Anarquía subversiva, pasado y presente. Una breve mirada ilegalista, individualista y nihilista

“El objetivo de la revolución es crear nuevos arreglos; la insurrección nos impulsa a no admitir tales arreglos, sino arreglarnos por nosotros mismos, y a no poner ninguna esperanza en «instituciones» deslumbrantes”. – Max Stirner

“No me sigas… No te guío… No camines delante de mí… No te seguiré… Haz tu propio camino… Conviértete en ti mismo.” – Prisioneros de la Conspiración Células de Fuego

“Sé que habrá un final para esta lucha entre el enorme arsenal del Estado y yo. Sé que seré vencido, que seré el más débil, pero espero poder hacerle pagar cara la victoria.” – Octave Garnier

Un día como hoy, hace más de 100 años, el 21 de abril de 1913, el anarquista ilegalista e individualista Raymond Callemin fue ejecutado en la guillotina por orden del Estado francés. En el aniversario de su ejecución escribo esto en memoria de todos los que han caído o han sido encarcelados en la guerra social.

La corriente ilegalista es una rama del anarquismo individualista. En lugar de ser explotado, forzado a trabajar para algún tirano acaudalado, el ilegalista elige robarles. Es una ética anti-trabajo para que la autonomía personal se efectúe, inmediatamente, en la vida real a través de la expropiación individual, también conocida como restitución individual.

La restitución individual adquirió notoriedad en Francia en las últimas décadas del siglo XIX y principios del XX, dando origen a lo que se conocería como ilegalismo. Los defensores de la expropiación individual fueron anarquistas como Clement Duval y Marius Jacob. Marius Jacob robaba para financiarse a sí mismo, así como al movimiento anarquista y a otras causas. Este es el principal factor que distingue al ilegalismo de la restitución individual: los ilegalistas robaban únicamente para sí mismos. Aunque algunos ilegalistas financiaron periódicos anarco-individualistas con el producto de sus expropiaciones y dieron dinero a compañeros que lo necesitaban.

Los ilegalistas, muchos de los cuales, inspirados por Max Stirner y Friedrich Nietzsche tenían una opinión; ¿Por qué esperar a que el rebaño pasivo de la clase explotada y pobre se levantara y expropiara a los ricos? Los pobres parecían bastante satisfechos con las condiciones en las que vivían. ¿Por qué los ilegalistas tendrían que esperar a que los trabajadores explotados adquirieran conciencia revolucionaria? ¿Por qué seguir viviendo explotados y trabajando hasta la muerte mientras esperan una futura revolución social que quizá nunca llegue? Los anarquistas ilegalistas no tenían fe en la lucha obrera, así que decidieron contraatacar y robar a los ricos, fue una inclinación puramente egoísta.

Stirner los habría llamado “egoístas conscientes”, expropiando sus vidas para sí mismos, sin pedir permiso para existir. Se negaron a ser esclavos de los amos y del Estado. ilegalistas eligieron robar mediante una deliberada revuelta contra la sociedad.

Los ilegalistas ácratas robaron, dispararon, apuñalaron, falsificaron dinero y provocaron uno que otro incendio por toda Europa, pero sobre todo en Francia, Bélgica e Italia. Hubo tiroteos con la policía. Largas condenas de cárcel y ejecuciones.

Uno de esos grupos anarco-ilegalistas sería inmortalizado como “La banda Bonnot”.

Raymond Callemin nació en Bélgica, fue socialista mas se hizo anárquico tras desilusionarse del reformista Partido Socialista Belga. Influido por el anarquismo, Raymond abandona el partido junto con Victor Serge y Jean De Boe, igualmente desilusionados con el socialismo electoral. Juntos publican un periódico anarquista individualista, “Le Revolte”, totalmente hostil a sindicatos y partidos, además tenía afinidad con la “insurrección permanente en contra de la burguesía”.

Octave Garnier, huido de Francia, se establece en Bélgica para evitar ser reclutado por el ejército. Ya había cometido varias expropiaciones contra adinerados, por lo que había pasado un tiempo en prisión. Se inició en el sindicalismo, pero no tardó en sentir repugnancia por los dirigentes sindicales, que eran como patrones que utilizan y manipulan a los trabajadores a su conveniencia. Se unió entonces a las filas anarquistas. Al no poder ejercer su profesión, para sobrevivir se vio obligado a realizar trabajos serviles y ser un esclavo asalariado en empleos despreciables, así que se convierte en un ilegalista de convicción.

Estos cuatro anarquistas tenían poco más de 20 años, se conocieron a través de los círculos ácratas de Bélgica y compartían un odio mutuo hacia los ricos y su sistema de explotación. Raymond y Octave cometieron muchos robos juntos, además se dedicaron a falsificar monedas.

Victor Serge escribía artículos para Le Revolte, lo que le valió la atención del Estado belga. Como estaba refugiado en Bélgica desde su infancia, al Estado le resultó muy fácil deshacerse de él. Fue expulsado del país por subversivo peligroso. Se marcha a Francia donde crea una comuna libertaria con otros anarquistas. Poco después, Octave Garnier, sobre el que pesaba una orden de aprehensión, sigue a Victor hasta Francia junto a Raymond.

En Francia se encuentran con Jules Bonnot, que estaba huyendo. Jules tenía poco más de 30 años, era un ex soldado y un comprometido anarquista ilegal. La policía lo buscaba por un asesinato, que en realidad se debió al disparo accidental a un compañero. Jules, que tenía mucha experiencia en expropiaciones exitosas, propuso a Octave y Raymond realizar juntos un gran proyecto. Los dos aceptaron encantados la oferta de Jules, hartos de no obtener lo suficiente en sus atracos, y arriesgando mucho por la contraofensiva.

Los tres, junto con otro anarquista, Eugène Dieudonné, idearon un plan para robar a un empleado bancario que iba a entregar dinero. Empezaron robando un coche de gama alta en un barrio burgués a las afueras de París. Jules aprendió a conducir en el ejército, así que sería el conductor en la huida. Raymond, Octave y Eugene asaltarían al empleado del banco. Así, el 21 de diciembre de 1911, a plena luz del día, robaron al empleado. Retuvieron al guardia que escoltaba al empleado cuando salían del banco. Octave exigió le entregara el maletín. Raymond lo tomó e intentó dirigirse al auto para escapar. Pero el empleado no lo soltó. Octave le disparó dos veces en el pecho (el empleado quedó malherido pero no murió). Se dieron a la fuga a toda velocidad por las calles de París en uno de los mejores modelos de autos de la época. Era la primera vez que se utilizaba un automóvil para un atraco a mano armada en Francia, por lo que los medios de comunicación les apodaron “autobandidos”.

Con ese robo obtuvieron $5000 francos, aunque no les agradó. Esperaban obtener mucho más. Días después del robo al empleado bancario, entraron en una armería apoderándose de un arsenal, incluidos fusiles de gran potencia. Al poco tiempo, el 2 de enero de 1912, irrumpieron en la casa de un rico burgués, matándolo a él y a su empleada. Se llevaron $30,000 francos de ese robo. Pronto huyeron a Bélgica llevando a cabo más robos y disparando a 3 policías por el camino. Luego volvieron a París para robar otro banco, aunque esta vez atracarían el establecimiento. Durante el robo dispararon a 3 burócratas bancarios. Después se ofreció una recompensa de $700,000 francos por las cabezas de los anarquistas. El banco robado, Société Générale, ofreció otros $100,000 francos por su captura.

