¿Ahora a dónde? Algunos pensamientos sobre la creación de la anarquía

 

“Cualquier sociedad construida tendrá límites. Fuera de los límites de cualquier sociedad los insumisos y heroicos vagabundos deambularán con sus pensamientos salvajes y vírgenes…proyectando nuevos y terribles estallidos de rebelión”

Renzo Novatore

 

Siento que es imposible que exista alguna sociedad en la que pueda encajar, pues sin importar la forma que adopte la sociedad, yo seré un rebelde. A veces, esto me llena de la alegría de los “insumisos y heroicos vagabundos” que refiere Renzo Novatore, pero a menudo también me hace sentir bastante solo y aislado.

Ahora vivo en una “sociedad”, en una situación en la que los roles son usados para reproducir las relaciones sociales. ¿Será que la forma en que nos relacionamos cuando estamos por fuera de la armadura social también reproduce las relaciones sociales? Yo avizoro un mundo en el cual podamos vivir nuestras vidas plenamente, como seres únicos y salvajes, moviéndonos libremente por dentro y por fuera de las relaciones con los demás, tanto como nuestros deseos nos motiven. Nunca construyendo estructuras para formalizar relaciones, lo cual es la “sociedad”. Únicamente en un mundo de ese tipo es en el que imagino podré sentirme en casa. Pero en realidad no sé cómo podría ser creado ese mundo.

Muchos de mis amigos no estarán de acuerdo en mi perspectiva sobre la sociedad, pero todas estamos de acuerdo en que queremos crear formas de relacionarnos que sean radicalmente diferentes a lo que nos ofrece la sociedad autoritaria y capitalista del presente. Todos nosotros, parece, tenemos la  incertidumbre sobre cómo podemos destruir ésta sociedad, además de aprender a relacionarnos libremente. Es claro que necesitamos examinar lo que consideramos nuestra práctica radical.

He escrito artículos y volantes. No tengo ilusiones sobre la naturaleza radical de estos proyectos. Estos perpetúan ciertos tipos de relaciones sociales alienadas, y estoy plenamente consciente de ello. Pero escribo con la esperanza de inspirar algo mas allá. Espero que la singularidad de mis escritos alcance a otro individuo único, permitiéndonos romper la pared de las palabras escritas y tal vez encontrar y crear proyectos juntos. Esto no ha pasa a menudo, de todas formas, la relación social de la palabra impresa se mantiene intacta.

En las circunstancias actuales, el fraude y el robo son formas de sobrevivencia, en cierto modo, radicales. Estas pueden envolver elementos de juego y aventura que no se encuentran en los trabajos ordinarios, pero son básicamente formas para desarrollarnos por nosotras mismas en la sociedad, y, en cierto sentido, sería un trabajo. De todas formas, a pequeña escala, el robo ayuda a sabotear la mercancía, debido a que se toma algo sin pagar por ello. Pero la necesidad de hacerlo en secreto limita los elementos para la critica radical. Lo más radical del fraude y el robo (así como en las okupas lo es el buscar cosas en la basura o recoger desechos de la agricultura) es que reducen drásticamente nuestra necesidad de trabajar y liberan nuestro tiempo para realizar cosas que valgan la pena. Pero por sí mismas, son sólo tácticas de sobrevivencia.

El vandalismo y el sabotaje atentan contra la propiedad y, por tanto, contra la sociedad. Pero, como la mayoría de la gente los emplea, son sólo ataques limitados. A lo más, tan solo reacciones de actos particularmente ofensivos de la autoridad. La extensión de la critica puede ser fácilmente silenciada por su adherencia a algún tema particular, recuperándolo para la sociedad. De todas formas el vandalismo y el sabotaje son ataques activos contra la sociedad, que en algunas ocasiones pueden dañar efectivamente algunos de los proyectos del Capital. Aunque la mayoría de las veces sólo expresen el lado destructivo de la rebelión anárquica.

Todas éstas actividades valen la pena como parte de nuestra rebelión en contra de la sociedad, pero todas son limitadas. Ninguna de ellas nos lleva más allá del contexto societario. Cada una de estas actividades son, al menos parcialmente, creadas por la sociedad como reacción en su contra. Estas no nos liberan de la sociedad, ni amplían lo que es único en nosotras. Tan solo nos colocan al filo de ella (que ciertamente es el lugar mas libre y disfrutable que puede haber dentro de la sociedad), y eso no es suficiente para aquellos de nosotros que queremos vivir nuestras vidas hasta el límite.

“No a las márgenes que colapsan.

No a los márgenes que caen.

