Los policías en nuestras cabezas

Algunos pensamientos sobre la anarquía y la moralidad

Durante viajes en los meses recientes, he platicado con algunos anarquistas que conciben a la anarquía como un principio moral. Algunos llegan incluso a referirse a ella como si fuera una deidad a la cual se han entregado, reforzando en mí la sensación de que las personas que deseen experimentar la anarquía tal vez necesiten divorciarse del anarquismo.

Las mas frecuentes de las concepciones morales, respecto a la anarquía, que he escuchado son aquellas basadas en un principio que rechaza el uso de la fuerza para imponer la voluntad propia a los demás. Esta concepción tiene implicaciones que no puedo aceptar. Implica que la dominación es principalmente una cuestión de decisiones morales propias, en vez de involucrar roles y relaciones sociales, que todas las personas estamos en la misma posición de ejercer la dominación, y por tanto necesitamos imponernos autodisciplina para prevenir ejercerla. Si la dominación es un tema de roles y de relaciones sociales, éste principio moral es absolutamente absurdo, siendo tan solo una forma de separar lo políticamente correcto (lo elegido) de lo políticamente incorrecto (lo condenado). Esta definición de la anarquía pone a los rebeldes anárquicos en posición de mayor debilidad dentro de la lucha, de por sí cuesta arriba, contra de la autoridad. Todas la forma de violencia en contra de personas o propiedades, huelgas generales, el robo e inclusive actividades mas ligeras como la desobediencia civil, conlleva utilizar la fuerza para imponer la voluntad propia. Rechazar el uso de la fuerza para imponer la voluntad propia es convertirse totalmente en un ser pasivo, en un esclavo. Esta concepción de la anarquía establece una regla para controlar nuestras vidas, lo cual es un oximorón.

El intento por hacer de la anarquía un principio moral distorsiona su significación real. La anarquía describe una situación particular, una en la cual la autoridad no existe o su poder de control es negado. Este tipo de situación no garantiza nada, ni siquiera la existencia continua de tal situación, pero sí abre la posibilidad, en cada uno de nosotrxs, de comenzar a vivir para nosotrxs mismxs; en términos de nuestros propios deseos y pasiones, en lugar de los términos por roles o por demandas del orden social. La anarquía no es el objetivo de la revolución; es la situación que hace posible el único tipo de revolución que me interesa, el levantamiento de individuos creando vidas para si mismos, destruyendo lo que bloquee su camino. Es una situación libre de cualquier implicación moral, presentándonos a cada uno de nosotrxs el reto amoral de vivir nuestras vidas sin opresiones.

En tanto la situación anárquica es amoral, la idea de una moral anarquista es altamente sospechosa. La moralidad es un sistema de principios que definen lo que constituye el comportamiento correcto o incorrecto. Implica la total enejenación de lxs individuxs a quienes pretende definir, una comunalidad de todas las personas que hace obligatorio aplicar ciertos principios. No pienso ocuparme del concepto de “comunalidad de todas las personas” en este articulo: el punto preciso es que cualquier moralidad está siempre por afuera y por encima del individuo viviente. Ya sea la base de esa moralidad; dios, el patriotismo, la humanidad en común, las necesidades de producción, la ley natural, “La Tierra”, la anarquía, o inclusive “el individuo” como principio, siempre es una idea abstracta que se impone sobre NOSOTRXS. La moralidad es una forma de autoridad que será erosionada durante la situación anárquica, igual que cualquier otra autoridad, tanto como esa situación perdure.

La moralidad y el juicio van de la mano. La critica -inclusive aquella que es dura y cruel- es esencial para afilar nuestro análisis y la practica rebelde, pero el juicio necesita ser necesariamente erradicado. El juicio categoriza a la gente como culpable o no culpable -y la culpa es una de las más fuertes armas de represión. Cuando nos juzgamos y condenamos a nosotros mismos, o a otras, estamos reprimiendo la rebelión -ese es el propósito de la culpa. (Esto no significa que “no deberíamos” odiar, o desear matar a alguien -seria absurdo crear una moralidad “amoral”, pero nuestro odio necesita ser reconocido como una pasión personal y no ser definido en términos morales.) La critica radical sale de las experiencias reales, actividades, pasiones y deseos de individualidades con perspectivas por liberar la rebeldía. El juicio sale de los principios e ideales que están por encima de nosotros; quiere esclavizarnos a esos ideales. Cuando las situaciones anárquicas han aparecido, el juicio a menudo desaparece temporalmente, liberando a la gente de la culpa -como en ciertas revueltas, en donde las personas de todo tipo, saquean juntas con espíritu alegre, a pesar de que toda su vida se les inculcó el respeto a  la propiedad. La moralidad requiere la culpa; la libertad necesita eliminarla.

Un dadaísta dijo una vez: “El ser gobernado por la moral…nos ha impedido ser algo más que sujetos pasivos frente a la policía; ésta es la fuente de nuestra esclavitud.” Ciertamente, la moralidad es el origen de la pasividad.

