Sobre el anarquismo y otros impedimentos para la anarquía

En la actualidad, no hay necesidad de producir nuevas definiciones de lo que es el anarquismo – sería difícil superar aquellas concebidas hace mucho tiempo por varios eminencias internacionales ya fallecidas. Ni necesitamos demorarnos en los conocidos guiones de anarco-comunismo, o anarco-individualismo, ni en los demás; los libros de texto cubren todo eso. Más aún, el punto es por qué no estamos hoy más cerca de la anarquía de lo que lo estaban en su tiempo Godwin, Proudhon, Kropotkin y Goldman. Hay muchas razones, pero aquellas que merecen mayor reflexión son las que los anarquistas mismos engendran, ya que estos obstáculos –si hay alguno- se pueden remover. Es posible, pero no probable.

Lo que considero según mi juicio, después de años de escrutinio y en ocasiones de una espantosa actividad en el medio anarquista, es que los anarquistas son la principal razón –yo sospecho, que una razón suficiente- por la cual la anarquía sigue siendo un epíteto sin oportunidad de ser realizada. Muchas anarquistas son, francamente, incapaces de vivir de una manera autónoma y cooperativa. Una buena parte de ellos no son muy brillantes. Tienden a leer sus clásicos particulares, además de la literatura producida por su mismo grupo, excluyendo un conocimiento más amplio del mundo en el cual viven. Esencialmente tímidos, se asocian con otros como ellos mismos con el conocimiento tácito de que nadie determinará las opiniones de los demás, ni actuará contra prácticamente ningún modelo de inteligencia crítica; que ninguno de sus logros individuales estará muy por encima del nivel prevaleciente; y, sobre todo, que nadie desafiará los viejos dogmas de la ideología anarquista.

El anarquismo no es en gran medida un desafío al orden existente, antes bien es una forma sobreespecializada de acomodarse en él. Es un modo de vida, o un anexo de uno, con su mezcla particular de recompensas y sacrificios. La pobreza es obligatoria, y por esta misma razón se excluye la pregunta sobre si este, o esta, anarquista puede ser alguien o un fracasado, o fracasada, a pesar de la ideología. La historia del anarquismo es una historia incomparable de derrota y martirio, todavía los, y las, anarquistas veneran a sus antepasados hechos víctimas, con una devoción mórbida que ocasiona la sospecha de que los anarquistas, como todos los demás, piensan que el único anarquista bueno es uno muerto. La revolución – la revolución vencida – es gloriosa, pero pertenece a los libros y panfletos. En este siglo – la España del 1936 y la Francia de 1968 son casos sumamente evidentes – el arrebato revolucionario sorprendió al oficial, los anarquistas organizados llegaron tarde e inicialmente no apoyaron las propuestas o aún peor. La razón de esto no se encuentra lejos; no es que estos ideólogos fueran hipócritas (algunos lo eran), más bien, ellos y ellas trabajaban en una rutina diaria de militancia anarquista, algunos y algunas de ellas contaban inconscientemente con soportar indefinidamente, ya que la revolución no era imaginable realmente en el aquí y el ahora, así que ellos y ellas reaccionaron con miedo y en actitud defensiva cuando los sucesos se distanciaron de su retórica.

En otras palabras, si les dan a escoger entre anarquismo y anarquía la mayoría de las, y los, anarquistas irán por la ideología del anarquismo y su subcultura antes que tomar un peligroso salto a lo desconocido, dentro de un mundo sin Estado. Pero como los, y las, anarquistas son las únicas críticas declaradas del Estado como tal, esta gente temerosa de la libertad inevitablemente asumiría lugares prominentes, o al menos publicitados, en cualquier insurgencia que fuera genuinamente antiestatista. Ellos mismos, siendo gregarios, se encontrarían liderando una revolución que amenazaría su estatus establecido no menos que el de los políticos y los propietarios. Las anarquistas pueden sabotear una revolución, conscientemente o no, que sin ellos podría haber prescindido del Estado, sin siquiera repetirse los antiguos debates entre Marx y Bakunin.

De hecho, las anarquistas que asumen este nombre no han hecho nada para retar al Estado, no ya con escritos llenos de verborrea ilegible, sino con el ejemplo contagioso de otra manera de relacionarse con las demás personas. Como los anarquistas conducen las cuestiones del anarquismo son la mejor refutación de las pretensiones anarquistas. En realidad, las más duras “federaciones” obreras de la actualidad, en Norteamérica, han colapsado por el tedio y la acrimonia, lo cual es bueno, pues la estructura social del anarquismo, que lo atraviesa, es jerárquica de principio a fin. Los anarquistas se someten plácidamente a lo que Bakunin llamó un “gobierno invisible”, que en su caso consiste en los editores (de hecho si no en el nombre) de un manojo de las publicaciones anarquistas más grandes y de más larga duración.

