El atraco en Córdoba

Crónica de la fallida expropiación bancaria efectuada por un grupo de acción anarquista en la ciudad de Córdoba, Andalucía, en el año de 1996.

 

Son las cinco de la mañana de un día lluvioso, ya lleva diez días sin parar de llover en esta ciudad de Córdoba, en Andalucía. Los días de lluvia son los más indicados para atracar. La gente por lo general, no presta demasiada atención al atracador que espera nervioso, en la esquina del banco, la llegada del encargado que abrirá la puerta de acceso. La lluvia y el frío encogen la mirada de los transeúntes preocupados en no mojarse y no pisar los charcos de agua en el suelo.

Todo está preparado, lentamente me despierto, oigo rumores en las otras habitaciones. Los demás compañeros al igual que yo, empiezan a preparase. Con dificultad me pongo el chaleco antibalas de placas de titanio que pesa 4 kilos. En la funda pongo la pistola semi automática de 9 milímetros Parabellum Sig Sauber P 210. Esparcidos entre los bolsillos del chaleco de cazador que llevo encima del antibalas, pongo ocho cargadores de ocho balas cada uno, el noveno ya está puesto en la recámara. En total 73 cartuchos contando el de la recámara. En otro bolsillo del abrigo llevo un revólver S.W. del calibre 32 largo con 30 cartuchos de reserva. En el pequeño bolso una metralleta Madsen de 9 milímetros Parabellum, con 2 cargadores de 30 balas cada uno. Con todo llevo encima tres armas con 163 cartuchos, un verdadero arsenal ambulante. Enciendo el escáner… todo normal en la ciudad, a parte de algún que otro accidente de tráfico debido a la lluvia. Me doy cita con uno de los compañeros a la salida de un bar desde donde se puede divisar la calle donde está ubicada la oficina central del Banco Santander.

El empleado que abrirá la puerta de entrada no tardará en llegar…lo tengo controlado desde hace varias semanas. Los minutos pasan, el estómago encoje…me gusta esta sensación, la puedo controlar, es la adrenalina que sube, los sentidos se agudizan, los músculos de la cara se estiran, el color de la piel se vuelve pálido. Allí los dos a la espera damos miedo al vernos, siempre que alguien se fije en nosotros…pero llueve y la gente sigue pasando a nuestro lado sin hacernos el menor caso. Las 7:10, el empleado se está retrasando, veo que ya ha llegado el coche que robé la noche anterior, un Fiat 1. Dentro están los dos compañeros del grupo encargados de aparcarlo en el lugar indicado, pero no hay sitio allí, la calle está repleta de coches. No queda otra solución que aparcarlo más a la vista, justo a pocos metros de donde estamos esperando nosotros. Mal asunto, no me gusta verlo aparcado ahí, pero no hay otra elección.

Las 7:12 de la mañana, ahí viene el empleado, me pasa muy cerca, lo reconozco. Él no se da cuenta de que lo estoy observando fijamente. Trato de entender si con su forma de andar esconde bajo el abrigo algún arma de fuego. Pero me tranquilicé enseguida. Este hombre no tiene pinta de llevar un arma. Estas certezas son el fruto de muchos años de experiencia en la observación, nunca me equivoqué, espero que esta vez tampoco. Lo sigo a pocos metros de distancia, no se da cuenta de mi presencia. Detrás de mí el segundo compañero sigue mis pasos, dispuesto a intervenir ante la eventualidad de que lo necesitase, aunque estando en la calle, cualquier problema que surja con el empleado sería fatal para el éxito del asalto. Pero todo va bien, el encargado cruza la calle, espero a que abra la puerta acristalada del banco. Unos segundos más y me abalanzo sobre él empujándolo dentro, es el momento más peligroso, nadie tiene que percatarse. La calle está desierta y mi compi me cubre las espaldas controlando por si alguien se entera de algo. El empleado sorprendido, no entiende lo que está pasando, le digo “es un atraco, desconecta rápido las alarmas” sé que tengo menos de un minuto para que se activen si el encargado no desconecta rápido utilizando el código numérico de acceso puesto justo en la parte interior de la antesala. El tío sigue sin entender, está asustado y no quiere moverse “oye” le digo “despierta, desconecta la alarma o te pego un tiro” pero nada, sigue paralizado, le golpeo levemente con la culata de la pistola y me contesta al fin “la alarma ya está desconectada”no lo entiendo, tiene que ser un sistema que desconecta la alarma al abrir la puerta con sus llaves y eventualmente utiliza el código numérico, no se…no me preocupo demasiado, si salta la alarma darán aviso a la Policía Nacional y lo captaré con mi escáner. Llegan los demás compañeros, ya somos cuatro, cada cual en su sitio a la espera de la llegada de los/as empleados/as. Éstos, desconocedores de lo que les espera, llegan solos o en grupos de dos y tres. No hay problema con ellos/as, se dan cuenta del peligro una vez dentro del banco. Están atrapados/as. No tienen escapatoria. Lo único que pueden hacer es obedecer mis órdenes, sentarse en su lugar de trabajo sin tocar ninguna alarma (les advierto con las habituales amenazas). Todo sigue bien, llega el tercero, le ordeno que abra en segundo lugar la caja fuerte, que tardará en abrirse entre 5 y 10 minutos. No importa, tenemos tiempo, el banco ahora es nuestro, es como si fuera nuestra propia casa, nos movemos con tranquilidad. Siguen llegando más empleados/as. Ya tenemos más de veinte rehenes, y faltan uno/as cuantos/as más. Ordeno que enciendan las luces, para que desde fuera parezca un día normal de faena. La caja fuerte se abre, hay más de ochenta millones de pesetas allí depositados. Una vez vaciada, los compañeros dirigen la atención a las cajas de seguridad particulares. Hay que romperlas utilizando un mazo, un cortafríos, una palanca (pie de cabra). Los compas consiguen romper unas cuantas cajas particulares, sacando unos veinte millones más en piezas de oro.

8:25 de la mañana, llega el furgón blindado, un imprevisto. El guarda jurado entra en el banco por la puerta principal… va armado, no se da cuenta de nada, le apunto con la metralleta y le ordeno tirarse al suelo mientras que el cuarto compañero le desarma de su revolver calibre 38 Special. La operación, aunque rápidamente efectuada, no ha pasado desapercibida para el segundo guarda jurado que está esperando fuera del banco. Éste, corre a alertar a los Policías Locales que están poniendo multas a los coches mal aparcados en la plaza cercana al banco, entre los coches mal aparcados y multados está también el nuestro que es llevado por la grúa al depósito. No me entero del levantamiento de nuestro Fiat 1, mi frecuencia radio está sintonizada con la Policía Nacional. Los policías locales rodean rápidamente el banco, son muchos, los veo correr para arriba y para debajo de la calle, lanzando órdenes a los transeúntes para que se aparten.

¡Maldición! Tenemos que salir con algún rehén para evitar que nos tiroteen justo a la salida del banco. Ordeno a un compañero que tome como rehén al guarda jurado. Una vez encañonado a la cabeza, salimos todos del banco. Tres de nosotros con el guarda como rehén, vamos en la justa dirección en la que estaba aparcado el coche robado (supimos luego que la grúa se lo había llevado). El cuarto compañero va en dirección contraria. Yo, con el sub-fusil en la mano, el obturador abierto listo para disparar, avanzo seguido por mis compañeros. Veo delante de mi, llegar a una mujer policía con el revólver en la mano, le apunto con mi arma, chillándole que se vaya de ahí si no quiere que la mate. No me lo hace repetir dos veces, me da la espalda y se aleja asustada por la misma dirección por la que llegó.

Al llegar al final de la callejuela, nos damos cuenta de que el Fiat 1 no está, estamos atrapados. Por un lado de la calle está un policía que se esconde detrás de unos barriles de cerveza que un camionero está descargando de un camión. Desde la callejuela por la que acabamos de bajar se ven más policías avanzando hacia nosotros y, por fin, en la plaza veo el blindado con el guarda apostado detrás arma en mano. El policía escondido dispara en nuestra dirección pero falla el tiro, le apunto, sólo entreveo sus piernas en la línea de mira, tengo ganas de apretar el gatillo, el muy cabrón disparó aún sabiendo que teníamos un rehén. Segunda oportunidad que concedo hoy a la Policía Local. No disparo, bajo mi arma y apunto amenazante al primer coche que llega. Es un concejal del partido Socialista de Córdoba, que lleva a su hijo a la escuela. Se asusta, me pide que no le haga daño, le digo ¡sólo quiero tu coche, vete!

Ahora tenemos el coche que faltaba para la fuga, tenemos el rehén, pero aún falta uno de los nuestros, chillo- ¿dónde está? ¿Dónde se ha metido? Pasan los segundos, demasiados, a la espera de que aparezca, un compañero me dice que se ha ido por otra dirección, que no está. Un instante de indecisión bajo la atenta mirada de un montón de policías apostados a la espera quizá de una orden. Nada, confío en que el compi se ha dado a la fuga. Nosotros no podemos esperar más, subimos al coche y emprendemos la fuga, perseguidos por la Policía Local a pie. Rápidamente les perdemos de vista. Al llegar a una plaza cercana veo un coche de Policía parado, al pasar nosotros, a un ceda el paso, nos embiste chocando contra la parte izquierda de nuestro coche, nada grave, el impacto es mínimo, no hay demasiado daños, el coche puede seguir la marcha. Por el escáner está sintonizada ahora la frecuencia de los Locales. Todo el mundo chilla, nos señalan continuamente, sigue la persecución… no veo a la Policía, pero desde las ondas radio escucho que están detrás de nosotros, mal asunto, no podemos desengancharnos… de repente aparece un coche policial conducido por dos figuras que no consigo distinguir. Se pegan detrás nuestro, son unas mujeres de la Policía Local. Éstas señalan a la central cada movimiento o cambio de dirección que tomamos. Con estas dos detrás pegadas a nuestro coche, nos va ser imposible fugarnos. Ordeno al compañero que conduce que pare el coche. Bajo y zigzagueo hacia el coche perseguidor en plan comando, arma en mano. Al ver nuestro coche parado, las dos policías frenan en seco. Llego a pocos metros de su coche. Veo de repente que una policía saca su revólver y me apunta amenazante desde su ventanilla bajada… le chillo varias veces que tire el arma, pero sigue apuntándome siguiendo mis movimientos. Comprendo que va a disparar y abro fuego yo primero con una ráfaga corta seguida por otra más larga. En menos de un segundo y medio, la Madsen escupe 17 balas, ninguna de ellas falla el objetivo, todas han alcanzado el cuerpo de las dos policías que mueren al instante. Veo con impresionante rapidez que el color de su cara se vuelve amarillo pálido, el color de la muerte. Esta vez, no le di una tercera oportunidad al cuerpo de la Policía Local de Córdoba.

