La acción sometida a la crítica

Algunas consideraciones viejas y nuevas sobre anarquistas, revolucionarios y otros.

Decididamente no soy no-violento. Puedo comprender a alguien que odie la violencia hasta el punto de querer hacerla desaparecer de su vida; alguien que nunca mataría, que nunca usaría la fuerza para ser escuchado; que, por su personalidad y tendencia, prefiere no recurrir a ella. Pero, puedo entender todo esto, si se trata de una elección personal. Cuando la no-violencia se presenta como un método de lucha, un camino a seguir, cuando la ética individual se transforma en moral y en proyecto colectivo, me parece absurda, entonces solo sirve para justificar la inactividad y se convierte en un obstáculo para quienes se rebelan, un valor absoluto para imponer a los débiles que permitirá a los fuertes olvidarse de ellos desde su comodidad. Al borde del abismo, con la tierra cada vez más bajo el fuego enemigo, la invitación a usar solo métodos educados puede solo mostrar esto. Haz lo que quieras pero no me sermonees.

Todo esto teniendo en cuenta que tampoco soy un fanático de la violencia. No me gustan quienes alardean de sus hazañas en ése contexto, no justifico su apología como fin en sí misma, desprecio a quienes la consideran la única solución posible. La considero una necesidad en la lucha contra el poder, nada más.

Como Malatesta, tampoco creo en “ocasos plácidos”. No creo que el cemento armado con que el poder ha cubierto nuestra existencia se deshaga ante el florecimiento de la planta de la libertad cariñosamente germinada gracias a la difusión de nuestras ideas. Precisamente porque no soy no-violento me niego a soportar la condena moral de actos de violencia. La hipocresía me pone enfermo. Pero precisamente porque no soy un fanático de la violencia, tampoco puedo soportar la exaltación acrítica de estos actos. La estupidez de esta actitud me saca de mis casillas.

Recientemente ha habido un resurgimiento de ataques llevados a cabo por compañeros desconocidos, primero contra la comisaría de Génova, luego contra el sistema carcelario español. Teniendo en cuenta la reacción histérica de los medios de comunicación, la respuesta de la policía era previsible. Pero ¿Cuál es la reacción de los compañeros? Aparte de los idiotas habituales acostumbrados a señalar, la reacción más común es el silencio. Un silencio necesario, para evitar hacer distinciones entre quienes están a favor y quienes están en contra de dichas acciones, lo cual sería útil para las investigaciones policiales. Pero durante demasiado tiempo este silencio no se ha limitado a reinar en los días posteriores a los ataques, se impone mucho mas allá. Ya no es silencio ante un enemigo que querría saber, también es silencio ante compañeros que querrían estar de acuerdo. Se ha pasado de la presencia de una forma de solidaridad mínima a la ausencia de toda discusión crítica. Pero ¿Por qué debería una acción, la que sea, no ser sometida a reflexión crítica? ¿Por qué un debate hipotético sobre estas cuestiones debería verse como un obstáculo, algo dirigido a impedir otras acciones? ¿Por qué no sería mas bien un apoyo, una manera de clarificar el sentido de lo que se hace, para fortalecer y mejorar la acción?

Para mí, tomando como punto de partida los acontecimientos recientes he decidido escribir y hacer circular este texto. Su forma anónima no es por temor a asumir la responsabilidad de mis palabras, es solo una forma de no diferenciarme de los otros compañeros a los ojos de la represión.

Reivindicación Sí, Reivindicación No

Hasta donde yo sé, al no ser un experto en el tema podría equivocarme, para encontrar el primer documento reivindicando un ataque por una organización revolucionaria debemos retroceder hasta 1878 en Rusia. Fue el panfleto “Smet ‘za smert” (Muerte por muerte) hecho circular por el grupo Narodnaja Volja (Voluntad del Pueblo) después del asesinato del general Mezenkov jefe de la policía secreta rusa. Trece días después del asesinato el texto reivindicativo llegó a un diario de Petersburgo y los días siguientes fue reproducido en otras ciudades y enviado a funcionarios públicos. En aquel momento la acción causó un gran impacto y, por supuesto, no faltaron críticas de aquellos que pensaban que dichos medios no podían sustituir a la propagación de ideas y la rebelión de las masas, que eran más importantes.

Desde entonces esta escena se ha repetido cientos de veces. Los detalles, obviamente, cambian con el tiempo pero la esencia permanece. Se podría afirmar que la experiencia de los revolucionarios rusos se convirtió en una especie de arquetipo, un modelo original cuyas futuras manifestaciones no son mas que reproducciones o imitaciones. La única variación en este esquema ha sido la de los anarquistas que nunca han visto necesario reivindicar políticamente sus acciones de ataque contra el poder. El grupo ruso “Voluntad del Pueblo”, de hecho, aunque incluía “militantes” de ideas muy diversas, se situaba en cualquier caso como una vanguardia centralizada. En esta organización, como recordó una militante en sus memorias, se desarrolló un debate sobre si el programa a seguir debía ser el de “obligar al gobierno a permitir al pueblo expresar sus deseos de reconstruir la vida política y económica sin obstáculos… o si la organización debía primero tomar el poder en sus manos, para luego decretar una constitución desde arriba que fuera beneficiosa para el pueblo”. Con tales principios uno puede comprender su necesidad de reivindicación, de comunicar las razones de sus actos a las masas sobre las que pretenden elevarse y a los enemigos de los que pretenden ser oposición. Después de todo, ése grupo quiso aclarar al pueblo que casi todos sus miembros venían de las clases más acomodadas, y quiso negociar con el poder constituido en su nombre, hasta el punto de mandar una carta al heredero del zar para aconsejarle que política debía seguir. Pero cuando uno no quiere representar a nadie, ni se coloca como oposición de nadie ¿por qué remitir comunicados? Si uno piensa que la acción de ataque contra el poder debe, en cualquier caso, tener como horizonte la revolución social, y no ser una parodia de la misma en forma de lucha armada contra el Estado ¿Cuál puede ser el objetivo de una organización armada concreta?

Me parece que los anarquistas del pasado no se distinguían por reivindicar sus acciones. Los narquistas que se sacrificaban llevando a cabo acciones individuales como Bresci y Caserio no lo hicieron por razones obvias. Tampoco lo hicieron aquellos que pretendían llevar adelante una actividad más continua como Ravachol o Henry, ni tampoco esos que se unían a ellos y a otros en la acción armada: Di Giovanni no lo hizo, ni tampoco Durruti o Ascaso. Y la razón parece obvia. Preferían que las razones para sus acciones viniesen de la base, que fuese el movimiento mismo quien las expresase, antes que aprovechar la ventaja del alboroto surgido para difundirlas desde arriba, como el mensaje oficial de quienes han desarrollado una revuelta hacia quienes no lo han hecho. El significado de una acción, si no aparece claro por el contexto social podría encontrarse en panfletos, periódicos, revistas y en el seno de los debates teóricos desarrollados por el movimiento en su conjunto, no en el comunicado de una sola organización. Daré un ejemplo: si el movimiento es capaz de expresar su crítica teórica de la prisión, cuando alguien pasa a una crítica práctica no hay necesidad de escribir un comunicado explicando las razones por las que se ha llevado a cabo. Las razones de la acción son claras y comprensibles. Cuando alguien quiere reivindicar su acción es solo porque quiere introducirse en el show. El ataque contra la comisaría de Génova, por ejemplo, fue tan significativo (por la elección del objetivo y el momento) como para hacer superfluas todas las palabras. ¿Por qué se difundió un comunicado que solo decía banalidades? Es verdad que la Angy Brigade constituye una especie de excepción, incluso siendo un asunto de anarquistas reivindicando acciones. No por causalidad, esta experiencia parece constituir un modelo para muchos compañeros que atacan al poder hoy. Pero, a no ser que uno quiera lanzarse a actitudes de imitación, el ejemplo no me parece repetible. Por un lado es imposible no tener en cuenta que la Angry Brigade debería insertarse en el contexto histórico en que maduró, los `70. Una época en la que muchos grupos estalinistas difundían terribles ladrillos ideológicos para publicitar su propio proyecto político y tenían tendencia apropiarse del ataque armado, no me parece raro que algunos anarquistas quisiesen marcar las distancias para no arriesgarse a trabajar involuntariamente para otros. Desde la elección del nombre a los objetivos, al estilo de los comunicados, todo tendía a diferenciarse de la confusión reinante. Pero una vez superada en conjunto la ideología estalinista, ¿por qué señalarse en el sentido anarquista? ¿Cuál es el sentido de seguir con esta auto-representación? Puede que en sitios como España [1], donde todas las acciones, incluidas las anónimas son atribuidas a E.T.A. , pero ciertamente no aquí en Italia. De hecho, durante años acciones de ataque no produjeron reivindicaciones, excepto alguna vez algo muy breve y simple, y que rechazaba el uso de siglas. Las razones son evidentes; una acción solo puede pertenecer a todos si nadie se la atribuye. Tan pronto como es reivindicada y se le da una identidad, se crea una especie de separación entre quienes la llevaron a cabo y los demás. Mas aún, no debería ser necesario recordar el riesgo inherente a toda reivindicación. Es peligroso enviarla, y sobre todo es peligroso escribirla porque cuanto más escriba uno más indicaciones da a la policía (y no se trata de un peligro hipotético, ya hay un caso al menos que golpeó a compañeros anarquistas). Un ataque anónimo no permite emerger a nadie y no facilita la labor represiva de la policía. Si las razones para el anonimato se han expresado mas de una vez, las razones en contra del mismo no.