Pero al centro está…creciendo”

En tanto creamos nuevas formas de relacionarnos (formas que acrecientan nuestra individualidad única, no los roles sociales) es necesario no solamente reaccionar contra la sociedad, al hacer de la marginalidad el objetivo central de nuestro actuar. Lo que nos es único debe ser central en nuestra actividad; los deseos propios, las pasiones, las relaciones, y experiencias. Esto implica una concepción radicalmente diferente de la revolución, que algunos comunistas y anarquistas ortodoxos centran en “las masas”. Ni la clase trabajadora, ni la actividad humana común puede crear la revolución de la que estoy hablando. La rebelión del individuo en contra de los obstáculos de la sociedad (en contra de los procesos de domesticación) son la base desde la cual el proyecto revolucionario tiene que crecer. Cuando los actos de rebelión de un número de individuos coinciden y pueden abrazarse entre ellos, entonces es posible que estos individuos conscientemente actúen juntos, de ésta forma son semillas de una revolución que puede liberarnos como individuos únicos y salvajes, de espíritu libre. Pero ¿qué significa esto a nivel práctico?

El ser nosotras mismas el centro de nuestro actuar significa relacionarnos con la sociedad, y el relacionarnos los unos con los otros en nuevas formas. Cuando comenzamos a vivir en términos de nuestros deseos y experiencias propias, de nuestras pasiones y relaciones, nos encontramos con nosotras mismas en permanente conflicto con la sociedad. En tanto la sociedad depende de la estructura y el orden, y lo que nos es único a nosotros es caótico e impredecible, entonces tenemos ventaja en esta lucha. Podemos estudiar a la sociedad, aprender algo sobre como funciona y como se protege a si misma -evitando el caer en roles sociales y patrones predecibles- nuestras acciones parecerán venir de ningún lado, aunque causen estragos en nuestros enemigos. Negándonos a cumplir con los roles sociales establecidos, rechazando el tener que pagar por las cosas o trabajar para sobrevivir, no aceptando reglas de etiqueta, ni protocolos, es un buen comienzo. Bromas espontáneas (o aparentemente espontáneas) y representaciones radicales -no atribuidas a payasos, compañías teatrales u otras entidades sociales- pueden exponer la naturaleza de la sociedad e inclusive crear una situación en la cual la vida libre y la mera existencia ofrecida no pueda ocultarse. Acciones de expropiación, vandalismo, y sabotaje salidas de nuestros propios deseos, en vez de ser una mera reacción de atrocidades sociales, serán mas impredecibles y mas frecuentes. Nuestra violencia contra la sociedad chocará como un trueno, impredecible, con la intensidad de nuestro deseo de vivir nuestras vidas plenamente.

Pero para poder pelear inteligentemente contra la sociedad se requieren conocimientos y habilidades. La sociedad, al ponernos dentro de roles sociales, limita nuestros conocimientos y habilidades, por eso necesitamos compartir ésta información. Libros y artículos pueden ser de ayuda, aunque estos están abiertos al escrutinio publico, incluyendo el de las autoridades. Lo que hace que nuestras actividades sean predecibles, y a nosotras nos deja más vulnerables. Por tanto, es necesario crear vías para compartir el conocimiento generado de nuestras relaciones actuales como individuos únicos.

Esta necesidad por compartir habilidades coincide con nuestro deseo de vivir la vida plenamente, y el disfrutarnos las unas a los otros como seres únicos y salvajes, haciendo de la exploración de nuevas vías de relacionarnos una necesidad inmediata -no algo que deba postergarse hasta “después de la revolución”. Cada uno de nosotros es único e impredecible. Habiendo sido educados, toda nuestra vida, para relacionarnos dentro de roles sociales, en vez de hacerlo como lo que somos en realidad; seres únicos. Debemos apoyarnos en nuestra imaginación para crear nuevas formas de relacionarnos, no basándonos en moldes preestablecidos ¿podría ser de alguna otra forma, cuando no queremos crear nuevos roles sociales? Las ideas que comparto son tentativas, un llamado a explorar dimensiones desconocidas, invitación para aventurarnos en tanto cumplan nuestros deseos y nos expandan como individuos únicos. En sí, no hay nada revolucionario en éstas exploraciones. Se convierten en revolucionarias solo en conjunción con la resistencia consiente y activa respecto a la sociedad -el reconocer que nuestra unicidad y libertad como individuos está en conflicto con esa sociedad, y que debemos destruirla para liberarnos plenamente.

En años recientes, he reflexionado mucho sobre cómo explorar nuevas vías para relacionarnos. Estas exploraciones necesitarían estar basadas en los deseos únicos de cada individuo y cubrirse con la confianza mutua. En un comienzo mis pensamientos estuvieron centrados, principalmente, en algún tipo de sitio rural/natural que correspondiera con una vida relacionada a proyectos de espontaneidad, sin implicaciones con la economía, y que involucraran resistencia a la domesticación y a la autoridad. Entre más pienso en esto, me parece que dicho proyecto comprometería mis auténticos deseos -y muy probablemente recrearía la sociedad, a pequeña escala, con individuos repitiendo roles sociales, en lugar de entablar relaciones sobre la base de la unicidad.

