Policía parado, al pasar nosotros, a un ceda el paso, nos embiste chocando contra la parte izquierda de nuestro coche, nada grave, el impacto es mínimo, no hay demasiado daños, el coche puede seguir la marcha. Por el escáner está sintonizada ahora la frecuencia de los Locales. Todo el mundo chilla, nos señalan continuamente, sigue la persecución… no veo a la Policía, pero desde las ondas radio escucho que están detrás de nosotros, mal asunto, no podemos desengancharnos… de repente aparece un coche policial conducido por dos figuras que no consigo distinguir. Se pegan detrás nuestro, son unas mujeres de la Policía Local. Éstas señalan a la central cada movimiento o cambio de dirección que tomamos. Con estas dos detrás pegadas a nuestro coche, nos va ser imposible fugarnos. Ordeno al compañero que conduce que pare el coche. Bajo y zigzagueo hacia el coche perseguidor en plan comando, arma en mano. Al ver nuestro coche parado, las dos policías frenan en seco. Llego a pocos metros de su coche. Veo de repente que una policía saca su revólver y me apunta amenazante desde su ventanilla bajada… le chillo varias veces que tire el arma, pero sigue apuntándome siguiendo mis movimientos. Comprendo que va a disparar y abro fuego yo primero con una ráfaga corta seguida por otra más larga. En menos de un segundo y medio, la Madsen escupe 17 balas, ninguna de ellas falla el objetivo, todas han alcanzado el cuerpo de las dos policías que mueren al instante. Veo con impresionante rapidez que el color de su cara se vuelve amarillo pálido, el color de la muerte. Esta vez, no le di una tercera oportunidad al cuerpo de la Policía Local de Córdoba.

Rápidamente subo al coche, arrancamos de un tirón, perseguidos por más coches policiales que al ver un coche de los suyos parado en medio de la calzada paran para ver lo que ha pasado. Oigo el escáner “¡están muertas, les han disparado!” algunos de ellos siguen la persecución. Llegados a la altura de la Avenida de los Omeyas, justo al doblar la esquina, los coches particulares de los ciudadanos que circulaban en aquel momento, paran bruscamente. Veo las luces de frenos encenderse, veo un control policial justo a nuestra izquierda, parado al lado de la carretera. Hay otro delante, a unos 100 metros, bloqueando la calle. Son varias furgonetas de la Policía Nacional. De repente llegan un montón de balas que impactan en el parabrisas y en la carrocería del coche, llegan de frente y de lado. Son más de catorce policías que disparan todos a la vez, a descarga de tiros nos sorprende a todos. Trato de abrir fuego a mi izquierda pero el compañero que conduce está en la línea de tiro. No puedo disparar, lo alcanzaría de lleno. Imposibilitada la defensa en al parte izquierda, apunto con la metralleta a la línea de policías que tengo delante. Abro fuego a través del cristal del parabrisas, la ráfaga sale rabiosa, vacío el cargador (nuestro coche está parado, hemos chocado con un coche que tenemos delante). Los componentes de la patrulla de Policía Nacional que tenía en frente, nueve en total, me confiesan días después, cuando estaba atado a una camilla del hospital, que diez centímetros más abajo y la ráfaga les abría volado la cabeza a todos. Las balas no paran de impactar en el coche, serán más de doscientos los impactos que recibimos, (según el abogado de oficio que nos visitó, y que vio el coche en el cual viajábamos, no había un espacio de más de 10 centímetros donde no hubiera un agujero de bala) estamos entre tres fuegos: de lado, por delante y por detrás.