Existe un profundo nihilismo, egoísmo y antirreformismo dentro de la praxis ilegalista, que es continuada hoy en día por agrupaciones como la Conspiración de Células de Fuego, la Federación Anarquista Informal/Frente Revolucionario Internacional, e individuos como los anarco-nihilistas chilenos Sebastián Oversluij (que fue asesinado a tiros mientras expropiaba un banco) y Mauricio Morales que murió cuando la bomba que transportaba en su mochila detonó prematuramente.

La actual anarquía insurreccional también tiene un linaje directo con esta historia ácrata. Muchos de los principales componentes de las ideas y la praxis que comprenden el ilegalismo y la restitución individual (que incluye la propaganda por el hecho, que es la acción directa individual contra la clase burguesa, su propiedad y sus lacayos, es decir, policías, idiotas y jueces, con la esperanza de que la acción inspire a otros a seguir su ejemplo; la anti-organización en las formas de insurrección individual, grupos de afinidad y organización informal; además del rechazo extremo a la izquierda y a su estrategia reformista) también se encuentran en las diferentes corrientes del anarquismo insurreccional moderno.

Lo que los medios de comunicación y la policía calificaron como “Banda Bonnot” era un grupo de afinidad. Jules Bonnot no era líder del grupo, no había ninguno. A los individuos que componían los diferentes grupos de afinidad que llevaron a cabo los llamados crímenes se les atribuyó la pertenencia a la “Banda Bonnot”, eran simplemente individuos con objetivos comunes que se unieron para llevar a cabo esas acciones. El Estado francés utilizó este nombre para señalar a cualquier anarquista que se le antojara participante en alguno de los llamados crímenes.

El 30 de marzo de 1912, André Soudy (un anarquista que actuó en algunas de las expropiaciones del grupo) fue capturado por la policía. Unos días más tarde, otro anarquista implicado en algunos robos, Édouard Carouy, fue detenido. El 7 de abril, Raymond Callemin. A finales de abril, 28 anarquistas habían sido detenidos en relación con la “Banda Bonnot”.

El 28 de abril, la policía descubre en París el escondite de Jules Bonnot. 500 policías armados rodean la casa. Jules se niega a entregarse y se inicia el tiroteo. Tras horas de intercambio de disparos, la policía detona una bomba en la fachada de la casa. Cuando irrumpen en la casa descubren a Jules enrollado en un colchón, él seguía disparándoles. Le dieron un tiro en la cabeza y murió más tarde en el hospital por las heridas.

El 14 de mayo, la policía descubre el lugar donde se encontraban Octave Garnier y René Valet (otro miembro del grupo). 300 policías y 800 soldados rodean el edificio. Al igual que Bonnot, ambos se niegan a rendirse. El asedio dura horas, la policía detona una bomba y vuela parte de la edificación matando a Octave. René, malherido, sigue disparando y muere poco después.

Un año mas tarde, el 3 de febrero de 1913, Raymond Callemin y muchos otros anarquistas, entre ellos Victor Serge, son juzgados por el estado francés por su presunta participación en la “Banda de Bonnot”. Aunque Raymond cometió muchos robos y mató a tiros a un burócrata bancario, muchos de los que fueron juzgados no participaron en ninguno de los supuestos crímenes atribuidos a la “Banda Bonnot”. El Estado francés, sediento de venganza, después de matarlos a tiros y hacerlos volar con explosivos, manda encerrar, ejecutar, y exiliar a numerosos anarquistas. El 21 de abril de 1913, Raymond Callemin, Étienne Monier y André Soudy fueron ejecutados en la guillotina. A muchos de los coacusados se les condenó a cadena perpetua y trabajos forzados en colonias penales francesas.

Esta práctica vengativa de los Estados sigue llevándose a cabo hoy en día, con los juicios de Scripta Manent en Italia, directamente relacionados con el tiro en la rodilla del director de una empresa de energía nuclear por parte de los anarquistas lindividualistas Alfredo Caspito y Nicola Gia, y otras acciones ofensivas en Italia. Los juicios represivos en Rusia contra anarquistas, antifascistas y el caso de la organización “RED” fabricada por el FSB (Servicio Federal de Seguridad). En represalia, el anarco-comunista Mikhail Zhlobitsky detonó el pasado octubre una bomba en la sede regional del Servicio Federal de Seguridad ruso en Arkhangelsk, muriendo en la acción. Así, el FSB llevó a cabo otra ronda represiva contra los anarquistas después del atentado, encarcelando, interrogando y presentando cargos falsos contra muchos de ellos como venganza por el ataque. El 22 de marzo de 2019 una célula de la Federación Anarquista Informal autodenominada FAI/FRI Facción Vengativa – Mikhail Zholbitsky llevó a cabo un ataque con granadas contra la embajada rusa en Atenas, Grecia, como venganza por la represión llevada a cabo por el Estado ruso contra anarquistas.

Cualquier corriente del anarquismo que haga propia el individuo, no hace diferencia, en tanto sea subversiva y esté en conflicto con cualquier autoridad que intente vulnerar la autonomía individual. La guerra en curso contra la sociedad industrial capitalista ha ocasionado daños durante más de 200 años, cobrado muchas vidas de anarquistas y aún más encarcelamientos. El mismo espíritu insurreccional de no mediación y de no compromiso con la autoridad sigue fluyendo en la actual anarquía subversiva. En solidaridad con todos los anarquistas encarcelados y en guerra con la sociedad industrial capitalista.

Renzo Connors

2019

Texto original Subversive Anarchy Past and Present

Cristo y Bonnot. Un cuento navideño

El auto gris está detenido a la orilla de la depresión, junto al bosque (¿Qué ménsula se habrá tensado? ¿Cuál de sus conductos se habrá obstruido, negando el flujo a su núcleo?). Debajo del auto un joven se arrastra, se revuelve y reniega.

Por el camino, unos pasos silenciosos recorren la alfombra de hojas amarillentas (¡estamos en otoño, el triste otoño de todas las cosas!). Se acerca.

Es un vagabundo rubio, con el pelo largo despeinado y la barba partida a la altura del mentón.

No es atractivo, ni fuerte.

El viento podría doblar su delgada figura, barrer en la distancia su extraña fisonomía, que parece haber escapado de algún viejo cuadro carcomido por los gusanos; una de esas antiguas pinturas sobre fondo betún, de las que sobresalen figuras de cera.

Aunque sus labios son de esos que gustan besar y morder las pecadoras. Sus ojos, azules y brillantes, parecen mirar hacia dentro, hacia el alma, (más allá de la burda realidad de las formas) ofreciendo una mirada de cariño a quienes poseen conciencia para sentir el sufrimiento.

Se acerca, se agacha y pregunta en voz muy baja (al hombre que cansado, suda y blasfema).

– ¿Para qué te esfuerzas, hermano?