He escuchado de algunas situaciones que comienzan a escalar y a desarrollarse de forma considerable, yo he experimentado algunas, pero en cada una de esas situaciones, al disiparse la energía la mayoría de las participantes regresan a la vida que tenían antes de las revueltas. Estos eventos muestran que, a pesar de la extensión en la que se impone el control social en nuestra vida despiertos (y gran parte de  cuando dormimos), nosotros podemos salir de esas situaciones. Pero los policías en nuestras cabezas -la moralidad, la culpa y el miedo- tienen que ser enfrentados. Todo sistema moral, sin importar lo que afirme al respecto, nos impone limites para las posibilidades disponibles, limites sobre nuestros deseos; y estos limites no están basados en nuestras capacidades reales, sino en ideas abstractas que nos impiden explorar la extensión total de nuestras capacidades. Por eso en el pasado, cuando se han dado situaciones anárquicas, los policías en la cabeza de las personas -el miedo cimentado, la moralidad y la culpa- han asustado a la gente, manteniéndolos lo suficientemente domesticados para volver a la seguridad de sus jaulas, así la situación anárquica desaparece.

Esto es significativo, debido a que las situaciones anárquicas no aparecen de la nada -estas surgen por gente frustrada con sus vidas. Es posible para cada uno de nosotros, en cualquier momento, crear ese tipo de situación. A menudo eso seria tácticamente ingenuo, pero la posibilidad ahí está. De todas formas, parece que esperamos pacientemente que las situaciones anárquicas caigan del cielo -y cuando estas explotan, no podemos hacer que continúen. Inclusive aquellos de nosotros, que conscientemente rechazamos la moralidad, nos encontramos dudando, deteniéndonos para examinar cada acción, con miedo de la policía hasta cuando no hay al rededor. La moralidad, la culpa y el miedo actúan como policías en nuestras cabezas, destruyendo nuestra espontaneidad, nuestro salvajismo, nuestra habilidad para vivir plenamente.

Los policías en nuestras cabezas continuarán suprimiendo la rebeldía hasta que aprendamos a tomar riesgos. No quiero decir que tengamos que ser estúpidos -la cárcel no es una situación anárquica o liberadora, pero sin riesgo no hay aventura, no hay vida. La actividad motivada por nosotros mismos -actividad que sale de nuestras pasiones y deseos, no de intentos para conformarnos a ciertos principios e ideales, o para encajar en algún grupo (incluyendo “anarquistas”)- es lo que puede crear una situación de anarquía, lo que puede abrir un mundo de posibilidades limitadas sólo por nuestras capacidades. Aprender a expresar nuestras pasiones libremente -una habilidad que se adquiere sólo al ejecutarla -es esencial. Cuando sentimos aversión, ira, alegría, deseo, tristeza, amor, odio, necesitamos expresarlas. No es fácil. Muy a menudo, adquiero un rol social aceptable en situaciones donde quiero expresar algo diferente. Voy a la tienda sintiendo aversión por todo el proceso de relaciones económicas, y de todas formas cortésmente agradezco al empleado por ponerme dentro de ese mismo proceso. Si lo hiciera concientemente, como una forma de encubrir un robo a la tienda; seria divertido, usando mi ingenio para obtener lo que quiero; pero es una respuesta social sedimentada -un policía en mi cabeza.

Estoy mejorando; pero tengo un largo camino por delante. Cada vez más, trato de actuar mis caprichos, mis impulsos espontáneos sin que me importe lo que otros piensen de mi. Esta es una actividad auto motivadora -la actividad que sale de nuestras pasiones y deseos, de nuestras imaginaciones, de nuestra creatividad única. Seguramente, al seguir nuestra subjetividad, viviendo nuestras vidas por nosotrxs mismos, nos puede llevar a cometer errores, pero nunca serán comparables al error de aceptar la existencia zombi que la obediencia a la autoridad, la moralidad, las reglas o los poderes superiores crean. La vida sin riesgos, sin la posibilidad de errores, no es vida para nada. Sólo a través de tomar riesgos, de desafiar toda la autoridad y vivir por nosotros mismos llegaremos a experimentar la existencia plena.
No quiero que mi vida esté constreñida; quiero abrir todas las posibilidades para que pueda crear mi vida para mi mismo, en cada momento. Esto significa romper todos los roles sociales y destruir la moralidad. Cuando un anarquista, o cualquier otro radical, comienza a predicarme sus principios morales; ecología profunda, el comunismo, el militantismo o hasta el requerimiento ideológico del “placer”-escucho un policía o un sacerdote, y no tengo deseos de tratar con policías o sacerdotes, excepto para desafiarlos.

Estoy luchando por crear una situación en la cual pueda vivir libremente, siendo todo lo que deseo ser, en un mundo de individuos libres con los cuales pueda relacionarme en términos de nuestros deseos sin limitantes. Ya tengo suficientes policías en mi cabeza -tantos como los que están en las calles- como para querer también enfrentar los policías de la moralidad “anarquista” o radical. La anarquía y la moralidad están opuestos entre si, y cualquier resistencia efectiva a la autoridad necesitará oponerse a la moralidad y erradicar a los policías en nuestras cabezas.

Feral Faun

Los individualistas que salvaron a Malatesta

He criticado a Malatesta por su actitud, poco cordial, asumida en lo concerniente a la bomba del Diana. De hecho a él lo arrestaron un mes después que a mí, el 17 de Octubre de 1920, por instigar a la revolución.

En Italia estaba por desencadenarse la furibunda reacción fascista, ante la cobarde rendición de los socialistas que no supieron levantar barricadas; ésta reacción, ayudada y subvencionada por la burguesía y su Estado, tuvo la necesidad de quitar de la circulación al único revolucionario con cierta seriedad, supuestamente, en la fosa que es la península itálica. Malatesta, encarcelado hacía varios meses, empezó en San Vittore una huelga de hambre en protesta contra el tribunal liberal que no se decidía nunca a fijar la fecha de su proceso. Pero el tribunal no cedía y Malatesta, después de varios días de ayuno, extenuado por la debilidad, estaba a punto de morir.

