En estos últimos tiempos se ha iniciado un debate muy necesario, después de tantos años de parálisis dogmática y de mirarnos el ombligo de los años treinta. Los principales centros han sido, por una parte el insurreccionalismo anarquista representado sobre todo por los compañeros del Estado Italiano, y por la otra, los anarquistas primitivistas representados especialmente por las corrientes anglosajonas de “Green Anarchy” tanto en Oregón como en Reino Unido. Estas dos corrientes se entreveran en la corriente de “anarquía insurreccionalista verde o anticivilización”.

Es particularmente estimulante que el debate se haya desplazado desde el tedioso y repetitivo cnt’s-cgt’s (sea para distinguirse la una de la otra, o para fusionarse en quiméricas operaciones de unidad) a posiciones más frescas e interesantes, en el fondo es un debate interrumpido por más de 100 años de “anarquismo de Estado”.

LA CORRIENTE DOMINANTE, EL ANARQUISMO DE ESTADO.

El anarquismo de Estado es la corriente hegemónica (ser hegemónico ya es un mal principio) en el anarquismo del Estado español, y por su peso histórico esta corriente ha influido decisivamente en el anarquismo mundial y ha retrasado, de una manera difícil de determinar, el desarrollo de prácticas y de bases de pensamiento necesarias para acabar con el sistema. El actor mayoritario, pero no el único ni el principal, del anarquismo de Estado ha sido la organización anarcosindical, organización definida como no-anarquista, democrática y gradualista.
La principal característica del anarquismo de estado es su pretensión de heredar el sistema actual para “gestionarlo bien”, de ahí que su única elaboración modernizada sea la autogestión, entendida como la gestión directa, mediante la democracia directa, del mundo actual. Además el anarquismo de Estado preconiza una organización del presente en función del futuro, ¿¿cómo será ese futuro, si su presente está lleno de secretarías generales, votaciones, escisiones y expulsiones…??.
Así pues, los municipios actuales, los barrios dormitorios, las fábricas de armas y productos químicos, las minas, las fundiciones, las explotaciones agrícolas industriales y transgénicas, los criaderos de vacas locas…. serán gestionados correctamente, por comités de colectivización correctamente elegidos, que impondrán ritmos y horarios de trabajo aprobados autogestionariamente, la contaminación reducida paulatinamente y lo más importante, las tecnologías desarrolladas para y por la dominación, en sus buenas manos, se convertirán mágicamente en instrumentos de liberación.
Al fijarse como objetivo la gestión de un sistema centralizador, es necesario diseñar una macroorganización de comités delegados, las clásicas Confederaciones Ibéricas de Comunas, Confederaciones Continentales de Comunas hasta llegar a la Confederación Mundial de Comunas. Imaginamos que todo ello con Comisiones logísticas, estadísticas de gestión delegada, con un sistema contable común y, a ser posible, un idioma común … siguiendo la repugnante consigna de que “la anarquía no es el caos, sino la más alta expresión del orden”.
En el fondo nos encontramos con una incapacidad absoluta de concebir un mundo distinto del actual, y de este modo la rebeldía, un sentimiento anarquista, se vuelca en ver como podemos gestionar antiautoritariamente este mundo autoritario, no en como construir un mundo sin autoridad.
Tendremos pues delegaciones, directas, pero delegaciones, comités de colectivización, comités de coordinación, logísticos, de estadística, técnicos especialistas competentes (para vigilar los artefactos tecnológicos y el cumplimiento de los acuerdos), especialistas y gestores, en suma PODER y AUTORIDAD.

¿POR QUÉ TENEMOS TANTAS DIFICULTADES EN CONCEBIR UN MUNDO SIN AUTORIDAD?

Vivimos rodeados de la miseria, y sin embargo, todos hemos escuchado y todos somos partícipes de la idea de que siempre habrá pobres y ricos, poderosos y humildes, listos y tontos, habilidosos y torpes, extrovertidos y apocados, altruistas y aprovechados, vivales y pringados …
Este es un lastre que hemos mamado en la familia, consolidado en las instituciones de aprendizaje (escuela, primer trabajo, calle, pandilla) y, por supuesto a lo largo de toda una vida regulada por el orden del reloj y la continua sumisión, desde al presidente del gobierno al inspector del metro.
Pero no es sólo esto: el lastre trasciende nuestras cortas vidas, arrastramos los grilletes de una domesticación de siglos (7.500, 10.000, 20.000… años). No somos capaces de ver el mundo maravilloso de plenitud y goce en el que podríamos vivir, y sólo vemos posibles los tonos grises y anodinos de las metas alcanzables, porque llevamos las anteojeras de la domesticación. Y, desdichadamente, lo que llamamos “alcanzable” no son ni siquiera migajas: las rentas básicas, los ingresos sociales, los presupuestos participativos, la cogestión …. No dejan de ser piezas de un laberinto por el que no vamos a ninguna parte, por el que permanecemos en la dominación y la explotación.