Rápidamente subo al coche, arrancamos de un tirón, perseguidos por más coches policiales que al ver un coche de los suyos parado en medio de la calzada paran para ver lo que ha pasado. Oigo el escáner “¡están muertas, les han disparado!” algunos de ellos siguen la persecución. Llegados a la altura de la Avenida de los Omeyas, justo al doblar la esquina, los coches particulares de los ciudadanos que circulaban en aquel momento, paran bruscamente. Veo las luces de frenos encenderse, veo un control policial justo a nuestra izquierda, parado al lado de la carretera. Hay otro delante, a unos 100 metros, bloqueando la calle. Son varias furgonetas de la Policía Nacional. De repente llegan un montón de balas que impactan en el parabrisas y en la carrocería del coche, llegan de frente y de lado. Son más de catorce policías que disparan todos a la vez, a descarga de tiros nos sorprende a todos. Trato de abrir fuego a mi izquierda pero el compañero que conduce está en la línea de tiro. No puedo disparar, lo alcanzaría de lleno. Imposibilitada la defensa en al parte izquierda, apunto con la metralleta a la línea de policías que tengo delante. Abro fuego a través del cristal del parabrisas, la ráfaga sale rabiosa, vacío el cargador (nuestro coche está parado, hemos chocado con un coche que tenemos delante). Los componentes de la patrulla de Policía Nacional que tenía en frente, nueve en total, me confiesan días después, cuando estaba atado a una camilla del hospital, que diez centímetros más abajo y la ráfaga les abría volado la cabeza a todos. Las balas no paran de impactar en el coche, serán más de doscientos los impactos que recibimos, (según el abogado de oficio que nos visitó, y que vio el coche en el cual viajábamos, no había un espacio de más de 10 centímetros donde no hubiera un agujero de bala) estamos entre tres fuegos: de lado, por delante y por detrás.

Calló herido de gravedad el compañero que viaja en el asiento de atrás junto al guarda jurado, también alcanzado de gravedad. El conductor recibe ocho impactos en una pierna, yo recibo cuatro impactos, dos en la mano izquierda, uno en la barriga y otro a la altura del corazón, estos dos últimos habrían sido mortales sino llevase puesto el chaleco antibalas. Consigo a pesar de las heridas, abrir la puerta del coche y tirarme al suelo, mientras las balas no paran de silbar peligrosamente a mí alrededor. Ruedo por el suelo…un policía avanza hacia mí disparando…no tengo tiempo de cambiar el cargador vacío de la metralleta, así que saco la pistola, abro fuego a la vez hacia él. Se tira al suelo echándose de lado, sigo disparando con calma y precisión a las furgonetas policiales detrás de las cuales se esconden unos cuantos maderos. Nadie se asoma, uno de ellos, para evitar ser alcanzado, se tira al suelo desde el asiento del conductor, destrozándose la rodilla (según lo que declaró en el juicio, la caída le provocó una baja de 505 días y una cojera permanente). Ahora trato de ayudar a salir del coche al compañero herido que estaba detrás. En la mano derecha sujeto la pistola, la izquierda es inservible… sale mucha sangre… chillo “¡vámonos de aquí rápido!” él me mira “vete tú, estoy paralizado, no puedo moverme” dos balas le han alcanzado detrás del cuello, tiene la sexta y séptima vértebra cervical rota. El chaleco que llevaba puesto no ha resistido, las balas han conseguido atravesarlo, pero sin él, estaría muerto. A los pies del compañero está el guarda jurado agachado en posición fetal, también a él le han herido de gravedad (sufrirá una tetraplegia permanente), su cara y la de mi compañero son del mismo color que pocos instantes antes había visto en la cara de las dos policías muertas.

Veo el saco del dinero, ni siquiera pienso en llevármelo. Un par de balazos pasan muy cerca de mi cabeza… me agacho parapetándome lo más posible “hijos de puta” reemplazo el cargador vacío de mi 9 milímetros, pongo otro y abro fuego en rápida sucesión. Ahora los polis desaparecen de mi vista, escondiéndose detrás de sus coches, solo veo el relámpago de sus disparos, sus armas están puestas por encima del capó del motor, y ellos parapetados detrás. Asustados, disparan sin mirar (uno de ellos dirá en una entrevista de la tele, que no entendía como podía estar yo de pie después de haberme vaciado su cargador de 16 balas). Veo salir al compañero conductor con dificultad. Decido avanzar hacia los policías abriéndome paso, estaba rodeado, disparo a cada cabrón que asoma el morro, ellos se esconden, es lo que busco. Llamo al compi que anda cojeando, le digo de seguir mis pasaos hacia la derecha donde entreveo una vía libre, él me mira triste, lo veo caer de bruces… también para él se acabó.

Un silencio de muerte envuelve la calle. No se oyen más disparos ni ruidos (dicen que a los policías se les había acabado la munición). Consigo abrirme paso hacia la derecha, corro agachado mirando si alguien me sigue, no hay nadie… cruzo un inmueble, salgo por el lado opuesto, veo un taxi monovolumen parado, hay una chica sentada en la parte trasera, está en silla de ruedas. Ordeno al propietario que la baje del coche. Subo al vehículo y espero para arrancar hasta que bajen a la chica con su silla de ruedas. Pongo la primera, por el camino que acababa de hacer vienen dos policías nacionales que siguen mis pasos. Me ven sentado en el taxi, me miran… los miro fríamente. En la mano guardo mi semi-automática, listo para abrir fuego si éstos intentan detenerme. No hacen nada, yo tampoco. Me alejo del lugar a toda velocidad, me pierdo en la ciudad, trato de llegar lo antes posible al piso alquilado, pierdo abundante sangre, estoy empapado. Un taxi me persigue, con la prisa se quedó la puerta trasera abierta y esto llama la atención, la emisora de los taxistas ha dado la alarma. Trato de perderme por las calles de Córdoba, pero el conductor del taxi insiste en la persecución. Me cabreo. Pego una repentina frenada, el taxi me adelanta y para delante de mí. Bajo del mono volumen con la pistola en la mano, le apunto en la cabeza con el gatillo levantado “para de seguirme porque ya maté a dos policías y cargarme a un taxista cabrón como tú no cambiaría nada mi situación… ¿vale? Dame la llave de tu coche y vete a tomar por culo” se queda con la boca abierta, vuelvo al coche y me pierdo definitivamente.

Una vez abandonado el taxi sustraído, me dirijo al piso alquilado, allí intento curarme como puedo las dos heridas de la mano. Ahora con un poco de calma puedo analizar con detalle la gravedad de las heridas, son feas, una bala después de atravesarme la mano rompiendo todos los huesos que encontró a su paso, ahora asoma justo bajo la piel. Yo mismo con un simple corte de cuchilla de afeitar la podría extraer. La otra bala entró y salió mucho mejor…el problema es el hueso de la muñeca roto, tendré que inmovilizarlo con una tablilla y vendarlo. El dolor es intenso, sigo perdiendo mucha sangre, aplico un torniquete justo por encima de las heridas. Consigo con muchas dificultad cambiarme de ropa cuando oigo por el escáner que han localizado el piso franco. Vienen a por mí. Salgo rápidamente del domicilio tratando de esconderme en los bares cercanos. Para que no se note la mano herida chorreando aún sangre, la envuelvo en una bolsa de la basura y la meto en el bolso donde llevaba la metralleta, pero a pesar de esta solución, no consigo pasar desapercibido. Los clientes y los camareros se dan cuenta, y me delatan. Lo sabía porque a cada rato señalaban en mi dirección telefoneando a la policía. Tuve que cambiar de estrategia. Decido esconderme en un inmueble cerca del piso refugio ya caído. Subo por unas escaleras hacia el último piso y me escondo en la terraza. Ahí tumbado esperé una hora. Al escuchar por el escáner que los policías subían a mirar por todas las terrazas colindantes decido bajar…y menudo espectáculo me encuentro, alrededor del inmueble donde estaba escondido había más de doscientos policías… -¿cómo voy a salir de aquí ahora?… maderos que llegan desde arriba y maderos abajo que esperan… estoy atrapado- de repente veo llegar a tres chicas que salen de un inmueble contiguo. No me lo pienso dos veces, aprovechando que llueve y llevan un paraguas abierto en las manos, me meto por debajo cogiendo a una de las chicas por el brazo como si fuera una conocida“ vamos, que está lloviendo, no tengo ganas de mojarme. ¿No os acordáis de mí? Nos conocimos en la universidad” se miran entre ellas preguntándose quien de las tres me conocía, mientras seguimos avanzando hacia el cordón policial puesto delante de la salida del inmueble. Alguien por la ventana, un amigo suyo, les chilla desde lejos que tengan cuidado que andan por allí un montón de policías… nadie le hace caso, es más, se ponen a reír. El alegre grupo avanza, tengo el corazón que parece que me va a estallar. De repente nos vemos rodeados por un montón de maderos. No sé por donde empezar a correr, no lo hago, consigo guardar mi sangre fría hasta que uno de los maderos nos ordena quitarnos del medio porque es peligroso. No hago que me lo repitan dos veces, se lo agradezco al policía y me marcho hacia el lugar donde tenía aparcado otro coche, con el cual abandono la ciudad dirigiéndome hacia Bujalance, un pueblo de la provincia de Córdoba. A la salida de Córdoba topo con un control de la Guardia Civil, no me paran, luego me encuentro con otro cerca de Bujalance. No queriendo aprovecharme otra vez de mi suerte, tomo un camino de campo y me quedo encallado a causa de la lluvia. Tengo que abandonar el vehículo, no consigo sacarlo del barro. Hago auto-stop, un coche para y le pido que me lleve al pueblo cercano porque mi coche está averiado. En el bar del pueblo Siete Puertas tomo algo caliente a la espera del autobús para Sevilla, pero otra vez me delatan y un grupo de guardias civiles me rodea. Herido y sin fuerzas no reacciono y me detienen. Todo se había acabado, mi buena estrella, esta vez, me había abandonado para siempre. No fue mala suerte la nuestra, sino el haber hecho mal las cosas. Yo me considero el único responsable de este desastre.