Nadie se levantaba en su favor. El proletariado, el eterno cordero cornudo y balante, revestido con cabellera de león por sólo un instante pero que, luego, envilecido por la indecisión y la cobardía de sus jefes y aterrorizado por los garrotes de los fascistas, reculaba como humilde siervo, no se sacudía de la inercia y dejaba al viejo agitador morir de hambre en las mazmorras, después de tanto haberlo homenajeado al momento de su regreso a Italia.

Los socialistas que estaban divididos de los comunistas, no pensaban más que en arremeter contra ellos mismos. Gramsci, en sus columnas de “L’Ordine Nuovo”, lanzaba contra Nenni todos los calificativos tomados del vocabulario de los burdeles, y Nenni (valiente defensor de los comunistas, en la actualidad) contestaba a Gramsci y a los bolcheviques, desde su columna en “L’Avanti!”, valiéndose de los epítetos utilizados en las peleas más feroces. Así entre las acusaciones que se lanzaban recíprocamente, la lucha intestina que los despedazaba y la reacción que los debilitaba, no pensaban, los militantes de ambos partidos, siquiera lejanamente, en mover un dedo en defensa de Malatesta. En realidad no les hubiera desagradado si un negador del Estado desapareciera de la tierra.

Los anarquistas organizadores hacían mucho ruido pero nada en concreto. Gigi Damiani, desde las columnas de “Umanità Nova”, instigaba a la acción declarando que si nadie se movilizaba en defensa del viejo, él rompería su pluma como protesta. Pero nadie se movía, y Damiani no rompía su pluma porque ésta le hacía falta, como a los siervos actuales, para mantener su sueldo de reportero anarquista.

Los únicos que intervinieron en favor de Malatesta fueron los individualistas. Aquellos individualistas contra los que él siempre había luchado y que eran objeto de sus burlas. Actuaron, véase, no sólo para defender a un pobre viejo abandonado por todos, después de una vida entera de lucha revolucionaria, sino porque creyeron que así sacudían la pacífica resignación de las multitudes que toleraban, sin decir palabra, el martirio de quien había sido su Apóstol, y golpeaban la siniestra ferocidad de la clase dominante que quería, con la violencia, mantener imperturbable su poder.

Giuseppe Boldrini, Ettore Aguggini y Giuseppe Mariani hicieron estallar una bomba en el teatro Diana de Milán. Hubo muertos y heridos. La opinión pública se indignó con los anarquistas. Malatesta, a penas conocida la noticia, condenó el atentado y, en signo de protesta, interrumpió la huelga de hambre. Con esa evasiva se salvó. De lo contrario no hubiera podido volver a alimentarse sin que el ridículo lo cubriera, y en consecuencia terminara su fama de héroe que prefiere morir antes que ceder. Siempre condenó el atentado del Diana, y acabó definiéndolo como obra de “desesperados que ni siquiera son anarquistas, porque el anarquista cree en el porvenir”. Él se presentó en la Corte de Assise en Milán, bajo la pelusa del utopista que aborrece el terror, y fue absuelto.

Pero Mariani, Aguggini y Boldrini, que habían actuado en su defensa, sufrieron una condena de ergástula. Además fueron condenados más duramente pues, en la audiencia, se afirmó que su acción fue tan infame que suscitó la reprobación del mismo Malatesta. En la cárcel, Boldrini y Aguggini murieron; y el pobre de Mariani salió después de 25 años, débil en extremo, y fue a caer en las manos de los secuaces de San Errico Malatesta, los cuales lo han obligado a renegar de su gesto.

Las consideraciones no favorables a la actitud de Malatesta, en lo concerniente a los terroristas, yo las exponía con franqueza en las reuniones de exiliados de la “Casa Común” atrayéndome las protestas y la ira de los imbéciles idólatras malatestianos. Me decían estos que San Errico había sido coherente porque siempre condenó la rebelión individual. Yo contestaba con naturalidad, que el caso del Diana le había sido, convenientemente, de mucha utilidad, además que selló su infamia contra los terroristas. Discutíamos ferozmente y, muchas veces, llegamos a los golpes.

Enzo Martucci

Tomado del libro “La Setta Rossa”, 1953.

Tendencias salvajes misantrópicas: otras expresiones de autoritarismo y de pensamiento sagrado

Ante la reciente proliferación del eco-extremismo y algunas opiniones vertidas en los medios de difusión afines a esta tendencia, surge la necesidad de este texto. Sin pretender entablar un diálogo, aclararemos unas pocas cosas que nos parecen esenciales.

Desde hace algunos años diversas individualidades de distintas localidades del continente americano (en especial del territorio dominado por el Estado mexicano) cercanxs a las posturas y luchas contra la civilización, dieron forma a una tendencia a la que denominaron “eco-extremismo”. ¿Qué es el eco-extremismo? Aunque hay sutiles diferencias entre quienes se sitúan bajo ese concepto, más o menos podemos hablar de un consenso entre ellxs, ya que ven como a su enemigo al conjunto de la humanidad; ésta con su civilización serían incompatibles con la Naturaleza Salvaje. Entienden que la guerra contra la civilización es indiscriminada, por lo que cualquier persona representaría unx enemigx. Al ser la humanidad el problema, cualquiera puede ser el objetivo, no importa el género, condición económica, edad, etc. Las formas de ataque de estos grupos se inspiran en las más diversas experiencias, no les importa recoger las “enseñanzas” de fanáticos religiosos como ISIS o de partidos que apuestan por la liberación nacional, mientras las formas sean indiscriminadas les sirven.