Estas publicaciones, a pesar de las diferencias ideológicas aparentemente profundas, de cara a sus lectores tienen posiciones paternalistas similares, así como un acuerdo de caballeros para no permitirse ataques entre ellos qué expondrían las inconsistencias y minarían el interés común de clase en la hegemonía de las bases anarquistas. Por raro que parezca, es más fácil criticar a Fifth Estate o a Kick It Over en sus propias páginas que, digamos, criticar desde ahí a Processed World. Cada organización tiene más en común con cualquier otra organización de lo que tiene con quienes no está organizados. La crítica anarquista al Estado, si los anarquistas pudieran comprenderla, no es más que una crítica contra la organización. E incluso, a cierto nivel, las organizaciones anarquistas se dan cuenta de esto.

Los antianarquistas podrían perfectamente sacar la conclusión de que, si ha de haber jerarquía y coerción, ésta debe ser abierta, claramente etiquetada como tal. A diferencia de estos “expertos” (los “libertarianos” de derecha, los minarquistas, por ejemplo) yo persisto obstinadamente en mi rechazo al Estado. Pero no porque, como los anarquistas irreflexivamente declaran, el Estado no sea “necesario”; las personas comunes y corrientes desestiman esta afirmación anarquista a la que consideran absurda, como debe ser. Obviamente, en una sociedad de clases industrializada, como la nuestra, el Estado es necesario. El punto es que el propio Estado ha creado las condiciones en las cuales es realmente necesario, debido a que ha despojando a los individuos de su capacidad de asociarse voluntariamente cara a cara. Lo que es más fundamental, no es que las bases del Estado (trabajo, moralismo, tecnología industrial, organizaciones jerárquicas) no son necesarias, sino antitéticas para la satisfacción de nuestro deseos y necesidades reales. Desafortunadamente, la mayoría de las tendencias del anarquismo apoyan estas premisas, pero oponiéndose a su conclusión lógica: el Estado.

Si no hubiera anarquistas, el Estado tendría que inventarlos. Sabemos que, en muchas ocasiones, se ha hecho exactamente eso. Necesitamos anarquistas sin las trabas del anarquismo. Entonces, y sólo entonces, podremos empezar a obtener un impulso serio de la anarquía.

Bob Black

 

¿Ahora a dónde? Algunos pensamientos sobre la creación de la anarquía

 

“Cualquier sociedad construida tendrá límites. Fuera de los límites de cualquier sociedad los insumisos y heroicos vagabundos deambularán con sus pensamientos salvajes y vírgenes…proyectando nuevos y terribles estallidos de rebelión”

Renzo Novatore

 

Siento que es imposible que exista alguna sociedad en la que pueda encajar, pues sin importar la forma que adopte la sociedad, yo seré un rebelde. A veces, esto me llena de la alegría de los “insumisos y heroicos vagabundos” que refiere Renzo Novatore, pero a menudo también me hace sentir bastante solo y aislado.

Ahora vivo en una “sociedad”, en una situación en la que los roles son usados para reproducir las relaciones sociales. ¿Será que la forma en que nos relacionamos cuando estamos por fuera de la armadura social también reproduce las relaciones sociales? Yo avizoro un mundo en el cual podamos vivir nuestras vidas plenamente, como seres únicos y salvajes, moviéndonos libremente por dentro y por fuera de las relaciones con los demás, tanto como nuestros deseos nos motiven. Nunca construyendo estructuras para formalizar relaciones, lo cual es la “sociedad”. Únicamente en un mundo de ese tipo es en el que imagino podré sentirme en casa. Pero en realidad no sé cómo podría ser creado ese mundo.

Muchos de mis amigos no estarán de acuerdo en mi perspectiva sobre la sociedad, pero todas estamos de acuerdo en que queremos crear formas de relacionarnos que sean radicalmente diferentes a lo que nos ofrece la sociedad autoritaria y capitalista del presente. Todos nosotros, parece, tenemos la  incertidumbre sobre cómo podemos destruir ésta sociedad, además de aprender a relacionarnos libremente. Es claro que necesitamos examinar lo que consideramos nuestra práctica radical.

He escrito artículos y volantes. No tengo ilusiones sobre la naturaleza radical de estos proyectos. Estos perpetúan ciertos tipos de relaciones sociales alienadas, y estoy plenamente consciente de ello. Pero escribo con la esperanza de inspirar algo mas allá. Espero que la singularidad de mis escritos alcance a otro individuo único, permitiéndonos romper la pared de las palabras escritas y tal vez encontrar y crear proyectos juntos. Esto no ha pasa a menudo, de todas formas, la relación social de la palabra impresa se mantiene intacta.