Calló herido de gravedad el compañero que viaja en el asiento de atrás junto al guarda jurado, también alcanzado de gravedad. El conductor recibe ocho impactos en una pierna, yo recibo cuatro impactos, dos en la mano izquierda, uno en la barriga y otro a la altura del corazón, estos dos últimos habrían sido mortales sino llevase puesto el chaleco antibalas. Consigo a pesar de las heridas, abrir la puerta del coche y tirarme al suelo, mientras las balas no paran de silbar peligrosamente a mí alrededor. Ruedo por el suelo…un policía avanza hacia mí disparando…no tengo tiempo de cambiar el cargador vacío de la metralleta, así que saco la pistola, abro fuego a la vez hacia él. Se tira al suelo echándose de lado, sigo disparando con calma y precisión a las furgonetas policiales detrás de las cuales se esconden unos cuantos maderos. Nadie se asoma, uno de ellos, para evitar ser alcanzado, se tira al suelo desde el asiento del conductor, destrozándose la rodilla (según lo que declaró en el juicio, la caída le provocó una baja de 505 días y una cojera permanente). Ahora trato de ayudar a salir del coche al compañero herido que estaba detrás. En la mano derecha sujeto la pistola, la izquierda es inservible… sale mucha sangre… chillo “¡vámonos de aquí rápido!” él me mira “vete tú, estoy paralizado, no puedo moverme” dos balas le han alcanzado detrás del cuello, tiene la sexta y séptima vértebra cervical rota. El chaleco que llevaba puesto no ha resistido, las balas han conseguido atravesarlo, pero sin él, estaría muerto. A los pies del compañero está el guarda jurado agachado en posición fetal, también a él le han herido de gravedad (sufrirá una tetraplegia permanente), su cara y la de mi compañero son del mismo color que pocos instantes antes había visto en la cara de las dos policías muertas.

Veo el saco del dinero, ni siquiera pienso en llevármelo. Un par de balazos pasan muy cerca de mi cabeza… me agacho parapetándome lo más posible “hijos de puta” reemplazo el cargador vacío de mi 9 milímetros, pongo otro y abro fuego en rápida sucesión. Ahora los polis desaparecen de mi vista, escondiéndose detrás de sus coches, solo veo el relámpago de sus disparos, sus armas están puestas por encima del capó del motor, y ellos parapetados detrás. Asustados, disparan sin mirar (uno de ellos dirá en una entrevista de la tele, que no entendía como podía estar yo de pie después de haberme vaciado su cargador de 16 balas). Veo salir al compañero conductor con dificultad. Decido avanzar hacia los policías abriéndome paso, estaba rodeado, disparo a cada cabrón que asoma el morro, ellos se esconden, es lo que busco. Llamo al compi que anda cojeando, le digo de seguir mis pasaos hacia la derecha donde entreveo una vía libre, él me mira triste, lo veo caer de bruces… también para él se acabó.

Un silencio de muerte envuelve la calle. No se oyen más disparos ni ruidos (dicen que a los policías se les había acabado la munición). Consigo abrirme paso hacia la derecha, corro agachado mirando si alguien me sigue, no hay nadie… cruzo un inmueble, salgo por el lado opuesto, veo un taxi monovolumen parado, hay una chica sentada en la parte trasera, está en silla de ruedas. Ordeno al propietario que la baje del coche. Subo al vehículo y espero para arrancar hasta que bajen a la chica con su silla de ruedas. Pongo la primera, por el camino que acababa de hacer vienen dos policías nacionales que siguen mis pasos. Me ven sentado en el taxi, me miran… los miro fríamente. En la mano guardo mi semi-automática, listo para abrir fuego si éstos intentan detenerme. No hacen nada, yo tampoco. Me alejo del lugar a toda velocidad, me pierdo en la ciudad, trato de llegar lo antes posible al piso alquilado, pierdo abundante sangre, estoy empapado. Un taxi me persigue, con la prisa se quedó la puerta trasera abierta y esto llama la atención, la emisora de los taxistas ha dado la alarma. Trato de perderme por las calles de Córdoba, pero el conductor del taxi insiste en la persecución. Me cabreo. Pego una repentina frenada, el taxi me adelanta y para delante de mí. Bajo del mono volumen con la pistola en la mano, le apunto en la cabeza con el gatillo levantado “para de seguirme porque ya maté a dos policías y cargarme a un taxista cabrón como tú no cambiaría nada mi situación… ¿vale? Dame la llave de tu coche y vete a tomar por culo” se queda con la boca abierta, vuelvo al coche y me pierdo definitivamente.

