Destruir apasionadamente

La Bolsa, el Palacio de Justicia y la Cámara de Diputados son edificaciones de las que se ha hablado mucho en los últimos días. Estos tres edificios habían sido especialmente amenazados por tres jóvenes que desafortunadamente fueron detenidos a tiempo.

Nada se puede ocultar a los periodistas. Revelaron la conspiración triple, y sus colegas en la prefectura han aprehendido inmediatamente a los conspiradores.

Una vez más los hombres de la prensa y la policía se han ganado la gratitud de esa parte de la población que todavía no aprecia el encanto pintoresco de palacios en ruinas y la extraña belleza de los edificios derrumbados.

El público no escatima en sus gracias. Los servicios prestados serán reconocidos con dinero contante y sonante. Las virtudes cívicas deben ser alentadas. Fondos secretos bailarán y la fiesta será dirigida por los salvadores de la sociedad.

¡Todo lo mejor! Porque es edificante notar que si hay, entre los adversarios, un pequeño número de explotadores astutos, la gran mayoría de ellos está formada por imbéciles que empujan los límites de la ingenuidad hasta al horizonte.

¿Cómo podrían estos groseros creer que los anarquistas pensaban hacer saltar al Parlamento en ese momento?

¡En fechas en que los diputados están de vacaciones!

Usted tiene que inferir a la baja al pensar que los revolucionarios escogerían ese momento.

Aunque sólo sea por razones de cortesía, esperaríamos el regreso de todos después de la temporada de vacaciones. Sin embargo, la otra mañana, los comerciantes de París, mientras enderezaban sus bienes, se dijeron a sí mismos, con un robusto buen sentido:

“No hay la menor posibilidad de error. Quieren socavar los cimientos de nuestros centenarios monumentos. Nos enfrentamos a una nueva conspiración”

¡Vamos, vamos, vendedores valientes! Ustedes vagan en las llanuras de lo absurdo. Esta conspiración de la que hablan no es nueva. Si la cuestión es derribar los edificios carcomidos de la sociedad que no nos gusta, bueno, esto se ha estado preparando durante mucho tiempo.

Esto es lo que siempre hemos trazado. El templo de la Bolsa – donde los fieles católicos y los judíos fervientes celebran sus reuniones con ritos y cosas del pequeño comercio – debe, de hecho, desaparecer, y pronto. Los manipuladores del dinero serán tocados por las fuertes caricias de las piedras desmoronadas.

Entonces ya no se juega el juego de la Bolsa, los movimientos expertos que llevan a millones de empresas – cuya razón consiste en especular en el trigo y la organización de las hambrunas – no existirán más. Los que trabajan detrás de escena: los corredores, los banqueros – los sacerdotes de oro – dormirán su último sueño bajo las ruinas de su templo.

En esta posición de reposo los financieros serán de nuestro agrado.

En cuanto a los magistrados, es bien sabido que nunca son tan lindos como cuando marchan hacia la muerte.

Es un placer verlos.

La historia está llena de dibujos sorprendentes en honor a los fiscales y jueces que a la gente, de vez en cuando, hacen sufrir. Debemos admitir que estos hombres tenían una agonía decorativa. Lo que sería un espectáculo magnífico: una conmoción en el Palacio de Justicia. Quesnay contraído por la columna a la que se le ha roto las vértebras, tratando de asumir el aspecto de un Beaurepaire herido durante las Cruzadas; Cabot, citando a Balzac con su último aliento, y Anquetil, junto a la ingeniosa Croupi, gritando:

“Nada se pierde… nos ponemos debajo de nuestras posiciones.”

La escena tendría tanta grandeza que de buenas almas que somos nos sentiríamos sinceramente mal por los vencidos. Nosotros ya no queremos recordar la ignominia de las túnicas rojas, teñidas con la sangre de los pobres. Nos olvidamos que el poder judicial era cobarde y cruel.

¡Voten por ellos, voten por mí! Será la gracia inefable.

Y si Atthalin mismo – este especialista en estudios políticos – con su cabeza ligeramente agrietada, pidiera ser llevado a una casa de reposo, galantemente accederíamos al deseo de este hombre enfermo.

En verdad, no es indispensable para sentirse a sí mismo un anarquista, dejarse seducir por las próximas demoliciones. Todos los que la sociedad ha flagelado en lo íntimo de su ser instintivamente quieren venganza.

Un millar de instituciones del viejo mundo están marcadas con un signo fatal. Los adeptos a la conspiración no tienen necesidad de esperar un lejano futuro mejor, conocen un medio seguro para arrancar la alegría de inmediato:

¡Destruir apasionadamente!