Se abalanzaron sobre mí lo guardias civiles y dos policías locales del pueblo. Empezaron a pegarme bajo las miradas curiosas de los clientes, me esposaron y me llevaron al cuartel. Me dieron de hostias un buen rato, no puedo decir que me torturaron, no utilizaron los métodos típicos de interrogatorio, las bolsas, colgarte por los brazo, descargas eléctricas, etc. Pero utilizaron la heridas en la mano izquierda para provocarme dolor, al ponerme las esposas me rompieron el segundo hueso del antebrazo, sabían que el más ligero apretón, me producía un intenso dolor y no ahorraron esfuerzos. No se cuanto tiempo pasó…a cada pregunta que me hacían, seguía un silencio como repuesta por mi parte. Al final se cansaron ellos. Les di el nombre de mi carné falso y cuando vi llegar al oficial al mando del cuartel con un fax en la mano, le di mi verdadero nombre. Cuando te pegan, el dolor se nota los primeros minutos, luego ya no sientes nada. En mi caso cuando dirigían su atención a las heridas, el dolor me llegaba directamente al cerebro, a pesar de esta ventaja, visto que no cantaba, decidieron llevarme al hospital de Córdoba.

Al salir del cuartel, la noticia de mi detención se había difundido y todo el pueblo vino a verme. Al salir, escoltado por un grupo de guardias civiles, el populacho me llamó “¡asesino, asesino!” Un viejo intentó golpearme con su paraguas pero falló y le dio a la cabeza de un picoleto que se interpuso entre él y yo para protegerme “¡me cago en la leche!” le dije al viejo. En el hospital los picoletos me ofrecieron cigarrillos y me preguntaron si quería comer algo. Uno de ellos me dijo “¡increíble, estás herido, lleno de golpes y estás tan tranquilo, eres un tío frío y con cojones!, ¡palabra! Has tenido suerte de que te pilláramos nosotros, porque si te pillan los compañeros de las policías muertas, te matan a golpes” yo le contesté “de eso no tengo la menor duda”.

Me quedé en el hospital con un brazo escayolado y el otro atado con una esposa a la cama. A pesar de la imposibilidad de movimiento, a cada cambio de guardia de la Policía Nacional, me revisaban las esposas por si las conseguía abrir…el nivel de paranoia de los policías que me custodiaban era increíble. Igual suerte les tocó a los demás compañeros heridos que estaban en otras habitaciones del departamento de seguridad del hospital de Córdoba. Según los médicos del centro, tuve suerte. Las dos balas me atravesaron la mano izquierda rompiendo unos cuantos huesos y un tendón del dedo meñique, todas las demás articulaciones, estaban intactas, los huesos del antebrazo estaban rotos, pero se habían puesto bien al cabo de unos pocos meses. Peor suerte tuvo el compañero alcanzado en el cuello, tenía la sexta y séptima vértebras cervicales rotas y se temía que pudiera quedarse parapléjico. El tercer compañero, a pesar de las muchas balas que recibió en la pierna, no tuvo huesos rotos. Él también, al igual que todos, debe la vida al chaleco antibalas, un policía le disparó por la espalda cuando estaba tendido en el suelo. Este disparo lo efectuaron contra el compañero que se temía que quedase parapléjico.

Claudio Lavazza

Tomado del libro Autobiografía de un irreductible.

 

 

La irradiación pornográfica del neozapatismo

A la memoria del compañero Joël Fieux, y tantas otras víctimas del porno revolucionario.

 

Lo bello no es ni la envoltura ni el objeto encubierto, sino el objeto en su velo. Desvelado se mostraría infinitamente insignificante.

—Walter Benjamin

 

A finales del siglo pasado la imposición del neoliberalismo a sangre y fuego nos anunciaba el “fin de la historia” y nos auguraba el destino manifiesto de la humanidad con el arribo de una irrefutable cosmogonía fundada en la libertad de empresas y mercados, en la democracia parlamentaria y en la “globalización” capitalista. Sólo nos quedaba esperar —sin mayores sobresaltos— la arrolladora expansión de su definitivo imperio. En medio de esta trama adversa la insurrección de los sinrostro, señalando todo lo que había de podrido al interior de esta nueva panacea, fue un recordatorio necesario desde la recóndita Selva Lacandona que advertía, sin cortapisas y a todo pulmón, que nada había detenido el curso de la historia y que los excluidos continuaban en pie de guerra contra la dominación y lo atestiguaban con contundencia histórica, excediendo con creces el efímero “fin de la historia”.

La irrupción del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) causó gran fascinación entre los filántropos de todos los colores desde los primeros momentos de aquella madrugada inaugural del año 1994. La irradiación pornográfica del neozapatismo pronto provocó una suerte de coacción icónica que comenzó a propagarse por contagio desatando una epidemia viral que inundó las redes telemáticas de hipercomunicación anestésica. El denominado “movimiento anarquista” no quedó exento de su alcance, entregándose en cuerpo y alma a cultivar admiración y solidaridad. Ese “movimiento anarquista”, precario e incoloro, aún no se recuperaba por esos eneros de la tamaña embriaguez producida por la estrepitosa implosión de su archienemigo histórico: el “socialismo realmente existente” o capitalismo de Estado. Las precariedades de este “movimiento” imposibilitaron el aprovechamiento de condiciones favorables ante el campo particularmente fértil que dejaba a su paso la hecatombe soviética y la anhelada confirmación de todas las tesis anárquicas ancestrales. La ausencia de color, además, le había impedido apropiarse de la historicidad concreta de la que formaba parte, soslayando la necesaria renovación teórico–práctica y la correspondiente innovación de un modelo de organización y acción consecuente con los tiempos.

El “movimiento anarquista”, carente de paradigma, caía rendido a los brazos del EZLN dejando que los efectos narcóticos de la hipercomunicación anestésica, acompañados de una generosa porción de vaselina, cumplieran su objetivo. Sin embargo, sería injusto no matizar esta afirmación y continuar ocultando las honrosas excepciones que alzaron sus voces críticas desde los primeros intentos de penetración. Ése fue el caso de Charles Reeve, Sylvie Deneuve, Marc Geoffroy y de nuestro compañero Massimo Passamani, entre otros. De tal suerte, de paso por Montpellier a mediados de 1995, llegaba a mis manos Au–dela des passes–montagnes. Para mi sorpresa, ése no sería el único manuscrito crítico que me harían llegar los compañeros europeos.

En Brescia también me entregarían un documento de autoría anónima y, al finalizar mi charla en el Politécnico de Tesalónica, otro. Éste estaba en inglés y me lo otorgarían los propios autores: una joven pareja que no dejó de denunciar los desvaríos nacionalistas del EZLN, la clara intención socialdemócrata de sus discursos y la fuerte alineación jerárquica que caracterizaba su estructura. De regreso en Barcelona, en el acogedor departamento de Diego Camacho (Abel Paz), el veterano luchador anarcosindicalista me cuestionaría de nueva cuenta en torno a los mismos tópicos, haciendo énfasis en el tremendo desatino que estábamos cometiendo al alimentar estos desvaríos leninistas en lugar de renovar nuestro andamiaje teórico–práctico y reconstruir al “movimiento”. Al despedirnos, tras despotricar contra los remanentes del exilio cenetista en México, retomaría el tema neozapatista sentenciando sonriente: «Chaval, te digo lo mismo que le he dicho a Iñaki que se ha convertido en su embajador en Barcelona: lo del tal Marcos es una zarzuela y los zapatistas tienen de anarquistas lo que tienen de católicos mis cojones». Un año y dos meses después pude comprobar la veracidad de su sentencia.

Pero sería deshonesto de mi parte proseguir con este texto sin entonar el mea máxima culpa del confiteor. A estas alturas cabe darnos la licencia de un pequeño paréntesis y hacer pública mi “grande culpa”: Si bien es cierto que a lo largo y ancho de aquella tourné encontré incontables críticas, el motivo de nuestra encomienda era cimentar las bases del “apoyo crítico” al neozapatismo al interior de nuestras tiendas y fundamentar los nexos históricos entre anarquismo y zapatismo. Bastaba con desempolvar a Ricardo Flores Magón y el guión del nuevo culebrón revolucionario estaría listo para escena.

La solidaridad libertaria —cada vez menos crítica— comenzó a fluir por tuberías. Las recaudaciones de fondos eran copiosas y llegaban directamente a las cuentas destinadas a este fin, lo que aunado a las fuertes donaciones de partidos políticos, fundaciones, asociaciones de ayuda humanitaria, ministerios, gobiernos municipales, eurodiputados y una que otra exprimera dama socialdemócrata, sumaban un nutrido botín solidario. Por nuestra parte, y con apoyos exclusivamente libertarios, abríamos las puertas en precarias condiciones del Campamento de Solidaridad Directa “Mártires de Chicago” en pleno corazón de la Selva Lacandona. Considerábamos que con la cooperación directa de compañeros internacionalistas podíamos darle continuidad al proyecto de la Federación Anarquista Revolucionaria Amor y Rabia/Love and Rage Revolutionary Anarchist Federation, que impulsaba una escuelita antiautoritaria (la Escuela Antiautoritaria “Primero de Mayo”, Santa Rosa El Copán, municipio de Las Margaritas) y la Casa de la Mujer “Margarita Ortega” en la misma localidad selvática.

Pronto germinarían las abismales contradicciones. Los lineamientos y objetivos del EZLN y los fundamentos teórico–prácticos de la anarquía no tenían el más mínimo punto de encuentro. Comenzábamos a constatar —aunque no todos lo quisieran ver y mucho menos aceptar— los privilegios de la jerarquía militar y el control autoritario que ejercían sobre la población, expulsando de las comunidades y despojando de sus tierras a quienes consideraban “desafectos” y, decidiendo impunemente el libre tránsito de la población, llegando incluso a impedir el acceso a los centros de salud. Asimismo, el reclutamiento forzado, el uso y abuso constante de la privación de libertad (a régimen de aguachile) y el castigo físico eran hechos cotidianos. Por esas fechas comenzaba a verificarse la inminente corrupción que hoy hace estragos en sus feudos, facilitando el enriquecimiento del sector más cercano a la élite dirigente, controlando el monopolio del transporte, los establecimientos de distribución de víveres y la crianza de ganado vacuno y porcino para su explotación comercial.

También pudimos confirmar la condición y posición de las mujeres en los territorios dominados por el EZLN, más allá de la verborrea discursiva y los escenarios montados para consumo exterior en los Caracoles y las patéticas “escuelitas zapatistas”. Las mujeres no sólo tienen una participación nula en la toma de decisiones sustanciales sino que continúan subordinadas ejerciendo los papeles de género tradicionales, ocupándose de la preparación de alimentos, el lavado de la ropa, el cuidado de los hijos y la crianza de los animales de corral, además de la doble jornada que representa el apoyo a los hombres en las labores agrícolas y la recolección y traslado de la leña. Para las llamadas “insurgentes” la condición y posición es idéntica, aunque varía en dependencia del grado de jerarquía que ostenten en la estructura político militar, gozando solamente del “privilegio” de acceso al aborto a diferencia de las mujeres en las comunidades que persisten sin poder ejercer la libre interrupción del embarazo sometidas a las estrategias de crecimiento poblacional del EZLN o como consecuencia de la imposición de la moralina católica.