Uno de los grupos de acción más emblemáticos de esta corriente es “Individualidades Tendiendo a lo Salvaje” (ITS). En el año 2011 comenzaron a atacar con explosivos diversos centros de investigación tecnológica en algunas ciudades mexicanas. Con el transcurso de los años, los ataques continuaron y a su vez aparecieron varios grupos afines, teniendo todos estos como objetivo común de su lucha la civilización. En el año 2014 aparece “Reacción Salvaje” (RS) concentrando a varios grupos eco-extremistas y dejando de lado las siglas ITS. Ya para el año 2016 vuelve ITS con el objetivo principal de expandir el proyecto a nuevas localidades. Ese mismo año desde los territorios dominados por los Estados chileno, argentino y brasileño surgen ataques y reivindicaciones afines a ITS. También existen organizaciones simpatizantes de esta tendencia que van desde una óptica individualista hasta la anticivilización, como por ejemplo las Sectas Egoarcas en Italia, y también han surgido afines al eco-extremismo en Alemania, Francia, Finlandia, etc.

Para conseguir su objetivo, que es el fin del humano civilizado, se han adjudicado todo tipo de ataques que van desde el abandono de artefactos explosivos en la vía pública durante el día hasta incendios, cartas bomba y algunos asesinatos. Además, creen que cada fenómeno natural que dañe a los humanos en sus vidas y propiedades es afín a sus principios de acabar con la civilización, por lo que han reivindicado en sus páginas de internet marejadas, terremotos, nevadas etc.

Entre la radicalidad estética y lo sagrado

Los eco-extremistas se autodenominan individualistas y nihilistas, muchxs de ellxs provienen del anarquismo y, según sus propias palabras, se acercaron al anarquismo buscando “la salvación” y la “comunidad libre” y solamente vieron “un conjunto de cristianxs moralistas” por lo que optaron por irse hacia algo “más radical”. Esta búsqueda de “la radicalidad” la entendemos más como la apropiación de todo lo que se vea como “políticamente incorrecto” según los parámetros de lo que la ciudadanía recoge. De esta manera, si el día de mañana hay un nuevo concepto que moleste o perturbe al “humano normal” ellxs, sin duda, se lo apropiarán. La radicalidad es acabar con la raíz del problema, no ir hacia lo más extremo o provocador.

Han cimentado sus bases teóricas en el estudio de algunos pueblos cazadores-recolectores nómadas; según sus propias palabras, han rescatado el animismo pagano, sin embargo, han creado una nueva fe basada en diversas deidades ancestrales. Su pensamiento sagrado politeísta quizá no es tan violento como el Dios cristiano, pero es un (o unos) Todopoderoso al fin y al cabo… Nos parece curioso que se llamen a sí mismos individualistas y nihilistas siendo que creen en entidades que están por sobre ellos, ¿cómo se puede desarrollar el individuo integralmente si su realidad está supeditada a algo que lo controla? Apelamos y luchamos por destruir todas las cadenas, credos y leyes. Somos y seremos enemigxs de cualquier religión, se llame cristianismo, paganismo animista o Naturaleza Salvaje. Ninguna doctrina está por sobre nosotrxs.

«Liberémonos de todo lo que es sagrado, no tengamos ni fe ni ley, y nuestros discursos tampoco las tendrán»

– Max Stirner

Vemos en sus escritos cómo tratan de ser dueños de la Verdad y sacralizan su guerra contra la civilización en una suerte de neo-inquisición contra todo lo que, para ellxs, no es correcto o contra todo lo que represente valores “civilizados”. Al validar su postura como “la única realidad posible” necesariamente se sitúan por sobre el resto, marcando la pauta de “lo bueno y lo malo”. Sus evidentes posturas autoritarias están estrechamente ligadas al absolutismo de sentirse poseedores de una determinada sabiduría y de creerse lxs elegidxs para la Cruzada naturalista.

«Sagrada es entonces la más alta de las esencias y todo aquello por lo cual se revela o se manifiesta a sí misma, y también sagrados son los que reconocen a ese supremo en su propio ser, es decir, en sus manifestaciones. Lo que es sagrado santifica a su vez a su adorador, quien por su culto se convierte el mismo en sagrado; y del mismo modo santifica todo lo que hace; santo comercio, santos pensamientos, santas aspiraciones, santas acciones, etc…»

– Max Stirner

Sobre las críticas oportunistas

Como bien afirman, somos cosas distintas, por lo que no nos interesa hacer una crítica a su quehacer ni mucho menos caer en la salida fácil del insulto. Los cuestionamientos que ellxs hacen al anarquismo no nos afectan, ya que no compartimos la forma en que lo ven, como una doctrina con pautas de comportamientos rígidos e inamovibles. Nosotrxs lo entendemos y lo vivimos como un conjunto de ideas y prácticas antiautoritarias que se enfrentan a toda forma de dominación. Es una tensión constante, no una realización o una ideología. Es la destrucción de todo lo que nos hace esclavxs, construyendo nuevas formas de relacionarnos entre todxs lxs seres que habitamos este mundo y éstxs con la Tierra.

