Partido anarquista y plataformismo

El anarquismo es un movimiento -es decir, una multiplicidad de tendencias- cuyo fin general es fundar una sociedad sin explotados ni oprimidos, aboliendo toda forma de gobierno y de propiedad de los medios de producción, eliminando las clases sociales y sus privilegios, las desigualdades raciales, sexuales, económicas, políticas y sociales. Este esbozo descriptivo comprende a la mayoría de las tendencias que se denominan anarquistas: individualistas, organizacionistas, comunistas, colectivistas, plataformistas, anarcosindicalistas, etc. No obstante este carácter movimientista inherente al anarquismo, algunas tendencias tienen una visión no tan inclusiva, sino que apuntan a la conformación de una organización anarquista de tipo partidaria: un partido anarquista.

Estas propuestas toman generalmente como punto de partida a la Plataforma Organizativa que allá por los años ’20 pergeñaran en el exilio Makhno, Archinov y otros destacados militantes anarquistas rusos, que habían logrado salir de la Rusia bolchevique. Este documento proponía la reorganización del anarquismo en Rusia incorporando –sin reconocerlo- elementos de neto corte leninista, con la intención de superar los errores que habían llevado a la derrota anarquista frente a la preponderancia bolchevique durante la Revolución Rusa. Dentro de esta línea plataformista se destacan el Workers Solidarity Movement de Irlanda y la NEFAC norteamericana, siendo algunos de sus referentes más conocidos en América Latina la Alianza de los Comunistas Libertarios de México, la Organización Comunista Libertaria de Chile, la Federación Anarquista Gaucha brasileña y la OSL argentina. Pero también han habido en los ‘60 y ‘70 otras tendencias que sin reconocerse abiertamente plataformistas, han esbozado un sendero paralelo influenciados por la revolución cubana. El principal referente de esta línea ha sido la Federación Anarquista Uruguaya, organización paradigmática y fuente de inspiración de organizaciones anarco-marxistas y anarquistas de estilo partidario, como fue el caso en Argentina de Resistencia Libertaria, así como de varias organizaciones plataformistas.

En la mayoría de estas tendencias y organizaciones existen ciertos presupuestos compartidos, patrones comunes y elementos afines, que permiten englobarlas como una única corriente. Su elemento más destacado es la concepción de que la revolución anarquista debe ser propulsada por organizaciones de tipo partidario. Esta concepción ha sido justificada desde diversos ángulos y con argumentaciones diferentes, no siempre congruentes entre sí. De todos modos, los puntos en común prevalecen por sobre las diferencias, que parecen más bien matices de un mismo color.

Provisoriamente digamos que, entendemos por partido político a un grupo de personas conformando una organización política adscripta a una ideología y con un programa de acción, cuya finalidad es la toma del poder político, es una organización independiente del Estado y tiene como pretensión ser representante de la voluntad general y los intereses de la mayoría. El partido político se nos presenta como un vehículo de transformación social, como un medio  para alcanzar un fin (el gobierno). La concepción del partido anarquista se ajusta a los parámetros generales de los partidos políticos en lo teórico, salvo en lo que respecta a la toma del poder político; el medio de transformación social es la organización partidaria, que establecería la dirección revolucionaria. Frente a esta concepción representativa, directiva, externa y mediadora del plataformismo y el anarco-partidismo, se erige la mayor parte del movimiento anarquista en todas sus otras vertientes. A continuación, examinaremos algunos de los presupuestos básicos y argumentos que estas tendencias utilizan para justificar la necesidad organizarse bajo la forma de partido.

[…]

En el comienzo, La Plataforma.

Se puede afirmar que prácticamente todas las variantes de anarco-leninismo, anarco-bolchevismo y anarco-partidismo tienen su origen en la Plataforma Organizativa de los Comunistas Libertarios que publicaran en 1926 los anarquistas ucranianos y rusos exiliados en París, y que se agrupaban alrededor del periódico bimestral Dielo Truda (La Causa de los Trabajadores). Los dos integrantes más notorios del grupo eran Piotr Archinov y Néstor Makhno, el célebre comandante guerrillero ucraniano.

Si bien el documento fue firmado por el colectivo editorial de Dielo Truda, fue redactado prácticamente en su totalidad por Piotr Archinov, lo cual se desprende de cotejar la redacción del texto de La Plataforma con otros de sus artículos. Igualmente el programa redactado por Archinov reflejaba sinceramente la posición de todo el colectivo  editorial de Dielo Truda, que acostumbraba a firmar también como Grupo de Anarquistas Rusos en el Extranjero. En realidad la publicación del panfleto fue la presentación oficial de una serie de artículos y discusiones previas donde se analizaban las causas de la derrota del movimiento anarquista ruso por los bolcheviques y se criticaba con rudeza la propuesta de conformar organizaciones mixtas y de síntesis, es decir, que agruparan en su interior las tres corrientes principales del pensamiento anarquista, y que había sido patrocinada por Volin, Sebastián Faure y otros anarquistas de renombre. Esta situación llevó a una agria disputa entre Volin, Fleshin y otros anarquistas rusos con Archinov, Makhno y el grupo Dielo Truda, que no estaría exenta de difamaciones e injurias entre sus protagonistas. Las críticas hacia la Plataforma fueron contundentes e involucraron a las figuras más prominentes del anarquismo internacional, baste mencionar a Errico Malatesta, Luigi Fabbri, Camilo Berneri, Sebastián Faure, Max Nettlau, Alexander Berkman y Emma Goldman. Veamos entonces qué era lo que proponía la Plataforma Organizativa que provocó una reacción tan encendida.

Las propuestas de La Plataforma Organizacional

El documento que publicó Dielo Truda comenzaba afirmando que la debilidad del movimiento anarquista internacional se debía a

“un número de causas, de las cuales la más importante, la principal, es la ausencia de principios y prácticas organizativas en el movimiento anarquista. En todos los países, el anarquismo está representado por una serie de organizaciones locales que advocan teorías y prácticas contradictorias, sin tener perspectivas de futuro, ni una constancia en el trabajo militante, y habitualmente desapareciendo , dejando difícilmente la más mínima huella tras de sí. Tomado como un todo, tal estado del anarquismo revolucionario sólo puede ser descrito como «desorganización crónica». Como la fiebre amarilla, esta enfermedad de desorganización se introdujo en el organismo del movimiento anarquista y le ha sacudido por docenas de años. (…)

Fue durante la Revolución Rusa de 1917 que la necesidad de una organización general fue sentida más hondamente y más urgentemente. Fue durante esta revolución que el movimiento libertario mostró el más alto grado de seccionalismo y confusión.”

Sostenían que este estado caótico se debía a una falsa interpretación del principio de individualidad, confundiéndolo con el egoísmo, la indiferencia política y la ausencia de responsabilidad. Todas estas afirmaciones si bien tenían su parte de verdad, eran generalizaciones que los autores de La Plataforma exageraban rabiosamente con el fin de reforzar su posición. Por otro lado, para hacer esta clase de generalizaciones se basaban en su propia experiencia del fracaso organizativo del movimiento anarquista ruso. No podría en verdad calificarse como un estado de “desorganización crónica” a la situación del movimiento anarquista en los países con fuerte tradición anarcosindicalista, siendo el caso más notable el de el movimiento español.

No solo los anarquistas individualistas eran blanco de las críticas del grupo Dielo Truda. También rechazaban el modelo organizativo propuesto por Volin y Faure, conocido como organizaciones de síntesis, que habían funcionado durante un tiempo en la revolución rusa como la Confederación Nabat y que también existían en países como Francia. Incluso los anarcosindicalistas fueron el blanco de sus críticas.

“Rechazamos como inepta, práctica y teóricamente, la idea de crear una organización con la receta de la “síntesis”, esto es, con reunir los representantes de diferentes tendencias del anarquismo. Tal organización, habiendo incorporado elementos heterogéneos teórica y prácticamente, sólo sería un ensamblaje mecánico de individualidades cada cual teniendo una diferente concepción de todas las cuestiones respecto al movimiento anarquista, un ensamblaje el cual llevaría inevitablemente a la desintegración en el encuentro con la realidad. El método anarcosindicalista no resuelve el problema de la organización anarquista, ya que no le da prioridad a este problema, interesándose solamente en penetrar y ganar fuerzas en el proletariado industrial.”

Proponían en cambio una unión general de anarquistas en base a posiciones precisas en lo táctico, teórico, organizativo y férreamente disciplinada  bajo el principio de responsabilidad colectiva, en base un programa definido y homogéneo. El objetivo del documento era establecer una plataforma mínima sobre la cual deliberar para dar forma a dicha organización. Los principales puntos que Archinov, Makhno y sus camaradas proponían como ineludibles eran:

1. La noción de lucha de clases como principal de la ideología anarquista. Es en esta afirmación donde la influencia de Archinov –quien había militado en las filas bolcheviques hasta 1906- se manifestaba en todo su peso. Además, se evidenciaban las influencias marxistas que convivían con su pensamiento anarquista, en una suerte de anarco-bolchevismo no declarado.

“En el dominio social toda la historia humana representa una cadena ininterrumpida de luchas de las masas laboriosas por sus derechos, libertad y por una mejor vida. En la historia de la sociedad humana esta lucha de clases ha sido siempre el factor primario que determinó la forma y estructura de estas sociedades. El régimen social y político de todos los Estados es por sobre todo el producto de la lucha de clases. La estructura fundamental de toda sociedad nos muestra el estado que alcanzó y en que se encuentra en la lucha de clases. El más mínimo cambio en el curso de la lucha de clases, en la posición relativa de las fuerzas en la lucha de clases, produce modificaciones continuas en el tejido y estructura social. Tal es el alcance y significado universal, general de la lucha de clases en la vida de las sociedades de clases.”

Esta postura no se diferencia de la famosa afirmación del Manifiesto Comunista de Marx y Engels acerca de que la Historia de la humanidad es la Historia de la lucha de clases entre explotadores y oprimidos. Si bien esta es una verdad indiscutible, no es menos cierto que esa no es toda la verdad, sino que más bien es una versión extremadamente estrecha, determinista y reduccionista de la Historia. Esta actitud favorable a un clasismo restringido mayormente a la clase obrera urbana e industrializada, revelaba una cierta estrechez de miras, restando importancia a la situación campesina en un país con población mayoritariamente rural. No obstante, en La Plataforma las alusiones a la clase trabajadora suelen ser confusas y cambiantes, porque a veces parece referirse a la clase obrera específicamente, mientras que en otros casos lo hace en un sentido más amplio, que incluiría a los campesinos y asalariados en general,  o como referencia genérica a las masas laboriosas.

2. La idea de las masas como portadoras de una capacidad creativa y anárquica natural. El anarquismo sería una actitud inherente a las masas, que los pensadores anarquistas, es decir, Bakunin, Kropotkin y otros, “habiéndola descubierto en las masas, simplemente ayudaron con la fuerza de su pensamiento y su conocimiento a especificarla y divulgarla”. El documento declara expresamente diferenciarse de los bolcheviques quienes “consideran que las masas poseen sólo instintos revolucionarios destructivos, siendo incapaces de la actividad creativa y constructiva- razón principal por la cual estas actividades deben ser concentradas en manos de los hombres que conforman el Estado y el Comité Central del Partido”. Esta tesis de los editores de Dielo Truda será incongruente con otras proposiciones que sustentarán en el mismo documento, y que no los diferencian de la reprochada visión de los bolcheviques.

3. El Comunismo Libertario como la idea troncal del movimiento. El grupo liderado por Archinov consideraba al individualismo anarquista como refractario a la organización, la disciplina y el compromiso, por lo cual sus adherentes ni siquiera eran tenidos en cuenta para la conformación de una Unión General de Anarquistas, mientras que el anarco-sindicalismo era considerado como un medio para llegar a un fin (el comunismo anarquista). Por eso creían –y no sin razones de peso- que era imposible llegar a una síntesis como la que proponía Volin, por ser arbitraria esta división del anarquismo en tres ramas (Dielo Truda Nº 10, marzo de 1926). Esta actitud de los plataformistas sería criticada por los propios anarco-comunistas como Luigi Fabbri, por pretender excluir del movimiento anarquista a todas las otras tendencias que no concordaban con la suya. Otro problema que generaba la adhesión excluyente al comunismo libertario era que fracasaba en su intento de unificar al movimiento, precisamente por no incluir a las otras tendencias, y entonces perdía su principal razón de existir. Recordemos que el documento sostenía que “las fuerzas de todos los militantes anarquistas deben estar orientadas hacia la creación de esta organización”, es decir, la Unión General de Anarquistas.

4. Conformar una Unión General de Anarquistas, fundada en la unidad ideológica, la unidad táctica y la responsabilidad colectiva; e implementar un programa de acción a cumplir. Esta era una de las cuestiones que generó mayores rechazos e impugnaciones. Estos tres puntos tan conflictivos eran definidos escuetamente por los plataformistas, y debieron ser ampliados en posteriores documentos. Los principios fundamentales de la organización de la Unión General de Anarquistas eran:

“1- Unidad Teórica: La teoría representa la fuerza que dirige las actividades de las personas y de las organizaciones a lo largo de un sendero definido hacia un determinado fin. Naturalmente, debe ser común a todas las personas y organizaciones adherentes a la Unión General, tanto en lo general como en sus detalles, deben estar en perfecto acuerdo con los principios teóricos profesados por la Unión.

2- Unidad Táctica o Método de Acción Colectivo: Del mismo modo, los métodos tácticos empleados por miembros separados y por las organizaciones en la Unión deben ser unitarios, esto es, estar en riguroso acuerdo tanto entre sí y con las teorías y tácticas generales de la Unión. Una línea táctica común en el movimiento es de decisiva importancia para la existencia de la organización y para el movimiento todo: remueve los desastrosos efectos de muchas tácticas en oposición unas con otras, concentra todas las fuerzas del movimiento, les da una dirección común llevando al objetivo fijado.

