Texto leído por Stuart Christie durante las Jornadas Libertarias por la Recuperación de la Memoria Histórica de la C.N.T. en Valencia, el 3 de noviembre de 2005.
Lo ocurrido el 17 de agosto de 1963 me causó el impacto más duro de toda mi vida. Dos jóvenes anarquistas españoles, Francisco Granado Gata y Joaquín Delgado Granado fueron ejecutados a garrote vil en la prisión de Carabanchel Alto por un crimen que no cometieron.
En aquel momento tan solo tenía 17 años; era uno de los hijos de la generación próspera, nacido inmediatamente después de la segunda guerra mundial, en un período de grandes esperanzas y elevadas expectativas de un mundo mejor, más justo que el de nuestros padres y abuelos.
Nosotros creíamos en el socialismo, la democracia directa, la justicia social y en poner fin a la opresión. Nos habíamos radicalizado con las experiencias colectivas contra el fascismo y el estalinismo, la guerra y el inminente tratado nuclear Armageddon. Además, nuestras expectativas de que fuese posible se vieron reflejadas en la lucha contra la tiranía de Pérez Jiménez en Venezuela, en 1958, y cuando en enero de 1959 las guerrillas armadas entraron en La Habana para derrotar a otro cacique norteamericano: Fulgencio Batista. Con este ejemplo, la idea del fin de las tiranías parecía factible y con ello, la cuenta atrás para Franco y Salazar, las últimas dictaduras fascistas europeas, en connivencia con la Iglesia.
Como mucha gente joven de mi generación mi conciencia política despertó muy pronto, a los 14 años o poco más. Mi progreso a través del espectro político de la izquierda fue rápido: de la sección de jóvenes del Partido Laborista, pasando por el Comité Antinuclear de 100, con quienes participé en diversas manifestaciones y acciones directas cuyo objetivo era el aparato militar del estado; la Internacional Socialista, un grupo socialista trotskista, hasta que finalmente encontré mi hogar espiritual en el anarquismo. Entonces, hacia 1963, con 16 años y siendo un aprendiz de ayudante de laboratorio dental, entré en la Federación Anarquista de Glasgow y en la Federación de Sindicatos de Trabajadores. España era importante para mí. En 1936, la resistencia popular contra el alzamiento de derechas en España, la lucha y el esfuerzo por una nueva sociedad había provocado que una generación completa, de hombres y mujeres, arriesgasen su vida para ir a España a luchar desinteresadamente por la causa. Acudieron de todas las partes del mundo -muchos de ellos, de la zona escocesa donde me crié- anarquistas y otras milicias populares no marxistas, así como las estalinistas Brigadas Internacionales. Conocí a algunas de esas personas y me conmovió profundamente lo que habían hecho. Para mí, la Revolución Española fue el referente moral del siglo XX.
En 1961 se produjo una nueva represión. Los años más negros de Franco volvieron con la misma sed de venganza que durante la posguerra; todo esto ocurría ante la apatía y el desinterés de las democracias occidentales. Podéis preguntaros porque yo, un pacífico joven de 17 años decidí ir a España para empezar una violenta campaña contra el régimen franquista. Todo lo que os puedo decir es, como el poeta Longfellow escribió: “La voluntad de un muchacho es como la voluntad del viento y los pensamientos de la juventud son pensamientos que perduran”.
Es simple, yo creía verdaderamente que tenía el derecho moral de hacerlo. Sentía que podía ayudar haciendo recaer la atención internacional sobre el régimen opresor, o haciendo que la cúpula franquista se inquietase, aunque fuese ligeramente y de esta forma tal vez lograr alguna política, estrategia o táctica ventajosa.
Recuerdo las atrocidades que Franco legalizó, desde su victoria en 1939, siendo responsable de la muerte de más españoles que judíos mató Hitler. Fue entonces cuando en 1960, volvió la policía a la era temprana de la posguerra, mientras el resto del mundo no hacía nada en absoluto. Fueron los años álgidos de la guerra fría, de consumado sentimiento reaccionario y anti-comunista, cuando el régimen franquista fue convertido por las democracias occidentales, y concretamente por los Estados Unidos de América, en centinela de occidente.