L’Endehors, No 65, 31 julio de 1892

Zo d’Axa

A cada uno su nada

Es muy fácil hablar del individuo. A uno le interesa sólo su propia individualidad, otro dice que necesita partir de un plano individual, cierto, pero para llegar a una dimensión colectiva, el otro dice además que el discurso revolucionario es un discurso de comunidad, que el individuo es una abstracción impotente, luego está quien se hace ejecutivo, y por tanto individualista, y por último está quien, no sabiendo qué hacer con su vida, duda, pase lo que pase, él duda. Cuántas discusiones encendidas y sordas sobre el tema. Allí está Stirner y allá Bakunin, aquí el anarquismo social, mientras a su espalda anidan el nihilismo y la rebeldía vacía. Luego Nietzsche y el superhombre, Libero Tancredi y el fascismo. Embellecimiento del vacío, lo llamaría Platón. He fundado mi debate en nada, versión hermenéutica del grito stirneriano. El terreno está demasiado abarrotado para encontrar espacio para el pensamiento, para desarrollar una reflexión que de las etiquetas superficiales pase a lo concreto de la vida, donde de verdad se juega la partida. Ignorar los detalles y abrirse paso con gesto impaciente, ése es el método utilizado. Se descubrirá que hay muy poco que inventar, si no es el uso que hay que hacer de las intuiciones teóricas y prácticas del pasado. Elegir cómo aplicarlas a la vida, cómo combinarlas en nuevas mezclas explosivas. La inteligencia de la experimentación consiste en poner juntos en juego elementos que siempre han estado separados, sacarlos de la cárcel del fragmento para percibir plenamente su potencialidad. Más allá de los debates gastados y de las sistematizaciones académicas, al menos desde hace un siglo y medio la teoría y la práctica de la subversión nos sugieren la importancia decisiva de comprender la existencia individual en su concreción, o sea, en su totalidad. Son las revueltas concretas de los explotados las que han hecho arder las bases sobre las que estaban fundadas las construcciones ideológicas del poder. A mitad del siglo XIX el deseo de poner el mundo patas arriba pone en cuestión la división entre el yo y la realidad circundante. Stirner dice que no existe el único sin propiedad, esto es, que no existe el individuo sin su propio mundo, sin sus propias relaciones; la propiedad es tener sitio para el individuo, y por tanto para su capacidad de comprender y actuar, para sus pasiones y su fuerza. Afirmar la individualidad significa, por eso mismo, cambiar el mundo. Todo esto, añade, no se puede expresar en conceptos, es necesario realizarlo en la vida, porque es la vida de cada uno el único contenido verdadero de una teoría. Contemporáneamente, un recorrido subterráneo que de Hölderlin lleva a Lautreamont hace explotar la exigencia de transformar el arte del ejercicio de la contemplación en algo capaz de cambiar nuestro medio y a nosotros mismos. El medio, con Fourier, deja de ser un espacio neutro y se convierte en el lugar del deseo, realidad inseparable de los estados de ánimo y de las relaciones entre los hombres. Intervenir sobre un medio significa cambiarse profundamente a uno mismo. La separación cristiana y cartesiana entre la interioridad y la exterioridad es eliminada por la pasión por una nueva manera de estar juntos. Con la autoridad se derrumba la mentira de la propiedad privada que hace del individuo una realidad mutilada y raquítica a quien han arrebatado un mundo. Bakunin habla de la revolución de 1848 como “una fiesta sin principio ni fin”, llevando al campo de la acción insurreccional la crítica stirneriana del sacrificio; a los insurrectos de Dresde, el revolucionario ruso les aconseja poner los cuadros de los museos en las barricadas para desalentar el avance de las tropas, entendiendo magníficamente el sentido del rechazo del arte en tanto que esfera separada. Los ataques contra la propiedad, la destrucción de estatuas, la revuelta abierta contra el gobierno y la tentativa de cambiar la estructura de una ciudad como en la comuna de París, representan la acción histórica de esta teoría práctica. Y estamos tan sólo en 1871. De esa fecha nos separa más de un siglo de experiencias teóricas y prácticas en las que la liberación de los individuos se hizo apreciable en su concreción. La crítica de la mercancía y la acción de los anarquistas expropiadores, la idea malatestiana de la necesidad de insurrección y los soviets rusos, dadá y el movimiento consejista en Alemania e Italia, el primer surrealismo y la revolución española, la negación de la burocracia y la Comuna de Budapest, la crítica del urbanismo y la revuelta de Los Angeles, algunas contribuciones de la Internacional Situacionista y el Mayo francés, el rechazo del trabajo y las experiencias más extremas del 77 en Italia. Episodios incompletos en los que a menudo falta la consciencia teórica de su práctica que aspiran todavía a su realización. Pero, como siempre sucede, cuando las ideas no se hacen realidad, se pudren y van a parar al canasto del adversario. Así, toda la filosofía del siglo XX de Husserl, pasando por Heidegger, hasta hoy nos dice que el hombre es su propio mundo, que el sujeto de Descartes no existe, que comprender, interpretar y actuar son la misma cosa; en suma, todo lo que las barricadas nos habían enseñado ya hace tiempo. Pero, y aquí está el precio pagado, junto con el sujeto cartesiano los especialistas del pensamiento separado nos han arrebatado hasta el quién de todo discurso revolucionario, nos han vendido la existencia capitalista como la existencia tout court, han criticado la razón técnica para abandonarnos a un discurso poético purgado de toda peligrosidad. Del mismo modo, los poetas de los últimos setenta años se limitan a describir el exceso de vida con su poesía, la novela vive de sus propios fines y administra la explosión del yo, que Joyce ya había representado. Después de todo, “podemos hacerles pasar por el aro durante cien años más”. Se acumulan estudios sobre el pasado, se presta la máxima atención a los detalles historiográficos, se imitan las nuevas modas culturales, y cada vez se escapa más el sentido subversivo de un conocimiento inseparable del uso que se hace de él. Porque ésta es la clave: saber qué hacer con él. De otro modo, se continuará contraponiendo el individuo a los otros, a hablar de liberación sólo individual (sin darse cuenta de que ese sólo es grande como el universo), a separar los distintos aspectos de la dominación (la explotación del tiempo, el control del espacio, el condicionamiento psicológico, la miseria pasional) y por tanto, de la revuelta (el derrocamiento de la autoridad, la destrucción de la mercancía, la transformación consciente del medio, la afirmación de los deseos). Y entonces se puede ser individualista, anarquista social, comunista, ácrata, libertario o escéptico. A disposición de cada uno de nosotros hay un mundo entero. De definiciones y aburrimiento.