3- Responsabilidad Colectiva: La práctica de actuar bajo la única responsabilidad individual debe ser decisivamente condenada y rechazada en las filas del movimiento anarquista. Las áreas de la vida revolucionaria, social y política, son, por sobre todo, profundamente colectivas por naturaleza. La actividad social revolucionaria en estas áreas no puede estar basada en la responsabilidad personal de los militantes individuales. El órgano ejecutivo del movimiento anarquista general, la Unión Anarquista, tomando una línea firme en contra de la táctica del individualismo irresponsable, introduce en sus filas el principio de la responsabilidad colectiva: La Unión entera será responsable de la actividad política y revolucionaria de cada uno de sus miembros; del mismo modo, cada miembro será responsable de la actividad política y revolucionaria de la Unión como un todo.”

Un cuarto punto sostenía la necesidad del Federalismo, la independencia de los individuos y la descentralización, pero a continuación argumentaba que “con frecuencia el principio federativo se ha deformado en las filas anarquistas: ha sido reiteradamente entendido como el derecho, por sobre todo, a manifestar el «ego» individual, sin la obligación a los deberes de los cuales requiere la organización. Esta falsa interpretación, desorganizó a nuestro movimiento en el pasado. Es tiempo de ponerle fin en forma irreversible y firme. Federación significa el libre acuerdo de los individuos y organizaciones para trabajar colectivamente hacia un objetivo común.” Esta exagerada salvedad que hacían los plataformistas los habilitaba para afirmar que el único federalismo bien entendido era suyo.

5. Instauración de un Comité Ejecutivo; guía ideológica, vanguardismo, dirigismo y toma de decisiones con preponderancia de las mayorías. Aunque en La Plataforma se declara expresamente que no se aspira al poder político ni al gobierno, sino que la principal aspiración del anarquismo debe ser ayudar a las masas a lograr su emancipación para la construcción del socialismo, en seguida se contradice con esta afirmación y con la noción expresada anteriormente acerca de la capacidad natural creativa las masas:

“Pese a que las masas se expresan profundamente en los movimientos sociales en términos de las tendencias y principios libertarios, estas tendencias y principios, permanecen dispersos, descoordinados, y consecuentemente, no llevan a la organización del poder conductor de las ideas libertarias, el cual es necesario para preservar la orientación anarquista y los objetivos de la Revolución Social. Esta fuerza conductora teórica, sólo puede ser expresada por una colectividad especialmente creada por las masas para éste propósito. Los elementos anarquistas organizados constituyen exactamente ésta colectividad.

(…)En todas estas cuestiones, y en muchas otras, las masas demandan una clara y precisa respuesta por parte de los anarquistas. Y desde el momento en que los anarquistas declaran una concepción de la revolución y de la estructura de la sociedad, están obligados a dar a éstas cuestiones una clara respuesta, para relacionar la solución de estos problemas con la concepción general del comunismo libertario, y para abocar todas sus fuerzas para la realización de éste.

Sólo en este sentido la Unión General de Anarquistas y el movimiento anarquista completo aseguran su función como fuerza conductora teórica de la Revolución Social (subrayado nuestro).”

Son estas pretensiones de convertirse en una organización “creada por las masas” que actúe como guía teórica de las masas dispersas y desorganizadas, las cuales “demandan” una “clara y precisa respuesta” de los anarquistas, las que aproximan los planteos plataformistas con los leninistas. Aquí vemos reaparecer la función de la organización partidaria en toda su dimensión, como conductora del instinto revolucionario de las masas y como única línea teórica admisible. Esta idea de conducción y guía que proponían los plataformistas, se manifiesta en el formato organizativo centralizado en un comité ejecutivo de clara vocación jerárquica, en flagrante contradicción con los principios federalistas.

“Cada organización adherida a la unión representa una célula vital del organismo común. Toda célula debe tener su secretario, ejecutando y guiando teóricamente el trabajo político y técnico de la organización.

Con vista a la coordinación de las actividades de todas las organizaciones adherentes a la Unión, será creado un órgano especial: el comité ejecutivo de la Unión. El comité tendrá a su cargo las siguientes funciones: la ejecución de las decisiones tomadas por la Unión que se les haya confiado; la orientación teórica y organizacional de las actividades de los grupos aislados de forma consistente con las posiciones teóricas y con la línea táctica general de la Unión; la mantención de los lazos de trabajo y organizativos entre las organizaciones en la Unión y las otras organizaciones. “

La Unión General de Anarquistas n se diferenciaba mucho de cualquier partido político, salvo la expresa negativa a formar un gobierno, pero sin renunciar a un rol dirigente sobre las masas, sobre los sindicatos y consejos de trabajadores, mediante un comité ejecutivo centralizado.

6. El rol del sindicalismo. Para los plataformistas el sindicalismo era el principal medio de lucha, pero al no tener una teoría revolucionaria propia, era indispensable inclinarlo en una dirección libertaria. El anarcosindicalismo se presentaba a ojos de los plataformistas como incompleto e incapaz de anarquizar al movimiento obrero. La táctica de La Plataforma para los sindicatos no se diferenciaba de la aplicada por los partidos leninistas.

“La tarea de los anarquistas en las filas del movimiento de trabajadores revolucionarios puede sólo ser cumplida en condiciones tales que su trabajo se vea íntimamente ligado y asociado con la actividad de la organización anarquista por fuera del sindicato. En otras palabras, debemos ingresar al movimiento sindical revolucionario como una fuerza organizada, responsable de cumplir su trabajo en el sindicato ante la organización general de los anarquistas, y orientada por ésta última.

Sin restringirnos a la creación de sindicatos anarquistas, debemos buscar ejercer nuestra influencia teórica en todos los sindicatos, en todas sus formas (los IWW, las TU rusas). Sólo podemos alcanzar éste fin trabajando en grupos anarquistas rigurosamente organizados; pero nunca en pequeños grupos empíricos, sin ligazón organizativa ni acuerdo teórico entre ellos (subrayado nuestro).”

Esta propuesta no se diferencia del dirigismo que aplicaron los bolcheviques sobre los soviets, convirtiéndolos en apéndices del Partido Comunista. En otras palabras, los trabajadores no son quienes deciden libremente en condición de tales, sino que la línea es inducida, infiltrada o impuesta desde una organización exterior al gremio o al consejo obrero.

7. La cuestión de la Defensa de la Revolución. Basados en su experiencia durante la revolución rusa y su participación en la guerra revolucionaria en Ucrania, el grupo de Makhno y Archinov proponía la creación de un ejército para la defensa de la revolución contra la inevitable reacción de la burguesía.

“Como en todas las guerras, la guerra civil no puede ser emprendida por los trabajadores con éxito a menos que apliquen los dos principios fundamentales de toda acción militar: unidad en el plan de operaciones y unidad del mando común. El momento más crítico de la Revolución vendrá cuando la burguesía marche en contra de la revolución como fuerza organizada. Este momento crítico obliga a los trabajadores a adoptar éstos principios de la estrategia militar.

De tal modo, en vista de las necesidades impuestas por la estrategia militar, además de la estrategia de la contrarrevolución, las fuerzas armadas de la revolución deben estar inevitablemente basadas en un ejército general revolucionario con un mando común y con un plan de operaciones.”

En teoría, este ejército estaría sometido a la jurisdicción de las organizaciones productivas de obreros y campesinos, lo que no deja de sonar como un formalismo inaplicable. Según advertían los firmantes del documento, la creación de un ejército debería ser tomada no como una cuestión de principio sino más bien de tipo estratégica, a la que los trabajadores se verían “fatalmente forzados” a recurrir en defensa de revolución.

Hasta aquí hemos repasado sucintamente los argumentos básicos que proponía la Plataforma Organizativa de los Comunistas Libertarios. Las respuestas no se hicieron esperar, no solo dentro del círculo de los exiliados rusos sino también entre camaradas de otros países.

Las reacciones contra la Plataforma.

El documento de Dielo Truda provocó una catarata de respuestas críticas, algunas destempladas y otras mesuradas. Entre los anarquistas rusos exiliados el alboroto tomó ribetes escandalosos cuando comenzaron las acusaciones cruzadas entre antiguos camaradas de lucha.

Desde el grupo de Volin se explicitó que la Plataforma era tributaria de la ideología bolchevique y se hacía referencia al pasado de Archinov, que antes de integrarse al anarquismo en 1906 había militado en las filas bolcheviques; según ellos, nunca se había distanciado de las ideas de Lenin. Como contrapartida, Makhno sugirió que Volin se había pasado a los comunistas en 1919, en ocasión de ser tomado prisionero por el Ejército Rojo. Alexander Berkman salió en defensa de Volin acusando a Makhno de poseer un temperamento militarista y que estaba moralmente dominado por Archinov. De éste opinaba que “su carácter es enteramente bolchevique”; “tiene un carácter dominante, arbitrario y tiránico. Todo ello arroja alguna nueva luz también sobre la Plataforma Organizativa” (P. Avrich; Los anarquistas rusos: 247). La Plataforma era vista como una desviación anarco-bolchevique y que pregonaba un anarquismo de corte partidario.

La derrota, el penoso exilio y la certeza de un futuro ominoso carcomían por dentro al grupo de exiliados rusos: las rivalidades personales estallaban entre los viejos revolucionarios; la discordia había ocupado el espacio de la camaradería, dando un penoso golpe de telón al accionar del anarquismo ruso.

La crítica de Volin, Fleshin y otros exiliados rusos.

En abril de 1927 se publicó en ruso y en francés la Respuesta al documento de Dielo Truda, primera intervención en una larga serie de debates acerca del rol de la organización anarquista. La Respuesta se inauguraba con la siguiente frase: “No estamos de acuerdo con las afirmaciones de la Plataforma…” revelando el tenor crítico que tendría el documento de allí en más. Continuaba con un rechazo explícito de las motivaciones sobre las que el grupo Dielo Truda se basaba para fundamentar su propuesta: que la debilidad del movimiento anarquista se debía a la ausencia de principios organizativos. Sin rechazar la necesidad de organizarse, el grupo de Volin consideraba que la Plataforma “sobre enfatizaba la importancia del rol de la organización”, estableciendo una partido centralizado que insertaría una línea política y táctica para el movimiento anarquista.

Además de rechazar la idea de anarquismo de síntesis según estaba explicitada en la Plataforma, el grupo de Volin sostenía que proponer a la idea de lucha de clases como la única válida para el anarquismo, rechazando los principios humanistas e individualistas implicaba constreñir la idea, limitarla a un solo punto de vista.

“El anarquismo es más complejo, sintético y diverso, como lo es la vida misma. Su componente de clase consiste principalmente en la lucha por la liberación; su carácter humanitario constituye su aspecto ético y la base de la sociedad humana; su individualismo, el ser humano como finalidad”.

Con respecto al rol de las masas, la Respuesta sostenía que la tesis de la Plataforma podía resumirse en: las masas deben ser dirigidas. Por el contrario, sostenía Volin y compañía que los anarquistas no debían dirigir a las masas sino actuar desde las masas. La perspectiva plataformista no se diferenciaba de la de los partidos políticos en este punto de vista, porque compartía con ellos presupuestos similares: a) las masas deben ser dirigidas, b) la minoría conciente separada de las masas debe llevar la iniciativa, c) este colectivo debe organizarse en un partido que debe tomar la iniciativa en todas las áreas de la revolución.

“Los anarquistas y las organizaciones específicas (grupos, federaciones, confederaciones) solo pueden ofrecer asistencia ideológica, sin asumir el rol de líderes.” La más leve insinuación de caudillaje, superioridad o liderazgo sobre las masas, conduciría a una aceptación y sometimiento a una dirección separada de las bases.

Otro de los puntos de la Plataforma que rechazaba la Respuesta era la obligatoriedad de la aceptación de ciertas decisiones, cuyo rechazo conllevaba la aplicación de sanciones; esto significaría “el comienzo de la coerción, la violencia y los castigos”. Consecuentemente, el grupo de Volin rechazaba la idea de controlar “en  momentos específicos” la libertad de expresión y de prensa en defensa de la revolución, como proponían los plataformistas. ¿Quienes impondría estos límites, quienes determinarían los momentos específicos cuando llegase el caso, quiénes tendrían esa capacidad de decisión?: la autoridad y el poder se rehabilitarían, aunque se los calificase con otros nombres.

Con respecto a la defensa de la revolución, el grupo de Volin sostenía que en la propuesta de la Plataforma de un ejército dirigido por un comando centralizado se evidenciaba un error técnico y un error político. El error técnico consistía en  creer que un ejército de esas características es idóneo para la defensa de la revolución, por el simple hecho de su centralización. El despliegue de un plan general de acción ideado por un comando centralizado no está a exceptuado de llevar la revolución a la derrota. Un ejército centralizado podría ser tan nefasto e ineficaz como unidades descoordinadas aisladas y desperdigadas. El error político consistiría en que un comando centralizado desalentaría las iniciativas regionales e individuales; además, engendraría un aparato militar aplastante y una tendencia a considerar al centro de mando especializado como infalible. Como consecuencia, el ejército centralizado tendría muchas probabilidades de dejar de ser “revolucionario”, para convertirse en una herramienta de la reacción, tal cual había ocurrido con el Ejército Rojo. Si las masas pierden la iniciativa  de su accionar, nada puede reemplazarlas. Ningún ejército, aparato o Cheka –como es la concepción bolchevique- salvarán a la revolución de los complots de la burguesía, si el pueblo en armas autoorganizado fracasa.