De unos años acá las cosas han cambiado sin que se haya debatido el tema. Es difícil encontrar hoy una acción que no vaya acompañada por un bonito comunicado, seguido de eslóganes y firmas ¿por qué? Silencio… Y entonces, siguiendo con esto ¿no acaba uno en el vanguardismo? El riesgo es tan evidente que entre muchos autores de comunicados los hay que se proclaman en contra del vanguardismo, con la esperanza de que será suficiente decirlo para serlo. Pero “excusarse es acusarse”. Es el método mismo que es vanguardista y, algunas veces, también los contenidos explícitos declarados (como se demostró en el triste comunicado de A.R.A. -Acción Revolucionaria Anarquista- posterior al ataque al Palazzo Marino [2] ). Importa poco si los eslóganes incitan a la guerra social y no a la dictadura del proletariado. Importa poco si las siglas cambian continuamente. Eso solo demuestra que las “vanguardias” anarquistas son más elásticas que las estalinistas. Pero que, aun así, necesitan diferenciarse del resto del movimiento. No es suficiente tomar como punto de partida la Angry Brigade para resolver el problema. Sé muy bien que la Angry Brigade dijo: “No estamos en disposición de afirmar si alguien es o no de la Angry Brigade. Todo lo que decimos es: la Brigada está en todas partes. Sin comité central ni jerarquía para clasificar a sus miembros, solo podemos reconocer caras extrañas como amigas por sus acciones”. Y también sé que sus participantes no se consideraban una organización o un grupo “sino una expresión de rabia y descontento…”. Pero eso solo demuestra la buena fe de estos compañeros, su preocupación en no presentarse como vanguardia, pero no demuestra que consiguiesen su objetivo. Una firma que quiera ser un símbolo se rabia generalizada no tiene sentido. Para que todo el mundo se pueda reconocer en ella los actos y las palabras explicativas deben ser comprendidas y compartidas por todos. No se puede ofrecer una identidad colectiva y pretender que cada uno renuncie a su individualidad. Eso solo puede hacerse si las acciones realizadas y las palabras habladas se mantienen en un nivel tan bajo como para limitar las disensiones tanto como sea posible: acciones muy simples y ejemplares acompañadas por eslóganes maximalistas. Todo eso (suponiendo que mereciera la pena) puede funcionar solo por un período breve de tiempo, después intervienen otros factores que son la parte de todo proceso que hace imposible la continuación del experimento: hay quienes quieren usar herramientas mas poderosas, que quieren golpear objetivos mas selectivos, que quieren expresar conceptos mas precisos… Hasta el F.L.A. (Frente de Liberación Animal), que lucha por una motivación que es básicamente simple y unívoca como la liberación animal, vivió sus primeras deserciones cuando empezó a extenderse. Se formaron otros grupos de liberación animal cansados de la confusión del proyecto, los objetivos minimalistas las declaraciones de los portavoces. No es el único, pero es el peor aspecto, todos estos grupos se vieron forzados a darse un nuevo nombre para evitar ser incluidos automáticamente en el caldero principal. Por que, reivindicar, es un instrumento estrictamente político, con todo el daño que eso implica, mientras uno permanece en el anonimato puede hacer lo que quiera, sin incluir o explotar a otros. Peor, tan pronto como alguien aparece, fuerza al resto a mostrarse para no ser consideradas simples columnas militares. Este mecanismo de identificación/asimilación solo se puede evitar con el anonimato, la diversificación de los medios y la imaginación en la elección de objetivos. De otro modo, no importan las precauciones que se tomen, es inevitable que los medios de comunicación lo pongan en marcha (mas aun si uno les envía los comunicados directamente a ellos).

Repito, con esto no pienso que uno pueda dudar de la buena fe de estos compañeros, aun así, creo que son víctimas de un error: creer que un método se puede convertir en anarquista en función de quien lo use. No es así. Una organización específica, con sus siglas y comunicados, es vanguardista mas allá de las personas que la formen. ¿Qué sentido tiene enviar un comunicado a la policía? ¿Qué sentido tiene explicar aquello que no necesita ser explicado? Aparte de la mitología revolucionaria, eso solo significa algo para una vanguardia que se ve como distinta y mejor respecto al movimiento en su conjunto.

¿Qué Objetivos?

La lógica vanguardista es rígida, una vez que uno la adopta, se aplica en todo. Es suficiente pensar en la elección de objetivos, el camino cada vez mas estrecho ha llevado en estos años de tumbar anónimamente torres de alta tensión a la carta-bomba (con carta incluida) enviada a la televisión. En el primer caso se quiere sabotear a un enemigo, golpeando el funcionamiento de su sistema, inutilizando una estructura periférica del mismo. Se trata de una acción práctica de ataque, puede que un poco incómoda de llevar a cabo, pero que no pone a nadie en peligro. En el segundo caso uno solo quiere que se hable de él, hacer publicidad de la propia marca, y eso cuando llegan directamente a las puertas de la R.A.I. (televisión pública italiana)… Solo es una acción simbólica, fácil de llevar a cabo, y si el riesgo de ser herido cae sobre algún cartero desafortunado o un empleado de televisión… a quién le importa. Parece que no solo los jesuitas piensan que el fin justifica los medios, también algunos anarquistas. Y sobre las cartas-bomba…

No he sido justo. Dije que quienes las envían solo quieren que se hable de ellos. Olvidé añadir que, dejado a un lado la auto-satisfacción, quieren que se hable de algo mas. Por ejemplo las condiciones carcelarias que viven algunos anarquistas y rebeldes en España. Los revolucionarios socialistas rusos de 1878 tenían el mismo interés. En uno de sus famosos documentos escribieron: “Si la prensa no defiende a los presos, nosotros lo haremos”. Hoy existen los grupos de las 5Cs [3]Anarquistas , no socialistas revolucionarios. Anarquistas como May Picqueray quien en 1921 envió un paquete bomba al embajador americano en París para protestar por el silencio que pesaba sobre la encarcelación de Sacco y Vanzetti. La acción fue exitosa porque el abuso cometido por el gobierno americano finalmente se hizo público, impulsándose así una lucha que tuvo dificultades para despegar.

Pero, después de tener en cuenta las similitudes entre pasado y presente, uno debe tener dificultades de visión si no ve grandes diferencias. Los socialistas rusos mataron al jefe de la policía secreta después de la muerte en prisión de uno de sus compañeros: muerte por muerte, tal cual. El anarquista francés, para hacer pública la infamia de la justicia americana, golpeó al representante máximo del gobierno americano en Francia. Hoy, los anarquistas de las 5Cs envían sus regalos nada menos que a los trabajadores de la R.A.I. o las secretarias de las agencias de viajes españolas. La diferencia debería saltar a la vista. Es evidente que los responsables del régimen penitenciario que se impone a los compañeros están lejos y, probablemente, demasiado protegidos para alcanzarles, sin embargo los intereses del Estado español están por todas partes y pueden ser golpeados. Pero ¿representan los trabajadores de una agencia de viajes estos intereses? Y, por que uno se empeñe en provocar un impacto en los medios ¿puede ignorar el hecho de que éstos solo amplifican la voz de los rebeldes si pueden tergiversar su sentido? Y ¿cómo no darse cuenta que dichas acciones hacen demasiado fácil esta operación de deformación? Enviando cartas incendiarias a diestro y siniestro no sin duda conseguirá que se hable en los medios de los compañeros presos en España, todo el mundo hablará de ellos. Pero ¿en qué términos? En los términos impuestos por los medios de comunicación, claro, que se lanzarán a reforzar la idea ya implantada en muchos de que, después de todo, si estos presos tienen defensores tan desalmados, a lo mejor merecen regímenes severos.

El problema es que aquellos que piensan que están por delante, más radicales que nadie, lo creen por una razón muy concreta. Consiste en el uso de determinadas herramientas: los que hablan solo parlotean, los que atacan con armas están actuando. Quienes apoyan la lucha armada están enamorados de sus herramientas, las aman hasta el punto de que cesan de verlas como tales y empiezan a verlas como un fin en si mismas, su razón de ser. No eligen el medio más adecuado para el fin que se desea conseguir, convierten el medio en un fin en si mismo. Si quiero matar una mosca en la pared uso un periódico enrollado, si quiero matar un ratón uso un palo, si quiero matar una persona uso un revólver, si quiero demoler un edificio uso dinamita. De acuerdo con lo que quiero hacer, elijo el medio que mejor se adapta de los que tengo a mi alcance. El “lucharmadista”, no. No piensa así. Quiere usar su instrumento favorito, el que le da mas satisfacción. El que le hace sentir más radical, el que le permite permanecer al calor en su popularidad mediática, y lo usa independientemente del objetivo que se ha dado: dispara sobre moscas, ametralla al ratón, dinamita al hombre y, si pudiese, usaría una bomba nuclear para demoler un edificio. Para el “lucharmadista”, la radicalidad es una cuestión de potencia de fuego: un arma del calibre 22 es menos radical que una del 38, que es menos radical que un kalashnikov, que es menos radical que los explosivos plásticos. Es por esto que, sediento de fama y torpe por su adoración técnica, envía cartas incendiarias a simples empleados para combatir el régimen F.I.E.S. Lo hace porque es lo único que sabe hacer; la técnica no acompaña a la inteligencia sino que la sustituye, y así uno no se para a pensar un momento si el medio se adapta al objetivo que se busca. En lo que atañe a escrúpulos, no tiene por la simple razón de que en su cabeza todo se divide en blanco y negro, sin gradaciones de color. En una parte esta el Estado, en la otra los anarquistas. No hay nadie en medio. Si uno no es anarquista pertenece al Estado, así que es un enemigo. Los explotados son responsables de las condiciones que soportan tanto como los explotadores de las que imponen: todos son enemigos, así que es su problema.

