Los Errantes visitan México

“Viendo [Ascaso y Durruti] que era imposible mantenerse por más tiempo en Cuba, decidieron salir para México. Con el fin de lograr con éxito su propósito, alquilaron una pequeña lancha para dar un paseo fuera del puerto, pero ya surcando la bahía exigieron de los lancheros que les llevaran a bordo de cualquiera de los barcos que aparejaban para hacerse a la mar.

Temerosos, los lancheros les llevaron a uno de los barcos pesqueros, al que abordaron, obligando al patrón del mismo a levantar anclas, llevándose también a los dos patronos de la lancha.

Ya en altamar, pistola en mano, exigieron que el patrón del pesquero pusiera proa hacia costa mexicana.

Así navegaron hasta alcanzar la costa de Yucatán, en la que desembarcaron después de gratificar espléndidamente a los marineros cubanos.

La acción de desembarque no fue fácil. Dos o tres vigilantes del fisco mexicano se dieron cuenta de su llegada. Estos supusieron que eran contrabandistas, y como tales decidieron conducirlos al puerto de Progreso, para entregarlos a las autoridades. Camino andando, Durruti ofreció determinada cantidad a cambio de la libertad (…). La suma ofrecida interesó más a los agentes del fisco que la comprobación de si eran o no contrabandistas. Orientados por los propios agentes del fisco, nuestros amigos llegaron a Mérida, y de ahí a Progreso, en donde embarcaron rumbo a Veracruz” (140).

Llegados a Veracruz, en el puerto les aguardaba un anarquista mexicano llamado Miño -de lo que puede deducirse que Durruti o Ascaso habían escrito a México, previniendo que llegarían a Veracruz-. Miño les condujo a la capital mexicana y, una vez allí, a casa de Rafael Quintero, uno de los dirigentes de la CGT mexicana, quien había intervenido directamente en la revolución con Emiliano Zapata. Entonces, Rafael Quintero tenía una imprenta instalada en la plaza Miralle, 13, y en este local les dio cobijo provisional (141).

Pocos días después. Quintero les llevó al domicilio de la CGT , que por aquel entonces estaba instalada en la plaza de las Vizcaínas, 3. Aquella noche de su visita se discutía en una reunión sobre las dificultades económicas que atravesaba el órgano periodístico de la CGT. Sin mediar palabra, Los Errantes hicieron un donativo de cuarenta pesos para el periódico (142).

La citada reunión dejó deprimidos a los dos “Errantes”, no sólo por la pobreza de medios económicos, sino también por la falta de dinamismo que mostraba la organización anarcosindicalista local.

Se notaba que se vivía del crédito de la revolución mexicana, pero de la revolución no quedaba nada más que el recuerdo. Los mejores habían caído, y los sobrevivientes se habían adaptado a la nueva situación, haciendo valer algunos de ellos su pasado militante ante el nuevo “poder revolucionario”. Y el poder, por su parte, les gratificaba facilitándoles algunos cargos burocráticos. De tal forma que, por ejemplo, algunos ex-anarquistas habían llegado a ser gobernadores. Todo parecía ajustarse a las nuevas condiciones. Solamente los ex-compañeros de Flores Magón, muerto hacía tres años en una cárcel yanqui, mantenían realmente vivo el espíritu del anarquismo, acordándose del principio ideológico de “que la revolución no se puede conjugar con la ley, y que la verdadera revolución es Ilegal por excelencia”, como escribía en uno de sus póstumos escritos el mismo Flores Magón (143). Es evidente que los perseguidos de siempre eran estos continuadores de Magón… Sería, pues, entre éstos, entre los que Durruti y Ascaso encontrarían vivienda y colaboración.

La estancia en casa de Rafael Quintero se prolongó unas semanas en espera de la llegada de Alejandro Ascaso y Gregorio Jover, los cuales entraron a la ciudad de México a finales de marzo de 1925. Reunidos los cuatro, se decidió salir de la capital, y Quintero les propuso como lugar de residencia una pequeña granja situada en Ticomán. El propietario de la granja, Román Delgado, recibió a los cuatro españoles y los presentó al grupo anarquista de la localidad; Nicolás Bernal, el mentado Delgado, Herminia Cortés, y otros (144).

En abril de 1925 se produjo un asalto a las oficinas de una fábrica de hilados y tejidos llamada “La Carolina”. A partir de aquel momento, los testimonios que consultamos coinciden en afirmar una entrega de dinero para el sostenimiento de la publicación de la CGT y para la instalación de una Escuela Racionalista, del tipo de las que creó Francisco Ferrer i Guardia en España en 1901.

“Unas semanas pasaron sin dar fe de vida. Insospechadamente, aparecen con un automóvil “Buick” algo viejo y elegantemente vestidos. Durruti preguntó: “¿Ha salido el periódico?”. Al contestarle que sí, quiso leer los números publicados. “¿Siguen aún las dificultades económicas?” “¡Cómo quieres que no sigan!” La respuesta de Durruti fue hacer entrega de una fuerte cantidad de dinero. En esto, notó Durruti que se le miraba con recelo; para desvanecer las dudas que flotaban entre los compañeros mexicanos, mostró una carta de Sebastian Faure que llevaba en el bolsillo, acusándole recibo de una fuerte cantidad destinada a la biblioteca social” (145).

Y otro testigo escribe sobre la misma época; “Una sorpresa -así empezaba los renglones el compañero C. V., al explicarnos la vida azarosa de Durruti-, invitome a almorzar, no sin pedirme que vistiera mi mejor traje, porque íbamos a uno de los principales restaurantes porteños. Rehusé aceptar la invitación, teniendo, no un escrúpulo, pero sí una aversión a todo aquello que contrariaba mi vida y pensamiento de militante. Insistió, explicándome que era indispensable que le acompañase, que tenía que hablar conmigo; que no podía invitarme a un modesto restaurante, debido a que había llegado a Tampico en plan de hombre acaudalado. Acepté, al fin, intrigado, ¿por qué no he de decirlo?, tanto por la curiosidad, como por saborear platillos que no había probado desde hacía largo tiempo. Ya de sobremesa, Durruti me dijo:

“-¿Qué os parecería si pudiéramos tener miles y miles de pesos para establecer un centenar de escuelas como la que ha fundado el Sindicato Petrolero?

– Eso es un sueño, Miguel – respondí. (Miguel era el nombre que Durruti utilizó en México.)

– Pues no será un sueño; quizá yo pueda entregar a vuestra Confederación cien mil pesos.

Durruti sentía un verdadero cariño por los niños, por eso ofrecía su vida sacando dinero de los bancos para fomentar la cultura.

Despidiéndonos, díjome:

– Vamos, chico. Sé que sois hombres, que sois capaces de todo por vuestras ideas. Mirad, Los Errantes somos aquellos que trabajamos en silencio, que exponemos nuestras vidas con tal de servir a las ideas que profesamos. Vosotros sois de otra manera; peleáis contra el Estado en la legalidad; nosotros lo combatimos o lo desafiamos en la ilegalidad” (146)

Y otro testimonio más concreto aún, por lo que respecta al asalto de las oficinas de “La Carolina’’, lo tomamos de la revista “Ruta”, de Venezuela, numero 38:

“Viejos compañeros mexicanos recuerdan aún el paso de Durruti por la capital azteca, y ello por dos razones: la primera, porque Durruti fue uno de los más fervientes propulsores de la CGT mexicana, animada por aquel entonces por Jacinto Huitrón, Rafael Quintero y un puñado mas de libertarios mexicanos, y la segunda, porque supo imponerse como persona por su natural modestia y su acendrado amor al ideario”.

El articulista Víctor García cuenta con qué dificultades se encontraba la CGT para montar una escuela racionalista, y escribe:

“Durruti, que tenía la virtud de captar los problemas, muchas veces por intuición, comprendió el estado de ánimo de esos entusiastas compañeros y solicitó, en conversación reservada al Consejo de la CGT, que se le permitiera solucionar ese problema. A la pregunta de ¿qué se proponía?, respondió que lo diría en ulterior ocasión. Dos días más tarde Durruti entrega una suma considerable a esa Comisión Pro-Escuela, diciéndoles: “Esos pesos los tomé de la burguesía… No era lógico pensar que me los diera por simple demanda”. Al día siguiente, los rotativos de la capital mexicana señalaban con títulos a ocho columnas la noticia del atraco a la fábrica de “La Carolina”. Daban, en números exactos, la cantidad sustraída. Esa era, sin un centavo menos, la suma que Buenaventura Durruti había entregado el día anterior a los amigos de la Escuela Racionalista” (147).

Naturalmente, cuando se va a buscar dinero de la manera en que iban Los Errantes, no siempre era todo fácil. En el asunto de “La Carolina”, el cajero descolgó el teléfono para prevenir a la policía, hubo un forcejeo, se escapó un tiro, y este terminó con la vida del empleado. El caso apuntaba feo, pues ya se habían producido varios hechos de asalto -unos con suerte y otros sin ella- , por lo que se pensó que era mejor salir de México lo antes posible; y no por temor a las redadas de la policía, ya que éstas se orientaban hacía los barrios pobres, mientras Durruti y Ascaso habitaban un lujoso hotel, cubriéndose bajo el nombre de “Mendoza”, de profesión “propietario de minas en Perú”, y su acompañante. Y así, “un día, ligeros de equipaje, con pasaportes falsos y con muy pocos pesos en los bolsillos, abandonaron el hotel, dejando a “Mendoza” la obligación de liquidar la cuenta, alejándose de México para retornar a Cuba” (148).

 

Abel Paz

Fragmento del libro “Durruti en la Revolución española” Capítulo XI, “Guerrilleros en Sudamérica”.


Notas:

140. Estos detalles se encuentran en un artículo del periódico “El Amigo del Pueblo”, portavoz de la agrupación “Los Amigos de Durruti”, titulado “Durruti en tierras de América”, número 11, 20 de noviembre de 1937.