Finalmente las críticas se enfocaron sobre las formas y el rol que debía asumir la organización anarquista. La Plataforma proponía acabar con las contradicciones teórico-prácticas, con la incoherencia ideológica y la dispersión organizativa que percibía en el movimiento anarquista abrazando la unidad teórica y la unidad táctica. Esta se lograría acordando aquello que se debía conservar y abandonar de la variedad de ideas anarquistas, reduciendo las “contradicciones teóricas”, para conformar una ideología homogénea y coherente. Así se lograría una organización única que excluiría a aquellos que no acordaran con su programa. Pero el plan plataformista de lograr la unidad ideológica y táctica de los anarquistas fracasaría precisamente porque lejos de lograr la unidad, más bien generaría relaciones hostiles con aquellas organizaciones anarquistas que estén en discrepancia. En lugar de producirse la unidad y el entendimiento, prevalecerían la discordia y el enfrentamiento. Y entonces fracasaría el propósito principal de la Plataforma, que consistía en conformar una organización que agrupara a todos los anarquistas sobre una misma base: continuarían existiendo no una sino varias organizaciones.

Una organización que se pretenda ser tomada seriamente debe prestar atención a definir su rol y sus objetivos con claridad. Según la Plataforma, el rol de la organización específica es el de dirigir a las masas. “Yuxtaponer el término dirigir con el adverbio ideológicamente no cambia sustancialmente la posición de los autores de la Plataforma, porque conciben a la organización como un partido disciplinado. Rechazamos cualquier pensamiento de que los anarquistas deban dirigir a las masas”.

Los autores de la Respuesta señalaban además una contradicción flagrante. Si bien las concepciones de la Plataforma se asemejan a las de cualquier partido político, es decir, la presencia de un comité ejecutivo centralizado que asume la dirección ideológica y táctica, “al mismo tiempo afirma su fe en el principio federativo, lo cual está en absoluta contradicción con las ideas citadas previamente” ya que el federalismo significa autonomía en las bases, los grupos locales y regionales. Mientras se exalta la necesidad del centralismo, la disciplina partidaria, el rol directivo sobre las masas, la unidad teórica y táctica delineada por un comité y la necesidad de un ejército centralizado, se invoca al federalismo para conjurar el fantasma de la centralización. Como señalaron Volin y compañía, los autores de la Plataforma “están apenas a un paso del bolchevismo, un paso que no se atrevieron a dar”.

Otras réplicas a la Plataforma.

El debate sobre el rol y naturaleza de la organización anarquista que propuso la Plataforma involucró a militantes ácratas de renombre, quienes asumieron en su amplia mayoría una posición de reprobación sobre el documento de Dielo Truda. Paralelamente a la Respuesta firmada por Volin, Fleshin, Sobol y otros exiliados rusos, también editaron sus críticas en diversas revistas y periódicos Sebastián Faure y Jean Grave, mientras que  Max Nettlau  publicó El proyecto de constitución de un partido anarquista, el 30 de mayo de 1927.

Los anarquistas italianos debatieron a fondo la Plataforma y redactaron varios artículos, en la gran mayoría impugnando sus presupuestos, como fue el caso de L. Galleani con su artículo El Principio de la organización a la luz del anarquismo, de Malatesta con un escrito en Le Reveil de Ginebra en octubre de 1927 y e intervenciones del grupo Pensiero e Volontá, que integraban personalidades como Luiggi Fabbri, Ugo Fedeli y Camillo Berneri.

El artículo de Fabbri –originalmente publicado en italiano por Il Martello de New York en septiembre de 1927 y reproducido en Buenos Aires por La Protesta– se titulaba Acerca de un Proyecto de Organización Anarquista. Fabbri sostenía que La Plataforma era demasiado ideológica, poco práctica y realista, que además establecía puntos de vista axiomáticos sobre ciertas problemáticas sobre las que difícilmente se podría llegar a conseguir una unidad de criterios. Si bien la necesidad de una organización anarquista estaba completamente justificada, decía Fabbri, “no obstante, desde la introducción se advierte que el espíritu de la Plataforma, contiene efectivamente un exclusivismo excesivo, tendiente a dejar fuera del movimiento anarquista a todas las corrientes que no concuerdan con ella, no solo en cuestiones prácticas sino también ideológicas.” Excluir a otras variedades de pensamiento anarquista como el anarcosindicalismo a favor de “una unidad rigurosa de partido, una unidad ideológica y estratégica”,  sería un grave error, transformando una corriente interna en algo extraño y adverso.

También en referencia a la unidad y variedad dentro del movimiento anarquista, concluía Fabbri que la pretensión de constituir una Unión General de Anarquistas “que representase a la generalidad de los anarquistas, y excluyera de esa generalidad a aquellos que no pertenezcan a ella, en realidad siempre sería una organización particular y nunca general.” Esto equivaldría a confundir a una parte con el todo, a tomar a las razones particulares como la razón excluyente, no viendo ningún movimiento anarquista más allá de la propia organización.

Otro punto desafortunado de la Plataforma consistía en hacer de la lucha de clases la característica principal del anarquismo, “reduciendo a su mínima expresión su significación y objetivo humanitarios.” La lucha de clases es un hecho innegable pero que solo corresponde al método y a la acción revolucionaria del anarquismo, cuyo carácter fundamental consistente en afirmar la libertad social e individual negando toda autoridad impuesta y de todo gobierno. La socialización que proponen los anarquistas será “en beneficio de todos los hombres, de modo que unos dejen de ser los explotadores de otros”.

Tampoco coincide Fabbri con la idea de que las masas posean una capacidad innata anárquica creadora. La condición de clase de las masas no es la que las convierte en revolucionarias, sino que lo son en la medida de su accionar anárquico. De todos modos, aclara, sobre este punto pueden existir diferencias de opinión entre los anarquistas, y sería perfectamente inútil dogmatizarlo en cualquier sentido. Se puede acordar que los anarquistas participan de la lucha de las clases explotadas para acabar con el capitalismo. “sobre eso estamos todos de acuerdo, sin distinción: sobre el resto podemos discutir, pero no haremos de esto el argumento de una verdadera y propia división de partido”.

El punto de la Plataforma que Fabbri considera más desviacionista de la ideología anarquista es la pretensión dirigente de la organización anarquista específica sobre el movimiento obrero, la cual podría llevar a establecer una casta dirigente o -en el peor de los casos- una dictadura anarquista sobre el proletariado, una verdadera contradicción en los términos. Aunque los autores de la Plataforma pretendieran que la función dirigente se restringiría a una guía ideológica, esta situación evolucionaría en una conducción de hecho de una minoría anarquista -una especie de “estado mayor”- sobre las masas. “De otra manera no podría explicarse la diferencia que la Plataforma establece entre organizaciones de masas impregnadas de ideología anarquista y organización anarquista propiamente dicha. Una diferencia que en la práctica no podría ser precisada, ya que no se puede establecer el grado de anarquismo de la primera en comparación con la segunda, ni sancionar la legitimidad de la dirección o superioridad de la segunda sobre la primera.”

También Berneri publicaría un artículo crítico a la posición de Dielo Truda, en el periódico parisino Lotta Umana, en diciembre del mismo año. Su posición queda expresa desde el comienzo: “No estoy en absoluto de acuerdo con la Plataforma”. Al igual que para Fabbri, las masas no son portadoras de una capacidad revolucionaria innata, “en la acción popular insurreccional veo más «efectos» anarquistas que «instintos» anárquicos; no creo que la función de los anarquistas en la revolución deba limitarse a «suprimir los obstáculos» que se oponen a la manifestación de las voluntades de las masas; veo graves peligros y no pocas dificultades en los egoísmos municipales y corporativos.”

A  lo que apunta Berneri es a las complejidades de la vida social y a los particularismos regionales o culturales de naturaleza conservadora que se encuentran en todas las sociedades humanas, y cuyo comportamiento la Plataforma simplifica excesivamente universalizando un supuesto proceder de las masas.

“Si el movimiento anarquista no adquiere el coraje de considerarse aislado espiritualmente, no aprenderá a actuar como iniciador y propulsor. Si no alcanza la inteligencia política que nace de un racional y sereno pesimismo (que de hecho es el sentido de la realidad) y de un atento y claro examen de los problemas, no sabrá multiplicar sus fuerzas encontrando consensos y cooperaciones en las masas.

Es necesario salir del romanticismo. Ver a las masas, diría, en perspectiva. No existe el pueblo homogéneo, sino gentes diversas, categorías. No existe la voluntad revolucionaria de las masas, sino momentos revolucionarios, en los cuales las masas son enormes palancas.

Estar con el pueblo es fácil si se trata de gritar: !Viva! !Abajo! !Adelante! !Viva la Revolución!, o si se trata simplemente de luchar. Pero llega el momento en el que todos preguntan: ?Qué hacemos? Es necesario dar una respuesta. No para hacer de jefe, sino para que la gente no los cree.

«Táctica única» quiere decir uniforme y continua. La Plataforma ha llegado a la «táctica única» por la simplificación del problema de la acción anarquista en el seno de la revolución.”

La posición de Berneri está tan lejos de los tintes demagógicos que se evidencian en la idealización de las masas de la Plataforma, como del leninismo larvado que le atribuye en un ponzoñoso artículo el neo-plataformista José Antonio Gutiérrez, idea que en realidad es una proyección de su propio pensamiento. Tampoco es verosímil su versión sobre la supuesta pésima calidad de la traducción de la Plataforma, volcada por Volin del ruso al francés que dispusieron los camaradas italianos, para desautorizar la interpretación de Berneri, ya que Volin era un idóneo traductor. Además, es ridícula su imputación de “hacer una traducción tan tendenciosa como fuera posible”, además de insultar la inteligencia de quienes pretende defender o justificar.

Hasta en Buenos Aires se sintieron las sacudidas del debate que lanzó Dielo Truda. En el suplemento quincenal de La Protesta se publicó de forma episódica el texto de la Plataforma (cuya autoría se atribuye directamente a Archinov). Mediante notas al pie sobre la narración, el grupo editor manifestaba sus desacuerdos sobre las tesis plataformistas. En el Suplemento número 257 del 15 de febrero de 1927, se relativiza la supuesta situación caótica del movimiento anarquista internacional por no corresponder con la realidad de los hechos, se alerta sobre la exageración del “peligro individualista” del documento, se desmiente el fetichismo organizativo que se le atribuye a Bakunin, se desmiente la afirmación de que el movimiento anarquista haya bregado siempre por una unidad táctica sino más bien todo lo contrario y se previene contra la “pretensión un tanto desmesurada” de la unidad táctica.

 “¿Es que una “dirección” única, una línea general única sería más eficiente que la libre y espontánea conjugación de los esfuerzos diversos de los anarquistas? Creemos que no, y lejos de ello, nuestra opinión es que lo único que debe preocuparnos es el fomento de una mayor actividad, dejando a los individuos mismos plena autonomía.”

En la edición 260 se continuó con la publicación del texto de la Plataforma. Con respecto a la afirmación de que no existe una humanidad única sino que está dividida en dos sectores sociales, el proletariado y la burguesía, enfrascados en una lucha de clases desde el inicio de la historia humana, el grupo editor manifestó su posición.

“Este punto de vista puramente marxista, que tiene por substratum el determinismo económico, ha sido combatido siempre por nosotros (…) Es evidentemente arbitrario querer explicar la historia de esa manera, cuando la realidad no nos ha demostrado nunca esa división de clases. Al contrario, actualmente vemos que grandes masas obreras tienen o suponen tener más intereses con la burguesía que con el resto del proletariado. En el pasado, la separación de burgueses y proletarios ha existido en un grado mucho menor y hasta podría decirse que la parte revolucionaria de la humanidad se expresó más en la burguesía que en las filas de los asalariados. Recién después de la conquista del poder político por la burguesía, en 1789, comenzó el proceso de la distanciación entre burgueses y obreros. Hoy mismo ese proceso, deseable en grado extremo, ciertamente, no se ha terminado, no ha dividido a la humanidad en burgueses y proletarios. Y esa es la gran tragedia de las fuerzas de la revolución.”

También afirmaba el grupo La Protesta observaba que el desarrollo lógico de los pensamientos contenidos en la Plataforma conducirían a una nueva dominación de clase. En el número siguiente, también se expresaban ciertas reticencias hacia la Plataforma, expresadas en la interrogación de si sus autores se proponían en verdad la transformación social o más bien la aniquilación de aquellos que no pertenecieran a la clase proletaria.

Una de las contestaciones más brillantes al grupo Dielo Truda fue la de la militante rusa Maria Isidine (Maria Korn/ Maria Goldsmith). Previamente en 1926 había enviado por carta un cuestionario al grupo editorial –del que también formaba parte- con algunas de las inquietudes y dudas que generaba la lectura de la Plataforma, cuyas respuestas fueron incluidas como Suplemento aclaratorio. Ya en ese cuestionario Maria Isidine se manifestaban los puntos más controvertidos del documento de Archinov: la primacía de las mayorías sobre las minorías; la naturaleza del vínculo federativo entre los integrantes, el cual podía ser moral o coercitivo organizativo; la intervención en el movimiento obrero de carácter entrista y dirigista; la naturaleza del Comité Ejecutivo; las restricciones a la libertad de expresión, la defensa de la revolución y otras cuestiones relativas a la reconstrucción social.

Entre marzo y abril de 1928 se publicó una concienzuda contestación a la Plataforma en el periódico francés Plus Loin, números 36 y 37. Allí planteaba la controversia que generaba la palabra partido en las entrañas del movimiento. Todo dependía del significado que se otorgase ya que

“se puede aplicar simplemente a una comunidad de personas con ideas semejantes, de acuerdo entre sí sobre los objetivos a alcanzar y los medios a ser empleados, incluso sin estar delimitados por lazos formales o aunque no se conozcan entre sí. (…) En su deseo vivo de estrechar los lazos entre los militantes, los autores de la Plataforma proponen poner en marcha un modelo nuevo de partido anarquista a lo largo de las líneas contraídas por otros partidos, con toma de decisiones vinculantes por mayoría de votos, un comité central de dirección, etc.”