En las circunstancias actuales, el fraude y el robo son formas de sobrevivencia, en cierto modo, radicales. Estas pueden envolver elementos de juego y aventura que no se encuentran en los trabajos ordinarios, pero son básicamente formas para desarrollarnos por nosotras mismas en la sociedad, y, en cierto sentido, sería un trabajo. De todas formas, a pequeña escala, el robo ayuda a sabotear la mercancía, debido a que se toma algo sin pagar por ello. Pero la necesidad de hacerlo en secreto limita los elementos para la critica radical. Lo más radical del fraude y el robo (así como en las okupas lo es el buscar cosas en la basura o recoger desechos de la agricultura) es que reducen drásticamente nuestra necesidad de trabajar y liberan nuestro tiempo para realizar cosas que valgan la pena. Pero por sí mismas, son sólo tácticas de sobrevivencia.

El vandalismo y el sabotaje atentan contra la propiedad y, por tanto, contra la sociedad. Pero, como la mayoría de la gente los emplea, son sólo ataques limitados. A lo más, tan solo reacciones de actos particularmente ofensivos de la autoridad. La extensión de la critica puede ser fácilmente silenciada por su adherencia a algún tema particular, recuperándolo para la sociedad. De todas formas el vandalismo y el sabotaje son ataques activos contra la sociedad, que en algunas ocasiones pueden dañar efectivamente algunos de los proyectos del Capital. Aunque la mayoría de las veces sólo expresen el lado destructivo de la rebelión anárquica.

Todas éstas actividades valen la pena como parte de nuestra rebelión en contra de la sociedad, pero todas son limitadas. Ninguna de ellas nos lleva más allá del contexto societario. Cada una de estas actividades son, al menos parcialmente, creadas por la sociedad como reacción en su contra. Estas no nos liberan de la sociedad, ni amplían lo que es único en nosotras. Tan solo nos colocan al filo de ella (que ciertamente es el lugar mas libre y disfrutable que puede haber dentro de la sociedad), y eso no es suficiente para aquellos de nosotros que queremos vivir nuestras vidas hasta el límite.

“No a las márgenes que colapsan.

No a los márgenes que caen.

Pero al centro está…creciendo”

En tanto creamos nuevas formas de relacionarnos (formas que acrecientan nuestra individualidad única, no los roles sociales) es necesario no solamente reaccionar contra la sociedad, al hacer de la marginalidad el objetivo central de nuestro actuar. Lo que nos es único debe ser central en nuestra actividad; los deseos propios, las pasiones, las relaciones, y experiencias. Esto implica una concepción radicalmente diferente de la revolución, que algunos comunistas y anarquistas ortodoxos centran en “las masas”. Ni la clase trabajadora, ni la actividad humana común puede crear la revolución de la que estoy hablando. La rebelión del individuo en contra de los obstáculos de la sociedad (en contra de los procesos de domesticación) son la base desde la cual el proyecto revolucionario tiene que crecer. Cuando los actos de rebelión de un número de individuos coinciden y pueden abrazarse entre ellos, entonces es posible que estos individuos conscientemente actúen juntos, de ésta forma son semillas de una revolución que puede liberarnos como individuos únicos y salvajes, de espíritu libre. Pero ¿qué significa esto a nivel práctico?

El ser nosotras mismas el centro de nuestro actuar significa relacionarnos con la sociedad, y el relacionarnos los unos con los otros en nuevas formas. Cuando comenzamos a vivir en términos de nuestros deseos y experiencias propias, de nuestras pasiones y relaciones, nos encontramos con nosotras mismas en permanente conflicto con la sociedad. En tanto la sociedad depende de la estructura y el orden, y lo que nos es único a nosotros es caótico e impredecible, entonces tenemos ventaja en esta lucha. Podemos estudiar a la sociedad, aprender algo sobre como funciona y como se protege a si misma -evitando el caer en roles sociales y patrones predecibles- nuestras acciones parecerán venir de ningún lado, aunque causen estragos en nuestros enemigos. Negándonos a cumplir con los roles sociales establecidos, rechazando el tener que pagar por las cosas o trabajar para sobrevivir, no aceptando reglas de etiqueta, ni protocolos, es un buen comienzo. Bromas espontáneas (o aparentemente espontáneas) y representaciones radicales -no atribuidas a payasos, compañías teatrales u otras entidades sociales- pueden exponer la naturaleza de la sociedad e inclusive crear una situación en la cual la vida libre y la mera existencia ofrecida no pueda ocultarse. Acciones de expropiación, vandalismo, y sabotaje salidas de nuestros propios deseos, en vez de ser una mera reacción de atrocidades sociales, serán mas impredecibles y mas frecuentes. Nuestra violencia contra la sociedad chocará como un trueno, impredecible, con la intensidad de nuestro deseo de vivir nuestras vidas plenamente.

Pero para poder pelear inteligentemente contra la sociedad se requieren conocimientos y habilidades. La sociedad, al ponernos dentro de roles sociales, limita nuestros conocimientos y habilidades, por eso necesitamos compartir ésta información. Libros y artículos pueden ser de ayuda, aunque estos están abiertos al escrutinio publico, incluyendo el de las autoridades. Lo que hace que nuestras actividades sean predecibles, y a nosotras nos deja más vulnerables. Por tanto, es necesario crear vías para compartir el conocimiento generado de nuestras relaciones actuales como individuos únicos.