Massimo Passamani

Declaración Alfredo Cospito (Juicio Scripta Manent)

El 16 de Noviembre 2017 comenzó el juicio Scripta Manent en la sala búnker de la cárcel “le Valette”, Turín. El anarquista Alfredo Cospito leyó una larga declaración sin estar presente en la sala, sometido a videoconferencia en la sección Alta Seguridad 2 de la prisión de Ferrara.


Declaración de Alfredo Cospito:

Benevento, 14 de agosto de 1878 – Turín 16 de noviembre de 2017

Juicio a los malhechores

“La unión es sólo uno de tus instrumentos, es la espada con la que aumentas el filo de tu fuerza natural; la unión existe gracias a ti. Sin embargo la sociedad reclama mucho de ti y existe también sin ti; en definitiva, la sociedad es sagrada, la unión es tuya; la sociedad te utiliza, la unión la utilizas tú”

Stirner

“Señores, el tiempo de vida es breve… si vivimos, vivamos para pisotear a los reyes”

Shakespeare, Enrique IV

“Me lamento de cada crimen que en mi vida no cometí, me lamento de cada deseo que en mi vida no satisfice”

Senna Hoy

Quiero ser lo más claro posible, que mis palabras suenen como una admisión de culpabilidad. En la medida en que sea posible pertenecer a un instrumento, a una técnica, con altivez y orgullo reivindico mi pertenencia a la FAI-FRI [1]. Con altivez y orgullo me reconozco en su historia entera. Formo parte de ella con todos sus efectos y mi contribución lleva la firma del “Núcleo Olga”.

Si esta farsa se hubiese limitado a Nicola y a mí hoy habría guardado silencio. Pero han involucrado una parte significativa de todos aquellos que en estos años nos han dado su solidaridad, entre ellos mis afectos más queridos. Llegados a este punto no puedo abstenerme de decir la mía, callando me haría cómplice del infame intento por su parte de golpear a ciegas a una parte importante del movimiento anarquista. Compañeras y compañeros llevados a rastras tras los barrotes y procesados no por lo que han hecho sino por lo que son: anarquistas. Procesados y detenidos no por haber reivindicado, como hice yo, con el acrónimo FAI-FRI, sino por haber participado en asambleas, escrito en publicaciones y blogs o simplemente por haber dado solidaridad a compañeros durante un juicio.

No haré de adalid de estos compañeros/as. En una época en que las ideas no cuentan, ser procesados y detenidos por una idea deja patente la fuerza transgresora que cierta visión de la anarquía continúa teniendo,  también dice mucho de la estructura vacía que es la democracia y las denominadas libertades democráticas. Tienen sus motivos, no lo niego, en el fondo no existen anarquistas buenos, en cada anarquista anida el deseo de arrojarlos de su asiento.