El hombre, sorprendido y preocupado, sale de debajo del auto, detrás de una rueda, con la cara manchada de grasa (un rostro enérgico de rasgos remarcados): en la sombra empuña el cañón de un revólver.

Dura su mirada, escudriña e indaga; después estalla en una carcajada alegre e irónica.

– ¿Para qué me esfuerzo? Para no vivir esa existencia que arrastras por los caminos del mundo, vagabundo.

Regresa a su sitio debajo el vehículo, mientras el otro, con la tranquila paciencia de alguien acostumbrado a esperas prolongadas, se sienta sobre el tronco de un árbol derribado. Mira hacia otros rumbos, a la lejanía.

Chirridos de tornillos que se ajustan, pequeños y precisos golpes metálicos, una cadena que se desenrolla y al fin sale el tipo de debajo de la máquina, da un salto y se sacude.

– ¿Cómo es qué sigues aquí? ¿Quieres que te lleve hasta el siguiente pueblo donde las monjas reparten platos con comida caliente a medio día?

– Te equivocas, hermano, no me gustan los traslados apresurados. Se llega al mismo lugar caminando tranquilamente.

– Es verdad, lo mismo se llega, si no mueres de hambre por el camino; llegas igual, pero desbaratado, enlodado y agotado; y cuando alcanzas tu destino, te das cuenta de que otros llegaron antes que tú y han tomado todo lo que podías llevarte. Por ejemplo; hoy ha bastado una descompostura para perderme un gran golpe.

– Un golpe inútil.

– Ahora tendré que esperar un mes para que vuelva a presentarse la ocasión, si es que se vuelve a presentar.

– Si volviera a presentarse, ¿qué expectativas tienes?

– Un buen fajo de esos papeles con denominaciones numéricas que te hacen obtener todo lo que quieras, en este mundo donde todo se vende.

– Eres pragmático y amargado.

– Soy lo que ellos querían que fuera.

– Supongamos que el portador del fajo, un anciano tal vez, se obstina en retenerlo; si grita, si forcejea.

– Lástima por él. La guerra es la guerra, y siempre cae antes el soldado que el comandante. Al final, él también es culpable.

– Él obedece, tiene un deber que cumplir; es fiel a él.

– Pero es la lealtad de los siervos lo que hace fuertes a los amos. Me dan tanto asco como los demás. Al diablo con los sirvientes.

– ¿Entonces quieres dominar?

– Quiero vivir y gozar.

– Trabaja.

– He trabajado durante muchos años. Trabajé de niño cuando los demás aún jugaban. ¿Y qué gané?

– Vivías con tranquilidad, ahora estás preocupado, olfateas a tu alrededor, estás al acecho.

– ¿Vivir tranquilamente? Pero tenía hambre de todo: de saber, de pan, de alegría, de amor. Los inútiles de arcas llenas vivían tranquilos, ellos estaban satisfechos mientras yo me partía el lomo trabajando el acero. Esos, a los que ahora les fastidio su fiesta, gozaban, se daban la gran vida. Todo les era posible, mientras todo me estaba negado a mí. Así se los hice ver a los miserables como yo, que estaban obligados a doblegarse bajo el mismo yugo degradante. Les dije, compañeros: injusto es el mundo, injustos son los hombres, injusto es Dios.

– Blasfemia.

– Les cuestioné. ¿Por qué la fatiga y la privación para nosotros? ¿Por qué la ociosidad y la abundancia para ellos? Para mis compañeros de trabajo, esa fábrica era una condena perpetua, donde entraban como hombres y salían como una bestias. Solo se encogieron de hombros.

– ¿Qué se le va a hacer? Desde que el mundo es mundo, siempre ha sido así.

– ¿Siempre así?

– Siempre. El yugo se ha hecho más duro y pesado cada que intentan quitárselo de encima. Resígnate, es el destino. Está escrito: “El que trabaja gasta su vida pobre y miserablemente; el que hace trabajar a los demás disfruta”. Lo mejor sigue siendo adaptarse, después de todo, el capital es un usurero que nunca está satisfecho, sin embargo, gracias a él se puede sobrevivir.

– El trabajo no pagado es la fortuna de otros. Nos están robando.

– Cierto, tienes razón, pero el mundo es de los ladrones.

– ¿De los ladrones? Entonces seré un ladrón; estoy cansado de que me roben.

– ¡Iluso! Ellos tienen la ley de su lado. Son ellos mismos la ley. Su robo es legal, se llama circulación de ganancias.

– Pero, ¿cómo comenzó?

– ¿Qué más da? ¿Quién sabe? A veces un antepasado empezó a robar para ellos. Tú solo vivirás de pequeños hurtos.

– Nada de eso. Extenderé mis garras hacia sus abundantes tesoros.

– Están bien defendidos.

– Me abriré el camino con las armas en la mano.

– Te podrás librar una o dos veces. Luego te darán caza, toda una manada contra ti, sus sabuesos te pisarán los talones.

– Un jabalí perseguido se vuelve y acomete.

– ¡Pero muere!

– Sin duda, pero tras haber vivido su existencia en libertad. Después de todo, el cordero también morirá degollado. El adaptarse no lo salva.

– Si no llegas a morir, cuando hayas reunido suficiente dinero, te convertirás en el buen ciudadano que vive de sus rentas. Con el dinero robado, te guste o no, también explotarás el esfuerzo de los demás.

– ¡No! ¡Eso nunca!

– Entonces, ¿para qué robas?

– Para disfrutar de mi vida, y vivirla plenamente. Para vengarme y castigar, pero también para ayudar. Este es mi sueño. El sueño de mis noches insomnes. Son pensamientos que se han establecido en mi mente. Escucha: Soy un bandido ilegal, a los bandidos legales les daré, con alegría desenfrenada, una hermosa y terrible batalla. Por eso estoy en este camino.

El vagabundo sacudió la cabeza y sonrió. Antiguo comensal de ladrones y prostitutas, se sentía extremadamente indulgente con los proscritos, lo que siempre había escandalizado a los fariseos.

– ¿Y cómo va tu batalla?

– ¡Como todas las batallas! Días inquietos, días de combate sin tregua. Noches de desenfreno, en compañía de diez o veinte desposeídos: luego, por la mañana, vuelta a la contienda. Días de caza en los que soy el perseguidor o el perseguido. Días de júbilo para celebrar la victoria conseguida con tanto esfuerzo. Luego, de nuevo, el combate cuerpo a cuerpo, los disparos, las salpicaduras sangrientas. Escapando por el bosque, por los tejados, fajos de billetes. Pero también tengo mis horas de disfrute, mujeres hermosas, la buena comida y un lecho que no magulle el cuerpo. Desprecio la ley, hago dormir mal a los amos y canso a los mejores sabuesos.

– ¿Y eso es todo?

– A mi me basta, me embriaga.

– ¿Y los ladrones legales?

– Chillan y se arman.

– ¿Y tus antiguos compañeros de condena?

– ¡Los imbéciles! me creen loco.

– En realidad, eso eres.

– Si alguien más me lo dijera. Pero si tú no eres más que una piltrafa humana, un derrotado que ha abandonado la lucha. No sonrías. Tus harapos protestan contra tus sonrisas. Loco, mi estimado, es el que se deja morir de hambre mientras prepara el festín para los demás. Yo tomo de donde hay en exceso.