Extrañamente esa lógica típicamente militarista gana terreno entre ciertos anarquistas, entre los que hay incluso quienes apoyan al kamikaze palestino. Increíble si uno piensa que tales niveles de vileza están muy lejos incluso de los revolucionarios rusos al final del siglo XIX: vanguardistas autoritarios si, pero con una ética rigurosa dispuestos a matar a un explotador pero sin tocar un pelo a ningún explotado. Y si los autoritarios tenían ese cuidado ¡Pensemos en los anarquistas! Los ejemplos en este sentido son numerosos: hasta Schicchi, conocido también por su lenguaje feroz, fue capaz de volver donde había dejado la bomba para desactivarla cuando se dio cuenta que algún paseante podía resultar herido.

Pero la imagen del anarquista del pasado, perfecto caballero, es hoy demasiado benévola, no muy gratificante para algunos anarquistas de hoy. Hay anarquistas que solo pueden dar sentido a sus vidas si sienten que han sido golpeados por el desprecio público. Cuanto mas se condene algo, mal les atrae. Cuanto mas pintan los periódicos y jueces a los anarquistas como gente sin escrúpulos, mas se lanzan a asumir éste rol. Vacíos de cualquier perspectiva propia, dejan que el enemigo sea el que les indique quiénes son y qué tienen que hacer.

Otra consecuencia de lo que está pasando es la deformación total del concepto de “insurreccionalista”, que hoy se usa como sinónimo de “violento” o incluso solo del que va mas allá del dialogo con las instituciones. Anarquistas que ponen bombas son insurreccionalistas, anarquistas que rompen ventanas son insurreccionalistas, anarquistas que se enfrentan a la policía son insurreccionalistas, insurreccionalistas son los anarquistas que compiten con las manifestaciones de los partidos políticos y, así, sucesivamente. Ni una palabra sobre ideas. En cierto sentido se repite exactamente lo que ocurrió a principios de siglo con el adjetivo “individualista”. Una vez que se tenía la seguridad de que alguien apoyaba actos de violencia individual era un individualista, después este término se aplicó mas o menos para todo y, a menudo, fuera de lugar. En el frenesí de los acontecimientos ¿quién se paró a clarificar la confusión que se extendía? El recurso a la violencia individual no es una característica típica del individualismo, hasta el punto de que hubo también anarquistas individualistas pacifistas (como Tucker) o no-violentos (como Mackay). Y, una vez mas, ¿era Galleani un individualista? Si apoyaba acciones individuales… como Malatesta en determinadas circunstancias. Y también ha habido comunistas a favor de actos individuales. Desafortunadamente la equivocación arraigó tanto que hubo quienes se declararon individualistas a un no siéndolo (como Schicchi en el juicio de Pisa). Confusión, incomprensión… es mejor no agregarse a esa confusión. Que lo hagan los medios de comunicación es obvio y comprensible. Pero ¿por qué deberíamos hacerlo nosotros?

La insurrección es un acontecimiento social. No es un reto, ni un duelo individual contra el Estado lanzado por aquellos que creen que la masa solo la componen borregos esperando ser esquilados. El recurso a la violencia es inevitable y necesario en un proyecto insurreccional, tanto como lo es antes del mismo (porque el aspecto social de la insurrección nunca puede ser utilizado para justificar la espera). Por lo tanto también lo es ahora. Pero esta violencia no puede separarse del resto del proyecto, no puede sustituirle. Es la violencia la que es un instrumento al servicio del proyecto, no el proyecto el que está al servicio de la violencia. Quien quiera que piense que la insurrección es imposible, habiendo perdido (o nunca habiendo tenido) fe en la posibilidad de que los explotados se rebelen, debería darse cuenta de la distancia que le separa del proyecto insurreccional. Si quiere insertarse en la historia por sus acciones, porque esta es una cuestión de auto-satisfacción, entonces déjenlo sentarse bajo los focos del los medios de comunicación, pero sin decir que tiene a todo el movimiento tras de si.

Es evidente que cada uno el libre de hacer lo que quiera. Quien se crea por encima de la crítica y crea que se le debería aplaudir, comprender y seguir sin preocuparse siquiera de explicar las razones que hay tras sus métodos, lo es mucho menos.

 

REVISTA ELEPHANT

 


 

1 N. de. trad. En realidad no ha sido siempre así, aunque el autor, seguramente italiano, no esté del todo al tanto.

2 El 25 de abril del 97 estalló un artefacto en el Palazzo Marino, sede del ayuntamiento de Milán.

3 Las siglas “5C” significan “Células contra el Capital, las Cárceles, sus Carceleros y sus Celdas”.

 

Contra la lógica de la guillotina

El 6 de abril de 1871, hace 148 años, participantes en armas de la revolucionaria Comuna de París “incautaron” la guillotina instalada junto a la prisión de París. Después de llevarla a la base de la estatua de Voltaire, la despedazaron y fue quemada en una hoguera ante la ovación de una inmensa multitud[1]. Esta acción popular surgió de las bases, no fue un espectáculo organizado por la administración política. En aquellos tiempos, la Comuna controlaba París, en dónde aún habitaban personas pertenecientes a todas las clases sociales; el ejército francés y el prusiano, después de haberla rodeado, se preparaban para invadirla con el objetivo de imponer el gobierno republicano conservador de Adolphe Thiers. En esas circunstancias, quemar la guillotina fue un gesto de repudio tanto al Reino del Terror como a la idea de que un cambio social positivo pudiera lograrse masacrando a la gente.

“¿¡Qué!?” se podría exclamar con escándalo, “¿communards quemando la guillotina? ¿Por qué demonios harían eso? ¡Pensaba que la guillotina era un símbolo de liberación!”

¿Por qué? De hecho, la guillotina no es símbolo de liberación, entonces ¿por qué se ha convertido en una motivación recurrente para la izquierda radical, en años recientes? ¿Por qué internet está repleto con memes de guillotina? ¿Por qué The Coup cantan “We got the guillotine, you better run”? (“Tenemos la guillotina, mejor corre”). El periódico socialista más afamado se llama Jacobin, en honor a las primeras personas que tomaron partido por la guillotina. Ciertamente, todo esto no puede ser sólo una parodia irónica de las persistentes ansias de la derecha por la Revolución Francesa.

La guillotina ha entrado a formar parte de nuestro imaginario colectivo. En un período en el que las fisuras internas de la sociedad se expanden hacia la guerra civil, la guillotina es la encarnación de la venganza sangrienta sin compromiso alguno. Representa la idea de que la violencia del Estado puede ser aceptable a condición de que la gente justa esté en el Poder.

Quienes dan por hecho su propia impotencia, o falta de poder, asumen que pueden promoverse terribles fantasías de venganza sin ninguna consecuencia. Pero si de verdad tenemos la intención de cambiar el mundo, nuestro deber es asegurarnos que nuestras propuestas no serán igual de terribles.

No sorprende que hoy la gente quiera venganzas sanguinarias. El negocio capitalista está haciendo el planeta inhabitable rápidamente. La policía de la Patrulla Fronteriza de EEUU está secuestrando, drogando y apresando a niñas y niños. Constantemente se producen actos de violencia racista y machista. Para muchas personas la vida cotidiana es cada vez más humillante y empobrecedora.

Aquellas personas que no desean venganza porque no son suficientemente compasivas o solidarias para indignarse con la injusticia; o porque simplemente no están enteradas, no merecen ningún crédito. Hay menos virtud en la indiferencia que en los peores excesos de venganza.

¿Me quiero vengar de la policía que asesina impunemente, de los millonarios que se enriquecen a costa de la explotación y la gentrificación, de intolerantes que acosan y ciber-acosan? Pues sí que quiero. Han asesinado a persona conocidas, y están intentando destrozar todo lo que me gusta. Cuando pienso en el daño que están causando, tengo ganas de romperles los huesos y matarles con mis propias manos.

Pero ese deseo es contrario a mis postulados políticos. Puedo desear algo sin necesidad de tener que realizar ingeniería inversa de una justificación política para ello. Puedo desear algo y elegir no cumplir ese deseo si aspiro a algo que está por encima—en este caso una revolución anarquista no basada en la venganza. No juzgo a otras personas por desear venganza, especialmente si han vivido, o viven, cosas peores de las que yo he vivido. Sin embargo, no confundo este deseo con una propuesta emancipadora.