Una vez abandonado el taxi sustraído, me dirijo al piso alquilado, allí intento curarme como puedo las dos heridas de la mano. Ahora con un poco de calma puedo analizar con detalle la gravedad de las heridas, son feas, una bala después de atravesarme la mano rompiendo todos los huesos que encontró a su paso, ahora asoma justo bajo la piel. Yo mismo con un simple corte de cuchilla de afeitar la podría extraer. La otra bala entró y salió mucho mejor…el problema es el hueso de la muñeca roto, tendré que inmovilizarlo con una tablilla y vendarlo. El dolor es intenso, sigo perdiendo mucha sangre, aplico un torniquete justo por encima de las heridas. Consigo con muchas dificultad cambiarme de ropa cuando oigo por el escáner que han localizado el piso franco. Vienen a por mí. Salgo rápidamente del domicilio tratando de esconderme en los bares cercanos. Para que no se note la mano herida chorreando aún sangre, la envuelvo en una bolsa de la basura y la meto en el bolso donde llevaba la metralleta, pero a pesar de esta solución, no consigo pasar desapercibido. Los clientes y los camareros se dan cuenta, y me delatan. Lo sabía porque a cada rato señalaban en mi dirección telefoneando a la policía. Tuve que cambiar de estrategia. Decido esconderme en un inmueble cerca del piso refugio ya caído. Subo por unas escaleras hacia el último piso y me escondo en la terraza. Ahí tumbado esperé una hora. Al escuchar por el escáner que los policías subían a mirar por todas las terrazas colindantes decido bajar…y menudo espectáculo me encuentro, alrededor del inmueble donde estaba escondido había más de doscientos policías… -¿cómo voy a salir de aquí ahora?… maderos que llegan desde arriba y maderos abajo que esperan… estoy atrapado- de repente veo llegar a tres chicas que salen de un inmueble contiguo. No me lo pienso dos veces, aprovechando que llueve y llevan un paraguas abierto en las manos, me meto por debajo cogiendo a una de las chicas por el brazo como si fuera una conocida“ vamos, que está lloviendo, no tengo ganas de mojarme. ¿No os acordáis de mí? Nos conocimos en la universidad” se miran entre ellas preguntándose quien de las tres me conocía, mientras seguimos avanzando hacia el cordón policial puesto delante de la salida del inmueble. Alguien por la ventana, un amigo suyo, les chilla desde lejos que tengan cuidado que andan por allí un montón de policías… nadie le hace caso, es más, se ponen a reír. El alegre grupo avanza, tengo el corazón que parece que me va a estallar. De repente nos vemos rodeados por un montón de maderos. No sé por donde empezar a correr, no lo hago, consigo guardar mi sangre fría hasta que uno de los maderos nos ordena quitarnos del medio porque es peligroso. No hago que me lo repitan dos veces, se lo agradezco al policía y me marcho hacia el lugar donde tenía aparcado otro coche, con el cual abandono la ciudad dirigiéndome hacia Bujalance, un pueblo de la provincia de Córdoba. A la salida de Córdoba topo con un control de la Guardia Civil, no me paran, luego me encuentro con otro cerca de Bujalance. No queriendo aprovecharme otra vez de mi suerte, tomo un camino de campo y me quedo encallado a causa de la lluvia. Tengo que abandonar el vehículo, no consigo sacarlo del barro. Hago auto-stop, un coche para y le pido que me lleve al pueblo cercano porque mi coche está averiado. En el bar del pueblo Siete Puertas tomo algo caliente a la espera del autobús para Sevilla, pero otra vez me delatan y un grupo de guardias civiles me rodea. Herido y sin fuerzas no reacciono y me detienen. Todo se había acabado, mi buena estrella, esta vez, me había abandonado para siempre. No fue mala suerte la nuestra, sino el haber hecho mal las cosas. Yo me considero el único responsable de este desastre.