Esta necesidad por compartir habilidades coincide con nuestro deseo de vivir la vida plenamente, y el disfrutarnos las unas a los otros como seres únicos y salvajes, haciendo de la exploración de nuevas vías de relacionarnos una necesidad inmediata -no algo que deba postergarse hasta “después de la revolución”. Cada uno de nosotros es único e impredecible. Habiendo sido educados, toda nuestra vida, para relacionarnos dentro de roles sociales, en vez de hacerlo como lo que somos en realidad; seres únicos. Debemos apoyarnos en nuestra imaginación para crear nuevas formas de relacionarnos, no basándonos en moldes preestablecidos ¿podría ser de alguna otra forma, cuando no queremos crear nuevos roles sociales? Las ideas que comparto son tentativas, un llamado a explorar dimensiones desconocidas, invitación para aventurarnos en tanto cumplan nuestros deseos y nos expandan como individuos únicos. En sí, no hay nada revolucionario en éstas exploraciones. Se convierten en revolucionarias solo en conjunción con la resistencia consiente y activa respecto a la sociedad -el reconocer que nuestra unicidad y libertad como individuos está en conflicto con esa sociedad, y que debemos destruirla para liberarnos plenamente.

En años recientes, he reflexionado mucho sobre cómo explorar nuevas vías para relacionarnos. Estas exploraciones necesitarían estar basadas en los deseos únicos de cada individuo y cubrirse con la confianza mutua. En un comienzo mis pensamientos estuvieron centrados, principalmente, en algún tipo de sitio rural/natural que correspondiera con una vida relacionada a proyectos de espontaneidad, sin implicaciones con la economía, y que involucraran resistencia a la domesticación y a la autoridad. Entre más pienso en esto, me parece que dicho proyecto comprometería mis auténticos deseos -y muy probablemente recrearía la sociedad, a pequeña escala, con individuos repitiendo roles sociales, en lugar de entablar relaciones sobre la base de la unicidad.

Cuando la gente se reune teniendo como base los deseos únicos de cada cual, además la confianza mutua, su unión será, por su naturaleza, muy transitoria. Los individuos vendrán y se irán tal como lo deseen, y participaran en la forma que ellos quieran. Esto hace que la situación establecida sea temporal. Recientemente, me he dedicado a vagabundear. Disfrutaría el compartir ésta vida junto con amigos y amantes que quisieran también vagar. Seriamos un festival ambulante de rebelión y sorpresas. Digo un festival, y no una tribu o una banda, debido a que lo único constante sería el compromiso de cada individuo por vivir plenamente, y luchando contra lo que lo impida; individuos por sí mismos llegando y retirándose a voluntad. Las actividades de sobrevivencia pueden incluir la recolección en la naturaleza, el robo, los fraudes, el compartir regalos con amigos y el aceptar regalos de gente que aprecie cualquier actuación callejera -expresiones publicas de nuestro comportamiento lúdico y creativo- que hagamos. Podemos compartir habilidades y conocimientos con amigos que visitemos, creando una red informal para diseminar el conocimiento y las habilidades entre aquellos en los que confiamos. Los actos de vandalismo, sabotaje y otros ataques contra la sociedad serán mas sencillos en tanto no permanezcamos en esos lugares, adquiriendo un aspecto de invisibilidad. En éste vagar, esperaría pasar mucho tiempo en lugares salvajes. Quisiera explorarlos y llegar a conocerlos bien. Los lugares salvajes son ideales para destruir ésta sociedad. Estos encuentros podrían proveernos de otros medios para compartir conocimientos y habilidades, así como el ser mucho más divertidos.

Tal como expuse arriba, por sí mismas, estas ideas no son revolucionarias. Vagabundos, gente rara, personas del arcoiris y otras más han vagado, pero sin la consciencia de la guerra de la sociedad contra el individuo de espíritu libre. Estamos en guerra, pero no estamos peleando por el Poder. No necesitamos construir ejércitos para derrotar a los poderes que existen; necesitamos hacernos salvajes, de espíritu libre, individuos únicos cuya violencia salga del deseo por vivir la vida sin límites, y así derrotar al Poder. Los festivales ambulantes de espíritus libres pueden incorporar esta actividad destructiva, posiblemente con más fácilidad que grupos mayor organizados y previamente definidos.

Ya he afirmado que éstas son sugerencias tentativas, ideas a ser tratadas y probadas. Estoy cansado de sentirme aislado por rechazar sacrificarme a los roles sociales. Quiero explorar nuevas formas de relacionarme que vayan más allá de esos roles, y que refuercen la unicidad de cada uno de nosotros. Pero mas que eso, quiero explorar activamente estas ideas en la practica y compartir estas exploraciones con personas amigas y amantes. En tanto podamos parar de estar en los márgenes de la sociedad y, cada uno, como seres únicos y salvajes, convertirnos en el centro de un proyecto insurreccional que pueda destruir a la civilización y crear un mundo en el cual podamos vivir libremente, relacionarnos para crear tal como nuestros deseos únicos nos muevan. Nos convertiremos, para citar a Renzo Novatore, otra vez, “en una sombra eclipsando cualquier tipo de sociedad que pueda existir bajo el sol”.