Para la autora el principio de preeminencia de las mayorías ocasionaría en vez de un fortalecimiento de la las organizaciones, su debilitamiento por luchas intestinas, desviando energías para intentar prevalecer en votaciones de congresos y comités, haciendo la convivencia incómoda para los integrantes de la minoría, incubando el germen de la escisión y el revanchismo.

También consideraba que el error fundamental de la Plataforma consistía en concentrarse en la estructura de la unión de grupos y la conformación de un centro directivo, a fin de salvar al movimiento anarquista, en lugar de enfocarse sobre los grupos en sí. “No es a la federación sino a los grupos que la integran a quienes debemos exigirles tales líneas de acción: el centro de gravedad del movimiento reside allí, y la federación será aquello que sean los grupos que la integran.” El principio de la responsabilidad moral debía primar sobre la responsabilidad colectiva de la organización, o disciplina partidaria, porque sus bases eran voluntarias, libres y por lo tanto, más fuertes. Para María Isidine, la responsabilidad colectiva solo tendría sentido como principio cuando dentro de un grupo se actuase por consenso y acuerdo de todos sus miembros sin excepción, nunca por obediencia orgánica al precepto sancionado por la mayoría.

El fin de la Plataforma

El interés por la Plataforma fue disminuyendo progresivamente a causa de las fuertes críticas que suscitó, y porque casi no logró ninguna adhesión significativa fuera del círculo de exiliados rusos. Los padecimientos del exilio, las enemistades personales, la miseria que debían soportar junto a sus familias desintegraron al movimiento anarquista ruso en el exilio. Mientras algunos como Volin o Makhno permanecieron en Francia resistiendo hambre y achaques, otros como Gorelik y Maximov optaron por emigrar de Francia, tomando como destino tierras americanas luego de peregrinar por Europa. Finalmente, un pequeño grupo decidió retornar a Rusia, entre los que se encontraba Archinov, a quien aguardaba un desenlace orwelliano.

Aún más que la decepción que le causó el rechazo de la Plataforma por el conjunto del movimiento anarquista internacional, a Archinov le desesperaba la depresión nostálgica fruto del exilio en que había caído su amada compañera. Habiendo sido expulsado de Francia, estableció contacto con el líder comunista Ordzhonidze -un ex compañero de detención- que le prometió ayudarlo a volver si se retractaba de todas sus críticas al bolchevismo y rompía definitivamente con el anarquismo. Hasta el propio Volin le pidió que no retornase a Rusia, porque nunca le perdonarían su pasado anarquista. El publicó en París dos panfletos contra el anarquismo: El Anarquismo y la dictadura del proletariado (1931) y El anarquismo en nuestros tiempos (1933); posteriormente publicó en el periódico comunista Izvestia el 30 de junio de 1935 El Fiasco del Anarquismo. Una vez en Rusia, trabajó como corrector de pruebas en Moscú por un tiempo, hasta que en 1937 fue encarcelado bajo la acusación de anarquista y fusilado poco después.

Camillo Berneri y Max Nettlau lo criticaron ferozmente mientras que Alexander Berkman lo trató de traidor y cobarde. Makhno rompió públicamente con Archinov y le tachó de vanaglorioso y con ínfulas de poder, y prácticamente rompió con la posición de la Plataforma cuando expresó que Archinov  “comenzó a verse a sí mismo como líder del anarquismo, para lo cual buscó y encontró los fundamentos teóricos. Era un paso fácil de dar, un paso hacia el bolchevismo.”

La traición de Archinov y su orientación filo-bolchevique, arrastró consigo a la Plataforma Organizativa en su desprestigio. Pero luego de algunas décadas de olvido resurgiría a partir de la década del cincuenta en Francia e Italia, y en los sesenta y setenta en las islas británicas, cuando el movimiento anarquista internacional estaba en franco retroceso.

 […]

El neo-plataformismo desde 1968

A pesar de su fracaso germinal el plataformismo – o quizás más correctamente expresado, el neo-plataformismo– consiguió ganar terreno después del verano libertario de 1968. No es casual que en un contexto de esplendor de la izquierda revolucionaria –cuya expresión característica serán las organizaciones guerrilleras- remisa al papel conciliador de los Partidos Comunistas bajo la órbita soviética, la Plataforma fuera recuperada con el fin de renovar al anarquismo. Pero esta actualización en realidad procuraba poner al anarquismo a tono con las propuestas izquierdistas de moda, en vez de responder a un proceso de maduración ideológica y un análisis de la evolución del capitalismo y el Estado. El plataformismo iba a caer como anillo al dedo a quienes consideraban al anarquismo “atrasado” y alejado de las masas en una torre de cristal. El plataformismo se mimetizaba perfectamente con la izquierda  compartiendo sus consignas y proporcionaba muchas de las respuestas a las cuestiones que preocupaban a jóvenes militantes libertarios que se sentían avasallados por un mundo que giraba a la izquierda: el potencial revolucionario de una organización anarquista era entendida como directamente proporcional a la semejanza con los partidos de izquierda.

En Francia a partir de 1968, luego de los sucesos de mayo, el anarquismo se encuentra totalmente fragmentado como movimiento: la Federación Anarquista, el Mouvement Communiste Libertaire (creado por partidarios de Fontenis, la UGAC y otros grupos plataformistas), la Union fédérale des anarchistes, la Alliance ouvrière anarchiste, la Union des groupes anarchistes communistes, el grupo editor de Noir et Rouge, la CNT, la Union anarcho-syndicaliste, la Organización Revolucionaria Anarquista (ORA) y otros grupos diversos, entre autonomistas, situacionistas, consejistas e individualistas.

La ORA, el MCL y otros plataformistas se integran en una Organización Comunista Libertaria en un congreso en Marsella durante 1971. Luego de idas y vueltas, defecciones y adhesiones reconstituyen una segunda OCL en 1975, pero incorporando elementos autonomistas, y la ORA plataformista se recompone aparte, aunque algunos de sus cuadros se incorporan a la Unión de los Comunistas de Francia, maoísta-estalinista. En esta caótica macedonia de organizaciones libertarias –de la que solo ofrecemos una muestra- también surge la plataformista Union des travailleurs communistes libertaires (UTCL), a la que adhieren Fontenis y Guerin en 1979. Luego de un proceso de intenso debate devienen en Alternative Libertaire en 1991, que conserva bastante del espíritu de sus predecesoras.

Una pléyade de organizaciones pobló el espacio libertario francés de los últimos cuarenta años, siendo una buena parte de ellas de tendencia plataformista, pero incorporando idas de diverso origen, que abarcan desde el marxismo libertario de Guerin y el izquierdismo revolucionario hasta el consejismo y el autonomismo. Paradójicamente, desde 1953 ha sido la Federación Anarquista -que interpreta el pensamiento sintetista de Volin y Faure, opositores a la Plataforma desde su creación- la única organización que logró continuidad como colectivo, lo cual constituye un tácito fracaso del platafomismo, en su pretensión de conformar la Unión General de Anarquistas propuesta por Archinov. Las alardeadas nociones de disciplina partidaria, responsabilidad colectiva, unidad táctica y unidad teórica demostraron su ineficacia en la práctica concreta de los grupos plataformistas franceses.

En Italia surge durante los años 70 la Organizzazione Rivoluzionario Anarchica que luego de fusionarse con otros grupos conformará la Federazione dei Comunisti Anarchici en 1986. A pesar de sus escasos militantes, persiste hasta la actualidad con secciones en Toscana, Lombardia, Friuli, Liguria, Puglia y Emilia.

En Irlanda el plataformismo se ha establecido como la tendencia anarquista de mayor influencia. El Workers Solidarity Movement fue fundado en 1984 por ex-miembros del trotskista Socialist Workers Party y anarquistas de Dublin y Cork. A pesar de ser un grupo reducido en tamaño han demostrado un gran despliegue militante y han tomado participación en campañas contra la aplicación de impuestos, campañas pro-aborto y en conflictos sindicales. Además han tenido participación activa en los movimientos anti-globalización, en campañas antibélicas contra la intervención norteamericana, así como una importante presencia en la Web. Ha sido duramente criticado por su participación en la campaña electoral del candidato Des Derwin en el sindicato SIPTU, por sus acercamientos al republicanismo irlandés y por dirigir su discurso exclusivamente a los sectores católicos de obreros y omitiendo al sector protestante. El WSM se ha convertido el paradigma organizativo del plataformismo internacional.

En España los plataformistas actuaron al interior de CNT en 1978, generando algunos escándalos de proporciones. Liderados por Mikel Orrantía, socavaron las prácticas tradicionales de CNT y lanzaron todo tipo de acusaciones contra muchos de sus militantes más notorios. Según refiere Juan Gómez Casas (Relanzamiento de la CNT,  ediciones CNT, 1984. Págs. 138-140), “Orrantía no desechaba el anarcosindicalismo ni a la CNT. Esta le interesa como campo de experimentación y como fuerza de maniobra. Anunciaba su deseo de permanecer en la CNT siempre que se permitiera libertad de tendencia dentro de la misma y la máxima libertad de expresión. Aquí había aún autonomía obrera y asambleísmo, claro que todavía se trataba de un nivel organizativo inferior. Pero por encima y exteriormente a la CNT aparecía la plataforma archinoviana, es decir, un nivel organizativo más perfecto y el grupo de los revolucionarios seguros, homogéneamente orientados a un fin, destinado a impulsar a las masas y a ordenar los repliegues tácticos en los momentos delicados. Dentro de este grupo, nos decía Orrantía, ya no cabía la libertad de expresión. Los discrepantes de la orientación general deberían entonces abandonar el grupo, porque no podía haber disenso. Se trataba en este caso de la vanguardia dirigente y monolítica.” Luego de abandonar CNT estos utilitarios personajes apoyaron electoralmente primero al PSOE y luego al brazo político de ETA, el partido vasco Herri Batasuna. Hoy en día el plataformismo sigue siendo una tendencia minúscula dentro del movimiento libertario español.

Existen grupos plataformistas en Grecia, Turquía, Brasil, Argentina, Uruguay, Portugal, Sudáfrica, Perú, México, etc. Su relevancia es mínima no solo dentro de sus países sin también como tendencia dentro de los movimientos anarquistas locales. En América del Norte la NEFAC agrupa a los plataformistas de EEUU y Canadá desde 1999.

En Chile la OCL es el principal grupo plataformista; sus posiciones y retórica no se diferencian del resto de la izquierda, además de designarse a sí mismos como un partido. Su principal referente organizativo es el WSM de Irlanda. Su principal antecedente es el Congreso de Unificación Anarco Comunista de noviembre de 1999, autores de un curioso documento que describe sin desparpajo su concepción sectaria de la organización revolucionaria. Establecen 3 categorías: simpatizante, premilitante (aspirantes) y militantes con participación plena. Estos últimos trabajarán en la estructura de la organización, tendrán que estar al día con sus cotizaciones y deberán participar regularmente de sus asambleas generales. Como muestra del espíritu vigilante de la organización, el documento declara que es deber del militante asistir “regularmente a los talleres de formación teórica, avisando al encargado de la Comisión de Educación sus inasistencias, con antelación, de modo que pueda repasar sus lecciones en otra ocasión.” Cada una de estas categorías tendrá los derechos y obligaciones correspondientes, todo debidamente estipulado en un escalafón del militante libertario. Para ser militante los aspirantes deberán estar de acuerdo en un todo con la política de la organización. Según estos estatutos, solo los militantes pueden participar activamente en la generación de políticas por parte de la organización u “ocupar espacios en los órganos de difusión de la Organización”. Es difícil imaginar una implementación más rigurosa de los principios de unidad teórica, unidad táctica y disciplina.

Una vez presentado y aceptado el nuevo militante a la asamblea, se le prodiga una ceremonia de recibimiento, como un rito de pasaje hacia su nuevo estado. Para evitar suspicacias, aquí está trascripción textual del evento:

 “La ceremonia consistirá en la lectura que hará el nuevo compañero, al inicio de la asamblea, de un acta de compromiso que selle su fidelidad ante sus nuevos compañeros y la causa revolucionaria, luego de lo cual se entonarán los himnos “Hijo del Pueblo” y “A las Barricadas”. Una vez efectuado esto, se procederá a hacerle entrega de su cartilla de militante y de su distintivo (pañuelo y/o brazalete) Para la ocasión, todos los compañeros deberán asistir con su distintivo puesto. Posteriormente, todos los compañeros procederán a hacer un saludo personalizado cordialmente al compañero. Está pensada para durar menos de diez minutos.”

Todo esta bufonada podría generar hilaridad si no fuera acompañada de un código de faltas y sanciones, establecidas de antemano que van desde la amonestación verbal a la expulsión (que considerando el funcionamiento de una organización por el estilo, el castigo equivaldría más bien a una recompensa). Para mitigar las sanciones los autores del documento declaran que “es necesario recalcar que no nos mueve el interés puramente punitivo, sino que debemos velar por el correcto funcionamiento, la seguridad y la cohesión interna de la organización. En ese sentido, la sanción tendrá por objetivo impedir un funcionamiento anómalo.” Es decir, una exaltación del control de los individuos, el conformismo y la anulación de la autonomía individual, eliminando toda discrepancia posible.

Los estatutos del CUAC no fueron precisamente trascendentes en la historia del movimiento anarquista chileno, mucho menos internacionalmente. Los hemos incluido en este resumen porque constituyen una buena muestra del autoritarismo al que tienden las organizaciones plataformistas. El CUAC fue una recreación en parodia de la experiencia de la OPB de Fontenis, no tan espectacular aunque no menos funesta.