Cuando la gente se reune teniendo como base los deseos únicos de cada cual, además la confianza mutua, su unión será, por su naturaleza, muy transitoria. Los individuos vendrán y se irán tal como lo deseen, y participaran en la forma que ellos quieran. Esto hace que la situación establecida sea temporal. Recientemente, me he dedicado a vagabundear. Disfrutaría el compartir ésta vida junto con amigos y amantes que quisieran también vagar. Seriamos un festival ambulante de rebelión y sorpresas. Digo un festival, y no una tribu o una banda, debido a que lo único constante sería el compromiso de cada individuo por vivir plenamente, y luchando contra lo que lo impida; individuos por sí mismos llegando y retirándose a voluntad. Las actividades de sobrevivencia pueden incluir la recolección en la naturaleza, el robo, los fraudes, el compartir regalos con amigos y el aceptar regalos de gente que aprecie cualquier actuación callejera -expresiones publicas de nuestro comportamiento lúdico y creativo- que hagamos. Podemos compartir habilidades y conocimientos con amigos que visitemos, creando una red informal para diseminar el conocimiento y las habilidades entre aquellos en los que confiamos. Los actos de vandalismo, sabotaje y otros ataques contra la sociedad serán mas sencillos en tanto no permanezcamos en esos lugares, adquiriendo un aspecto de invisibilidad. En éste vagar, esperaría pasar mucho tiempo en lugares salvajes. Quisiera explorarlos y llegar a conocerlos bien. Los lugares salvajes son ideales para destruir ésta sociedad. Estos encuentros podrían proveernos de otros medios para compartir conocimientos y habilidades, así como el ser mucho más divertidos.

Tal como expuse arriba, por sí mismas, estas ideas no son revolucionarias. Vagabundos, gente rara, personas del arcoiris y otras más han vagado, pero sin la consciencia de la guerra de la sociedad contra el individuo de espíritu libre. Estamos en guerra, pero no estamos peleando por el Poder. No necesitamos construir ejércitos para derrotar a los poderes que existen; necesitamos hacernos salvajes, de espíritu libre, individuos únicos cuya violencia salga del deseo por vivir la vida sin límites, y así derrotar al Poder. Los festivales ambulantes de espíritus libres pueden incorporar esta actividad destructiva, posiblemente con más fácilidad que grupos mayor organizados y previamente definidos.

Ya he afirmado que éstas son sugerencias tentativas, ideas a ser tratadas y probadas. Estoy cansado de sentirme aislado por rechazar sacrificarme a los roles sociales. Quiero explorar nuevas formas de relacionarme que vayan más allá de esos roles, y que refuercen la unicidad de cada uno de nosotros. Pero mas que eso, quiero explorar activamente estas ideas en la practica y compartir estas exploraciones con personas amigas y amantes. En tanto podamos parar de estar en los márgenes de la sociedad y, cada uno, como seres únicos y salvajes, convertirnos en el centro de un proyecto insurreccional que pueda destruir a la civilización y crear un mundo en el cual podamos vivir libremente, relacionarnos para crear tal como nuestros deseos únicos nos muevan. Nos convertiremos, para citar a Renzo Novatore, otra vez, “en una sombra eclipsando cualquier tipo de sociedad que pueda existir bajo el sol”.

 

Feral Faun

 

El persistente rechazo del paraíso

Se rumora que nosotros (un “nosotros” no bien definido, cuya indefinición conviene a los murmuradores) no tenemos nada que ver con el anarquismo, siendo en realidad nihilistas encubiertos con la finalidad de penetrar en el santuario de la anarquía con malvadas intenciones. Cabe señalar que quien asume la tarea de custodiar el templo acaba viendo ladrones por todas partes, y tal vez ha llegado la hora de tranquilizar a “nuestros” preocupados detractores.

En primer lugar, tienen que explicar lo que quieren decir con nihilismo. Personalmente, considero sospechosa a cualquier persona que me ensalza las alegrías del nihilismo, pues considero que el nihilismo, cuando se asume como la sustanciación de la nada, es un engaño. Cuando el carácter incompleto del todo se cultiva con una sensación de plenitud, es difícil resistirse a la tentación de sustituir a la antigua idea del absoluto con su momento más abstracto en el que la nada se transforma de inmediato en el todo y, por tanto, se totaliza. En última instancia, el nihilismo me parece una forma astuta de razonar, que impulsa toda la estructura del conocimiento en la oscuridad de la nada sólo para recibir, a través de esta negación radical, aún más de la luz del Todo.

Pero, probablemente, el “nihilismo” del que hablan los murmuradores consiste en algo mucho más simple, es decir, en una supuesta falta de propuestas. En otras palabras, uno es nihilista cuando persiste en rechazar la promesa de un futuro paraíso en la Tierra, para prever su funcionamiento, estudiar su organización, y alabar su perfección. Para ellos, se es nihilista cuando, en lugar de tomar y valorar todos los momentos de relativa libertad que ofrece esta sociedad, se niega radicalmente, prefiriendo la drástica conclusión de que no vale la pena salvar nada de eso. Por último, uno es nihilista, si en lugar de proponer algo constructivo, la actividad propia se reduce a una “exaltación obsesiva de la destrucción de este mundo”. Si este es el argumento, es un argumento insuficiente.