Cuando se critica a lxs anarquistas de tener una moral como si fuésemos unxs religiosxs o dueñxs de la Verdad, nosotrxs decimos claramente que rechazamos la moral, entendiendo ésta como la institucionalización de ciertas pautas y comportamientos que son inamovibles, es decir, cuando pasa a ser un “porque sí” y no un aprendizaje basado en la experiencia de lo que nos resulta beneficioso. Preferimos la terminología de ética, que viene de ethos o costumbre, pero no referido a una tradición, sino a la experiencia, a lo que es habitual. No somos ingenuxs ni conformistas, sabemos que dentro del anarquismo existe un amplio abanico de tendencias y que, entre éstas, las hay opuestas. Hay quienes ven al anarquismo como un dogma, tomando los postulados de algunxs compañerxs de otras épocas como si fuesen sagradas escrituras. De esta forma, pensamos, se coarta la libertad individual dentro de sus formas organizativas. Las críticas a estas formas de pensamiento y las diferencias en lo referido al accionar existen desde que hay anarquistas que primaron la integralidad del individuo y/o dieron un salto cualitativo y radical en las formas de ataque. Las críticas que hacen algunxs eco-extremistas a ciertas formas del anarquismo no son nuevas… hay quienes llevamos varias décadas (por no decir más de un siglo) haciéndolas. No esperamos un día para la revolución, ni la legitimidad de las masas, y no tenemos un patrón uniforme de conducta a seguir.

Nuestra opción es destruir cualquier autoridad.

Como ya explicábamos anteriormente, muchxs de lxs eco-extremistas provienen del mundo ácrata, específicamente de la lucha eco-anarquista y primitivista, por lo que es lógico que puedan haber muchas cosas que compartamos, pero hay muchas otras de fondo que nos hacen estar en lados opuestos. Podríamos explayarnos en varias pero abordaremos específicamente la visión de la autoridad. En un texto que encontramos en sus medios de difusión digital titulado “Mito anarquista” señalan:

«Entendemos que la autoridad y la organización jerárquica no es, por ende, ni “buena” ni “mala”, sino que es algo que simplemente es, les guste o no, muy natural en el comportamiento humano desde siempre. Por tanto podemos ser unos falsos y caer en la hipocresía de los anarquistas y los “anti-autoritarios” o asumir la realidad y usarla en lo que nos conviene.»

No obstante, de forma curiosa, en el mismo texto se denominan como individualistas que no “agachan la cabeza ante nadie” y que además “no necesitan que les digan lo que tienen que hacer, pensar o qué decisiones tomar”. Esta dicotomía que une a la jerarquía y a la libertad individual expresada por el o la autorx, nos parece profundamente contradictoria. Nuestra idea de individualismo parte de la base de ubicar al individuo en el centro de todo accionar, es decir, no está por sobre el colectivo ni por debajo de él, nada lo somete. Somos completamente contrarios a la postura de lxs eco-extremistas, somos enemigxs de cualquier forma de autoridad y no vemos a la jerarquía como algo “muy natural” en las organizaciones humanas. Para dejarlo claro, anarquía proviene del prefijo griego “an-” que significa “sin” o “no” y de la raíz “arké” que se traduce en “poder” o “mandato”.

Entendemos que para que se generen relaciones de poder básicamente tiene que existir algún tipo de mandato y una obediencia, la cual puede ser coercitiva o no, pero no deja de ser violenta. Para respaldar su “jerarquía natural”, suelen analizar varios comportamientos de algunos pueblos cazadores-recolectores. Nosotrxs haremos lo mismo. Según lo planteado por Pierre Clastres en “La sociedad contra el Estado”, al estudiar los distintos comportamientos de varias tribus del cono sur (eso sí, dejando de lado a las grandes civilizaciones de los Incas y los Mayas), dice:

«Como rasgo pertinente de la organización política de la mayoría de las sociedades indígenas está la carencia de estratificación social y de autoridad del poder: algunas de ellas como la Ona y la Yagan de Tierra del Fuego, no poseen ni siquiera la institución del liderazgo; se dice de los Jíbaros que su lengua no tiene término para designar al jefe.»

Casi todos los escritos que se conocen sobre el comportamiento de muchos pueblos originarios americanos son de sacerdotes evangelizadores, conquistadores europeos e investigadores contemporáneos. Los primeros y los segundos venían de tierras donde existían grandes reinos, por lo cual conocían perfectamente lo que es la obediencia, y los estudios posteriores reafirmaron lo señalado anteriormente. Clastres lo explica claramente:

«Ahora bien, la experiencia directa sobre el terreno, las monografías de los investigadores y las más antiguas crónicas, no dejan lugar a duda sobre ello: si hay algo completamente ajeno a un indígena es la idea de dar una orden o tener que obedecerla, salvo en circunstancias muy especiales, como sería la expedición de la guerra.»

Miramos, analizamos y aprendemos de distintos pueblos, pero tenemos claro que no somos ni queremos ser como ellxs e incluso desde nuestra visión occidental (la cual intentamos destruir) hay muchas cosas que nos cuesta entender. Queremos acabar con la dominación, y en ese ejercicio construimos nuevas formas de relacionarnos, creamos nuevas dinámicas y no queremos las de otrxs, sean partidos, vanguardias o indígenas.

