Existe un gran número de anarquistas que continúan identificándose estrechamente con la izquierda política de una forma u otra. Pero cada vez hay más personas dispuestas a abandonar el peso muerto asociado con la tradición de izquierda. Este texto está dedicado a explorar si la identificación con la izquierda política ya ha superado cualquier beneficio para los anarquistas.

Durante la mayor parte de su existencia, en los últimos dos siglos, activistas, teóricos, organizaciones y movimientos conscientemente anarquistas han habitado una posición minoritaria en el mundo ecléctico de los aspirantes a revolucionarios de izquierda. En la mayor parte de las insurrecciones y revoluciones que definieron al mundo, aquellas en las que hubo victorias significativas, los rebeldes autoritarios fueron notablemente la mayoría de entre los revolucionarios activos. Incluso cuando no lo eran, estos rebeldes autoritarios tomaron la ventaja por otros medios. Si eran liberales, socialdemócratas, nacionalistas, socialistas o comunistas, seguían siendo parte de una corriente mayoritaria dentro de la izquierda política explícitamente comprometida con toda una constelación de posiciones autoritarias. Junto con una admirable dedicación a ideales como la justicia y la igualdad, ésta corriente mayoritaria favoreció la organización jerárquica, el liderazgo profesional (y también opresivo), las ideologías dogmáticas (especialmente sus muchas variantes marxistas), un moralismo auto-justificado y el aborrecimiento general por la libertad social y la auténtica comunidad no jerárquica.

Después de su expulsión de la Primera Internacional, los anarquistas se han encontrado frente a una dura elección. Podrían ubicarse críticamente en algún sitio dentro de la izquierda política, aunque sólo en sus márgenes, o bien tendrían que rechazar la “cultura de la resistencia hegemónica” en su totalidad y arriesgarse a ser aislados e ignorados por estos grupos políticos izquierdistas.

Mientras que muchos militantes anarquista, si no es que la mayoría, han abandonado la izquierda desilusionados por esa cultura autoritaria, otra porción se aferra a los bordes e intenta adaptar su temática con una dirección más libertaria, lo que ocasiona siga teniendo atractivo, como hace siglos. El anarcosindicalismo puede ser el mejor ejemplo de este tipo de anarquismo. Le ha permitido a los anarquistas usar ideologías y métodos izquierdistas para trabajar por una visión de justicia social progresista, pero comprometidos simultáneamente con temas anarquistas como la acción directa, la autogestión y ciertos valores culturales libertarios (muy limitados). El anarco-izquierdismo ecológico de Murray Bookchin, ya sea el sello de municipalismo libertario o de ecología social, es otro ejemplo, se distingue por su persistente fracaso para intentar ganar apoyo o adeptos a la causa, en cualquier lugar, incluso en su terreno favorito de la política verde. Otro ejemplo, el más invisible (¿y numeroso?) de todos los tipos de anarco-izquierdismo, es la elección que toman muchos anarquistas de implicarse en organizaciones izquierdistas que tienen poco o ningún valor libertario, simplemente por la imposibilidad de actuar directamente con otros anarquistas (que muchas veces se encuentran de manera similar, escondidos, integrados en otras organizaciones izquierdistas).

Tal vez es tiempo, ahora que las ruinas de la izquierda política continúan implosionando, para que los anarquistas consideren dejar en masa esa sombra que los anula. De hecho, todavía existe una posibilidad, si suficientes anarquistas se desligan de los innumerables fracasos, purgas y “traiciones” del izquierdismo, es probable que puedan actuar por su cuenta.

Además de lograr definirse en sus propios términos, los anarquistas podrían nuevamente inspirar a una nueva generación de rebeldes, que ésta vez puedan estar menos dispuestos a comprometer su resistencia ante ideologías progresistas con la intención de mantener un frente común político que, históricamente, se han opuesto a la libertad colectiva, donde quiera que haya aparecido. La evidencia es irrefutable. A los revolucionarios libertarios de cualquier tipo se les ha negado sistemáticamente una presencia en la gran mayoría de las organizaciones izquierdistas (desde la ruptura de la Internacional); silenciandos de agrupaciones a las que se les permitió unirse (por ejemplo: “los anarco-bolcheviques”); perseguidos, aprisionados, asesinados o torturados por cualquier izquierdista que haya conseguido el Poder o los recursos necesarios para hacerlo. ¿Por qué ha existido una larga historia de conflictos y enemistades entre anarquistas e izquierdistas? Es debido a que poseen elementos contradictorios, son dos visiones fundamentalmente diferentes del cambio social, encarnadas en el rango de sus respectivas críticas y prácticas. En su forma más simple, los anarquistas, especialmente quienes se identifican menos con la izquierda, suelen negarse a participar en la construcción de una dirección política para la sociedad, rechazando la jerarquización y la manipulación que implica crear organizaciones de masas, además de refutar la hegemonía de la ideología dogmática única. La izquierda, por otro lado, comúnmente participa en la sustitución y representación, pues las organizaciones de masas están sometidas al liderazgo de una élite de ideólogos, intelectuales y políticos oportunistas. En ésta práctica, el partido sustituye al movimiento de masas, y el liderazgo del partido se sustituye por el mismo partido.

Históricamente la función primaria de la izquierda ha sido recuperar todas las luchas sociales capaces de confrontar directamente al Capital y al Estado, de tal manera que, en el mejor de los casos, solo se logra una representación que le sustituye tras la victoria, ocultando que se continúa con la acumulación del Capital, de la esclavitud laboral, la constante jerarquización y las políticas estatistas acostumbradas, bajo una retórica de la resistencia, la revolución, la libertad y la justicia social.

La pregunta más importante es ¿Pueden los anarquistas tener mejores resultados afrontando a la izquierda desde una posición de crítica explícita e intransigente, que aquellos que han elegido implicarse con la izquierda y cambiarla desde adentro?

Jason McQuinn