LA POLÉMICA SOBRE LA TECNOLOGÍA

La polémica sobre la tecnología es fácilmente ridiculizable (anarco-pedro-picapiedra), sobretodo con la poco afortunada etiqueta de primitivismo; pero no afrontarla evidencia que realmente no se quiere llegar a ninguna parte y que sólo se busca una cierta “profundización” de la democracia: una democracia avanzada, un industrialismo blando, un control benevolente…
Los anarquistas defensores de la civilización tecnológica olvidan que esta es el resultado de siglos de selección a favor de las formas de dominio y de opresión más eficaces y que en el camino se quedaron aquellas prácticas que favorecían la autonomía o se enfrentaban directamente al poder.
Por ejemplo, hoy la mayoría hemos perdido las habilidades de procurarnos directamente la comida, no sabemos ni prepararla, ni siquiera los agricultores saben ya trabajar de un modo autónomo. Así hemos perdido una cosa (que para muchos seria una tecnología) y su lugar ha sido ocupado por el complejo de artefactos, productos químicos, transmutados genéticos, maniobras financieras y opresión alimentaria que constituyen la tecnología de la moderna agricultura industrial.
Otro ejemplo sería el del control del cuerpo de las mujeres por nosotras mismas: la mayoría (cada vez mayor) hemos perdido un conjunto de habilidades que nos permitía tener el control sobre la sexualidad y la reproducción. Estas habilidades han sido substituidas por sanitarios, sacerdotales, artefactos clínicos, substancias químicas, el poder económico farmacéutico, la mercantilización de la salud y cosificación del cuerpo, que constituyen la tecnología de la medicina industrializada.
Como vemos no es un debate vacío, no existe la tecnología nuclear mala (centralista contaminante, policíaca… ) y la tecnología nuclear buena (descentralizada, limpia, democráticamente vigilada). Existe simplemente la tecnología nuclear, ideada para abastecer centralizadamente a hiper-consumidores centralizados y cualquier cosa que se quiera construir con ella como base devendrá inevitablemente centralizada, contaminante y con vigilancia policíaca … y por tanto un instrumento de poder.
No existe una ingeniería genética mala (en manos de corporaciones, para fomentar el control, para discriminar… ) y una ingeniería genética buena (que nos sacará del hambre y nos curará todas las enfermedades…). Existe una tecnología ideada para controlar la naturaleza y sacar de ella el máximo provecho, para inmiscuirse en la intimidad de las personas, para controlar a los individuos, que precisa enormes medidas de seguridad, centralizados… Así pues, cualquier cosa que se quiera construir con ella como base devendrá inevitablemente un instrumento de control, de dominio sobre la sociedad y la naturaleza y por tanto, un instrumento de poder.

SER CAPACES DE ELEGIR

Puestos en este punto, no se trata por tanto de discutir sobre tal o cual artefacto: ¿sois partidarios de mantener la lavadora automática?, ¿y los WC?, ¿toleráis la calefacción?, los clavos se clavan con una piedra?, ¿vendréis andando al encuentro de Oviedo? …, sino de poder situarnos en una posición que nos permita conocer qué es lo que exactamente pagamos por cada cosa, qué implica cada una de ellas y elegir, siendo conscientes de lo que implica cada elección. Si elijo comer carne en cada comida, he de saber que consumo buena parte de los recursos vegetales que pueden servir para alimentar humanos (dejando aparte otras consideraciones de cariz ético), si elijo usar un coche privado, elijo un modelo energético determinado, un modelo industrial determinado, un modelo de infraestructuras determinado y he de estar de acuerdo en soportar la carga de la destrucción del territorio, de la naturaleza, del clima y de la ocupación del espacio cotidiano por este artefacto.
En todo caso hemos de ser capaces de elegir libremente, y a lo mejor como resultado no se opta por una cosa ni por otra, sino que en condiciones nuevas se presentan opciones nuevas mucho mejores y que nosotros, enredados en una cotidianidad envolvente y lastrados por una domesticación de siglos, no somos capaces siquiera de imaginar.
El hecho es que ahora mismo no tenemos elección, solo podremos vivir de otra manera en el momento en que nos liberemos de las ataduras y de las coerciones de la sociedad estatal/capitalista.

¿CÓMO QUEREMOS QUE SEA LA SOCIEDAD QUE QUEREMOS?.