Lo más seguro es que con lo escrito anteriormente nos tilden de antropocentristas hipercivilizadxs cristianas; puede que lo seamos, no intentamos dar lecciones a nadie, sino simplemente queremos dejar las cosas claras. De este mundo no queremos dejar ni sus sombras, queremos destruir cada uno de los eslabones de esta gran cadena que nos hace esclavxs, entre ellos también incluimos a la civilización, ya que somos conscientes del daño que hace a todo lo que la rodea, pero con esto no creemos que la solución sea la misantropía y sacralizar a la naturaleza, es más, creemos que es parte del problema.

Tomado de la revista Kalinov Most

¿Qué es el individuo?

El siguiente texto es el primero de una serie de artículos experimentales en los cuales desarrollo la percepción y experiencia sobre mi autonomía individual y auto-creación. Debido a la naturaleza del tema, escribo estas piezas mayormente en primera persona combinando la interacción directa con el lector. A pesar de que lo anterior pueda parecer un poco torpe o inquietante, pienso que es lo más adecuado para tratar este tema.

¿Qué soy como individuo? La encarnación única de un tejido especifico entrelazado de emociones, acciones, pensamientos, interacciones y relaciones siempre cambiantes …. ¿De dónde aparece este fluido de hilos entrelazados? En el mundo actual – al momento en que reflexiono esto y tomo los hilos con mis propias manos- principalmente aparecen de las cosas y los seres que conforman el contexto social especifico en el cual nací, en el cual fui criado y educado, donde continúo llevando a cabo mis roles y funciones.

Las actividades a través de las cuales yo y otras personas sobrevivimos –trabajando, comprando, vendiendo- son productos de este contexto. Estas me pueden llevar a consumir la mayor parte de mi tiempo en actividades e interacciones que me son ajenas. Considérese el tiempo derrochado en hacer filas, el tiempo gastado en funciones tediosas para obtener o gastar dinero, además los interminables, y banales, intercambios verbales con extraños que no importan en los más mínimo.

Estas actividades e interacciones inevitablemente afectan mis emociones, principalmente por diluirlas en una patética mediocridad. Por otro lado, considero que la mayoría de las personas utilizan su llamado tiempo libre (el tiempo no dedicado a obligaciones sociales ni a la supervivencia, lo que en esta sociedad son lo mismo) llenando estas horas “libres” con entretenimiento (acudiendo al cine, viendo televisión, escuchando música –particularmente música pop). Toda forma de entretenimiento juega con las emociones. Pero más allá de esto, las películas, la televisión, los conciertos, la música pop y otras formas de entretenimientos, cumplen una función de definir cuáles son los parámetros aceptables de emociones, dando ejemplos de cómo sentirse frente a situaciones específicas y como expresarlo. Así que, si yo permanezco pasivo frente a la influencia del entretenimiento, ni siquiera mis emociones van a ser mi propia creación, sino que serán un mosaico de emociones que he recolectado de películas, de la televisión, de canciones pop y así sucesivamente. Debido a esto es muy fácil que las llamadas pasiones, relaciones, aspiraciones y tentativas individuales puedan caer en lugares comunes que se repiten una y otra vez, no tan solo por individuos específicos, ni sólo entre tú y yo, sino a través de todo el baldío social en el cual tú y yo vivimos.

Para romper con esto, necesito aprender a crear mis propias pasiones y deseos voluntariamente, a ser capaz de elaborar una espontaneidad intencional, reconociendo que sin la elección consiente, no hay espontaneidad, sólo reacción y habito.

Podría parecer paradójico hablar de crear voluntariamente pasiones y deseos. ¿Cómo sería posible que yo cree mis impulsos voluntariamente? Bueno, he escuchado a muchos auto-nombrados radicales (particularmente comunistas) afirmar que las pasiones y los deseos de los individuos son creados por el contexto social. Pero una abstracción no puede crear nada. La realidad concreta detrás de esto es que los individuos específicos tienen interés en definir las pasiones y los deseos de todos, usando ciertas técnicas para canalizar nuestros sentimientos e impulsos. Esto no es una teoría conspirativa; es una simple descripción de la publicidad, las relaciones públicas, la propaganda política y, como he mencionado anteriormente, del entretenimiento pasivo. Para dar un ejemplo, digamos que súbitamente me dan ansias de un “Ben and Jerry’s Funky Monkey”[mantecado ecológico] [1]. Obviamente este deseo no tiene nada de innato, ya que esta compañía sólo explota la ansiedad de azúcar de los hippies desde hace tres décadas. Mis ansías por este producto seria artificialmente creada usando una combinación de publicidad, técnicas de identidad y etiquetado, entre otros métodos. Desde un nivel menos descaradamente comercial, ¿qué pasaría si yo tuviera un fetichismo por el hule, el cuero o los tacones altos? Una vez más, esto se trataría de una pasión artificial, creada a través de una serie de procesos sociales – es decir, a través de actividades especificas (que pueden ser conscientes o no) de individuos específicos. Nadie nace con esos fetiches. De hecho, no existen como fetiches hasta que son identificados como tales por autoridades que afirman tener la pericia para identificar desviaciones sexuales y quienes transforman lo que podría ser una excitación momentánea en una identidad.