 

Feral Faun

 

Crítica y análisis del anarquismo hoy

Gritos en el cielo del silencio: ¡Habla el aire!

Postulados subversivos del viento.
-Han querido controlarme y he desencadenado mi furia
por eso azuzo, acaricio…
coqueteo con el mar en tempestad.
-Luego me aplaco por si acaso algo ha nacido
si esa actitud nueva generada del aliento, por mi anhelo
haya extirpado el sueño de la muerte, de la no-vida establecida.
Renace el antiguo manantial para saciar la vieja sed, de libertad
conquistada destrozando las cadenas
con el gesto tan redondo del rechazo armado.
-Hay veces que me voy en solitario, apartado
otras organizado, al mismo tiempo solo.
-Libres soplamos juntos desde los puntos cardinales
uniendo nuestros sueños para el mismo anhelo
de justicia sumisa.
¡De libertad que es justicia!
¡Con sufrida rebeldía!

Giovanni 16/02/1998

Nuestras convicciones nos llevan a afirmar que somos anarquistas sin remordimientos. Todxs lxs anarquistas por ser así, somos contrarixs a toda forma de poder, porque es donde comienza la explotación de las personas.

Entonces quienes rechazan esa relación inhumana están en contra del Estado porque representa la organización del poder en la sociedad; están en contra de la iglesias, porque son instituciones que ejercen el dominio material y espiritual utilizando los sentimientos religiosos y morales de las muchedumbres, justificando a lxs ricxs, defendiéndoles y compartiendo con ellxs privilegios y riquezas, complicidades y responsabilidades en la opresión sobre la gente. En pocas palabras lxs anarquistas estamos en contra de las instituciones, ya que en estas se concentran las causas ideológicas de la explotación de la personas, del robo mediante la propiedad, de las mentiras, de la degeneraciones, de la represiones y de la matanzas de miles de personas en todo el mundo. Nosotrxs estamos convencidxs (en contrapunto con cualquier otra ideología) que la sociedad, la comunidad humana puede organizarse de una manera tal que el individuo por si solo pueda tener la libertad de autodeterminarse gobernarse así mismo, desarrollando y enriqueciéndose de todas sus potencialidades, eligiendo su propio recorrido existencial, con la sensibilidad que lo caracteriza. Esta es la esencia pura de unas ideas que, desde un punto de vista revolucionario no se puede cuestionar.

En consecuencia a lo ya desarrollado, lxs anarquistas no se limitan a la contemplación mística de una hipotética sociedad del mañana. Es por eso que nos sentimos con razón de criticar a quienes, frente a unos actos concretos de sabotaje y ataque al sistema de la represión, han elegido acusarnos y criminalizarnos, a todxs lxs compañerxs coherentes con la práctica libertaria, que desde el valor que da la libertad, tenemos por dignidad el coraje de afirmar nuestras ideas, con la coherencia de los actos.

Estos son tristes acontecimientos de los tiempos actuales, tiempos de paz social, tiempos de compromisos para algunxs; y realidad de guerra social para otros.

En el heterogéneo universo anárquico existe por desgracia un grupo de individuxs bien asentadxs en el sistema, con el cual comparten tendencias autoritarias y privilegios, y que se denominan anarquistas.

Hay algunxs que tienen grandes “CEREBROS”, otrxs que tienen considerables cuentas bancarias y un status social; otrxs que son catedráticxs y que respaldan a las instituciones. En fin, todos ellos manifiestan su particular anarquismo con perfectos y espléndidos artículos en periódicos o en libros bien cuidados y carísimos. Tienen la peculiaridad, además de poner mucha atención en expresarse con claridad en contra del Estado y del Capital; del miedo a perder sus privilegios, la honradez de sus cuentas bancarias, la tranquilidad obtenida. Comparten mentalidades y comportamientos de las personas políticas del poder constituido. En la prensa del “régimen democrático” son pintadxs como lxs anarquistas buenxs, lxs con la “A” mayúscula, porque predican una sociedad ideal, que los demás tendrán que conseguir, y por la cual ellxs no están dispuestos a enfrentarse a lxs dominantes: enferman del terror que le tienen a sus amxs y gritan como locxs sus condenas a cada ataque realizado en contra de la opresión. Defienden las estructuras y a las personas de poder, venden “armas y maletas” a la pacificación social impuesta.