Para empezar, el anarquismo –la Idea– es una cosa, y el movimiento anarquista –conjunto de hombres y mujeres que apoyan esta Idea– es otra–. No tiene ningún sentido para mí hablar de la Idea cuando en realidad sólo unos cuantos anarquistas la afirman. La Idea del anarquismo es la absoluta incompatibilidad entre libertad y autoridad. De esto se deduce que puede disfrutarse de total libertad en la ausencia completa de Poder. Ya que el Poder existe y no tiene intenciones de desaparecer voluntariamente, será necesario crear una forma de eliminarlo. Corríjanme si me equivoco.

No entiendo por qué tal premisa, la que el no-anarquista “nihilista”  siempre ha soñado negar y suprimir, tendría que conducir necesariamente a postular nuevas normas sociales. No entiendo por qué, con el fin de “formar parte” del movimiento anarquista, se debe someter primero a un examen doctoral en arquitectura del mundo nuevo, y por qué no es suficiente amar la libertad y odiar toda forma de autoridad, con todo lo que conlleva.

Todo esto no sólo es absurdo desde el punto de vista teórico, sino también falso desde el punto de vista histórico (y los anarquistas murmuradores muestran tanto fervor por la Historia). Uno de los puntos sobre los que Malatesta y Galleani divergieron, regularmente, fue precisamente la cuestión de si era necesario planificar lo que se crearía después de la revolución o no. Malatesta sostuvo que los anarquistas deben comenzar inmediatamente a desarrollar ideas de cómo organizar la vida social, ya que no puede permitirse una interrupción; Galleani, por su parte, sostuvo que la tarea de los anarquistas era la destrucción de esta sociedad, y que las generaciones futuras, inmunes a la lógica de la dominación, se darián cuenta de cómo reconstruir. A pesar de estas diferencias, Malatesta no acusó a Galleani de ser nihilista. Tal acusación habría sido gratuita, ya que la divergencia era sólo sobre el aspecto constructivo en cuestión; estaban de acuerdo por completo sobre el aspecto destructivo. Aunque esto sea omitido por muchos de sus exégetas, Malatesta fue, en efecto, un insurreccionalista, partidario confirmado de una insurrección violenta capaz de derribar al Estado.

Hoy, sin embargo, basta señalar el hecho de que cualquier persona que detente el Poder no renunciará a sus privilegios voluntariamente y sacar las conclusiones pertinentes, para ser acusado de nihilista. Dentro del movimiento anarquista, como en todas partes, los tiempos cambian. Mientras que una vez el debate entre los anarquistas se ocupó de la forma de concebir la revolución, hoy parece que todos los centros de discusión giran alrededor de la forma de evitarla ¿Qué otros efectos podrían tener todas las disquisiciones sobre el autogobierno, el municipalismo libertario o la utopía bendita? Es evidente que una vez que se rechaza el proyecto insurreccional como tal, la hipótesis destructiva comienza a asumir contornos terribles. Lo que para Malatesta no era más que un error –el hecho de limitarse a la demolición del orden social–, para muchos anarquistas de hoy día representa un horror.

Cuando las almas piadosas oyen el ladrido de un perro, siempre piensan que un lobo feroz está por llegar. Para ellos, el soplo del viento se convierte en un tornado que se aproxima. De la misma manera, para cualquier persona que ha confiado la tarea de transformar el mundo únicamente con la persuasión, la palabra “destrucción” está alterando su mente, evocando imágenes dolorosas y desagradables. Estas cosas crean una mala impresión en la gente que, si han de ser convertidos y finalmente acudirán a las filas de la razón, debe haber una religión que les prometa un edén de paz y hermandad. Tanto si se trata de un paraíso, el nirvana o la anarquía, eso poco importa. Cualquiera que se atreva a poner tal religión en tela de juicio no puede considerarse simplemente como un no-creyente. En el curso de las cosas, esa persona debe ser presentada como un blasfemo peligroso, alguien hostil.

Es por eso que a “nosotros” (pero ¿quién es este “nosotros”?) se nos llama “nihilistas”. Pero el nihilismo en todo esto, ¿qué tiene que ver?

Penelope Nin

Aparecido en el Canenero. Año 2000

¿Anarquía post-izquierda?

Existe un gran número de anarquistas que continúan identificándose estrechamente con la izquierda política de una forma u otra. Pero cada vez hay más personas dispuestas a abandonar el peso muerto asociado con la tradición de izquierda. Este texto está dedicado a explorar si la identificación con la izquierda política ya ha superado cualquier beneficio para los anarquistas.