 Anarquismo partidario y especifismo

Paralelamente a la tendencia neo-plataformista, se desarrolló en América del Sur una tendencia denominada especifismo, que defiende postulados parecidos al plataformismo, aunque desde una fundamentación diferente y desde una genealogía diferente. Postula que los anarquistas deben agruparse en organizaciones de carácter ideológico específicamente anarquista y desde allí trabajar en los movimientos sociales. También se hace hincapié en la unidad teórica, la unidad táctica y el desarrollo de políticas desde la organización específica hacia los movimientos sociales en los que participan sus militantes. A este accionar lo denominan inserción social y –según Felipe Correia, teórico de la Federación Anarquista de Río de Janeiro – “está ligado, solamente, a la idea de retorno organizado de los anarquistas a la lucha de clases y a los movimientos sociales.” Si bien sus impulsores diferencian su práctica de inserción social del “entrismo” de los partidos de izquierda, su praxis termina siendo similar.

El especifismo o “anarquismo organizado”-como prefieren denominarse con los plataformistas, también un índice de desconsideración hacia otras formas organizativas anarquistas- es crítico al sintetismo de Volin-Faure, y podría considerarse una especie de plataformismo sin Plataforma. No debe confundirse el especifismo –que constituye una tendencia ideológica- con las organizaciones específicas anarquistas, que pueden pertenecer a las más variadas tendencias (insurreccionalismo, individualismo, comunismo, primitivismo, colectivismo, etc.) El sintetismo promueve organizaciones de carácter abiertamente anarquista, es decir, agrupaciones específicas, lo cual es muy diferente al especifismo. Esta forma organizativa sintetista acompañó siempre a las organizaciones no específicas, o sea, al movimiento anarcosindicalista, siendo la trabazón CNT-FAI la más célebre. Las organizaciones específicas constituyen federaciones locales heterogéneas que priorizan la unidad estratégica –es decir, los fines anarquistas- y la diversidad táctica, y se nuclean en la Internacional de Federaciones Anarquistas (IFA). En cambio, las organizaciones de tendencia especifista se agrupan internacionalmente junto con las organizaciones plataformistas y el sindicalismo “alternativo” pseudo-anarquista en la SIL, la internacional paralela  reformista.

Hecha esta aclaración, el especifismo solo se diferencia del plataformismo por su origen histórico, alcanzando a las mismas conclusiones. Para evitar confusiones utilizaremos un término más adecuado a la práctica y la teoría del especifismo: anarquismo partidario. El paradigma organizativo de esta tendencia anarco partidaria es la Federación Anarquista Uruguaya, fundada en 1956.

La revolución cubana de 1959 significó un impacto inédito en el movimiento anarquista uruguayo, que luego de una profunda discusión interna en el seno de la F.A.U. –que era un acabado ejemplo de sintetismo donde convivían diversas tendencias libertarias- se llega finalmente a una escisión en 1963. La F.A.U. –como bien sostiene Daniel Barret – “inaugura un proceso de búsquedas de final abierto que la llevaría a una pérdida gradual de identidad anarquista en el sentido fuerte e intransigente del término” (El movimiento anarquista uruguayo en los tiempos de cólera). Según este autor, la definición anarquista irá siendo cada vez más relativizada, incorporando contribuciones del marxismo, hasta llegar a hablarse de “Fau sin puntos”, es decir, una denominación que respondía a un “pasado anarquista” pero no a una “sigla anarquista”. Las características de esta mutación anarco-marxista de la FAU podrían resumirse en: una redefinición de la concepción de poder como un motor de cambio social, centralización organizativa, disciplina interna y política de alianzas con la “izquierda revolucionaria”.

Según relata Pablo Anzalone, ex-integrante de la FAU (actual integrante del P.V.P., que integra el Frente Amplio, hoy en el poder), “la organización ya no se definía como ‘anarquista’, se pensaba en la necesidad de una ‘síntesis’ entre marxismo y anarquismo. Se manejaba el pensamiento de exponentes de la corriente estructuralista del marxismo, como Poulantzas y Althusser, y luego de Gramsci. La organización tenía una propuesta teórica consistente en incorporar los elementos del marxismo revolucionario, manteniendo los valores ideológicos libertarios que venían del anarquismo pero con una clara distancia del anarcosindicalismo. Hay Cartas de FAU (una de las publicaciones de la organización en aquel tiempo) que hablan de la importancia del partido y discuten cómo sería el mismo. Era una organización que claramente jerarquizaba la política” (publicado en Brecha, 17 de Noviembre de 2006).

No profundizaremos sobre la historia de la FAU, ya que escapa a nuestros objetivos, aunque señalaremos que tras su reconstitución luego del retorno de la democracia, la FAU retomó gran parte su ideario anarquista, aunque despojado de los “aportes” marxistas. No obstante, es el arquetipo del anarquismo partidario o tendencia especifista que hoy prosiguen organizaciones brasileñas como la Federación Anarquista Gaúcha, la FARJ, la Federación Anarquista Cabocla, junto a otras organizaciones uruguayas y argentinas.

Conclusiones: entre el extravío teórico y el fraude ideológico

Es imposible hacer un análisis objetivo de un pensamiento con el que se está en desacuerdo prácticamente en todo. Sin embargo, hasta ahora hemos tratado de mantenernos dentro de los carriles de la objetividad, reservándonos hasta este último título para dar rienda suelta a la parcialidad de nuestras conclusiones y evaluaciones.

En primer lugar, todas las tendencias plataformistas y anarco-partidarias especifistas declaman una renovación teórica que, cuando no brilla por su ausencia, tan sólo se reduce a la incorporación acrítica de elementos ideológicos del marxismo-leninismo. La pobreza teórica de la Plataforma de Archinov es tal que sus análisis de el contexto político, económico y social de la Rusia de 1921 ni siquiera eran satisfactorios para los estándares de la época. Ningún estudioso con un conocimiento mínimo de la historia rusa o ucraniana tomaría en serio los análisis de Archinov, más deficientes aún que los de los propios bolcheviques.

Esto no sería un problema siquiera a considerar, si los autores de la Plataforma no hubieran dado validez universal a sus teorías. Y precisamente su fundamentación es fruto de “la experiencia en la revolución rusa”, que suponen les ha abierto de par en par las puertas del esclarecimiento teórico-ideológico. La Plataforma de Archinov está basada en una generalización de la interpretación de un acontecimiento histórico particular e irrepetible –la participación anarquista durante la revolución rusa-, residiendo allí gran parte de su anemia y caducidad. Además de ser subjetiva, como toda experiencia, y no dar prerrogativas de ninguna especie a quienes la vivenciaron, los autores de la Plataforma (Archinov, Makhno, Mett) fueron tan partícipes de la “experiencia rusa” como sus detractores (Volin, Fleshin, Berkman). Y no debe pensarse que los neo-plataformistas en la actualidad no repiten semejante sandez; sino que más bien se encargan de pregonarla a los cuatro vientos.

La sobre valoración de la experiencia propia no es en lo único en que los seguidores de la Plataforma van contra el sentido común. Existe una marcada contradicción entre la necesidad de una teoría definida y única, como guía de la acción, y un marcado anti-intelectualismo que suele ser esgrimido para denostar a los críticos de su proyecto. Las críticas a la Plataforma suelen ser calificadas como divagues teóricos, catecismo de intelectuales, ausencia de contacto con la realidad, aunque provengan de militantes comprometidos y teóricos brillantes como Malatesta, Volin o Berneri. Como acierta Bob Black, “el plataformismo es un triunfo de la ideología sobre la experiencia” (en ¿Wooden Shoes or Platform Shoes?).

La pretensión de invulnerabilidad teórica de la Plataforma es por completo inconsistente con su supuesto carácter provisorio. Este carácter transitorio que le dieron sus autores, en verdad nunca fue superado, sino a lo sumo plagiado por sus seguidores. Aquí se evidencia la incapacidad para producir teoría, la ineptitud para pergeñar análisis novedosos, la repetición de clichés y frases vacías de contenido. Ni el plataformismo ni el especifismo partidario no han hecho un solo aporte teórico de valor en los últimos 80 años, aunque nunca dejaron de reclamar al resto de los “desorientados” anarquistas la necesidad de implementar la unidad teórica.

No menos secundario es el rol que juegan las otras dos divisas del neo-plataformismo: la unidad táctica y la aspiración a la unidad organizativa. Si la unidad táctica era criticable en sus primeras formulaciones de 1926, es completamente ridículo perseverarla en un mundo mucho más complejo. No hay ninguna garantía de que la unidad táctica y la unidad organizativa puedan llevar a la victoria de una causa cualquiera. Y a esta verdad de Perogrullo los neo plataformistas la han sustituido por la hipotética obviedad de que la unidad táctica, teórica y organizativa, son el único y principal camino para lograr alcanzar lograr un cambio revolucionario. Si así fuera, los partidos leninistas, trotskistas, maoístas, estalinistas, que responden fielmente al paradigma de la unidad táctica y al unitarismo partidario, tendrían grandes facilidades para lograr sus objetivos, cuando la realidad indica lo contrario. Por el contrario, la pluralidad táctica y la autonomía organizativa siempre han sido el marco propicio para el desarrollo del accionar anarquista, frente a la rigidez organizativa de los partidos políticos (y de los plataformistas).

La supuesta eficacia de los modelos plataformistas y especifistas frente al caos organizativo que le atribuyen al anarquismo nunca se tradujo en los hechos, en ningún contexto histórico ni región geográfica. Y cuando organizaciones de estas corrientes obtuvieron cierta preponderancia dentro del movimiento o en la sociedad, los resultados fueron el talón de Aquiles de sus apologistas. Cuanto mayor es el éxito de la organización plataformista o anarquista partidaria especifista, más lejos se ubican del anarquismo, pareciera ser la función inversamente proporcional que describe su accionar, a tono con “la obsesión aritmética que les caracteriza”, en palabras del compañero cubano Gustavo Rodríguez . Basta recordar las experiencias “exitosas” de la OPB francesa, la FAU uruguaya y Auca en Argentina, teñidas de centralismo organizativo, electoralismo, leninismo, populismo, afinidad izquierdista y colaboracionismo con gobiernos populares, en diversas proporciones y contenidos. Y sin desdeñar la adopción del obsoleto materialismo dialéctico –doctrina oficial del PCUS concebida por Plekhanov, que refunde lo más execrable del pensamiento marxista- como componente superior de su método analítico.

Toda la jerga plataformista/especifista es un índice de su pobreza teórico-analítica: inserción social (desde fuera), disciplina, lucha de clases, responsabilidad colectiva, programa de acción, unidad táctica y teórica, anarquismo organizado, son conceptos que se contraponen a un par antagónico que representa a las otras tendencias anarquistas: desconexión social, falta de compromiso, indisciplina, anarco-liberalismo burgués, irresponsabilidad individual, desorientación táctica, desorganización, ineficacia, dispersión teórica y sectarismo. Esta visión maniqueísta que nunca se ha correspondido con la realidad, es el único sostén de esta corriente de pensamiento, si es que se la puede calificar de tal. Las mismas consignas son repetidas desde la primera redacción de Archinov hasta hoy en día, como verdades inmutables y ubicuas. Toda crítica a sus puntos de vista es condenada como expresión de una actitud no revolucionaria.

El plataformismo se convierte así en aquello que endosa falazmente al resto de los anarquistas: una iglesia dogmática de pretendida validez universal. Como bien señala Daniel Barret, el plataformismo se presenta como “renovador”, pero se justifica sobre un marco doctrinario basado en un escenario histórico que ya no existe:

 “el grueso de los elementos detonantes de su reflexión no se sitúa a nivel de las demandas y exigencias reales de un cierto contexto social concreto y de su correspondiente historicidad sino que se articula básicamente con polémicas internas al movimiento anarquista; fundamentalmente como una impugnación o puesta en tela de juicio de su muy dudosa eficacia política en circunstancias históricas concretas. Ese tema, por supuesto, no es un invento de medianoche ni una circunstancia episódica y, como tal, debe prestársele la atención que se merece. En cambio, lo que no parece acertado es desligar las soluciones al dilema del contexto histórico en el cual éste se inscribe actualmente y, en su lugar, vincularlas a algunos principios abstractos extraídos de la evaluación crítica de una derrota revolucionaria ocurrida en Rusia y en 1921.”

Ninguna expresión plataformista o anarco-partidaria ha tenido una destacada influencia en los movimientos sociales con excepción de la FAU en el sindicalismo uruguayo. ¿Por qué esta contradicción entre la supuesta raíz social del plataformismo, su aparente contenido social, la tan cacareada inserción social y una realidad social que siempre se les muestra esquiva, evidenciada en su magra o nula participación en los movimientos sociales de cualquier tipo, particularmente  dentro del movimiento obrero? La respuesta es que en la práctica los plataformistas no se diferencian en absoluto del resto de los partidos políticos por sus formas de acción, presentación y representación. Compiten en el mismo terreno. La inserción social plataformista no puede ser otra cosa que entrismo cuando quienes actúan dentro de los movimientos sociales autónomos responden a programas concebidos externamente.

“En ese contexto, la unidad táctica no puede ni podrá resolver jamás los variados y arrítmicos problemas que se plantean en la base de los movimientos sociales y deviene necesariamente, en lo que a la organización “específica” respecta, en una práctica regulada desde comités que pasan a constituirse en la administración cotidiana e institucionalizada de los acuerdos generales de trabajo político en el mismo momento en que sus militantes en el seno de esos movimientos tienen o deberían tener una vida de relaciones e intercambios abiertos y signada por una pluralidad, una diversidad y una singularidad intransferibles e innegociables que sólo pueden transcurrir libremente y expandirse en el vértigo caótico y sublime de las asambleas” (Daniel Barret).

¿Cómo conjugar la unidad táctica, la disciplina partidaria y la ejecución de un programa ideado por la organización político-revolucionaria, con los intereses de un colectivo social autónomo y con la autogestión? Si la unidad táctica y la disciplina colectiva no son aplicables fuera del marco de la organización ¿qué sentido tiene hablar entonces en estos términos?