Por mi parte. no hay ninguna intención de hacer pasar la FAI-FRI por una asociación recreativa o el club de jóvenes marmotas. Quien ha hecho uso de este instrumento o, como dirían ustedes, carentes de anarquía, “quien es de la FAI-FRI” lo reivindica con la cabeza alta como mis hermanos y hermanas detenidos en el pasado, como yo mismo en Génova hace unos años y hoy en esta sala. Es nuestra historia la que lo enseña, historia que estamos pagando, jamás mártires, jamás rendidos, con años de cárcel y aislamiento en medio mundo. Quien no forma parte de ésta nuestra historia, arrastrado encadenado ante ustedes, calla por solidaridad, por afecto, por amor, por amistad, sentimientos estos impensables, incomprensibles para ustedes, servidores del Estado. Su “justicia” es imposición del más fuerte sobre el más débil. Les garantizo que en este juicio, entre los imputados, rastreros y oportunistas no hallarán.

El precio de la dignidad es incalculable, sus dones son desesperados y costosos, más allá de todo límite e imaginación, y vale la pena siempre pagar ese precio, yo estoy dispuesto a pagarlo en todo momento. Para ustedes no debería tener ninguna importancia si fui realmente yo quien puso esas bombas. Porque me siento de todas formas cómplice de esos hechos, así como de todas las acciones reivindicadas como FAI-FRI. Aún más porque las acciones de las que me acusán son todas en solidaridad con migrantes y anarquistas presos y las comparto plenamente. Cómo no sentirme cómplice cuando esas explosiones fueron para mí como destellos de luz en la oscuridad.

Por muy estúpido que les pueda parecer, para mí existe un antes y un después de la FAI. Un antes en el que estaba fanática y estúpidamente convencido de que sólo las acciones no reivindicadas tendrían una utilidad, una reproducibilidad, convencido de que la acción destructiva debía hablar necesariamente por sí misma y que todo acrónimo era el estiércol del demonio. Un tiempo después en el que, con el balazo a Adinolfi, puse en cuestión estos dogmas insurreccionalistas alcanzando a concretar estas mis nuevas convicciones en una acción. Poca cosa, diría alguien, y sería cierto si tras ese simple acrónimo no hubiese un método que podría realmente para nosotros, anarquistas de praxis, marcar la diferencia fuera y más allá de represión, represiones y salas de tribunal.

A pesar de lo limitada que haya sido mi contribución, a pesar de que haya llegado tarde, me siento cómplice en todo y para todo de los hermanos y de las hermanas que iniciaron este camino. Quiénes quiera que sean, dónde quiera que estén, espero que no me guarden rencor si hago mías sus acciones, me representan. Poco importa si no les he mirado nunca a los ojos, he leído sus palabras de fuego, las he compartido, apruebo sus acciones y eso me basta, en mí ninguna voluntad de apropiación, más bien una fuerte altiva voluntad de compartir responsabilidad. Jueces, me habría gustado escupirles a la cara (como hice en Génova) mi responsabilidad directa en los hechos que me imputan, pero no puedo apropiarme de méritos y honores que no son los míos, sería forzar demasiado. Deberán y deberé contentarme con la que ustedes, en su lenguaje impregnado de autoritarismo, definirían “responsabilidad política”. No desesperen, con lo buenísimos que son inventando pruebas graníticas a pesar de que sean estrambóticas y resucitando maravillosos ADN inconsistentes por su olvido en causas archivadas en el pasado, no tendrán ninguna dificultad en llevarse a casa un bonito botín de años de cárcel. Y además, si de verdad quieren saberlo, una condena me la merezco del todo, aunque sólo sea por mi adhesión a la FAI-FRI, adhesión a un método, no a una organización, por no hablar encima de mi firme concreta voluntad de destruirlos y de destruir todo lo que representan.

Han atacado a lo loco a mis afectos más queridos, parentescos, amistades, de forma despiadada. Los escrúpulos morales no son su fuerte, han extorsionado, amenazado, usado el alejamiento de niños de sus madres y padres como instrumento de coerción y chantaje. Compañeras y compañeros que nada tienen que ver con la FAI-FRI llevados a rastras ante ustedes con acusaciones y pruebas banales. Uno de los motivos, no el principal, por el que reivindiqué la FAI-FRI fue el de no exponer al movimiento anarquista a una fácil criminalización.

Hoy me encuentro nuevamente en un tribunal contrarrestando su represalia, su mezquino intento de poner en el banco de acusados a “Croce Nera”, periódico histórico del movimiento anarquista que, con sus altos y bajos, desde los años sesenta desarrolla su papel de apoyo a los prisioneros de guerra anarquistas. En sus delirios fascistoides intentan hacer pasar “Croce Nera” por órgano de prensa de la FAI-FRI.

