“Los humanos son una enfermedad. Son el cáncer de este planeta. Son una plaga. Y nosotros somos la única cura”
(Agente Smith-Matrix)
En su momento ya bosquejamos una crítica (1) a la tendencia ecoextremista y a varios de sus derivados, particularmente sobre aquellas características autoritarias y la defensa a un pensamiento sagrado cuasi-religioso que, como antiautoritarixs, tanto asco nos produce.
La elaboración de aquel artículo buscó centrarse principalmente en aquellos aspectos que nos parecían claves a profundizar para develar la reproducción de aquello que despreciamos profundamente, pero sin lugar a dudas no fue lo único que se ha escrito. En simultaneo, desde distintos territorios, se ha seguido reflexionando y criticando a la especificidad del ecoextremismo(2) en sus distintas versiones. Escritos que lejos de buscar mostrar un anarquismo bueno, positivo o ciudadanista, persiguen afilar el ejercicio de praxis anárquica ofensiva.
En este escrito buscaremos profundizar sobre otro aspecto que podemos identificar en esta misma tendencia, pero que para ser honestxs, también la excede con creces. No nos centraremos en algún grupo, revista, página web, publicación o sigla promocional en específico sino que a una forma de comprender y de referirse sobre este mundo. Estamos hablando de la tendencia misantrópica y sus derivados.
No es menos cierto que a la hora de abordar estas temáticas una sensación de absurdo nos invade en el propio ejercicio de plasmar en el papel y sistematizar aquella serie de ideas, visiones o sentires que se manifiestan contrarios a la humanidad y al ser humano(3). De cualquier forma, nos esforzaremos ya que consideramos relevante la arista misantrópica, debido a las innumerables tensiones generadas al interior de espacios anárquicos y la expansión de estos planteamientos como supuesta radicalidad.
Se hace necesario constatar la amplia – más no profunda- difusión de esta tendencia representada, principalmente, en consignas de lugares comunes tales como: Humano Plaga, Humano Basura o Anti-humano. Estas expresiones son posibles de observar en discursos, textos, músicas, consignas, rayados callejeros, murales, actitudes, comentarios, entre tantas otras cosas. Sumado a la difusión de la fraseología en cuestión, es posible observar cierta lógica de desprecio por cualquier sujeto ajeno a lxs misántropxs, como también una desproporción a la hora de ejercer violencia aduciendo únicamente la condición de “humano” del adversario como argumento para incrementar la escala de confrontación, expresiones que se pueden observar tanto en situaciones cotidianas como en ataques indiscriminados.
La misantropía ha encontrado cierta aceptación en algunos de los espacios antiautoritarios en Chile, México, Argentina y España, por mencionar algunos lugares. Desde este espacio buscamos aportar a discutir y profundizar el tema para superar aquellas posiciones y estéticas de pretendida radicalidad que se expanden en medio de la falta de reflexión y escasa proyectualidad, haciendo que se digieran discursos como si de comprar las últimas mercancías de moda se tratase. Nuestro interés no lo ocultamos: buscamos que estas palabras se traduzcan en un aporte a la destrucción de este mundo, el ataque a la autoridad y la cualificación de nuestras negaciones.
¿Misantropía?: ¿Qué? ¿Dónde? ¿Cuándo? Para evitar confusiones y buscando aclarar el punto que nos interesa reflexionar, vale la pena señalar que no nos referimos en ningún caso a la crítica a la tecnología, la civilización, el rechazo al especismo o antropocentrismo. Cuando nos referimos a las tendencias misantrópicas, necesitamos hacer una pausa para explicar su definición desde lo simple a lo complejo.
La misantropía puede ser definida etimológicamente desde el griego “miso”: “yo odio”, y “anthropos”: “hombre, ser humano”. Esta explicación, si bien nos da una importante pista, requiere ser profundizada ya que las palabras y sus significados poseen una trayectoria, uso, reapropiaciones y apropiaciones por parte de quienes la usen. Las tendencias misantrópicas no se refieren al rechazo de individuos concretos, a sectores, posiciones, actitudes, dinámicas de individuos o estadios de la humanidad, sino al ser humano en su conjunto. La humanidad en su totalidad y con cada una de sus expresiones es comprendida como algo despreciable que amerita el completo rechazo y negación.