Si el tipo de sed de sangre que describo asusta, o simplemente parece indecoroso, entonces no debería tomarse a la ligera que otra gente cometa homicidios industrializados en nuestro nombre.

Porque esto es lo que distingue a la fantasía de la guillotina: se trata de eficiencia y distancia.Quienes fetichizan la guillotina no quieren matar a otras personas con sus propias manos; no están preparados para desgarrar la carne de otros con sus propios dientes. Quieren que su venganza esté automatizada y se la proporcionen otrxs. Son como quienes comen McNuggets despreocupadamente, pero serían incapaces de destazar a una vaca o de talar la selva. Prefieren que el derramamiento de sangre se lleve a cabo de una manera reglamentada, con el papeleo burocrático formalmente rellenado, de la misma manera que hicieron jacobinos y bolcheviques, a imitación del funcionamiento impersonal del Estado capitalista.

Y una cosa más: no quieren asumir ninguna responsabilidad sobre ello. Prefieren expresar su fantasía irónicamente, pudiendo negarla cuando les resulte conveniente. No obstante, cualquiera que haya participado alguna vez en revueltas políticas es consciente de la delgada línea que hay entre fantasía y realidad. Echemos una mirada al papel “revolucionario” que ha jugado la guillotina en el pasado.

“¡La venganza es impropia de anarquistas! El mañana, nuestro mañana, no quiere rencillas, crímenes, mentiras; sino que afirma la vida, el amor y el conocimiento; trabajamos para precipitar ese día.”

Kurt Gustav Wilckens—anarquista, pacifista y asesino del coronel Héctor Varela, el oficial argentino que comandó la masacre de alrededor de 1500 trabajadores en la Patagonia.

La guillotina se asocia a la políticas radical, porque se empleó en la Revolución Francesa para decapitar a Luis XVI, unos meses después de su arresto, el 21 de enero de 1773. Sin embargo, una vez abierta la caja de Pandora de la fuerza exterminadora fue difícil volverla a cerrar.

Habiéndose empezado a usar la guillotina como un instrumento de cambio social, Maximilien de Robespierre, presidente del club de los jacobinos, continuó empleándola para consolidar el poder de su facción política en el gobierno republicano. Como es común entre gente demagógica, Robespierre, Georges Danton, y otros radicales se sirvieron de los y las san-culottes, la enfadada gente empobrecida, para expulsar a los girondinos, la facción más moderada, en junio de 1793. (Los girondinos también eran jacobinos; si quieres a un jacobino, lo mejor que puedes hacer por él es evitar que su facción llegue al poder, pues lo más probable es que sea el siguiente en ir paredón después de ti).

Tras guillotinar en masa a los girondinos, Robespierre consolidó su poder a expensas de Danton, y lxs sans-culottes.

“El gobierno revolucionario no tiene nada que ver con la anarquía. Al contrario, su meta es suprimirla para asegurar y consolidar el reino de la ley”

Maximilien de Robespierre, distinguiendo su gobierno autocrático de aquellos movimientos radicales de base que contribuyeron a la Revolución Francesa.[2]

A inicios de 1794, Robespierre y sus alianzas mandaron a la guillotina a un gran número de gente que era tan radical como ellos, incluyendo a Anaxagoras Chaumette y a los llamados Enragés, a Jacques Hébert y a quienes se denominaban Hébertistas, a la proto-feminista y abolicionista Olympe de Gouges, o a Camille Desmoulins (que tuvo la osadía de sugerir a Robespierre, amigo de su infancia, que “el amor era más fuerte y duradero que el terror”) y a su esposa, ejecutada por precaución, a pesar de que su hermana fue novia de Robespierre. Los jacobinos también promovieron el aguillotinamiento de Georges Danton y sus seguidores, junto a otras antiguas aliadas. Para celebrar este derramamiento de sangre, Robespierre organizó el Culto del Ser Supremo, una ceremonia pública obligatoria que inauguraba la religión de Estado.[3]

Tras esto, sólo pasó un mes y medio hasta que el mismo Robespierre fue asesinado, habiendo exterminado a muchas de las personas que lucharon a su lado en posición a la contrarrevolucion. Esto allanó el terreno a un período de reacción que culminó con Napoleón Bonaparte conquistando el Poder y autocoronándose Emperador. De acuerdo al calendario republicano francés (una innovación que no arraigó pero que estuvo brevemente en funcionamiento durante la Comuna), la ejecución de Robespierre tuvo lugar durante el mes de Termidor. Consecuentemente, desde entonces el nombre Termidor se asocia al comienzo de la contrarrevolución.

“Robespierre terminó con la Revolución en tres embestidas: la ejecución de Hébert, la ejecución de Danton, y el Culto del Ser Supremo… La victoria de Robespierre, lejos de salvarla, simplemente significó una caída más profunda e irreparable.”

Louis-Auguste Blanqui, él mismo opositor a duras penas de la violencia autoritaria.

Pero es un error centrarse únicamente en Robespierre. El mismo Robespierre no era un tirano sobrehumano. Una excelente teoría señala que era un ferviente servidor que desempeñó el papel por el que innumerables revolucionarias lucharon, un papel que habría asumido cualquier otra persona si él no lo hubiese hecho. El problema es sistémico —la lucha por el Poder dictatorial centralizado— no una equivocada actuación individual o personal.

La tragedia de 1793-1795 confirma que cualquiera que sea el instrumento empleado para llevar a cabo la revolución, éste se volverá contra uno mismo, posteriormente. Pero el problema no es sólo el instrumento, es la lógica que se halla tras de él. Más que demonizar a Robespierre —o a Lenin, Stalin o a Pol Pot— hemos de analizar la lógica de la guillotina.

En cierta manera, podemos entender por qué Robespierre y sus contemporáneos terminaron dependiendo de una herramienta política de asesinato en masa. Estaba la amenaza de una invasión militar extranjera, conspiraciones internas y levantamientos contrarrevolucionarios; tomaban decisiones en un ambiente altamente tenso. Pero si es posible entender cómo llegaron a adoptar la guillotina, es imposible argumentar a favor de que todos los asesinatos fueron necesarios para asegurarse su posición. Sus propias ejecuciones refutan este argumento de forma suficientemente elocuente.

Asimismo, es erróneo pensar que la guillotina fue principalmente empleada contra las clases dirigentes, incluso en el clímax del gobierno jacobino. Al ser burócratas consumados, los jacobinos mantenían registros detallados. Entre junio de 1793 y finales de julio de 1794, 16.594 personas fueron oficialmente sentenciadas a muerte en Francia, incluyendo a 2.639 en París. De todas las sentencias de muerte formalizadas bajo el Terror, sólo el 8 por ciento afectó a la aristocracia y el 6 por ciento a miembros del clero; el resto se dividen entre las clases medias y las pobres, procediendo de las clases bajas la gran mayoría de las víctimas.

Lo sucedido en la Revolución Francesa no fue una mera coincidencia. Medio siglo después, la revolución de 1848 siguió una trayectoria semejante. En febrero, una revolución protagonizada por gente pobre enfurecida entregó el poder del Estado a políticos republicanos; en junio, cuando la vida bajo el nuevo gobierno mejoró un poco con respecto a la vida previa bajo la monarquía, la gente de París se rebeló una vez más y los políticos ordenaron al ejército masacrarles en nombre de la revolución. Esto favoreció el escenario para que el sobrino de Napoleón ganara las elecciones presidenciales de diciembre de 1848, prometiendo “restaurar el orden”. Tres años después, tras haberse exiliado todos los políticos republicanos, Napoleón tercero abolió la República y se coronó Emperador —inspirando la famosa frase de Marx de que “la historia se repite, la primera vez como tragedia y la segunda como farsa”.

Asimismo, Adolphe Thiers masacró despiadadamente la Comuna de París después de que la revolución de 1870 lo colocara en el Poder, y esto favoreció que políticos todavía más reaccionarios lo suplantaran en 1873. En cada uno de estos tres casos vemos cómo las personas revolucionarias que aspiraron a hacerse con el Poder del Estado debieron abrazar la lógica de la guillotina para hacerlo, y después, tras haber acabado brutalmente con otras revolucionarias, en la lógica por consolidar su control, fueron a su vez inevitablemente derrotadas por fuerzas más reaccionarias.

En el siglo XX, Lenin describió a Robespierre como un bolchevique avant la lettre, afirmando que el Terror fue el antecedente inspirador del proyecto bolchevique. De hecho, no fue el único en traer a colación esta analogía.

Seremos nuestro propio Termidor”, afirmó el apologista bolchevique Victor Serge evocando a Lenin preparándose para masacrar a los rebeldes de Kronsdtadt. En otras palabras, habiendo aplastado anarquistas y a toda persona posicionada más a su izquierda, los bolcheviques sobrevivirían a la reacción convirtiéndose ellos mismos en la contrarrevolución. Ya habían introducido jerarquías fijas en el ejército rojo para reclutar ex-oficiales zaristas; junto a su victoria frente a los insurgentes de Kronsdtadt, reintrodujeron el libre mercado y el capitalismo bajo control del Estado. Eventualmente, Stalin asumió la posición que Napoleón había ocupado previamente.