Durante la mayor parte de su existencia, en los últimos dos siglos, activistas, teóricos, organizaciones y movimientos conscientemente anarquistas han habitado una posición minoritaria en el mundo ecléctico de los aspirantes a revolucionarios de izquierda. En la mayor parte de las insurrecciones y revoluciones que definieron al mundo, aquellas en las que hubo victorias significativas, los rebeldes autoritarios fueron notablemente la mayoría de entre los revolucionarios activos. Incluso cuando no lo eran, estos rebeldes autoritarios tomaron la ventaja por otros medios. Si eran liberales, socialdemócratas, nacionalistas, socialistas o comunistas, seguían siendo parte de una corriente mayoritaria dentro de la izquierda política explícitamente comprometida con toda una constelación de posiciones autoritarias. Junto con una admirable dedicación a ideales como la justicia y la igualdad, ésta corriente mayoritaria favoreció la organización jerárquica, el liderazgo profesional (y también opresivo), las ideologías dogmáticas (especialmente sus muchas variantes marxistas), un moralismo auto-justificado y el aborrecimiento general por la libertad social y la auténtica comunidad no jerárquica.

Después de su expulsión de la Primera Internacional, los anarquistas se han encontrado frente a una dura elección. Podrían ubicarse críticamente en algún sitio dentro de la izquierda política, aunque sólo en sus márgenes, o bien tendrían que rechazar la “cultura de la resistencia hegemónica” en su totalidad y arriesgarse a ser aislados e ignorados por estos grupos políticos izquierdistas.

Mientras que muchos militantes anarquista, si no es que la mayoría, han abandonado la izquierda desilusionados por esa cultura autoritaria, otra porción se aferra a los bordes e intenta adaptar su temática con una dirección más libertaria, lo que ocasiona siga teniendo atractivo, como hace siglos. El anarcosindicalismo puede ser el mejor ejemplo de este tipo de anarquismo. Le ha permitido a los anarquistas usar ideologías y métodos izquierdistas para trabajar por una visión de justicia social progresista, pero comprometidos simultáneamente con temas anarquistas como la acción directa, la autogestión y ciertos valores culturales libertarios (muy limitados). El anarco-izquierdismo ecológico de Murray Bookchin, ya sea el sello de municipalismo libertario o de ecología social, es otro ejemplo, se distingue por su persistente fracaso para intentar ganar apoyo o adeptos a la causa, en cualquier lugar, incluso en su terreno favorito de la política verde. Otro ejemplo, el más invisible (¿y numeroso?) de todos los tipos de anarco-izquierdismo, es la elección que toman muchos anarquistas de implicarse en organizaciones izquierdistas que tienen poco o ningún valor libertario, simplemente por la imposibilidad de actuar directamente con otros anarquistas (que muchas veces se encuentran de manera similar, escondidos, integrados en otras organizaciones izquierdistas).

Tal vez es tiempo, ahora que las ruinas de la izquierda política continúan implosionando, para que los anarquistas consideren dejar en masa esa sombra que los anula. De hecho, todavía existe una posibilidad, si suficientes anarquistas se desligan de los innumerables fracasos, purgas y “traiciones” del izquierdismo, es probable que puedan actuar por su cuenta.

Además de lograr definirse en sus propios términos, los anarquistas podrían nuevamente inspirar a una nueva generación de rebeldes, que ésta vez puedan estar menos dispuestos a comprometer su resistencia ante ideologías progresistas con la intención de mantener un frente común político que, históricamente, se han opuesto a la libertad colectiva, donde quiera que haya aparecido. La evidencia es irrefutable. A los revolucionarios libertarios de cualquier tipo se les ha negado sistemáticamente una presencia en la gran mayoría de las organizaciones izquierdistas (desde la ruptura de la Internacional); silenciandos de agrupaciones a las que se les permitió unirse (por ejemplo: “los anarco-bolcheviques”); perseguidos, aprisionados, asesinados o torturados por cualquier izquierdista que haya conseguido el Poder o los recursos necesarios para hacerlo. ¿Por qué ha existido una larga historia de conflictos y enemistades entre anarquistas e izquierdistas? Es debido a que poseen elementos contradictorios, son dos visiones fundamentalmente diferentes del cambio social, encarnadas en el rango de sus respectivas críticas y prácticas. En su forma más simple, los anarquistas, especialmente quienes se identifican menos con la izquierda, suelen negarse a participar en la construcción de una dirección política para la sociedad, rechazando la jerarquización y la manipulación que implica crear organizaciones de masas, además de refutar la hegemonía de la ideología dogmática única. La izquierda, por otro lado, comúnmente participa en la sustitución y representación, pues las organizaciones de masas están sometidas al liderazgo de una élite de ideólogos, intelectuales y políticos oportunistas. En ésta práctica, el partido sustituye al movimiento de masas, y el liderazgo del partido se sustituye por el mismo partido.

Históricamente la función primaria de la izquierda ha sido recuperar todas las luchas sociales capaces de confrontar directamente al Capital y al Estado, de tal manera que, en el mejor de los casos, solo se logra una representación que le sustituye tras la victoria, ocultando que se continúa con la acumulación del Capital, de la esclavitud laboral, la constante jerarquización y las políticas estatistas acostumbradas, bajo una retórica de la resistencia, la revolución, la libertad y la justicia social.

La pregunta más importante es ¿Pueden los anarquistas tener mejores resultados afrontando a la izquierda desde una posición de crítica explícita e intransigente, que aquellos que han elegido implicarse con la izquierda y cambiarla desde adentro?

