Una cuestión de privilegios

En estos días, entre los círculos anarquistas se habla mucho de privilegios. El “privilegio masculino”, el “privilegio de la piel blanca”, el “privilegio del primer mundo” y frases similares aparecen regularmente en las discusiones, pero sin un análisis real que las respalde, como si todos entendieran exactamente lo que significan. De hecho, no es tan difícil entender el significado de estas frases. Su clara implicación es que si la opresión y explotación que se experimenta en esta sociedad no es tan intensa como la que otra persona sufre, entonces se tiene un privilegio en relación con esa otra persona. Pero tal concepción de privilegio es inútil desde una perspectiva anarquista y revolucionaria. Solo tiene significado en relación con el concepto reformista de igualdad ante la ley, que es siempre igualdad de explotación y opresión. Para quienes no tenemos ningún interés en los derechos, sino que queremos la libertad de determinar nuestras propias vidas y, por lo tanto, encontrar la única igualdad que merece la pena perseguir -que es la igualdad de acceso a todo lo que es necesario para determinar las condiciones de nuestra existencia- es decir, para quienes la destrucción del orden social y la transformación revolucionaria de la realidad son los primeros pasos esenciales para apropiarnos de nuestras vidas, debe desarrollarse un concepto de privilegio muy diferente.

Vivimos en una sociedad de clases. Esto ha sido así porque la acumulación de riqueza y poder en unas cuantas manos ha dado lugar al Estado y al Capital. Los pocos que gobiernan determinan las condiciones bajo las cuales todo existe, institucionalizando relaciones sociales que mantienen y expanden su control sobre la riqueza y el poder. La clase gobernante estructura estas relaciones de tal manera que la supervivencia de las clases explotadas depende de que continúen participando en la reproducción de estas relaciones, garantizando así la continuidad de la sociedad de clases. Por lo tanto, se puede decir que la clase gobernante estructura las relaciones sociales de tal manera que la reproducción continua de la sociedad siempre privilegiará a la clase dominante y a sus necesidades. En cualquier sociedad de clases, es decir, en cualquier sociedad en la que existan el Estado y la economía, realmente solo la clase dominante tiene privilegios.

Pero la clase dominante no se impone a una población pasiva. La historia de la sociedad de clases es siempre la historia de la lucha entre clases, la historia de los explotados que intentan ganar su vida y las condiciones sociales para determinarse a sí mismos. Por lo tanto, está en el interés de la clase dominante el estructurar las relaciones sociales de tal manera que se creen divisiones dentro de la clase explotada nublando su comprensión de la naturaleza de su lucha y de su enemigo. La clase dominante logra esto a través de varias instituciones, identidades e ideologías como nación, raza, género, ocupación, sexo, etc. No es difícil ver cómo la clase dominante usa estas estructuras para sus propios fines. Impone a la gente categorías sociales específicas, determinando “privilegios” definidos en términos de tales categorías. Quienes otorgan una categoría definen sus vidas en sus términos, que no es lo mismo a tener privilegios. Esto se vuelve especialmente claro cuando alguien que no pertenece a la clase dominante rebasa sus límites. Sus supuestos privilegios pueden desaparecer instantáneamente. Además, estos “privilegios” otorgados por el orden imperante, a través de categorías sociales, a las personas explotadas en realidad no son más que la disminución en la intensidad de explotación y opresión experimentadas por estas personas. Por ello, es menos probable que los hombres sean acosados sexualmente que las mujeres, además tienden a recibir mayor compensación monetaria por el mismo nivel de explotación laboral. Los blancos son menos propensos a ser acosados por la policía, también es menos probable que se les apliquen largas condenas en prisión como a las personas no blancas, incuso les resulta más fácil conseguir un empleo. Los heterosexuales generalmente no tienen que preocuparse por golpizas, o ser excluidos, a causa de su atracción sexual. La lista podría continuar, pero creo que el punto está claro. Todos estos supuestos privilegios no son más que una relajación mínima de las condiciones de explotación experimentadas en estas categorías sociales específicas. Su intención es convencer a las personas que tienen más en común con los explotadores que con aquellos que no poseen sus mismos privilegios, o sea, persuadir que el verdadero enemigo no es la clase dominante, sino quien tiene un nivel de explotación menos intenso.