– Acabarás mal y demasiado rápido.

– Tal vez, pero habré vivido.

– Por un tiempo.

– Mejor que nada.

– La injusticia seguirá gobernando el mundo, como antes.

– Si el mundo así lo quiere, que así sea. No es culpa mía.

– Deberías seriamente trabajar para eliminarla.

– ¿No es, acaso, lo que hago? ¿No estoy llevando el terror allí donde la injusticia acumula sus dividendos de goce en beneficio de unos pocos privilegiados?

– No haces nada que deje un surco profundo, tu camino conduce al abismo.

– Porque todos los que sufren no tienen la audacia de seguir mi ejemplo.

– ¿Y si se atrevieran? Piensa en las feroces batallas, en los que morirían.

– ¿Los que morirán? Suma los muertos en las inútiles guerras, suma a los que mueren en la miseria cada día, a los que, agotados por la tuberculosis y las privaciones, se llevarán los vientos de otoño. Agrega a quienes se suicidan por el hambre, y ni mencionar a los que tritura la maquinaria o son engullidos por las minas.

– Entonces, cuando todo esté quemado y destruido, ¿No habrá mayor miseria y más extensa?

– Entonces podremos ver; por ejemplo, rehacer el trabajo, en beneficio de todos.

– Entonces la rueda volverá a girar de nuevo: el ser humano volverá a la vida salvaje, y serán los más fuertes y astutos los que reorganizarán la vida en su beneficio. Tu destrucción es ciega; es una locura. No purifica, embrutece. El camino está en otra parte.

– ¿Será el camino que tu recorres, descalzo?

– Lo es.

– Al final de tu camino hay una sopa, la mendicidad, hecha con sobrantes.

– Al final está la paz para todos. Mírame a la cara.

– Lo he estado haciendo desde que llegaste.

– Mírame, ¿no recuerdas haberme conocido antes?

– No lo creo, espera. De pequeño, en una iglesia del campo (una de esas iglesias húmedas y frías, donde los candelabros son de madera y los adornos de papel, donde Dios se hace humilde para predicar su ejemplo a los miserables) vi una estatua de yeso mal pintada, llena de polvo, que se parecía a ti.

– ¡Era yo!

– ¿Tú? Quieres hacerme estallar de risa. Hay quien niega que el hambre crónica provoque alucinaciones en el cerebro ¿Tú, Jesús? ¿El que, según mi abuela (cuando no podía darme un pastel, me contaba un cuento) se hizo clavar en la cruz para salvar a todos los hombres?

– ¡El mismo!

– ¿También habrás muerto por mí?

– También. Sobre todo por ti.

– A ver. No salvaste a nadie, ni siquiera a ti mismo ¿No lamentas hoy la inutilidad de tu sacrificio?

– No me arrepiento de nada, y subiría al Calvario una vez más.

– ¿Y después?

Cristo inclinó la cabeza.

– ¿Para qué entonces?

En las largas vigilias de su conciencia (en el desierto que el pensamiento hace alrededor, aunque se esté entre la multitud) eso le había angustiado y torturado tantas veces. Pero se recompuso. Sacudió la cabeza como si quisiera liberarse de un íncubo, y con su hermosa voz dijo:

– Satanás, ¿por qué me tientas? Créelo. El sacrificio tendrá su revancha y recogerá la cosecha que la sangre ha fecundado, incluso en el terreno más pedregoso.

– ¿Cuándo?

– No te preocupes, el día llegará.

– ¿Vendrá? Pero mi vida es ahora.

– La vida es eterna y nosotros reviviremos en aquellos que vendrán después.

– Esos son cuentos. Nacemos y morimos. ¿Por qué, entonces, entre la cuna y la tumba, para algunos solo hay alegría y para el resto tristeza?

Cristo quedó un instante pensativo. En otra época, hablaría de la gloria que espera a los hombres al lado del Padre; del reino de los cielos, cerrado a los pecadores pero abierto a los humildes y a los pobres de espíritu. Mas divinidad encarnada, arraigado en el Olimpo de los sueños, hombre constreñido a vivir la vida del hombre, se agitó durante mucho tiempo por rebeliones intempestivas y agrias contra el Padre que lo sabía todo, que lo quería todo, y que, pudiéndolo todo, permitía sin embargo que los seres y las cosas se torturaran mutuamente, solo para distraer su enojo eterno. ¿No se había señalado el destino del hombre desde el primer momento? ¿Por qué el mensaje de salvación, si el Bien y el Mal debían enfrentarse inútilmente, como estaba previsto, en el espacio y en el tiempo? Pero él, el Cristo, nunca renunció a su sueño personal de paz y amor.

Levantó la cabeza; sus ojos brillaban y una extraña fascinación irradiaba ahora de toda su persona. De pie, con los brazos abiertos y la frente alta, habló:

– Hermano, entra en ti mismo, desciende a lo más profundo de tu alma. En un rincón, el más profundo, hay un tesoro que vale por todos los tesoros. ¿Por qué te esfuerzas en ser lo que no eres? El odio te agita y te desespera; pero el amor está en ti. Está en todos los hombres, en verdad. Reniegan de él, los apetitos; las pasiones lo sofocan; pero su pequeña llama arde descuidada. Anímala con el soplo de tu voluntad y se convertirá en una llama purificadora. No te digo que te adaptes al mal y lo sufras. Pero tú quieres oponer violencia a la violencia. Es un desahogo, no una liberación. No se puede construir el edificio de la paz con arcilla ensangrentada. El mal te aplastará si lo refrendas. Hay que acabar con el mal negándose a hacerlo o a servirlo. Esto, créeme, requiere un heroísmo mayor que cualquier otro acto, pues no ofrece otra gloria en compensación que la íntima satisfacción de no haber sido arrastrado a los remolinos de la violencia y el crimen.

– ¡Lindas palabras!

– Hay que hablar como hermanos a los hombres cuyas mentes estén contaminadas por el error. Basta con apelar a su humanidad. La tranquilidad de todos presupone un estado de paz; no habrá paz mientras no haya justicia. Amigo mío, sé justo contigo mismo y con tu prójimo. No juzgues. Persuade. Deja en paz al opresor si no quieres ser oprimido.

– ¡Hermosas palabras!

– Esto debe ir seguido de obras, es decir, de buenas obras, obras coherentes animadas con el pensamiento.

– ¿Cuánto tiempo llevas predicando este evangelio?

– Casi dos mil años, y otros lo han predicado antes de que yo apareciera.

– ¿A cuántos has convencido?

– A muy pocos ¡Demasiado pocos, por desgracia!

– Así que ya ves, tu prédica es estéril.

– No es por el terreno, es por la falta de trabajadores de buena voluntad. ¿Quieres ser uno de ellos?

– No, no quiero ser uno de ellos. Me pides que renuncie a lo poco que aún puedo conquistar a cambio de una ridícula compensación. Compensación que no me quita ni una arruga, ni me ahorra un golpe. Moriste por nada y continúas tu apostolado en vano. Si yo no resuelvo nada, al menos me vengaré. Tú solo se creas gente resignada. Personas que esperan un milagro.