Lejos de ser un pobre guión de película extraterrestre de bajo presupuesto, las ensoñaciones en que se expresa la misantropía dicen relación con el exterminio y la destrucción de la humanidad. En la actualidad, podemos encontrar referencias a estas posturas dentro de entornos ácratas, donde buscando dar un falso “salto”, ya no se plantean el combate al Estado, la autoridad o el dominio en su conjunto, sino que a la humanidad. Esta supuesta radicalidad se encuentra plagada de lugares comunes que no solo no profundizan nada, sino que comparten y coinciden en análisis con sectores históricamente reaccionarios.
Puede que estas expresiones sean completamente irrelevantes, a pesar de su extensión y nulo desarrollo, pero aun así tampoco podemos negar las referencias continuas que se hacen en varios círculos de compañerxs que, sin mayor profundidad o, inclusive, comprensión a la hora de repetir poses y consignas, posibilitan posiciones reproductoras de la autoridad que varixs combatimos.
Reciclando lógicas del dominio y la autoridad
Las expresiones misantrópicas han terminado reciclando los métodos del autoritarismo más clásico. Desde hace siglos, Tomas Hobbes ha sido uno de los autores y piedra fundamental para legitimar algunas figuras de autoridad, tal como el Estado o la propia sociedad. Hobbes acuña el conocido razonamiento de que “El hombre es el lobo del hombre”, para hablar de una supuesta naturaleza humana intrínsecamente dañina y en conflicto entre todos los sujetos. Ante este escenario se haría imprescindible conformar una institución que permita arbitrar las hostilidades permanentes del ser humano y los individuos. Es así como el Estado se levanta como parte del gran contrato social.
Los discursos más conservadores y clásicos son repetidos rítmicamente por los misántropos, la “naturaleza humana” es dañina y nefasta en sí misma. Compartiendo el diagnóstico dan una vuelta en la solución, ya no es necesario un Estado para constituir la sociedad, sino que la única solución posible y deseable es la destrucción de la humanidad para acabar con “todo mal”.
Al esencializar y naturalizar conductas se busca totalizar mediante concepciones morales para legitimar cualquier posición. Esta falacia se ha usado continuamente para construir o enarbolar distintos “proyectos” de sociedad o, en este caso, de exterminio de especie. Que el ser humano sea malo o bueno, es simplemente un mito filosófico para buscar construir proyectos, estructuras o designios, transformándose en el placebo y coartada justificativa de cualquier quehacer.
Las expresiones totalizantes sobre la humanidad de lxs misántropxs se reiteran desde distintos argumentos encajando perfectamente con lo planteado por Thomas Malthus. El diagnóstico parece que vuelve a compartirse con aquellos iconos del autoritarismo. La tristemente célebre teoría malthusiana, se cimienta en una supuesta ecuación que ha calado fuertemente en el llamado “sentido común”, donde se indica que el crecimiento de la población humana solo traería un empobrecimiento de la misma, llevando a su pronta extinción en la miseria. Malthus, cual Nostradamus, llegó incluso a indicar como fecha para la extinción de la humanidad para 1880 por la devastación de los recursos.
La lógica nos puede sorprender por lo familiar que suena con las expresiones misantrópicas y afines, pero, ya en su momento, Malthus proponía evitar el fin de la humanidad combatiendo la sobrepoblación, instando a los distintos Estados a tomar medidas sobre el control de la natalidad.
El control de natalidad por parte del Estado, ha tenido sus expresiones más brutales con la esterilización forzada de mujeres en distintos momentos históricos en todo el planeta, el cruce entre patriarcado, malthusianismo y dominio parece ser perfecto. Solo por nombrar algunos periodos de aquella brutalidad podemos encontrar la campaña lanzada por Alberto Fujimori en Perú, donde miles de mujeres indígenas fueron esterilizadas a la fuerza a finales de los 90 o en las distintas regiones de África, donde ha sido una medida recurrente cada tanto sobre las mujeres, a veces forzada y otras tantas mediante enormes campañas mediáticas y gubernamentales. La lógica es la misma: esterilizar a los pobres para combatir la pobreza de la humanidad. Celebraran los antihumanos: menos personas, menos humanos que pueblen la tierra.