141. Testimonio de Atanasia Rojas, viuda del compañero Román Delgado. Atanasia vive aún en México y cuenta ochenta años.

142. Idem.

143. Flores Magón. Artículo reproducido por “Regeneración”, en su número de abril de 1970. “Regeneración” es el órgano de la Federación Anarquista Mexicana.

144. Hasta aquí seguimos el testimonio de Atanasia Rojas, pero a partir de este momento las cosas se complican a causa de los nombres falsos y las fechas. Durruti se hacia llamar “Carlos”, y a “el Toto” se le denomina con el apelativo de “el Chino” o con el nombre de “Antonio Rodríguez”. Por otra parte, aparece un peruano llamado Víctor Recoba, que llega circunstancialmente a México, pero a quien se le pierde la pista después. Este capítulo es de los más intrincados sobre las vidas de Durruti y de Ascaso. Nuestras investigaciones han ido lo mas lejos posible; pero, quizá, un día puedan aclararse todavía más si aparece un escrito de Gregorio Jover, en el que narra estas aventuras a petición de Santillán, quien declara que ese testimonio de Gregorio Jover quedó en Barcelona entre sus papeles cuando esta ciudad cayó en manos de “los nacionales” el 26 de enero de 1939.

145. “El Amigo del Pueblo”, número citado, y en “Ruta”, de Caracas, Venezuela, num. 38, artículo de Víctor García hablando sobre Durruti a su paso por México: Otro relato ilustrativo de esta permanencia en el país de Flores Magón, Emiliano Zapata y Francisco Villa, nos la brinda Jose Peirats: “Yo pude conocer a Ascaso más de cerca. De sus labios escuché una anécdota sobre su aventura en América. Ocurrió cuando con los pies en polvorosa abandonaron Cuba por Yucatán. Desembarcados en el país maya, corrió pronto el viento de su fama. Alguien preparó un mitin en un rancho ante un centenar de campesinos. Durruti se vio obligado a pronunciar un discurso incendiario con mención constante a la revolución. Pero el público permanecía impasible. Durruti hacía subir el tono obteniendo idéntico resultado. Ascaso le susurró: “Termina ya, esta visto que tienen sangre de horchata”. Durruti encontró por fin el difícil final y naturalmente, no hubo aplausos ni vivas. Pero uno de los oyentes salió de su mutismo y, acercándose al orador, le dijo cadenciosamente: “Manito, vamos ahorita mismo a hacer la revolución. Toditos estamos puestos…” En “Frente Libertario”, de la CNT -en el exilio-, París, noviembre de 1972, artículo titulado: “Hipoteca sobre el heroísmo”.

146. “El Amigo del Pueblo”, número citado.

147. “Ruta”, ejemplar ya citado.

148. “El Amigo del Pueblo”, ya citado.

 

Un casino en llamas

Los efectos combinados de la epidemia del Coronavirus y las repercusiones de la globalización –sobre la que actúa con creciente peso la carrera desenfrenada por apoderarse de la tierra y de los metales raros, necesarios para la construcción de satélites, la digitalización de la producción y de la sociedad, y la llamada transición energética–, abren escenarios impredecibles. Por un lado, asistimos a una aceleración sin precedentes hacia el control totalitario; por otro, la valorización del capital parece cada vez más frágil, poniendo en tela de juicio directamente al Estado. No sólo las condiciones materiales, la salud y la libertad están decayendo, sino que esto está ocurriendo a través de una experiencia de masas, y a escala internacional. El poder ondea la bandera de la necesidad, pero impera la contingencia.

Probemos sustituir «nocividad» por «epidemia»: «A pesar de todas sus evidentes ventajas como método de gobierno, la proscripción de la conciencia no escatima en la devastación de la sociedad, que en sí se corrompe irreversiblemente. Y cuando pretende actuar como garante de la supervivencia de la humanidad, sólo añade a su habitual irrealismo un simulacro de guerra contra la nocividad, el último truco tramposo en un casino en llamas». Lo que le da cierto aire de final de juego a todo esto, no son las pretendidas «crisis insuperables del capitalismo», sino los límites ecológicos del Planeta, los cuales cada vez son mas difíciles de enmascarar con los avances tecnológicos.

En este escenario, un proyecto revolucionario no puede prescindir del análisis cuidadoso de sus «puntos de aplicación». Y aquí volvemos a la cuestión del espacio público. Por una suerte de paradoja, el municipalismo libertario de Bookchin es una de las referencias del «confederalismo democrático» que experimentan las comunidades kurdas en el contexto de la guerra de guerrillas. Dejemos por un momento de lado cuánto hay de autopromoción del PKK en tal referencia. Nos interesa otra línea de razonamiento. Los ejemplos históricos en los que se fundamentó la propuesta Bookchiniana eran los clubes de la Revolución Francesa, la Comuna y la democracia directa de los Consejos. Hace más de veinte años, alguien señaló que era imposible sacar esos ejemplos de organización federalista de su contexto material y psicológico: el movimiento insurreccional. Sin esa ruptura –continuaba el razonamiento– no se construye ningún espacio real de diálogo en las ciudades del Estado. La idea de una secesión progresiva de la dominación mediante municipios libertarios federados entre sí progresivamente, no es sólo una ilusión que antepone los efectos a las causas, sino también el terreno abierto para cualquier tipo de cogestión institucional. El hecho que Bookchin haya aterrizado en la propuesta de las listas cívicas para presentarse a elecciones municipales, no es un accidente en el camino, ni un ejemplo flagrante de inconsistencia personal: es la conclusión lógica de quienes piensan que el «modelo insurreccional» es un fantasma del pasado, un legado del siglo XIX que impidió la formulación y la práctica de una política libertaria acorde a los tiempos. Ahora, no sólo ese fantasma ha vuelto a vagar por el mundo con creciente frecuencia, sino que bajo su «hechizo» las experiencias de democracia directa que realmente merecen ser criticadas, han tomado forma (las demás se critican a sí mismas por la dañina irrealidad en la que se retuercen). Y la crítica, como vimos antes respecto a los consejos obreros, no puede detenerse en la forma (unanimidad versus mayoría, delegados revocables versus portavoces permanentes, etc.), sino que debe descender al nivel del contenido: que no es tanto en el discurso sino en la práctica donde se transforma la vida, lo que se pone en común más allá de las palabras, la relación entre la autoorganización de la violencia y el diálogo real, los ámbitos sociales que se ven tocados y desbordados por la lucha. En resumen, el grado de irreversibilidad alcanzado por el movimiento.

No es casual que quienes piensan en términos de proyección de «ese dominio público, donde la libertad puede desplegar sus seducciones y convertirse en una realidad tangible», sean, sobre todo, quienes se mantienen más alejados de los choques sociales que permiten su formación. Esa es nuestra limitante, que ciertas fórmulas mágicas («destruir el trabajo», «dinamitar lo existente»…) ayudan a disimular. Ahora bien, si realmente deseamos soltar el vaso, es cuestión de ir más allá de esas fórmulas. Y luego, pensar en el anarquismo, no sólo como una metodología insurreccional –si nos limitamos a eso, no abandonamos el ámbito de la forma– sino como proyecto revolucionario. Como un conjunto articulado de contenidos en constante búsqueda de sus «puntos de aplicación». La práctica de los grupos de afinidad y la coordinación informal, nos indican cómo deben organizarse los compañeros; en el mejor de los casos, nos sugieren cómo intervenir en cierto contexto, a partir de determinados ángulos de ataque, que permiten abrir ciertas brechas; pero en sí mismas –precisamente porque un proyecto requiere de un método, pero no es simplemente un método– permiten que transpire muy poco de la vida por la cual están luchando; por ejemplo: las primeras medidas comunistas que intentan adoptar en un contexto insurreccional.

Massimo Passamani

 

Fragmento de “La palabra y la cosa: a propósito del proyecto revolucionario”; Los Días y las Noches: Rivista anarchica. Número 11. Julio 2020.

 

Traducción Corrispondenze Anarchiche.

 

 

Sobre anarquistas antiorganización

Como es sabido, dentro de la Internacional, Bakunin se confrontó con conceptos marxistas relativos a la autoridad, la burocracia y el centralismo, todos elementos nocivos para el movimiento revolucionario. De ahí en adelante los antiautoritarios debatieron y desarrollaron el tema de la organización. (1)

La sección italiana de la primera Internacional fue al mismo tiempo una asociación socialista, anarquista, comunista, colectivista, atea, revolucionaria y federalista. (2) Organizó diversos congresos regionales entre 1871 y 1880, aunque para 1880 estaba debilitada a causa de la continua represión. Era integrada por cuatro tendencias diferentes: la evolucionista, la socialista revolucionaria, la comunista anárquica, y la individualista. El anarquismo renació de sus cenizas, (3) se hizo un movimiento plural que comprendía tanto a militantes que simpatizaban con el organizacionismo, como a los denominados antiorganización, a los individualistas y a los amantes de la “propaganda por el hecho”.

Los organizacionistas proyectaban un “partido”, tal como lo concebía Malatesta, en el sentido de “asociación entre anarquistas”, comenzando en el Congreso de Capolago de 1891. Pero era un proceso tardado, y Capolago formaba parte de un desarrollo largo y difícil: la siguiente asamblea general se efectuó dieciséis años después en Roma (1907), pasarían otros ocho años antes de una nueva reunión general (Pisa, Enero 1915). El término de la Primera Guerra Mundial, y la Revolución Rusa, fueron factores que contribuyeron a acelerar el proceso organizativo: así, finalizada la década se habían realizado conferencias y congresos que culminaron en la fundación de la Unión Comunista Anarquista Italiana en 1919, convertida en Unión Anarquista Italiana en 1920.