A principios de 1964 me mudé a Londres donde comencé a involucrarme en el floreciente grupo anarquista de Notting Hill, y así entré en contacto con anarquistas españoles exiliados del Movimiento Libertario Español (MLE), nombre que engloba a la CNT, la FAI, la FIJL y Defensa Interior.
Quedé muy impresionado por el dinamismo de la segunda generación de españoles exiliados, la juventudes libertaria, y les propuse involucrarme más y tomar parte en alguna acción directa del movimiento de resistencia antifranquista. Como ya he dicho al comenzar, mi estímulo había sido la ejecución de Joaquín Delgado y Francisco Granado.
Para nosotros, la guerra civil española no había terminado en 1939. A partir de aquel día no hubo tregua para la guerrilla antifranquista en España, ya fuese rural o urbana.
Los medios de comunicación no hacían referencia a esta guerra de guerrillas. Estos hombres y mujeres estaban escondidos bajo los adjetivos de “bandoleros”, “asesinos”, “ladrones” o “terroristas”. Todas sus acciones quedaban tergiversadas detrás de estas palabras. Maliciosos epítetos que sobre estos luchadores lanzaban los periodistas y los apologistas a las órdenes de la maquinaria franquista.
Cronológicamente, podemos distinguir diferentes etapas:
Desde 1939 hasta 1952 los combatientes republicanos, muchos de ellos miembros de las milicias de la CNT-FAI, organizaron grupos armados que operaban en las sierras de Aragón, Andalucía, Catalunya y Galicia. El declive de esta táctica comenzó en 1948, cuando el Partido Comunista abandonó la lucha de guerrillas siguiendo las órdenes de Stalin. Muchos libertarios, sin embargo, se negaron a abandonar esta táctica y continuaron luchando hasta 1952 cuando, por diferentes causas pero sobretodo debido a una intensa represión, comenzó a perder su dinamismo.
Principalmente fue consecuencia del aumento de tensión producido por la guerra fría, que provocó que en 1952 el ejército norteamericano prestase ayuda económica a Franco e intercediese para que España fuese aceptada en las Naciones Unidas. No tuvieron la oportunidad, las guerrillas, de organizar una fuerza unificada capaz de desestabilizar el régimen de Franco, ni de encender la mecha para la creación de una insurrección popular en las ciudades.
La segunda etapa se sobrepone con la primera, inicia en 1945 y llega hasta 1963. Lo que la caracteriza es la actuación de grupos específicos, grupos de acción anarquistas formados por guerrilleros urbanos como Marcellí Massana, Josep Lluís Facerias y Francisco Sabaté Llopart. Todos ellos hombres que se negaron a aceptar la derrota y lucharon hasta que fueron asesinados en emboscadas preparadas por la Guardia Civil y la policía entre 1957 y 1960. El último guerrillero rural fue Ramon Vila Capdevila, víctima de una emboscada lo mató la guardia civil en Manresa, en agosto de 1963. La tercera etapa, comprende desde 1960 hasta la muerte de Franco en noviembre de 1975. Protagonizada por una nueva generación de resistentes luchadores, los niños de la Guerra Civil. Estos hombres y mujeres no solo se sentían inspirados por el ejemplo heroico de la anterior generación de luchadores, además, se sentían esperanzados por las recientes victorias sobre los dictadores venezolano y cubano que hacían pensar que el tiempo de las dictaduras tocaba a su fin.
En marzo de 1960, un mes después de la muerte de Quico Sabaté, el DRIL (Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación) lanzó una campaña contra Franco y contra Salazar, realizando una explosión en el Madrid Ayuntamiento. A esta le siguió el secuestro de un avión de las línea portuguesa Santa Maria en enero de 1961. El objetivo de estas acciones era movilizar a la opinión pública y a las fuerzas de la oposición de España y Portugal contra los dos dictadores ibéricos.