No habían llegado a tanto ni siquiera en 1969 en plena campaña antianarquista. En esa época sus colegas, una vez conseguida la libra de carne humana con el asesinato del fundador de la Cruz Negra italiana, Pinelli, se limitaron a la incriminación individualizada de compañeros por hechos específicos, sabemos todos cómo acabo después la cosa. Hoy que la sangre escasea no se limitan a las acusaciones específicas de cuatro compañeros, sino que van más allá, hasta llegar a criminalizar una franja entera del movimiento. Todos aquellos que forman parte de la redacción de “Croce Nera”, que han escrito en ella o que incluso sólo han asistido a sus presentaciones públicas, en su óptica inquisitorial forman parte todos de la FAI-FRI. Mi orgullosa participación en la redacción de “Croce Nera” y de otros periódicos anarquistas no hace de estas publicaciones órganos de prensa de la FAI-FRI. Mi participación es individual, cada anarquista es una mónada, una isla aparte, su contribución es siempre individual. Me valgo del instrumento FAI-FRI sólo para hacer la guerra. El uso de este instrumento, la adhesión al método que conlleva, no involucra toda mi vida de anarquista, no involucra en nada a los demás redactores de los periódicos con los que colaboro. Una característica de mi anarquía es lo multiforme de las prácticas puestas en escena, todas bien distintas. Yo respondo sólo por mí, cada cual responde por sí mismo. No me interesa conocer a quien reivindica con el acrónimo FAI-FRI, con ellos me comunico sólo a través de las acciones y de las palabras que las siguen. Considero contraproducente conocerles personalmente y ni siquiera voy a buscarles, mucho menos para hacer un periódico juntos.

Mi vida de anarquista, también aquí en prisión, es mucho más compleja y diversa que un acrónimo y que un método, lucharé hasta el extremo a fin de que el cordón umbilical que me liga al movimiento anarquista no sea cercenado por el aislamiento y por sus cárceles. Métanselo bien en la cabeza,l a FAI-FRI, sin desmerecer la contrainformación, no edita periódicos. ni blogs. No necesita espectadores, fanáticos ni especialistas de la contrainformación, no basta con mirarla con simpatía para formar parte de ella, es necesario ensuciarse las manos con las acciones, arriesgar la vida, ponerla en juego, creérselo verdaderamente. Incluso cabezas maltrechas por el autoritarismo, como las suyas, deberían haberlo comprendido, de la FAI-FRI sólo forman parte los anónimos hermanos y hermanas que atacan usando ese acrónimo y los presos/as anarquistas que reivindican su pertenencia, lo demás son generalizaciones e instrumentaciones concebidas para la represión.
Aprovecho ahora la ocasión que con este juicio me dan para quitarme la mordaza asfixiante de la censura y decir la mía sobre temas que me atenazan con la esperanza de que mis palabras puedan llegar, más allá de estos muros, a mis hermanos y hermanas.

Mi “comunidad de pertenencia” es el movimiento anarquista con todas sus componentes y contradicciones. Ese mundo rico y variado en el que he vivido los últimos treinta años de mi vida, vida que no cambiaría por ninguna otra. He escrito en periódicos anarquistas, continúo escribiendo en ellos, he participado en manifestaciones, enfrentamientos, ocupaciones, he realizado acciones, he practicado la violencia revolucionaria. Mi “comunidad de referencia” son todos aquellos hermanos y hermanas que usan el método FAI-FRI para comunicarse, en mi caso, sin conocerse, sin organizarse, sin coordinarse, sin ceder libertad alguna. Jamás he confundido los dos planos, la FAI-FRI es simplemente un instrumento, uno de tantos a disposición de los/as anarquistas. Un instrumento únicamente para hacerla guerra. El movimiento anarquista es mi mundo, mi “comunidad de pertenencia”, el mar en que nado. Mi “comunidad de referencia” son los individuos, núcleos de afines, las organizaciones informales (coordinaciones de varios grupos) que se comunican, sin contaminarse, a través del acrónimo FAI-FRI hablándose por medio de las reivindicaciones que siguen a las acciones. Un método éste que dota incluso a mí anticivilización, antiorganización, individualista, nihilista, unir fuerzas con otros individuos anarquistas, organizaciones informales (coordinaciones de varios grupos), núcleos de afines, sin ceder su libertad, sin renunciar a mis personales convicciones y tendencias: me defino anticivilización porque creo que el tiempo de que disponemos es limitadísimo antes de que la tecnología, tomando consciencia de sí misma, domine a la raza humana.

