Entrevista a Marco Camenisch realizada por John Zerzan

Lago de Lugano 12 Junio 2017

Camenisch: Siendo un muchacho pensaba que para valorar y analizar algo necesitaba ir a la raíz. El análisis primitivista, más que cualquier otro, va a la raíz de las cosas. Creo que es necesario para una comprensión auténtica, para entender las cosas más a profundidad. Para entender donde vivimos, cuales son las raíces, las causas profundas de toda esta mierda en la cual vivimos.

La gente dice que es una mierda, aunque piensa que quizá sea necesaria, que sin ella no se podría vivir. Para hacer una comparación, dicen que sin la medicina moderna y la tecnológica, muchas personas morirían. Pero no dicen cuantas personas mueren a causa de la medicina, una verdadera matanza.

Zerzan: Como decía al principio Matteo; hoy, estas ideas no van en aumento, no son populares como lo fueron, digamos, hace veinte años ¿Tú que crees?

Camenisch: Quizás lo que está creciendo es la dependencia, dependencia a los miles de nuevos autos, que son y hacen más veloces siempre, y que luego de dos o tres años parecen haber existido siempre. Aunque creo que están aumentando también las contradicciones; por un lado se aceptan las críticas a la tecnología y al sistema, mientras por otro aumenta la dependencia a todo eso. Aumentando el sentido de impotencia.

Al mismo tiempo, también aumenta la conciencia del nivel de dependencia y de cómo las cosas van siempre empeorando Hay siempre más tensión, siempre más enfermedades, y pienso que se pueda llegar a un punto de ruptura interior, a nivel psicológico; ese momento llega cuando el nivel de dependencia crece a tal punto que, por ejemplo, entre el 30-40% de las personas, de población urbana, no puede estar sin psicofármacos.

Zerzan: No es una solución satisfactoria. Es la otra cara de la moneda, por ello muchas personas están buscando algo más, a un nivel de conciencia desconocido, que no logran articular. El hecho es que no son felices de depender de las cosas.

Camenisch: Son un poco como conejillos en una jaula, que para librarse de la alienación, o para hacerla más soportable, creen que deber correr sobre la rueda, siempre más rápidamente.

Zerzan: Característico de nosotros, que debemos ir siempre más veloces.

Camenisch: Pero se llega a un punto de ruptura en el que debemos rendirnos. Creo que ya estamos en el abismo. Incluso lo afirman los líderes del mundo tecnológico, sus análisis más optimistas sostienen que estamos en un punto de no retorno y que debamos resolverlo.

Zerzan: A propósito de la ruptura de la cual hablas, pienso que es inevitable, se llegará a un punto en el cual la gente no podrá más. Pero no hay certeza de que así sea, ojalá no suceda nunca, quizás no se llegará nunca al punto en el cual la gente no pueda de verdad más ¿Tú qué piensas, crees que sea inevitable? ¿Que haya bastantes personas listas para rebelarse?

Camenisch: ¡Bien! La reacción como parte de la antigua teoría de la miseria: pero es aún peor, pues la gente está dispuesta a rebelarse, más que dispuesta tiene el deber, es decir, si no hay más agua ¿qué se hace? Se debe luchar para sobrevivir, luchar por agua. La Unión Europea tiene programas en las metrópolis de la región mediterránea para garantizar la electricidad –es decir electrodomésticos como la TV y la computadora, para mantener la manipulación y el control de mentes y de corazones en clave anti-insurreccional– y el agua, porque sin agua se rebelan incluso los más sumisos esclavos.

Nuestra sociedad ha sido creada para satisfacer, de la manera más completa posible, necesidades reales y necesidades creadas artificialmente. Si no puede hacerlo, si el sistema no puede satisfacer esas necesidades, entonces es normal que haya rupturas, la dirección que tomen después no puede saberse.

Ahora existe una nueva forma de fascismo, esa nueva derecha que se ve, por ejemplo, en Alemania. Si por un lado aumentan las tendencias de derecha, por el otro avanza la conciencia de lo que hay que hacer, de lo que se puede hacer. Aquí también el capitalismo es muy eficiente, vemos que productos ecológicos o locales, pueden servir como sustitutos de la actividad revolucionaria, al punto de convertirse en una auténtica obsesión. Se sabe que lo orgánico es una estafa, un engaño capitalista que conforma su “nueva” careta verde. Si observamos cómo se lleva a cabo la producción, al final queda muy poco de orgánico. Te dicen que vienen justo de al lado de tu casa, pero en realidad lo traen de, digamos, China, y tú repitiendo: “¡Quiero orgánico!”

Está decayendo el nivel de análisis y de conciencia, para sobrevivir en medio de todo (entre intentar la salvación y tener la conciencia tranquila) con comercio justo, mercado bio, etcétera. Bueno, también yo me doy el lujo de elegir qué comprar, prefiero alimentos sin tóxicos y cultivados de forma respetuosa con el ambiente, de acuerdo, pero creo que no hay que darle tanta importancia a estas falsas prioridades.

Zerzan: Así, todo se reduce a una cuestión de consumo.

Camenisch: Con ello colaboramos amablemente del consumismo capitalista.

Matteo: Me recuerda el eterno dilema entre creación y destrucción. El problema es cuando nos centramos solo en uno de estos dos polos: si queremos contrarrestar al capitalismo, al sistema tecnoindustrial, tenemos que considerar alternativas, y viceversa. Lo mismo ocurre con la dualidad individuo-comunidad, es una danza continua entre estos dos polos.

Camenisch: Creo que incluso entre los pueblos primitivos es una contradicción, no una contradicción elaborada, en el sentido de que sea producto de una reflexión o experiencia común. En nuestro caso ha sido armada, experimentada en el aislamiento de una persona individual, dentro de los límites de sus capacidades, necesidades, trabajo, etc. Todo ello a expensas del sentido de comunidad, de centrarse en resolver problemas comunes, porque solo al vivirlos juntos existen problemas colectivos que resolver, normalmente esta capacidad es dejada de lado y se pierde. Es una cuestión de comunicación, y la auténtica comunicación se da directamente, cara a cara, solo es posible en comunidad; y esto atraviesa tanto cuestiones colectivas como individuales que afectan a la comunidad.

Zerzan: Cierto, alguien dijo a Mondeggi: “se necesitan asambleas constantes para hacer funcionar las cosas”. No es en automático, implica trabajar todo el tiempo sobre las diferentes cuestiones, no es solamente a nivel organizativo sino también personal.

Camenisch: La cuestión es que a nivel psicológico nos mantienen bajo control, se trata del enorme poder manipulador de los medios, aunque todo empieza en la escuela, por supuesto. Se puede eliminar a muchas personas sin resolver nada. Por ejemplo, la gente que piensa; ah, la naturaleza (o la ecología) es una cuestión secundaria, y cosas así. Dicen: hagamos la revolución, después veremos. Yo pregunto: ¿Quieren hacer la revolución y recibir un páramo, un lugar donde no es posible habitar?¿Qué lógica tiene eso? Lo mismo sucede cuando mencionas sus contradicciones a tu querido y apreciado compañero, no hay respuesta.

Aunque pienso que discutir tiene sentido, incluso a un nivel mínimo, individual o grupal; combinándolo con la acción, según las capacidades, para difundir estas ideas a un mayor número de personas. No podemos esperar que las cosas vayan por donde queremos que vayan, o que cambien como lo deseamos. Lo único que podemos esperar es que nunca olvidemos la capacidad del análisis radical para concientizar a la gente. Quizá adoptar principios comunitarios con personas con las que se tiene contacto o que son más cercanas. Tal vez lo que aglutine no sea el primitivismo, quizá sean años de solidarizarse con presos, etcétera. Aquí, por ejemplo, personalmente los compañeros comunistas me son muy cercanos, pero es necesario repetirlo de vez en cuando, buscando claridad – no para una tendencia específica, sino como anarquistas en general -, “no obstante, ahora colaboramos solidarizándonos de corazón con ellos y con otros, pero si hacemos la revolución, la insurrección o lo que sea, sabemos perfectamente que llegará una fase de confrontación respecto a la cuestión del autoritarismo, porque ellos desean conquistar el Estado, y yo no quiero eso, pues soy antiautoritario”.

Zerzan: Quiero preguntar algo, aunque no estás obligado a contestar, ¿qué piensas hacer ahora?

Camenisch: Respecto a la cuestión militante y a la lucha armada, ya he dicho que soy un veterano. Por conciencia propia, por razones de edad, y por estar bajo control, no puedo decir a los compañeros jóvenes “hagamos la lucha armada”. También en términos de eficacia sería contraproducente e irresponsable. Por tanto, repito que desde el punto de vista de mi militancia en la lucha armada, soy un veterano que hizo acciones y pagó por ello.