A pesar de que el DRIL fue una organización antifascista no específicamente libertaria, numerosos anarquistas estuvieron involucrados en ella.
Inspirados por el ejemplo del DRIL, el MLE creó, en septiembre de 1961, una organización clandestina llamada Defensa Interior (DI). Su función fue:
- La realización de acciones que llamasen la atención mundial sobre el hecho de que la dictadura religioso-fascista impuesta por Franco hubiese sobrevivido a la II Guerra Mundial, y que comenzaba a ser un lugar de turismo europeo gracias a la financiación diplomática y a la ayuda económica que los Estados Unidos de América les ofrecían; y:
- El asesinato del general Franco
El general Franco era la piedra fundamental del sistema. No había nombrado sucesor y el Ejército, la Iglesia, la Falange, los carlistas y el Opus Dei se encontraban divididos. Sin Franco, era posible esperar, que las fuerzas progresistas pudieran propiciar un cambio político.
La primera reunión de DI tuvo lugar en marzo de 1962. Los miembros que asistieron de parte de CNT y FAI fueron: Germinal Esgleas, Vicente Llansola, Cipriano Mera, Acracio Ruiz (a quien había conocido en Londres), Juan Jímeno y Juan García Oliver.
En marzo de 1962, además, comenzó una campaña de DI con atentados en instituciones gubernamentales y propiedades privadas en Madrid, Barcelona, València, Manresa, el Valle de los Caídos y en diversos lugares de Europa, incluida Roma.
Debo decir que se trataba de acciones puramente simbólicas. Eran pequeñas explosiones que estallaban durante la noche o a la madrugada. Las bombas no eran potentes y no contenían metralla que pudiese causar grandes daños. Solían ser paquetes de cigarrillos o pequeños envoltorios de plástico que no tenían efectos expansivos.
Las líneas aéreas iberas fueron también un objetivo, pero las cargas explosivas situadas a bordo no estaban muy elaboradas, ni tenían detonadores. El único objetivo que se perseguía era retrasar los vuelos de y hacia España, pero nunca causar causar daños o muertes. El uso real de explosivos fue necesario porque de otra manera las amenazas nunca hubiesen sido tomadas en cuenta por los servicios de seguridad.
Estas pequeñas acciones como; las explosiones en puentes, en barcos o en aviones eran las que se realizaban inicialmente. La tecnología era básicamente la misma y el riesgo similar. El problema era que dichas acciones son bárbaras y antianarquistas, puesto que podían poner en peligro vidas inocentes. Precisamente esa era la manera de actuar de los estados fascistas y de sus servicios secretos, de los fanáticos religiosos, ultranacionalistas y estalinistas pero no la de los anarquistas. En cambio, el objetivo de las acciones anarquistas era denunciar el verdadero carácter del régimen sin dañar o matar víctimas inocentes.
En agosto de 1962 tuvo lugar el primer atentado de DI contra la vida de Franco. El plan consistía en atentar contra Franco en su residencia de verano de San Sebastián, pero Franco no acudió y el plan tuvo que ser abortado. Es importante destacar que, de hecho, ninguna de estas acciones realizadas por DI, ni por ninguno de los grupos que le sucedieron, como el grupo Primero de Mayo, causaron muertes de inocentes. En mi opinión, los objetivos de DI no eran militares, sino que tenían como objetivo la concienciación social, moral y psicológica.
La estrategia anarquista no ambicionada aterrorizar a la población, sino aislar y provocar la caída del tiránico régimen debilitando la base sobre la que se asentaba su economía: el turismo. Poniendo en duda su legitimidad política y diplomática, denunciando sus atentados contra los derechos humanos, mediante espectaculares, dramáticas y bien dirigidas acciones de propaganda.