– Ese es su error. Los milagros no surgen espontáneamente. Hay que construirlos día tras día. ¿Quienes los construirán? Aquellos que están atormentados por la miseria y que, impotentes ante todas las vejaciones, tendrán que someterse o rebelarse, aunque rebelarse sea suicida. Que unan sus miserias; ¡Que se imponga una resistencia pasiva! Pero también es necesario abordar a los demás. Dondequiera que haya hombres de buena voluntad.

– Que lo demuestren, no añadiendo palabras a las palabras. Pero las horas pasan. Tienes tiempo para ti. No sé lo que me espera esta noche o mañana. Te dejo. Aquí hay algo de dinero.

– No lo quiero.

– Dáselo a la primera persona hambrienta que encuentres.

– El dinero corrompe. La redención debe realizarse mediante la palabra que ilumina.

– Me voy. Sin embargo, me gustaría ayudarte. ¿Por qué no vienes conmigo? Si no me detienen, tengo suficientes recursos para platicar un mes contigo. Comeremos algo y luego podemos ir juntos a pelear contra lo injusto.

– ¿Por qué no abandonas el auto? ¿Por qué no arrojas los billetes al viento? Cuando no sientas su peso, tu conciencia será diferente. Entonces, puros de espíritu, iremos a los lugares donde la gente sufre, para llevar palabras de esperanza.

– Nos mandarán al diablo.

– Entraremos a las casas de los ricos para reprocharles sus culpas

– Los guardias llamarían a la policía.

– ¡Veo que eres obstinado!

– Estoy decidido.

– Adiós, hermano; yo sigo mi camino; otros me escucharán.

– Yo también seguiré el mío. Antes de que me atrapen, entenderás lo que digo.

Los dos hombres estrecharon sus manos. Bonnot, a pesar de todo se sentía triste. Los ojos de Cristo se humedecieron. El auto encendió, y luego, bajo el impulso de su potente motor, avanzó.

Por el camino polvoriento que conducía a ciudades lejanas, Cristo reanudó su ardua marcha, seguramente hacia un nuevo Calvario.

Por la misma ruta, pero en dirección opuesta, hacia la inmensa ciudad, –donde cada noche Epulón celebra sus fiestas, mientras que, por las ruinas oscuras, vaga Lázaro, como un perro rabioso, azotado por la intemperie, vencido por el hambre– corría el automóvil gris, hacia la lucha sin cuartel del bandido ilegal contra los bandidos legales.

Después, ambos desaparecieron.

Uno predicando amor y resistencia pasiva al mal, en el tiempo en que este iba en aumento debido al delirio bélico. El otro, como lo había previsto, cercado en su refugio gastando su último cartucho, pisoteado y masacrado por el fanatismo nacionalista. Y en el mundo, la injusticia como antes, peor aún

¡Ah, si en vez de seguir caminos separados, estos dos hombres se hubieran unido y ayudado mutuamente! Si por otro camino, igual de fatigoso, el cansado caminante hubiera transformado la violencia desesperada del otro, ofreciéndole un objetivo más amplio que el fugaz e incierto”goce de vivir” del insurrecto individualista.

Si el otro hubiera apoyado la prédica de la fe, que mueve montañas solo si se ayuda de la fuerza, con el brazo potente que derriba obstáculos. Quizá hoy… ¿quién sabe?

Pero ambos volverán al mundo. Que en su próximo encuentro se entiendan y se asocien. Y que marchen juntos, sumando todos sus heroísmos por un nuevo camino. Con todas sus violencias y con todas sus bendiciones.

Destruyendo y sembrando al mismo tiempo.

Gigi Damiani

1927

Oprobio de toda Fe (La religión del “obrerismo”)

Para poder “esperar” algo de la clase trabajadora, se la idealizó hasta extremos de grotesco fideísmo, convirtiendo al obrero en una abstracción, depósito vacío colmado con destilaciones entusiásticas de romanticismo y metafísica.

Quienes así procedían, hallábanse asimismo poseídos por la esperanza, y muy pocas veces pertenecían a esa órbita del trabajo físico magnificada como redentora casi profética de la humanidad.

Por extraño que parezca, la mitificación de la Clase Trabajadora como Sujeto de la Historia, agente de la Revolución definitiva, verdugo de la necesidad y de la opresión, se sirvió desde el principio de conceptos religiosos, sutilmente desplazados. Había heredado del Cristianismo, al que sólo superficialmente combatía, una misma formulación de la esperanza. Predilectos los miserables, los pobres, los últimos de la fila, tanto del Cristianismo como del Marxismo, en ellos había que depositar toda la fe: estos últimos que serán los primeros, Clase Elegida, Salvadores de una especie humana hundida para unos en el Pecado y para otros en el Error y el Interés, se hallarían, lo sepan o no, en el verdadero camino liberador, generosos, solidarios, incorruptos, bienintencionados.

De su mano, por su lucha, el hombre arribaría a un Paraíso que la ideología comunista bajó de los Cielos casi intacto. Los hombres serían allí como ángeles, felices y satisfechos. En la base de esta esperanza de un Paraíso, que cuenta ya con su orfebre, se halla siempre la identificación (en el “aquí-y-ahora”) de un Valle de Lágrimas odioso e insoportable, hecho para el Marxismo de fábricas inmundas, patrones despiadados, estómagos vacíos, cerebros confundidos…

Si para el Cristianismo eran las tentaciones, el vicio, las seducciones de la carne, la obra de Satanás, lo que alejaba al hombre de Dios y de su salvación; para el Marxismo serían las falsas conciencias, las ideologías, las mistificaciones, la obra de la Burguesía y de su Estado, lo que distraería al obrero de su misión histórica, obstruyendo la progresión hacia ese Reino de la Libertad sito al final de los tiempos. Embotados de esperanza, los sentidos de estos profetas no percibían el mundo tal y como era, no captaban al hombre de carne y hueso, nada atisbaban de una realidad más ramplona, más ligera, más sencilla.

Como el obrero que asomaba por las calles cada mañana no coincidía con el diseñado para sostener su esperanza de Otro Mundo, considerábanle mixtificado, manipulado, embrutecido, alienado. Cabía esperarlo todo de él, pero cuando llegara a ser él mismo. Se requería así un trabajo de educación, de casi evangelización, de adoctrinamiento, encargado a una “minoría consciente” detentadora de la Verdad y experta en “deshacer” ideologías, espejismos, patéticas ilusiones, arterías de “Satán-El Capital”.