Jason McQuinn

Tendencias salvajes misantrópicas: otras expresiones de autoritarismo y de pensamiento sagrado

Ante la reciente proliferación del eco-extremismo y algunas opiniones vertidas en los medios de difusión afines a esta tendencia, surge la necesidad de este texto. Sin pretender entablar un diálogo, aclararemos unas pocas cosas que nos parecen esenciales.

Desde hace algunos años diversas individualidades de distintas localidades del continente americano (en especial del territorio dominado por el Estado mexicano) cercanxs a las posturas y luchas contra la civilización, dieron forma a una tendencia a la que denominaron “eco-extremismo”. ¿Qué es el eco-extremismo? Aunque hay sutiles diferencias entre quienes se sitúan bajo ese concepto, más o menos podemos hablar de un consenso entre ellxs, ya que ven como a su enemigo al conjunto de la humanidad; ésta con su civilización serían incompatibles con la Naturaleza Salvaje. Entienden que la guerra contra la civilización es indiscriminada, por lo que cualquier persona representaría unx enemigx. Al ser la humanidad el problema, cualquiera puede ser el objetivo, no importa el género, condición económica, edad, etc. Las formas de ataque de estos grupos se inspiran en las más diversas experiencias, no les importa recoger las “enseñanzas” de fanáticos religiosos como ISIS o de partidos que apuestan por la liberación nacional, mientras las formas sean indiscriminadas les sirven.

Uno de los grupos de acción más emblemáticos de esta corriente es “Individualidades Tendiendo a lo Salvaje” (ITS). En el año 2011 comenzaron a atacar con explosivos diversos centros de investigación tecnológica en algunas ciudades mexicanas. Con el transcurso de los años, los ataques continuaron y a su vez aparecieron varios grupos afines, teniendo todos estos como objetivo común de su lucha la civilización. En el año 2014 aparece “Reacción Salvaje” (RS) concentrando a varios grupos eco-extremistas y dejando de lado las siglas ITS. Ya para el año 2016 vuelve ITS con el objetivo principal de expandir el proyecto a nuevas localidades. Ese mismo año desde los territorios dominados por los Estados chileno, argentino y brasileño surgen ataques y reivindicaciones afines a ITS. También existen organizaciones simpatizantes de esta tendencia que van desde una óptica individualista hasta la anticivilización, como por ejemplo las Sectas Egoarcas en Italia, y también han surgido afines al eco-extremismo en Alemania, Francia, Finlandia, etc.

Para conseguir su objetivo, que es el fin del humano civilizado, se han adjudicado todo tipo de ataques que van desde el abandono de artefactos explosivos en la vía pública durante el día hasta incendios, cartas bomba y algunos asesinatos. Además, creen que cada fenómeno natural que dañe a los humanos en sus vidas y propiedades es afín a sus principios de acabar con la civilización, por lo que han reivindicado en sus páginas de internet marejadas, terremotos, nevadas etc.

Entre la radicalidad estética y lo sagrado

Los eco-extremistas se autodenominan individualistas y nihilistas, muchxs de ellxs provienen del anarquismo y, según sus propias palabras, se acercaron al anarquismo buscando “la salvación” y la “comunidad libre” y solamente vieron “un conjunto de cristianxs moralistas” por lo que optaron por irse hacia algo “más radical”. Esta búsqueda de “la radicalidad” la entendemos más como la apropiación de todo lo que se vea como “políticamente incorrecto” según los parámetros de lo que la ciudadanía recoge. De esta manera, si el día de mañana hay un nuevo concepto que moleste o perturbe al “humano normal” ellxs, sin duda, se lo apropiarán. La radicalidad es acabar con la raíz del problema, no ir hacia lo más extremo o provocador.

Han cimentado sus bases teóricas en el estudio de algunos pueblos cazadores-recolectores nómadas; según sus propias palabras, han rescatado el animismo pagano, sin embargo, han creado una nueva fe basada en diversas deidades ancestrales. Su pensamiento sagrado politeísta quizá no es tan violento como el Dios cristiano, pero es un (o unos) Todopoderoso al fin y al cabo… Nos parece curioso que se llamen a sí mismos individualistas y nihilistas siendo que creen en entidades que están por sobre ellos, ¿cómo se puede desarrollar el individuo integralmente si su realidad está supeditada a algo que lo controla? Apelamos y luchamos por destruir todas las cadenas, credos y leyes. Somos y seremos enemigxs de cualquier religión, se llame cristianismo, paganismo animista o Naturaleza Salvaje. Ninguna doctrina está por sobre nosotrxs.

«Liberémonos de todo lo que es sagrado, no tengamos ni fe ni ley, y nuestros discursos tampoco las tendrán»

– Max Stirner

Vemos en sus escritos cómo tratan de ser dueños de la Verdad y sacralizan su guerra contra la civilización en una suerte de neo-inquisición contra todo lo que, para ellxs, no es correcto o contra todo lo que represente valores “civilizados”. Al validar su postura como “la única realidad posible” necesariamente se sitúan por sobre el resto, marcando la pauta de “lo bueno y lo malo”. Sus evidentes posturas autoritarias están estrechamente ligadas al absolutismo de sentirse poseedores de una determinada sabiduría y de creerse lxs elegidxs para la Cruzada naturalista.