Debería ser obvio que en un ambiente tan despótico las críticas son inadmisibles. Para entonces, el subcomediante Marcos barajeaba la propuesta de incursionar en la farsa electorera aprovechando la popularidad obtenida con el alzamiento y el ofrecimiento de la candidatura presidencial por parte del desaparecido Partido Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCRN). Ante los acontecimientos, no dudé en externar mis críticas en derredor de semejante oportunismo —propio del más facultado de los discípulos de Niccolò di Bernardo dei Machiavelli—, lo que inmediatamente resultó en mi inapelable expulsión del territorio controlado por el EZLN.

No faltó la versión jocosa que trataba de añadirle folklore a tales atropellos y corrió la voz de que la expulsión había sido motivada por mis invariables “indisciplinas”, entre las que destacaba la gota que derramó la copa: haberme hecho pasar por el propio subcomediante para gozar de los favores sexuales de una periodista pequebú de esas que llegaban a la selva hambrientas de exclusivas con el micrófono en una mano y el calzón en la otra. Lo cierto es que a la sazón no sólo me habían expulsado del “territorio zapatista” (sic) —comunicado mediante, firmado por el infraescrito— acusándome de actuar “como los demás políticos”, sino que habían encarcelado con cargos de “desacato” y “deserción” a Matt M., miembro de la Federación Anarquista Revolucionaria Amor y Rabia, contando con el silencio cómplice de los “compañeros” de organización.

Dos años más tarde, el 23 de mayo de 1998, fenecía la Federación con casi una década de esfuerzos y un gran bagaje teórico–práctico. Durante el último encuentro continental celebrado en el Hunter College en la ciudad de Nueva York, la organización se disolvería tras tres años de encontronazos irreconciliables entre sus dos principales facciones. Las posturas antípodas se reprochaban mutuamente ser los “saboteadores” del proyecto. Unos eran acusados de “antiorganizacionistas”, los otros de maoístas. El “pluralismo revolucionario”, postulado como bandera de lucha en 1995, se revelaba como una estrategia centralista que comenzaba a surtir efecto a mediano plazo.

Curiosamente, esta estrategia tuvo su origen en San Cristóbal de las Casas durante la prolongada estancia de algunos miembros del Comité Coordinador de Amor y Rabia. Se presentarían primero algunos análisis favorables sobre los desvaríos históricos del pensamiento ácrata (la Makhnovchina, la Plataforma y el anarco–bolchevismo de 1937); después continuarían las tesis sobre la importancia del “poder dual”, el “municipalismo autónomo”, el “federalismo democrático” y, por último, se avalaría la estrategia de “línea de masas” y se aplaudían las bondades del “Poder Popular”. Evidentemente, éste era el final de la Federación.

En México, los satélites de esta suerte de coup d’ État de poca monta, acto seguido de una profunda purga expulsando a toda la disidencia, intentarían darle continuidad al trabajo editorial bajo otro título poco original. Sus impulsores se diluirían en el fallido Frente Zapatista de Liberación Nacional, abandonando para siempre todo proyecto ácrata. Sin embargo, aquella nefasta maniobra blanquista quedó sepultada en la historia reciente del anarquismo continental bajo un alud de vaselina y una tenaz campaña difamatoria que aún persiste en estos días.

Como bien afirmaban las compañeras y los compañeros de la extinta Coordinadora Informal Anarquista: «El subcomediante Marcos conoce muy bien las bondades de la vaselina».1 Este grasoso artilugio soslaya el dolor y facilita la penetración. La ingrávida positividad de la vaselina evita la negatividad del desgarro. Extirpa toda resistencia de lo real y la negatividad de lo otro. Es por ello que el sistema de dominación incrementa el proceso de positividad de la sociedad y subvenciona la producción de vaselina incorporándola a la canasta básica.

Quizás este exceso de positividad, latente en todos los rincones sociales, es lo que ha impedido a muchos compañeros poder expulsar de lo más recóndito de sus entrañas —por muy enérgicamente que pujen— la larga penetración que les invade. La creciente ausencia de negatividad en nuestras tiendas ha producido las más exuberantes desvirtuaciones, alimentando propuestas “estratégicas” y alianzas “tácticas” disparatadas que comienzan a mostrarnos un desbarajuste teórico–práctico de proporciones adversas. Tal vez si estos compañeros seducidos por las doctrinas ajenas se dieran la oportunidad de detener el inútil hiperactivismo que les embarga y abandonaran, aunque fuera momentáneamente, el quéhacerismo, tendrían la ocasión de reflexionar desde una perspectiva más antiautoritaria y dar una respuesta contundente a la brutal penetración de la que están siendo objeto sin percatarse.

Baudrillard señala que

El único fantasma en juego en el porno, si es que hay uno, no es el del sexo, sino el de lo real, y su absorción, absorción en otra cosa distinta de lo real, en lo hiperreal […] La dimensión de lo real es abolida por el efecto de zoom anatómico, la distancia de la mirada deja paso a una representación instantánea y exacerbada: la del sexo en estado puro, despojada no sólo de toda seducción, sino incluso de la virtualidad de su imagen —sexo tan próximo que se confunde con su propia representación: fin del espacio perspectivo, que también es el de lo imaginario y el del fantasma— fin de la escena, fin de la ilusión.2

La falta de distancia y la exposición hiperrealista aniquila toda negatividad y anula cualquier posibilidad de accionar erótico dando paso a la exhibición pornográfica, es decir, a la lógica capitalista donde todo se reduce a mercancía. La destrucción de la transgresión erótica se consuma en el porno cotidiano de la irradiación transparente. Esa irradiación carente de luz —que no alumbra sino penetra— que hace todo transparente. Desprovista de la luminosidad que engendra la tensión negativa, esta ausencia de luz impide la representación de las acciones y la liberación de las pasiones en el teatro del mundo. Sobre el cadáver de la negatividad hoy se erige la transparencia, o sea, la exposición pornográfica.

Esa irradiación transparente ha convertido al Ejército Zapatista de Liberación Nacional en una pornoguerrilla. La guerrilla de la transparencia. Una guerrilla sin color, desprovista de toda singularidad, que se despidió de la insurrección renunciando a toda tensión negativa. En el trascurso de su Larga Marcha hacia la positivización el EZLN ha experimentado una profunda metamorfosis que concluye en la absoluta domesticación que hoy les amolda a un nuevo espacio de confort, apoltronándose en la dimensión del precio. El neozapatismo hoy puede sintetizarse como la “guerrilla” del espectáculo, por eso su apuesta por los medios telemáticos y la reciente incorporación de la farsa electorera a su amplio menú de opciones.

Sin duda, el mayor de los hermanos Marx tenía razón en aquello de la repetición de la historia: primero como tragedia, luego como farsa.3 Hoy la farsa se refleja en múltiples espejos de actos pornográficos de un leninismo posmoderno que se ha venido despojando de todos sus lastres, arrojando por la borda a tiranos y verdugos que presagiaban su inexorable destino trágico. Bajo el maquillaje de la transparencia, la tolerancia, la horizontalidad, la autonomía y el confederalismo democrático se disponen para la nueva película abusando del close up biológico. Algunos cambios imperceptibles acomodan el guión y cambia la locación del rodaje: de la Selva Lacandona se traslada a las montañas del Rojava en el legendario Kurdistán. El cartel que avisa el estreno nos muestra un nuevo protagonista. En los avances se deja ver en un privilegiado primer plano a Abdullah Öcalan posando con una ajustada tanga rojo y negra. Un intrépido zoom al pecho nos muestra a todo detalle una flamante A circulada tatuada con esmero sobre un desvanecido garabato que aparenta haber sido una hoz y un martillo. De nueva cuenta su irradiación pornográfica provoca esa suerte de coacción icónica que se propaga por contagio desatando una nueva epidemia viral que comienza a inundar las redes telemáticas de hipercomunicación anestésica. El “movimiento anarquista”, una vez más, no queda exento de su alcance.

Gustavo Rodríguez

Planeta Tierra, 19 de marzo 2017.

Prólogo a la edición en castellano de Beyond the balaclavas of South East Mexico (Au–dela des passe’montagnes du Sud–Est mexicain), de Charles Reeve, Sylvie Deneuve y Marc Geoffroy. Detrás de la máscara: más allá de los pasamontañas del sureste mexicano, Editorial Pensamiento Ilícito.


Notas

1 Véase El “Otro Circo” y su resplandor cegador —Reflexiones a propósito de la Otra Campaña y su lógica recuperadora (Anexo III de Detrás de la máscara…).

2 Jean Baudrillard, De la seducción, Madrid: Ediciones Cátedra, 2011, pp. 34 ss.

3 Vid Karl Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte, Buenos Aires: Longseller, , 2005, p. 17. La frase puede leerse al comienzo del libro y reza así: “Hegel dice, en alguna parte, que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal se repiten, para decirlo de alguna manera, dos veces. Pero se olvidó de añadir: la primera, como tragedia, y la segunda, como farsa”.

Violencia y organización

 

Conferencia de Agustín García Calvo en el salón de la CNT de Barcelona. 1978

Respecto a la violencia no voy a añadir gran cosa en general. Que conste que cuando uno está hablando, está hablando contra las ideas y no se puede hablar contra ninguna otra cosa. Pero uno habla contra la idea de los puños, sí. Y uno habla contra la idea de violencia, sí. Y contra la violencia misma, ¿Qué tengo yo que decir? ¿Qué sé yo? Ya lo dije al principio. ¿Cuál es la guía de los que no tenemos guía? El enemigo. No hacer lo que él hace. ¿Cómo es la violencia del Estado, cómo es la violencia establecida? Ahí, fijad los ojos en ese sentido. Si alguna vez se hace algo, que no esté cargado de los rasgos que despide la violencia del Estado.

¿Qué caracteriza la violencia del Estado? La caracteriza la premeditación, el dominio del Futuro, la justificación… entre otras cosas. Cuando la violencia de los llamados, por la prensa, terroristas, va tomando esas características, es cuando el ánimo de uno tiende a caer en la desolación. Es decir, cuando el planeamiento, los medios empleados, se parecen cada vez más a los del enemigo, cuando se hacen juicios por parte de pretendidos revolucionarios, imitando literalmente el aparato de justicia estatal, cuando se condena como si fuera otro Juez (que no pueden ser sino los mismos Jueces), todos son los mismos; cuando se cumplen las sentencias, cuando se dispone del Futuro, cuando se aprieta a alguien exactamente igual que lo hace el Estado, se le mantiene en la misma incertidumbre que hasta hace poco, sólo el Estado podía permitirse.