Se abalanzaron sobre mí lo guardias civiles y dos policías locales del pueblo. Empezaron a pegarme bajo las miradas curiosas de los clientes, me esposaron y me llevaron al cuartel. Me dieron de hostias un buen rato, no puedo decir que me torturaron, no utilizaron los métodos típicos de interrogatorio, las bolsas, colgarte por los brazo, descargas eléctricas, etc. Pero utilizaron la heridas en la mano izquierda para provocarme dolor, al ponerme las esposas me rompieron el segundo hueso del antebrazo, sabían que el más ligero apretón, me producía un intenso dolor y no ahorraron esfuerzos. No se cuanto tiempo pasó…a cada pregunta que me hacían, seguía un silencio como repuesta por mi parte. Al final se cansaron ellos. Les di el nombre de mi carné falso y cuando vi llegar al oficial al mando del cuartel con un fax en la mano, le di mi verdadero nombre. Cuando te pegan, el dolor se nota los primeros minutos, luego ya no sientes nada. En mi caso cuando dirigían su atención a las heridas, el dolor me llegaba directamente al cerebro, a pesar de esta ventaja, visto que no cantaba, decidieron llevarme al hospital de Córdoba.

Al salir del cuartel, la noticia de mi detención se había difundido y todo el pueblo vino a verme. Al salir, escoltado por un grupo de guardias civiles, el populacho me llamó “¡asesino, asesino!” Un viejo intentó golpearme con su paraguas pero falló y le dio a la cabeza de un picoleto que se interpuso entre él y yo para protegerme “¡me cago en la leche!” le dije al viejo. En el hospital los picoletos me ofrecieron cigarrillos y me preguntaron si quería comer algo. Uno de ellos me dijo “¡increíble, estás herido, lleno de golpes y estás tan tranquilo, eres un tío frío y con cojones!, ¡palabra! Has tenido suerte de que te pilláramos nosotros, porque si te pillan los compañeros de las policías muertas, te matan a golpes” yo le contesté “de eso no tengo la menor duda”.

Me quedé en el hospital con un brazo escayolado y el otro atado con una esposa a la cama. A pesar de la imposibilidad de movimiento, a cada cambio de guardia de la Policía Nacional, me revisaban las esposas por si las conseguía abrir…el nivel de paranoia de los policías que me custodiaban era increíble. Igual suerte les tocó a los demás compañeros heridos que estaban en otras habitaciones del departamento de seguridad del hospital de Córdoba. Según los médicos del centro, tuve suerte. Las dos balas me atravesaron la mano izquierda rompiendo unos cuantos huesos y un tendón del dedo meñique, todas las demás articulaciones, estaban intactas, los huesos del antebrazo estaban rotos, pero se habían puesto bien al cabo de unos pocos meses. Peor suerte tuvo el compañero alcanzado en el cuello, tenía la sexta y séptima vértebras cervicales rotas y se temía que pudiera quedarse parapléjico. El tercer compañero, a pesar de las muchas balas que recibió en la pierna, no tuvo huesos rotos. Él también, al igual que todos, debe la vida al chaleco antibalas, un policía le disparó por la espalda cuando estaba tendido en el suelo. Este disparo lo efectuaron contra el compañero que se temía que quedase parapléjico.

Claudio Lavazza

Tomado del libro Autobiografía de un irreductible.

 

 

La irradiación pornográfica del neozapatismo

A la memoria del compañero Joël Fieux, y tantas otras víctimas del porno revolucionario.

 

Lo bello no es ni la envoltura ni el objeto encubierto, sino el objeto en su velo. Desvelado se mostraría infinitamente insignificante.

—Walter Benjamin

 

A finales del siglo pasado la imposición del neoliberalismo a sangre y fuego nos anunciaba el “fin de la historia” y nos auguraba el destino manifiesto de la humanidad con el arribo de una irrefutable cosmogonía fundada en la libertad de empresas y mercados, en la democracia parlamentaria y en la “globalización” capitalista. Sólo nos quedaba esperar —sin mayores sobresaltos— la arrolladora expansión de su definitivo imperio. En medio de esta trama adversa la insurrección de los sinrostro, señalando todo lo que había de podrido al interior de esta nueva panacea, fue un recordatorio necesario desde la recóndita Selva Lacandona que advertía, sin cortapisas y a todo pulmón, que nada había detenido el curso de la historia y que los excluidos continuaban en pie de guerra contra la dominación y lo atestiguaban con contundencia histórica, excediendo con creces el efímero “fin de la historia”.