Estas acciones, cuyo objetivo eran propiedades privadas e instituciones franquistas, sin atentar contra personas -excepto el asesinato de Franco- eran acciones que se realizaban como último recurso, en respuesta del derrocamiento de la democracia por parte de Franco en julio de 1936 y la brutal impunidad del régimen que el impuso desde 1939. El asesinato de Franco, única persona capaz de unificar los intereses de los diferentes grupos, parecía ser el único modo de provocar el cambio. Norteamericanos y británicos no creían que fuese posible un cambio de régimen, o al menos, no del régimen franquista y por eso no enviaron bombarderos para ayudar a eliminarlo.
Las campañas de DI recibían el apoyo del movimiento anarquista internacional, y muchas de las acciones realizadas, dentro o fuera de España, fueron llevadas a cabo por franceses, italianos, suizos y británicos. Se procedía de esta manera por razones de seguridad, ya que la mayoría de los militantes españoles se encontraban perseguidos por las policías francesa y española.
Una espectacular acción de solidaridad fue el secuestro en septiembre de 1962 del honorable viceconsul en Milán, el señor Isu Elías, a manos de jóvenes anarquistas. El secuestro fue consecuencia de la ejecución del anarquista español Jorge Cunill Valls, acusado de poner una bomba en el Valle de los Caídos.
Era tal la simpatía por los anarquistas italianos que todos ellos fueron absueltos de los cargos de secuestro. La sentencia a muerte de Jorge Cunill fue conmutada por cadena perpetua.
El 29 de julio de 1963 un equipo formado por dos hombres de DI colocaron dos bombas en sitios clave de Madrid. Una en el edificio central del sindicato falangista, la otra, en las oficinas de los jefes franquistas de la Dirección General de Seguridad. Los dos hombres involucrados en estas acciones fueron Antonio Martín y Sergio Hernández, ambos regresaron sanos y salvos a Francia. Desafortunadamente, otros dos jóvenes anarquistas de DI se encontraban en Madrid en aquel momento, eran Francisco Granado y Joaquín Delgado. Realizaban los preparatorios para otro atentado contra Franco, en ese mismo momento, por las inmediaciones del Puente de los franceses, un punto de la ruta que solía utilizar Franco en sus traslados entre el Palacio del Pardo y el Palacio de Oriente para presentar los credenciales a los nuevos embajadores extranjeros.
Gracias a la labor realizada por el agente que había infiltrado la policía en DI, posiblemente Jacinto Guerra Lucas, Delgado y Granado fueron arrestados en Madrid el 31 de julio acusados de haber realizado dos atentados con bombas. Fueron juzgados en un consejo de guerra que los sentenció a muerte en base a confesiones obtenidas bajo tortura. Seis días más tarde ambos fueron ejecutados a garrote vil en la prisión de Carabanchel en Madrid. Ellos eran inocentes de poner las bombas por las cuales fueron ejecutados.
Los asesinatos legales de estos dos jóvenes anarquistas fueron para mi, la gota que colmó el vaso y que, junto con la ejecución de Julián Grimau en Abril, me llevaron a decidir ofrecerme voluntario para prestar servicios a las Juventudes Libertarias y a DI:
En el año 1964, el régimen de Franco celebraba sus “25 años de paz” (la paz del cementerio). Huelgas asolaban Asturias, Vizcaya y Guipúzcoa y gran parte de zonas de la península. En Oviedo, al norte de España, alrededor de 40.000 mineros de la industria del carbón y trabajadores metalúrgicos estaban en huelga. Muchos huelguistas habían sido arrestados y, según el testimonio de algunos reporteros, algunos de los mineros en Sama de Langreo habían sido torturados, castrados y uno de ellos había sido asesinado por las autoridades de la Guardia Civil.
Para mi no eran suficientes las manifestaciones de denuncia y protesta. Por alguna razón, hacer protestas en las embajadas repartiendo, panfletos y recogiendo firmas e, incluso, ocupando consulados no me resultaban suficiente. Quería hacer más y entonces tomé la decisión de ir a España.
