La no violencia es racista

No pretendo intercambiar insultos, y uso el epíteto racista sólo tras cuidadosas consideraciones.

La no violencia, en el contexto moderno, es una posición que implica privilegio.

Partiendo del hecho de que el típico pacifista es, evidentemente blanco y de clase media, se hace evidente que el pacifismo, como ideología, proviene de un contexto privilegiado. Ignora que la violencia ya está aquí; que la violencia es una parte inevitable y estructuralmente integral de las jerarquías sociales corrientes; y que es la gente de color quien se ve más afectada por esta violencia.

El pacifismo asume que la gente blanca que crece en los suburbios, con todas sus necesidades básicas cubiertas, puede aconsejar a las personas oprimidas -muchas de las cuales son personas de color- que sufran esta violencia con paciencia, esperando que ellxs logren convencer al Gran Padre Blanco a través de las demandas de su movimiento o a que dicho movimiento consiga conectar con la legendaria “masa crítica” de la que siempre hablan.

Para lxs pacifistas, la gente de color de los guetos de Estados Unidos no se “puede” defender de la brutalidad policial o expropiar los recursos para sobrevivir para liberarse de la servidumbre económica. Deben esperar a que haya el suficiente número de gente de color con mayores privilegios económicos (los “esclavos de casa” del análisis de Malcolm X) y que se haya concienciado a la gente blanca a unirse con la gente negra para tomarse de las manos y cantar canciones. Después de lo cual, creen, el cambio vendrá de manera segura.

La gente que habita en Latinoamérica debe sufrir pacientemente, como verdaderos mártires, mientras lxs activistas blancxs en los Estados Unidos “dan testimonio” de sus vivencias en el Sur y escriben al Congreso.

La gente de Irak tampoco debe defenderse. Sólo si mueren como civiles sus muertes serán contabilizadas y lloradas por lxs activistas pacifistas blancxs que, el día menos pensado, lograrán llevar adelante una protesta lo suficientemente grande como para detener la guerra.

Lxs indígenas deben también esperar, sólo un poquito más (es decir, otros 500 años) bajo la sombra del genocidio, muriendo lentamente en sus tierras, marginadxs, hasta que… bueno, no son una prioridad ahora mismo, así que quizás sea hora de organizar una manifestación o dos para ganarse la atención y la empatía de los poderosos. ¿O quizás podrían hacer una huelga, comprometidos con la no cooperación gandhiana? Pero espera, la mayoría de ellos ya están desempleados, ¡no están cooperando, están totalmente excluidos del funcionamiento del sistema!

La no violencia declara que los indios americanos podrían haber luchado contra Colón, George Washington, y todos los demás carniceros genocidas mediante sentadas; que Crazy Horse, usando la resistencia violenta, se volvió parte del ciclo de la violencia y fue “tan malo como” Custer.

La no violencia afirma que los africanos y africanas podrían haber detenido el comercio de esclavxs con huelgas de hambre y peticiones, y que aquellos que se amotinaron fueron tan malos como sus captores; que el amotinamiento, una forma de violencia, conduce a más violencia, y, de esta manera, la resistencia conduce a más esclavitud.

La no violencia se niega a reconocer que estos esquemas sólo funcionan para la gente blanca privilegiada, que tiene un estatus protegido por la violencia, como perpetradoras y beneficiarias de la jerarquía que la ejecuta.

Lxs pacifistas deben saber, imagino que inconscientemente, que la no violencia es una posición privilegiada, así que hacen frecuente uso del tema de la raza sacando a lxs activistas de color fuera de su contexto y usándoles de manera selectiva como portavoces de la no violencia. De modo que Gandhi y Martin Luther King Jr. se han vuelto representativos de toda la gente de color. Nelson Mandela lo fue también, hasta que los pacifistas blancos cayeron en la cuenta de que Mandela usó la no violencia selectivamente, y que de hecho estuvo implicado en actividades de liberación de carácter violento, como atentados y preparación de un levantamiento armado.

Incluso Gandhi y King estuvieron de acuerdo en que era necesario apoyar a los movimientos de liberación armada (citando como ejemplos Palestina y Vietnam, respectivamente) allí donde no hubo una alternativa no violenta, priorizando claramente los objetivos sobre las tácticas. Pero la mayoría de lxs pacifistas blancxs de hoy borran esta parte de la historia y se recrean en la no violencia para proteger su comodidad, aún mientras se reivindiquen como los sucesores de Martin Luther King Jr. y Gandhi.