Pero las premisas malthusianas obvian un hecho relevante y evidente, mejor dicho, lo naturalizan desde su propia lógica: la saturación del medio ambiente, las miserias, el saqueo y depredación de los “recursos” no se debe ni relaciona exclusivamente a la extensión de la población humana (consecuencia del avance de la civilización), sino también, y sobre todo, a su distribución (4). Es solo así como se puede explicar la cantidad de mercancías, bienes y alimentos que son destruidos día a día, que se acumulan y botan para mantener una creciente demanda con una baja oferta, factor fundamental del mercado.
El parecido similar de la lógica argumentativa entre las posturas misantrópicas con las de Malthus nos parece evidente, aun cuando generen conclusiones dispares. Para mantener la humanidad y sus recursos es necesario disminuir y controlar a la población más pobre/para el bienestar de la tierra es necesaria la destrucción de la humanidad, ya que ésta –por esencia-la depreda. Pareciera ser que las prácticas misántropas le hacen un flaco favor a esta forma de comprender el mundo: el problema se reduce a la cantidad de humanos.
Pero no solo el control de la natalidad se puede situar como un mecanismo por parte del dominio para manejar la población humana, también las grandes guerras han sido estudiadas y comprendidas además de pugnas de intereses, territorios o dominio por parte de los Estados, también –en un segundo orden- como una forma de mantener el control de la población que, cual mercancía transable en el mercado, tiene que ser destruida tras su acumulación para volver a reactivar la economía y los procesos productivos.
Las mismas expresiones, funcionamiento y lógica las podemos encontrar en el darwinismo social o en los planes eugenésicos. La especie humana se ve desde una óptica de totalidad que tiene que ser manejada, moldeada, destruida o proyectada por parte de aquellxs que se sitúan ajenxs, por sobre ella, para definir cuál es el bien, ya no solo del individuo, su entorno, la sociedad, sino de la especie completa o el planeta.
Hasta aquí hemos podido ir viendo cómo las posturas misantrópicas se han nutrido según dos órdenes de idea. Por un lado, adjudicar a la raza humana y su “naturaleza” todos los males posibles y, por otro lado, el inherente daño que como especie trae su sola existencia en el medioambiente. Es desde ahí que se levanta un rechazo al concepto de humanidad, rechazo que generalmente es más retórico que real, pero que algunas veces tiene sus repercusiones en prácticas reales que van desde el ataque indiscriminado o el desprecio absoluto por cualquier sujeto o expresión ajena al círculo inmediato.
Rastreando los recorridos de estas posturas misantrópicas, supuestamente nuevas y extremas, nos hemos podido encontrar con bizarras agrupaciones que desde hace años vienen promulgando en su delirio los mismos lugares comunes. Es así como “la Iglesia de la Eutanasia” o el “MEHV” (5) han desarrollado innumerables campañas y “activismo” compartiendo varios planteamientos de las actuales tendencias misantrópicas. No muy distintas de la cantidad de sectas religiosas que, imbuidas por delirios mesiánicos, se sitúan como los salvadores de la tierra desatando suicidios masivos o ataques indiscriminados a “los humanos”. Estas expresiones serían solamente una anécdota si no tuvieran directa implicación en cómo nos planteamos hoy por hoy la lucha, el combate, el enfrentamiento y, sobre todo, hacia donde apuntamos para el ataque.