Bien. Lo que deseo es seguir haciendo traducciones. Ahora estoy dentro del sistema y sometido a la actual esclavitud burocrática que llaman libertad. No es por despreciar esta libertad que obtuve al dejar la prisión, la aprecio. Claramente puedo vivir un poco mejor, pero también con más contradicciones. Porque cuando estaba en la cárcel, solía decir: El mejor lugar para mí es la prisión… aparte de la libertad del hombre fugitivo, ave en el bosque. Luchar verdaderamente contra el sistema es la forma más elevada de libertad, cualitativamente hablando. Pienso seguir haciendo canastas, es el trabajo que aprendí del Estado suizo. Me dije: ¡Bien! Gracias Estado, me mostraste cómo producir estos artefactos, me has enseñado un oficio sin un alto nivel de contradicciones, porque no hago canastas de plástico, sino de materiales naturales. Ahora quiero organizar mi vida de manera que tenga la mitad del tiempo para continuar elaborando estas cosas, y la otra mitad más intelectual, trabajando en la computadora. Compré un equipo nuevo. Debo trabajar desde la computadora, porque hoy en día no es práctico hacerlo de otra manera, podría hacer manuscritos, pero entonces otra persona tendría que transcribirlos de todos modos. Así que yo mismo hago esa parte. La misma contraposición que con el teléfono móvil, podría decir que no deseo ensuciar mi alma usándolo, pero para organizarse en este mundo, en este sistema, en este momento, tendría que acudir a alguien más y pedir prestado su teléfono. Así que en la situación actual, es preciso usar esta basura tecnológica, porque si no estaría obligado a utilizar el de alguien más. Tampoco puedo criticar el uso del automóvil, porque mañana lo tengo que emplear, ahora mismo lo necesito para pequeños quehaceres, para encontrarme con gente e ir por ahí organizando debates. Como tú, que has venido en avión, y ahora en auto, no puedo decir: ¡qué asco! Un compañero hace una broma, pero hay que tomársela en serio: “¿Usas Google Maps, aunque seas primitivista?”.

Zerzan: Por eso haces canastas.

Camenisch: Hacer canastas es otra experiencia. Ahora hago trabajos para clasemedieros, que dicen: “¡Hermoso! ¡Ah, son lindas estas canastillas para bicicletas! O las obsequio, tengo una larga lista de personas a las que me gustaría regalárselas. Hay otras que sirven para ir de compras. Aquí hay una de ellas: es una muestra de lo valioso que son estos productos, esta la hice hace cuatro o cinco años en Lenzburg, sigue en una pieza, no se ha roto. Esta otra tiene muchos años. En este oficio se puede diferenciar entre las que hago yo y las que hacen niños sin sueldo, o con un sueldo ridículo, por ejemplo, ahora venden canastas por un euro, esa es la globalización. Para hacer una canasta como esta tengo que invertir 50 euros en el material, termino ganando unos 5 euros por hora, que no es mucho. Si la tratas adecuadamente, sin dañarla ni dejándola bajo la lluvia, puede durarte cuarenta o cincuenta años.

Zerzan: El reciente ensayo que estoy escribiendo trata sobre el tejido, la independencia de los tejedores que utilizaban telares manuales, los ludditas.

Camenisch: Eso puede aprenderse con relativa facilidad. Sabemos que los pueblos primitivos van por los caminos reuniendo lo que encuentran, unas hojas por ejemplo. En un instante crean una bolsa o una canasta, que puede que no les dure cincuenta años, pero pueden volver a hacerla sin complicaciones, ya que tienen un profundo conocimiento de la naturaleza, de los materiales, de dónde crecen, cuándo cosecharlos. Ahora nos hemos desviado de la senda, pero tengo la idea de organizar mi vida en ese sentido.

Zerzan: ¿Vas a permanecer en Ticino?

Camenisch: Sí, me gustaría quedarme por unos años. Soy de las montañas de Grigioni, en los Alpes, donde hay un cruce de muchas culturas. Pero aunque solo hables alemán hay mucha influencia latina, es diferente si vas a Zúrich o si vienes aquí. Es distinto el trato dado, como la hospitalidad. Tal vez no haya mucha diferencia cultural o en la forma de vida, ni en el idioma, pero no soy tan alemán como italiano, soy más latino. Si tuviera que vivir aquí, por la situación de represión italiana, es como si viviera en Italia, en cierto modo. Ahora que has venido lo sabes, aquí estoy más cerca de mi gente que en la región de Zúrich. Así que por muchas razones me gustaría venir a vivir aquí, y por supuesto. Tengo la perspectiva de irme a vivir a las montañas, posiblemente en una ambiente colectivo, con miras a la autosuficiencia, tener una tierra, etc. No cortar completamente las relaciones con los que viven en la metrópoli, pero buscar la autonomía propia, cultivar, hacer lo que hacía en el monte, cosechar, cazar, y crear un espacio donde los distintos compañeros puedan encontrarse, discutir, dormir y cocinar.

Ticino está relativamente cerca desde el punto de vista logístico, accesible desde el norte y el sur.

Zerzan: ¿No tienes la restricción de permanecer en Suiza?

Camenisch: No, no tengo restricciones, podría tomar mi pasaporte y viajar. Pero tengo el problema del proceso legal relacionado con la Operación Ardire. No sé si exista una orden de aprehensión para la Unión Europea. En 2015, archivaron el caso, pero no han informado nada. Un abogado en Italia descubrió accidentalmente que lo habían publicado en Internet, pero no directamente a las personas afectadas; aunque es posible que existan otros procedimientos abiertos de los que aún no han dicho nada.

Cuando me detuvieron en Italia, el tribunal de Génova decidió prohibirme de por vida regresar a Italia. Mi abogado dice que quizá ya no tiene validez legal, porque los acuerdos bilaterales han cambiado. No es posible que Italia pueda impedirme entrar. En aquel momento decían que yo era socialmente peligroso, una amenaza para el país. De acuerdo, entonces era verdad, pero ahora no pueden decir eso porque he pasado 30 años en prisión y he realizado una “resocialización exitosa”, no soy reincidente. He pensado posponer los viajes al extranjero hasta que haya cumplido mi condena, que será en mayo del año que viene (2018). Entonces depende, porque las cosas pueden cambiar deprisa, de la noche a la mañana: no más teléfonos, no más electricidad, ni más agua. Somos totalmente dependientes, pues no controlamos esos elementos. Nos pueden cortar el agua, ¿no es así? Así que mejor no olvidemos que se puede vivir sin todas esas cosas. Como con un apagón, que provoca el repunte de nacimientos luego de nueve meses, lo cual es una señal de que el instinto natural sigue ahí. Si no es aplastado por la televisión u otras actividades alienantes, aprendemos que hacer el amor es quizás mejor que ver una pantalla. Debemos contemplar esto como un antídoto para no desesperar, que no todo está perdido. Porque hay habilidades que tal vez se están perdiendo, pero siguen ahí, podemos sanar, estamos enfermos pero somos capaces de recuperar esas capacidades. Si lo queremos, o si nos obligan. Si no tenemos agua disponible en las tuberías, bueno, aún hay manantiales, podemos ir por agua, bañarnos. Pues el agua entubada significa adicción, puedes tomarla cuando quieras. Estos discursos a menudo hacen enfurecer a la gente, porque no tienen argumentos para rebatirlos. Seguro que tú también has experimentado estas cosas al discutir con la gente.

Zerzan: ¿Qué pasa cuándo se enfadan?

Camenisch: Al quedarse sin argumentos deben conceder que tienes la razón, eso les obliga a llegar a un acuerdo consigo mismos, ¿no? Tienen que admitir sus propias contradicciones. Si no son capaces de hacerlo, la reacción es el enfado hacia ti. A veces verás cómo reaccionan gritando para defenderse. Pero eso no es negativo, es un proceso que inicia con la agresión, pues has acabado con sus falsas certezas, les has quitado su sostén. Creo que a menudo, en un segundo momento, comprenden que un proceso de concienciación ha comenzado.

Zerzan: Hiciste que dieran un paso adelante.

Camenisch: Creo que tú, John, tienes muchas experiencias en torno a lo que puede ser la conciencia de las personas, más allá de las diferentes expresiones culturales o de lenguaje. Has escrito que este análisis, va a la raíz, que es algo que importa ¡Estamos en el camino correcto! Lo cual nos motiva para resistir. Y bueno, yo en lo personal estoy de acuerdo contigo en no ser pesimista sobre cómo están yendo las cosas. Escribiste, en uno de tus textos, una pequeña anécdota, si no recuerdo mal; hablabas sobre el sistema con una vecina, sobre los problemas existentes, y esta mujer dijo acertadamente: “Mira, todos tenemos el corazón roto”. Esto me hace pensar que debemos ser capaces de hablar un lenguaje distinto, la gente habla de otra manera, tiene una educación diferente, una forma diferente de expresar las cosas. Contamos con el análisis duro, que va a la raíz, pero esta mujer supo identificar adecuadamente que todos tenemos el corazón roto.