Bajo esta luz, que los moralistas reconozcan el privilegio propio y renuncien a él no tiene sentido. No sirve para nada en la implementación de un proyecto revolucionario dirigido a destruir toda norma. Como hemos visto, los denominados privilegios, enumerados por radicales en su mea culpa, no son más que medios para construir identidades sociales que sirven a la clase hegemónica para producir divisiones artificiales entre quienes explota. Entonces, si deseamos echar a andar un proyecto revolucionario que destruya toda norma y privilegio, nuestra tarea no será renunciar a algún privilegio fantasma que nunca ha sido realmente nuestro, sino exponer y accionar más allá de las identidades artificiales que sofocan nuestra individualidad y nos paralizan en la batalla contra el orden establecido. Como en realidad la clase dominante es la única que tiene privilegios, la destrucción de privilegios solo ocurrirá cuando destruyamos toda norma.

Wolfi Landstreicher

 

Amabilismo

Amabilismo: tendencia más o menos codificada socialmente, de afrontar la realidad en términos dependientes de si los otros se comportan cordialmente; tiranía del decoro que impide pensar o actuar por uno mismo; modo de interacción basado en la ausencia de juicio crítico o autonomía.

Todes preferimos lo amistoso, sincero, agradable, amable. Pero en un mundo de miserable dominación, que debería provocarnos re-examinar todo radicalmente, lo amable puede ser lo falso.

La cara del dominio es frecuentemente amable, culturizada. Auschwitz viene a la memoria con sus gestores, que disfrutaban de Goethe y de Mozart. De forma similar, no fueron monstruos con aspecto demoníaco los que construyeron y lanzaron las bombas atómicas, sino amables intelectuales liberales. De la misma manera, considerando a aquellos que están virtualizando la vida, y quienes son los principales participantes de este orden podrido, tal como el amable-hombre-de-negocios (por cuenta propia o ajena) que es la columna vertebral de una existencia cruel de trabaja-y-compra, ocultando sus verdaderos horrores.

En casos de amabilismo se incluyen los pacifistas, cuya ética de la amabilidad les coloca, una y otra vez, en estúpidas y ritualizadas situaciones de no-ganar. Como Earth First[1] que rechaza enfrentarse a sus prejuicios ideológicos en lo alto de su organización. O Fifth Estate[2], cuyas importantes contribuciones corren el riesgo de ser eclipsadas por el liberalismo. Todas las causas parciales, desde el ecologismo hasta el feminismo, y toda la militancia a su servicio, son sólo maneras de evadirse de la necesidad de una ruptura cualitativa con el sistema.

Lo amable como perfecto enemigo del pensamiento táctico o analítico: sé afable, no dejes que tener ideas radicales influya en tu comportamiento social. Acepta los métodos pre-fabricados y los asfixiantes límites cotidianos. La respuesta condicionada a “jugar dentro de las reglas” —las reglas de la autoridad—, es la verdadera quientacolumna que tenemos dentro.

En el contexto de una vida social impuesta, que exige lo drástico como respuesta mínimamente saludable, el amabilismo se vuelve más y más infantil, conformista y peligroso. No puede otorgarnos alegría, sólo más rutina y aislamiento. El placer de la autenticidad existe sólo contra la raíz de esta sociedad. El amabilismo nos mantiene a todas y a todos en nuestros papeles impuestos, reproduciendo dócilmente todo cuanto supuestamente aborrecemos. Dejemos de ser amables hacia esta pesadilla y hacia todos aquellos que nos mantienen en ella.

Revista Insurrection


[1] Organización anarco-ecologista que realiza acciones no-violentas.

[2] Publicación anarquista estadounidense.