Es aquí donde se evidencia el significado de la afirmación que el comunismo anárquico es una expresión teórica ideada por las masas. Siendo así, la organización anarquista plataformista –no los militantes anarquistas en particular- sería la legítima vanguardia de las masas, al igual que el partido bolchevique, diferenciándose de éstos por la aplicación de la democracia directa y por no propugnar la toma del poder. Pero en ambos casos actúan dentro de la clase trabajadora o el movimiento social como miembros de una organización y respondiendo a sus intereses. Esta ficción solo puede ser sostenida si hacemos aun lado la contradicción entre unas masas con supuestos instintos libertarios y la necesidad de una organización que actúe como dirigente, u orientadora en el mejor de los casos. Así, se erigen en el partido que expresa la voluntad de las masas, de la misma forma inconsulta en que los bolcheviques se refieren a la clase obrera.

Por supuesto, desde la óptica plataformista/especifista la inserción social estaría en la vereda opuesta del entrismo y el dirigismo hacia los movimientos sociales. Pero no se apartan de una concepción “política”, entendida como gestión mediadora y orientadora de las masas. En este aspecto, es donde el plataformismo evoluciona hacia una relación simbiótica con los partidos de la izquierda revolucionaria y con aparatos e instituciones del “poder popular”. Los apoyos críticos a políticas de izquierda y la tarea de construir un poder popular se constituyen en los ejes de aproximación con la izquierda autoritaria, a la que consideran como un aliado táctico.

A pesar de toda su retórica izquierdista, los plataformistas y especifistas han sido siempre poco serios con sus categorizaciones. Así, las masas son tomadas como sujeto revolucionario, mientras se habla de lucha de clases y materialismo dialéctico sin reparar en que una clase social es solo una parte de las masas. Los campesinos, los obreros, la clase media y los pequeño-burgueses según su punto de vista parecerían actuar siempre igual, defendiendo intereses comunes, en cualquier contexto histórico y geográfico. Y más sorprendente aún tratándose de anarquistas, el Estado como institución histórica casi no ha merecido ninguna consideración especial en sus análisis. En este sentido el plataformismo es más rudimentario aún que las expresiones más burdas del bolchevismo.

Hacia el interior de la organización plataformista, se supone que la democracia directa y el federalismo son los mecanismos horizontales por los cuales todos los miembros de la organización arriban al acuerdo político. Las decisiones de obtienen por mayoría, mientras la minoría acepta disciplinadamente la posición predominante o tiene la libertad de escindirse si considera que la posición mayoritaria lesiona sus derechos. El resultado es siempre la unidad táctica e ideológica en ambos casos, aunque se quebrante el principio de unidad organizativa. Es decir, si la minoría acata la voluntad mayoritaria, la unidad táctico-teórica se sostiene mediante la disciplina partidaria; si se escinde, existen dos organizaciones –una conformada por la mayoría y otra por la minoría- con unidad táctico-teórica. Es complicado imaginar cómo una posición minoritaria pueda ir ganando voluntades en una organización anarco-partidaria, si la minoría se ve obligada a obedecer o a escindirse.

Esta imposibilidad de debate interno se vería agravada en caso de instituir un Comité Ejecutivo -como proponía Archinov en el texto original de la Plataforma- que actúe como guía teórica de la organización. El comité guía a la organización, la organización guía a los movimientos sociales y sindicales, que a su vez guían a las masas. Así se construye el Poder Popular, bajo la orientación de la Organización Política Revolucionaria. Por suerte las masas no sienten esta urgencia de construir poder popular que le atribuyen los plataformistas. La exigencia de acordar programas de acción se debe más a una fobia plataformista a la espontaneidad y la incertidumbre, que a una verdadera necesidad de las masas.

[…]

Patrick Rossineri 

Extracto del libro Entre la plataforma y el partido: Las tendencias autoritarias y el anarquimo.

Bash Back! – Insurreccionalismo contra el género

Bash Back! en castellano quiere decir literalmente “¡Devuelve el golpe!”. El nombre del colectivo ya denota el espíritu de defensa y resistencia que querían implantar desde un inicio quienes lo fundaron para la gente oprimida por su no heteronormatividad. Su origen tiene lugar en una ciudad medianamente conocida del Medio Oeste norte de EEUU, Milwaukee, la ciudad más poblada del Estado de Wisconsin. El conservadurismo político de esta zona (sea de derecha o izquierda) va de la mano con una profunda homofobia arraigada en la gente. Las invertidas criadas en Milwaukee sufrieron desde siempre la homofobia cotidiana y la agresión física como forma correctiva para cualquier persona que se delatara públicamente como queer. En EEUU que sea asesinada una persona no heterosexual, especialmente si además es trans, puta y no blanca, no es algo extraño, y en esa zona del país casi forma parte de la cotidianeidad. Pero llegó un momento en que algunas de estas personas comenzaron a tener una práctica política, se organizaron en grupos anarquistas para atajar todas las opresiones cotidianas, y con el deseo de visibilizarse como queers ante las venideras movilizaciones contra las convenciones pre-electorales de los partidos Republicano y Demócrata y la conflictividad social creciente. Para entonces, durante varios años colectivos en otros lugares más politizados de EEUU (New York, San Francisco…) habían llevado a cabo un profundo trabajo de género dentro del anarquismo local, sensibilizando a sus componentes sobre la opresión específica homofóbica, sobre la lucha trans, cárcel y opresión sexual… todo bajo el sesgo que la palabra queer tiene en EEUU, que no sólo alude a la deconstrucción del binarismo de género, sino también a prácticas de acción directa en la lucha que enlazan bastante bien con lo promulgado desde todo el anarquismo. Con décadas detrás de trabajo de la lucha feminista, el Poder Negro y la misma disidencia sexual (EEUU es la cuna de grupos como el Gay Liberation Front, Queer Nation o Lesbian Avenger) y cierta interacción informal entre ellos, el trabajo fue dando sus frutos.

En 2008 miembros de Milwaukee Anarchists se organizan autónomamente visibilizándose como queers y forman Bash Back!. Dos miembros escriben el libelo Towards to Queerest Insurrection (“Hacia la insurrección más queer”), que difunden concienzudamente dentro del anarquismo estadounidense. Comienzan a promover dentro de la disidencia sexual local prácticas de autodefensa: clases de artes marciales, boxeo, roban artículos de lujo y los venden para comprar y regalar bates de baseball, palancas, martillos, protecciones, puños americanos, navajas y crean una red telefónica para avisarse en caso de agresión. Y funciona: dos compas son perseguidos por un grupo de Frat Boys (“chicos de fraternidad”, traducible por “machirulos”) hasta esconderse en el Campus de Milwaukee. Se activa la red de llamadas. En un rato, un grupo de invertidas y degeneradas armadas hasta los dientes se presenta en la zona, le da una paliza tremenda a los machirulos y rescata a sus compañeros.

Como bien ha dicho algún politicucho alguna vez, el anarquismo es un virus que se expande si no se le coloca un cordón sanitario alrededor. Y entre la coyuntura de la crisis y la radicalización de los movimientos sociales estadounidenses, Bash Back! comienza a hacerse oír y expandirse por toda la geografía yanqui. Denver, New York, Seattle, Berkeley, Memphis, Lansing, Minneapolis, Chicago, Philadelphia, Washington, Olympia… son ciudades a las que viajan miembros de Bash Back! Milwaukee o militantes de otros Bash Back! a donde gente de Milwaukee había ido anteriormente. Comienza a crearse una especie de federación informal, con multitud de colectivos llamados igual que se autodenominan anarco-queers y operan en consecuencia dentro de sus especificidades locales, sin una línea común definida, ni asambleas plenarias, ni encuentros predefinidos, ni estatutos.

El Gay Pride (“Orgullo Gay”) de 2008 será largamente recordado en EEUU, mucho más que aquél en 1990 en el que Queer Nation irrumpió con su comunicado “I hate the Straights!” (“¡Odio a los heteros!”). En Milwaukee, simultáneamente se convocó un congreso del Nacional-Socialist Movement estadounidense con un discurso abierta y beligerantemente homofóbico. Un grupo de radicales queers con armamento sobrante, banderas rosinegras, capuchas y tras una pancarta que decía “These faggots kill fascist” (“Estos maricones matan fascistas”) irrumpieron en las inmediaciones del acto fostiando a cualquier nazi que se les acercara, mandando un número considerable al hospital y abandonando la zona solamente con un herido de consideración y camuflándose entre el Pride oficial.

En Chicago y Memphis, Bash Back! se presenta en los actos oficiales realizando acciones de boicot y denuncia del proceso de gentrificación de los barrios “gays”, la incitación perpetua al consumo y las políticas de asimilación promovidas entonces por el Partido Demócrata en el preludio del gabinete Obama (adopción, matrimonio…). Ese mismo verano tienen lugar en Denver y Saint Paul respectivamente las citadas Convenciones del Partido Demócrata y Republicano. En estas convenciones se elige quién va a ser presidente y vicepresidente de cada partido en las próximas elecciones en caso de ganarlas. En Saint Paul BB! realiza un piquete, evitando durante largo rato que los coches republicanos accedan a la convención, hasta que la policía los dispersa violentamente. En Denver, ciudad de mayor tradición política, se realiza una inmensa manifestación anti-Convención con un nutrido Black Bloc (“Bloque Negro”) al final. Dentro del Black Bloc aparece un “trans and queer bloc” que se destaca en la destrucción del mobiliario urbano y en la respectiva confrontación con la policía, ante la mirada estupefacta del hetero anarcobloque ante banderas queers destrozando escaparates y golpeando cascos de antidisturbios.

En noviembre de 2008 Bash Back! es catapultado a la fama gracias a la prensa. Para visibilizar la homofobia montaraz de la Mount Hope Church (Iglesia del Monte de la Esperanza) de Lansing, se realiza una acción que miembros del colectivo calificaban de “light”: durante un acto multitudinario, militantes de Bash Back! se suben a los altos de la iglesia y despliegan una pancarta firmada con el lema “”It’s OK to be gay” (“Es bueno ser gay”) mientras abajo varias personas de mismo sexo social asignado comienzan a comerse la boca a la salida de la iglesia. Las reacciones fueron desde fieles que intentaron agredir a las compas, hasta ultracristianas que se desmayaron allí mismo al ver tales aberrantes actos. Pese a la reciente victoria electoral de Obama, se orquestó una campaña mediática contra Bash Back! en la que se daba cobertura a comentarios de miembros de la iglesia que lo calificaban de ser un grupo satánico, pagano, antiamericano, comunista (¿!) y, por supuesto, comentarios homófobos respectivos que aludían a que la homosexualidad no sólo es una enfermedad, sino también una condena para gente que realiza tales actos. La ultracristiana Alliance Defending Freedom (“Alianza de Defensa de la Libertad”, ya, claro) interpuso una denuncia a las personas filiadas en la acción, requirió que fueran vulneradas sus cuentas del servidor anarquista riseup.net para buscar más responsables y logró que por orden judicial se condenara a las participantes a $ 2750 dólares en total por daños y perjuicios, y a que no pudieran acercarse a una cantidad de metros estipulada a un edificio religioso.

Con lo de Lansing reciente y la Administración Obama legalizando el nuevo lote legal de asimilación gay estadounidense, en septiembre de 2009 se convoca un G-20 en Pittsburgh. Bash Back! se moviliza a nivel estatal para acudir a él. Se preparan multitud de actos: mini-parlamentos callejeros para hablar de alternativas al capitalismo, charlas, acciones directas, el típico paseíllo pacífico… y el Black Bloc, por supuesto. Mientras ciudadanistas apagafuegos se enfrentan a anarcoinsurreccionalistas furibundos vestidxs de negro en las inmediaciones de la reunión, BB! organiza un cabaret travesti en un barrio rico de la ciudad. Al finalizar el cabaret, ante la total ausencia policial, un miembro del colectivo agarra la megafonía y advierte de que el grupo de asistentes va a comenzar a moverse en manifestación. Cuando crucen la tercera manzana, van a destruir todo lo que haya alrededor. Quien no quiera participar, que se marche antes de cruzar la tercera calle. Dicho y hecho: una multitud de maricones, bolleras, travolos, putas, vestidas con alas de ángel, varitas mágicas, pelucas… y martillos, palos y adoquines deja atrás el tercer cruce y comienza a destrozar todos los comercios pijos a ambos lados de la calle, sin intervención policial alguna. Por el camino, se encuentran con unos Frat Boys que, al ver una turba de mariconazos y además disfrazados, se disponen a hacerles frente. Claramente, se llevan la paliza de su vida. Tras varias manzanas arrasadas, la piara se dispersa sin ningún detenido. El Black Bloc no se creía lo que ocurrió, y florecieron los comentarios estupefactos ante tales hechos. De entre el anarcomachirulismo se destacó un reconocido militante anarquista partícipe en la contracumbre, que en un artículo en prensa afín escribió que esos disturbios no pudieron hacerlos queers, porque la gente queer es débil y se dedica a otras cosas que no son disturbios (como oler flores, ir a garitos a ligar…), haciendo suyo el discurso LGTB oficial y toda la homofobia refundada que lo rodea. Ante tamaña gilipollez, Bash Back! salió al paso con un comunicado desternillante en el que aseguraban que la máxima expresión de la palabra queer es precisamente eso, hacer disturbios, quemar contenedores.