Uno tiene la impresión que si Martin Luther King Jr. hubiera venido disfrazado a una de estas vigilias pacifistas, no se le habría permitido hablar.

Como él apuntó: a parte de los intolerantes y reaccionarios, [el racismo] parece ser una enfermedad que se extiende incluso entre aquellos blancos a quienes les gusta mirarse a sí mismos como “iluminados”. Me referiría especialmente a aquellos que aconsejan “¡Esperad!” y aquellos que dicen que empatizan con nuestros objetivos, pero que no aprueban nuestros métodos de acción directa en busca de estos mismos objetivos. Me dirijo a los hombres que se atreven a sentir que tienen algún derecho -paternalista- de fijar cuál es la hora de la liberación de otros hombres.

En los últimos años, debo decir, me he sentido gravemente decepcionado con estos blancos “moderados”. A menudo me siento inclinado a pensar que constituyen un mayor impedimento para el progreso negro que un Consejo de Ciudadanos Blancos o que el Ku Kux Klan.

 Peter Gelderloos. Como la no-violencia protege al Estado

Eficacia de la antiorganización frente al sindicalismo

La historia anarquista en los Estados Unidos, a principios del siglo XX, muestra al sector antiorganización resistiendo los embates del Poder, mientras el sindicalismo se derrumba. Evidencia de que la organización informal supera a las estructuras formales.

A continuación fragmento del libro Como la No-Violencia Protege al Estado.


La Industrial Workers of the World (IWW) -cuyos miembros se conocen como wobblies- fue un sindicato anarquista que pedía la abolición del salario laboral. En su momento álgido, en 1923, el IWW tuvo cerca de medio millón de miembros y simpatizantes activos.
[…] el gobierno les acusó de sedición, alegando la violencia que usaban, y de sindicalismo criminal. Todos fueron apresados. Después del encarcelamiento y de otros tipos de represión (incluyendo el linchamiento de activistas del IWW en algunas ciudades), “la dinámica fuerza del sindicato se había perdido; nunca recobraron el control del movimiento sindicalista americano”. Los wobblies dieron cabida al poder estatal y se pacificaron a sí mismos […]