Mi papel fue el de enlace, debía hacer llegar detonadores e instrucciones a contactos en Madrid. Yo no sabía para qué acción iban destinados, ni tampoco lo pregunté.
Sin embargo, la Brigada Político Social franquista lo sabía cuando yo llegué. Esto fue posible gracias a la información que recibieron de, posiblemente, Guerrero Lucas u otro infiltrado en las Juventudes Libertarias, Inocencio Martínez. El director de la BPS en aquel momento era el general Eduardo Blanco. Yo fui arrestado el 11 de agosto de 1964 en Madrid, con explosivos, detonadores, e instrucciones para mi contacto en Madrid, cuyo nombre era Fernando Carballo Blanco. Ambos fuimos juzgados en consejo de guerra; yo fui condenado a 20 años y un día, mientras que Fernando fue condenado a 30 años y un día.
Al principio fuimos enviados a Carabanchel, donde estuve con Fernando durante algunas semanas antes de que a él lo enviaran a otra prisión para cumplir su condena. Yo permanecí en Carabanchel hasta 1967 cuando un intento de fuga, organizado por Luis Andrés Edo, fue descubierto. A mi me trasladaron a la prisión de Alcalá de Henares.
Fue durante el tiempo que permanecí con Fernando Carballo Blanco en Carabanchel cuando me enteré que el atentado contra Franco iba a realizarse en el estadio de fútbol del Santiago Bernabeu.
Los mayores cambios ocurridos dentro del movimiento anarquista tuvieron lugar mientras yo estaba en prisión. Estas acciones que habían comenzado, teniendo un objetivo estrictamente antifranquista, se convirtieron en acciones de solidaridad internacional con los pueblos oprimidos de África, Asia y Latinoamérica.
A finales de abril de 1966 se produjo el secuestro de Monseñor Marcos Ussia, un eclesiástico español perteneciente a la embajada española en el Vaticano. Las noticias del secuestro fueron divulgadas por Luis Andrés Edo en conferencia clandestina en Madrid. El objetivo del secuestro era llamar la atención mundial sobre la situación de los prisioneros políticos del régimen franquista. Ussia fue liberado ileso 12 días más tarde. La autoría del secuestro fue reclamada por el grupo Primero de Mayo, el sucesor de DI.
Desafortunadamente, en Octubre del año siguiente, Edo y otros cuatro anarquistas, que formaban el grupo Primero de Mayo, fueron arrestados en Madrid, acusados de organizar los secuestros de; comandante jefe de los Estados Unidos de América en España, el almirante Gillette, y en Argentina, del exdictador general Perón. De mis 20 años de condena, solo cumplí 3 y medio antes de ser liberado, gracias a la intervención diplomática internacional y a la presión de políticos y medios de comunicación.
Sin embargo Fernando Carballo Blanco no tuvo tanta suerte y permaneció en prisión. No fue liberado hasta 1977. Fernando fue el último prisionero político del régimen franquista.
La intervención de Norteamérica en la guerra del Vietnam extendió el activismo, sobre todo tras la masacre de mujeres y niños realizada por las tropas norteamericanas en MyLai.
Durante los siguientes cuatro años, el grupo Primero de Mayo continuó realizando este tipo de acciones tan espectaculares por toda Europa, en protesta del papel que Norteamérica jugó en Vietnam y por el apoyo que ofrecía a los regímenes dictatoriales, incluido el de Franco.
En Abril de 1967, miembros del grupo realizaron el secuestro exprés de dos diplomáticos españoles en Londres.
Tres meses después, el grupo Primero de Mayo dispararó contra coches diplomáticos norteamericanos y la embajada de los Estados Unidos de América en Londres, en protesta por la política de dar apoyo al régimen de Franco. El mismo papel que jugó durante la guerra de Vietnam y las intervenciones realizadas en los países del tercer mundo.