El argumento que intento retratar con estos ejemplos que es las pasiones e impulsos, los sentimientos y los deseos no son innatos, sino creados, y que no existe razón por la cual yo no podría voluntariamente crear mis propias pasiones, impulsos, sentimientos y deseos para mí. Si yo no lo hago, es porque caigo en los canales esperados del hábito y la norma social. Así que para comenzar a crear voluntariamente mis propios sentimientos, impulsos y deseos necesito romper decisivamente con el hábito, traspasando los canales de expectativa social y experimentando la espontaneidad intencional.

La espontaneidad solo puede realmente existir como una elección consciente e intencional. Cuando yo actuó inconscientemente (y esta es la forma en que la gente actúa la mayoría del tiempo en esta sociedad), yo tenderé a limitar mi acción a hábitos, roles, identidades y meras reacciones, ninguna de las cuales involucra mi genuina auto-creación, en cambio me encontraría sometido a lo que es esperado, a lo que ha sido creado para mantenerme esclavizado. Esto es lo opuesto a la espontaneidad. Si no existe voluntad, entonces no puede haber actividad espontánea.

Yo miro el deseo – contrario al mero “fantasma del deseo” de William Blake – como el impulso creativo. Me mueve a actuar, a experimentar y explorar mi propio mundo. Este impulso sólo puede existir con toda su fuerza en la medida en que mi vida no esté ya creada para mí. Esto significa que sólo puede existir en conflicto con el presente orden social, ya que ese orden usurpa mi capacidad de crear mi propia vida, forzándome a someterme o a rebelarme. Lo que es llamado “deseo”, en este sentido, es simplemente el anhelo de un objeto externo ya definido, que no es de mi propia creación, incluso si lo produjera yo mismo. La auto-creación es la rebelión en contra de la realidad.

Apio Ludd

 

De la Publicación: “My Own: Self-Ownership and Self-Creation Against all Authority”. Número 1, año 2012


[1] Afortunadamente, esto nunca va a pasar debido a que soy alérgico a la leche.

 

Revolución Salvaje

Cuando era un niño, mi vida se llenaba con un placer intenso y una energía vital que me hacían sentir al máximo lo que experimentaba. Yo era el centro de esta maravillosa y juguetona existencia, no tenía necesidad de apoyarme en nadie, excepto en mi propia experiencia, para realizarme.

Sentía intensamente, experimentaba intensamente, mi vida era una fiesta de pasión y placer. También mis desilusiones y penas eran intensas. Nací libre, una criatura salvaje en medio de una sociedad basada en la domesticación. No había forma de escapar, siendo domesticado yo mismo. La civilización no tolera a un salvaje en su interior. Pero nunca olvidé la intensidad que la vida puede tener. Nunca olvidé la energía vital que me había agitado. Mi existencia desde que comencé a sentir que esa vitalidad estaba siendo drenada, ha sido una guerra entre las necesidades de la supervivencia civilizada y la necesidad de liberarme y experimentar toda la intensidad de vivir libre.

Quiero experimentar esa energía vital otra vez. Quiero conocer al espíritu libre y salvaje de mis deseos no reprimidos realizándose en un juego festivo. Quiero derribar cada muro que se alza entre mí y la intensa y apasionada vida de indomable libertad que quiero. La suma de todos esos muros es a lo que llamamos civilización, todo lo que hay entre nosotrxs y la experiencia directa y participativa del mundo salvaje. A nuestro alrededor ha crecido una telaraña de dominación, una telaraña de mediación que limita nuestra experiencia, definiendo las fronteras de la producción y el consumo aceptables.

La autoridad de la domesticación toma muchas formas, algunas de ellas difíciles de reconocer. El gobierno, el capital y la religión son algunas de las caras más obvias de la autoridad. Pero la tecnología, el trabajo, el lenguaje con sus límites conceptuales, los arraigados hábitos del etiquetado y la propiedad…éstas también son formas de domesticación que nos transforman de salvajes, juguetonxs y revoltosxs animales en domesticadxs, aburridxs e infelices productorxs y consumidorxs. Todo esto actúa sobre nosotrxs insidiosamente, limitando nuestra imaginación, usurpando nuestros deseos, suprimiendo nuestras experiencias. Y este es el mundo creado por estas autoridades, el mundo civilizado, en el que vivimos. Si mi sueño de una vida llena de placer intenso y aventura salvaje va a llevarse a cabo, el mundo debe ser transformado radicalmente, la civilización debe caer ante la expansión de lo salvaje, la autoridad debe caer ante la energía de nuestra libertad salvaje. Debe haber -por falta de una mejor palabra- una revolución.

Pero una revolución que pueda descomponer la civilización y restaurar la energía vital del deseo indomable, no puede ser como ninguna de las revoluciones del pasado. Todas las revoluciones hasta el momento, se han centrado en el poder, en el uso y redistribución. No han tratado de erradicar las relaciones de poder dentro de esas instituciones. Así lxs revolucionarixs del pasado han dirigido sus ataques a los centros de poder intentando derrocarlos. Centradxs en el poder, estaban ciegxs con respecto a las fuerzas ocultas de dominación que abarca nuestra existencia diaria y así, cuándo tuvieron éxito en derrocar el poder, acabaron por recrearlo. Para evitar esto, necesitamos centrarnos no en el poder, si no en nuestro deseo de volvernos salvajes, de experimentar la vida al máximo, de conocer el placer intenso y la aventura salvaje. Cuando intentamos llevar a cabo este deseo, atacamos las verdaderas fuerzas de dominación, las fuerzas a las que nos encaramos cada momento de cada día. Estas fuerzas no tienen un único centro que se pueda derrocar. Son una telaraña que nos ata. Así que antes de intentar derrocar al poder, queremos destruir la dominación que confrontamos todos los días, ayudando a la ya colapsada civilización a descomponerse más rápidamente y si ésta cae, los centros del poder caerán con ella. Revolucionarixs anteriores sólo habían explorado los territorios bien cartografiados del poder. Yo quiero explorar y aventurarme en los territorios no cartografiados, e incartografiables, de la libertad salvaje. La revolución que pueda crear el mundo que yo quiero tiene que ser una revolución salvaje.