Sindicalistas lo mismo que sacerdotes, dirigentes de partido como jerarcas de la Iglesia, afiliados tal misioneros, simpatizantes-creyentes, se esforzaron entonces en que el Obrero volviera a ser el que de hecho, y a pesar de las apariencias, siempre había sido, y siguiera el camino que no seguía pero que, en el fondo de sí mismo, sabía que debía seguir. En su desnudez, sin mistificaciones, consciente de sí mismo y de cuanto lo erigía en miembro de una clase, el obrero era “bueno” y deseaba Lo Mejor para sí y para los demás. La “bondad’, concepto cristiano, se instalaba de ese modo en el corazón del pensamiento comunista, si bien de forma no-declarada. Y también se enquistaba allí la patraña del “amor”, llamado ahora “solidaridad’. “Amando al prójimo tanto como a sí mismo”, hermano de todos los que, como él, sufrían y eran explotados (es decir, habiendo adquirido “consciencia de clase”), el obrero bondadoso destruiría todo lo que convierte el mundo de los hombres en un Valle de Lágrimas…¡Menuda embriaguez de esperanza! ¡Qué hartazgo de religiosidad! ¡Vaya un derroche de fe!

Mi amigo Basilio, pastor analfabeto, sabe que, mirados de cerca, los obreros ya no son el polo opuesto de los empresarios: el sueño de muchos de ellos radica precisamente en montar un negocio, con empleados bajo sus órdenes. Sabe que, dentro de la esfera reducida de su poder, llegan a ser terribles, tiranos y explotadores -de sus mujeres, de sus hijos, de sus compañeros más débiles. Con sus votos (esto lo ignoraba el pastor, aunque me dice que “puede que sí, qué me sé yo”) los obreros entronizaron el fascismo. Desearon a Hitler como caudillo.

Basta con haber sido obrero para reconocer que la subjetividad proletaria no cobija, ni en el corazón ni en el cerebro, el ideal abstruso de la Emancipación; que le es extraña, ajena, odiosa, la ética de la Solidaridad -descubre más bien una amenaza, algo parecido a un enemigo, en las víctimas de la pobreza profunda y de la marginación: gentes del Sur, razas oprimidas, minorías discriminadas,… Basta con haber trabajado entre trabajadores para admitir que éstos no desean destruir el Capitalismo, sino instalarse mejor en su seno, individualmente, luchando sin clemencia unos contra otros. Y saben muy bien lo que quieren, sin necesidad de que nadie se lo diga; sólo que no anhelan nada sublime.

No están engañados, mixtificados, alienados: son, simplemente, así. La mixtificación y el engaño residen, por el contrario, en la óptica de quienes los imaginan de otra manera. La esperanza que los atenaza es más concreta, terrenal de lado a lado, y múltiple: poseer más cosas, estar más arriba, llegar más lejos… Ni uno solo de ellos cree de verdad que le incumbe, como miembro de una clase, contribuir a una gigantesca tarea histórica liberadora. No cabe esperar nada de los trabajadores, salvo lo que cada uno de ellos espera de sí mismo. Si la desesperación no lleva a ninguna parte, las esperanzas materiales de los asalariados de este mundo tampoco. Y las esperanzas altruistas de esas minorías inebriadas de idealismo encierran a sus esclarecidos sustentadores en las galeras sin destino de una existencia estrictamente religiosa, monjil o pastoral.

El Valle de Lágrimas no es un valle, sino un desierto. Desierto de arena, polvo que arrastra el viento. Cada día de un hombre está hecho de cientos de paraísos y cientos de infiernos, unos dentro de otros, astillados éstos de aquellos, perdidos todos en la selva de las horas… La mixtificación o no existe, o es total y afecta también al campo del denunciante. La lucha contra la tiranía, contra la explotación, no augura el fin del horror, sino su remodelación, nuevas maneras de atar y usar a los hombres.

Y, hoy por hoy, no halla sus agentes mejor armados en el mundo del salario. Podría defender que el Comunismo es preferible al Capitalismo, y que allí donde arraigó dignificó inmediatamente la vida de las poblaciones, pero al precio de apuntar sin demora que se trata también de un sistema opresivo, execrable. ¡Y claro que lo prefiero al Capitalismo! Militaría en todas las insurrecciones sin esperar nada de ninguna. “No simpatizo con la clase trabajadora porque no lucha”: al decir esto me dejo capturar por alguna forma de esperanza, lo sé.

Pero no simpatizo con los obreros. De familia trabajadora, los conozco. Habiéndolo sido, los temo. Me dan miedo los obreros, menos que los funcionarios pero casi tanto como sus patronos. Como privilegio, la desesperación absoluta sitúa al hombre fuera del mundo laboral, extirpa el quiste de obrerismo que llevamos dentro. Desesperado, no se trabaja. Hay un deje aristocrático, elitista, en mi escritura; soy consciente de ello. No temo a Basilio, el más noble, verdadero aristócrata.

Si un hombre se sitúa al margen del burdel de los empleos y, habiendo escapado del salario, vive sin afectar a los demás, ese hombre es más que un rey, reina sobre sí mismo. Nadie depositará en él la menor esperanza, pues sólo sirve a la causa de su persona -una causa muy sencilla, que todos los reyes envidiarían si no los hubiera coronado la necedad y la violencia: comer, beber, hacer cosas con las manos, fornicar a menudo, no soñar jamás despierto, dormir sin sobresaltos…

Pedro García Olivo

Ningún acto de revuelta es inútil

La lucha de clases existe en todos los actos de revuelta individuales y colectivos en los se recuperan pequeñas porciones de vida, o pequeñas porciones de los aparatos de dominación y explotación son obstruidas, dañadas o destruidas. En un sentido significativo, no hay actos aislados de revuelta. Tales actos son todos respuestas a la situación social, y muchos conllevan algún nivel de complicidad implícita, indicando un nivel de lucha colectiva.

Consideremos, por ejemplo, la organización espontánea, y mayormente silenciosa, del sabotaje del proceso de trabajo y la reapropiación de bienes que ocurre en muchos lugares de trabajo; esta coordinación informal de la actividad subversiva llevada a cabo en el interés de cada individuo implicado es la mejor concepción anarquista de la actividad colectiva, porque este tipo de colectividad existe para servir a los intereses y deseos de cada una de las individualidades implicadas en la reapropiación de sus vidas, y lleva en su interior una idea de formas diferentes de relacionarse libres de explotación y dominación.

Pero incluso actos de revuelta aparentemente solitarios tienen aspectos sociales y son parte de la lucha general de las explotadas. Tanto por esta razón, como por el sentido personal de gozo y satisfacción que el/la individuo/a encuentra en tales actos, es necesario reconocer que ningún acto de revuelta es inútil.

El Capital, el Estado y sus aparatos tecnológicos constituyen un orden social mundial de dominación. Es por tanto necesario para las luchas rebeldes de los individuos confluir para crear la revolución social. Dado que, incluso, los actos individuales de revuelta tienen un aspecto social, y son a menudo más colectivos en su naturaleza de lo que aparentan, debido a la complicidad implícita, un desarrollo así no es tan inverosímil al presentarse las circunstancias apropiadas. Pero para ser más claro, no estoy hablando de esperar hasta que tengan lugar las circunstancias apropiadas para actuar (una excusa demasiado frecuente para la pasividad), sino aprovechar la oportunidad en la práctica continua de revuelta para llevarla más lejos, en cuanto se pueda.

La revolución social es una ruptura con nuestro actual modo de existencia, una convulsión de las relaciones y condiciones sociales en la que se viene abajo el funcionamiento de las instituciones políticas y económicas. Tal como lo veo, el objetivo de las anarquistas en esta situación es luchar por la completa destrucción de estas instituciones -el Estado, la propiedad, el trabajo, el intercambio de mercancías, la tecnología de control social, toda institución de dominación- con el fin de abrir el campo de posibilidades para la autoorganización.