A comienzos del siglo XX, y muchos años después, la gran mayoría de los anarquistas italianos eran afines a la tendencia antiorganización. Es necesario aclarar que, a pesar de tal definición, no rechazan organizarse. Enormes diferencias los separan de los individualistas, con los cuales a menudo se les identifica erróneamente. Estos últimos tienen influencia del pensamiento de Max Stirner en combinación con ideas de Friedrich Nietzsche. En cambio, el pensamiento político antiorganización procede de Bakunin, Kropotkin, Gori, Reclus etc. Al contrario de los individualistas, los antiorganización reconocen el valor de la acción colectiva y el protagonismo del proletariado en el proceso revolucionario.

Hay que señalar que la cuestión antiorganizativa siempre ha sido objeto de debate en el movimiento. Los antiorganización niegan la validez a las estructuras formales, porque ven en estas signos elitistas y burocráticos, no obstante consideran necesario organizarse para el accionar revolucionario, rechazando cualquier proyecto formal, pero reconociendo el valor a la acción colectiva. La antiorganización anarquista deja el camino abierto a otro factor: el deseo personal.

Luigi Galleani es sin duda la figura clave entre los círculos antiorganización, su personificación más acabada. Activo, principalmente, en Italia y Estados Unidos, ahí reside entre 1901 y 1919, orador y editor, promovió eficazmente una red solidaria entre anarquistas dedicados a la acción directa y a la revuelta contra la autoridad, teniendo como objetivo común desencadenar la revolución social trasnacional que permita a la gente explotada gestionar una sociedad libre y comunista.

El primer seudónimo: Mentana

Galleani nace en Vercelli el 12 agosto 1861, de padres burgueses y monárquicos; estudia leyes en la Universidad de Turín y pronto se vuelve un ardiente republicano. Termina sus estudios pero no obtiene la licenciatura, prefiere dedicarse a actividades políticas. Como muchos jóvenes demócratas está influenciado por el mito de la Unificación italiana y tiene gran estimación por personajes como Carlo Pisacane, Giuseppe Garibaldi y Giuseppe Mazzini, de los que admira su lucha sin descanso y su devoción a la causa. Estos, como Felice Orsini, el nacionalista que intenta asesinar a Napoleón III en 1858, encarnan la voluntad humana y el progreso social. No es casual que firme sus artículos con el seudónimo de Mentana, la ciudad donde las fuerzas de Garibaldi chocaron con tropas del clero, el 3 noviembre 1867, en su intento por conquistar Roma. (4)

La sección italiana de la Internacional mantiene estrechas relaciones con Unificación Democrática. Participan nacionalistas, conspiradores, voluntarios garibaldianos e integrantes de sociedades obreras que fundan los primeros núcleos de la Internacional y se vinculan con la Comuna de París en 1871, hecho que provoca la oposición de Mazzini por una parte, y el apoyo de Mikail Bakunin por la otra. Sobre todo en su primera fase, de 1870 a 1874, la Internacional tuvo gran influencia de Bakunin, gracias al trabajo de militantes como Fanelli, Friscia, Gambuzzi, Dramis, y otros más, Ceretti, Suzzara-Verdi, Castellazzo. (5)

Entre 1881 y 1885, un Galleani republicano se acerca gradualmente al socialismo. Escribe para varias publicaciones locales, incluyendo “¡La Boje!” de Vercelli, además se adhiere al Partido del Trabajo Italiano, que abarca a socialistas legalistas y antiparlamentarios. Participa en el congreso de Bolonia de 1888. En el primer número de “¡La Boje!” hace su presentación: “¿Quienes somos? Un puñado de rebeldes, hijos de la revolución, nacidos para la revolución”. (6)

Es muy activo en las luchas obreras y campesinas entre Piamonte y Liguria. Desde joven estaba llamado a ser un figura. Su aspecto físico y su presencia revelaban la personalidad: alto, robusto, vestido elegantemente, y el aspecto fiero lo hacían parecer severo. Pero lo que más impacta y preocupa a la policía es el hecho de ser un orador excepcional. Su vibrante voz es capaz de tocar las fibras de todos los explotados que lo escuchan.(7)

Perseguido por la policía, se ve obligado a refugiarse en París, un lugar central para la subversión trasnacional. Aquí se reúne con varios militantes; Malatesta, Paolo Schicchi, Saverio Merlino, Galileo Palla y Amilcare Cipriani. Participa en las protestas del 1° de Mayo, y es probablemente uno de los autores del volante incendiario que incita a los trabajadores a utilizar la vía armada e imponerse con violencia para vencer definitivamente.(8) Fue encarcelado y posteriormente expulsado, entonces se dirige a Luxemburgo y llega a Suiza, donde establece estrechas relaciones con Elisée Reclus. un afamado geógrafo y teórico del anarquismo, el cual lo hospeda por meses e influye en su formación con su analogía entre naturaleza y anarquía, en donde la naturaleza es sinónimo de armonía, equilibrio y anarquía, según su lema; “La anarquía es la máxima expresión del orden”. Por ello, comprende que la historia es un proceso de evolución y revolución (en el que la segunda es la aceleración de la primera) enmarcándose dentro del proceso de desarrollo y progreso, cuya última etapa es precisamente la anarquía.(9)

Dicha filosofía influye en Galleani de dos maneras. En primer lugar, fortalece la idea de que la destrucción es el primer paso para liberarse de todos esas construcciones antinaturales que oprimen a la humanidad y abre el camino a la anarquía. En segundo lugar, sugiere que la gente – anarquista – no necesita estructuras artificiales para organizarse ya que pueden cooperar mutuamente.

En enero de 1891 participa en el congreso de Capolago donde ochenta delegados debaten por tres días, aprobándose un manifiesto y un programa socialista revolucionario (anarquista), elaborado por Malatesta, Merlino, Gori, Pellaco, Cipriani y el mismo Galleani, en el que se señala a la revolución como el único medio para eliminar la opresión social y así alcanzar el socialismo, rechazando el parlamentarismo. Los delegados no adoptan una estructura estable, simplemente nombran comités regionales sin capacidad de decisión, respetando así los principios de libertad y autonomía de grupos e individuos con respecto a la organización, establecidos en el Congreso St Imier de 1872. (10)

En Capolago también se decide reavivar la agitación revolucionaria, con ocasión del 1° de mayo, designándose a Cipriani y Galleani como oradores encargados de hacer recorridos propagandísticos por la península. El arte de la oratoria en Galleani se considera la mejor manera de provocar en los trabajadores la acción. (11) Así, viajan por Italia realizando cientos de mítines y conferencias, a pesar de los obstáculos puestos por la policía.

Un viaje, pero no vacacional

En 1892, junto con Pietro Gori, representa a los anarquistas en el Congreso de Génova del Partido Obrero Italiano, convertido luego en Partido Socialista Italiano, donde tiene un papel fundamental en el rompimiento con los socialistas legalistas.

Menos de dos años después, entre diciembre de 1893 y enero de 1894 explota la revuelta, en Sicilia primero, después en Lunigiana y Carrara. Galleani es arrestado por asociación delictiva, es decir anarquista. El proceso tiene lugar cuando la represión contra los responsables de la insurrección está en su punto culminante. Es condenado a tres años de prisión y cinco de destierro en Pantelleria y Favignana. La vida en estas colonias penitenciarias, en las islas mediterráneas, es tan difícil como en cualquier cárcel, con cientos de prisioneros sometidos a la violencia de los guardias, que provocan innumerables actos de rebelión. Durante su estancia en Pantelleria se las arregla para establecer una escuela racionalista en la población (12) para enseñar a jóvenes de la isla. Vive por su cuenta, y conoce a María Rallo, una rebelde local de veinticinco años que lo acompañará a los Estados Unidos (13). También se hace amigo de Andrea Salsedo que se unirá en sus proyectos más allá del océano. (14)

Mientras tanto en el continente, socialistas, republicanos y anarquistas, se manifiestan por la liberación de los cientos de prisioneros políticos confinados en el archipiélago. El Partido Socialista decide postular a los presos más reconocidos como candidatos al Parlamento con el objetivo de liberarlos, incluyendo a Galleani, a pesar de su oposición. Son nominados en julio de 1897. (15) En respuesta a esta táctica impuesta, algunos anarquistas de Pantelleria, Ponza, Ventotene y Lampedusa editan el número único de “I Morti”, el 2 de noviembre de 1898, en el que destaca el artículo de Galleani titulado “Immota Fides”, donde expresa, una vez más, que los anarquistas nunca aceptarían la liberación a cambio de participar en elecciones. Este artículo indica claramente su firmeza e influirá en sus compañeros, especialmente en los más jóvenes. (16)

A finales de 1899, después de tres años preso, escapa de Pantelleria y se marcha a Túnez, luego a Alejandría, y posteriormente a el Cairo, gracias a una red de apoyo que interviene en la operación. Dicha red se extiende desde Paterson a Londres (Reclus) pasando por Túnez (Emidio Recchioni) y Nápoles (Niccolò Converti).

A inicios de siglo, el pensamiento de Galleani ha madurado, sus convicciones son más firmes que nunca. (17) Además de Reclus, Kropotkin influyó profundamente en sus ideas. Desde 1877 Reclus y Kroptkin son buenos amigos, ambos geógrafos, comparten el mismo enfoque naturalista de la anarquía. incluso en Kroptkin sus convicciones se corresponden con la ciencia, en base a la solidaridad y la cooperación, exactamente lo opuesto al dominio. Aquí también la ciencia y la anarquía coinciden con el progreso, visto en términos de cierto determinismo científico e histórico, aunque no marxista. Sus observaciones sobre la vida de los animales y las personas, revelan que el “apoyo mutuo” es un importante “factor de la evolución” que prevalece en todos los niveles de vida animal y humana, a pesar de los conflictos existentes y el surgimiento del Estado, que en sí mismo es autoritario y opresivo. El apoyo mutuo es también la base de la ética, ya que cada persona depende del otro, y considera los derechos de los demás iguales a los suyos. (18)

Basado en las concepciones de Reclus y Kroptkin, Galleani está convencido de que cualquier organización artificial o formal es autoritaria por esencia, pues lleva a los individuos a asociarse en contra de la anarquía y de la naturaleza. Esta es la base de su ser antiorganizador. También comparte con Kroptkin la idea de que la historia es una lucha continua entre libertad y autoridad. La reafirmación completa de la libertad solo puede lograrse a través de una revolución social capaz de expropiar a la burguesía, destruir el Estado y establecer el comunismo que liberará a todos los explotados. (19)

Estos elementos cuentan con un factor de apoyo más, el del derecho a la revuelta, que en la militancia anarquista se convierte a veces en un deber.