Las referencias antihumanas pueden dar para bastante, por no decir todo, tales como la celebración de huracanes, tempestades, tsunamis, hambrunas o tiroteos en colegios. No nos sorprendería el enaltecimiento del tristemente célebre Carl Panzram, asesino, violador y torturador en serie durante 1920 en EEUU, quien reconoció que sus decenas de víctimas fueron elegidas aleatoriamente y al azar: “sólo importaba que fueran seres humanos (….) Odio a toda la raza humana. Disfruto matando y violando gente”, diría en su autobiografía. Sin lugar a dudas, poco de revolucionario, destrucción de la autoridad o liberación nos da estas expresiones, pero bastante de misantropía y rechazo a los seres humanos.
Por la permanente necesidad de afilar nuestras negaciones
Creer en dogmas inamovibles, permanentes, perpetuos para la destrucción del dominio es, simplemente, construir nuevos muros y estructurados esquemas que, como camisa de fuerza, comienzan a apretar solo cuando nos movemos.
Ante esta premisa, se nos plantea la urgente realidad de hacer nuestra la crítica permanente, sin quedarnos tranquilxs con las viejas consignas y modelos de lucha, pero también rescatando su experiencia, es que no nos interesa caer en el “consumo” de cualquier idea que revista cierta estética radical. Creer que las posturas misantrópicas son radicales por sus aspiraciones es simplemente desconocer el significado de radicalidad, que dice de apuntar a la raíz del problema. Pues entonces, la sola pregunta comienza a resultar absurda ¿Es la “Naturaleza” humana la raíz de la dominación? ¿Para liberarnos de la autoridad y las relaciones de autoridad resulta deseable la extinción de la raza humana?
Rechazamos los presupuestos misantrópicos por distintos motivos, además de la fuerte rima que tiene con conductas autoritarias de distintos periodos, creemos que situar una postura de lucha en base a un componente biológico nos hace caer en un determinismo aberrante, muy superior a aquellos que ya habíamos desechado. Para ahondar más en específico: el obrero no es revolucionario per se, ni la mujer, ni el inmigrante, ni el negro, como tampoco es el hombre o el blanco el opresor en sí mismo, sino que son las condiciones sociales en las que se han desarrollado y la decisión de cada individuo, sector o grupos las que lo hacen ocupar un lugar en la sociedad y en la red del poder: o mantenerlo o negarlo. Los determinismos biológicos solo nos pueden producir nuestro máximo rechazo porque restringen en nuestro análisis la voluntad del individuo a un mecanicismo básico, torpe y simplista, que impide comprender el complejo funcionamiento de la autoridad y, al mismo tiempo, coartan cualquier posibilidad de luchar, de confrontar y atacar el mundo de lxs poderosxs.
Situar una crítica al ser humano como especie, es naturalizarlo con determinadas características, totalizando a todos los individuos y eliminando completamente la voluntad, la decisión, la iniciativa individual y la posibilidad de ruptura que estos puedan tener. Pero además nos encontramos con una paradoja fundamental, que deseamos abordar con seriedad para superar la clásica reacción que, en más de alguna ocasión, se ha escuchado: “Que se suiciden ellos si son tan antihumanos”. La paradoja en cuestión dice relación con responder la siguiente interrogante ¿Desde dónde se desarrollan las posturas misantrópicas?, ¿Quiénes las levantan? No nos referimos a supuestas teorías de la conspiración que observan los tentáculos de la policía en todos lados, sino que, teóricamente, estas posturas de rechazo al ser humano se enajenan de su condición humana situándose como juez o árbitro en el conflicto. Ridículamente evidente es el hecho de constatar que quienes desarrollan las posturas misantrópicas son seres humanos. Pues entonces, ¿Cómo se explica tal paradoja? ¿Cómo es posible que se desarrolle? Creemos que el comprender que existen animales humanos y animales no-humanos permite y posibilita situarnos de una forma distinta con el entorno y resto de seres vivientes, donde todxs somos animales, pero las posturas misantrópicas no hacen referencia a estas comprensiones, sino que sostienen que es el animal humano el que tiene que desaparecer. El único malabar teórico/filosófico que puede ser esgrimido entonces, es el argumento de autoridad, donde, para elaborar estas posiciones, sea una necesidad el enajenarse del intrínseco mal que ven en el ser humano, para así sentirse afuera y ajenos a esta realidad. Esta enajenación de una condición biológica es, entonces, una forma cuasi religiosa de plantear autoridad para desarrollar la crítica.