Me defino antiorganización porque me siento parte de la tradición antiorganización ilegalista del movimiento anarquista; creo en las relaciones fluidas, libres, entre anarquistas, creo en el libre acuerdo, en la palabra dada. Me defino individualista porque por mi naturaleza no podría delegar jamás poder y decisiones a otros, jamás podría formar parte de una organización por informal o específica que sea.

Me defino nihilista porque he renunciado al sueño de una futura revolución por la revuelta ahora, ya. La revuelta es mi revolución y la vivo cada vez que me enfrento con violencia a lo existente. Creo que nuestra tarea principal hoy es la de destruir. Gracias a las “campañas de lucha” de la FAI-FRI me regalo la posibilidad de potenciar, volviéndola más incisiva, mi acción. “Campañas de lucha” que deben necesariamente rebosar de acciones que llaman a más acciones, no por convocatorias o asambleas públicas, cortando así de raíz mecanismos políticos de autoridad de los que las asambleas del movimiento están llenas. La única palabra que cuenta es la de quien golpea concretamente. El método asambleario, a mi parecer, es un arma sin filo para hacer la guerra, inevitable y fructífera en otros ámbitos. Adhiriéndome con mis fuerzas a las “campañas de lucha” de la FAI-FRI, en mi caso como individualista sin formar parte de ninguna organización informal (coordinación de varios grupos), usufructo de una fuerza colectiva que es algo más y diferente que la simple suma matemática de las respectivas fuerzas desatadas por los respectivos grupos afines, individuos y organizaciones informales. Esta “sinergia” actúa de modo tal que “el todo”, la FAI-FRI, sea algo más que la suma de los sujetos que la componen. Todo ello salvaguardando su autonomía individual gracias a la falta total de ligámenes directos, conocimiento, de los grupos y organizaciones informales e individualidades anarquistas que firman con ese acrónimo.

Nos dotamos de un acrónimo en común para dar la posibilidad a los individuos, grupos, organizaciones informales de adherirse y reconocerse en un método que salvaguarda de forma total sus propios proyectos particulares, quien reivindica como FAI-FRI se adhiere a ese método. Nada ideológico y político, sólo un instrumento (reivindicación a través de un acrónimo) producto de un método (comunicación entre individuos, grupos, organizaciones informales mediante las acciones) que tiene el objetivo de reforzar el momento de la acción sin homologar, allanar. El acrónimo es importante, garantiza una continuidad, estabilidad, constancia, crecimiento cuantitativo, una historia reconocible pero en realidad la auténtica fuerza, lo que lo cambia todo, consiste en el método simple, lineal, horizontal, absolutamente anarquista de la comunicación directa a través de las
reivindicaciones sin intermediarios, sin asambleas, sin conocerse, sin exponerse excesivamente a la represión, comunica sólo quien actúa, quien se la juega con la acción. Es el método la auténtica innovación. El acrónimo se vuelve contraproducente si rebasa el cometido para el que ha nacido, es decir reconocerse como hermanos y hermanas que adoptan un método. Ahí todo. La práctica es nuestro reactivo, es en la práctica como se prueba la eficacia de un instrumento. Es necesario tener en cuenta que la experiencia FAI-FRI, en continua evolución, nos pone ante transformaciones repentinas, caóticas; no es necesario quedarse descolocados ante ellas. El inmovilismo y el estatismo representan la muerte, nuestra fuerza es la exploración de nuevos caminos. El futuro de esta experiencia no está, ciertamente, en una mayor estructuración, sino en el intento, lleno de perspectivas, de colaboración entre anarquistas individuales, grupos de afines, organizaciones informales, sin que nunca se contaminen entre sí. Las instancias de coordinación deben permanecer dentro de la respectiva organización informal, entre los respectivos grupos o núcleos que la componen, sin desbordarse al exterior, sin involucrar las otras organizaciones informales FAI-FRI y, sobre todo, a los grupos y anarquistas individuales FAI-FRI que de lo contrario verían minada desde la base su autonomía, su libertad, el propio sentido de su actuar fuera de organizaciones y coordinaciones. Sólo así, si se crean dinámicas autoritarias dentro de un grupo, de una organización, quedarán circunscritas a allí donde han nacido, evitando el contagio. No existe un todo único, no existe una organización llamada FAI-FRI, existen individuos, grupos afines, organizaciones informales, todas bien distintas que se comunican a través del acrónimo FAI-FRI, sin nunca entrar en contacto entre sí. Se ha escrito y dicho mucho sobre las dinámicas internas de los grupos de afinidad, sobre la organización informal y la acción individual. La comunicación entre estas prácticas, por el contrario, nunca se ha explorado, nunca se ha tomado en consideración. La FAI-FRI es el intento de poner en práctica esta comunicación. Acciones individuales, grupos de afinidad, organizaciones, forman de hecho todos en conjunto parte de esos instrumentos de los que históricamente se han dotado los anarquistas. Cada uno de estos instrumentos tiene sus ventajas y sus inconvenientes. El grupo de afinidad une la velocidad operativa, debida al gran conocimiento entre los afines, con una cierta potencia debida a la unión de varios individuos. Sus grandes cualidades: libertad del individuo garantizada y notable resistencia a la represión. Cualidades debidas al exiguo número de afines y al gran afecto y amistad que necesariamente les liga. La organización, en nuestro caso informal (coordinación de varios grupos), garantiza una fuerte disponibilidad de medios y fuerza, pero una vulnerabilidad elevada debida a la necesaria coordinación (conocimiento) entre grupos o núcleos, golpeado uno se arriesga el “efecto dominó”, caen todos. Desde mi punto de vista la libertad individual se enfrentará por fuerza mayor con los mecanismos decisorios colectivos (“reglas” de funcionamiento de la organización).