Porque el horror principal de la violencia estatal era que se pudiera someter a la expectativa de la muerte, en un Futuro por un lado determinado -por ley- y, por otro lado siempre impreciso, siempre encima; cuando se llega a imitar esto, cuando se llega a imitar sobre todo la justificación del Estado, la acción así, sea cualquiera, respaldando la violencia… los medios empleados, que son los mismos que los usados por el Estado, producirán efectos que en definitiva serán los mismos que los del Estado.

En la organización, en general; no digo una manera de organización, sino la organización en general, la historia realmente no enseña nada. Y bien se ve porque se sigue cayendo una y otra vez en este error. Se demuestra que la aceptación misma de la idea de organización tiene consecuencias tan graves que acarrean la ruina, el propósito de ir en contra del principio que podía haber promovido esa organización. No hay organización que pueda ir en contra de la organización. Ninguna. La organización está inventada necesariamente por el Poder, y la opresión. Cualquier organización está condenada a copiar, más o menos, los medios de organización del Poder. Y en esa copia de los medios, está la condena de las acciones, que con esa organización se pretende.

Lo mismo que os decía antes de las armas, y establecía diferencias entre un hacha y una ametralladora, podría establecerla entre el puchero de metralla de Ravachol y las últimas técnicas de algunos terroristas actuales. De la misma manera también, respecto a la organización tendría que decir lo mismo: no todas están totalmente condenadas. Pero no hace falta andar preguntando mucho para saber cuál es la menos dañosa. La menos dañosa es la que lo sea menos, hasta el punto que sea posible llegar, porque ningún absoluto puede pretender llegar hasta la desnudez total (quién puede pretender tal cosa: ningún absoluto se debe pretender; dejemos tal cosa para los teólogos), pero por lo menos, cada vez menos, siempre menos. Es decir, lo contrario de ellos, que como sabéis se caracteriza por aspirar a un todo. Es decir, a la organización perfecta, al Estado definitivo y cerrado y de aproximarse a él de más en más. La táctica contraria sería siempre la menos dañosa. Si la historia de los viejos anarquistas es ejemplar en algo, es en que sentían este daño de la organización, y querían defenderse de ella. Cómo llegaban a sacrificios inmensos incluso para producir asambleas, para producir reuniones para no tener organización. Ninguna.

No quiero particularizar. Si queréis, en la discusión nos detendremos en alguna de las diferentes organizaciones que ha habido. Por ahora, me parece que el sentido de la condena de este medio está bastante claro. La organización viene desde arriba. No hay otra organización más que la piramidal, más o menos. Los hombres no sabemos organizamos de otra manera. No hay democracia. Es mentira. La organización es piramidal. Hay jefe o jefes. Hay súbditos. Y si no hay diferencia entre jefes y súbditos, no hay organización. Cualquiera que pretenda hacer una organización copiará el esquema del Estado. Cualquier cosa en la que no haya diferencias entre jefes y súbditos vendrá desde abajo, desde eso inocente, indefinido y no organizado a lo que se suele llamar gente, pueblo. Desde Arriba, nada .

[Diálogo con los asistentes]

Voz.- Cuando dices que el enemigo está organizado, yo digo: es cierto. Cuando dices que no debemos hacer lo que él hace, yo digo: es cierto. Pero pienso que cuando usas la palabra ‘organizado’, no es una palabra suficiente. Pienso que el enemigo no está organizado simplemente. Está organizado de una manera jerárquica, autoritaria, y respecto a esto, yo digo, no hagamos lo que hace el enemigo, no nos organicemos de forma autoritaria ni jerárquica. Pero esto no implica en absoluto el término ‘no’ o el término ‘organizamos’. Yo pienso, por el contrario, que sí hemos de organizarnos. Para mí el problema es plantear cómo vamos a organizamos. No como ellos evidentemente. Organicémonos de forma libertaria, de forma antiautoritaria.

Al igual que esto, me planteo el término ‘violencia’. El enemigo emplea una violencia de opresión a todos los niveles. Yo pienso que sí hemos de emplear la violencia contra ellos, contra el enemigo. No voy a emplear una violencia totalmente sectaria, alienante; pero sí que voy a emplear la violencia.

Lo que yo quisiera que me aclararas, porque no lo he visto claro, es que una palabra en sí misma no tiene ningún valor. La palabra organización es una palabra astracta, y, a mí no me dice nada. Para mí está muy claro que hemos de organizarnos y hemos de ser violentos. No del mismo modo que ellos. No hagamos lo que hace el enemigo, pero no renunciemos a cosas que para mí son necesarias.

AGC.- Bueno, esto quiere decir que no te he convencido de una cuestión esencial. He dicho que organización no hay más que una; no hay más que un tipo, es ilusorio pensar que hay otro. Y respecto a la violencia del enemigo, he pasado largo rato caracterizándola. Y he dicho cómo me dolía en la medida de que acciones pretendidamente revolucionarias llegaban a parecerse a ella, en cuanto a programación, en cuanto a condena , en cuanto a disposición de Futuro, en cuanto a juicio, en cuanto a justificación ideológica.

Porque he dicho que en el extremo de más abajo, la violencia, que no es ninguna idea de violencia: esa qué sabemos tú y yo; esa se produce en el momento que se produce, nada más. Pero violencia ¿qué?: ¿organizada? ¡Ah! Ahí entramos en otro terreno de discusión. Y respecto a organización ya te he dicho que no me ando con contemplaciones. Este término abstracto, tienes razón, tan abstracto como los términos Estado, familia, individuo… Este término es realísimo, en el sentido que es el que nos oprime. Estamos precisamente muertos, matados por las abstracciones. Por eso hay que luchar contra ellas. Por eso, si fueras congruente, tú no podrías adoptar este término abstracto con la salvedad de decir: depende de cómo, depende de cual. Tal vez te sentirías más inclinado, como yo, a negar el término abstracto. Ahí, decir: todas son malas. Pero voy a ir a los ejemplos. ¿Qué tipos de organizaciones que no sean piramidales, que no sean como las de ellos, hay en este mundo? He dicho: las que son lo menos posible de organización. Pienso en lo que nos cuentan de los movimientos anarquistas andaluces de comienzo de siglo y fines del pasado. Allí hay un ejemplo de mínima, poquísima organización. Pienso, en un terreno más humilde y más cercano, en el año 65, entre los estudiantes, en Madrid, cuando surgieron las grandes asambleas. Allí toda la organización consistía más o menos en que había que reunirse al día siguiente, porque no había ningún aparato que pudiera representarles. No estaban más que todos los miles que estábamos allí juntos. Y la Organización consistía en decir: mañana otra vez aquí. Era un hilo. Por ejemplo estos son los mínimos, ¿verdad? Pues mientras más vayamos subiendo desde aquí, más iremos acercándonos al modo de organización piramidal. ¡Que no hay otro! Una organización en que hay representantes ¡Que son jefes, administradores! ¡Que son jefes!: no hay administración, no hay representación sin la imposición del tipo único de organización que se conoce. No hay ninguna administración y representación que no sea peligrosa. De ahí siempre mi recomendación de luchar por menos organización, puesto que siempre hay organización, como siempre hay violencia, Estado, Sistemas, individuos …

Agustín García Calvo

[Fragmento]

 

La acción sometida a la crítica

Algunas consideraciones viejas y nuevas sobre anarquistas, revolucionarios y otros.

Decididamente no soy no-violento. Puedo comprender a alguien que odie la violencia hasta el punto de querer hacerla desaparecer de su vida; alguien que nunca mataría, que nunca usaría la fuerza para ser escuchado; que, por su personalidad y tendencia, prefiere no recurrir a ella. Pero, puedo entender todo esto, si se trata de una elección personal. Cuando la no-violencia se presenta como un método de lucha, un camino a seguir, cuando la ética individual se transforma en moral y en proyecto colectivo, me parece absurda, entonces solo sirve para justificar la inactividad y se convierte en un obstáculo para quienes se rebelan, un valor absoluto para imponer a los débiles que permitirá a los fuertes olvidarse de ellos desde su comodidad. Al borde del abismo, con la tierra cada vez más bajo el fuego enemigo, la invitación a usar solo métodos educados puede solo mostrar esto. Haz lo que quieras pero no me sermonees.

Todo esto teniendo en cuenta que tampoco soy un fanático de la violencia. No me gustan quienes alardean de sus hazañas en ése contexto, no justifico su apología como fin en sí misma, desprecio a quienes la consideran la única solución posible. La considero una necesidad en la lucha contra el poder, nada más.

Como Malatesta, tampoco creo en “ocasos plácidos”. No creo que el cemento armado con que el poder ha cubierto nuestra existencia se deshaga ante el florecimiento de la planta de la libertad cariñosamente germinada gracias a la difusión de nuestras ideas. Precisamente porque no soy no-violento me niego a soportar la condena moral de actos de violencia. La hipocresía me pone enfermo. Pero precisamente porque no soy un fanático de la violencia, tampoco puedo soportar la exaltación acrítica de estos actos. La estupidez de esta actitud me saca de mis casillas.

Recientemente ha habido un resurgimiento de ataques llevados a cabo por compañeros desconocidos, primero contra la comisaría de Génova, luego contra el sistema carcelario español. Teniendo en cuenta la reacción histérica de los medios de comunicación, la respuesta de la policía era previsible. Pero ¿Cuál es la reacción de los compañeros? Aparte de los idiotas habituales acostumbrados a señalar, la reacción más común es el silencio. Un silencio necesario, para evitar hacer distinciones entre quienes están a favor y quienes están en contra de dichas acciones, lo cual sería útil para las investigaciones policiales. Pero durante demasiado tiempo este silencio no se ha limitado a reinar en los días posteriores a los ataques, se impone mucho mas allá. Ya no es silencio ante un enemigo que querría saber, también es silencio ante compañeros que querrían estar de acuerdo. Se ha pasado de la presencia de una forma de solidaridad mínima a la ausencia de toda discusión crítica. Pero ¿Por qué debería una acción, la que sea, no ser sometida a reflexión crítica? ¿Por qué un debate hipotético sobre estas cuestiones debería verse como un obstáculo, algo dirigido a impedir otras acciones? ¿Por qué no sería mas bien un apoyo, una manera de clarificar el sentido de lo que se hace, para fortalecer y mejorar la acción?

Para mí, tomando como punto de partida los acontecimientos recientes he decidido escribir y hacer circular este texto. Su forma anónima no es por temor a asumir la responsabilidad de mis palabras, es solo una forma de no diferenciarme de los otros compañeros a los ojos de la represión.