Derivadas de los casi 200 arrestos durante el G-20 hubo varias prisiones preventivas para sus partícipes, entre los cuales se hallaba Ariel Attack, trans de Bash Back! Denver, a quien se condenó a 18 meses de prisión y cuantiosas multas bajo la acusación de romper ventanas durante la Convención demócrata. Comenzaron a realizarse acciones de solidaridad, especialmente orientadas a destrozar la fachada de bancos o edificios oficiales y firmar con el nombre del preso. Entonces el Poder judicial comenzó a amenazar con que si seguían las acciones, al estar firmadas con su nombre, se las encausarían al preso (que tiene poderes extrasensoriales y puede destruir bancos desde la celda). Entre este intercambio dialéctico, un certero cóctel molotov reduce a cenizas una sucursal de la Wells Fargo, banca yanqui superprogresista, famosa por jactarse de dar dinero a proyectos ecologistas, feministas institucionales… y, por supuesto, a los grupos LGTB oficiales. Al firmarse la acción en solidaridad con Ariel, Wells Fargo tiene un cortocircuito mental y retira las subvenciones a los grupos LGTB, objetivo intentado durante años y años por los grupos queer radicales con comunicados, performances… y al final un único molotov lo logra de repente. A los cuatro meses aproximadamente de comer prisión, el compañero sale de la cárcel sin explicación judicial alguna, pero se cree claramente que la campaña de solidaridad tuvo algo que ver en ello.

Entre 2010 y 2011 los grupos de Bash Back! formales se van disolviendo, pues consideran que existe ya un espíritu dentro de mucha gente del entorno queer de autodefensa, de venganza, de resistencia autónoma al heteropatriarcado, por lo que los colectivos no sólo ya no sirven, sino que pueden ser contraproducentes. Bash Back! queda como un espíritu de lucha, como un nombre con el que firmar una acción si es realizada contra el poder blanco hetero, al estilo descentralizado del Frente de Liberación Animal. Por esas fechas en Milwaukee una prostituta trans y negra fue asesinada por un blanco y hetero vecino de la localidad. BB! Milwaukee ya no existía, fue el primer grupo en disolverse. Se convocó una concentración frente a la casa de la asesinada en su recuerdo. A continuación y de manera inesperada, personas enmascaradas y sin ninguna relación con BB! Milwaukee incitaron a las concentradas a moverse hasta la casa del asesino. Cuando se aproximaban al inmueble, sacaron antorchas y las encendieron. Al llegar a la casa, rompieron sus ventanas e introdujeron las antorchas dentro. La casa ardió hasta sus cimientos.

En 2011 la situación económica y política de EEUU se agrava, y con ello las reacciones de las personas contra el Estado. La policía extrema sus acciones, asesinando a varias personas por motivos raciales que incitan motines en Oakland y en Seattle. En ésta última, en el Gay Pride de 2011 una manada de invertidas bajo el nombre de Queers Fucking Queers realiza un Pink Bloc (“Bloque Rosa”) por el centro de la ciudad, atacando tiendas de ropa pija binarista y enfrentándose a la policía. Doce coches de la policía de Seattle quedan dañados por la manifestación, que se dispersa sin detenciones.

Se suceden los ataques a miembros del NSM, una iglesia de Mars Hill arde en Portland en recuerdo de varias trans asesinadas, se sabotean bancos, periódicos… En octubre de 2011 irrumpe el Occupy Movement en la costa este, con un tinte de clase media blanca triste porque le han quitado algunos de sus privilegios. En Seattle u Oakland, gracias a la presencia de negros, queers y anarquistas, el Occupy adquiere tintes mucho más radicales. En la acampada de Oakland destaca un grupo queer feminista que trabaja la disidencia sexual dentro del movimiento y organiza un destructor Pink Bloc para la huelga general de Oakland de noviembre de 2012. En Seattle anarco-queers convocan otro Queer fucking queers en junio de 2012 brutalmente reprimido por la policía. En respuesta, cientos de anarco-queers y simpatizantes se concentran delante del poder policial local bien armadas en respuesta a la represión, ante lo cual la policía se encierra herméticamente dentro del edificio muerta de miedo hasta que las manifestantes se marchan. Algunas acciones más están documentadas en el zine “Espacios Peligrosos. Resistencia violenta, autodefensa y lucha insurreccionalista en contra del género”, una reciente publicación del ámbito queer estadounidense, donde, además de enunciarse varias acciones directas recientes, se ponen sobre la mesa nuevos debates sobre género de la zona, como la sustitución de los comúnmente llamados “espacios de seguridad” libres de patriarcado por “espacios de peligrosidad” en los que, entendiendo que personas de condiciones vitales alejadas del varón blanco heterosexual siempre son susceptibles de ser agredidas, hay que estar siempre alerta en cualquier espacio.

En junio de 2011 CeCe McDonald, una prostituta trans negra de Minneapolis , se hallaba en un bar cuando un nazi local comenzó a acosarle verbalmente por sus salidas de la norma blanca hetero. Comenzaron a pelearse, y CeCe le asestó una puñalada mortal en el torso, donde casualmente tenía tatuada una esvástica. Fue arrestada y puesta en libertad bajo fianza a la espera de juicio bajo cargos de homicidio. Según la legislación yanqui, estaríamos ante un caso de defensa propia, lo cual no sería penalizado, pero al tratarse de una puta, trans y negra… A continuación comenzó una campaña de solidaridad por CeCe, en la que se han destacado ataques contra bancos, edificios administrativos, un Starbucks y un molotov contra una oficina principal de la Wells Fargo. Una de las acciones se llevó a cabo en Denver el primero de mayo de 2012, el mismo día en el que una brutal huelga general, la primera a nivel estatal en la historia de EEUU, ponía en evidencia la inmensísima conflictividad social actual en el país hegemónico. Como respuesta represiva a la huelga, cinco personas del entorno anarquista de EEUU fueron llamadas a declarar ante el Gran Jurado, una figura judicial estadounidense especializada en la represión de movimientos políticos (la responsable de la brutal represión al movimiento de liberación animal hace una década) según la cual puedes permanecer hasta 3 años en prisión si te niegas a dar información al Estado sobre las actividades políticas de otras personas. Ninguna habló. Una de las encarceladas pertenecía al entorno anarco-queer local. Actualmente cuatro de ellas se hallan en libertad vigilada tras su paso por la cárcel, y una se encuentra huída y escribiendo comunicados al poder judicial yanqui diciéndole que se joda, que no la encontrarán nunca.

Pese a esta coyuntura represiva actual, muy probablemente el espíritu Bash Back! se halle ahora organizando el venidero Gay Pride a su manera, con acción directa y lucha contra el Estado. Si algo nos enseña esta experiencia, es que la acción directa, la autoorganización, la autodefensa, el apoyo mutuo, la contundencia… son estrategias políticas necesarias para cualquier grupo social sojuzgado por la norma imperante. Y que no son sólo palabras, sino que es posible materializar todo ello y obtener de ahí un movimiento social autónomo y combativo. La realidad yanqui no es igual que la ibérica, alí la opresión social, los privilegios, la antirrepresión… son fenómenos más trabajados fruto de la necesidad imperante, y la gente militante lo asume mucho más. Pero la coyuntura actual en el Estado español comienza a ser no muy diferente a la estadounidense, con los efectos de la “crisis” cada vez más visibles. No dentro de mucho será indispensable para la vida urbana asaltar supermercados para comer, okupar casas, defenderse ante los abusos policiales… todo ello junto a la específica opresión de género y sexo que se añadirá a todo lo demás. Un mundo extremo exige posiciones extremas. Tomémoslas y hagámoslas un hecho.

T. Piras

2013

Sobre los movimientos sociales y su tarea recuperadora

“El acto más pequeño en las circunstancias más limitadas lleva la semilla de la misma ilimitación e imprevisibilidad y un acto, un gesto, una palabra bastan para cambiar cualquier constelación”.

Es con esta certeza que sacamos este artículo. Creemos necesario poner sobre el tapete los mecanismos que el sistema tiene para la recuperación de las luchas que lo cuestionan y de cómo los llamados “movimientos sociales antagonistas” participan de ellos o se ven inmersos inconscientemente en multitud de ocasiones. Se han repetido hasta la saciedad, pero no nos vamos a cansar de nombrarlos y señalar a quienes con sus modos de hacer participan del juego del capital.

Una y otra vez los movimientos sociales utilizan los resortes del sistema para conseguir sus fines afianzando las posiciones del capitalismo y recuperando las luchas al terreno que más le interesa al poder.

Un ejemplo de este hacer es el uso de los mass-media como modo de difusión de la información y como herramienta para la movilización masiva. Éste se revela en esencia contraproducente. Se aceptan, una vez sí y otra también, concesiones para no escandalizar a la opinión pública, concesiones permanentes si lo que se pretende es el beneplácito de la prensa dominante (desaparecen formas de lucha válidas y reivindicaciones radicales, en el sentido de atacar la raíz del problema). Lo que desborda sus límites lo descalifican (terroristas, violentos o radicales en su lenguaje pervertido), perfilando el prototipo de disidencia que les va bien. Con esta “herramienta” se opta por la difusión masiva y espectacular, pero también dogmática, parcial y transitoria (¿alguien cree aún que los media seguirán un conflicto si no hay espectáculo?). Se siguen viendo actitudes de gente que buscan sacar el conflicto en la tele en lugar de plantear las cosas para solucionar el conflicto o la lucha concreta en función de los intereses de clase. Afortunadamente algunos ya se han desengañado.

Ya estamos acostumbrados también a ver el tedioso intento de movilizar a partidos políticos, sindicatos o asociaciones que gozan de un renombre, sea por conocidos que se tiene ahí o de una manera más reglada, con el objetivo de que desde lo institucional se interceda por ejemplo a favor de compañeros que han sido detenidos. Esto en ocasiones tiene éxito, cuanto al objetivo inmediato, y en otras no. Pero, para quien sí tiene un beneficio claro es para el mantenimiento del sistema establecido. Se asumen como interlocutores válidos a esos que luego se critica. Se legitima su poder y se tira por la borda todo el esfuerzo que se hizo por articular una autonomía. Esto, cuando no se entran en negociaciones con esos parásitos para redefinir los objetivos y las condiciones del apoyo. No es raro que intenten descontextualizar la lucha, desvincular a los detenidos de otros momentos represivos y otros métodos rastreros de estos oportunistas.

“Contra el enemigo la reivindicación es eterna”. Por más que se pida la libertad de compañeros en nombre de la injusticia seguirán habiendo más golpes represivos en otro tiempo y en otros espacios. Como afirmaban otros compañeros hace poco*, esto lo único que trae es la separación de los represaliados en inocentes y culpables, esto es la criminalización indirecta de otros compañeros que, sin tener en cuenta la legalidad burguesa (constituida por el propio poder y que muchas veces desde el ámbito “antagonista” se asimila), utilizan todas las herramientas a mano. Y de paso, estas actitudes, afianzan la moral y la legalidad burguesas.

No es que no queramos que los compañeros salgan, pero no a cualquier precio, y el precio, si no los arrancamos nosotros de las garras del Estado (y somos muy conscientes de las dificultades en este momento) y planteamos claramente los términos de la guerra de clases, es la recuperación inevitable de la lucha. En este sentido, el poder no va a poner objeciones a la existencia de dichos movimientos “antagonistas”; sólo cuando estos se dirijan de forma clara hacia la recuperación de nuestras vidas el poder moverá ficha. Con algunos compañeros ya lo está haciendo (compañeros italianos, los 5+1 de Barcelona, etc).

La repetición ciega de los mismos esquemas siempre sin tiempo para la reflexión (¿Qué queremos? ¿Qué medios debemos usar para conseguirlo?) y la verdadera discusión con el objetivo de avanzar y revisar constantemente los objetivos (si no, como pasa muchas veces, parece que no se sepa ni adónde se dirige uno) son obstáculos a superar para los que nos creemos nuestro propio mensaje revolucionario. Los que no confían en la destrucción de este sistema explotador y se dedican a maquillarlo mediante el gestionismo que se atengan a esa responsabilidad que desempeñan. Gestionar el guetto es gestionar la miseria. Son nuestros enemigos y como a tales los trataremos cuando sea necesario. Su aparente ingenuidad no los justifica. Sabemos bien que esto generará divisiones y enfrentamientos (lo siento por los amantes del buenrollismo); porque aquí es donde se define en que lado se está de la barricada. O en uno o en el otro. O por la destrucción de la alienación capitalista o por su defensa.

A pesar de todo esto nos alegramos de vernos proyectados en otros compañeros (con los que deseamos encontrarnos para poder discutir y practicar el camino de la revuelta) que en su intención de destruir este sistema explotador han roto ya con sus defensores. Defensores evidentes y no tan evidentes, más peligrosos si cabe por su escamoteo de la función que cumplen y la facilidad de su recuperación en caso de un proceso revolucionario ulterior. A todos estos, les escupimos a la cara.

Refractarios

Los policías en nuestras cabezas

Algunos pensamientos sobre la anarquía y la moralidad

Durante viajes en los meses recientes, he platicado con algunos anarquistas que conciben a la anarquía como un principio moral. Algunos llegan incluso a referirse a ella como si fuera una deidad a la cual se han entregado, reforzando en mí la sensación de que las personas que deseen experimentar la anarquía tal vez necesiten divorciarse del anarquismo.

Las mas frecuentes de las concepciones morales, respecto a la anarquía, que he escuchado son aquellas basadas en un principio que rechaza el uso de la fuerza para imponer la voluntad propia a los demás. Esta concepción tiene implicaciones que no puedo aceptar. Implica que la dominación es principalmente una cuestión de decisiones morales propias, en vez de involucrar roles y relaciones sociales, que todas las personas estamos en la misma posición de ejercer la dominación, y por tanto necesitamos imponernos autodisciplina para prevenir ejercerla. Si la dominación es un tema de roles y de relaciones sociales, éste principio moral es absolutamente absurdo, siendo tan solo una forma de separar lo políticamente correcto (lo elegido) de lo políticamente incorrecto (lo condenado). Esta definición de la anarquía pone a los rebeldes anárquicos en posición de mayor debilidad dentro de la lucha, de por sí cuesta arriba, contra de la autoridad. Todas la forma de violencia en contra de personas o propiedades, huelgas generales, el robo e inclusive actividades mas ligeras como la desobediencia civil, conlleva utilizar la fuerza para imponer la voluntad propia. Rechazar el uso de la fuerza para imponer la voluntad propia es convertirse totalmente en un ser pasivo, en un esclavo. Esta concepción de la anarquía establece una regla para controlar nuestras vidas, lo cual es un oximorón.