Por otro lado, hay compañerxs anarquistas que se caracterizan como misionerxs de la revolución del mañana. Estxs compañerxs, que tienen un concepto del anarquismo que no reniega de la necesidad de la insurrección generalizada, ni de la necesidad de la revuelta individual inmediata, son los que defienden la verdadera cultura libertaria, la anarquía auténtica, sin miedo a las consecuencias de sus ideas; por ello no sólo entienden la necesidad de insurrección de las muchedumbres populares, si no también la de cada individux, que en la sociedad actual se siente oprimidx, mutiladx, ofendidx en su propia dignidad de ser libre y que frente a esa situación se produzca la rebelión. Ciertamente no es posible reducir a única postura el inmenso universo anárquico, ya que está hecho de muchos puntos de vista, tantos como las personas que los componen. Por tanto nosotrxs intentamos trazar unas características con la clara intención de llegar a un animado y constructivo debate: la necesidad de salirse hoy de la actual apatía y falta de inciativa.

Pensamos finalmente que cada persona a partir de ahora, de YA, no tiene porque renunciar a su propia autodeterminación por una falsa promesa de paz social inexistente o a causa de la ilusión “histórica” que solamente las fuerzas de las masas de explotados/as proletarios/as, de los/as oprimidos/as, de los/as excluidos/as puedan un día conseguir quizás el sueño de un mundo libre de la presencia de un Estado Capital, controlador de Nuestra Vida y Nuestro Futuro.

Pero, que queremos decir con autodeterminación individual, pues que si estás sin casa, okupes una; y si llega la policía y te desaloja, pues okupas otra; que si estás sin recursos económicos, procedas al reparto de la riqueza acumulada en las sedes capitalistas, consciente de que la riqueza es de todos/as y que nos ha sido usurpada, lo cual se traduce en asaltos a bancos y sedes donde se acumule la riqueza de más, producto de la explotación de las gentes. Pensamos que hay que apropiarse de la dignidad suficiente, que nos lleve a abandonar la actitud de autoconmiseración y atacar al capital sin miedo a perder la miseria que nos conceden.

La okupación, la expropiación, son respuestas y actitudes que no han sido inventadas por los/as anarquistas, son hechos tan difusos hoy en día que el sistema apenas los puede contener entre no pocas dificultades. Creemos firmemente en la fuerza del/a denominado/a “rebelde social” que lucha por mantener su dignidad frente a un poder que quiere obligarlo/a a la esclavitud y a la humillación de un trabajo asalariado. En este contexto nosotros/as los/as anarquistas tenemos el deber y la coherencia de estar a su lado, dándole una justificación y razón a sus actos, para llegar mañana unidos/as en la lucha decisoria hasta el final, para la emancipación social revolucionaria. Creemos firmemente que los/as rebeldes anárquicos/as tienen que hacer algo más que reivindicar la rebelión de los/as excluidos/as para lograr una forma de vida más placentera. El ataque contra el Estado Capital tiene un valor inmenso porque mantiene a la sociedad dentro de las condiciones de conflictos permanentes que cuestionan los proyectos de paz social de las doctrinas democráticas y de quienes han frenado siempre el movimiento convencidos/as de que el Estado y el Capital son invencibles. Por eso hay que comprender y utilizar los métodos que no acatan la ley de los/as ricos/as y poderosos/as ni sus códigos, el miserable discurso circunscrito en el marco democrático… De aquí que tenemos un amplio abanico de métodos, desde los panfletos hasta los huevos a la cara de los/as políticos/as, a la okupación de los espacios inutilizados, a los sabotajes, a la insumisión militar o social, al expropio de la riqueza acumulada en bancos o supermercados, al rechazo de los impuestos que financian cosas que no queremos, a las luchas de los/as presos/as. Para los/as anarquistas rebeldes, para con el poder y sus instituciones no hay diálogo, no puede haberlo, sólo hay conflictividad y enfrentamiento. Existe un horizonte común para todos/as, que es la tensión ideal, la ética de un comportamiento que llena la existencia de cada individux que se identifica con ese anarquismo de reducir a la “Razón de Estado”, un concepto de revuelta en orden espaciado, lejos de un visión política y oportunista. Un concepto de crecimiento de calidad con otros/as individuos/as, con un principio de autodeterminación de seres que se encuentran en si mismos/as las razones de su existencia y de ataques al Estado y al Capital.

Somos conscientes de vivir en un estado de guerra, de guerra social, en el que no queda sitio ni tiempo para mediar, porque el poder, desde que nacimos no perdió ni un segundo en declararse nuestro enemigo natural. Estamos firmemente convencidos/as de que son compañeros/as nuestros/as los/as que cada día mueren a causa de las drogas o enfermedades paralelas, víctimas de un sucio negocio que alimenta a los grupos criminales (mafias, cárteles) establecidos en todo el planeta y con relaciones inequívocas con gobiernos y sistemas bancarios. Son nuestros/as compañeros/as los/as que cada día mueren en prisiones reservadas a los/as pobres, víctimas de las condiciones sociales y de las palizas y torturas de los/as verdugos/as a sueldo del poder. Son nuestros/as compañeros/as los/as muertos/as en los accidentes laborales, víctimas en los campos de trabajo laborales del trabajo asalariado.