Reivindicación Sí, Reivindicación No

Hasta donde yo sé, al no ser un experto en el tema podría equivocarme, para encontrar el primer documento reivindicando un ataque por una organización revolucionaria debemos retroceder hasta 1878 en Rusia. Fue el panfleto “Smet ‘za smert” (Muerte por muerte) hecho circular por el grupo Narodnaja Volja (Voluntad del Pueblo) después del asesinato del general Mezenkov jefe de la policía secreta rusa. Trece días después del asesinato el texto reivindicativo llegó a un diario de Petersburgo y los días siguientes fue reproducido en otras ciudades y enviado a funcionarios públicos. En aquel momento la acción causó un gran impacto y, por supuesto, no faltaron críticas de aquellos que pensaban que dichos medios no podían sustituir a la propagación de ideas y la rebelión de las masas, que eran más importantes.

Desde entonces esta escena se ha repetido cientos de veces. Los detalles, obviamente, cambian con el tiempo pero la esencia permanece. Se podría afirmar que la experiencia de los revolucionarios rusos se convirtió en una especie de arquetipo, un modelo original cuyas futuras manifestaciones no son mas que reproducciones o imitaciones. La única variación en este esquema ha sido la de los anarquistas que nunca han visto necesario reivindicar políticamente sus acciones de ataque contra el poder. El grupo ruso “Voluntad del Pueblo”, de hecho, aunque incluía “militantes” de ideas muy diversas, se situaba en cualquier caso como una vanguardia centralizada. En esta organización, como recordó una militante en sus memorias, se desarrolló un debate sobre si el programa a seguir debía ser el de “obligar al gobierno a permitir al pueblo expresar sus deseos de reconstruir la vida política y económica sin obstáculos… o si la organización debía primero tomar el poder en sus manos, para luego decretar una constitución desde arriba que fuera beneficiosa para el pueblo”. Con tales principios uno puede comprender su necesidad de reivindicación, de comunicar las razones de sus actos a las masas sobre las que pretenden elevarse y a los enemigos de los que pretenden ser oposición. Después de todo, ése grupo quiso aclarar al pueblo que casi todos sus miembros venían de las clases más acomodadas, y quiso negociar con el poder constituido en su nombre, hasta el punto de mandar una carta al heredero del zar para aconsejarle que política debía seguir. Pero cuando uno no quiere representar a nadie, ni se coloca como oposición de nadie ¿por qué remitir comunicados? Si uno piensa que la acción de ataque contra el poder debe, en cualquier caso, tener como horizonte la revolución social, y no ser una parodia de la misma en forma de lucha armada contra el Estado ¿Cuál puede ser el objetivo de una organización armada concreta?

Me parece que los anarquistas del pasado no se distinguían por reivindicar sus acciones. Los narquistas que se sacrificaban llevando a cabo acciones individuales como Bresci y Caserio no lo hicieron por razones obvias. Tampoco lo hicieron aquellos que pretendían llevar adelante una actividad más continua como Ravachol o Henry, ni tampoco esos que se unían a ellos y a otros en la acción armada: Di Giovanni no lo hizo, ni tampoco Durruti o Ascaso. Y la razón parece obvia. Preferían que las razones para sus acciones viniesen de la base, que fuese el movimiento mismo quien las expresase, antes que aprovechar la ventaja del alboroto surgido para difundirlas desde arriba, como el mensaje oficial de quienes han desarrollado una revuelta hacia quienes no lo han hecho. El significado de una acción, si no aparece claro por el contexto social podría encontrarse en panfletos, periódicos, revistas y en el seno de los debates teóricos desarrollados por el movimiento en su conjunto, no en el comunicado de una sola organización. Daré un ejemplo: si el movimiento es capaz de expresar su crítica teórica de la prisión, cuando alguien pasa a una crítica práctica no hay necesidad de escribir un comunicado explicando las razones por las que se ha llevado a cabo. Las razones de la acción son claras y comprensibles. Cuando alguien quiere reivindicar su acción es solo porque quiere introducirse en el show. El ataque contra la comisaría de Génova, por ejemplo, fue tan significativo (por la elección del objetivo y el momento) como para hacer superfluas todas las palabras. ¿Por qué se difundió un comunicado que solo decía banalidades? Es verdad que la Angy Brigade constituye una especie de excepción, incluso siendo un asunto de anarquistas reivindicando acciones. No por causalidad, esta experiencia parece constituir un modelo para muchos compañeros que atacan al poder hoy. Pero, a no ser que uno quiera lanzarse a actitudes de imitación, el ejemplo no me parece repetible. Por un lado es imposible no tener en cuenta que la Angry Brigade debería insertarse en el contexto histórico en que maduró, los `70. Una época en la que muchos grupos estalinistas difundían terribles ladrillos ideológicos para publicitar su propio proyecto político y tenían tendencia apropiarse del ataque armado, no me parece raro que algunos anarquistas quisiesen marcar las distancias para no arriesgarse a trabajar involuntariamente para otros. Desde la elección del nombre a los objetivos, al estilo de los comunicados, todo tendía a diferenciarse de la confusión reinante. Pero una vez superada en conjunto la ideología estalinista, ¿por qué señalarse en el sentido anarquista? ¿Cuál es el sentido de seguir con esta auto-representación? Puede que en sitios como España [1], donde todas las acciones, incluidas las anónimas son atribuidas a E.T.A. , pero ciertamente no aquí en Italia. De hecho, durante años acciones de ataque no produjeron reivindicaciones, excepto alguna vez algo muy breve y simple, y que rechazaba el uso de siglas. Las razones son evidentes; una acción solo puede pertenecer a todos si nadie se la atribuye. Tan pronto como es reivindicada y se le da una identidad, se crea una especie de separación entre quienes la llevaron a cabo y los demás. Mas aún, no debería ser necesario recordar el riesgo inherente a toda reivindicación. Es peligroso enviarla, y sobre todo es peligroso escribirla porque cuanto más escriba uno más indicaciones da a la policía (y no se trata de un peligro hipotético, ya hay un caso al menos que golpeó a compañeros anarquistas). Un ataque anónimo no permite emerger a nadie y no facilita la labor represiva de la policía. Si las razones para el anonimato se han expresado mas de una vez, las razones en contra del mismo no.

De unos años acá las cosas han cambiado sin que se haya debatido el tema. Es difícil encontrar hoy una acción que no vaya acompañada por un bonito comunicado, seguido de eslóganes y firmas ¿por qué? Silencio… Y entonces, siguiendo con esto ¿no acaba uno en el vanguardismo? El riesgo es tan evidente que entre muchos autores de comunicados los hay que se proclaman en contra del vanguardismo, con la esperanza de que será suficiente decirlo para serlo. Pero “excusarse es acusarse”. Es el método mismo que es vanguardista y, algunas veces, también los contenidos explícitos declarados (como se demostró en el triste comunicado de A.R.A. -Acción Revolucionaria Anarquista- posterior al ataque al Palazzo Marino [2] ). Importa poco si los eslóganes incitan a la guerra social y no a la dictadura del proletariado. Importa poco si las siglas cambian continuamente. Eso solo demuestra que las “vanguardias” anarquistas son más elásticas que las estalinistas. Pero que, aun así, necesitan diferenciarse del resto del movimiento. No es suficiente tomar como punto de partida la Angry Brigade para resolver el problema. Sé muy bien que la Angry Brigade dijo: “No estamos en disposición de afirmar si alguien es o no de la Angry Brigade. Todo lo que decimos es: la Brigada está en todas partes. Sin comité central ni jerarquía para clasificar a sus miembros, solo podemos reconocer caras extrañas como amigas por sus acciones”. Y también sé que sus participantes no se consideraban una organización o un grupo “sino una expresión de rabia y descontento…”. Pero eso solo demuestra la buena fe de estos compañeros, su preocupación en no presentarse como vanguardia, pero no demuestra que consiguiesen su objetivo. Una firma que quiera ser un símbolo se rabia generalizada no tiene sentido. Para que todo el mundo se pueda reconocer en ella los actos y las palabras explicativas deben ser comprendidas y compartidas por todos. No se puede ofrecer una identidad colectiva y pretender que cada uno renuncie a su individualidad. Eso solo puede hacerse si las acciones realizadas y las palabras habladas se mantienen en un nivel tan bajo como para limitar las disensiones tanto como sea posible: acciones muy simples y ejemplares acompañadas por eslóganes maximalistas. Todo eso (suponiendo que mereciera la pena) puede funcionar solo por un período breve de tiempo, después intervienen otros factores que son la parte de todo proceso que hace imposible la continuación del experimento: hay quienes quieren usar herramientas mas poderosas, que quieren golpear objetivos mas selectivos, que quieren expresar conceptos mas precisos… Hasta el F.L.A. (Frente de Liberación Animal), que lucha por una motivación que es básicamente simple y unívoca como la liberación animal, vivió sus primeras deserciones cuando empezó a extenderse. Se formaron otros grupos de liberación animal cansados de la confusión del proyecto, los objetivos minimalistas las declaraciones de los portavoces. No es el único, pero es el peor aspecto, todos estos grupos se vieron forzados a darse un nuevo nombre para evitar ser incluidos automáticamente en el caldero principal. Por que, reivindicar, es un instrumento estrictamente político, con todo el daño que eso implica, mientras uno permanece en el anonimato puede hacer lo que quiera, sin incluir o explotar a otros. Peor, tan pronto como alguien aparece, fuerza al resto a mostrarse para no ser consideradas simples columnas militares. Este mecanismo de identificación/asimilación solo se puede evitar con el anonimato, la diversificación de los medios y la imaginación en la elección de objetivos. De otro modo, no importan las precauciones que se tomen, es inevitable que los medios de comunicación lo pongan en marcha (mas aun si uno les envía los comunicados directamente a ellos).

Repito, con esto no pienso que uno pueda dudar de la buena fe de estos compañeros, aun así, creo que son víctimas de un error: creer que un método se puede convertir en anarquista en función de quien lo use. No es así. Una organización específica, con sus siglas y comunicados, es vanguardista mas allá de las personas que la formen. ¿Qué sentido tiene enviar un comunicado a la policía? ¿Qué sentido tiene explicar aquello que no necesita ser explicado? Aparte de la mitología revolucionaria, eso solo significa algo para una vanguardia que se ve como distinta y mejor respecto al movimiento en su conjunto.

¿Qué Objetivos?