Zerzan: Paseábamos, entonces ella dijo: “No debemos olvidar nunca que todos tenemos el corazón roto”¡Vaya! Aún recuerdo ese momento.

Camenisch: A menudo utilizo esas palabras. Tenemos que curarnos, es un proceso de curación, debemos seguir adelante. Es que la civilización ha sido una enfermedad muy prolongada.

Zerzan: Estaba pensando en lo que me decía Matteo en estos días; que en el último periodo las luchas han sido en defensa de la Tierra, NO TAV, ZAD y muchas otras… debe ser así. Quizá en Estados Unidos sea más fácil entender esto porque existen pueblos indígenas, y para mí ese es el vínculo con las ideas primitivistas. Para ellos todo gira en torno a la Tierra, la Tierra lo es todo; muchos anarquistas no lo tienen en cuenta para nada, pero ahora estamos en medio de luchas que tienen que ver con la Tierra. Para la gente que fue a Standing Rock tal vez la situación sea otra, porque son lugares diferentes, por supuesto… pero muchos de ellos no estaban acostumbrados, normalmente practican un tipo específico de lucha militante: van a un lugar determinado, apoyan luchas… Pero en este caso participaban los nativos, los pueblos indígenas. ¿Por qué es tan importante? Para ellos es muy relevante porque la tierra es sagrada. En fin, ahora se puede decir que ha terminado, pero fue una experiencia muy interesante, la forma en que mucha gente… cómo decirlo, en teoría todo el mundo apoya a los indios, pero luego realmente no piensan mucho en ello. Repito, en Estados Unidos tenemos esa ventaja, que hay indígenas, todavía existen, los conocemos. Por supuesto, es una situación totalmente diferente a la tuya, pero aun así fue una sorpresa. ¡Vaya! Standing Rock se convirtió una gran experiencia, duró meses… Pero tal vez no haya terminado y la lucha regrese.

Camenisch: Siempre hay que saber empezar de cero, porque cada vez es un nuevo comienzo; por ejemplo cuando aparece una lucha como en Val di Susa, entonces el análisis radical se pone en práctica, está ahí para la gente. Quizá hay veces que no vemos el enfoque positivo que se ha desarrollado en las diversas situaciones, en los pequeños grupos, en las diversas luchas. Necesitamos una mezcla de pesimismo y optimismo. Las cuestiones están abiertas. Esta civilización apesta, este es el pesimismo que debemos intentar transmitir, la conciencia de que la civilización es letal. Pero la cuestión está abierta. Hay escritos de Jarach que me han gustado, en ellos afirma que los anarquistas no debemos ser tan duros, ni tan puros. La historia aún no ha demostrado qué tipo de organización es la adecuada para alcanzar el objetivo de la revolución, por lo que incluso nosotros, como anarquistas, debemos en algún momento dejar los prejuicios, sobre lo que entendemos por autoritario o antiautoritario, sobre cómo organizarnos con la gente normal, entre nosotros, o con los comunistas. Jarach afirma que la cuestión de la organización aún no se ha resuelto, no hay respuestas en la historia, toda está por probarse, no sabemos qué funciona mejor en una situación determinada. Porque el error que cometemos a menudo es que confundimos la acción y el pensamiento, pregonamos como si la revolución ya hubiera sucedido. Estamos en una situación determinada con unas condiciones determinadas, tendremos que actuar de forma contradictoria, y no podremos actuar si declaramos: ‘no tienes razón’. Creo que hay que tener mucho cuidado al hacer declaraciones, al decir que las cosas son así y así, tenemos que verificar las cosas, verificarlas nosotros mismos junto con otras personas. Y luego preguntarnos: ¿qué puede hacerse? Jarach, y creo que tú también John, dicen que el anarquismo es también una ideología moderna y por tanto debemos cuestionarla en su conexión con las luchas que nos rodean. No podemos afirmar que los indígenas sean auténticos primitivistas, o anarquistas, en realidad no lo son. ¿Nosotros lo somos? ¡No, tampoco!

Soy yo quien debe saber cómo cambiar, para después pedir a la gente que me rodea que cambie de un modo que respete la autodeterminación. Para mí quizá sea un atajo, pero cuando reflexiono sobre el anarquismo, el primitivismo está ahí, está dentro de él, es lógico, es obvio. Así como es lógico que para el concepto de anarquía (no digo anarquismo a propósito) la crítica a la civilización sea básica, fundamental, porque la civilización no tiene nada de anárquica, toda la historia lo demuestra y con mayor razón la actual. Muchas veces, en las discusiones digo que las cosas son simples: si se piensa en la revolución, en una auténtica revolución, el análisis anarquista-primitivista es en cierto modo obvio. Si no tienes estas herramientas para entender cómo son las cosas, creo que no tienes la oportunidad de ir a los cimientos, de ir realmente a la raíz de las cosas. Sin sin ir a la raíz no se puede profundizar, porque de lo contrario siempre se detendrá un cierto límite, que la próxima generación se encargará de superar. Aunque tal vez la próxima generación quiera Facebook, ¿no? O quizá no, dirán que es alienante, contraproducente, etc. ¿Pero qué le vas a decir a la generación más joven que ahora está acostumbrada a Facebook? Debes exponerle la crítica básica que aplicas contra los automóviles, que también utiliza.

Zerzan: Aunque la gente se está alejando de Facebook, no les controla lo suficiente.

Camenisch: ¡Je, je!… Es mucha variedad, y la variedad es importante para los acercamientos.

Lo último que me gustaría decir, aunque no sea importante, es que si ahora estoy en libertad después de todos estos años, se lo debo a la solidaridad que me han expresado directa o indirectamente. Si ahora soy libre para estar aquí y poder hablar contigo, no es por casualidad. Por supuesto, también es porque ‘el Estado es bondadoso y me ha liberado’, pero en gran parte es gracias a la solidaridad que he recibido todo este tiempo. No es una gran victoria, es una victoria muy pequeña, pero también tenemos que vivir para estas pequeñas victorias, ¿no? Este es el mensaje que quiero transmitir a la gente: estoy muy agradecido porque si puedo disfrutar de este periodo de libertad antes de morir, creo que se debe al principio de solidaridad. Creo que también se debe a una pequeñísima dosis de anti-pesimismo, no de optimismo sino de anti-pesimismo. Aunque me cuesta utilizar estos dos términos; optimismo, pesimismo. Creo que no deberían tener tanto peso en nuestras reflexiones, ni en las motivaciones para actuar. No debemos perdernos en esta dicotomía optimismo o pesimismo, victoria o derrota.

Zerzan: Yo también conozco a muchos pesimistas, pero no se rinden, siguen luchando, siguen reflexionando los hechos.

Camenisch: Verlo todo en términos de lo que funciona o de lo que no, de pesimismo u optimismo, nos incapacita, nos paraliza. Deberíamos dejar estas cosas para los visionarios y pensar no tanto en el futuro como en la realidad del ahora, teniendo claros nuestros objetivos. Actuar en el momento presente, hacer lo que podamos, sin ocultar nuestros objetivos, principios o lo que sea; y estar mentalmente abiertos, claros: Esto es lo que somos, ¿Nos aceptan? ¿No nos aceptan? ¡Adiós! Pero sin pensar que poseemos la verdad.

Matteo: Una pequeña cosa que añadir a lo que decías de la solidaridad. Nosotros también tenemos que darte las gracias: por la maravillosa persona que eres, por la fuerza que nos has transmitido, por el cariño y la cercanía que nos has expresado, por la ironía estimulante de tus críticas. Una vez dijiste algo muy profundo: “Quien ha probado el sabor de la libertad y la ha elegido como amante, no la dejará escapar fácilmente”. Las primeras veces que te vi en la cárcel me sorprendió lo consciente que eras de cómo iba la sociedad, lo acertadas que eran tus apreciaciones. Sabías más que la mayoría de los compañeros de fuera.

Camenisch: Sí, pero es estructural. Estás solo en tu celda, no tienes la posibilidad de comunicarte. La situación de la prisión es quizá una paradoja; te permite obtener mayor información, y entrar en contacto con muchas más situaciones y personas diferentes de todo el mundo.

Matteo: Estoy de acuerdo, pero no es solo el hecho de tener acceso a la información, es también la forma de interpretarla. Era como si estuvieras presente en las situaciones a las que hacías referencia, distinguías pequeñas discrepancias que la gente de fuera no podía ver.