Por tanto, la guillotina no es un instrumento de emancipación. Esto ya estaba bien claro en 1795, un siglo antes de que lxs bolcheviques iniciaran su propio Terror, y cerca de dos siglos antes de que los jemeres rojos exterminasran a casi un cuarto de la población de Camboya.

Entonces, ¿por qué la guillotina se ha vuelto a poner de moda como un símbolo de resistencia a la tiranía? La respuesta nos enseñará sobre la psicología de nuestro tiempo.

Es escandaloso que todavía hoy haya radicales que se asocien con los jacobinos, una tendencia que reaccionaria de finales de 1793. Pero no es fácil ofrecer una explicación de esto. Por aquel entonces, como ahora, había personas que se pensaban radicales sin realmente hacer una ruptura radical con las instituciones y sus prácticas familiares. Como dijo Marx, “la tradición de todas las generaciones muertas pesa como una pesadilla en los cerebros de los vivos”.

Usando la famosa definición de Weber, El Estado

“Es aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio (el ‘territorio’ es elemento distintivo), reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia física legítima. Lo específico de nuestro tiempo es que a todas las demás asociaciones e individuos sólo se les concede el derecho a la violencia física en la medida en que el Estado lo permite. El Estado es la única fuente del ‘derecho’ a la violencia.”

Entonces una de las formas más persuasivas de demostrar su soberanía es ejercer fuerza letal con impunidad. Esto explica los relatos que dan cuenta de que las decapitaciones públicas fueran observadas como acontecimientos festivos e incluso religiosos, durante la Revolución Francesa. Antes de la Revolución, las decapitaciones eran afirmaciones de la autoridad sagrada del monarca; durante la Revolución, esto confirmaba la soberanía de los representantes de la República al presidir las ejecuciones —en nombre del Pueblo, por supuesto. Robespierre proclamó: “Luis debe morir para que la nación pueda vivir”, buscando de esta manera santificar el nacimiento del nacionalismo burgués por medio de bautizarlo literalmente con la sangre del orden social previo. Una vez que la República fue inaugurada sobre este fundamento, la República requirió continuamente de sacrificios para afirmar su autoridad.

Aquí vemos la esencia del Estado: se puede matar, pero no puede dar vida. En tanto concentración de legitimidad política y fuerza coercitiva, puede causar daño, pero no puede establecer el tipo de libertad positiva que experimentan las individualdades cuando se fundan en comunidades que se apoyan mutuamente. No es capaz de crear el tipo de solidaridad que origina armonía entre personas. Lo que hagamos contra los demás al usar al Estado, nos lo pueden hacer a nosotrxs usando al Estado —como le pasó a Robespierre— pero nadie puede usar el aparato coercitivo del Estado para una causa emancipatoria.

Para las radicales, fetichizar la guillotina es como fetichizar el Estado: significa celebrar un instrumento homicida que siempre será usado principalmente contra nosotras.

Aquellas que han sido privadas de una relación positiva con su propia capacidad frecuentemente buscan algo que la sustituya para poder identificarse: un líder cuya violencia pueda proporcionar la venganza deseada, como consecuencia de la propia impotencia o decadencia. En la era de Trump, sabemos lo que significa entre simpatizantes de la extrema derecha. Pero también hay gente en la izquierda que siente impotencia y enfado, gente con deseos de venganza, gente que quiere ver que el Estado que les ha aplastado se vuelva contra sus enemigos.

Recordarle a los “tankies” (estalinistas de “línea dura”) las atrocidades cometidas por socialistas estatistas, a partir de 1917, es como llamar racista y sexista a Trump. Divulgar que Trump es un agresor sexual en serie sólo lo ha hecho más popular entre su base misógina. Asimismo, la historia bañada en sangre del socialismo autoritario únicamente lo hace más atractivo para quienes se sienten motivados por el deseo de identificarse con algo poderoso.

Anarquistas en la Era de Trump

Ahora que la Unión Soviética lleva extinta casi treinta años —y ante la dificultad de obtener opiniones, de primera mano, sobre la clase trabajadora explotada en China— muchas personas en Estados Unidos consideran al socialismo autoritario como un concepto totalmente abstracto, tan distante de su experiencia vital como de las ejecuciones en masa con la guillotina. Al desear no sólo venganza sino también un deus ex machina, para ser rescatados tanto de la pesadilla del capitalismo como de la responsabilidad de crear por sí mismos una alternativa a éste, imaginan al Estado autoritario como a un héroe que podría luchar en su nombre. Recordemos lo que dijo George Orwell en su ensayo “Dentro de la Ballena” sobre los acomodados escritores estalinistas británicos de la década de 1930:

Para la gente de ese tipo, cosas como las purgas, la policía secreta, las ejecuciones sumarias, los encarcelamientos sin juicio, etc., suenan demasiado lejanas como para ser terroríficas. Pueden tragarse el totalitarismo porque no tienen experiencia sobre ninguna otra cosa que no sea el liberalismo”.

 

Confía en aquellas visiones en las que no haya baños de sangre

​ Jenny Holzer

 

En general, tendemos a ser más conscientes de las injusticias cometidas contra nosotras, que aquellas que cometemos en contra de los demás. Somos más peligrosas cuando más sufrimos la injusticia, porque nos sentimos con más derecho de juzgar, de ser crueles. Cuanto más justificadas nos sentimos, más cuidado hemos de tener en no replicar los patrones de la máquina de la justicia, las asunciones del Estado carcelario, la lógica de la guillotina. Nuevamente, eso no justifica la falta de acción; simplemente significa que debemos de proceder de modo más crítico, precisamente cuando más justificación sentimos, para no acabar asumiendo el papel de nuestros opresores.

Se hace más complicado reconocer las formas en como participamos de esos fenómenos, cuando nos vemos a nosotros mismos luchando contra seres humanos específicos, más que contra fenómenos sociales. Expresamos la problemática como algo fuera de nuestro alcance, representándola como un enemigo a ser sacrificado para purificarnos simbólicamente. Por eso, lo que hagamos a la gente más despreciable, lo acabaremos por sufrir nosotras mismas.

La guillotina como un símbolo de venganza nos tienta a imaginarnos en medio de un juicio, ungidas con la sangre de los malvados. La economía cristiana de la justicia y la condena es esencial para éste cuadro. Por el contrario, si la usamos para simbolizar algo, la guillotina debería prevenirnos del peligro de convertirnos en lo que más odiamos. Lo mejor sería ser capaces de luchar sin odio, a partir de una creencia optimista en el gran potencial de la humanidad.

Muchas veces, todo lo que se necesita para dejar de odiar a una persona es lograr que sea imposible que suponga te una amenaza. Es despreciable asesinar a quien tienes sometido a tu poder. Ese el momento crucial de cualquier revolución, cuando las revolucionarias tienen la oportunidad de ejercer la violencia gratuita para exterminar, más allá de solo vencer. Si no se pasa dicha prueba, la victoria será más deshonrosa que cualquier fracaso.

El peor castigo que puede aplicarse a quienes hoy gobiernan, y controlan, sería hacerles vivir en una sociedad en la que todo aquello que han hecho sea considerado vergonzoso —participar en asambleas donde nadie les escucha, continuar una vida sin privilegios especiales, con plena conciencia del daño que han causado. Si queremos fantasear sobre algo, hagámoslo sobre la creación de movimientos tan fuertes que apenas tengamos que matar a nadie para derribar al Estado y abolir el capitalismo. Esto es mucho más valioso para nuestra dignidad como partidarias de la liberación y emancipación de todas las personas.

Es posible comprometerse plenamente con la lucha revolucionaria sin devaluar el precio de la vida. Es posible romper con el moralismo santurrón del pacifismo y no por ello tener que desarrollar una sed de sangre sin escrúpulos. Necesitamos desarrollar la habilidad de ejercer la fuerza sin confundir el poder sobre los demás con nuestro verdadero objetivo, lo que implica crear colectivamente condiciones para la libertad de todxs.

“Que la humanidad pueda ser redimida de la venganza: ése es, para mí, el puente hacia la esperanza suprema y la calma después de la tempestad”.

Friedrich Nietzsche (no es particularmente un partidario de la emancipación pero sí uno de los principales teóricos de los peligros de la venganza).

Evidentemente, no tiene sentido apelar por una naturaleza más amable de nuestros opresores, hasta que no hayamos logrado que les sea imposible beneficiarse de oprimirnos. La cuestión es cómo lo logramos.

Lxs apologistas de los jacobinos reclamarán que bajo sus circunstancias era necesario el derramamiento de sangre para el progreso de la causa revolucionaria. Prácticamente todas las masacres revolucionarias de la historia han sido justificadas en base a su necesidad —así es cómo la gente siempre justifica las masacres. Aún si fuese necesario un mínimo de derramamiento de sangre, esto no debe de ser una excusa para considerar como valores revolucionarios el cultivar las masacres y arrogarse privilegios. Si deseamos ejercer la fuerza coercitiva de manera responsable, cuando no queda otra opción, hemos de cultivar al mismo tiempo la repulsión hacia ella.