En Noviembre, tras la muerte del Che Guevara en Bolivia, el grupo Primero de Mayo organizó acciones simultáneas de solidaridad dirigidas contra las embajadas griega, boliviana, española y norteamericana en Bonn y en La Haya, además contra la embajada Venezolana en Roma. En marzo de 1968 el grupo Primero de Mayo puso en marcha una nueva serie de acciones directas por toda Europa, bajo el nombre de Movimiento Solidario Internacional Revolucionario. El 3 de marzo de 1968, diversos artefactos explotaron en las embajadas española, griega y portuguesa y en los edificios militares norteamericanos situados en Londres, La Haya y Turín. Pocos días después el grupo lanzaba un ataque contra las oficinas de una multinacional norteamericana en Paris, de todas estas acciones se responsabilizó el Movimiento Solidario Internacional Revolucionario.
El nacimiento de una serie de movimientos de protesta protagonizados por estudiantes y trabajadores, en 1968, fue un golpe de aire fresco para el ímpetu del movimiento anarquista en activo, y provocó la radicalización de la gente más joven. La oposición a la guerra de Vietnam fue la razón original del movimiento estudiantil, pero también influyeron muchas otras cosas, como; el surgimiento de las guerrillas por toda Latinoamérica, el movimiento norteamericano por la defensa de los derechos civiles, el movimiento ácrata en España y por encima de todo, el rechazo a las estructuras represivas y a las injusticias provocadas por el capitalismo y el comunismo.
A través de la red de contactos que por toda Europa tenían, el grupo Primero de Mayo extendió la necesidad de una revolución urgente y el sentimiento de solidaridad, llevando a cabo acciones con otros grupos activistas libertarios. Muchas de estas acciones iban dirigidas hacia edificios diplomáticos e instituciones financieras del régimen franquista y, en particular, los intereses turísticos de los cuales el régimen dependía. En marzo de 1970 tres jóvenes anarquistas españoles fueron arrestados y acusados del secuestro de Antonio Garrigues, delegado franquista en la UNESCO.
Dos meses después el grupo Primero de Mayo preparó un artefacto incendiario, no letal, en aviones de Iberia por diversos aeropuertos europeos, y advirtiendo a las autoridades con antelación.
El grupo Primero de Mayo jugó un papel muy importante y tuvo mucha influencia en el desarrollo de otros grupos libertarios por toda Europa. Uno de estos grupos, en concreto, fue la Angry Brigade (Brigada de la Cólera). Se trataba de un grupo de anarquistas que operaron entre 1970 y 1971. Usando bombas y pistolas realizaron 25 ataques contra la propiedad. Los objetivos eran siempre instituciones represivas estatales, como embajadas de regímenes dictatoriales, en particular del régimen franquista.
Fui arrestado en ocho ocasiones y acusado de pertenecer a la Brigada de la Cólera, pero fui absuelto después de cumplir 18 meses en una prisión británica.
En enero de 1972 el Movimiento Ibérico de Liberación – Grupos Autónomos de Combate (el MIL-GAC) realizó sus primeras acciones en Barcelona. El MIL-GAC se había constituido unos meses antes por un grupo de jóvenes libertarios con base en Barcelona, cuyo objetivo era combatir el creciente terror policial que caracterizó los últimos años de la dictadura fascista. El MIL-GAC realizó también atracos en el sur de Francia y en España.
En un período de ocho meses, aproximadamente, el grupo realizó una serie de atracos en bancos del norte de España cuya recaudación ascendió a seis millones de pesetas.
En septiembre de 1973 la policía arrestó a Salvador Puig Antich, un militante de MIL-GAC que acababa de llegar a Barcelona procedente de Londres donde había militado en la Cruz Negra Anarquista y en el Centro Ibérico. Fue juzgado en un consejo de guerra, y a pesar de las protestas diplomáticas mundiales que se realizaron, Puig Antich fue ejecutada a garrote vil en el patio de la prisión modelo de Barcelona el 2 de marzo de 1974.