Camenisch: Eso es lo fundamental por lo que se termina en la cárcel… ¡je, je! Si tienes esa forma de analizar, de enfocar las cosas, puede que por eso estés prisionero. La comunicación es fundamental para sentirse parte de una comunidad. Pienso: este es mi hermano ¿no? Hablo con él, me visita, esto es hacer comunidad. Comunidad imperfecta… comunidad muy dolorosa en el sentido de que para ser felices deberíamos vivirla, pero podemos vivir partes importantes de lo que una comunidad es, o debería ser, o podría ser. En este sentido la prisión era como un privilegio, ciertamente no elegido, una especie de reducto. Así me enteré de la lucha NO TAV y de todas las historias de las que hablábamos; eché un vistazo al conflicto mapuche y así sucesivamente. Entonces reconocí dónde empieza una comunidad, o lo que queda de ella, en nuestros corazones. Cuáles son las posibilidades de una comunidad en medio de todas estas restricciones que conducen a su extinción.

No es tanto un mérito como una condición. Cuando estuve preso en Italia hice muchos compañeros. Esos fueron los mejores momentos, cuando más viví los principios comunistas. Sin jerarquía, teníamos un modo de vida realmente colectivo en la cárcel. Los camaradas de allí, comunistas, todos trabajaban, todos escribían, todos estudiaban, pero no creo que nadie escribiera tanto como yo, ni a tanta gente. También le escribí a personas que son adversarios políticos; por ejemplo, cuando estuve en Biella había un grupo de Refundación Comunista. Por diversas razones tenían posiciones, objetivos y principios más avanzados que el resto de su partido, así que incluso con esta gente intenté ver qué podíamos tener en común para actuar juntos contra la represión. Cada vez se aclaraban más mis posiciones con respecto a las suyas, mis objetivos se radicalizaron más, etcétera. Pero los respeto y puedo estar de acuerdo en una pequeña parte de su actuar, eso nos dispone a ir un poco más lejos.

Durante ese tiempo no me aburrí ni un segundo, aunque la gente ordinaria, incluso a veces los compañeros que la han vivido, piensan que la cárcel es aburrida. Hay muchos momentos en los que no se puede hacer nada, eso es tedioso. Yo, en cambio, no tenía tiempo para contestar todas las cartas, luego trabajaba y siempre pensaba que no había hecho lo suficiente; se hacían las dos o las tres de la mañana escribiendo, traduciendo, pensando que tenía que terminar un trabajo o continuar una discusión sobre la situación de algún camarada o algo así. Creo que las horas que trabajé fueron muchas, pero nunca me aburrí. En todo momento tenía algo que hacer. Estaba con la mente afuera, no encerrado.

Zerzan: Tengo un amigo que lleva en la cárcel desde 1974, como tú es muy abierto de mente y con gran sentido del humor. Cuando lo visito en California me digo: ¿cómo puede ser?

Camenisch: De nuevo, es lo mismo que interiorizar la situación. Esta interiorización puede resolver la vida, por más humilde que esta sea. La libertad empieza aquí, en lo más profundo de tu interior, para luego realizarse hacia el exterior.

Zerzan: ¿Tuviste que enfrentar mucha violencia en la cárcel?

Camenisch: No, nunca. Hay otras formas. La prisión es un mundo muy complejo; hay momentos en que el entorno carcelario es muy pacífico, pero hay otros en que puede existir un motín u otras violencias. Puedes estar en una prisión justo después de haber brotado la violencia. Por ejemplo, tenía dos compañeros que, durante peleas brutales en la prisión, habían sido trasladados poco antes, por lo que no las habían vivido, o llegaron poco después cuando la situación se había “normalizado”. Así que todo es muy aleatorio. Hay prisiones como la de Stammheim con altos regímenes de aislamiento, pues los han modernizado mucho: es algo terrible si no tienes un corazón fuerte, o si no puedes comunicarte con la gente de afuera.

Zerzan: ¿Jugabas al ajedrez en la cárcel?

Camenisch: No, no, no. No tenía tiempo y no me interesaba. Escribir era lo mejor, jugar al ajedrez es una pérdida de tiempo, también porque no me gustan esos juegos para pasar el rato. Mantuve los mismos principios de vida que cuando estuve fuera, incluso de antes, cuando fui campesino y pastor, (que por supuesto es ser muy civilizado) cuando no imaginaba situaciones en las que fueran necesarias vacaciones, o descansos para luego volver al trabajo. Haces cosas que te satisfacen, son duras pero satisfactorias, no es necesario tomar vacaciones por la tensión si lo que haces es relajante, lo disfrutas y es sano. No tienes ese tipo de división, como los pueblos libres que no necesitan desarrollar el concepto de libertad, ni el de suicidio: en su condición no necesitan esas palabras, esos conceptos. Diría que es mejor hacer el amor que permanecer aburrido o jugar al ajedrez. Está claro que la cárcel te deja huella, hasta en el corazón. Si no tienes el corazón completamente roto, debes cuidar que la cárcel no te lo destruya definitivamente, pero si puedes vivir tranquilo todo irá bien. Entonces estás en una situación en la que ni siquiera consideras arrepentirte. Sé que existe el arrepentimiento, he oído hablar de él, pero nunca he pensado que pudiera arrepentirme. Está fuera del imaginario, debido a la base que tenemos, de cómo estamos hechos, cómo afrontamos las dificultades y los errores, que no son acciones equivocadas. Sí, he cometido muchos errores, pero en el fondo ninguna equivocación.

¿Quién es Noam Chomsky?

Noam Chomsky es probablemente el anarquista estadounidense más reconocido, algo curioso dado que en realidad es un liberal de izquierda y un reaccionario puro en su especialidad como académico de teoría lingüística. También es, por donde se vea, un incansable, generoso y sincero activista —lo que desafortunadamente no asegura que su pensamiento tenga valor liberador.

Leyendo sus diversos libros y entrevistas, uno se sumerge en vano en busca de algún argumento anarquista o de crítica profunda. Cuando le preguntaron si “¿Todos los gobiernos son inherentemente malos?” su respuesta fue no (28 de enero, 1988). Motivado por su “deber como ciudadano”, es un crítico de las políticas gubernamentales mas no del gobierno en sí. El constante estribillo en su trabajo es un llamado a la democracia, a la “verdadera democracia”, a la “participación real”, la “participación activa” y cosas por el estilo.

Su objetivo es luchar “por un avance significativo en la democratización,” mas no por remplazar del mando político por una condición de no gobierno llamada anarquía. Sorprendentemente su práctica personal consiste en el reformismo orientado a esfuerzos simbólicos como la resistencia a impuestos y la membresía a la Unión Americana por las Libertades Civiles. En vez de una crítica al capital, sus formas, sus dinámicas, etc. Chomsky llama (1992) a luchar por un “control social más allá del inversionismo. Eso es una revolución social.” Qué declaración tan más ridícula.

Su enfoque casi exclusivo sobre Estados Unidos y su política exterior, revelan una estreches con una influencia demasiado conservadora para considerarle como pensador radical. Su llamado a una mayor implicación dentro de la política actúa contrariando el potencial de la marea subversiva, que de por sí es cada vez menor. El énfasis de Chomsky por la nave estatal gravita por sí mismo rumbo a la reafirmación de los Estados, e ignorando por completo temas importantísimos (como la naturaleza o la mujer, por mencionar algunos), cuestión que lo hace aún menos relevante.

En términos de las relaciones intergubernamentales sus posturas son igual de decepcionantes. Un punto primordial sobre este tema es el del Medio Oriente, y aquí observamos de todo menos un análisis anti-autoritario. Él ha argumentado consistentemente (en libros como The fateful triangle [El triángulo de la lealtad], 1983) la necesidad de una salida bilateral entre Estados por la cuestión de Palestina. Una formula característica: Israel con sus fronteras reconocidas internacionalmente, tendrá los mismos derechos que cualquier Estado en el sistema internacional, ni más ni menos.” Este tipo de posturas encajan perfectamente dentro de la farsa electoral y todo lo que representa. Siguiendo esta línea, respondió que el político de centro Ruben Zamora, era la persona a la cual más admiraba (Voices of Dissent [Voces del Disenso], 1992).

Chomsky se ha quejado varias veces de que el actual sistema y sus perros falderos, los medios de comunicación, han hecho todo lo posible por marginalizar y suprimir sus posturas, esto a pesar de la cantidad de libros de su autoría impresos. Algo irónico ya que él ha contribuido con más fuerza aún a la marginalización de las perspectivas anarquistas. Figura en incontables anuncios y testimonios dentro de publicaciones como The Nation, In these times y Zmagazine, pero nunca ha mencionado a Anarchy, Fifth State o cualquier otra publicación anti-autoritaria. Encumbrar acríticamente a los medios de la izquierda liberal está muy lejos de ser un mero descuido. De hecho, yo intercambie un par de cartas con él en 1982, hablando de este tema (las copias las tengo en mi poder). Lo que recibí fue una respuesta escueta de carácter pro-izquierdista y el posterior ndono de nuestro intercambio epistolar, mientras que por otro lado continúa dándole la espalda públicamente a cualquier punto de vista anarquista.