Por tanto, el proyecto revolucionario es esencialmente negativo y destructivo. Nuestro objetivo no es crear contra-instituciones para reemplazar al Estado y al Capital, sino poner fin a la actual situación global en la que unos pocos determinan las condiciones bajo las que viven todas, de forma que todo individuo sea libre para crear la vida a su antojo en asociación con quien elija. Por tanto, esta no es una lucha política, un intento de poner en vigor un programa político, sino una lucha social. Un movimiento que se opone a toda jerarquía y liderazgo no debería ofrecer modelos para una sociedad post-revolucionaria. De hecho, idealmente, no habría un “después de la revolución”, sino una tensión continua de posibilidades en expansión, una fluidez de relaciones sociales y asociales que rechazan cuajar en instituciones y que en su lugar se concentran en la creación de deseos, intereses, proyectos y pasiones siempre basados en el rechazo consciente a ser dominadas.

Por ello, me refiero a una transformación total en todos los niveles de existencia, que nunca acaba, un salto hacia la libertad desconocida que no ofrece garantías, excepto aquellas que puedan encontrarse en la resuelta determinación de cada individuo a no ser nunca más gobernado.

Revista Willful Disobedience. Volumen 3. Número 2

¿Ahora a dónde? Algunos pensamientos sobre la creación de la anarquía

 

“Cualquier sociedad construida tendrá límites. Fuera de los límites de cualquier sociedad los insumisos y heroicos vagabundos deambularán con sus pensamientos salvajes y vírgenes…proyectando nuevos y terribles estallidos de rebelión”

Renzo Novatore

 

Siento que es imposible que exista alguna sociedad en la que pueda encajar, pues sin importar la forma que adopte la sociedad, yo seré un rebelde. A veces, esto me llena de la alegría de los “insumisos y heroicos vagabundos” que refiere Renzo Novatore, pero a menudo también me hace sentir bastante solo y aislado.

Ahora vivo en una “sociedad”, en una situación en la que los roles son usados para reproducir las relaciones sociales. ¿Será que la forma en que nos relacionamos cuando estamos por fuera de la armadura social también reproduce las relaciones sociales? Yo avizoro un mundo en el cual podamos vivir nuestras vidas plenamente, como seres únicos y salvajes, moviéndonos libremente por dentro y por fuera de las relaciones con los demás, tanto como nuestros deseos nos motiven. Nunca construyendo estructuras para formalizar relaciones, lo cual es la “sociedad”. Únicamente en un mundo de ese tipo es en el que imagino podré sentirme en casa. Pero en realidad no sé cómo podría ser creado ese mundo.

Muchos de mis amigos no estarán de acuerdo en mi perspectiva sobre la sociedad, pero todas estamos de acuerdo en que queremos crear formas de relacionarnos que sean radicalmente diferentes a lo que nos ofrece la sociedad autoritaria y capitalista del presente. Todos nosotros, parece, tenemos la  incertidumbre sobre cómo podemos destruir ésta sociedad, además de aprender a relacionarnos libremente. Es claro que necesitamos examinar lo que consideramos nuestra práctica radical.

He escrito artículos y volantes. No tengo ilusiones sobre la naturaleza radical de estos proyectos. Estos perpetúan ciertos tipos de relaciones sociales alienadas, y estoy plenamente consciente de ello. Pero escribo con la esperanza de inspirar algo mas allá. Espero que la singularidad de mis escritos alcance a otro individuo único, permitiéndonos romper la pared de las palabras escritas y tal vez encontrar y crear proyectos juntos. Esto no ha pasa a menudo, de todas formas, la relación social de la palabra impresa se mantiene intacta.

En las circunstancias actuales, el fraude y el robo son formas de sobrevivencia, en cierto modo, radicales. Estas pueden envolver elementos de juego y aventura que no se encuentran en los trabajos ordinarios, pero son básicamente formas para desarrollarnos por nosotras mismas en la sociedad, y, en cierto sentido, sería un trabajo. De todas formas, a pequeña escala, el robo ayuda a sabotear la mercancía, debido a que se toma algo sin pagar por ello. Pero la necesidad de hacerlo en secreto limita los elementos para la critica radical. Lo más radical del fraude y el robo (así como en las okupas lo es el buscar cosas en la basura o recoger desechos de la agricultura) es que reducen drásticamente nuestra necesidad de trabajar y liberan nuestro tiempo para realizar cosas que valgan la pena. Pero por sí mismas, son sólo tácticas de sobrevivencia.

El vandalismo y el sabotaje atentan contra la propiedad y, por tanto, contra la sociedad. Pero, como la mayoría de la gente los emplea, son sólo ataques limitados. A lo más, tan solo reacciones de actos particularmente ofensivos de la autoridad. La extensión de la critica puede ser fácilmente silenciada por su adherencia a algún tema particular, recuperándolo para la sociedad. De todas formas el vandalismo y el sabotaje son ataques activos contra la sociedad, que en algunas ocasiones pueden dañar efectivamente algunos de los proyectos del Capital. Aunque la mayoría de las veces sólo expresen el lado destructivo de la rebelión anárquica.

Todas éstas actividades valen la pena como parte de nuestra rebelión en contra de la sociedad, pero todas son limitadas. Ninguna de ellas nos lleva más allá del contexto societario. Cada una de estas actividades son, al menos parcialmente, creadas por la sociedad como reacción en su contra. Estas no nos liberan de la sociedad, ni amplían lo que es único en nosotras. Tan solo nos colocan al filo de ella (que ciertamente es el lugar mas libre y disfrutable que puede haber dentro de la sociedad), y eso no es suficiente para aquellos de nosotros que queremos vivir nuestras vidas hasta el límite.

“No a las márgenes que colapsan.

No a los márgenes que caen.

Pero al centro está…creciendo”

En tanto creamos nuevas formas de relacionarnos (formas que acrecientan nuestra individualidad única, no los roles sociales) es necesario no solamente reaccionar contra la sociedad, al hacer de la marginalidad el objetivo central de nuestro actuar. Lo que nos es único debe ser central en nuestra actividad; los deseos propios, las pasiones, las relaciones, y experiencias. Esto implica una concepción radicalmente diferente de la revolución, que algunos comunistas y anarquistas ortodoxos centran en “las masas”. Ni la clase trabajadora, ni la actividad humana común puede crear la revolución de la que estoy hablando. La rebelión del individuo en contra de los obstáculos de la sociedad (en contra de los procesos de domesticación) son la base desde la cual el proyecto revolucionario tiene que crecer. Cuando los actos de rebelión de un número de individuos coinciden y pueden abrazarse entre ellos, entonces es posible que estos individuos conscientemente actúen juntos, de ésta forma son semillas de una revolución que puede liberarnos como individuos únicos y salvajes, de espíritu libre. Pero ¿qué significa esto a nivel práctico?