¿Alguna vez las masacres han ayudado al avance de nuestra causa? Ciertamente, las (comparativamente) pocas ejecuciones realizadas por anarquistas —como el ajusticiamiento de clérigos pro-fascista durante la guerra civil española— han permitido al enemigo retratarnos de la peor manera, incluso siendo ellos responsables de un número diez mil veces mayor de asesinatos. A lo largo de la historia, los reaccionarios siempre han juzgado, hipócritamente, a revolucionarias con una doble vara de medir: perdonando por un lado al Estado por asesinar a millones de civiles, mientras por el otro condenan a insurgentes por poco más que romper una ventana. El punto no es relativo a si nos han hecho populares, si no cuestionar si tal gente tiene lugar en un proyecto emancipador. Si lo que buscamos es una transformación más que una conquista, debemos evaluar nuestras victorias bajo una lógica distinta a la de la policía y de los militares a los que nos enfrentamos.

Esto no es un argumento contra el uso de la fuerza. Se trata más bien de cuestionar cómo emplear la fuerza sin crear nuevas jerarquías, nuevas formas de opresión sistemática.

Taxonomía de la violencia revolucionaria

La imagen de la guillotina es utilizada como propaganda por la típica organización autoritaria que se sirve de esta particular herramienta. Cada herramienta implica formas de organización social necesarias para su empleo. En sus memorias, Bash the Rich, Ian Bone, veterano del periódico Class War, cita a John Barker, miembro de Angry Brigade, al afirmar que “los cocteles molotovs son mucho más democráticos que la dinamita”, sugiriendo que debe analizarse cada herramienta de resistencia en función a cómo estructura el Poder. Criticando el modelo de lucha armada, adoptado por grupos jerarquizados y autoritarios en la Italia de los 70, Alfredo Bonanno y otras insurreccionalistas enfatizan que la emancipación sólo será alcanzada a través de métodos de resistencia horizontales, descentralizados y participativos.

Es imposible hacer la revolución sólo con la guillotina. La venganza es la antecámara del Poder. Quien quiera venganza necesitará de un líder. Un líder que le conduzca a la victoria y que restablezca la justicia herida”

Alfredo Bonanno, El Goce Armado

Una multitud que se rebela puede defender una zona autónoma o ejercer presión sobre las autoridades sin necesidad de algún liderazgo jerárquico y centralizado. Cuando esto no puede ser posible —cuando la sociedad se ha dividido en dos bandos dispuestos a eliminarse el uno al otro a través de medios militares— no puede hablarse ya de revolución, sino únicamente de guerra. La premisa de la revolución es que la subversión se puede extender dentro de las líneas enemigas desestabilizando posiciones fijas, debilitando las alianzas y asunciones que apuntalan la autoridad. Nunca deberíamos tener prisa por iniciarla transición de la iniciativa revolucionaria a la guerra. Hacerlo reduce las posibilidades más que expandirlas.

Como herramienta, la guillotina da por hecho que es imposible transformar las relaciones con el enemigo y que sólo es posible abolirlas. Es más, la guillotina asume que la víctima se halla plenamente subyugada al Poder de quienes la emplean. La guillotina es un arma diseñada para los cobardes, si la contrastamos con los actos de valentía colectiva experimentados en levantamientos populares, pese a todas las adversidades.

Al rechazar la matanza al por mayor de nuestros enemigos, dejamos abierta la posibilidad de que algún día se unan a nuestro proyecto de transformar el mundo. La autodefensa es necesaria, pero siempre que podamos debemos asumir el riesgo de dejar con vida a nuestros enemigos. El no hacerlo garantiza que no seremos mejores que los peores que existan entre ellos. Desde una perspectiva militar, esto es una desventaja; pero es el único camino si de verdad aspiramos a la revolución.

Infundir esperanza a la mayoría oprimida y temor a la minoría opresora, este es nuestro cometido. Si hacemos lo primero e infundimos esperanza a la mayoría, la minoría habrá de temer esa esperanza; no queremos asustarles de otro modo: no es venganza lo que queremos para los pobres, sino felicidad; porque en efecto, ¿qué venganza podría tomarse por tantos miles de años de sufrimientos de la gente empobrecida?”

William Morris, “Cómo vivimos y cómo podríamos vivir”

Por tanto, repudiamos la lógica de la guillotina. No queremos exterminar a nuestros enemigos. No creemos que la manera de crear armonía sea eliminar a toda persona que no comparta nuestra ideología. Nuestra visión es un mundo en el que quepan muchos mundos. Como dijo el subcomandante Marcos: un mundo en el cual la única cosa que no sea posible sea dominar y oprimir.

El anarquismo es una propuesta para quien se interese en cómo mejorar nuestras vidas: trabajadores y desempleadas, gente de todas las etnias, géneros y nacionalidades —o carentes de ellas—, ya sean pobres o millonarias. La propuesta anarquista no trata de proteger los intereses de un grupo frente a los de otro: ni se trata de una forma de enriquecer a la gente pobre a expensas de los ricos, o de hacer poderosa un grupo étnico, nacionalidad o religión en detrimento de otras. Esta forma de pensar es de la que estamos intentando escapar. Todos los “intereses” que supuestamente caracterizan a las diferentes categorías de gente son producto del orden prevaleciente, y deben ser transformados junto a éste, y no preservados o consentidos.

Desde nuestra perspectiva, incluso las posiciones más altas de riqueza y de Poder disponibles en el orden existente no tienen ningún valor. Nada de lo que nos ofrece el Estado y el capitalismo tiene valor alguno. Proponemos una revolución anarquista en base a que se satisfagan los anhelos que el orden existente no puede satisfacer: el deseo de aportar a nosotras y a nuestros seres queridos, sin que sea a expensas de otras personas, el deseo de ser valoradas en base a nuestra creatividad y carácter, y no en base a cuánto lucro podemos generar, el anhelo de estructurar nuestras vidas alrededor de lo que es profundamente alegre y gozoso en lugar de en torno a imperativos de competitividad.

Proponemos que todas las personas que habitamos el planeta hoy, podríamos vivir —si no bien, al menos mejor— en armonía y progresar, si no fuéramos forzadas a competir por el Poder y los recursos en las maniobras de suma cero de la política y la economía.

Que sean antisemitas y otros intolerantes quienes describan al enemigo como un tipo de gente, personificando como el Otro al que todos temen. Nuestro adversario no es un tipo de ser humano, si no la forma de relaciones sociales que imponen el antagonismo entre pueblos como modelo fundamental para la política y la economía. Abolir la clase dirigente no significa guillotinar a toda persona que posea un yate o un penthouse; significa hacer imposible que cualquier persona pueda ejercer de forma sistemática un Poder coercitivo sobre otra. Cuando eso ocurra, ningún yate o penthouse quedará vacío por mucho tiempo.

En relación a nuestros adversarios inmediatos —aquellos seres humanos que están determinados a mantener el orden existente a cualquier precio— aspiramos a derrotarlos, no a exterminarlos. No obstante, por muy egoístas y rapaces que puedan parecer, al menos algunos de sus valores son similares a los nuestros, y la mayoría de sus errores —como los nuestros— derivan de sus miedos y debilidades. En muchos casos se oponen a las propuestas de izquierda precisamente por medio de lo que es intrínsecamente incoherente en ellos, como, por ejemplo, la idea de promover la comunión de toda la humanidad por medio de la coerción violenta.

Incluso cuando estamos en medio de un enfrentamiento físico con nuestras adversarias, debemos mantener una profunda fe en su potencial, ya que algún día esperamos relacionarnos con ellas de una forma diversa. Como aspirantes a la revolución, esta esperanza es nuestro recurso más valioso, el fundamento de todo lo que hacemos. Si el cambio revolucionario debe extenderse a toda la sociedad y a todo el mundo, aquellas contra las que luchamos hoy tendrán que luchar junto a nosotras mañana. No predicamos la conversión a golpe de pistola, ni pensamos que persuadiremos a nuestras adversarias en un mercado abstracto de ideas. Más bien, aspiramos a interrumpir las formas con las que el capitalismo y el Estado se reproducen actualmente, mientras manifestamos las virtudes de nuestra alternativa de forma inclusiva y contagiosa. No existen atajos cuando se trata de cambios duraderos.

Precisamente porque a veces es necesario emplear la fuerza en nuestras luchas con los defensores del orden existente, es especialmente importante que nunca perdamos la perspectiva de nuestras aspiraciones, nuestra compasión y nuestro optimismo. Cuando nos vemos compelidas a usar la fuerza coercitiva, la única justificación posible es que sea un paso necesario de cara a crear un mundo mejor para todas —incluyendo a nuestras enemigas, o al menos a sus hijxs. De otra manera, corremos el riesgo de convertirnos en los próximos jacobinos, en los próximos corruptores de la revolución.

“La única venganza real que podríamos tener sería la realizada a través de nuestros propios esfuerzos para dirigirnos hacia la felicidad”

William Morris, en respuesta a los llamamientos de venganza por las agresiones policiales a las manifestantes en Trafalgar Square.