Anarquismo antiorganizador

Galleani aún está en el Cairo cuando, el 29 de julio de 1900, Gaetano Bresci atenta de muerte contra Umberto I. Debe sentirse orgulloso del acto de su compañero, considerando su entusiasmo por las acciones individuales de la propaganda por el hecho. Los años ochenta y noventa del siglo XIX están marcados por una serie de asesinatos hacia gobernantes. Un grito de ira contra la miseria y la represión policial atravesó Europa: nombres como Ravachol, Léon-Jules Léauthier, Auguste Vaillant, Emile Henry, Sante Caserio, Paulino Pallas, Paolo Lega, Pietro Acciarito, Sofia Perowskaia, Michele Angiolillo, Luigi Lucheni, Clement Duval, etc. Los anarquistas están a la vanguardia, en un momento en que la revolución social parece ser cuestión de meses. El mismo Kropotkin estuvo a favor de la propaganda por el hecho en su juventud. Galleani siempre recordará estos nombres en la prensa anarquista y en sus discursos, mostrándolos como un ejemplo a los camaradas. (20) Para él, todo acto individual puede llegar a ser el comienzo de un levantamiento colectivo y debe considerarse un preludio del movimiento insurreccional de las masas.

Se establece en el Cairo durante aproximadamente un año y, después de un breve paso por Londres, llega a Nueva York en Octubre de 1901. Un mes antes, el 6 de septiembre, el anarquista León Czolgosz mata al presidente de los Estados Unidos, Mckinley, en Búfalo, por lo que es ejecutado en la silla eléctrica el 29 de Octubre.

Galleani se encarga de la redacción del periódico “La Questione Sociale”, anteriormente dirigido por Giuseppe Ciancabilla y posteriormente por Errico Malatesta, al asentarse en Paterson. Sin embargo, no permanece mucho tiempo, pues inicia con recorridos propagandísticos por Pensilvania, Connecticut y Vermont. Regresa a Paterson para apoyar la masiva huelga de la industria de la pintura en 1902. Para Galleani, el valor verdadero de las huelgas no está en obtener reformas o mejoras salariales, sino en la posibilidad de experimentar el boicot, el sabotaje y la revuelta. La huelga general insurreccional es el objetivo de su actividad revolucionaria. Durante meses incita a los trabajadores de Paterson desde las columnas de “La Questione Sociale”, también con folletos, carteles y conferencias. Entre junio y julio de 1902 la revuelta estalla, las fábricas de pintura son atacadas y destruidas. Galleani está en la primera línea de combate cuando un disparo lo hiere. Es buscado por la policía, por lo que se refugia en Montreal.

Desde su llegada a los Estados Unidos se aclaran los rasgos del anarquismo antiorganizador. No se desea la creación de organizaciones estables, ni políticas (federaciones anarquistas) ni económicas (sindicatos). A pesar de que algunos compañeros le aconsejan unirse a asociaciones obreras para influenciarlas con su propaganda, él desconfía enormemente de agrupamientos y líderes sindicales. Su visión es tan influyente entre los anarquistas italianoamericanos que, a pesar de ser el grupo étnico más vigoroso tanto en número como en implicación militante, nunca participaron notablemente dentro del movimiento obrero organizado. (21)

Por lo tanto, el propósito es organizar al movimiento, no a través de estructuras formales, sino con la pluma y la voz, es decir, con publicaciones, reuniones y mítines. Cuando habla, sus compañeros son asaltados por una personalidad magnética: toca su alma, hasta el punto de que muchos admiten que “sus propios pensamientos salen de aquellos labios”. (22)

Si muchos anarquistas aprecian la claridad de sus palabras, otros (sobre todo analfabetas) aceptan no entenderlas del todo, pues son demasiado “filosóficas”, pero escuchan con entusiasmo ya que es capaz de transmitir emociones y esperanzas. (23) “Después de escuchar a Galleani estás dispuesto a dispararle al primer policía que encuentres.” Hay cierta exageración en este testimonio de un joven militante, pero muestra la influencia que ejercía. (24) Dentro del movimiento, las conferencias y las reuniones van de la mano con actuaciones teatrales, conciertos, bailes, juegos y paseos en el bosque. Todos esos momentos son fundamentales para dar vida a una sociabilidad subversiva y fortalecer la solidaridad entre ácratas. (25) Para los galleanistas, la solidaridad concreta es la auténtica sustancia del anarquismo, que reemplaza a la organización formal.

En 1903, Galleani regresa ilegalmente a los Estados Unidos. Se establece en Barre, Vermont, donde comienza a editar un nuevo e incendiario periódico, “Cronaca Sovversiva”, que sacudirá el espíritu insumiso de los militantes jóvenes y pronto se convertirá en una herramienta esencial para organizar al movimiento. Da voz a las luchas obreras e ideas anarquistas contra el Estado, la Iglesia, el ejército, la familia y cualquier autoridad. Ofrece información de las acciones de compañeros en varias partes de un extenso territorio, se difunde a través de una sólida red de comunicación que vive gracias a las suscripciones de militantes y simpatizantes que se conocen especialmente durante los paseos por el bosque, las obras teatrales, las reuniones, etc. De estos elementos se entiende por qué Armando Borghi sostiene, recordando a los galleanistas, que los “antiorganizadores eran el grupo más organizado”. (26)

A principios del siglo XX la tendencia anti-organización está extendida no solo en los Estados Unidos, sino también en Italia. En contraste, como se mencionó al principio, el proceso organizacionista para crear una estructura nacional iba con lentitud, alcanzando sus primeros resultados hasta 1919. Entre los llamados organizacionistas se encuentran Errico Malatesta y Luigi Fabbri, creen que una estructura amplia, respetuosa del principio de autonomía, es más eficaz para provocar la revolución social. Además piensan que una organización formal es capaz de neutralizar, o limitar, la función de los líderes y la tendencia a acumularse el poder en unas cuantas manos, de la que incluso los anarquistas no logran escapar. En teoría, el único órgano de toma de decisiones son las asambleas, o congresos, donde se establecen comisiones que únicamente poseen poder de coordinación, como facilitar las relaciones entre los diferentes grupos. Por ejemplo, en el congreso se establece una dirigencia periódica para el movimiento, siguiendo así un mecanismo que puede definirse como “democracia directa”.

“Cronaca Sovversiva”

Por el contrario, Galleani está convencido de que cada organización está basada en dos posiciones, la delegación y la centralidad, que son equivalentes al parlamentarismo y al gobierno. Es por eso que los galleanistas repetidamente se niegan a constituir una federación anarquista en Estados Unidos. (27) “Un partido, cualquiera que sea el partido, posee un programa que es su carta constitutiva; tiene en las asambleas de delegados, de grupos o secciones, su parlamento; en los órganos rectores, juntas o comités ejecutivos, está su gobierno. En definitiva, es una superposición gradual de órganos con una auténtica jerarquía en diversos niveles, que poseen un vínculo: la disciplina. Infringirla se sanciona con penas que van del regaño, la excomunión, a la expulsión”

Los galleanistas identifican este proceso burocrático como el verdadero peligro de cualquier organización. Por eso dirá el compañero Guy Liberti: “Entiendo los peligros de la organización. Cuando una organización es adulta se vuelve conservadora, pero cuando alcanza su plena madurez se hace reaccionaria. Esto es para todas las organizaciones”. (29)

No obstante, rechazar la organización formal deja el campo abierto a otros mecanismos de poder relacionados con conceptos como carisma y liderazgo. “Galleani era el alma del movimiento”, dirá un anti-organizador declarando que su personalidad era en sí una herramienta organizativa. (30) Sus compañeros son conscientes de su importancia para el movimiento, así que lo apoyan económicamente durante años permitiendo se dedique completamente a la propaganda.

Al negarle cualquier valor a la organización formal, se evita que las decisiones importantes se tomen en congresos “oficiales”, sino en reuniones, más o menos limitadas: la cuestión es sutil pero no de poca importancia. En teoría, en un congreso “formal” diferentes posiciones tienen el mismo derecho de ser discutidas abiertamente, esto no siempre está garantizado en espacios más restringidas o, diríamos hoy, “informales”. Tal diversidad de métodos tienen un peso decisivo; por ejemplo, en quien debe administrar el periódico del movimiento. Un principio importante para los anarquistas es el de la rotación de las asignaciones, un principio no fácil de respetar o casi completamente desatendido por los antiorganizadores: “Cronaca Sovversiva” lo editó por más de quince años Galleani, y más tarde será su “heredero”, Raffaele Schiavina, quien dirigirá “L’Adunata dei Refrattari” durante cincuenta años consecutivos. (31)

Se plantean problemas similares en torno a los comités de apoyo a presos y en la gestión del dinero recaudado. Entre los anarquistas italo-americanos hay varias controversias sobre este tema. En general, la ausencia de una organización formal contribuye tanto a la falta de rotación en la toma de decisiones, como a aumentar los chismes y las “voces de corredor” que son siempre dañinas para los movimientos revolucionarios.

