¿Es Israel el enemigo absoluto? ¿Un cáncer que hay que erradicar a costa de matar a gran parte de quienes viven ahí? ¿Y expulsar a quienes permanezcan? Nadie admitiría explícitamente que aboga por el genocidio de habitantes israelíes.

Sin embargo.

Los movimientos «radicales» salen a las calles desde hace meses blandiendo banderas palestinas y coreando el lema «Desde el río hasta el mar, Palestina será libre». Esta consigna tiene un significado inequívoco.

Sin embargo.

Estos movimientos también están animados por grupos y personas que, en otros contextos, luchan cada día por la universalidad de la libertad, la igualdad y la justicia social.

Una consigna similar a «Desde el río hasta el mar» es utilizada por los nacionalistas israelíes de derecha que quisieran anexarse permanentemente Cisjordania y Gaza.

Quien diga esto, palestino o israelí, espera el genocidio de todos los israelíes o de todos los palestinos.

Quien lo pronuncia tiene un enfoque exquisitamente esencialista, porque considera a todos los individuos, a todos los grupos sociales, a todas las mujeres, a todos los hombres y a todos los niños enemigos que deben ser destruidos, investidos de una culpa colectiva, la de existir y ser diferentes. Un planteamiento similar al de Arnaud Amaury durante la cruzada contra los cátaros, que respondió a un soldado que le preguntaba cómo distinguir a los herejes: «Mátalos a todos. Dios reconocerá a los suyos.»

Alguien podría fácilmente objetar que hoy es Israel quien intenta matar y ahuyentar a todos los habitantes de la Franja de Gaza. Y, de forma más lenta pero segura, también está llevando a cabo una limpieza étnica en Cisjordania.

Sin duda. Es un horror que no ha disminuido desde que, en una escala numéricamente menor, las tropas palestinas masacraron, violaron y torturaron a más de mil doscientos israelíes. El ataque del ejército israelí, que comenzó inmediatamente después de la masacre del 7 de octubre, ha provocado decenas de miles de muertos y transformó gran parte del territorio de Gaza en un montón de escombros.

Los fascistas sectarios que gobiernan en Israel y los fascistas sectarios que gobiernan en Gaza tienen el mismo objetivo. Matar a tantos habitantes como puedan y ahuyentar a los demás.

Unos tienen los medios para hacerlo. Otros no.

Ambos gozan de un fuerte apoyo, con una diferencia sustancial. Estados Unidos, aunque impaciente con las políticas del gobierno israelí, mantiene su apoyo político y militar. Los países árabes y musulmanes de la zona, aunque formalmente propalestinos, no mueven un dedo a favor de la población de Gaza.

Pregunta. ¿Es legítimo suponer que todos los israelíes aprueban las políticas de «su» gobierno?

Pregunta. ¿Es legítimo suponer que todos los palestinos aprueban las políticas de «sus» gobiernos?

¿Son estas preguntas retóricas? Lamentablemente no. Carteles, consignas, documentos del movimiento que en nuestro país apoya la «resistencia palestina», identificado con quienes perpetraron las masacres del 7 de octubre en Israel, describen al país como carente de oposición a la ocupación militar y al genocidio de los habitantes de Gaza.

Sin embargo.

Hay testimonios, llamados a la solidaridad que demuestran una oposición concreta a las políticas del gobierno israelí. No menos importante es el caso de insumisos que rechazan a los militares y las masacres y corren el riesgo de ir a prisión.

Incluso en Gaza y Cisjordania hay voces críticas hacia Hamás y sus aliados: son voces débiles, pero están ahí. No hay rastro de ello en documentos de los partidarios de la «resistencia palestina».

En los mismos documentos no hay rastro de crítica a Hamás, a pesar de ser una organización confesional, cuya policía secreta, además de investigar y procesar a periodistas y opositores políticos, también tiene tareas disciplinarias morales.

Sin embargo.

En diciembre de 2023, dos meses después del inicio de los bombardeos israelíes, se produjeron protestas en el sur de la Franja contra Hamás, acusándolo de acaparar alimentos y medicinas para revenderlos a precios elevados.

Los movimientos en Israel que impugnaron la reforma judicial deseada por el gobierno de Netanyahu recibieron buena cobertura mediática por parte de los medios italianos.

Las protestas contra Hamás y sus dirigentes que, en el mismo período, sacudieron la Franja de Gaza tuvieron mucha menos importancia.

En el verano de 2023, miles de jóvenes salieron a las calles, especialmente en el sur de la Franja, para protestar por la electricidad y contra la corrupción, poniendo en entredicho al propio Haniyeh, líder político de Hamás.

Es muy conveniente para el gobierno israelí y quienes lo apoyan mantener que la población de Gaza se identifica completamente con su gobierno. Parece legítimo preguntarnos por qué la mayoría de los movimientos que luchan para detener las atrocidades israelíes no quieren dar el énfasis que merece al hecho de que el consenso en torno a Hamás y su liderazgo está lejos de ser unánime.

Miremos el contexto: en una zona muy pequeña, semidesértica, con recursos hídricos muy limitados, aplastada por años de cierres y embargos, con una densidad de población muy alta y una tasa de desempleo alarmante, la supervivencia de la población depende sobre todo de la ayuda exterior. Además de Naciones Unidas, fue fundamental Qatar, una petro-monarquía que apoya a los Hermanos Musulmanes en el Mediterráneo Oriental, en el Magreb, en el Mashrek y en Europa. Huelga decir que el apoyo de Qatar no llega directamente a la población, sino que está dirigido a Hamás. Hamás distribuye caridad islámica a quienes cumplen con los preceptos y directivas de la organización.

De esta manera, especialmente en Gaza, la población palestina, la más laica del Mediterráneo oriental, ha ido avanzando progresivamente hacia posiciones fundamentalistas islámicas.

Israel, con un maquiavelismo digno de mención, inicialmente favoreció el crecimiento de Hamás, apostando que la transición al extremismo islámico reduciría las simpatías por el nacionalismo palestino. Un error de perspectiva bastante grave.

En el mismo período, también en Israel, la alianza entre Likud y los partidos religiosos desplazó el eje político de la política institucional hacia una perspectiva fundamentalista judía. Hamás pretende aniquilar a todos los israelíes, la derecha religiosa israelí pretende aniquilar a todos los palestinos.

¿Hemos llegado a un punto sin retorno? Esperamos que no. Pero, sobre todo, intentemos investigar las grietas para tender hilos de solidaridad activa a quienes, en todas partes de esa zona, se mueven en una perspectiva internacionalista y libertaria. No se debe conceder ninguna indulgencia a los fascistas teocráticos israelíes y, con la misma fuerza, se le debe negar a los fascistas teocráticos de Hamás.

Asamblea Antimilitarista Torino

Fragmento del folleto “Tramandare il fuoco. Per un approccio libertario alla questione palestinese. Una critica a essenzialismo e nazionalismo.”