La lógica vanguardista es rígida, una vez que uno la adopta, se aplica en todo. Es suficiente pensar en la elección de objetivos, el camino cada vez mas estrecho ha llevado en estos años de tumbar anónimamente torres de alta tensión a la carta-bomba (con carta incluida) enviada a la televisión. En el primer caso se quiere sabotear a un enemigo, golpeando el funcionamiento de su sistema, inutilizando una estructura periférica del mismo. Se trata de una acción práctica de ataque, puede que un poco incómoda de llevar a cabo, pero que no pone a nadie en peligro. En el segundo caso uno solo quiere que se hable de él, hacer publicidad de la propia marca, y eso cuando llegan directamente a las puertas de la R.A.I. (televisión pública italiana)… Solo es una acción simbólica, fácil de llevar a cabo, y si el riesgo de ser herido cae sobre algún cartero desafortunado o un empleado de televisión… a quién le importa. Parece que no solo los jesuitas piensan que el fin justifica los medios, también algunos anarquistas. Y sobre las cartas-bomba…

No he sido justo. Dije que quienes las envían solo quieren que se hable de ellos. Olvidé añadir que, dejado a un lado la auto-satisfacción, quieren que se hable de algo mas. Por ejemplo las condiciones carcelarias que viven algunos anarquistas y rebeldes en España. Los revolucionarios socialistas rusos de 1878 tenían el mismo interés. En uno de sus famosos documentos escribieron: “Si la prensa no defiende a los presos, nosotros lo haremos”. Hoy existen los grupos de las 5Cs [3]Anarquistas , no socialistas revolucionarios. Anarquistas como May Picqueray quien en 1921 envió un paquete bomba al embajador americano en París para protestar por el silencio que pesaba sobre la encarcelación de Sacco y Vanzetti. La acción fue exitosa porque el abuso cometido por el gobierno americano finalmente se hizo público, impulsándose así una lucha que tuvo dificultades para despegar.

Pero, después de tener en cuenta las similitudes entre pasado y presente, uno debe tener dificultades de visión si no ve grandes diferencias. Los socialistas rusos mataron al jefe de la policía secreta después de la muerte en prisión de uno de sus compañeros: muerte por muerte, tal cual. El anarquista francés, para hacer pública la infamia de la justicia americana, golpeó al representante máximo del gobierno americano en Francia. Hoy, los anarquistas de las 5Cs envían sus regalos nada menos que a los trabajadores de la R.A.I. o las secretarias de las agencias de viajes españolas. La diferencia debería saltar a la vista. Es evidente que los responsables del régimen penitenciario que se impone a los compañeros están lejos y, probablemente, demasiado protegidos para alcanzarles, sin embargo los intereses del Estado español están por todas partes y pueden ser golpeados. Pero ¿representan los trabajadores de una agencia de viajes estos intereses? Y, por que uno se empeñe en provocar un impacto en los medios ¿puede ignorar el hecho de que éstos solo amplifican la voz de los rebeldes si pueden tergiversar su sentido? Y ¿cómo no darse cuenta que dichas acciones hacen demasiado fácil esta operación de deformación? Enviando cartas incendiarias a diestro y siniestro no sin duda conseguirá que se hable en los medios de los compañeros presos en España, todo el mundo hablará de ellos. Pero ¿en qué términos? En los términos impuestos por los medios de comunicación, claro, que se lanzarán a reforzar la idea ya implantada en muchos de que, después de todo, si estos presos tienen defensores tan desalmados, a lo mejor merecen regímenes severos.

El problema es que aquellos que piensan que están por delante, más radicales que nadie, lo creen por una razón muy concreta. Consiste en el uso de determinadas herramientas: los que hablan solo parlotean, los que atacan con armas están actuando. Quienes apoyan la lucha armada están enamorados de sus herramientas, las aman hasta el punto de que cesan de verlas como tales y empiezan a verlas como un fin en si mismas, su razón de ser. No eligen el medio más adecuado para el fin que se desea conseguir, convierten el medio en un fin en si mismo. Si quiero matar una mosca en la pared uso un periódico enrollado, si quiero matar un ratón uso un palo, si quiero matar una persona uso un revólver, si quiero demoler un edificio uso dinamita. De acuerdo con lo que quiero hacer, elijo el medio que mejor se adapta de los que tengo a mi alcance. El “lucharmadista”, no. No piensa así. Quiere usar su instrumento favorito, el que le da mas satisfacción. El que le hace sentir más radical, el que le permite permanecer al calor en su popularidad mediática, y lo usa independientemente del objetivo que se ha dado: dispara sobre moscas, ametralla al ratón, dinamita al hombre y, si pudiese, usaría una bomba nuclear para demoler un edificio. Para el “lucharmadista”, la radicalidad es una cuestión de potencia de fuego: un arma del calibre 22 es menos radical que una del 38, que es menos radical que un kalashnikov, que es menos radical que los explosivos plásticos. Es por esto que, sediento de fama y torpe por su adoración técnica, envía cartas incendiarias a simples empleados para combatir el régimen F.I.E.S. Lo hace porque es lo único que sabe hacer; la técnica no acompaña a la inteligencia sino que la sustituye, y así uno no se para a pensar un momento si el medio se adapta al objetivo que se busca. En lo que atañe a escrúpulos, no tiene por la simple razón de que en su cabeza todo se divide en blanco y negro, sin gradaciones de color. En una parte esta el Estado, en la otra los anarquistas. No hay nadie en medio. Si uno no es anarquista pertenece al Estado, así que es un enemigo. Los explotados son responsables de las condiciones que soportan tanto como los explotadores de las que imponen: todos son enemigos, así que es su problema.

Extrañamente esa lógica típicamente militarista gana terreno entre ciertos anarquistas, entre los que hay incluso quienes apoyan al kamikaze palestino. Increíble si uno piensa que tales niveles de vileza están muy lejos incluso de los revolucionarios rusos al final del siglo XIX: vanguardistas autoritarios si, pero con una ética rigurosa dispuestos a matar a un explotador pero sin tocar un pelo a ningún explotado. Y si los autoritarios tenían ese cuidado ¡Pensemos en los anarquistas! Los ejemplos en este sentido son numerosos: hasta Schicchi, conocido también por su lenguaje feroz, fue capaz de volver donde había dejado la bomba para desactivarla cuando se dio cuenta que algún paseante podía resultar herido.

Pero la imagen del anarquista del pasado, perfecto caballero, es hoy demasiado benévola, no muy gratificante para algunos anarquistas de hoy. Hay anarquistas que solo pueden dar sentido a sus vidas si sienten que han sido golpeados por el desprecio público. Cuanto mas se condene algo, mal les atrae. Cuanto mas pintan los periódicos y jueces a los anarquistas como gente sin escrúpulos, mas se lanzan a asumir éste rol. Vacíos de cualquier perspectiva propia, dejan que el enemigo sea el que les indique quiénes son y qué tienen que hacer.

Otra consecuencia de lo que está pasando es la deformación total del concepto de “insurreccionalista”, que hoy se usa como sinónimo de “violento” o incluso solo del que va mas allá del dialogo con las instituciones. Anarquistas que ponen bombas son insurreccionalistas, anarquistas que rompen ventanas son insurreccionalistas, anarquistas que se enfrentan a la policía son insurreccionalistas, insurreccionalistas son los anarquistas que compiten con las manifestaciones de los partidos políticos y, así, sucesivamente. Ni una palabra sobre ideas. En cierto sentido se repite exactamente lo que ocurrió a principios de siglo con el adjetivo “individualista”. Una vez que se tenía la seguridad de que alguien apoyaba actos de violencia individual era un individualista, después este término se aplicó mas o menos para todo y, a menudo, fuera de lugar. En el frenesí de los acontecimientos ¿quién se paró a clarificar la confusión que se extendía? El recurso a la violencia individual no es una característica típica del individualismo, hasta el punto de que hubo también anarquistas individualistas pacifistas (como Tucker) o no-violentos (como Mackay). Y, una vez mas, ¿era Galleani un individualista? Si apoyaba acciones individuales… como Malatesta en determinadas circunstancias. Y también ha habido comunistas a favor de actos individuales. Desafortunadamente la equivocación arraigó tanto que hubo quienes se declararon individualistas a un no siéndolo (como Schicchi en el juicio de Pisa). Confusión, incomprensión… es mejor no agregarse a esa confusión. Que lo hagan los medios de comunicación es obvio y comprensible. Pero ¿por qué deberíamos hacerlo nosotros?

La insurrección es un acontecimiento social. No es un reto, ni un duelo individual contra el Estado lanzado por aquellos que creen que la masa solo la componen borregos esperando ser esquilados. El recurso a la violencia es inevitable y necesario en un proyecto insurreccional, tanto como lo es antes del mismo (porque el aspecto social de la insurrección nunca puede ser utilizado para justificar la espera). Por lo tanto también lo es ahora. Pero esta violencia no puede separarse del resto del proyecto, no puede sustituirle. Es la violencia la que es un instrumento al servicio del proyecto, no el proyecto el que está al servicio de la violencia. Quien quiera que piense que la insurrección es imposible, habiendo perdido (o nunca habiendo tenido) fe en la posibilidad de que los explotados se rebelen, debería darse cuenta de la distancia que le separa del proyecto insurreccional. Si quiere insertarse en la historia por sus acciones, porque esta es una cuestión de auto-satisfacción, entonces déjenlo sentarse bajo los focos del los medios de comunicación, pero sin decir que tiene a todo el movimiento tras de si.

Es evidente que cada uno el libre de hacer lo que quiera. Quien se crea por encima de la crítica y crea que se le debería aplaudir, comprender y seguir sin preocuparse siquiera de explicar las razones que hay tras sus métodos, lo es mucho menos.

 

REVISTA ELEPHANT

 


 

1 N. de. trad. En realidad no ha sido siempre así, aunque el autor, seguramente italiano, no esté del todo al tanto.

2 El 25 de abril del 97 estalló un artefacto en el Palazzo Marino, sede del ayuntamiento de Milán.

3 Las siglas “5C” significan “Células contra el Capital, las Cárceles, sus Carceleros y sus Celdas”.

 

Entrevista con Alfredo Bonnano

Entrevista realizada por el corresponsal de Columna Negra durante un encuentro en la ciudad de Monza, Italia, en Noviembre de 2011. Ahí se discutió sobre la actualidad represiva mundial y la cuestión mapuche, entre otros temas. De ese intercambio de ideas con Alfredo María Bonanno devino lo siguiente:

 

Columna Negra (CN): Considerando los escenarios de crisis a escala global, caracterizados por la deslegitimación masiva de los referentes políticos tradicionales, la desestabilizaciones económicas y sociales como las vividas en Grecia y España, etc. ¿cómo podemos comprender la emergencia de las practicas insurreccionalistas que usted planteó desde fines de la década del ’70 hasta mediados de los ’90s, considerando las diferencias del momento actual en el contexto donde estas ideas fueron desarrolladas?