«Sagrada es entonces la más alta de las esencias y todo aquello por lo cual se revela o se manifiesta a sí misma, y también sagrados son los que reconocen a ese supremo en su propio ser, es decir, en sus manifestaciones. Lo que es sagrado santifica a su vez a su adorador, quien por su culto se convierte el mismo en sagrado; y del mismo modo santifica todo lo que hace; santo comercio, santos pensamientos, santas aspiraciones, santas acciones, etc…»

– Max Stirner

Sobre las críticas oportunistas

Como bien afirman, somos cosas distintas, por lo que no nos interesa hacer una crítica a su quehacer ni mucho menos caer en la salida fácil del insulto. Los cuestionamientos que ellxs hacen al anarquismo no nos afectan, ya que no compartimos la forma en que lo ven, como una doctrina con pautas de comportamientos rígidos e inamovibles. Nosotrxs lo entendemos y lo vivimos como un conjunto de ideas y prácticas antiautoritarias que se enfrentan a toda forma de dominación. Es una tensión constante, no una realización o una ideología. Es la destrucción de todo lo que nos hace esclavxs, construyendo nuevas formas de relacionarnos entre todxs lxs seres que habitamos este mundo y éstxs con la Tierra.

Cuando se critica a lxs anarquistas de tener una moral como si fuésemos unxs religiosxs o dueñxs de la Verdad, nosotrxs decimos claramente que rechazamos la moral, entendiendo ésta como la institucionalización de ciertas pautas y comportamientos que son inamovibles, es decir, cuando pasa a ser un “porque sí” y no un aprendizaje basado en la experiencia de lo que nos resulta beneficioso. Preferimos la terminología de ética, que viene de ethos o costumbre, pero no referido a una tradición, sino a la experiencia, a lo que es habitual. No somos ingenuxs ni conformistas, sabemos que dentro del anarquismo existe un amplio abanico de tendencias y que, entre éstas, las hay opuestas. Hay quienes ven al anarquismo como un dogma, tomando los postulados de algunxs compañerxs de otras épocas como si fuesen sagradas escrituras. De esta forma, pensamos, se coarta la libertad individual dentro de sus formas organizativas. Las críticas a estas formas de pensamiento y las diferencias en lo referido al accionar existen desde que hay anarquistas que primaron la integralidad del individuo y/o dieron un salto cualitativo y radical en las formas de ataque. Las críticas que hacen algunxs eco-extremistas a ciertas formas del anarquismo no son nuevas… hay quienes llevamos varias décadas (por no decir más de un siglo) haciéndolas. No esperamos un día para la revolución, ni la legitimidad de las masas, y no tenemos un patrón uniforme de conducta a seguir.

Nuestra opción es destruir cualquier autoridad.

Como ya explicábamos anteriormente, muchxs de lxs eco-extremistas provienen del mundo ácrata, específicamente de la lucha eco-anarquista y primitivista, por lo que es lógico que puedan haber muchas cosas que compartamos, pero hay muchas otras de fondo que nos hacen estar en lados opuestos. Podríamos explayarnos en varias pero abordaremos específicamente la visión de la autoridad. En un texto que encontramos en sus medios de difusión digital titulado “Mito anarquista” señalan:

«Entendemos que la autoridad y la organización jerárquica no es, por ende, ni “buena” ni “mala”, sino que es algo que simplemente es, les guste o no, muy natural en el comportamiento humano desde siempre. Por tanto podemos ser unos falsos y caer en la hipocresía de los anarquistas y los “anti-autoritarios” o asumir la realidad y usarla en lo que nos conviene.»

No obstante, de forma curiosa, en el mismo texto se denominan como individualistas que no “agachan la cabeza ante nadie” y que además “no necesitan que les digan lo que tienen que hacer, pensar o qué decisiones tomar”. Esta dicotomía que une a la jerarquía y a la libertad individual expresada por el o la autorx, nos parece profundamente contradictoria. Nuestra idea de individualismo parte de la base de ubicar al individuo en el centro de todo accionar, es decir, no está por sobre el colectivo ni por debajo de él, nada lo somete. Somos completamente contrarios a la postura de lxs eco-extremistas, somos enemigxs de cualquier forma de autoridad y no vemos a la jerarquía como algo “muy natural” en las organizaciones humanas. Para dejarlo claro, anarquía proviene del prefijo griego “an-” que significa “sin” o “no” y de la raíz “arké” que se traduce en “poder” o “mandato”.