Algunas corrientes dentro de las posturas misantrópicas deciden agregar el calificativo “humano civilizado”, intentando, supuestamente, situar las características específicas que se rechazan, pero prontamente reiteran sus totalidades contra “lxs humanxs” y, de igual forma, repiten las mismas lógicas que cuestionamos anteriormente.
En estos momentos se hace urgente que nuestra crítica sea permanente, buscando siempre agudizar nuestra negación a lo existente, superando las aparentes radicalidades, las novedades que buscan ofertarse en el nuevo supermercado de las tendencias, para así comprender y profundizar el conocimiento del dominio y las formas de atacarlo.
Por una praxis destructiva
Las continuas referencias a la naturaleza salvaje, a animales, no nos son ajenas, las hemos usado y seguimos usando en más de alguna ocasión, tanto en referencias literarias u otras, pero muy distinto es distinguir un binomio de “humano: malo” / “animal: bien”, y desde ahí situar una práctica política de lucha.
Para nosotrxs, la búsqueda de automatizar las relaciones, las experiencias, la normalización y esquematización de estas mismas, el encausar y degradar la vida a una repetición, no lo genera alguna esencia del ser humano, así nos lo ha demostrado la práctica cuando hemos observado distintos pueblos indígenas, cuando observamos las distintas posibilidades que han surgido a lo largo de la historia en las formas de relacionarnos, la creación de inciertos mundos nuevos, la experiencia y afinidad gestadas en la misma revuelta y conflicto, en distintos momentos, lugares y personas que nos recuerda y muestra que la capacidad creativa descansa en nuestras manos y no en una repetitiva condición “natural”.
Mijail Bakunin señalaba hace varios años que “El Estado es la negación de la humanidad”(6), aquella estructura e institución donde la autoridad se cristaliza con el dominio político sobre la vida de los individuos, es la que busca atacar y asfixiar cualquier rasgo o expresión humana, pero evidentemente para nosotrxs, y con la correspondiente extensión del dominio, es que el Estado lo podemos comprender solo como una expresión más del dominio y no su única forma.
Podemos ver distintas aristas que se superponen en la conformación de relaciones de poder, es así que varixs compañerxs han situado a la civilización como otra arista clave para comprender la articulación del dominio. Durante los 1970, Ted Kazynsky ya señalaba a la sociedad tecnoindustrial como la constructora de las miserias hacia la humanidad y no a la humanidad en sí misma como el enemigo a atacar.
“La Revolución Industrial y sus consecuencias han sido un desastre para la raza humana. Ha aumentado enormemente la expectativa de vida de aquellos de nosotros que vivimos en países «avanzados», pero ha desestabilizado la sociedad, ha hecho la vida imposible, ha sometido a los seres humanos a indignidades, ha conducido a extender el sufrimiento psicológico (en el tercer mundo también el sufrimiento físico) y ha infligido un daño severo en el mundo natural. ” (7)
¿Es la sobrepoblación de la humanidad y su consecuente devastación ambiental un problema intrínseco a la especie humana? Claramente la conformación de grandes ciudades, el desarrollo de la tecnología, la ciencia, la lógica del progreso son elementos constituyentes de la civilización y un modo de vida que la alimenta, permitiendo y alentando la devastación ambiental, al considerar la tierra y el planeta como un recurso más que acumular y acaparar. Las ciudades, como construcciones, como lugares geopolíticos, nacen, se desarrollan y se fortalecen en post de hacer más eficiente el domino y conseguir mayores ganancias en su administración, de ahí que nuestra crítica al urbanismo tiene que ser destructiva en su totalidad. Pero es necesario subrayar que el problema no es la sobrepoblación, sino que ésta es solo una consecuencia de un sistema de vida que la produce y reproduce. En este sentido, siempre resulta válida la decisión de compañeras antinatalistas y el legítimo control sobre sus cuerpos como aspectos fundamentales para la recuperación del control sobre nuestras vidas, posiciones diametralmente distintas a la esterilización forzada y al control de la natalidad por parte del Estado. Acá no se trata de un culto a la vida o un humanismo renacentista, sino de saber afilar la crítica para identificar, no solo lo que nos oprime y su lógica, sino también nuestra capacidad de combatirla y no reproducirla.