Buscado por la policía, Galleani vive clandestinamente en Barre durante años, protegido por un célebre grupo emigrado de Carrara, implicado con “Cronaca Sovversiva”, que logra vincular a grupos italianos en muchos rincones del mundo, desde los Estados Unidos a Europa, de África del Norte a Sudamérica y así hasta Australia.

En 1905, se imprime ¡La salud esté con ustedes! “un sencillo panfleto para todos aquellos compañeros que desean educarse” – se lee en “Cronaca Sovversiva” – de cubierta roja con la imagen de Ravachol, es en realidad un manual de explosivos compilado por Ettore Molinari y redactado por Galleani. La dinamita será eficazmente usada por el movimiento en los años venideros.

En el mismo año de 1905, Galleani se dirige a Francia donde permanece por un corto tiempo en el vano intento de crear algún hecho insurreccional. En los Estados Unidos comienza una larga ronda de conferencias (32), pero en diciembre de 1906 es detenido por la huelga de Paterson sucedida cinco años antes. Arrestado en New Jersey es procesado en abril de 1907. Se niega a jurar frente a la biblia, pese a ello es exonerado.

Tras su liberación, e inmediatamente después del Congreso Anarquista de 1907, escribe para “Cronaca Sovversiva” varios artículos titulados “¿El fin del anarquismo?” en respuesta a la entrevista publicada en “La Stampa” por Francesco Saverio Merlino, anarquista convertido al socialismo. Para Merlino el movimiento anarquista no tiene futuro; disminuido y casi completamente absorbido por el Partido Socialista. Al respecto escribe Paul Avrich años más tarde, “Galleani apoya las razones del comunismo anarquista contra el socialismo reformista, exaltando sus valores de espontaneidad, diversidad, autonomía e independencia, autodeterminación y acción directa en un mundo cada vez más conformista.” (33) Estos artículos tienen un gran eco dentro y fuera del movimiento y contribuyen a aumentar aún más el carisma de Galleani. Tal vez su pluma sea aún más poderosa que su voz. La controversia continúa con los socialistas parlamentarios y reformistas, adquiriendo mayor notoriedad entre los antiorganizadores, convirtiéndose en uno con esa militancia comprometida en el uso del manual de explosivos como señal inequívoca.

En 1910 surge la primera revolución del siglo XX, en México, a la que muchos anarquistas italo-americanos se unen con entusiasmo. Algunos mantienen el apoyo a los revolucionarios, aunque otros están decepcionados de la experiencia. Galleani es una voz crítica, incluso severa, contra Emiliano Zapata, Ricardo Flores Magón y su periódico Regeneración, acusando al Partido Liberal Mexicano de ser un partido más burgués que revolucionario. (34)

Cuando la polémica sobre la validez de la revolución mexicana todavía está fresca, en 1912, el ejército italiano invade Libia. Galliani se dedica a hacer campaña contra la guerra. (35) Ese mismo año “Cronaca Sovversiva” se traslada a Lynn, en Massachusetts. Galleani participa frecuentemente en conferencias: de 1912 a 1915 hace cientos de charlas, especialmente contra la guerra y los nacionalismos, en Massachusetts, Connecticut, Pensilvania, Ohio, Illinois, Colorado y California. En los momentos de ausencia deja el periódico en manos de Antonio Cavallazzi y Constante Zonchello.

Cuando la Primera Guerra Mundial estalla, en 1914, aumenta su actividad antimilitarista: Continúa haciendo conferencias y mítines, escribe decenas de artículos para “Cronaca Sovversiva” y otros periódicos anarquistas impresos en Italia, entre otros “L’Agitatore” de Boloña y “Volontà” de Ancona, dirigidos por Malatesta. (36) Por motivo de la guerra, rompe con Kropotkin y Cipriani, pues estos se alinean del lado francés en la guerra contra Alemania. Galleani rechaza cualquier guerra que no sea la guerra social, y una vez más da voz a las posturas anarquistas con el famoso lema “¡Contra la guerra, contra la paz, por la revolución social!”. (37)

Perseguido, arrestado, y liberado

Conjuntar la propaganda antimilitarista con la difusión de conflictos sociales coloca a Galleani siempre en primera línea. Son años extremadamente violentos, por lo que debe lidiar con la constante represión de la policía local, nacional y privada. El 20 de abril de 1914 es la masacre de Ludlow, que provoca una serie de protestas y sublevaciones por todo el país, con los anarquistas italianos protagonizando. (38)

El estallido de la gran guerra, la consiguiente intervención estadounidense, y la firme oposición al militarismo de los antiautoritarios debilitan las luchas sociales. Ha regresado recientemente de una gira propagandística por Pensilvania, en apoyo a una huelga minera, cuando (en octubre de 1916) fue arrestado acusado de incitar a la rebelión. Liberado con una fianza de diez mil dólares – pagada por sus colegas – comienza una nueva ronda de conferencias en Míchigan que lo mantiene ocupado hasta fin de año. La situación para los anarquistas se ha vuelto cada vez más crítica desde abril de 1917, fecha en la que Estados Unidos entra en el conflicto mundial. Es así que el congreso legislativo decreta la obligación para todo residente en suelo estadounidense a alistarse en el ejército. Para Mayo, Galleani escribe el artículo ¡Alistado!, sugiriendo a los compañeros eviten el alistamiento, ya que aprecia un primer paso hacia la conscripción obligatoria. (39) La policía prohíbe la expedición postal de “Cronaca Sovversiva”, registra las oficinas, como lo hace con la casa de Galleani, que es arrestado acusado de conspirar contra el llamado a las armas. Sale bajo fianza (trescientos dólares). “Cronaca Sovversiva” continúa circulando, primero a través de un correo privado y luego por medios propios, incluso en motocicleta. Las oficinas de los grupos galleanistas, diseminadas alrededor de Estados unidos, son allanadas varias veces durante 1917 y 1918 . El mismo Galleani es arrestado otra vez en Mayo, y nuevamente liberado. En Julio, las autoridades declaran ilegal a “Cronaca Sovversiva”, sin embargo, se imprimen dos números más clandestinamente.

Finalmente, en octubre de 1918, el congreso vota la expulsión de todo extranjero residente que se identifique como anarquista. El 24 de julio del siguiente año, Galleani será deportado a Italia, dejando atrás a su pareja y a cinco hijos. (40) En respuesta a la deportación, sus compañeros lanzan una operación de ataques con paquetes bomba, que son enviados a decenas de autoridades estadounidenses responsables de la represión contra el movimiento. (41)

Es arrestado al desembarcar en Génova, pero fue liberado rápidamente gracias a la presión de los trabajadores portuarios. (42) Los años del Bienio Rojo han culminado: los militantes italianos piden a Galleani se haga cargo de la redacción de un nuevo periódico, “Umanità Nova”, pero se niega. En 1920, se traslada a Vercelli y luego a Torino, donde comienza una nueva etapa de “Cronaca Sovversiva”. Sigue colaborando con anarquistas de todas las tendencias, incluidos los organizadores, además mantiene una gran relación con Malatesta, al que le tiene gran estima, aunque critica la fundación de la Unión Anarquista Italiana, durante la conferencia de Bolonia en julio de 1920. (43)

Se ve obligado a esconderse, pues la policía lo persigue por el contenido de sus artículos. Se le detiene y enjuicia; recibe una condena de año y medio. Es liberado en Diciembre de 1923, tiene 64 años de edad y padece diabetes. Estaba dedicado en revisar los artículos de debate con Merlino, y en completar la traducción italiana de las memorias de Clement Duval, (44) cuando lo detiene la policía de Mussolini y lo confina en Lipari. (45) Fue liberado hasta 1930, aunque bajo vigilancia estrecha. Se establece con Pasquale Binazzi y Zelmira Peroni en Caprigliola, donde muere el 4 de noviembre de 1931. (46)

El Hereje, G. Pimpino, El Vecc, Mentana, Minin: son algunos de los seudónimos que utilizó, aunque Galleani siempre fue el mismo, coherente con el ideal de la anarquía e irreductible. La determinación extrema con la que defendió su anarquismo, y su comportamiento ejemplar frente a la autoridad son elementos que lo hicieron admirado por al menos dos generaciones de anarquistas. Después de su muerte, decenas de sus artículos se reimprimieron en Estados Unidos primero, y luego en Italia. (47) Otra señal de lo importante que fue su figura. “¡Era realmente un maestro, un gran orador: era el mejor!”, afirmó uno de sus compañeros. (48) En estas palabras simples está encerrado todo el peso de su carisma.