El libro más reciente de entrevistas a Chomsky, Class Warfare [Guerra de Clases], es promovido en los ambientes liberales-izquierdistas como “una nueva y accesible forma de entender La Revolución Republicana. ”Supuestamente provee respuestas a preguntas tales como: “Por qué como partidario de los ideales anarquistas, está a favor del fortalecimiento del Gobierno Federal.” La verdadera respuesta, dolorosamente obvia, es que él no tiene un pelo de anarquista.

Siendo profesor de lingüística en el Instituto de Tecnología de Massachuset, alcanzó la fama y la fortuna por sus concepciones acerca del lenguaje. El profesor Chomsky ve al lenguaje como una parte sujeta e innata de una “naturaleza humana esencial” (Barsamian, 1992). El lenguaje se desarrolla sobre un camino intrínsecamente determinado, muy similar al de un órgano físico. En ese sentido, Chomsky dice que el lenguaje “simplemente despierta” (1988) y que deberíamos estudiarlo como si “estudiáramos cualquier problema de biología” (1978). En otras palabras, el lenguaje, la parte más fundamental de la cultura, no tiene ningún vínculo con la cultura y es una cuestión de desarrollo instintivo a través de la especialización biológica.

Aquí, como en cualquier otro punto, Chomsky no puede ni siquiera imaginar alguna problemática sobre los orígenes de la alienación o desconoce las investigaciones fundamentales sobre lo que realmente es la cultura simbólica. Para él, el lenguaje es estrictamente un fenómeno natural poco relacionado con la génesis de la cultura humana o el desarrollo social. Una perspectiva severamente retrograda y poco radical, ligada a su falta de voluntad para cuestionarse otras cosas fuera de su reducido enfoque político.

En la edición del verano de 1991 de la revista Anarchy se incluyó “Una breve entrevista con Noam Chomsky sobre Anarquía, Civilización y Tecnología”. Nada para sorprenderse, de hecho fue un intercambio un poco extraño dada la antipatía general del profesor por estos tres tópicos. El tema de la anarquía fue evadido por completo, tal y como lo ha venido haciendo todos estos años. Al responder a varios de los cuestionamientos sobre civilización y tecnología, él estaba obviamente incomodo, así como falto de preparación para dar una respuesta bien fundamentada. Desconectado de las nuevas líneas de pensamiento que críticamente re-examinan la naturaleza de la civilización, ignoraba la creciente literatura al respecto, y su inminente influencia en el movimiento anti-autoritario.

Con respecto a la tecnología su respuesta fue un poco más extensa, aunque bastante desganada, demostrando que estaba tan a oscuras como cuando se le cuestionó sobre la civilización. Sus respuestas eran los clásicos, poco examinados y desacreditados clichés pro-tecnológicos, que cada vez gozan de menor credibilidad entre los anarquistas: la tecnología es simplemente una herramienta, un fenómeno “más o menos neutral”, para ser visto solo en términos de usos específicos, igualmente no examinados. De hecho Chomsky declara que los automóviles están bien, que el único problema son los ejecutivos detrás de las grandes corporaciones. Lo mismo con la robótica, piensa que es algo caído directamente del cielo y que no tiene conexión alguna con la dominación de la tierra, la división del trabajo, etc. En resumen, él proclama que “la única cosa capaz de resolver los problemas medioambientales es la tecnología avanzada”. Exactamente: ¡quiere más de la desalmada y anti-ecológica tendencia que ha creado la pesadilla actual!

En la primavera de 1995, Chomsky donó una buena parte de las ganancias que recibió tras una concurrida conferencia sobre las políticas internacionales de Estados Unidos al 223 Freedom and Mutual Aid Center [Centro Libertario y de Apoyo Mutuo 223] de Portland, mejor conocido como la infoshop anarquista local. Para honrar apropiadamente al generoso benefactor, la infoshop invirtió el dinero, primero que todo en un sistema de cómputo, y unos meses después financiarían un folleto promocionando el espacio y las ideas que lo sostienen. Entre las citas más prominentes que adornaban este panfleto está una que empieza; “La misión para una sociedad industrial moderna, es alcanzar los avances técnicamente realizables…” Un lector atento quizá no necesite que le cuente quién es el autor de estas palabras, ni que le diga por qué esto no puede tener ninguna influencia sobre el pensamiento radical. Para aquellos de nosotros cuyo objetivo es ayudar en la abolición total de nuestra “moderna sociedad industrial”, nos parece extremadamente repulsivo celebrar abyectamente su realización.

John Zerzan

Tomado de “El Reverdecer Anárquico”. Editorial Revuelta Rústica

Esas cosas que hacemos

Reificación

Del latín “re”, o cosa, reificación significa, esencialmente, cosificación; un poco en el sentido en que Theodor Adorno, entre otros, afirmaba que la sociedad y la conciencia han sido casi completamente cosificadas. A través de este proceso, las prácticas y las relaciones humanas llegan a ser vistas como objetos externos. Lo que está vivo termina siendo tratado como una cosa inerte o abstracción. Se trata de un cambio de los acontecimientos que se experimenta como natural, normal, inmutable.

En Tristes Trópicos Claude Lévi-Strauss ofrece una imagen de este proceso de reificación en términos de atrofia de la civilización occidental: “como un animal viejo cuya espesa piel ha formado una costra imperecedera alrededor de su cuerpo, la cual, al evitar que la piel pueda respirar, termina por acelerar su proceso de envejecimiento” Esta pérdida de sentido, inmediatez y energía espiritual en la civilización occidental constituye igualmente un tema importante en los trabajos de Max Weber, el cual, se interesa también en la reificación de la vida moderna. Que esta falta de vida y de encanto parezcan de algún modo inevitables e inmutables, y sean, en gran parte, admitidas, precisamente, como una concesión, es un importante resultado de la reificación, algo inseparable de ella.

¿Cómo llegaron las actividades y relaciones humanas a separarse de sus sujetos y a adoptar una “vida” como de cosa, por ellas mismas? Y, dada la evidente mengua de la creencia en las instituciones y categorías sociales, ¿qué mantiene unidas las “cosas” en la sociedad cosificada?

En un mundo comprendido de forma creciente por las más rígidas formas de extrañamiento, términos como reificación o alienación ya no se encuentran en la literatura que supuestamente se ocupa de ese mundo. Aquellos que declaran no tener ideologías son a menudo los más constreñidos y determinados por esa ideología dominante que son incapaces de ver, y es posible que el mayor grado de alienación se alcance allí donde la conciencia no llega. El término reificación fue ampliamente usada en la definición que de él dio el marxista Georg Lukacks, a saber: una forma de alienación resultado del fetichismo de la mercancía de las modernas relaciones de mercado. Las condiciones sociales y la situación del individuo se han convertido en una función misteriosa e impenetrable en lo que comúnmente denominamos capitalismo de consumo. Somos aplastados y cegados por la fuerza reificante de la etapa del capital que comenzó en el siglo XX.

Pienso, no obstante, que puede ser útil retomar el término reificación para establecer un significado más profundo y dinámico. Lo simple y directamente humano está siendo en realidad evacuado de un modo tan cierto como que la naturaleza misma ha sido domesticada y convertida en un objeto. En el universo helado de las mercancías, el reinado de las cosas sobre la vida resulta obvio, y la frialdad que Adorno vio en el principio básico de la subjetividad burguesa está alcanza nuevos mínimos.

Pero si la reificación es el elemento central a través del cual la forma mercancía impregna toda la cultura, es también mucho más que eso. Kant conoció el término, y fue Hegel, poco después, quien hizo un mayor uso de él (y de la objetivación, su equivalente aproximado). Él descubrió una ausencia radical del ser en el corazón del sujeto; es aquí donde podemos indagar fructuosamente.

El mundo se nos presenta por sí mismo – y nosotros lo re-presentamos. Pero, ¿de dónde viene la necesidad de hacer esto? ¿Sabemos lo que realmente simbolizan los símbolos? ¿Será cierto que deben ser poseídos y no representados?. Los signos son, básicamente, señales, esto es, correlativos; los símbolos, sin embargo, son sustitutivos. Como explica Husserl, “el símbolo existe efectivamente en el momento en que se introduce algo más que vida” Es posible que la reificación sea el corolario inevitable, o un subproducto, de la simbolización misma.

Como mínimo, parece haber fundamentos reificados en todas las estructuras de dominación. Calendarios y relojes formalizan e incluso reifican el tiempo, el cual fue, probablemente, la primera reificación de todas. Una estructura social dividida supone un mundo reificado principalmente, porque es una estructura simbólica de roles e imágenes, no de personas. El Poder cristaliza en las redes de dominación y jerarquía tan pronto como la reificación entra a formar parte de la ecuación. En el productivista mundo actual, la extrema división del trabajo alcanza plenamente su significado original. Cada vez más pasivos y faltos de sentido, nos reificamos sin parar en nosotros mismos. Nuestro creciente empobrecimiento nos aproxima a aquella condición en la que apenas somos meras cosas.