Entendemos que para que se generen relaciones de poder básicamente tiene que existir algún tipo de mandato y una obediencia, la cual puede ser coercitiva o no, pero no deja de ser violenta. Para respaldar su “jerarquía natural”, suelen analizar varios comportamientos de algunos pueblos cazadores-recolectores. Nosotrxs haremos lo mismo. Según lo planteado por Pierre Clastres en “La sociedad contra el Estado”, al estudiar los distintos comportamientos de varias tribus del cono sur (eso sí, dejando de lado a las grandes civilizaciones de los Incas y los Mayas), dice:

«Como rasgo pertinente de la organización política de la mayoría de las sociedades indígenas está la carencia de estratificación social y de autoridad del poder: algunas de ellas como la Ona y la Yagan de Tierra del Fuego, no poseen ni siquiera la institución del liderazgo; se dice de los Jíbaros que su lengua no tiene término para designar al jefe.»

Casi todos los escritos que se conocen sobre el comportamiento de muchos pueblos originarios americanos son de sacerdotes evangelizadores, conquistadores europeos e investigadores contemporáneos. Los primeros y los segundos venían de tierras donde existían grandes reinos, por lo cual conocían perfectamente lo que es la obediencia, y los estudios posteriores reafirmaron lo señalado anteriormente. Clastres lo explica claramente:

«Ahora bien, la experiencia directa sobre el terreno, las monografías de los investigadores y las más antiguas crónicas, no dejan lugar a duda sobre ello: si hay algo completamente ajeno a un indígena es la idea de dar una orden o tener que obedecerla, salvo en circunstancias muy especiales, como sería la expedición de la guerra.»

Miramos, analizamos y aprendemos de distintos pueblos, pero tenemos claro que no somos ni queremos ser como ellxs e incluso desde nuestra visión occidental (la cual intentamos destruir) hay muchas cosas que nos cuesta entender. Queremos acabar con la dominación, y en ese ejercicio construimos nuevas formas de relacionarnos, creamos nuevas dinámicas y no queremos las de otrxs, sean partidos, vanguardias o indígenas.

Lo más seguro es que con lo escrito anteriormente nos tilden de antropocentristas hipercivilizadxs cristianas; puede que lo seamos, no intentamos dar lecciones a nadie, sino simplemente queremos dejar las cosas claras. De este mundo no queremos dejar ni sus sombras, queremos destruir cada uno de los eslabones de esta gran cadena que nos hace esclavxs, entre ellos también incluimos a la civilización, ya que somos conscientes del daño que hace a todo lo que la rodea, pero con esto no creemos que la solución sea la misantropía y sacralizar a la naturaleza, es más, creemos que es parte del problema.

Tomado de la revista Kalinov Most

¿Qué es la anarquía?

Anarquía es el sueño venturoso del poeta, la visión deslumbradora de las almas grandes, el anhelo de los corazones nobles, la aspiración sublime de los seres ávidos de justicia.
Es el pensamiento humano en su más alto vuelo, águila atrevida que conquista el espacio insondable, vistiéndose con rayos de sol a quien desafía, escudriñando con sus ojos el corazón del hombre.

Anarquía es la secreta poesía del amor, es la estrofa vibrante de los besos perdidos, el poema de las almas que se buscan, en parto de un mundo en su eterno germinal, el viento que lleva la semilla creadora, el aliento vivificante del céfiro que ondula flores exuberantes cuajadas de rocío.

Anarquía es el conjunto diverso y armonioso de las pasiones humanas: la vida en toda su grandeza encerrada en una aspiración; el vuelo de las almas hacia el grande y sublime amor!

¡Es la vida!

Anarquía es el llanto angustioso de la madre anémica que ve morir a su cría estrujando sus pechos áridos; es la queja dolorosa de los seres abrevados en el cáliz de la amargura; es el último estertor del vagabundo que se retuerce de frío bajo los puentes.
Es el sollozo abrumador que exhalan las páginas sangrientas de la historia, la infinita amargura que aportan las tinieblas donde se perpetraron tantos crímenes.

Anarquía es el espasmo doloroso de las carnes flageladas; es la lágrima arrancada inocentemente; es el fragor macabro de los cuerpos que se balancean en las horcas infames. La contracción suprema bajo el golpe de la cuchilla. Es el choque de la ola de sangre que mancha la sociedad maldita, el crujir de los huesos que abonan las campiñas, teatro de inhumanas matanzas.
Es el canto triste e todos los sufrimientos condensados, la estrofa desgarradora de los dolores anónimos.

¡Es el dolor!

Anarquía; es el germinal que exhala la garganta agarrotada.
El grito potente del rebelde sin dios ni amo, que abofetea con su odio el rostro del tirano.
El “merdi” histórico del esforzado que no transige.
La protesta airada de la humanidad herida en su dignidad.
El ruido de las hoces que se afilan para segar los tallos más grandes; el fulgor del puñal que rompe el pecho a un verdugo del pueblo.

¡Es la venganza!

Escrita en sangre en los oscuros calabozos, el ruido de las cadenas que agitan las almas rebeldes.
Es el incendio, la roja llamarada que se divisa, la musa petrolera que se venga.

Por eso soy anarquista, madre mía, porque sueño y espero, porque siento y sufro, porque soy rebelde y lucho.

Inocencio Lombardozzi

Buenos Aires, 1922.