 

Antonio Senta

Notas:

  1. Agradezco a Tomaso Marabini por el importante apoyo historiográfico brindado.
  2. Pier Carlo Masini, Gli Internazionalisti. La Banda del Matese 1876-1978 (Milano-Roma: Edizioni Avanti!, 1958), p. 129.
  3. Pier Carlo Masini, La Prima Internazionale, in Maurizio Antonioli e Pier Carlo Masini, Il sol dell’avvenire. L’anarchismo in Italia dalle origini alla Prima Guerra Mondiale, (Pisa: Biblioteca Franco Serantini, 1999), p. 15.
  4. Per una sua biografia cfr. Ugo Fedeli, Luigi Galleani. Quarant’anni di lotte rivoluzionarie 1891-1931 (Catania: Centrolibri 1984, prima ed. Cesena: Antistato 1956). Vedi anche Pier Carlo Masini, La giovinezza di Luigi Galleani, “Movimento Operaio, Milano, a. VI, n. 3, maggio-giugno 1954; Paolo Finzi, Antologia di storia anarchica, “Volontà”, Pistoia, marzo-aprile 1975, pp. 122-126; Camillo Levi [Paolo Finzi], L’anarchico dei due mondi, “A Rivista Anarchica”, Milano, aprile 1974; Redazione, Anarchist graffiti, “A Rivista Anarchica”, Milano, estate 1979. Paolo Finzi, L’eredità di Luigi Galleani, “A Rivista Anarchica”, Milano, ottobre 1981.
  5. Pier Carlo Masini, La Prima Internazionale cit.
  6. Luigi Galleani, Chi siamo?, “La Boje!”, Vercelli, 25 maggio 1885.
  7. Casellario Politico Centrale, Archivio Centrale dello Stato, Rome, fasc. Luigi Galleani.
  8. Gli anarchici al popolo in occasione del 1°Maggio, Paris, 1890, Service Historique de la Défense, Paris, archive N (IIIeme République 1872-1940), folder 7 N 1363.
  9. Elisée Reclus, Évolution et révolution, Genève, 1880; Elisée Reclus, L’Anarchie, Bruxelles, 1895.
  10. Giampietro Berti, Errico Malatesta e il movimento anarchico internazionale 1872-1932 (Milano: Franco Angeli, 2003), pp. 165-169.
  11. Luigi Galleani, Figure e figuri (Newark: Biblioteca de “L’Adunata dei Refrattari”, 1930), p. 182.
  12. Cfr. L’anarchico Galleani da Pantelleria a Favignana, “L’Avanti!”, Roma, p. 2.
  13. Natale Musarra, Una storia d’amore e di anarchia, “Sicilia Libertaria”, Ragusa, aprile 2007, p. 5.
  14. Cfr. “L’Avvenire Sociale”, Messina, 1901-1902.
  15. Cfr. Il comizio a favore della candidatura di Galleani, “Avanti!”, Roma, 20 marzo 1897, p. 3.
  16. Armando Borghi, Fermezza anarchica, “Umanità Nova”, Roma, 3 aprile 1960.
  17. Cfr. Melchior Seele [Raffale Schiavina], A fragment of Luigi Galleani’s life, in Marcus Graham, edited by, Man! An Anthology of Anarchist Ideas (Orkney: Cienfuegos press, 1974). http://www.katesharpleylibrary.net/d51cvp.
  18. Giampietro Berti, Determinismo scientifico e mutuo appoggio: Pëtr Kropotkin, in Giampietro Berti, Il pensiero anarchico dal Settecento al Novecento (Manduria-Bari-Roma: Lacaita, 1998), pp. 293-370. Cfr. anche Pëtr Kropotkin, The Scientific Basis of Anarchy, “The Nineteenth Century”, XXI, febbraio 1887, pp. 238-58.
  19. La primera edición de “El Apoyo Mutuo” es del 1902, pero tales concepciones circulan en la prensa anarquista una decena de años antes. Las ideas de comunismo anarquista y de interdependencia entre anarquismo, ciencia y evolución remontan a 1880.
  20. Cfr. Mentana, Faccia a Faccia col nemico. Cronache giudiziarie dell’anarchismo militante (East Boston, Mass: Gruppo Autonomo, 1914 e ristampato da Galzerano nel 2001).
  21. Paul Avrich, Anarchist voices. An oral history of anarchism in America (Oakland-Edinburgh, AK Press: 2005), p. 316.
  22. Cfr. Catina Willman e Concetta Silvestri, in Paul Avrich, Anarchist voices cit., pp. 111, 107. Vedi anche L’Adunata dei Refrattari, Il pensiero anarchico di Luigi Galleani, “L’Adunata dei Refrattari”, Newark, 5 novembre 1949; Jospeh Moro, Bartolomeo Provo, Harry Richal, Elide Sanchini, Alberico Pirani, in Paul Avrich, Anarchist voices cit., pp. 113, 117, 129, 138, 142; Paul Ghio, L’anarchisme aux Etats Unis (Paris: 1903), pp. 140-142.
  23. Alberico Pirani, in Paul Avrich, Anarchist voices cit., p. 142.
  24. La célebre frase de Carlo Buda, hermano de Mario Buda, referida por Charles Poggi, en Paul Avrich, Anarchist voices cit., p. 132.
  25. Sobre las dinámicas de los “socialistas subversivos” en particular en el área de Nueva York, la tesis de licenciatura de Marcella Bencivenni, Italian American radical culture in New York city: the politics and arts of the sovversivi, 1890-1940 (The City University of New York: 2003).
  26. Referido por Valerio Isca en Paul Avrich, Anarchist voices cit., p. 147.
  27. Cfr. “Cronaca Sovversiva”, Barre, Vermont, 18 gennaio 1908.
  28. Luigi Galleani, La fine dell’anarchismo? (Newark: edizione curata da vecchi lettori di “Cronaca Sovversiva”, 1925), p. 45.
  29. Guy Liberti, in Paul Avrich, Anarchist voices cit., p. 157.
  30. Ibidem.
  31. Sull’attività de “L’Adunata dei Refrattari” e sugli stretti legami con “Cronaca Sovversiva” cfr. I fondatori, Ricordi di casa nostra. Nel XXV anno de “L’Adunata”, “L’Adunata dei Refrattari”, New York, 13 aprile 1946, p. 1; Venticinque anni di vita e di battaglia, “L’Adunata dei Refrattari”, New York, 12 aprile 1947, p. 1; O. Maraviglia, L’anniversario, “L’Adunata dei Refrattari”, New York, 22 aprile 1950, p. 1; Tino, Compleanno 1922-1952, “L’Adunata dei Refrattari”, New York, 12 aprile 1952, p. 1;
  32. Para un recuento de su actividad propagandística, cfr., Vico Covi, La propaganda del compagno G. Pimpino a Philadelphia, Pa., “Cronaca Sovversiva”, 22 dicembre 1906.
  33. Paul Avrich, Review of Luigi Galleani, The End of Anarchism?, “Black Rose”, Boston, inverno 1983.
  34. Para entender mejor los términos de esta polémica, consultar “Régeneracion sezione italiana”, dirigido por un ex colaborador de Galleani, Ludovico Caminita. http://www.archivomagon.net/Periodico/RegeneracionItaliano/RegeneracionItaliano.html.
  35. Cfr. Mentana [Luigi Galleani], Madri d’Italia! Per Augusto Masetti (Lynn, Massachusetts: a cura della “Cronaca Sovversiva” e degli anarchici di Plainsville, Pa., 1913). Nel 1912 Galleani edita anche tre numeri di “Balilla”, un periodico antimilitarista per ragazzi.
  36. Questi articoli sono raccolti nel volume Una battaglia (Roma: Biblioteca de L’Adunata dei Refrattari 1947).
  37. Cfr. “Cronaca Sovversiva”, Lynn, Massachusetts, 3 aprile 1915.
  38. [Ugo Fedeli], Un trentennio di attività anarchica 1914-1945 (Cesena: L’Antistato, 1953), pp. 121-123.
  39. Mentana [Luigi Galleani], Matricolati!, “Cronaca Sovversiva”, Lynn, Massachusetts, 26 maggio 1917.
  40. Cfr. Paul Avrich, Sacco and Vanzetti. The anarchist background (Princeton, New Jersey: Princeton University Press 1991), Luigi Galleani ad nomen.
  41. Ibidem, pp. 137-148. Vedi anche una delle prime scene del film J. Edgar di Clint Eastwood (2011).
  42. Gli Editori, Prefazione, in Luigi Galleani, Una battaglia cit., pp. XII.
  43. Minin [Luigi Galleani], Attenti ai mali passi!, “Cronaca Sovversiva”, Torino, 17 luglio 1920.
  44. Luigi Galleani, La fine dell’anarchismo? cit.; Clemente Duval, Memorie autobiografiche (Newark: Biblioteca de “L’Adunata dei Refrattari” 1929).
  45. Según reporta Paul Avrich, en los años veinte Galleani logra regresar a los Estados Unidos por un breve periodo, rencontrándose con su familia.
  46. L’Adunata, È morto Luigi Galleani, “L’Adunata dei Refrattari”, 14 novembre 1931.
  47. Adicionalmente a los libros ya citados, cfr.: Aneliti e singulti (Newark: Biblioteca de “L’Adunata dei Refrattari” 1935); Mandateli lassù! (Cesena: Antistato 1954); Metodi della lotta socialista (Newark: “L’ Adunata dei Refrattari” 1972); Alcuni articoli dalla sua “Cronaca Sovversiva”, Pistoia: Archivio Famiglia Berneri 1984). Per una sua bibliografia, cfr. Ugo Fedeli, Luigi Galleani cit., pp. 124-131.
  48. Harry Richal, in Paul Avrich, Anarchist voices cit., p. 129.

 

Niñas

Dos niñas fueron juzgadas esta tarde en Milán.

No fue el afligido juicio de infantes atrapadas en un tribunal frente a un juez severo.

Vi cómo sucedió. Hubo una manifestación anarquista donde, entre hombres resueltos y mujeres enérgicas, dos jóvenes de catorce y quince años fueron aprehendidas.

La sombría María tenía un raro encanto, con aire de astucia juvenil, pelo corto ondulado, y ardientes ojos oscuros. Miraba a los señores de la corte en silencio, con insolencia indefinible, fue mejor que lanzarles un zapato. Hablaba mostrando una sonrisa. Sus cortas frases significativas eran acentuadas por gestos firmes.

– “¿Cómo puedes hablar de anarquía?” Murmuró el juez: “Ni siquiera sabes lo qué es.”

– “¿Usted ha estudiado la anarquía más a fondo? Entonces, existe. ¿Me enseñaría al respecto?”

¡No, pequeña, que no te enseñen nada! La revuelta es instintiva, y la teoría es muy a menudo vana. Tú lo sabes todo si sientes lo terrible que es la vida, esta vida bestial.

Ernesta Quartirola, un año más joven, tiene una belleza igualmente característica. Naciente belleza severa, enigmática. Podría ser una estatua orgullosa del futuro… quién sabe. Su silencio es arrogante. Aparenta como si nada tuviera que ver con ella. Un sí, un no, un encogimiento de hombros y eso es todo.