Es en este mismo sentido que resulta relevante y un tanto majadero, que no se trata entonces de situarse en la “hermandad universal”, la fraternidad con cualquier sujeto, sino volver a valorar las decisiones y posiciones de los individuos y no alguna adscripción biológica y la valoración moral de su supuesta “naturaleza”. Solo así podemos comprender a lxs ciudadanxs y su pensamiento como sujetos con una posición específica y concreta en defensa de este mundo y sistema de vida, nuestro rechazo a su lógica viene justamente a sus posiciones, no a su “especie”, lo que equivaldría a ponernos a nosotrxs mismxs en un lugar distinto.
Es entonces que las represas, los tendidos eléctricos, las tóxicas metrópolis invadiendo cualquier rincón de la tierra, el horizonte plagado de edificios, las carreteras irrumpiendo en cualquier distancia, los psiquiátricos, cárceles y zoológicos, la locura y enajenación de nuestras propias vidas, las torturas de animales en laboratorios, la devastación de la tierra, la normalidad de cementerios, la realidad asfixiante de mierda, la lógica del progreso y la ciencia que nos sitúa como especie central, no son ni inherentes ni “naturales” a la humanidad, sino que expresiones claras y concretas del dominio, la autoridad y el ejercicio de poder. El ataque, entonces, se hace no solo necesario sino que urgente para demoler este mundo.
¿Hablamos entonces de promesas y construcción de un futuro? Pues desde el nihilismo se desprende un considerable aporte en este sentido, donde ya no se trata de presentar proyectos de mundos futuros, de esperanzas y/o alternativas que ofrecer. La conflictividad ácrata nace de la negación y confrontación de este mundo, de su oposición y rechazo completo y absoluto, sin ofrecer necesariamente una propuesta alternativa pauteada, pero también constata un hecho innegable, donde de lo que sí estamos segurxs es que en nuestras manos siempre se encuentra la capacidad creativa/destructiva para forjar nuevas relaciones y mundos posibles, del resto, solo nos espera lo desconocido y a lo que venga!
Tomado de la revista Kalinov Most, N°3, Revista Anarquista Internacional. Octubre 2018
(1) Tendencias salvajes misantrópicas: otras expresiones de autoritarismo y de pensamiento sagrado. Kalinov Most # 1, octubre 2017, pp 35-40
(2) Against Eco-Extremism : Mirror image of Civilisation & Religion.
(3) Las referencias que realizamos respecto a la “humanidad” para nosotrxs tiene relación con el conjunto de seres humanos y no a alguna abstracción del concepto que lo sitúe como un ente totalizante y homogeneizador por encima de los individuos y sus particularidades. No buscamos levantar una ensoñación por sobre otra.
(4) Necesario es reconocer el real y evidente aumento de la población humana sobre la tierra, pero la depredación y saqueo ambiental estaría más relacionada con el sistema de vida y orden social que extiende artificialmente la vida, teme a las enfermedades y muertes, más que solamente con el número de habitantes sobre el planeta. Creer en una relación directa entre individuos y consumo de recursos es partir de la base que el sistema satisface las necesidades de todos los sujetos que pueblan la tierra sin ver la acaparación y acumulación, elementos fundamentales de nuestra realidad. Por otra parte imprescindible es situar a la industrialización, su consumo desenfrenado e infinito que ve necesario devastar la tierra para mantener el frenético y absurdo ritmo de vida actual.
(5) Movimiento por la Extinción Humana Voluntaria
(6) Bakunin, Mijaíl. 1997. Dios y el Estado. España: El Viejo Topo, p. 68.
(7) Kaczynski, Theodore. La sociedad industrial y su futuro., tesis #1.