La guillotina no acabó su recorrido al concluir la Revolución Francesa, ni cuando fue quemada en la Comuna de París. De hecho, hasta 1977, en Francia ha sido empleada como un medio del Estado para ejecutar la pena capital. Una de las últimas mujeres guillotinadas en Francia fue ejecutada por realizar abortos. Los nazis guillotinaron alrededor de 16.500 personas entre 1933 y 1945 —una cifra similar a las personas asesinadas durante el culminación del Terror en Francia.

Algunas de las víctimas de la guillotina:

Ravachol (François Claudius Koenigstein), anarquista.

Auguste Vaillant, anarquista.

Emile Henry, anarquista.

Sante Geronimo Caserio, anarquista.

Raymond Caillemin, Étienne Monier y André Soudy, todos anarquistas participantes en la Banda Bonnot.

Mécislas Charrier, anarquista.

Felice Orsini, quién intentó matar a Napoleón III.

Hans y Sophie Scholl y Christoph Probst —miembros de la Rosa Blanca, una organización juvenil antifascista clandestina activa en Munich en 1942-1943.

“Soy anarquista. Nos han colgado en Chicago, electrocutado en Nueva York, guillotinado en París y estrangulado en Italia, yo iré con mis compañeros. Rechazo su gobierno y su autoridad. Abajo con ellos. Hacer lo peor. Larga vida a la anarquía”

 

Crimethinc

[1]Como viene relatado en el periódico de la Comuna de París:

El jueves, a las nueve de la mañana, el 137º batallón perteneciente al undécimo distrito, se presentó en la calle Folie-Mericourt; incautaron y tomaron la guillotina, hicieron trizas la horrorosa máquina, y la quemaron ante el aplauso de una inmensa multitud. La quemaron al pie de la estatua del defensor de Sirven y Calas, el apóstol de la humanidad, el precursor de la Revolución Francesa, al pie de la estatua de Voltaire.”

Esto fue anunciado más tarde mediante la siguiente proclama:

Ciudadanos;

Nos han informado de la construcción de un nuevo tipo de guillotina encargada por el odioso gobierno [el gobierno republicano de Adolphe Thiers], una que es más rápida y más fácil de transportar. El Sub-Comité del distrito undécimo ha ordenado el decomiso de estos instrumentos serviles de la dominación monárquica y ha votado que la destruyan para siempre. Por lo tanto, serán quemados a las diez en punto del 6 de abril de 1871, en la Plaza de la Mairies, para la purificación del distrito y la consagración de nuestra nueva libertad”.

[2]Como hemos argumentado en otros lugares, fetichizar “el gobierno de la ley” sirve con frecuencia para legitimar atrocidades que de otra manera serían percibidas como abominables e injustas. La historia muestra una y otra vez cómo el gobierno centralizado puede perpetrar la violencia en una escala mucho más grande que cualquier cosa que se levante en el “caos desorganizado”.

[3]De forma nauseabunda, al menos un contribuyente a la publicación Jacobin ha incluso intentado rehabilitar a este precursor de los excesos del estalinismo, con la pretensión de que una religión oficiada desde el Estado podría ser preferible al ateísmo autoritario. La alternativa tanto a las religiones autoritarias como a las ideologías autoritarias que promueven la islamofobia y cosas similares, no es la imposición de una religión por un Estado autoritario, si no la construcción de solidaridad de base en torno a las líneas políticas y religiosas de defensa de la libertad de pensamiento.

Hacia espacios desconocidos

“Cada uno de ellos parecía ver el desafío mortal en los ojos de los otros –sentir que los otros dos estaban arrastrándolo con toda la fuerza de su voluntad y de su cuerpo– hacia el mar –lejano- hacia espacios desconocidos- hacia un golfo desde el cual el retorno sería imposible –y ninguno de ellos tenía dudas acerca de la naturaleza insidiosa de este inesperado acuerdo de sus voluntades y destinos. YA NO ERA POSIBLE RETIRARSE.” 

Julien Gracqir

“Ya no era posible retirarse.” Todos somos cautelosos en nuestras revueltas, en nuestra creativa aventura de hacer nuestra vida propia. Entonces, ¿Cómo sería posible algún día llegar a ese punto donde “ya no sea posible retirarse”? Sin embargo, si alguna vez nos movemos más allá de la inercia actual, si rompemos con el movimiento del Capital, del Estado, de lo que es – con su trayectoria hacia el aburrimiento y el desastre….[1]

Pensemos por un momento en tiempos específicos, en la historia (La comuna de París de 1871, el mayo de 1968 en Francia) o en nuestra propia vida. Esos tiempos en que, a sabiendas, nos sumergimos en lo desconocido. Ciertamente, al comienzo, había este desafío mortal en las miradas de todos. Cuando este desafío comenzó a decaer, se transformó en una mirada de miedo, una compulsión a volver atrás, ¿a encontrar tierra firme? ¿Cuándo fue que eso se convirtió, para algunos, en una ideología de la seguridad?-la demanda por espacios seguros, el lenguaje seguro, las palabras seguras, que la precaución se transforme en el orden de los días-[2]

Al fin y al cabo, Yo soy anarquista. No sigo órdenes. Cualquier concepción significativa de libertad desafía la seguridad y desecha la precaución.

Vagabond Theorist

 


[1]Párrafo incompleto en la versión original.

[2] El autor está haciendo referencia a la nueva tendencia de corrientes “progresistas” –principalmente en EEUU, pero en otros lugares del mundo estas estrategias están siendo utilizadas por corrientes de izquierda – que intenta “proteger a los grupos minoritarios” a través de políticas coercitivas como prohibición de ciertas vestimentas, ciertos peinados, por catalogarlos de “apropiación cultural” prohibición de ciertas palabras –incluso fuera de ámbitos peyorativos- por catalogarlas “ofensivas”.

Ocho cosas que puedes hacer para ser activa

01.
Pon atención en dónde y cómo gastas tu dinero. ¿Tu dinero va a apoyar a compañías a las que no les importas? ¿Están estas compañías destruyendo el medio ambiente, matando animales, tratando como mierda a la gente que trabaja para ellas? ¿Están intentando por todos los medios venderte un producto que te provoca cáncer? ¿Está su publicidad diseñada para manipularte, hacerte sentir insegura o para hacer que sus productos parezcan más de lo que realmente son? ¡No necesitas dar a esas cabronas tu dinero! De la misma forma, ¿compras muchas cosas que realmente no necesitas? Refrescos y comida basura, por ejemplo. ¿Acabas gastando mucho dinero cada vez que quieres divertirte y relajarte? Hay miles de cosas que tú y tus amigas podéis hacer que son divertidas, creativas, y que no cuestan nada (tener intensas discusiones, explorar zonas desconocidas de tu ciudad, hacer música, en vez de estar sentadas bebiendo en bares o yendo a cines y restaurantes). También hay miles de formas de comer y vivir de forma más barata (Food Not Bombs, construir muebles en vez de comprarlos, vivir con más gente…). En cuanto experimentes un poco, te darás cuenta de que disfrutas mucho más de la vida cuando no estás pagando continuamente por todo.

02.
Ahora que gastas menos, ¡puedes trabajar menos también! Piensa en cuanto tiempo podrías emplear en hacer otras cosas. No solamente tendrás tiempo para hacer cosas que te ayudarán a gastar menos (cuanto menos trabajas, más tiempo tienes para darte cuenta de que no necesitas trabajar en el fondo), sino que serás capaz de hacer todas las cosas que nunca habías hecho por falta de tiempo: puedes viajar, hacer ejercicio, pasar más tiempo con tus amigas, amantes, familiares y seres queridos. ¡Si hace sol ahí fuera, lo mejor es salir y disfrutarlo!

03.
Y tendrás tiempo para hacer otras cosas que necesitas para tomar el control de tu vida y de tu mundo. Para empezar, empieza a leer. Realmente no importa el qué, mientras te haga pensar y haga que crees tus propias ideas. Lee novelas sobre seres humanos que luchan contra su sociedad, como “El guardián entre el centeno” de J. Salinger, o “1984” de George Orwell, o “Catch 22” de Joseph Heller; lee la preciosa prosa de Jeanette Winterson o Henry Miller. Lee sobre historia: aprende sobre la revolución española durante los años 30, en la que ciudades enteras estaban controladas por la gente que vivía en ellas y no por el gobierno; aprende sobre las huelgas de obreros en los Estados Unidos; o sobre el movimiento de libre expresión de Berkeley en los 60. Lee filosofía, lee sobre asuntos medioambientales, libros de cocina veganos, fanzines underground, cómics, cualquier cosa que caiga en tus manos. Visita las bibliotecas, puedes conseguir toda la lectura que quieras gratis, ¡y muchas también tienen videos y cds para que disfrutes de ellos!

04.
Leer no es la única forma de expander tus horizontes y clarificar tus ideas. Habla con la gente sobre los temas que te interesan, y discute cuando no estés de acuerdo, así conocerás mejor tus propias creencias. Escribe a la gente que hace los fancines que te gustan, discute y debate con ellas, pídeles direcciones para encontrar más cosas que te interesen. Intenta escribir sobre tus propias ideas, y comparte lo que escribas con la gente con la que tengas confianza. Intenta viajar a otras partes, aprende de otras culturas y comunidades, así tendrás más de una perspectiva del mundo y podrás ver cómo es a través de los ojos de otras personas.