Justo dos meses después, el 3 de mayo de 1974, nacía un nuevo grupo anarquista, el GARI (Grupos de Acción Revolucionario Internacional). Su primera acción fue el secuestro de un banquero español afincado en Paris, Baltasar Suárez. El objetivo de estas acciones era la excarcelación de los prisioneros políticos del régimen franquista, gente que incluso bajo la ley franquista debían haber sido liberados hace tiempo.
Los secuestradores también pedían la devolución del material y el patrimonio de la CNT incautados por el franquismo en 1939.
El pago pedido como rescate fue realizado. Suárez fue liberado diez días después sano y salvo. La policía francesa detuvo a nueve anarquistas españoles, franceses, ingleses y escoceses en París y al sur de Francia. Entre ellos fueron detenidos Octavio Alberola y su pareja Arian Gransac. La policía francesa, gracias a la información proporcionada por la policía secreta franquista y la Brigada Político Social, detuvo a 22 anarquistas en España.
Las últimas víctimas asesinadas por Franco fueron tres integrantes del GRAPO y dos etarras. La repulsa hacia estos asesinatos provocó una oleada de protestas y atentados a nivel mundial.
Finalmente, el 19 de noviembre de 1975, fueron desconectados los tubos que mantenían a Franco con vida, hasta que todos los cabos para el cambio de régimen estuviesen preparados.
Así pues, este hombre antes diabólico, pero ahora una figura gastada y decrepita, finalmente murió en la madrugada del 20 de noviembre.
Ironías, ese día era precisamente el aniversario de la muerte de Buenaventura Durruti, muerto 29 años antes.
La primera actuación oficial del nuevo rey; Juan Carlos de Borbón y Borbón, fue presidir el entierro de Franco en el Valle de los Caídos, el mausoleo que construyeron en la montaña los presos políticos del franquismo.
El único presidente de Estado que acudió al funeral fue el dictador y general chileno Augusto Pinochet. Las plegarias fueron leídas por el primer ministro Carlos Arias Navarro, “el carnicero de Málaga” y artífice de la represión franquista desde los sesenta -un criminal de guerra de primera magnitud. Arias Navarro leyó el testamento político de Franco, donde este realizaba un llamamiento a la lealtad de los españoles hacia su sucesor y pedía una constante alerta contra los “enemigos” de España y de la civilización cristiana.
Como ya he dicho, el traspaso de poder se realizó sin ninguna fisura. Ninguno de los ejecutores del poder de Franco, como Eduardo Blanco, el jefe del aparato de seguridad, Carlos Arias Navarro o cualquiera de los miles de personas responsables de las barbaridades y el expolio legal efectuado sobre España y sobre sus gentes desde 1939, jamás fueron llevadas ante la justicia.
Incluso ahora, 30 años después de la muerte del dictador, nunca se ha hecho responsable a nadie de los crímenes del régimen franquista.
La última estatua de Franco puede haber desaparecido pero aun queda la memoria dolorosa de las incontables víctimas de él y su régimen.
Nosotros tenemos una deuda con los valientes hombres y mujeres que lucharon, sufrieron, murieron y entregaron sus vidas por la causa de la libertad y la resistencia frente al régimen de Iglesia, represión y prisión que Franco había impuesto. Sus muertes han sido olvidadas durante generaciones por eso nosotros sentimos la profunda obligación de recordar y la responsabilidad de rendirles el justo homenaje que merecen.
Ahora, treinta años después de la muerte del dictador fascista, la batalla por la recuperación de la memoria histórica y la recuperación de la dignidad todavía está por ganar. Además de la necesidad de revisar el caso de Granado y Delgado, los dos jóvenes anarquistas asesinados durante el régimen en 1964 por un crimen que no cometieron, hecho que ahora conocemos con absoluta certeza, por lo que nuestro deber es la rehabilitación moral y judicial de todas las víctimas de la represión franquista.
Muchas gracias .
Stuart Christie