La reificación permea la cultura posmoderna, en la cual sólo las apariencias cambian y parecen estar vivas. Lo espantoso de nuestra posmodernidad puede ser visto como un destino de la historia de la filosofía, un destino que va más allá de ella. La historia, como tal historia, comienza como una pérdida de integridad, como la inmersión en una trayectoria externa que desgarra el yo en partes. La negación de la elección humana y de su efectivo ejercicio es tan vieja como la división del trabajo; sólo su drástico desarrollo o plenitud es nuevo.

Hace unos 250 años el romántico alemán Novalis se lamentaba porque “el sentido de la vida se ha perdido” El cuestionamiento generalizado del sentido de la vida sólo puede aparecer en torno a este momento -justo cuando el industrialismo realiza su más temprana irrupción. Desde entonces, la erosión del sentido se ha acelerado rápidamente, recordándonos que la función sustitutiva de la simbolización es también una prótesis. El reemplazamiento de la vida por lo artificial, como la tecnología, implica una cosi-ficación. La reificación es también, al menos en parte, un imperativo técnico.

La tecnología es “la habilidad para organizar hasta tal punto el mundo, que no necesitamos experimentarlo”. Se supone que debemos negar lo que hay de vivo y natural en nuestro interior para asentir a la dominación de la naturaleza no-humana. La tecnología se ha convertido, sin lugar a dudas, en el gran vehículo de la reificación. Sin olvidar que está inmersa y encarna una esfera del capital, la reificación nos subordina a nuestras propias creaciones objetivadas. “Las cosas están en el poder y conducen la humanidad” señaló Emerson a mediados del siglo XIX. No se trata de un giro reciente de los acontecimientos; refleja, más bien, el código maestro de la cultura ab origino. La separación de la naturaleza, y su consiguiente pacificación y manipulación, hace que uno se pregunte, ¿está desvaneciéndose el individuo? ¿ha sido la cultura misma la que ha puesto esto en marcha? ¿cómo es posible que una expresión tan reificada como “Los niños son nuestro más preciado recurso” no le parezca a todo el mundo repugnante?

Somos cautivos de mucho más que lo meramente instrumental, alimento para el funcionamiento de otros objetos manipulables, pero también de lo continuamente simulado. Nos hayamos exiliados de la inmediatez, en un espacio descolorido y aplanado en el que el pensamiento lucha por desaprender su alienado condicionamiento. Merleau-Ponty falló en su búsqueda pero, al menos, ayudó a encontrar una ontología primordial de la visión anterior a la ruptura entre sujeto y objeto. Es la división del trabajo, y sus resultantes formas conceptuales de pensamiento, lo que permanece invariable, retrasando el descubrimiento de la reificación y del pensamiento reificado.

Después de todo, es nuestra forma entera de conocer lo que ha sido deformado y disminuido, y esto debe ser entendido como tal. La “inteligencia” es ahora una externalidad a medir, equiparable a la pericia para manipular símbolos. La filosofía se ha convertido en la racionalización más elaborada de la reificación. Y de un modo más general, el ser mismo es constituido como experiencia y representación, como sujeto y objeto. Esta conclusión debe ser criticada de un modo tan fundamental como sea posible. El elemento vivo, activo, del conocimiento, debe ser desvelado, por debajo de la reificación que lo enmascara. El conocimiento, a pesar de la ortodoxia contemporánea, no es computación. El filósofo Ryle vislumbró que la forma de pensamiento más básica puede ser aquella que no cuenta con representación simbólica. Nuestras nociones de la realidad son producto de un sistema simbólico construido, cuyos componentes se han solidificado a lo largo del tiempo en reificaciones y objetivaciones, del mismo modo en que la división del trabajo fundió la dominación de la naturaleza y la domesticación del individuo.

El pensamiento capaz de producir cultura y civilización es distante, no sensorial. Se abstrae del sujeto y deviene un objeto independiente. Eso quiere decir que las sensaciones son mucho más resistentes a la reificación que las imágenes mentales. El discurso platónico es un primer ejemplo de pensamiento que procede a expensas de los sentidos, mediante la separación radical entre percepciones y conceptos. Adorno llama la atención sobre una variante más saludable, cuando observa que en los escritos de Walter Benjamin “el pensamiento acosa al objeto, como si tocándolo, oliéndolo, probándolo, quisiera transformarse a sí mismo”. Y Le Roy está probablemente muy cerca de este indicio cuando dice que “renunciamos a la concepción sólo para querer la percepción”. Históricamente determinado, en el sentido más profundo del término, el aspecto reificado del pensamiento es una “desventura” cognitiva más.

Husserl, entre otros, concibió la representación simbólica como originalmente diseñada para ser un suplemento temporal de la auténtica expresión. La reificación entra en escena, de forma un tanto paralela, cuando la representación pasa del estatus de noción usada para propósitos específicos al de objeto. Sean o no adecuadas estas tesis, parece, al menos, evidente que existe una fisura ineluctable entre la abstracción del concepto y la riqueza de la red de fenómenos. En este sentido es importante la conclusión de Heidegger de que el auténtico pensamiento es “no-conceptual”, una especie de “escucha reverencial”.

Siempre de la mayor relevancia es la violencia que un ethos pertinazmente invasor perpetra contra la experiencia vivida. Gilbert Germain ha comprendido cómo el ethos promueve decididamente un “olvido de la relación entre el pensamiento reflexivo y la experiencia perceptual directa del mundo del que éste proviene y al cual debería volver”. Y Engels apuntó de pasada que “la razón humana se ha desarrollado de acuerdo con la alteración humana de la naturaleza”, una manera suave de referirse a la relación entre objetivación, razón instrumental y la progresiva reificación.

En cualquier caso, el pensamiento de la civilización ha trabajado para reducir la abundancia que todavía se las arregla para rodearnos. La cultura es una pantalla a través de la cual nuestras percepciones, ideas y sentimientos son filtrados y domesticados. De acuerdo con Jean-Luc Nancy, la cosa más importante que representa el pensamiento representacional, es su límite. Heidegger y Wittgenstein, posiblemente los pensadores más originales del siglo XX, terminaron, siguiendo estas líneas de pensamiento, negando la filosofía. El reificado mundo de la vida elimina progresivamente lo que lo cuestiona. La literatura sobre la sociedad produce cada vez menos cuestiones básicas sobre la sociedad, y el sufrimiento del individuo es ahora raramente tenido en cuenta para nivelar esta sociedad incuestionada. La desolación emocional es vista casi completamente como un efecto de anormalidades cerebrales o químicas “naturales”, sin que tenga nada que ver con el contexto destructivo en el que el individuo, generalmente, ha soportado su condición narcotizada.

En un nivel más abstracto, la reificación puede ser neutralizada confrontándola con la objetivación, la cual es definida de un modo que pone a ésta en tela de juicio. En este sentido, la objetivación pretende significar una conciencia de la existencia de sujetos y objetos, y el hecho de ser uno mismo tanto sujeto como objeto. Hegel, en esta línea, se refiere a ella como la esencia última del sujeto, sin la cual no puede haber desarrollo. Adorno veía en una cierta reificación un elemento necesario en el necesario de objetivación humana. Al volverse más pesimista a cerca de la realización de una sociedad desreificada, Adorno usa reificación y objetivación como sinónimos, consumando una retirada desmoralizada de la diferencia que, sin duda, cada término reclama.

Creo que puede ser instructivo aceptar los dos términos como sinónimos, no para terminar aceptando ambos, sino para considerar la idea de exploración de la alienación. Dicha alienación requiere una alienación del sujeto con respecto al objeto, la cual es fundamental, parecería, para el propósito de reconciliarlos. ¿Cómo fui a parar a este horrendo presente, definible como una condición en la cual el sujeto reificado y el objeto reificado se oponen mutuamente? ¿Cómo es que, como William Desmond estableció, “la intimidad del ser es disuelta en la antítesis moderna de sujeto y objeto”?.

Del mismo modo que el mundo es modelado por medio de la objetivación, así ocurre con el sujeto: percibe el mundo como un campo de objetos abiertos a la manipulación. La objetivación se presenta como la base para la dominación de la naturaleza, como su otro externo, alienado. Aún más claro es el uso del término por Marx y Lukacs, como el camino natural por el cual los humanos dominan el mundo.

El movimiento que va de los objetos a la objetivación, de la realidad a las construcciones de la realidad, es también el movimiento hacia la dominación y la mixtificación. La objetivación es el punto de despegue de la cultura, en el que la domesticación se hace posible. Alcanza su máximo potencial con la división del trabajo; el principio del intercambio mismo se mueve en el nivel de la objetivación. Los trabajos de Kafka, por otro lado, describen el resultado de la objetivación de la lógica cultural, con su asombrosa ilustración de un paisaje reificado que aplasta al sujeto.