Se exige a menudo una definición clara y precisa de la sociedad que queremos construir, se hacen preguntas concretas: ¿cómo se decidirán las cosas?, ¿si uno no quiere trabajar que pasará?, ¿las minorías podrán realizar sus proyectos?, ¿nadie asegurará los intercambios?,…Otras veces se pide si tal o cual práctica real es lo que buscamos: ¿no son antiautoritarios los zapatistas?, ¿en una cooperativa no son todos iguales?, ¿el ingreso social no podría ser una buena herramienta de movilización y de pedagogía entre los oprimidos?, ¿el Foro Social Mundial no es un organismo de debate con los pies en tierra?,…
Hemos de reconocer que no tenemos programa, ni programa ni receta, y además el hecho de tener un programa hoy sería condicionar de un modo autoritario el mañana.
Estamos convencidos de que solo podemos marcarnos un camino y un objetivo, LA LIBERTAD, y que será sorprendente, y para nosotros inimaginable, aquello que crearan las personas en cuanto queden libres de la sujeción de la autoridad y de la esclavitud del trabajo. No podemos imaginar un futuro exacto porque nuestra idea del futuro es un mundo cambiante y libre, diverso y de relaciones revocables, afín y contrario, nunca fijo ni estable. En contra de los ejemplos clásicos de sociedad futura de la colmena y el hormiguero, ejemplos muy queridos por los movimientos obrero y anarquista, nosotros preferimos el modelo de sociedad no acabada, el de un ecosistema lleno de interelaciones. Preferimos vernos como un bosque, un arrecife, una selva, lugares donde los individuos serán libres, en una sociedad libre pero cambiante. Libres de la autoridad, del estado y del capital, libres en el socialismo y la anarquía.
Que no queramos definir un futuro detalladamente no quiere decir que no valoremos el ejercicio de imaginar otras posibilidades, pero evidentemente imaginarlas, no dogmatizarlas. La capacidad de imaginar un futuro diferente es lo que nos mantiene en la lucha.
Por ejemplo, en un sistema de libertad, y por tanto de ausencia del privilegio, no se puede mantener, ni extender a toda la humanidad, el modelo de consumo de energía o el de producción de residuos de los países industrializados. Sin embargo, el modo concreto de afrontarlo escapa a nuestras posibilidades. Podemos imaginar sistemas alternativos, incluso podemos poner en marcha experiencias “piloto”, pero estamos delante de unos procesos en los que estarán implicados factores que no controlamos y aún no conocemos: si hacen falta fuentes nuevas de energía, o modalidades de consumo y distribución nuevas, o relaciones diferentes con los recursos naturales. Por tanto es evidente que esto lo han de solucionar aquellos que se enfrenten realmente al problema, y en este momento los ensayos, las experiencias, los experimentos, sólo son datos, más o menos valiosos.

¿CÓMO PRETENDEMOS LUCHAR PARA CONSEGUIR TODO ESTO?.

No concebimos la separación entre la lucha y los objetivos a conseguir, de este modo los medios y las metas se confunden. Esta es una idea clásica del anarquismo, de la que nacen las ideas, de acción directa y de autogestión (en sus diversas interpretaciones).
Por ejemplo, la mayor parte de las reivindicaciones vecinales de los años setenta, en el momento en que dejaron de ser la expresión de una idea y una práctica de cambio generalizado, se quedaron en nada: un semáforo fue una señalización, un parque un terreno urbanizado, un Centro Cívico un marco de institucionalización cultural. Dejaron de ser expresiones del deseo de construir un mundo habitable, no jerárquico y más natural. La labor de separar la lucha del objetivo fue muy rentable para los izquierdistas y para el poder municipal.
Hay pues, para nosotros, una diferencia notable con aquellos que se preparan para gestionar un cambio y que centran sus actividades en los preparativos para tomar el relevo en la gestión del sistema actual. También la hay con los “alternativos” que se quedan en lo cotidiano y no hacen el paso entre lo concreto y lo general. Por ejemplo, entre la alimentación en la sociedad occidental (abundancia, despilfarro, adulteración…) y la crisis alimentaria global que está acabando con miles de personas en la mayor parte del mundo, o entre la abolición de la deuda externa a la abolición del capitalismo.
Nosotros además no aceptamos una jerarquización de las luchas, en cada ámbito son iguales entre ellas, independientemente de los “grandes objetivos” perseguidos o de la dureza de los métodos. Así, igual de importante puede ser la lucha por un semáforo que la lucha contra las prisiones, todo depende de cómo y con que objetivos se haga.
Nuestros esfuerzos se dirigen hacia la consecución de espacios de libertad y autonomía, aunque sean individuales, ensanchamiento y mantenimiento de estos espacios, recuperar conocimientos, habilidades y prácticas perdidas a lo largo de la domesticación, intervenir siempre para promover la no delegación y la autonomía individual y/o colectiva en aquellos conflictos y luchas en los que participemos. En la autogestión de las luchas, podemos encontrar que el efecto de esta práctica es hacer ver que es posible actuar y relacionarse (entre nosotros y con el poder) de una manera diferente, y multiplicar de este modo las acciones directas.
Por último, es importante tener claro que cualquier actividad actual ha de tener siempre unos objetivos concretos: la abolición del estado, del capital y de la autoridad. Y al mismo tiempo la consecución de la anarquía como un modo de vida donde todos estemos en igualdad de condiciones para disfrutar, en usufructo, los recursos necesarios para vivir, conviviendo con todos los seres del planeta, con todos los sistemas, pero eso sí, sin modos autoritarios, SIN DOMESTICACIÓN. Hemos de tenerlo claro y decirlo.

LLAVOR D´ANARQUÍA

Barcelona, Enero de 2002