La irrupción del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) causó gran fascinación entre los filántropos de todos los colores desde los primeros momentos de aquella madrugada inaugural del año 1994. La irradiación pornográfica del neozapatismo pronto provocó una suerte de coacción icónica que comenzó a propagarse por contagio desatando una epidemia viral que inundó las redes telemáticas de hipercomunicación anestésica. El denominado “movimiento anarquista” no quedó exento de su alcance, entregándose en cuerpo y alma a cultivar admiración y solidaridad. Ese “movimiento anarquista”, precario e incoloro, aún no se recuperaba por esos eneros de la tamaña embriaguez producida por la estrepitosa implosión de su archienemigo histórico: el “socialismo realmente existente” o capitalismo de Estado. Las precariedades de este “movimiento” imposibilitaron el aprovechamiento de condiciones favorables ante el campo particularmente fértil que dejaba a su paso la hecatombe soviética y la anhelada confirmación de todas las tesis anárquicas ancestrales. La ausencia de color, además, le había impedido apropiarse de la historicidad concreta de la que formaba parte, soslayando la necesaria renovación teórico–práctica y la correspondiente innovación de un modelo de organización y acción consecuente con los tiempos.

El “movimiento anarquista”, carente de paradigma, caía rendido a los brazos del EZLN dejando que los efectos narcóticos de la hipercomunicación anestésica, acompañados de una generosa porción de vaselina, cumplieran su objetivo. Sin embargo, sería injusto no matizar esta afirmación y continuar ocultando las honrosas excepciones que alzaron sus voces críticas desde los primeros intentos de penetración. Ése fue el caso de Charles Reeve, Sylvie Deneuve, Marc Geoffroy y de nuestro compañero Massimo Passamani, entre otros. De tal suerte, de paso por Montpellier a mediados de 1995, llegaba a mis manos Au–dela des passes–montagnes. Para mi sorpresa, ése no sería el único manuscrito crítico que me harían llegar los compañeros europeos.

En Brescia también me entregarían un documento de autoría anónima y, al finalizar mi charla en el Politécnico de Tesalónica, otro. Éste estaba en inglés y me lo otorgarían los propios autores: una joven pareja que no dejó de denunciar los desvaríos nacionalistas del EZLN, la clara intención socialdemócrata de sus discursos y la fuerte alineación jerárquica que caracterizaba su estructura. De regreso en Barcelona, en el acogedor departamento de Diego Camacho (Abel Paz), el veterano luchador anarcosindicalista me cuestionaría de nueva cuenta en torno a los mismos tópicos, haciendo énfasis en el tremendo desatino que estábamos cometiendo al alimentar estos desvaríos leninistas en lugar de renovar nuestro andamiaje teórico–práctico y reconstruir al “movimiento”. Al despedirnos, tras despotricar contra los remanentes del exilio cenetista en México, retomaría el tema neozapatista sentenciando sonriente: «Chaval, te digo lo mismo que le he dicho a Iñaki que se ha convertido en su embajador en Barcelona: lo del tal Marcos es una zarzuela y los zapatistas tienen de anarquistas lo que tienen de católicos mis cojones». Un año y dos meses después pude comprobar la veracidad de su sentencia.

Pero sería deshonesto de mi parte proseguir con este texto sin entonar el mea máxima culpa del confiteor. A estas alturas cabe darnos la licencia de un pequeño paréntesis y hacer pública mi “grande culpa”: Si bien es cierto que a lo largo y ancho de aquella tourné encontré incontables críticas, el motivo de nuestra encomienda era cimentar las bases del “apoyo crítico” al neozapatismo al interior de nuestras tiendas y fundamentar los nexos históricos entre anarquismo y zapatismo. Bastaba con desempolvar a Ricardo Flores Magón y el guión del nuevo culebrón revolucionario estaría listo para escena.