El ser nosotras mismas el centro de nuestro actuar significa relacionarnos con la sociedad, y el relacionarnos los unos con los otros en nuevas formas. Cuando comenzamos a vivir en términos de nuestros deseos y experiencias propias, de nuestras pasiones y relaciones, nos encontramos con nosotras mismas en permanente conflicto con la sociedad. En tanto la sociedad depende de la estructura y el orden, y lo que nos es único a nosotros es caótico e impredecible, entonces tenemos ventaja en esta lucha. Podemos estudiar a la sociedad, aprender algo sobre como funciona y como se protege a si misma -evitando el caer en roles sociales y patrones predecibles- nuestras acciones parecerán venir de ningún lado, aunque causen estragos en nuestros enemigos. Negándonos a cumplir con los roles sociales establecidos, rechazando el tener que pagar por las cosas o trabajar para sobrevivir, no aceptando reglas de etiqueta, ni protocolos, es un buen comienzo. Bromas espontáneas (o aparentemente espontáneas) y representaciones radicales -no atribuidas a payasos, compañías teatrales u otras entidades sociales- pueden exponer la naturaleza de la sociedad e inclusive crear una situación en la cual la vida libre y la mera existencia ofrecida no pueda ocultarse. Acciones de expropiación, vandalismo, y sabotaje salidas de nuestros propios deseos, en vez de ser una mera reacción de atrocidades sociales, serán mas impredecibles y mas frecuentes. Nuestra violencia contra la sociedad chocará como un trueno, impredecible, con la intensidad de nuestro deseo de vivir nuestras vidas plenamente.

Pero para poder pelear inteligentemente contra la sociedad se requieren conocimientos y habilidades. La sociedad, al ponernos dentro de roles sociales, limita nuestros conocimientos y habilidades, por eso necesitamos compartir ésta información. Libros y artículos pueden ser de ayuda, aunque estos están abiertos al escrutinio publico, incluyendo el de las autoridades. Lo que hace que nuestras actividades sean predecibles, y a nosotras nos deja más vulnerables. Por tanto, es necesario crear vías para compartir el conocimiento generado de nuestras relaciones actuales como individuos únicos.

Esta necesidad por compartir habilidades coincide con nuestro deseo de vivir la vida plenamente, y el disfrutarnos las unas a los otros como seres únicos y salvajes, haciendo de la exploración de nuevas vías de relacionarnos una necesidad inmediata -no algo que deba postergarse hasta “después de la revolución”. Cada uno de nosotros es único e impredecible. Habiendo sido educados, toda nuestra vida, para relacionarnos dentro de roles sociales, en vez de hacerlo como lo que somos en realidad; seres únicos. Debemos apoyarnos en nuestra imaginación para crear nuevas formas de relacionarnos, no basándonos en moldes preestablecidos ¿podría ser de alguna otra forma, cuando no queremos crear nuevos roles sociales? Las ideas que comparto son tentativas, un llamado a explorar dimensiones desconocidas, invitación para aventurarnos en tanto cumplan nuestros deseos y nos expandan como individuos únicos. En sí, no hay nada revolucionario en éstas exploraciones. Se convierten en revolucionarias solo en conjunción con la resistencia consiente y activa respecto a la sociedad -el reconocer que nuestra unicidad y libertad como individuos está en conflicto con esa sociedad, y que debemos destruirla para liberarnos plenamente.

En años recientes, he reflexionado mucho sobre cómo explorar nuevas vías para relacionarnos. Estas exploraciones necesitarían estar basadas en los deseos únicos de cada individuo y cubrirse con la confianza mutua. En un comienzo mis pensamientos estuvieron centrados, principalmente, en algún tipo de sitio rural/natural que correspondiera con una vida relacionada a proyectos de espontaneidad, sin implicaciones con la economía, y que involucraran resistencia a la domesticación y a la autoridad. Entre más pienso en esto, me parece que dicho proyecto comprometería mis auténticos deseos -y muy probablemente recrearía la sociedad, a pequeña escala, con individuos repitiendo roles sociales, en lugar de entablar relaciones sobre la base de la unicidad.

Cuando la gente se reune teniendo como base los deseos únicos de cada cual, además la confianza mutua, su unión será, por su naturaleza, muy transitoria. Los individuos vendrán y se irán tal como lo deseen, y participaran en la forma que ellos quieran. Esto hace que la situación establecida sea temporal. Recientemente, me he dedicado a vagabundear. Disfrutaría el compartir ésta vida junto con amigos y amantes que quisieran también vagar. Seriamos un festival ambulante de rebelión y sorpresas. Digo un festival, y no una tribu o una banda, debido a que lo único constante sería el compromiso de cada individuo por vivir plenamente, y luchando contra lo que lo impida; individuos por sí mismos llegando y retirándose a voluntad. Las actividades de sobrevivencia pueden incluir la recolección en la naturaleza, el robo, los fraudes, el compartir regalos con amigos y el aceptar regalos de gente que aprecie cualquier actuación callejera -expresiones publicas de nuestro comportamiento lúdico y creativo- que hagamos. Podemos compartir habilidades y conocimientos con amigos que visitemos, creando una red informal para diseminar el conocimiento y las habilidades entre aquellos en los que confiamos. Los actos de vandalismo, sabotaje y otros ataques contra la sociedad serán mas sencillos en tanto no permanezcamos en esos lugares, adquiriendo un aspecto de invisibilidad. En éste vagar, esperaría pasar mucho tiempo en lugares salvajes. Quisiera explorarlos y llegar a conocerlos bien. Los lugares salvajes son ideales para destruir ésta sociedad. Estos encuentros podrían proveernos de otros medios para compartir conocimientos y habilidades, así como el ser mucho más divertidos.

Tal como expuse arriba, por sí mismas, estas ideas no son revolucionarias. Vagabundos, gente rara, personas del arcoiris y otras más han vagado, pero sin la consciencia de la guerra de la sociedad contra el individuo de espíritu libre. Estamos en guerra, pero no estamos peleando por el Poder. No necesitamos construir ejércitos para derrotar a los poderes que existen; necesitamos hacernos salvajes, de espíritu libre, individuos únicos cuya violencia salga del deseo por vivir la vida sin límites, y así derrotar al Poder. Los festivales ambulantes de espíritus libres pueden incorporar esta actividad destructiva, posiblemente con más fácilidad que grupos mayor organizados y previamente definidos.

Ya he afirmado que éstas son sugerencias tentativas, ideas a ser tratadas y probadas. Estoy cansado de sentirme aislado por rechazar sacrificarme a los roles sociales. Quiero explorar nuevas formas de relacionarme que vayan más allá de esos roles, y que refuercen la unicidad de cada uno de nosotros. Pero mas que eso, quiero explorar activamente estas ideas en la practica y compartir estas exploraciones con personas amigas y amantes. En tanto podamos parar de estar en los márgenes de la sociedad y, cada uno, como seres únicos y salvajes, convertirnos en el centro de un proyecto insurreccional que pueda destruir a la civilización y crear un mundo en el cual podamos vivir libremente, relacionarnos para crear tal como nuestros deseos únicos nos muevan. Nos convertiremos, para citar a Renzo Novatore, otra vez, “en una sombra eclipsando cualquier tipo de sociedad que pueda existir bajo el sol”.

 

Feral Faun