Este aspecto representa una drástica reducción de libertad y autonomía indigerible para un anarquista individualista. La acción individual garantiza una velocidad operativa elevada, una impredecibilidad muy alta, una fuertísima resistencia a la represión, y sobre todo, una total libertad. El individuo no debe rendir cuentas a nada ni a nadie, salvo a su propia conciencia. Un gran defecto: la baja potencialidad operativa, se dispone con seguridad de menos medios y de posibilidades de llevar adelante operaciones complejas (cosa que por el contrario una organización informal, si hay voluntad y firmeza, puede hacer con cierta facilidad). Experimentar la repetición entre maneras de moverse tan radicalmente diferentes, ésta es la innovación, la novedad capaz de descolocar y de volvernos peligrosos. Ninguna ambigua mescolanza, grupos, individuos, organizaciones informales, no deben jamás entrar en contacto directo. A cada cual lo suyo, los híbridos nos debilitarían. Unidos más que por un acrónimo, por un método. La FAI-FRI proporciona la manera de unir fuerzas sin que se desnaturalicen mutuamente. Ningún moralismo o dogmatismo, cada cual se relaciona libremente como quiere, probablemente será la mezcla de todo esto lo que marcará la diferencia.
Ninguna coordinación fuera de la respectiva organización informal (porque la coordinación incluye el conocimiento físico entre todos los grupos y organizaciones volviéndolos permeables a la represión), ninguna superestructura homologante, hegemónica, que aplaste individuos o grupos afines. Quien experimenta en su propia actuación la organización informal no debe imponer fuera de ella su manera de moverse, así como los respectivos individuos de acción, y los grupos de afinidad “solitarios”, no deben clamar traición a la idea si hermanos y hermanas actúan en formaciones compactas y organizadas. Naturalmente éste es sólo mi punto de vista y vale para lo que vale.

Para bien acabar les diré que en su código penal me meo con despreocupación y alegría. Poco importa qué decidirán en lo que a mi respecta, mi destino permanecerá bien firme entre mis manos. Tengo buenas espaldas, o al menos creo tenerlas, y su cárcel y su aislamiento no me dan miedo, estoy listo para afrontar sus represalias. Jamás domado, jamás rindiéndome.

Larga vida a la FAI-FRI
Larga vida a la CCF [2]
¡Muerte al Estado!
¡Muerte a la civilización!
¡Viva la Anarquía!

Alfredo Cospito


[1] Federación Anarquista Informal – Frente Revolucionario Internacional

[2] Conspiración de Células de Fuego

Los jefes (Fragmento)

No hay que ser masa, esto es, no hay que participar de los prejuicios, de las preocupaciones, de los errores, de las costumbres de las multitudes inconscientes. La masa tiene la firme creencia de que es necesario un jefe o un caudillo que esté a la cabeza, que la conduzca hacia su destino, que la lleve a la tiranía o a la libertad, la cuestión es que la guíe con caricias o salivazos, por la buena o por la mala.

Esta costumbre, tan arraigada en el ser humano, es fuente de inagotables males para la causa de la redención de la especie humana. La vida, la honra, el bienestar, el porvenir, la libertad, todo es puesto en las manos del hombre que la hace de jefe. Es el jefe el que tiene que pensar por todos, es el jefe el encargado del bienestar y la libertad de la masa en general y del individuo en particular; de lo que resulta que los millones de cerebros de la masa, no piensan, pues, el jefe es el encargado de pensar por todos. Esto da lugar a que las masas se vuelvan pasivas, de que no salga de ellas ninguna iniciativa, y de que lleven a rastras una existencia de rebaño, halagado por los políticos y los aspirantes a puestos públicos en tiempos de elecciones, para apalearlo cuando éstas han pasado; engañando con promesas por los ambiciosos, en tiempos de acción revolucionaria, para premiar sus sacrificios con puntapiés después de la victoria.