05.
Cuando sepas lo que quieres, ves a conseguirlo. Busca a otra gente y grupos con intereses similares, y piensa en cómo puedes participar en lo que están haciendo. A lo mejor puedes copiar flyers y repartirlos en un concierto, a lo mejor puedes organizar conciertos benéficos para las asociaciones que quieras apoyar (organizaciones de apoyo a la mujer, librerías radicales, grupos locales contra la ejecución de Mumia Abu-Jamal, grupos de defensa del medio ambiente, etc, etc, etc…la lista es interminable). A lo mejor hay protestas públicas y manifestaciones de las que quieres formar parte; intenta buscar formas de hacer que sean más divertidas y sorprendentes que sólo un grupo de personas levantando símbolos, todo el mundo está más que aburrido de esto y seguro que hay formas más efectivas y creativas de hacerlo.

06.
Puedes empezar tus propios proyectos. Si no hay un Food Not Bombs en tu localidad, puedes juntar a un grupo de gente y buscar algún negocio que esté dispuesto a donar la comida que sobre. Si hay algo jodido en tu escuela o en tu lugar de trabajo, intenta organizar algo para que las autoridades se vean forzadas a hacer algo…y así demostrarás que éstas autoridades sólo tienen el poder que nosotras les dejamos que tengan. Si a la calle principal de tu ciudad le falta vida y excitación, organiza un festival inesperado en medio de la calle un fin de semana. Sacude la vida y las expectativas de todo el mundo, aléjales de la apatía y del aburrimiento, así podrán empezar a pensar en cosas importantes. Establece conexiones con gente que también esté interesada en tener un efecto en el mundo que nos rodea, así podréis ayudaros mutuamente en lo que haga falta.

07.
A pesar de todo esto, no dejes de cuestionarte a ti misma y a tus ideas. Intenta ver más allá de la programación social que has recibido a lo largo de tu vida: medita sobre cómo los roles de género dictan tu forma de actuar, cómo tus relaciones con otras personas reproducen el orden jerárquico contra el que intentamos luchar. No vamos a cambiar nada a no ser que creemos nuevas formas de vivir y de relacionarnos, nuevos valores que queden expuestos en la forma en cómo tratamos a las demás. Muestra a tus amigas lo mucho que te importan. Considera hacer cosas que nunca antes te habías atrevido a hacer: bailar, cantar, admitir cosas de las que siempre te has avergonzado…

08.
Ahora mira al futuro. ¿Cómo puedes seguir envuelta en todas estas cosas mientras envejeces? ¿Cómo puedes construir tu vida para que siempre puedas tener la libertad de hacer lo que quieras? Habla con gente mayor que tú que no se hayan rendido a la rutina de “comer-trabajar-dormir-ver la tele”. Con un poco de ayuda de estas personas y mucho esfuerzo por tu parte puedes mantener tus actividades y tu estilo de vida tanto tiempo como quieras. El idealismo, la aventura y la resistencia no tienen por qué estar reservados para la juventud solamente. La historia está llena de mujeres y hombres que se negaron a rendirse y mantuvieron sus ideas desde la cuna hasta la tumba. Son las artistas, líderes, héroes y heroínas respetadas incluso por la gente que vive de acuerdo al sistema. Todas podemos tener vidas como las de ellas, si somos suficientemente valientes e idealistas.

EN FIN.
Si todas tomamos el control de las cosas que hacemos y las cosas que pasan a nuestro alrededor, si todas hacemos lo posible por lograr que la vida sea más excitante y justa para todo el mundo, las cosas acabarán cambiando. Mucha gente sabe que no estamos viviendo todo lo bien que podríamos vivir, pero se convencen de que no tiene sentido intentar que las cosas mejoren porque tienen miedo de arriesgarse; pero esta falta de ambición es el riesgo más grande que corremos: si no hacemos nada y nada ocurre, perderemos la oportunidad de convertir este mundo en el paraíso que debería ser. No seas tímida, no hay nada más excitante que tener un papel activo en el mundo que te rodea, y no hay nada que valga más la pena.

Este mensaje te ha sido entregado por las Fuerzas Especiales CrimethInc.

Sobre el contenido de tu vida diaria

Piensa acerca de las experiencias corporales directas de tu vida. Nadie puede mentirte acerca de ello.

¿Cuántas horas al día pasas frente a la pantalla del televisor?, ¿frente a la pantalla de la computadora?, ¿detrás del parabrisas de tu automóvil?, ¿cuántas horas al día si sumas las tres?

¿De qué te estás protegiendo?

¿Cuánto de tu vida te llega por medio una pantalla, a través de terceros? (¿Mirar hacer las cosas, es tan emocionante como hacerlas tú misma? ¿Tienes suficiente tiempo para hacer todo lo que quieres? ¿Tienes la suficiente energía para ello?)

¿Y cuántas horas duermes al día? ¿Cómo te afecta el tiempo estandarizado, diseñado únicamente para sincronizar tus movimientos con los de millones de personas? ¿Cuánto tiempo pasas sin saber qué hora es? ¿Quién o qué controla tus horas y tus minutos?

Esas horas y esos minutos que, sumados, forman tu vida.

¿Puedes ponerle precio a un día hermoso, en el que los pájaros cantan y la gente pasea junta? ¿Cuánto dinero necesitas que te paguen para que permanezcas encerrado y vendas cosas o archives papeles? ¿Qué puedes llegar a obtener luego, que recompense este día de tu vida?

¿Cómo te afecta el estar entre el tumulto, rodeada por masas anónimas? ¿Te encuentras a ti misma limitando tus reacciones emocionales hacia otros seres humanos?

¿Y quién prepara tus comidas? ¿Comes sola a veces? ¿Son muchas las veces que comes de pie? ¿Cuánto sabes acerca de lo que comes y de dónde proviene? ¿Cuánto confías en eso? ¿De qué nos estamos privando al utilizar aparatos que nos ahorran trabajo? ¿y por los aparatos que nos ahorran pensar? ¿Cómo te afectan los requisitos de eficiencia que atribuyen mayor valor al producto antes que al proceso, al futuro antes que al presente, (ese momento presente que es cada vez más corto, a medida que nos aceleramos más y más hacia el futuro)? ¿Hacia qué nos estamos acelerando?

¿Estamos ahorrando tiempo? ¿Ahorrándolo para qué?

¿Cómo te afecta ser dirigida a través de caminos prescritos, en ascensores, autobuses, metros, escaleras mecánicas, autopistas y aceras? ¿Cómo te afecta el moverte, el trabajar, y el vivir en dos -y tres- dimensiones? ¿Cómo te afecta el estar organizada, inmovilizada, y programada; en vez de errante, vagando libre y espontáneamente?, ¿reciclando “basura”?, ¿liberando productos de las tiendas?

¿Cuánta libertad de movimiento posees: libertad de moverte a través del espacio, de moverte tan lejos como quieras, en nuevas e inexploradas direcciones?

¿Y cómo te afecta esperar?: esperar en filas, en medio del tráfico, esperar para comer, esperar al autobús, esperar para ir al baño; constantemente aprendiendo a castigar e ignorar tus necesidades espontáneas.

¿Y cómo te afecta el postergar tus deseos? ¿La represión sexual? ¿El aplazamiento o la negación del placer, comenzando en la niñez, junto con la supresión de todo lo espontáneo que hay dentro de ti: todo lo que evidencia tu naturaleza salvaje, tu pertenencia al reino animal?

¿Es peligroso el placer? ¿Podría ser placentero el peligro?

¿Necesitas a veces ver el cielo? (¿Aún puedes ver muchas estrellas en él?) ¿Necesitas a veces ver agua, hojas, plantas, animales? ¿Brillando, resplandeciendo, moviéndose?

¿Es por ello que tienes una mascota, un acuario y plantas de interior? ¿O son la televisión y el video, tu brillo, tu resplandor, tu movimiento?

¿Cuánto de tu vida te llega por medio de una pantalla, a través de terceros?

¿Te fascinan los videos de ti y tus amigos, como si fueras de algún modo más real en imágenes de lo que eres en vida?

¿Si hicieran una película de tu vida, valdría la pena mirarla? ¿Y cómo te sientes en situaciones de pasividad forzosa? ¿Cómo te afecta el incesante asalto de comunicación simbólica -sonora, visual, impresa, en carteles, videos, computadores, radio, voces robóticas- al ir vagando por un bosque de letreros? ¿Qué es lo que te están imponiendo?

¿Necesitas a veces soledad, tranquilidad, reflexión? ¿Lo recuerdas? ¿Pensar por ti misma, antes que por mera reacción a estímulos? ¿Te resulta difícil no mirar?

¿Es dejar de mirar justamente lo que no está permitido?

¿A dónde puedes ir y encontrar silencio y soledad? No silencio artificial, sino silencio puro. No aislamiento, sino una tierna soledad. ¿Cuántas veces te has detenido para hacerte preguntas como éstas?
¿Te encuentras cometiendo actos de violencia simbólica?
¿Te encuentras a veces sola, de tal manera que ni siquiera las palabras lo pueden expresar?

¿Te sientes a veces a punto de perder el control?

 

Crimethinc