Las inmigrantes italianas anarquistas, que vivían en Nueva Inglaterra, sobrevivieron a la represión del Estado al menos “tan bien” como los wobblies, a pesar de que sus filas fueron mucho más reducidas y sus tácticas mucho más espectaculares; pusieron bombas en casas y oficinas de algunos integrantes del gobierno, incluso ejecutaron al ministro de Justicia de Estados Unidos, A. Mitchell Palmer.
Los anarquistas italianos más sobresalientes fueron los galleanistas, quienes se lanzaron a la guerra social. A diferencia de los wobblies, se organizaron verbal y francamente, contra la Primera Guerra Mundial, llevando a cabo protestas, dando charlas y difundiendo algunos de las más inflexibles y revolucionarias artículos contra la guerra en periódicos como Cronaca Sovversiva (al que el Departamento de Justicia declarara como “el periódico más peligroso publicado en este país”). De hecho, a muchas manifestaciones anti-guerra la policía las reprimió con balas. Los galleanistas fueron intensamente apoyados por la comunidad obrera en fábricas de Nueva Inglaterra, y significaron un  respaldo clave en algunas de las más grandes huelgas; también encontraron tiempo para organizarse contra la creciente oleada fascista en los Estados Unidos. Donde, las galleanistas, dejaron su marca más profunda fue a través del rechazo a aceptar la represión gubernamental.
Las inmigrantes anarquistas italianas llevaron a cabo decenas de atentados en ciudades como Nueva Inglaterra, Milwaukee, Nueva York, Pittsburgh, Filadelfia, Washington, y en otras partes, mayoritariamente en respuesta al arresto o al asesinato de compañeros a manos de las fuerzas del Estado. Algunos de estos ataques fueron campañas coordinadas, en las que intervinieron múltiples y simultáneos ataques. El más grande fue el atentado de 1920, en Wall Street, en repuesta al montaje de Sacco y Vanzetti (quienes no estuvieron involucrados en el robo por el que fueron ejecutados, pero probablemente jugaron un papel importante en algunos de los atentados galleanistas). En el atentado murieron 33 personas, hubieron daños materiales por dos millones de dolares, y se destruyeron, entre otras cosas, la House of Morgan, y el edificio financiero americano J.P. Morgan. Los policías federales organizaron una investigación y persecuciones masivas, pero nunca atraparon a nadie. Paul Avrich ha establecido que el atentado fue el trabajo de un solo galleanista, Mario Buda, que escapó a Italia y continuó con sus acciones hasta que fue encarcelado por el régimen de Mussolini.
El gobierno invirtió mayores esfuerzos en reprimir a las anarquistas italianas, sólo que con resultados parciales. Las fuerzas gubernamentales asesinaron a algunos cuantos, a manos de la policía o por ejecución judicial, y encarcelaron a más de una decena, pero a diferencia de los wobblies, las galleanistas evitaron ser arrestadas en masa. Esto fue, en parte, gracias a sus descentralizadas e informales formas seguras de organización, y al concepto de ‘revolución militante’ que adoptaron. Debe ser señalado que las galleanistas estuvieron especialmente en peligro a causa de la represión del gobierno, porque a diferencia de los wobblies, estuvieron en la mira de la xenofobia del hombre blanco, anglosajón y protestante (WASP), además de tener el peligro de la deportación. (De hecho, cerca de ochenta de ellas fueron deportadas, pero aún así, las demás fueron capaces de mantener las acciones).
La intransigente respuesta de las galleanistas a la represión estatal tuvo resultados relevantes a la hora de desalentar la represión (ocasionó, tanto en el gobierno como en los capataces de las fábricas, el temor de actuar contra los trabajadores, no fueran a convertirse en objetivos de atentados anarquistas). Las amenazas de carta bomba, causaron la renuncia del eminente detective de la Oficina de Investigación, que había sido fundamental a la hora de localizar y detener a muchas de sus camaradas en 1918, primero se ocultó y posteriormente abandonó por completo la policía, en 1919. Las únicas consecuencias que tuvieron que afrontar los policías responsables de reprimir a los wobblies fueron los ascensos.
De 1919 a 1920, en el apogeo de Red Scare (Pánico Rojo), cayeron presos una gran cantidad de galleanistas, aunque permanecieron activos e inflexibles, y no se doblegaron tan rápidamente como los wobblies. En octubre de 1920, Cronaca Sovversiva, el periódico que sirvió como un centro para las galleanistas, fue suprimido por las autoridades y el foco de la actividad de la inmigración italiana anarquista regreso a Europa, a donde muchos huyeron o fueron deportados. El final de su movimiento en los Estados Unidos no fue el final total de su movimiento, sea como fuera, durante varios años, esas mismas anarquistas fueron adversarios fundamentales para Mussolini, quien, como sus colegas estadounidenses, les temió y les dio prioridad en sus acciones represivas. (De hecho, el nuevo director del Bureau of Investigation, J. Edgar Hoover suministró a los fascistas una incalculable información para este propósito específico de destruir anarquistas). Algunas personas exiliadas tomaron partido en la Guerra Civil española, en 1936. Así, el anarquismo italiano en los Estados Unidos, “nunca recuperado” tras 1920, “en absoluto desapareció de la escena”. Con un foco internacional, organizaron la resistencia a los crecientes dictadores fascistas y comunistas (estuvieron en “la vanguardia de la lucha antifascista” en Italia y en los Estados Unidos), y también crearon, como he dicho, la campaña mundial de apoyo a Sacco y Vanzetti.
Lejos de ser unas figuras mundialmente ignoradas, Sacco y Vanzetti se ganaron el apoyo de sus comunidades (tanto italianas como WASP) y el apoyo de algunas figuras públicas, tanto en los Estados Unidos como en Europa; y a pesar de ser encarcelados, continuaron llamando a la revolución violenta y atentando contra las autoridades. Sus compañeros, desde fuera, no les decepcionaron. Desde 1926 hasta 1932, las anarquistas llevaron a cabo ataques apuntando al juez, al gobernador, al ejecutor y a la persona que llamó a la policía que les arrestó; ninguno de los atentados fue fallido. Los italianos anarquistas también continuaron agitando y difundiendo sus ideas; el sucesor del Cronaca Sovversiva, L’Adunata dei Refrattari, fue publicado durante otros cuarenta años, hasta la década de los 60.

Peter Gelderloos