La solidaridad libertaria —cada vez menos crítica— comenzó a fluir por tuberías. Las recaudaciones de fondos eran copiosas y llegaban directamente a las cuentas destinadas a este fin, lo que aunado a las fuertes donaciones de partidos políticos, fundaciones, asociaciones de ayuda humanitaria, ministerios, gobiernos municipales, eurodiputados y una que otra exprimera dama socialdemócrata, sumaban un nutrido botín solidario. Por nuestra parte, y con apoyos exclusivamente libertarios, abríamos las puertas en precarias condiciones del Campamento de Solidaridad Directa “Mártires de Chicago” en pleno corazón de la Selva Lacandona. Considerábamos que con la cooperación directa de compañeros internacionalistas podíamos darle continuidad al proyecto de la Federación Anarquista Revolucionaria Amor y Rabia/Love and Rage Revolutionary Anarchist Federation, que impulsaba una escuelita antiautoritaria (la Escuela Antiautoritaria “Primero de Mayo”, Santa Rosa El Copán, municipio de Las Margaritas) y la Casa de la Mujer “Margarita Ortega” en la misma localidad selvática.

Pronto germinarían las abismales contradicciones. Los lineamientos y objetivos del EZLN y los fundamentos teórico–prácticos de la anarquía no tenían el más mínimo punto de encuentro. Comenzábamos a constatar —aunque no todos lo quisieran ver y mucho menos aceptar— los privilegios de la jerarquía militar y el control autoritario que ejercían sobre la población, expulsando de las comunidades y despojando de sus tierras a quienes consideraban “desafectos” y, decidiendo impunemente el libre tránsito de la población, llegando incluso a impedir el acceso a los centros de salud. Asimismo, el reclutamiento forzado, el uso y abuso constante de la privación de libertad (a régimen de aguachile) y el castigo físico eran hechos cotidianos. Por esas fechas comenzaba a verificarse la inminente corrupción que hoy hace estragos en sus feudos, facilitando el enriquecimiento del sector más cercano a la élite dirigente, controlando el monopolio del transporte, los establecimientos de distribución de víveres y la crianza de ganado vacuno y porcino para su explotación comercial.

También pudimos confirmar la condición y posición de las mujeres en los territorios dominados por el EZLN, más allá de la verborrea discursiva y los escenarios montados para consumo exterior en los Caracoles y las patéticas “escuelitas zapatistas”. Las mujeres no sólo tienen una participación nula en la toma de decisiones sustanciales sino que continúan subordinadas ejerciendo los papeles de género tradicionales, ocupándose de la preparación de alimentos, el lavado de la ropa, el cuidado de los hijos y la crianza de los animales de corral, además de la doble jornada que representa el apoyo a los hombres en las labores agrícolas y la recolección y traslado de la leña. Para las llamadas “insurgentes” la condición y posición es idéntica, aunque varía en dependencia del grado de jerarquía que ostenten en la estructura político militar, gozando solamente del “privilegio” de acceso al aborto a diferencia de las mujeres en las comunidades que persisten sin poder ejercer la libre interrupción del embarazo sometidas a las estrategias de crecimiento poblacional del EZLN o como consecuencia de la imposición de la moralina católica.

Debería ser obvio que en un ambiente tan despótico las críticas son inadmisibles. Para entonces, el subcomediante Marcos barajeaba la propuesta de incursionar en la farsa electorera aprovechando la popularidad obtenida con el alzamiento y el ofrecimiento de la candidatura presidencial por parte del desaparecido Partido Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCRN). Ante los acontecimientos, no dudé en externar mis críticas en derredor de semejante oportunismo —propio del más facultado de los discípulos de Niccolò di Bernardo dei Machiavelli—, lo que inmediatamente resultó en mi inapelable expulsión del territorio controlado por el EZLN.