No puede haber programas ni organizaciones para esta revolución, porque lo salvaje no puede salir de un programa ni de una organización. Lo salvaje sale desde lo libre de nuestros instintos y deseos, de la expresión espontánea de nuestras pasiones. Cada unx de nosotrxs ha experimentado los procesos de domesticación, y esta experiencia nos puede dar el conocimiento que necesitamos para socavar la civilización y transformar nuestras vidas. Nuestra desconfianza en nuestra propia experiencia es probablemente lo que nos impide rebelarnos todo lo libre y activamente que nos gustaría. Tenemos miedo de arruinarlo, tenemos miedo de nuestra propia ignorancia. Pero esta desconfianza y temor que nos han sido inculcados por la autoridad, nos impiden el aprendizaje y desarrollo real. Nos hace blancos fáciles para cualquier autoridad que esté lista para llenarnos. Establecer programas “revolucionarios” es jugar en este temor y desconfianza, para reforzar la necesidad de que te digan lo que tienes que hacer. Ningún intento de volverse salvaje tendrá éxito mientras se base en tales programas. Necesitamos aprender a confiar y actuar sobre nuestros propios sentimientos y experiencias, si algún día vamos a ser libres.

Así que no ofrezco ningún programa. Lo que compartiré son algunos pensamientos de formas para explorar. Partiendo de que todxs hemos sido domesticadxs, una parte del proceso revolucionario es un proceso de transformación personal. Hemos sido condicionadxs para no confiar en nosotrxs mismxs, para no sentir de manera completa, para no experimentar la vida intensamente. Hemos sido condicionadxs para aceptar la humillación del trabajo y el sueldo como algo ineludible, para relacionar las cosas con recursos a utilizar, para sentir la necesidad de probarnos a nosotrxs mismxs produciendo. Hemos sido condicionadxs para esperar la desilusión, para verla como algo normal, no para cuestionarla. Hemos sido condicionadxs para aceptar el tedio de la supervivencia civilizada antes que liberarnos de nuestra domesticación tanto como nos sea posible ahora. Intentemos liberararnos de este condicionamiento hasta que deje de controlarnos y no sea nada más que un rol que utilicemos cuando sea necesario para sobrevivir en medio de la civilización mientras que nos esforzamos en socavarla.

De una manera amplia, sabemos lo que queremos. Queremos vivir como salvajes en un mundo de salvajes y libres. La humillación de tener que seguir las reglas, de tener que vender nuestras vidas para comprar supervivencia, de ver nuestros deseos usurpados, transformados en abstracciones e imágenes para vendernos bienes nos llena de ira. ¿Cuánto tiempo aguantaremos esta miseria? Queremos convertir este mundo en un lugar donde nuestros deseos se puedan llevar a cabo inmediatamente, no sólo esporádicamente, si no normalmente. Queremos devolver lo erótico a nuestras vidas. Queremos vivir, no en un mundo muerto de recursos, si no en un mundo vivo de amantes libres y salvajes. Necesitamos empezar a explorar la extensión de todos los sueños que somos capaces de realizar en el presente sin aislarnos. Esto nos dará una comprensión más clara de la dominación que ejerce la civilización sobre nuestras vidas, una comprensión que nos permitirá luchar contra la domesticación con más intensidad y así ensanchar la extensión de lo que podemos vivir de manera salvaje.

Intentar vivir tan salvajes como nos sea posible ahora ayudará también a descomponer nuestro condicionamiento social. Esto hará brillar un salvajismo travieso en nosotrxs que apuntaría a todo lo que intentara domesticarnos, enterrando la civilización y creando nuevas formas de vivir y compartir con lxs demás. Estas exploraciones expondrán los límites de la dominación que la civilización ejerce y mostrarán su oposición inherente a la libertad. Descubriremos posibilidades nunca antes imaginadas… las vastas extensiones de la libertad salvaje. Los proyectos, pasando desde el sabotaje y las travesuras que exponen o socavan la sociedad dominante, a la expansión de lo salvaje, a fiestas y orgías, al compartir libre generalizado, logrando mostrar posibilidades asombrosas.

La revolución salvaje es una aventura. Es la exploración arriesgada de volverse salvaje. Nos lleva a territorios desconocidos para los que no existen mapas. Sólo podemos conocer esos territorios si nos arriesgamos a explorarlos activamente. Debemos atrevernos a destruir cualquier cosa que destruya nuestro salvajismo y seguir nuestros instintos y deseos. Debemos arriesgarnos a confiar en nosotrxs mismxs, en nuestras experiencias y nuestras pasiones. Entonces no nos permitiremos ser encadenadxs o encerradxs. No nos permitiremos ser domesticadxs. Nuestra energía salvaje romperá la civilización en pedazos y creará una vida de libertad salvaje e intenso placer.

Feral Faun

Del libro Feral Revolution Elephant Editions