No hay que ser masa; hay que ser conjunto de individualidades pensantes, unidas entre sí para conseguir fines comunes a todos; pero que cada uno, sea hombre o sea mujer, piense con su propia cabeza, que cada uno haga esfuerzos para dar su opinión sobre lo que es preciso hacer para alcanzar el logro de nuestras aspiraciones, que nos son otras que la libertad de todos fundada en la libertad de cada uno.

Ricardo Flores Magón

Periódico Regeneración, 15 de Junio de 1912.

 

Ningún acto de revuelta es inútil

La lucha de clases existe en todos los actos de revuelta individuales y colectivos en los se recuperan pequeñas porciones de vida, o pequeñas porciones de los aparatos de dominación y explotación son obstruidas, dañadas o destruidas. En un sentido significativo, no hay actos aislados de revuelta. Tales actos son todos respuestas a la situación social, y muchos conllevan algún nivel de complicidad implícita, indicando un nivel de lucha colectiva.

Consideremos, por ejemplo, la organización espontánea, y mayormente silenciosa, del sabotaje del proceso de trabajo y la reapropiación de bienes que ocurre en muchos lugares de trabajo; esta coordinación informal de la actividad subversiva llevada a cabo en el interés de cada individuo implicado es la mejor concepción anarquista de la actividad colectiva, porque este tipo de colectividad existe para servir a los intereses y deseos de cada una de las individualidades implicadas en la reapropiación de sus vidas, y lleva en su interior una idea de formas diferentes de relacionarse libres de explotación y dominación.

Pero incluso actos de revuelta aparentemente solitarios tienen aspectos sociales y son parte de la lucha general de las explotadas. Tanto por esta razón, como por el sentido personal de gozo y satisfacción que el/la individuo/a encuentra en tales actos, es necesario reconocer que ningún acto de revuelta es inútil.

El Capital, el Estado y sus aparatos tecnológicos constituyen un orden social mundial de dominación. Es por tanto necesario para las luchas rebeldes de los individuos confluir para crear la revolución social. Dado que, incluso, los actos individuales de revuelta tienen un aspecto social, y son a menudo más colectivos en su naturaleza de lo que aparentan, debido a la complicidad implícita, un desarrollo así no es tan inverosímil al presentarse las circunstancias apropiadas. Pero para ser más claro, no estoy hablando de esperar hasta que tengan lugar las circunstancias apropiadas para actuar (una excusa demasiado frecuente para la pasividad), sino aprovechar la oportunidad en la práctica continua de revuelta para llevarla más lejos, en cuanto se pueda.

La revolución social es una ruptura con nuestro actual modo de existencia, una convulsión de las relaciones y condiciones sociales en la que se viene abajo el funcionamiento de las instituciones políticas y económicas. Tal como lo veo, el objetivo de las anarquistas en esta situación es luchar por la completa destrucción de estas instituciones -el Estado, la propiedad, el trabajo, el intercambio de mercancías, la tecnología de control social, toda institución de dominación- con el fin de abrir el campo de posibilidades para la autoorganización.

Por tanto, el proyecto revolucionario es esencialmente negativo y destructivo. Nuestro objetivo no es crear contra-instituciones para reemplazar al Estado y al Capital, sino poner fin a la actual situación global en la que unos pocos determinan las condiciones bajo las que viven todas, de forma que todo individuo sea libre para crear la vida a su antojo en asociación con quien elija. Por tanto, esta no es una lucha política, un intento de poner en vigor un programa político, sino una lucha social. Un movimiento que se opone a toda jerarquía y liderazgo no debería ofrecer modelos para una sociedad post-revolucionaria. De hecho, idealmente, no habría un “después de la revolución”, sino una tensión continua de posibilidades en expansión, una fluidez de relaciones sociales y asociales que rechazan cuajar en instituciones y que en su lugar se concentran en la creación de deseos, intereses, proyectos y pasiones siempre basados en el rechazo consciente a ser dominadas.

Por ello, me refiero a una transformación total en todos los niveles de existencia, que nunca acaba, un salto hacia la libertad desconocida que no ofrece garantías, excepto aquellas que puedan encontrarse en la resuelta determinación de cada individuo a no ser nunca más gobernado.

Revista Willful Disobedience. Volumen 3. Número 2