No faltó la versión jocosa que trataba de añadirle folklore a tales atropellos y corrió la voz de que la expulsión había sido motivada por mis invariables “indisciplinas”, entre las que destacaba la gota que derramó la copa: haberme hecho pasar por el propio subcomediante para gozar de los favores sexuales de una periodista pequebú de esas que llegaban a la selva hambrientas de exclusivas con el micrófono en una mano y el calzón en la otra. Lo cierto es que a la sazón no sólo me habían expulsado del “territorio zapatista” (sic) —comunicado mediante, firmado por el infraescrito— acusándome de actuar “como los demás políticos”, sino que habían encarcelado con cargos de “desacato” y “deserción” a Matt M., miembro de la Federación Anarquista Revolucionaria Amor y Rabia, contando con el silencio cómplice de los “compañeros” de organización.

Dos años más tarde, el 23 de mayo de 1998, fenecía la Federación con casi una década de esfuerzos y un gran bagaje teórico–práctico. Durante el último encuentro continental celebrado en el Hunter College en la ciudad de Nueva York, la organización se disolvería tras tres años de encontronazos irreconciliables entre sus dos principales facciones. Las posturas antípodas se reprochaban mutuamente ser los “saboteadores” del proyecto. Unos eran acusados de “antiorganizacionistas”, los otros de maoístas. El “pluralismo revolucionario”, postulado como bandera de lucha en 1995, se revelaba como una estrategia centralista que comenzaba a surtir efecto a mediano plazo.

Curiosamente, esta estrategia tuvo su origen en San Cristóbal de las Casas durante la prolongada estancia de algunos miembros del Comité Coordinador de Amor y Rabia. Se presentarían primero algunos análisis favorables sobre los desvaríos históricos del pensamiento ácrata (la Makhnovchina, la Plataforma y el anarco–bolchevismo de 1937); después continuarían las tesis sobre la importancia del “poder dual”, el “municipalismo autónomo”, el “federalismo democrático” y, por último, se avalaría la estrategia de “línea de masas” y se aplaudían las bondades del “Poder Popular”. Evidentemente, éste era el final de la Federación.

En México, los satélites de esta suerte de coup d’ État de poca monta, acto seguido de una profunda purga expulsando a toda la disidencia, intentarían darle continuidad al trabajo editorial bajo otro título poco original. Sus impulsores se diluirían en el fallido Frente Zapatista de Liberación Nacional, abandonando para siempre todo proyecto ácrata. Sin embargo, aquella nefasta maniobra blanquista quedó sepultada en la historia reciente del anarquismo continental bajo un alud de vaselina y una tenaz campaña difamatoria que aún persiste en estos días.

Como bien afirmaban las compañeras y los compañeros de la extinta Coordinadora Informal Anarquista: «El subcomediante Marcos conoce muy bien las bondades de la vaselina».1 Este grasoso artilugio soslaya el dolor y facilita la penetración. La ingrávida positividad de la vaselina evita la negatividad del desgarro. Extirpa toda resistencia de lo real y la negatividad de lo otro. Es por ello que el sistema de dominación incrementa el proceso de positividad de la sociedad y subvenciona la producción de vaselina incorporándola a la canasta básica.

Quizás este exceso de positividad, latente en todos los rincones sociales, es lo que ha impedido a muchos compañeros poder expulsar de lo más recóndito de sus entrañas —por muy enérgicamente que pujen— la larga penetración que les invade. La creciente ausencia de negatividad en nuestras tiendas ha producido las más exuberantes desvirtuaciones, alimentando propuestas “estratégicas” y alianzas “tácticas” disparatadas que comienzan a mostrarnos un desbarajuste teórico–práctico de proporciones adversas. Tal vez si estos compañeros seducidos por las doctrinas ajenas se dieran la oportunidad de detener el inútil hiperactivismo que les embarga y abandonaran, aunque fuera momentáneamente, el quéhacerismo, tendrían la ocasión de reflexionar desde una perspectiva más antiautoritaria y dar una respuesta contundente a la brutal penetración de la que están siendo objeto sin percatarse.