Alfredo María Bonnano (AMB): Es cierto que hay considerables dificultades de parte del capital internacional para reestructurar la propia organización represiva y productiva. Esta situación, que ya se acarrea desde algunos años, viene de la llamada “crisis”, pero no se trata de una crisis en el sentido de contradicción radical que anuncia el pasaje a una situación que podría devenir intolerable por el futuro de la gestión capitalista. No hay nada en estas enfermedades periódicas del dominio que sea pueda conducir de manera determinante a una posible situación irrecuperable y entonces revolucionaria. Para que este acontecimiento pueda comenzar a tener algunos elementos de sentido revolucionario (mayores dificultades de recuperación y de control de parte del capital internacional) se necesita de nuestra participación activa, y es aquí donde es primordial la intervención insurreccional real y verdadera.
Las experiencias hechas a partir de los años setenta, hasta por lo menos al final de los años noventa, demuestran que las realizaciones de carácter insurreccional como ataques en contra de responsables y estructuras del capital, sabotajes a la producción, abstención política y productiva, expropiación, reapropiación del tiempo, etc. – pueden contribuir al terreno fértil en el cual se puede avanzar hacia la insurrección verdadera, o sea la materialización de una serie de ataques de amplia dimensión que puedan tener como resultado transformaciones visibles (políticamente recuperadas en formas de procesos modificativos de las estructuras de dominio) o bien transformaciones menos visibles pero más duraderas y eficaces, es decir realizaciones prácticas que contribuyan a formulaciones de lo que hemos llamado “proyecto insurreccional”.

CN: Siguiendo diversos análisis, las crisis actuales se presentan como expresión de una situación de catástrofe generalizada, la que se visibiliza, entre otras cosas, en un abierto alejamiento de los estados de sus máscaras democráticas, y en la abierta militarización de la represión. Sobre esto, ¿De qué manera la prácticas del anarquismo insurreccional pueden propiciar una resistencia y generar las condiciones de ruptura que permitan poner el escenario de una manifiesta guerra social en ciernes de parte de los explotados?

AMB: Ninguna catástrofe general, al menos en mi opinión. Se trata de las dificultades que el capital está experimentando a nivel represivo y productivo, incluso debido a algunos procesos especulativos financieros que se han establecido y que han demostrado ser completamente incapaces de garantizar una mayor seguridad y mayores ganancias. La estructura subyacente de la producción económica se encuentra relativamente al margen de los desastres provocados por la especulación, y el capital se ha puesto a cubierto procediendo a reducir el despilfarro, reducir los costos de producción, despedir a algunos sectores sociales productivos menos garantizados, y así sucesivamente. Para esto ha tenido que darse por fuerza una capacidad represiva policial mayor, medios de control más grandes y más eficientes, en una palabra, incluso a prepararse militarmente para una posible fase transitoria de la guerra civil.
En definitiva, lo que está intentando realizar el proyecto represivo y productivo en curso es simplemente una restructuración a todos los niveles, para garantizar ingresos base a los grandes inversionistas extranjeros y tranquilidad para la explotación, lo cual ha sido siempre su objetivo. Es nuestra tarea intervenir en el choque con la máxima decisión posible, para buscar combatir este proceso. Los medios que tenemos disponibles son los insurreccionales: el ataque, la autonomía organizativa de estructuras mínimas de base, la informalidad de esas estructuras, la destrucción del enemigo, y la autogestión generalizada.

CN: Otro de los factores relevantes que ha surgido durante los últimos tiempos es el empoderamiento ciudadanista que ha tendido a reforzar posiciones izquierdistas que son movidas tanto por la precarización de sus vidas, como una defensa ante las grandes coorporaciones, ayudando a frenar la proliferación de dinámicas antagonistas. En este sentido, por un lado ¿cuáles son las posibilidades que pueden abrirse desde las prácticas anarquistas para frenar este ímpetu ciudadano? Y por otro, ¿cómo cree usted que desde la trinchera antagonista podemos romper con el arrinconamiento al que hemos sido llevados por el ciudadanismo, y lograr ir allá de ubicarnos “a la izquierda de la izquierda”?

AMB: Cualquier forma camuflada de cambio, como puede ser el ciudadanismo, tarde o temprano muestra su cola política y se ve desenmascarado por los hechos. Se trata de colaboraciones indirectas que el poder recibe de parte de aquellos que temen lo peor y por eso se adaptan a obtener una simple extensión de la cadena. No se necesitan grandes análisis para indicar lo que se necesita hacer en contra de estos lamebotas del capital. En su lugar, hay que comprometerse por el ataque que podemos realizar con nuestras fuerzas, sin buscar posibles compromisos con fuerzas políticas que no nos pertenecen y que hoy en día constituyen la última línea ofensiva del capital, la que es quizás la más eficaz en la recuperación.
El proyecto insurreccional, identificable en la organización informal de base y en el asalto destructivo contra toda realización de la represión, necesita sin duda alguna de ideas, informaciones más detalladas y conocimientos que difieren en función de las diferentes situaciones geográficas que se presentan, pero no puede alejarse de sus directrices principales: ataque, autonomía, informalidad, y autogestión.

CN: Entendiendo que la crítica anárquica tiene como eje constituyente el problema del Estado, ¿cuáles cree que son los puntos de cuestionamiento y trabajo respecto a una crítica anti-estatal que se vuelven imperiosos desarrollar para favorecer el actual despliegue de prácticas anarquistas?

AMB: Los anarquistas son evidentemente antiestatales. La crítica anarquista es directa a la aniquilación del Estado, aunque la práctica no se limita a la espera que el Estado se encuentre en dificultad para salir a las calles y luchar concretamente en darle el último empujón. Casi siempre los anarquistas están presentes en luchas intermedias, o sea, determinadas por problemáticas locales que la gente tiene en lugares geográficamente determinados. Estas luchas buscan reducir la represión que pesa sobre una pequeña parte de la población de un lugar, pero tienen una gran importancia para todos los explotados en general si se plantean correctamente enfocadas desde el punto de vista del método y del proyecto insurreccional.

CN: Las propuestas de la acción informal surgieron como una búsqueda de formas de ataque más directo. No obstante, ya durante la década de los ’90, con el “Caso Marini” se han llevado a cabo por parte del Estado una identificación de las prácticas informales (ya sea por montaje o infiltración),  llegando al actual proceso contra la FAI-FRI y el “Caso Bombas” en Chile. Respecto a esto, y según su experiencia, ¿qué elementos de la propuesta y las prácticas de informalidad deben ser revisados?

AMB: El Estado ha trabajado casi por veinte años antes de enfocar de manera precisa (hasta cierto punto) las estructuras organizativas informales de base y el método insurreccional. De hecho, el poder no tiene medios suficientes para predecir todas las iniciativas informales debido a la enorme potencialidad creativa de éstas últimas. Cuando el ataque se realiza a partir de las características organizativas informales, o sea de manera extendida en el territorio, libre de cualquier contaminación política, directo a destruir pequeños objetivos -y no por este motivo menos significativos; en otras palabras, cuando se evita centralizarse hacia un único objetivo, o hacia pocos objetivos bien visibles y calificados, [la acción] no puede ser fácilmente detenida. Se tendría que poner mucha atención en la elección de estos objetivos, evitando dejarse seducir por aquellos extremadamente visibles (hace falta pensar a los recientes ataques que en Grecia los compañeros están realizando en contra del Parlamento del país), que por esto están más protegidos y al final son de escasa importancia. El estudio de los objetivos corresponde al conocimiento del territorio y también al análisis de la relación que trascurre entre capital local y capital internacional. Muchos de estos conocimientos son ahora fácilmente identificables (basta pensar en lo que se puede encontrar en Internet) pero algunas otras son más difíciles y requieren un estudio verdaderamente profundo.

CN: En el contexto de luchas de liberación nacional y la relación con los movimientos anarquistas, en particular con la del pueblo mapuche en Chile, hemos tomado en cuenta su análisis y propuestas escritas en el 76; “Anarquismo y Liberación Nacional”. En el caso mapuche, desde los años 90, principalmente dos pensamientos antagonistas se ven enfrentados. El primero incluye a nuevas generaciones mapuche con planteamientos políticos anticapitalistas, de reconstrucción política-económica y cultural, autónoma es decir, sin ningún caso de integración al Estado chileno. Su visión política traspasa las fronteras de su territorialidad reconociendo en otros pueblos del territorio de chile, y del mundo a hermanxs explotados, aprendiendo y solidarizándose con sus experiencias de lucha. La segunda, grupos mapuche que postulan una representatividad política dentro del Estado, inclinándose a formar partidos mapuche nacionalistas y tener reconocimiento constitucional, marginando las luchas reales de resistencia mapuche autónomas, a simples grupos minoritarios, por el hecho de no conformarse ni identificarse con la izquierda mapuche, y menos con la socialdemocracia mapuche.

Entendiendo este nuevo contexto, de mapuches partidistas integracionistas, como una situación que se ha dado en otros movimientos de Liberación Nacional del mundo, pero que en Chile es un fenómeno reciente post dictadura Pinochet–democracia. ¿Qué podría comentar o sugerir, desde su conocimiento en experiencias de liberación actuales? ¿Qué ideas podríamos plantear en nuestra propuesta de lucha anticapitalista, mapuche e internacionalista, en apoyo y defensa ante el nuevo pensamiento de algunas comunidades mapuches hermanas?

AMB: La lucha de liberación nacional siempre ha sido vista por parte de un anarquista como fase intermedia, como lucha intermedia. Esto, en mi opinión, sucede también hoy día con la lucha del pueblo mapuche. Ninguna posición política de compromiso tendría que ser aceptada, más que la de una radical y completa liberación respecto al Estado chileno. Se trata de una posición que solo teóricamente es muy simple, pero en lo practico presenta muchas dificultades en cuanto no es aceptada enseguida, sin objeción, por parte de muchas fuerzas que se ilusionan con poder colaborar ,dentro de ciertos límites, con las fuerzas del izquierdismo progresista chileno, para luego alejarse e ir más allá. Se trata una pura ilusión cuantitativa, o sea, que piensan a través de atraerse a cuanta más gente sea posible a su lado para realizar una presión eficaz contra el Estado chileno. Básicamente, ese camino no tiene salida, y el caso irlandés, y muchos ejemplos africanos, están allí para dar testimonio.

Hoy en día, el pueblo Mapuche se encuentra en condiciones bien definidas. Puede entender que la única opción que le queda es la de una clara lucha en contra del Estado chileno y en contra de todos los Estados. De la creación de una entidad mapuche no-estatal en un futuro próximo, libre de la hegemonía chilena, pueden surgir muchas posibilidades de liberación, pero quizás también algunas posibilidades de una nueva forma estatal mas pequeña, y por lo mismo, represiva. No hay que temer, el destino de las luchas de liberación nacionales a menudo es ese. Se tendrá que volver a empezar la lucha en el mismo punto que se dejó, sin miedo y sin contradicciones políticas.
De todas maneras, por el momento no es tanto una cuestión de lo que sucederá después de la “liberación”, sino de aquello que se tiene que hacer hoy, antes de la “liberación”. Y lo que se tiene que hacer hoy corresponde precisamente con la lucha insurreccional anarquista en contra del Estado chileno.