La representación y la producción son los planes de la reificación, la cual consolida y extiende su imperio. Por último, la orientación distanciadora, domesticadora, de la reificación decreta la creciente separación entre unos sujetos reducidos, endurecidos, y un campo de la experiencia igualmente objetivado. Como dice la corriente situacionista, hoy el ojo sólo ve cosas y sus precios. La génesis de esta perspectiva es mucho más antigua de lo que su formulación denota; el proyecto de desobjetivación puede obtener fuerza de la condición humana que prevalecía antes del desarrollo de la reificación. Se requiere un “futuro primitivo” donde una vida enredada con el mundo, y una fluida, íntima, relación con la naturaleza, reemplazará el cosificado reino de la civilización simbólica.

El síntoma más temprano de la vida alienada es la muy gradual aparición del tiempo. Como primera y más primordial reificación, el tiempo es virtualmente sinónimo de alienación. Ahora estamos tan profundamente acostumbrados y regulados por este “ello”, el cual, por su puesto, no tiene una existencia concreta, que pensar en una época precivilizada, fuera del tiempo, es extremadamente difícil.

El tiempo es el síntoma de los síntomas por venir. La relación entre sujeto y objeto debe haber sido radicalmente diferente antes de que la distancia temporal llegara a la psique. Ha venido a colocarse sobre nosotros como una cosa externa – antecesor del trabajo y de la mercancía, separada y dominante como fue descrito por Marx. Esta fuerza de des-representación implica que la des-reificación significaría un retorno al presente eterno en el que vivíamos antes de entrar en la fuerza atractiva de la historia.

E. M. Cioran se pregunta: “¿Cómo puede contribuirse a rechazar lo absurdo del tiempo, su marcha hacia el futuro, y todos los sin sentidos sobre la evolución y el progreso? ¿Por qué ir hacia delante? ¿Por qué vivir en el tiempo?” La petición de Walter Benjamin de romper la reificada continuidad de la historia, estaba basada, de un modo un tanto parecido, en su anhelo por la integridad y unidad de la experiencia. En un determinado punto, el momento mismo se vuelve importante y no cuenta con otros momentos “en el tiempo”.

El reloj fue, por supuesto, el que consumó la reificación, disociando el tiempo de los acontecimientos humanos y los procesos naturales. Entonces, el tiempo era completamente exterior a la vida y estaba encarnado en el primer artilugio completamente mecánico. En el siglo XV Giovanni Tortelli escribió que el reloj “parece estar vivo, ya que se mueve por su propio impulso” El tiempo había pasado a medir sus contenidos, ya los contenidos no miden el tiempo. Solemos decir que “no tenemos tiempo”, pero es la reificación básica, el tiempo, el que nos tiene a nosotros.

La vida fragmentada no puede convertirse en la norma sin la victoria anterior del tiempo. La complejidad, particularidad y diversidad de todas las criaturas vivientes no puede perderse en el territorio estandarizado de lo cuantitativo sin esta objetivación clave. La pregunta por el origen de la reificación es una cuestión apremiante que rara vez ha sido perseguida de un modo suficientemente profundo. Un error frecuente ha sido confundir inteligencia con cultura; es decir, la ausencia de cultura es vista como equivalente a la ausencia de inteligencia. Esta conclusión se agrava aún más cuando la reificación es vista como inherente a la naturaleza del funcionamiento de la mente. Desde Thomas Wynn y otros, sabemos ahora que los humanos pre-históricos eran nuestros iguales en inteligencia. Si la cultura es imposible sin objetivación, de ello no se desprende que ésta sea inevitable, o deseable. Pese a lo receloso que era Adorno con la idea de los orígenes, admitió que, en sus orígenes, la conducta humana no contenía la objetivación. De un modo similar, Husserl fue capaz de referirse a la integridad primordial de todas las conciencias antes que a su disociación.

Captar este tipo de vida se ha probado, a lo sumo, como esquivo. Lévi-Strauss comenzó su trabajo antropológico con tal cuestión en mente: “Había estado buscando una sociedad reducida a su expresión más simple. Esta de los nambikawara era tan perfectamente simple que todo lo que podía encontrar eran existencias humanas”. En otras palabras, en realidad estaba buscando cultura simbólica y se veía mal equipado para reflexionar sobre el significado de su ausencia. Herbert Marcuse quería que la historia de la humanidad se amoldara a la naturaleza como una armonía sujeto-objeto, pero sabía que la “historia es la negación de la naturaleza”. La perspectiva posmoderna celebra positivamente la presencia reificante de la historia y la cultura negando la posibilidad de que un estadio pre-objetivacional haya existido nunca. Habiendo sido vencidos por la representación- y el resto de los presupuestos de la esterilidad del pasado, el presente y el futuro- difícilmente podría esperarse que los posmodernistas exploraran la génesis de la reificación.

Si no la reificación original, el lenguaje es la más importante en sus consecuencias, como piedra de toque de la cultura representacional. El lenguaje es la reificación de la comunicación, un movimiento paradigmático que determina cualquier otra separación de la mente. La variación que presenta el filósofo W.V. Quine con respecto a esto, es que la reificación aparece con la pronunciación.

“En el principio era el verbo”, el principio de todo esto, que nos está matando, limitando nuestra existencia a muchas cosas. Corolario de la simbolización, la reificación es una esclerosis que asfixia aquello que tiene vida, que es abierto, natural. En el lugar de la existencia se eleva el símbolo. Si nos resulta imposible coincidir con nuestro ser, arguye Sartre, en El ser y la nada, entonces lo simbólico es la medida de esta falta de coincidencia. La reificación sella el pacto, y el lenguaje es su uso universal.

Una mediación simbólica exhausta, que cada vez tiene menos que decir, prevalece en un mundo donde la mediación es ahora vista como el hecho central, incluso determinante, de la vida. En una existencia sin vitalidad o sentido, no queda nada más que el lenguaje. La relación del lenguaje con la realidad ha dominado la filosofía durante el siglo XX. Wittgestein, por ejemplo, estaba convencido de que la fundación del lenguaje y del significado lingüístico es la base primordial de la filosofía.

Este “giro lingüístico” se muestra aún más profundo si consideramos la totalidad de sentidos específicos del lenguaje, incluyendo su impacto original como un radical cambio de rumbo. El lenguaje ha sido fundamental para la obligación de objetivarnos a nosotros mismos, en un medio que crecientemente nos resulta ajeno. Así, para Heidegger resulta absurdo decir que la verdad sobre el lenguaje es que éste se resiste a ser objetivado. El acto reificante del lenguaje empobrece la existencia mediante la creación de un universo de significado suficiente en sí mismo. El caso extremo de “suficiente en sí mismo” es el concepto de “Dios”, y su definición última es, de modo revelador, “Yo soy el que soy” (Éxodo 4:14): Hemos llegado a considerar la naturaleza separada, auto-inclusiva de la objetivación, como la cualidad más alta, por lo que parece, en vez de cómo la degradación de lo “meramente” contingente, relacional, conectado.

Hace tiempo que ha sido reconocido que el pensamiento no es dependiente del lenguaje, por más que el lenguaje limite las posibilidades de pensamiento Gottlob Frege se preguntaba, si es posible pensar de un modo no reificado, ¿cómo se explica el que el pensamiento pueda siempre ser reificado?. La respuesta no se encontraría en el campo elegido por él, la lógica formal.

En realidad, el lenguaje ha de proceder como un objeto externo al sujeto, y moldea nuestro proceso cognitivo. La teoría psicoanalítica clásica ignora al lenguaje, pero Melanie Klein estudia la simbolización como un precipitante de la ansiedad. Traduciendo la intuición de Klein en términos culturales, la ansiedad por la erosión de un mundo no-objetivado, provoca el lenguaje. Experimentamos “la urgencia de empujar contra el lenguaje” cuando sentimos que hemos renunciado a nuestras voces, y son dejadas sólo con el lenguaje. Lo enorme de esta pérdida es sugerido en la definición de C.S. Pierce del “sí mismo” como consecuencia de la simbolización; “mi lenguaje”, al contrario, “es la suma total de mi ser mismo”, concluyó. Dada esta clase de reducción, no es difícil estar de acuerdo con Lacan en que la iniciación en el mundo simbólico genera una persistente añoranza que procede de la ausencia del mundo real. “La expresión hablada no es más que un sustituto”, escribió Joyce en Finnegaan’s Wake.