Baudrillard señala que

El único fantasma en juego en el porno, si es que hay uno, no es el del sexo, sino el de lo real, y su absorción, absorción en otra cosa distinta de lo real, en lo hiperreal […] La dimensión de lo real es abolida por el efecto de zoom anatómico, la distancia de la mirada deja paso a una representación instantánea y exacerbada: la del sexo en estado puro, despojada no sólo de toda seducción, sino incluso de la virtualidad de su imagen —sexo tan próximo que se confunde con su propia representación: fin del espacio perspectivo, que también es el de lo imaginario y el del fantasma— fin de la escena, fin de la ilusión.2

La falta de distancia y la exposición hiperrealista aniquila toda negatividad y anula cualquier posibilidad de accionar erótico dando paso a la exhibición pornográfica, es decir, a la lógica capitalista donde todo se reduce a mercancía. La destrucción de la transgresión erótica se consuma en el porno cotidiano de la irradiación transparente. Esa irradiación carente de luz —que no alumbra sino penetra— que hace todo transparente. Desprovista de la luminosidad que engendra la tensión negativa, esta ausencia de luz impide la representación de las acciones y la liberación de las pasiones en el teatro del mundo. Sobre el cadáver de la negatividad hoy se erige la transparencia, o sea, la exposición pornográfica.

Esa irradiación transparente ha convertido al Ejército Zapatista de Liberación Nacional en una pornoguerrilla. La guerrilla de la transparencia. Una guerrilla sin color, desprovista de toda singularidad, que se despidió de la insurrección renunciando a toda tensión negativa. En el trascurso de su Larga Marcha hacia la positivización el EZLN ha experimentado una profunda metamorfosis que concluye en la absoluta domesticación que hoy les amolda a un nuevo espacio de confort, apoltronándose en la dimensión del precio. El neozapatismo hoy puede sintetizarse como la “guerrilla” del espectáculo, por eso su apuesta por los medios telemáticos y la reciente incorporación de la farsa electorera a su amplio menú de opciones.

Sin duda, el mayor de los hermanos Marx tenía razón en aquello de la repetición de la historia: primero como tragedia, luego como farsa.3 Hoy la farsa se refleja en múltiples espejos de actos pornográficos de un leninismo posmoderno que se ha venido despojando de todos sus lastres, arrojando por la borda a tiranos y verdugos que presagiaban su inexorable destino trágico. Bajo el maquillaje de la transparencia, la tolerancia, la horizontalidad, la autonomía y el confederalismo democrático se disponen para la nueva película abusando del close up biológico. Algunos cambios imperceptibles acomodan el guión y cambia la locación del rodaje: de la Selva Lacandona se traslada a las montañas del Rojava en el legendario Kurdistán. El cartel que avisa el estreno nos muestra un nuevo protagonista. En los avances se deja ver en un privilegiado primer plano a Abdullah Öcalan posando con una ajustada tanga rojo y negra. Un intrépido zoom al pecho nos muestra a todo detalle una flamante A circulada tatuada con esmero sobre un desvanecido garabato que aparenta haber sido una hoz y un martillo. De nueva cuenta su irradiación pornográfica provoca esa suerte de coacción icónica que se propaga por contagio desatando una nueva epidemia viral que comienza a inundar las redes telemáticas de hipercomunicación anestésica. El “movimiento anarquista”, una vez más, no queda exento de su alcance.

Gustavo Rodríguez

Planeta Tierra, 19 de marzo 2017.

Prólogo a la edición en castellano de Beyond the balaclavas of South East Mexico (Au–dela des passe’montagnes du Sud–Est mexicain), de Charles Reeve, Sylvie Deneuve y Marc Geoffroy. Detrás de la máscara: más allá de los pasamontañas del sureste mexicano, Editorial Pensamiento Ilícito.


Notas

1 Véase El “Otro Circo” y su resplandor cegador —Reflexiones a propósito de la Otra Campaña y su lógica recuperadora (Anexo III de Detrás de la máscara…).

2 Jean Baudrillard, De la seducción, Madrid: Ediciones Cátedra, 2011, pp. 34 ss.

3 Vid Karl Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte, Buenos Aires: Longseller, , 2005, p. 17. La frase puede leerse al comienzo del libro y reza así: “Hegel dice, en alguna parte, que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal se repiten, para decirlo de alguna manera, dos veces. Pero se olvidó de añadir: la primera, como tragedia, y la segunda, como farsa”.