Estamos con el corazón y con el materialismo de la existencia de las miles de personas que sufren y luchan para mantener alta la bandera de la dignidad de los individuxs libres, convencidos/as de que con nuestros/as enemigos/as la libertad no se negocia: SE TOMA.
¿QUIÉN NO ES LIBRE HOY, PODRÁ SERLO MAÑANA?

Claudio Lavazza

Siempre actúas por ti mismo

“Ya que la expropiación es una forma de alejarse individualmente de la esclavitud, los riesgos deben ser asumidos individualmente también, y los compañeros que practican la expropiación para sí mismos pierden cualquier derecho – si es que existe tal derecho para los anarquistas, y yo no lo creo– a reclamar la solidaridad del movimiento cuando caen en la desgracia.” 

Brand (Enrico Arrigoni)

Tomé esta cita de Enrico Arrigoni (también conocido como Frank Brand) de un artículo que escribió titulado “El derecho a la inactividad y la reapropiación individual” que apareció en su periódico Ereseia di oggi e di domani (Herejías de hoy y mañana – publicado a finales de la década de 1920). En el artículo, él no sólo atacó la doctrina de la “dignidad del trabajo” que entonces era popular en los círculos radicales, sino también cualquier concepción moralista de la solidaridad. Al defender la expropiación individual, Arrigoni también señaló que aquellos que eligen este camino no pueden esperar la solidaridad automática, porque están actuando por sí mismos, por lo que ellos, y sólo ellos, deben asumir los riesgos de su acción y estar preparados para enfrentar las consecuencias por sí mismos.

Quiero extenderme en esto. Verás, siempre actúo por mí mismo, independientemente de la situación en la que me encuentre. Y por lo que observo, nadie actúa de una manera diferente a esta. Algunos simplemente parecen sentir la necesidad de maquillarse de altruistas o colectivistas para cubrir sus intenciones egoístas. Y, lamentablemente, algunos de ellos incluso comienzan a creer que este maquillaje es más real que sus deseos y aspiraciones. Y, sin embargo, el elemento del interés propio siempre está presente, incluso aún cuando el espejismo altruista y moralista socava la posibilidad del auto-disfrute.

Si siempre actúo por mi cuenta, entonces, en cierto sentido, siempre actúo solo. Incluso cuando tomo una acción con otros. Lo que hago en tal situación es lo que estoy dispuesto a hacer y lo que soy capaz de hacer, por eso soy único para mí. Lo hago con mis propias intenciones y por mis propios motivos. Si hago una acción con otros es porque he encontrado una situación en la cual mis intenciones, deseos y razones pueden entrelazarse con las suyas de una manera que potencia mi energía auto-creadora, mi capacidad de luchar contra la autoridad y mi auto-disfrute. Así que mis razones siguen siendo solamente mías, y en este sentido, sigo actuando solo.

Considero que esto es importante para comprender la naturaleza de una asociación de auto-creadores voluntarios. Aquí, tú reconoces que estás en ella por ti mismo; yo reconozco que estoy en ella por mí mismo. Esta conciencia no disfrazada es la base de nuestra confianza mutua. También significa que no puedo esperar nada de ti excepto lo que te dé placer ofrecerme. Sólo puedo saberlo en la medida de mi experiencia contigo. Tú y yo necesitamos desarrollar una especie de afinidad, una profunda experiencia compartida el uno del otro a través de la cual tú y yo comprendamos algo de los deseos, las aspiraciones, las ideas, las razones, las capacidades que cada uno tiene, y cómo estas cosas pueden entrelazarse para nuestro beneficio mutuo. Pero incluso con un profundo conocimiento experiencial el uno del otro, no es prudente que yo espere algo de ti, o que tú esperes algo de mí. Cada uno de nosotros es un creador de sí mismo, y por eso cambiamos constantemente en función de lo que nos da disfrute[1]. Dado que, en cada situación, yo estoy actuando para mí, no para el grupo, la causa, el ideal, etc., sería un tonto si esperase solidaridad. Yo, y sólo yo, soy responsable de lo que hago, y tengo que estar preparado para aceptar las consecuencias, ya sea para mi beneficio o para mi perjuicio. Tampoco le debo solidaridad a nadie.

En muchos círculos anarquistas, esta es una gran herejía. Pero la solidaridad como deuda es un ideal situado por encima de ti y de mí, y como todos los ideales, nunca existe en la realidad. Hace que haya mucho balbuceo, que se confunda el “apoyo” verbal con la solidaridad. Cuando reconozco que yo siempre actúo solo, para mí, cuando no espero solidaridad, ya no es un ideal. Es una relación entre individuos. Una relación basada en el beneficio mutuo. Me llega como un regalo, y para aquellos cuyas acciones despiertan mi generosidad, yo puedo ofrecerla como un regalo. Pero para aquellos que la exigen, no ofrezco nada.