El intento por hacer de la anarquía un principio moral distorsiona su significación real. La anarquía describe una situación particular, una en la cual la autoridad no existe o su poder de control es negado. Este tipo de situación no garantiza nada, ni siquiera la existencia continua de tal situación, pero sí abre la posibilidad, en cada uno de nosotrxs, de comenzar a vivir para nosotrxs mismxs; en términos de nuestros propios deseos y pasiones, en lugar de los términos por roles o por demandas del orden social. La anarquía no es el objetivo de la revolución; es la situación que hace posible el único tipo de revolución que me interesa, el levantamiento de individuos creando vidas para si mismos, destruyendo lo que bloquee su camino. Es una situación libre de cualquier implicación moral, presentándonos a cada uno de nosotrxs el reto amoral de vivir nuestras vidas sin opresiones.

En tanto la situación anárquica es amoral, la idea de una moral anarquista es altamente sospechosa. La moralidad es un sistema de principios que definen lo que constituye el comportamiento correcto o incorrecto. Implica la total enejenación de lxs individuxs a quienes pretende definir, una comunalidad de todas las personas que hace obligatorio aplicar ciertos principios. No pienso ocuparme del concepto de “comunalidad de todas las personas” en este articulo: el punto preciso es que cualquier moralidad está siempre por afuera y por encima del individuo viviente. Ya sea la base de esa moralidad; dios, el patriotismo, la humanidad en común, las necesidades de producción, la ley natural, “La Tierra”, la anarquía, o inclusive “el individuo” como principio, siempre es una idea abstracta que se impone sobre NOSOTRXS. La moralidad es una forma de autoridad que será erosionada durante la situación anárquica, igual que cualquier otra autoridad, tanto como esa situación perdure.

La moralidad y el juicio van de la mano. La critica -inclusive aquella que es dura y cruel- es esencial para afilar nuestro análisis y la practica rebelde, pero el juicio necesita ser necesariamente erradicado. El juicio categoriza a la gente como culpable o no culpable -y la culpa es una de las más fuertes armas de represión. Cuando nos juzgamos y condenamos a nosotros mismos, o a otras, estamos reprimiendo la rebelión -ese es el propósito de la culpa. (Esto no significa que “no deberíamos” odiar, o desear matar a alguien -seria absurdo crear una moralidad “amoral”, pero nuestro odio necesita ser reconocido como una pasión personal y no ser definido en términos morales.) La critica radical sale de las experiencias reales, actividades, pasiones y deseos de individualidades con perspectivas por liberar la rebeldía. El juicio sale de los principios e ideales que están por encima de nosotros; quiere esclavizarnos a esos ideales. Cuando las situaciones anárquicas han aparecido, el juicio a menudo desaparece temporalmente, liberando a la gente de la culpa -como en ciertas revueltas, en donde las personas de todo tipo, saquean juntas con espíritu alegre, a pesar de que toda su vida se les inculcó el respeto a  la propiedad. La moralidad requiere la culpa; la libertad necesita eliminarla.

Un dadaísta dijo una vez: “El ser gobernado por la moral…nos ha impedido ser algo más que sujetos pasivos frente a la policía; ésta es la fuente de nuestra esclavitud.” Ciertamente, la moralidad es el origen de la pasividad.

He escuchado de algunas situaciones que comienzan a escalar y a desarrollarse de forma considerable, yo he experimentado algunas, pero en cada una de esas situaciones, al disiparse la energía la mayoría de las participantes regresan a la vida que tenían antes de las revueltas. Estos eventos muestran que, a pesar de la extensión en la que se impone el control social en nuestra vida despiertos (y gran parte de  cuando dormimos), nosotros podemos salir de esas situaciones. Pero los policías en nuestras cabezas -la moralidad, la culpa y el miedo- tienen que ser enfrentados. Todo sistema moral, sin importar lo que afirme al respecto, nos impone limites para las posibilidades disponibles, limites sobre nuestros deseos; y estos limites no están basados en nuestras capacidades reales, sino en ideas abstractas que nos impiden explorar la extensión total de nuestras capacidades. Por eso en el pasado, cuando se han dado situaciones anárquicas, los policías en la cabeza de las personas -el miedo cimentado, la moralidad y la culpa- han asustado a la gente, manteniéndolos lo suficientemente domesticados para volver a la seguridad de sus jaulas, así la situación anárquica desaparece.

Esto es significativo, debido a que las situaciones anárquicas no aparecen de la nada -estas surgen por gente frustrada con sus vidas. Es posible para cada uno de nosotros, en cualquier momento, crear ese tipo de situación. A menudo eso seria tácticamente ingenuo, pero la posibilidad ahí está. De todas formas, parece que esperamos pacientemente que las situaciones anárquicas caigan del cielo -y cuando estas explotan, no podemos hacer que continúen. Inclusive aquellos de nosotros, que conscientemente rechazamos la moralidad, nos encontramos dudando, deteniéndonos para examinar cada acción, con miedo de la policía hasta cuando no hay al rededor. La moralidad, la culpa y el miedo actúan como policías en nuestras cabezas, destruyendo nuestra espontaneidad, nuestro salvajismo, nuestra habilidad para vivir plenamente.

Los policías en nuestras cabezas continuarán suprimiendo la rebeldía hasta que aprendamos a tomar riesgos. No quiero decir que tengamos que ser estúpidos -la cárcel no es una situación anárquica o liberadora, pero sin riesgo no hay aventura, no hay vida. La actividad motivada por nosotros mismos -actividad que sale de nuestras pasiones y deseos, no de intentos para conformarnos a ciertos principios e ideales, o para encajar en algún grupo (incluyendo “anarquistas”)- es lo que puede crear una situación de anarquía, lo que puede abrir un mundo de posibilidades limitadas sólo por nuestras capacidades. Aprender a expresar nuestras pasiones libremente -una habilidad que se adquiere sólo al ejecutarla -es esencial. Cuando sentimos aversión, ira, alegría, deseo, tristeza, amor, odio, necesitamos expresarlas. No es fácil. Muy a menudo, adquiero un rol social aceptable en situaciones donde quiero expresar algo diferente. Voy a la tienda sintiendo aversión por todo el proceso de relaciones económicas, y de todas formas cortésmente agradezco al empleado por ponerme dentro de ese mismo proceso. Si lo hiciera concientemente, como una forma de encubrir un robo a la tienda; seria divertido, usando mi ingenio para obtener lo que quiero; pero es una respuesta social sedimentada -un policía en mi cabeza.

Estoy mejorando; pero tengo un largo camino por delante. Cada vez más, trato de actuar mis caprichos, mis impulsos espontáneos sin que me importe lo que otros piensen de mi. Esta es una actividad auto motivadora -la actividad que sale de nuestras pasiones y deseos, de nuestras imaginaciones, de nuestra creatividad única. Seguramente, al seguir nuestra subjetividad, viviendo nuestras vidas por nosotrxs mismos, nos puede llevar a cometer errores, pero nunca serán comparables al error de aceptar la existencia zombi que la obediencia a la autoridad, la moralidad, las reglas o los poderes superiores crean. La vida sin riesgos, sin la posibilidad de errores, no es vida para nada. Sólo a través de tomar riesgos, de desafiar toda la autoridad y vivir por nosotros mismos llegaremos a experimentar la existencia plena.
No quiero que mi vida esté constreñida; quiero abrir todas las posibilidades para que pueda crear mi vida para mi mismo, en cada momento. Esto significa romper todos los roles sociales y destruir la moralidad. Cuando un anarquista, o cualquier otro radical, comienza a predicarme sus principios morales; ecología profunda, el comunismo, el militantismo o hasta el requerimiento ideológico del “placer”-escucho un policía o un sacerdote, y no tengo deseos de tratar con policías o sacerdotes, excepto para desafiarlos.

Estoy luchando por crear una situación en la cual pueda vivir libremente, siendo todo lo que deseo ser, en un mundo de individuos libres con los cuales pueda relacionarme en términos de nuestros deseos sin limitantes. Ya tengo suficientes policías en mi cabeza -tantos como los que están en las calles- como para querer también enfrentar los policías de la moralidad “anarquista” o radical. La anarquía y la moralidad están opuestos entre si, y cualquier resistencia efectiva a la autoridad necesitará oponerse a la moralidad y erradicar a los policías en nuestras cabezas.

Feral Faun

Los individualistas que salvaron a Malatesta

He criticado a Malatesta por su actitud, poco cordial, asumida en lo concerniente a la bomba del Diana. De hecho a él lo arrestaron un mes después que a mí, el 17 de Octubre de 1920, por instigar a la revolución.

En Italia estaba por desencadenarse la furibunda reacción fascista, ante la cobarde rendición de los socialistas que no supieron levantar barricadas; ésta reacción, ayudada y subvencionada por la burguesía y su Estado, tuvo la necesidad de quitar de la circulación al único revolucionario con cierta seriedad, supuestamente, en la fosa que es la península itálica. Malatesta, encarcelado hacía varios meses, empezó en San Vittore una huelga de hambre en protesta contra el tribunal liberal que no se decidía nunca a fijar la fecha de su proceso. Pero el tribunal no cedía y Malatesta, después de varios días de ayuno, extenuado por la debilidad, estaba a punto de morir.

Nadie se levantaba en su favor. El proletariado, el eterno cordero cornudo y balante, revestido con cabellera de león por sólo un instante pero que, luego, envilecido por la indecisión y la cobardía de sus jefes y aterrorizado por los garrotes de los fascistas, reculaba como humilde siervo, no se sacudía de la inercia y dejaba al viejo agitador morir de hambre en las mazmorras, después de tanto haberlo homenajeado al momento de su regreso a Italia.

Los socialistas que estaban divididos de los comunistas, no pensaban más que en arremeter contra ellos mismos. Gramsci, en sus columnas de “L’Ordine Nuovo”, lanzaba contra Nenni todos los calificativos tomados del vocabulario de los burdeles, y Nenni (valiente defensor de los comunistas, en la actualidad) contestaba a Gramsci y a los bolcheviques, desde su columna en “L’Avanti!”, valiéndose de los epítetos utilizados en las peleas más feroces. Así entre las acusaciones que se lanzaban recíprocamente, la lucha intestina que los despedazaba y la reacción que los debilitaba, no pensaban, los militantes de ambos partidos, siquiera lejanamente, en mover un dedo en defensa de Malatesta. En realidad no les hubiera desagradado si un negador del Estado desapareciera de la tierra.

Los anarquistas organizadores hacían mucho ruido pero nada en concreto. Gigi Damiani, desde las columnas de “Umanità Nova”, instigaba a la acción declarando que si nadie se movilizaba en defensa del viejo, él rompería su pluma como protesta. Pero nadie se movía, y Damiani no rompía su pluma porque ésta le hacía falta, como a los siervos actuales, para mantener su sueldo de reportero anarquista.

Los únicos que intervinieron en favor de Malatesta fueron los individualistas. Aquellos individualistas contra los que él siempre había luchado y que eran objeto de sus burlas. Actuaron, véase, no sólo para defender a un pobre viejo abandonado por todos, después de una vida entera de lucha revolucionaria, sino porque creyeron que así sacudían la pacífica resignación de las multitudes que toleraban, sin decir palabra, el martirio de quien había sido su Apóstol, y golpeaban la siniestra ferocidad de la clase dominante que quería, con la violencia, mantener imperturbable su poder.

Giuseppe Boldrini, Ettore Aguggini y Giuseppe Mariani hicieron estallar una bomba en el teatro Diana de Milán. Hubo muertos y heridos. La opinión pública se indignó con los anarquistas. Malatesta, a penas conocida la noticia, condenó el atentado y, en signo de protesta, interrumpió la huelga de hambre. Con esa evasiva se salvó. De lo contrario no hubiera podido volver a alimentarse sin que el ridículo lo cubriera, y en consecuencia terminara su fama de héroe que prefiere morir antes que ceder. Siempre condenó el atentado del Diana, y acabó definiéndolo como obra de “desesperados que ni siquiera son anarquistas, porque el anarquista cree en el porvenir”. Él se presentó en la Corte de Assise en Milán, bajo la pelusa del utopista que aborrece el terror, y fue absuelto.

Pero Mariani, Aguggini y Boldrini, que habían actuado en su defensa, sufrieron una condena de ergástula. Además fueron condenados más duramente pues, en la audiencia, se afirmó que su acción fue tan infame que suscitó la reprobación del mismo Malatesta. En la cárcel, Boldrini y Aguggini murieron; y el pobre de Mariani salió después de 25 años, débil en extremo, y fue a caer en las manos de los secuaces de San Errico Malatesta, los cuales lo han obligado a renegar de su gesto.

Las consideraciones no favorables a la actitud de Malatesta, en lo concerniente a los terroristas, yo las exponía con franqueza en las reuniones de exiliados de la “Casa Común” atrayéndome las protestas y la ira de los imbéciles idólatras malatestianos. Me decían estos que San Errico había sido coherente porque siempre condenó la rebelión individual. Yo contestaba con naturalidad, que el caso del Diana le había sido, convenientemente, de mucha utilidad, además que selló su infamia contra los terroristas. Discutíamos ferozmente y, muchas veces, llegamos a los golpes.

Enzo Martucci

Tomado del libro “La Setta Rossa”, 1953.