Pero la sombría María, María Roda, con su actitud desafiante, no permite accedan los testigos de cargo para proseguir con su narrativa sin interrupciones. Sus respuestas marcaban las pausas. Lanzó una cadena de insultos a los vergonzantes delatores e informantes profesionales. Replica a cada uno de ellos.

Un agente testifica en su contra:

– “La señorita Roda incitó a los manifestantes a agredir a la policía, lo hizo como si estuviera poseída, gritaba a todo el mundo, ¡incluso insultó a los oficiales!”

– “¿Cuál es tu respuesta?” Cuestiona el presidente de la corte.

– “Me da pena este gendarme. Es una vergüenza que un pobre diablo deba ganarse el pan de esa forma. Me impresiona que sea el único que se quedó, después de que los otros pobres diablos, sus hermanos, se marcharon… ojalá esto lo haga pensar.”

Lanzó un gesto de desdén hacia el miserable que la había acusado. Arrojaba un primer rayo revelador de ese espíritu sombrío.

Así es como nuestras compañeras se mostraron, quienes están en una edad en que otras apenas han dejado de jugar con muñecas, u otras, las hijas de burgueses, empiezan a divertirse en jugueteos de amor con primos o con algún viejo amigo de la familia.

Prisión, se les impuso. Los hombres de la corte eran generosos. Ernesta y María pasarán tres meses en prisión, y deberán pagar una multa a estos señores. ¡Trescientos francos exigidos a pobres niñas! Es una desvergüenza, pero así es.

Un momento antes de que el Tribunal se retirara a considerar la condena, el hombre de rojo le dijo a María:

– “¿Tienes algo que añadir?”

– “No hay nada, no tendría sentido.”

Esa fue la última palabra.

Se ha dicho una y otra vez que Milán es una pequeña París. Los magistrados de Milán lo comprueban, al menos en un punto, que son tan repugnantes como sus hermanos parisinos. De todos modos, ¿no es la magistratura lo mismo en todas partes? ¿Podría ser de otra manera?

Esta es, probablemente, la razón de que donde quiera que vayas el recuerdo de la patria te perseguirá. Cae encima, como las náuseas al ver la vileza de un juez.

 

Zo d’Axa

 

Periódico L’Endehors. 1895

 

 

Pero hay algo más grande que el templo. A propósito de terrorismo revolucionario.

En Italia, aquel tiempo era de tensión, angustia, desconcierto e incertidumbre. ¿Que estaba pasando? ¿A dónde se iba? Derrotadas las fábricas, el descenso de la curva se producía con velocidad progresiva. ¿Era un momento de pausa para tomar aliento y recuperar fuerzas, o era el comienzo de una terrible derrota? ¿Era la ráfaga de una hora, o la tormenta que se enfurece contra la nave poderosa, y la sacude, y la rompe, y la hunde en sus vértices sin fondo? ¿Nos habríamos detenido en el declive para reconquistar la cúspide? ¿Podremos, aunque con dificultad, salir de las gradas sangrientas?

Ciertamente, debo haber intuido nuestro oscuro mañana. Debí gritarle a todos la terrible realidad en la que habíamos caído. En verdad grité, para comprender exactamente aquella hora abrumadora, y ayudar a afrontarla, a superarla. O de lo contrario, abandonando nuestro espíritu a las perniciosas y quiméricas ilusiones, nos habríamos apresurado a la derrota irreparable.

No, no canten, no !Está perdida,

Quizá para siempre, la espléndida batalla!

Su debilidad hoy le sienta bien

A quien con leyes les oprime y aprisiona.

No, no canten, no. Pónganse de luto

Alcen las banderas, bajo el cielo negro.

«El loco sueño, ilusos, ha sido destruido»,

Sonríe feliz el viejo Dronero.

¡Oh, en aquel tiempo, la angustia de nuestros jóvenes! Su ardor; su deseo; su voluntad de hacer algo; de hacer sentir nuestra fuerza, nuestra vida, nuestra respuesta a los golpes ciegos, nocturnos y viles que provenían de los miedos de un enemigo aguerrido, armado y protegido por todas las leyes y por todas las impunidades. ¡Oh, sus ojos ardientes y llenos de lágrimas! Su silencio desdeñoso, más elocuente que cualquier discurso: ¡el temblor de sus labios que no tenían descanso! Había en el aire electricidad dispersa. Vagaba esquiva, el rostro de la muerte. Algo amenazaba con derramarse: preventiva y salvadora al mismo tiempo.

Las noticias que venían de San Vittore, la vieja prisión de Milán, eran graves. Malatesta, Borghi y Quaglino se negaban a alimentarse desde hacía una semana. Estaban agotados y enfermos: sus corazones podían desfallecer en cualquier momento. Tempestuosas habían sido nuestras reuniones aquella noche.

Calor primaveral por las calles de Milán; frescos iris de marzo en cada esquina de la calle; estrellas de oro en el cielo y una red de luces brillantes sobre la palpitante ciudad de la industria y del trabajo. Amargura y veneno en nuestros corazones; lágrimas y latidos en nuestras gargantas, y el hasta mañana, fue como un respiro, como un sollozo ahogado, como un nudo de emoción que se pasa muy mal. Un choque formidable: un grito de lacerante dolor: un temblor desesperado de la tierra y de las almas. La voz de la dinamita había sido poderosa: el aristocrático y opulento Teatro del Diana había sido completamente ensangrentado [1]. Hora triste y dolorosa para nosotros: hora pensativa de infinita angustia que lamentablemente no nos encontró a todos de acuerdo en la valoración del trágico episodio

Pero sea en los primeros momentos, cuando la caterva reaccionaria se abalanzó sobre nosotros causando estragos y burlándose de nuestras ideas; ya sea más tarde, cuando alguien me escribió el nombre de su joven esposa que fue víctima de la explosión; Yo, que siento, y con qué profundidad, la desolación que sigue a estos gestos extremos, gestos que son inevitables porque son consecuencia lógica de causas provocadas, escribí varias veces:

Los bombarderos han sido cargados por la injusticia de la sociedad, por el cinismo y por la cobardía de la reacción. Cuando la tormenta es fuerte y el cielo es negro, los relámpagos destellan rojizos en el horizonte, y el mástil cae repentinamente, decirme, ¿podríamos nosotros hacer juicio al rayo? Busquen en otra parte, busquen entre ustedes a los verdaderos responsables. ¡Guarde la sociedad el velo negro, pida perdón a esos muertos, y pida perdón a quienes fueron enterrados vivos!

Desde entonces han pasado años y nuestros ojos han visto cosas terribles. Han visto la expansión del fascismo con la reacción más abyecta, más salvaje, más bárbara, más cruel que pueda tener una reacción. Esto no es una leyenda: es una dura realidad. El mundo entero está lleno del tormento de los torturados, de los mutilados, de los estrangulados, de los acribillados. Todo el mundo sabe que Italia es una inmensa prisión: una de esas innobles galeras romanas en cuyas bodegas trabajaban con remos los esclavos, encadenados unos a otros, en su lugar de dolor y de muerte. Pensaba que al menos hoy, que finalmente hoy, después de tanta amarga experiencia, después del espectáculo de tanta innoble violencia enemiga, nosotros anarquistas finalmente nos habríamos encontrado de acuerdo sobre la valoración de los gestos de revuelta que explotan de vez en cuando en nuestras filas. Vim vi repellere – rechazar la violencia con la violencia. Pero su artículo, compañero De Santillán, me hizo reflexionar; me ha señalado dolorosamente cuan lejos estamos todavía de una mentalidad adecuada a las exigencias cada vez mayores de la guerra social; en la lucha contra el enemigo. ¡Ah! Entonces, ¿ustedes ponen en el mismo nivel de evaluación, la violencia anarquista y la violencia fascista?

Pero los fascistas golpean para amordazar, para dominar, para esclavizar, para encadenar a todo un pueblo dentro de una prisión de terror y de martirio. Los anarquistas golpean para encender una llama en esta noche profunda: para arrancar las horribles cadenas que nos hacen viles y ineptos: para decirle a la multitud: «Levántate y camina». Los unos son la mano negra de la reacción, los otros el ala blanca palpitante de la libertad: los unos son unos asquerosos sicarios pagados a un tanto por cada cabeza que cae: los otros dejan la cabeza en la horca, o la vida en las galeras.

¿Nosotros auguramos una sociedad basada en el mutuo acuerdo, sobre el amor y la justicia? Muy cierto. Pero si compañeros, si nuestros amigos, con el corazón envenenado por tantos dolores, con el alma llena de hiel por tantas injusticias sufridas o vistas sufrir, recobran de los capitalistas y de los banqueros, de estos corruptos ladrones legales, oh, no teman, un poco, solo un poco de las inmensas riquezas que ellos han robado a manos llenas; si compañeros y amigos nuestros, con la garganta llena de lágrimas y la boca llena de amargura, hacen escuchar el rugido de la dinamita, ¿nosotros tenemos el derecho a rechazarlos y a condenarlos en nombre de la opinión pública, o en nombre de un ideal de amor y de justicia?

¿La opinión pública? Esta se puede dividir en dos categorías. Aquella que nosotros no despreciamos y a la cual dirigimos preferencialmente nuestra propaganda, y aquella que es, y que quedará al otro lado de la barricada. Pues bien, mientras nosotros no debemos contribuir con nuestras ex comunicas a hacer que la primera sea más temerosa y más sorda a la voz de la revuelta, debemos en cambio ignorar la opinión de la otra. ¿Y qué nos puede interesar, de hecho, la opinión de la gente a las que detestamos en virtud de nuestra moral, y a las cual, en primer lugar, nosotros negamos todo derecho a erigirse en jueces, desde el momento que es esta la acusada ​​y nosotros los acusadores?