El lenguaje refuta toda apelación a lo inmediato desacreditando lo singular e inmovilizando lo móvil. Sus elementos son entidades independientes de la conciencia que los pronuncia, los cuales, en cambio, agobian dicha conciencia. De acuerdo con Quine, esta reificación juega un papel en la creación de un “sistema estructurado del mundo”, impidiendo las libres intenciones de la pura experiencia. Quine no reconoce los aspectos que limitan su proyecto. En su incompleto trabajo final, el fenomenólogo Merleau-Ponty comienza a explorar cómo el lenguaje disminuye una riqueza original, cómo, en realidad, trabaja contra la percepción.

En efecto, el lenguaje, como un medio separado, facilita un sistema estructurado, basado en sí mismo, que se enfrenta a la anárquica “libertad de fines” de la experiencia. Lo consigue, básicamente al servicio de la división del trabajo, evitando el aquí y ahora de la experiencia. “Ver es olvidar el nombre de la cosa que uno ve”, una afirmación anti-reificación de Paul Valéry, nos sugiere cómo las palabras se interponen en el camino de la aprehensión directa. Los murngin del norte de Australia ven el acto de dar nombre como una especie de muerte, como la pérdida de una integridad original. Un movimiento de pivote de la reificación tuvo lugar cuando sucumbimos a los nombres y nuestros nombres llegaron a ser inscritos en cartas. Quizá cuando más necesidad tenemos de expresarnos por nosotros mismos, entera y completamente, es cuando el lenguaje más claramente revela su reductiva e inarticulada naturaleza.

El lenguaje mismo corrompe, como declaró Rousseau en su famoso sueño de una comunidad despojada de él. El camino más allá de la aceptación de la reificación implica romper con el viejo hechizo de la representación.

Otro camino básico de la reificación es el ritual, el cual se origina como medio de inculcar el orden conceptual y social. El ritual es un esquema de acción objetivado, incluyendo una conducta simbólica que estandarizada y repetitiva. Esta es la primera fetichización de la cultura, y apunta de un modo decisivo hacia la domesticación. En relación a esto último, el ritual puede ser visto como el modelo original de calculabilidad de la producción. Siguiendo estos argumentos, Georges Condominas cambió la distinción comúnmente hecha entre ritual y agricultura. Su trabajo de campo en el Sureste asiático le permitió ver el ritual como un componente integrante de la tecnología de la agricultura tradicional

Mircea Eliade ha descrito los ritos religiosos como reales sólo hasta el punto en que imitan o repiten simbólicamente algún tipo de evento arquetípico, añadiendo que la participación sólo es sentida como genuina hasta el punto de esa identificación; esto es, sólo hasta el punto en que el/la participante deja de ser él mismo o ella misma. De este modo, el repetitivo acto ritual está estrechamente relacionado con la esencia despersonalizadora y devaluadora, de la división del trabajo y, al mismo tiempo, se acerca a una virtual definición del proceso mismo de reificación. Perderse uno mismo sometiéndose a un acontecimiento anterior, congelado: llegar a reificarse, algo que debe su supuesta autenticidad a alguna reificación anterior.

La religión, como el resto de la cultura, brota de la falsa idea de la necesidad de luchar contra las fuerzas de la naturaleza. Los poderes de la naturaleza son reificados, junto con aquellos de sus equivalentes religiosos o mitológicos. Desde el animismo al deísmo, lo divino se desarrolla contra un mundo natural descrito como amenazador y caótico. J.G. Fraizier vio los fenómenos religiosos y mágicos como “la conversión consciente de lo que ha sido hasta ahora considerado como ser viviente, en substancias impersonales”. Deificar es reificar, y un descubrimiento realizado por el arqueólogo Juan Vadeum en noviembre de 1997, nos ayuda a situar el contexto de domesticación de este movimiento. En Chiapas, México, Vadeum encontró cuatro tallas de piedra mayas que representan los “abuelos” originales del poder y la sabiduría. Significativamente, estas figuras de importancia seminal para la religión y la cosmología mayas simbolizan la guerra, la agricultura, el comercio y los tributos. Como apuntó Feuerbaach, todo paso importante en la historia de la civilización humana empieza con la religión, y la religión sirve a la civilización tanto sustantiva como formalmente. En su aspecto formal, la naturaleza reificada de la religión es la contribución más potente de todas.

El arte es la otra temprana objetivación de la cultura, la cual es la que lo convierte en una actividad separada y le otorga realidad. El arte es también una cuasi-utópica promesa de felicidad, siempre incumplida. La traición reside en gran parte en la reificación. De acuerdo con Heiddeger, “ser una obra de arte significa fundar un mundo” pero este contra-mundo es impotente contra el resto del mundo objetivado del cual forma parte.

Georg Simmel describió el triunfo de la forma sobre la vida, el peligro que representa para la individualidad el sometimiento a la forma. El dualismo de la forma y el contenido es el anteproyecto de la reificación misma, y participa en las divisiones básicas de la sociedad de clases. En lo básico, hay una similitud abstracta y de algún modo estrecha en todas las manifestaciones estéticas. Ello es debido a una severa restricción de lo sensual, enemigo número uno de la reificación. Y, rememorando a Freud, es la represión del Eros lo que hace posible la cultura. ¿Puede ser casualidad que los tres sentidos excluidos del arte- tacto, olfato y gusto- sean los sentidos del amor sensual?.

Max Weber reconocía que la cultura “aparece como la emancipación del hombre del ciclo orgánicamente prescrito de la vida natural. Por esta razón,” continuaba, “todo paso delante de la cultura, parece condenado a conducir a una pérdida de sentido aún más devastadora”. A la representación de la cultura le sigue el placer por la representación, que reemplaza al placer por sí mismo. El deseo de crear cultura ignora la violencia en y de la cultura, una violencia que es inevitable dadas las bases del a cultura en la fragmentación y la separación.

Para Homero, la idea de la barbarie era inseparable de la ausencia de agricultura. Cultura y agricultura han estado siempre relacionadas por su base común de la domesticación; perder lo natural que hay dentro de nosotros es perder la naturaleza que está fuera. Uno deviene una cosa con el propósito de dominar las cosas.

Hoy día la cultura del capitalismo global abandona su pretensión de ser cultura, al mismo tiempo que la producción de cultura excede la producción de bienes. La reificación, el proceso de la cultura, domina cuando todo espera la naturalización, en un entorno constantemente transformado que es “natural” sólo en el nombre. Los objetos mismos –e incluso las relaciones “sociales” entre ellos- son vistas como reales sólo en tanto que son reconocidos como existentes en el espacio mediático o en el ciberespacio.

Una reificación que domestica lo representa todo; incluyéndonos a nosotros, sus objetos. Y esos objetos poseen cada vez menos originalidad o aura, como han planteado muchos comentaristas desde Baudelaire y Morris a Benjamin y Baudrillard”. “Ahora se esparcen desde América cosas vacías e indiferentes, cosas falsas, una vida postiza”, escribió Rilke. Mientras tanto todo el mundo natural se ha convertido en un mero objeto.

La práctica posmoderna separa las cosas de su historia y contexto, como en el recurso de insertar “comillas” o elementos arbitrariamente yuxtapuestos de otros períodos en la música, la pintura o las novelas. Eso da a los objetos una cierta autonomía desarraigada, mientras que los sujetos tienen poca o ninguna.

Parecemos ser objetos destruidos por la objetivación, con nuestra grandeza y autenticidad perdidas. Somos como el esquizofrénico que se ve a sí mismo activamente como a una cosa.

Hay una frialdad, incluso una falta de vida, cada vez más imposible de negar. Una palpable situación de “algo ausente” es inherente al indiscutible empobrecimiento de un mundo que se objetiviza a sí mismo. Nuestra única esperanza puede residir, precisamente, en el hecho de que la locura del conjunto es sólo aparente.

Todavía sostienen algunos que la reificación es una necesidad ontológica en un mundo complejo, lo cual es exactamente lo significativo. El acto de des-reificación debe ser la vuelta a una vida simple, no dividida. La vida congelada y disimulada en las cosas no puede volver a despertar sin una vasta de-construcción de este cada vez más estandarizado, masificado, extraviado mundo.

Hasta fecha muy reciente –hasta la civilización- la naturaleza fue un sujeto, no un objeto. En las sociedades de cazadores-recolectores no existía una división estricta o una jerarquía entre lo humano y lo no humano. Es preciso restaurar la naturaleza participativa de las conexiones desvanecidas, aquella condición en que el sentido estaba vivo, no objetivado en una cuadrícula de cultura simbólica. La visión tan positiva que tenemos ahora de la prehistoria supone una perspectiva de recuerdo anticipatorio: ahí está el horizonte de la reconciliación sujeto-objeto.

Esta anterior participación con la naturaleza es el reverso de la dominación y el distanciamiento que se encuentra en el corazón de la reificación. Nos recuerda que todo deseo es un deseo de relación, tanto reciproca como animada. Hacer de ello algo cercano, o presente, constituye un proyecto práctico gigantesco, que pondrá fin a esta época oscura.

John Zerzan