¿El ideal de amor y de justicia? Pero el prisionero que quiere a toda costa reconquistar la libertad y abrirse una vida de paz y de cariño, recurre necesariamente a un acto de violencia para encontrar un camino libre. Pero el cirujano que quiere salvar al enfermo no duda en sumergir su bisturí en la carne del paciente; no duda en quitarle una parte del cuerpo para que el corazón y el cerebro no dejen de vivir.

Nosotros debemos iluminar las mentes, nosotros debemos hacer un trabajo de persuasión y de propaganda para formar las conciencias del mañana; esto es cierto. Pero cuando delante a tanta opresión que impide incluso respirar, cuando ya no se encuentra descanso, tantas son las voces que se elevan desde las tumbas sin vindicar; si la angustia de uno de los nuestros estalla y excava, aunque sea con una masacre sangrienta, nosotros debemos sentir un grande, un grave y único deber; estar cerca a este joven valiente, y extender los brazos, porque entre tantos insultos, calumnias y maldiciones, el encuentre un poco de consuelo en el cariño de sus compañeros.

Y nosotros que muchas veces, con la palabra y con el escrito, hemos denunciado las criminales injusticias de las cuales estamos rodeados; nosotros que repetidamente, y con la palabra y con el escrito, hemos luchado por la necesidad de la revuelta; nosotros, de la que quizás alguna frase apocalíptica se haya grabado en la joven mente que hoy ha actuado; nosotros debemos sentirnos de alguna manera responsables de su gesto; responsables morales, y como tales, de nada renegar, no renegando él, ¡el vengador!

¡Así que ustedes querían el estético y clásico atentado con la pureza de Plutarco! Bresci, por ejemplo, que se levanta pálido y impasible ante el rey, al frío y cínico responsable de las masacres de Lunigiana, de la Sicilia y de la Lombardía. ¿Quién no querría eso? Pero los tiempos han cambiado y los acontecimientos de estos últimos años nos deben hacer sentir la necesidad, las exigencias de la revuelta y de la conspiración subterránea, para repeler a un enemigo atacándolo con sus propias armas.

Para repeler a un enemigo que es vil cuando asalta: para repeler a un enemigo que, sabiendo muy bien cuánta sangre le gotea de sus manos, se arma, se esconde y se rodea de todas las precauciones posibles, para evitar el gesto del justiciero hacia aquellos que quieren atacarlo abiertamente. Hay algo en la vida más grande que la conciencia del guardia del templo: el dolor y el sufrimiento humanos de los cuales está impregnada la idea.

«Una vez Jesús pasó un día de sábado por los sembrados, sus discípulos tuvieron hambre y comenzaron a arrancar las espigas y a comérselas». A los fariseos que acusaban a estas personas de haber hecho algo que no era lícito hacer en sábado, Cristo les respondió: «Ahora yo os digo que aquí hay algo más grande que el templo. Si supierais que cosa significa querer misericordia y no sacrificio, vosotros no habrías condenado al inocente».

Hoy, toda una nación está dominada por puñales y garrotes. Hoy miles y miles de hombres están esparcidos por el mundo, sin cariño, sin familia, sin recursos. Hoy cada uno de nosotros es una angustia viviente, que aún encuentra la posibilidad de vivir en la fe, única riqueza entre tantas ruinas, que ha quedado en el corazón. Hoy solo hay cadáveres mutilados y ensangrentados a nuestro alrededor: hecatombe sobre hecatombe. ¿Ustedes pueden ser sutiles, pueden complicar las particularidades de un incalificable tolstoísmo, pueden hacer intelectualismo, pueden conmoverse estando al otro lado de la barricada, sin que de sus filas sea enviada una cortés tarjeta de presentación, un salto en el aire, o una innoble fortaleza que se derrumba y desmorona? ¿Es en nombre del sentimiento por el que ustedes hablan? Pero en las luchas sociales, el sentimiento que no se fusiona con la razón y la lógica puede compararse con esas burbujas de jabón de nuestra niñez dorada y lejana. Con cuanta gracia, con cuanta atención, con qué entusiasmo soplábamos en el canuto. Era aquel trabajo toda la tensión de nuestra pequeña y hermosa alma infantil. ¡Pero, Ay! Los diversos, minúsculos castillos y las lumias plateadas y las velas y las pequeñas barcas, todo vivía por un instante, ¡solo un breve instante, todo desaparecía con las burbujas de jabón! ¿Es en nombre del amor que ustedes hablan? Pero en el campo social, el amor que no es hijo del odio es un estéril palo, no es un árbol fructífero. No tiene raíces en la tierra; no bebe sus zumos: no se alimenta de vigorosa linfa: no respira y no vive, no da las reparadoras sombras en los bochornosos mediodías: no concibe, ni germina en los meses de nevoso silencio. Es madera desprendida del cielo y de la tierra: es madera seca y aislada que se deja devorar por el tiempo y la carcoma. ¿Es en nombre de nuestras instituciones que nos son tan queridas, y que nos han costado tantos sacrificios, es en nombre de ellas que ustedes hablan? Pero el mismo militarismo nos enseña alguna cosa, cuando en las horas de lucha y de las necesidades extremas, hace saltar las mismas fortalezas que él ha edificado con dispendio de tanto trabajo y de tantas riquezas.

Compañero De Santillán, le he conocido en Berlín, en los primeros días de mi exilio, cuando las heridas aún estaban frescas, pero no dolían tanto como duelen hoy, que no quieren cicatrizar. En repetidas ocasiones hemos hablado de nuestras ideas en su pequeña habitación atestada de libros, en la habitación en la cual pasaba días enteros encorvado sobre el trabajo. Acepte mi reclamo con ánimo de hermano y, reúna algo de estas reflexiones mías. Que yo he visto a mis mejores compañeros caer traspasados ​​en la terrible refriega; que yo he visto a mis mejores compañeros arrojados y encerrados en las más horribles cárceles; que yo he visto a mis más queridos compañeros esparcidos por países de los cuales no conocen ni a su gente, ni el idioma; solos, a menudo sin un centavo; solos y, a menudo, sin pan. Cuando algún rebelde surge de repente entre nosotros, y algún gesto suyo de venganza aplasta parte de este viejo edificio en el cual estamos encadenados, le tomo de la mano y digo: «Valor; ¡Viva la anarquía!».

Virgilia D’Andrea [2]

 

Del libro: No estoy vencida. Colección de escritos entre anarquía y antifascismo. Ediciones Rina, págs. 125-133.

Fuente


Notas:

[1] En el feroz ambiente social del llamado «bienio rojo» que precedió la Marcha sobre Roma, la alta burguesía de Milán solía frecuentar el Club Kursaal Diana, para realizar actividades deportivas, culturales y recreativas.

El ataque fue diseñado para golpear al comisario de policía Giovanni Gasti quien se supone residía en una habitación sobre el teatro. En la noche del 23 de marzo, se colocaron 160 barras de explosivos plásticos en una canasta, que se cubrieron con paja y botellas vacías, luego fueron llevados cerca de la entrada de artistas, que conducía del hotel al teatro.

A las 22.40 horas, tras el bullicio que anunciaba el inicio del espectáculo, los asistentes tomaron asiento y fue en ese instante cuando estalló la bomba, destrozando la mampostería y alcanzando las primeras filas de espectadores y el foso para orquesta. Unas 80 personas resultaron heridas y 17 murieron al instante, en las siguientes horas el número aumentaría a 21.

Se iniciaron las investigaciones inmediatamente, coordinadas por el comisario Giovanni Gasti, presente en la sala. Apuntaron al joven anarquista Antonio Pietropaolo, detenido en retén de Corso Monforte al intentar escapar en una carreta donde se encontraron pistolas y granadas de mano.

Al mismo tiempo, una escuadra militar emprendió acciones inmediatas en represalia; bombardeando la sede en construcción del periódico socialista Avanti, en via Ludovico Settala (recordada por el estruendo), y prendiendo fuego a la redacción del periódico anarquista Umanita Nuova, en vía Carlo Goldoni.

A las pocas semanas, el arresto de Pietropaolo fue seguido por decenas de detenciones realizadas en el entorno de los anarquistas individualistas de la provincia de Lombardia. Algunos señalados, como Pietro Bruzzi, logran escapar y refugiarse en el extranjero.

El juicio contra los terroristas anarquistas, se inició el 9 de mayo de 1922, ante la Corte de Assise en la Plaza Fontana y en la misma sala donde se había juzgado a Gaetano Bresci. El 1 de junio se dictó la sentencia que identificó a los autores materiales de la masacre y se condenó a cadena perpetua a Ettore Aguggini, de 19 años, de Bergamo, y Giuseppe Mariani, de 23, de Mantova, y Giuseppe Boldrini, de 28, que se declaró inocente. Los otros 16 imputados, considerados cómplices, fueron condenados a penas de entre 15 y 4 años de prisión.

Mariani dijo sobre la masacre:

«… se demuestra la historia «habitual» del anarquista que, abriendo la puerta de un teatro, difunde la muerte y el terror, consciente y voluntariamente. Esa noche la carga de explosivos fue depositada fuera del teatro, con la intención de impactar no en el teatro sino en el hotel superior – que, según información en poder de los atacantes, servía regularmente como lugar de encuentro entre Benito Mussolini y el comisionado de Milán Gasti, ambos enemigos acérrimos de los anarquistas y odiados por estos últimos, en particular, se creía que esa misma noche Gasti debería estar en ese hotel».

[2] La vida de Virgilia D’Andrea fue breve e intensa en pasiones políticas, confinada entre libros y persecuciones. En 1922 publica su primer libro de poesías; Tormento. El 13 marzo del 1923 un burócrata de la comisaria de Milán la denuncia por calumnia e instigar al odio de clase. Once años después, en su exilio americano, publica Antorchas en la noche – un libro que nace del dolor y el sufrimiento – la edición no puede circular en Italia, donde solo llega alguna copia.