[1] No he mencionado aquí las manifestaciones y disturbios callejeros a gran escala, porque en este momento de mi vida no me encuentro en tales situaciones, pero dado que estas son situaciones en las que un individuo actúa “con” un gran número de extraños, incluso más que en las actividades que mencioné anteriormente, actúas solo, y para ti mismo, y tienes que estar completamente preparado para afrontar los riesgos que implica.

Apio Ludd

 Tomado de la publicación My Own No.16

La polémica praxis ilegalista

“El Estado sólo puede ser vencido por la audacia enemiga de toda norma y de toda disciplina”.

“Por el crimen es como el egoísta se ha afirmado siempre y ha derribado con mano sacrílega los santos ídolos de sus pedestales. Romper con lo sagrado, o mejor aún, romper lo sagrado, puede hacerse general. No es una nueva revolución que se acerca; ¿pero no retumba un crimen potente, orgulloso, sin respeto, sin vergüenza, sin conciencia, con el trueno en el horizonte, y no ves que el cielo, henchido de presentimientos, se oscurece y se calla?”

Max Stirner

 

El Ilegalismo no goza en nuestros días, ni aún en los medios anarquistas más aparentemente “radicales”, de mucha popularidad ni predicamento. Esto supone una inevitable paradoja. Los “simpatizantes”, “militantes”, “activistas” o “afines” a cualquier corriente libertaria hablan, más o menos, en un lenguaje que podemos llamar “Anarquista”; el desprecio hacia determinadas “vacas sagradas”, y en especial a la Ley, es notable. Sin embargo, y he aquí lo paradójico, las actividades “ilegales” son pasto del estigma, el desprestigio, la condena general, e incluso el vilipendio y la calumnia, cuando no de la más clara delación.

Es como cuando piquetean en nuestros oídos toda una serie de cacofónicas contradicciones, esas que los más “informados” suelen espetarnos: “Libertad sí, pero bien controlada”, “La Anarquía no significa que uno pueda hacer lo que le de la gana”, “La autoridad es innecesaria si hay disciplina”, “En el Libertarismo no puede caber la Libertad Absoluta”… quizás algunos hayan identificado estos trinos, son imperativos que suelen salir de diversas bocas, en algunos casos son gente con “buen fondo” aunque repletos de miedo a la libertad; libertos que encuentran el camino pero no visualizan la meta. En el otro, es la gente que desconfía del “pueblo” al que, “vanguardistamente”, se han propuesto liberar, los que dicen que con una Anarquía ilimitada la gente sería ilimitadamente dañina, y con un Comunismo absoluto la gente sería absolutamente acaparadora… ¿No es esta la teoría de Hobbes?, ¿Si el pueblo es tan “malo” por qué hemos de desear su libertad? Quizás quienes hablen así prefieran vernos cargados de cadenas porque ellos mismos deben sentir terror ante lo que harían si fueran libres. Quienes no han erradicado de sus aspiraciones el “afán de poder” saben de lo que serían capaces si se les pusiera al alcance; los que aborrecemos mandar porque nunca hemos consentido ser mandados, no nos vemos acuciados por tales preocupaciones, y tan solo planteamos ¿Acaso existe alguna forma de Anarquía que no sea Ilimitada?

Si damos por sentado la multitud de problemas futuros, si aceptamos la sed autoritaria que poseerá a muchos individuos, y simplemente nos concentramos en intentar que esa serie de problemas puedan ser algún día resueltos por los propios interesados, e intentar quitar toda la serie de herramientas que convierten esa mera pulsión en un arma todopoderosa, estaremos siendo “realistas” sin empezar a tener miedo de marcarle el ritmo a nuestros propios pasos. Es decir, si barremos el poder económico, político y estatal, todo acto de autoridad que tengamos que repeler se circunscribirá a fenómenos en los que nadie se verá obligado a obedecer… el presidente no será nada sin su gobierno, ni el militar sin su ejército, ni el capitalista sin su industria; y nosotros lo seremos todo, si nuestra vida no se ve condicionada por sus decretos, ni nuestra existencia peligra por sus armas, ni nuestro estómago se ve vacío por su dinero. Que se limiten al garrote o la astucia, y en ese campo, cualquiera podrá detenerlos.

Si un mundo sin obediencia y sin órdenes es factible ¿Por qué confinarnos a actos que reproducen esa misma dinámica de “ley-acatamiento”?

Quizás no lo hayamos pensado, pero aún pesan sobre nosotros los más variopintos prejuicios. Muchos compañeros y compañeras me han dicho: “No te das cuenta que, por esos mismos métodos, el Anarquismo carga, aún a día de hoy, con mala fama”. Aquí suele ser muy socorrida una sandia frase de Bernard Thomas: “Todavía la bandera del Anarquismo lleva el luto por lo crímenes de la Banda Bonnot”… y ahora me atrevo a lanzar una pregunta que en muchos círculos se tildará de blasfema ¿Qué es lo que separa a un Bonnot de un Durruti?, la respuesta se me antoja solo una, la lente burguesa con que miramos al personaje.

Muchos, incluyendo Anarquistas, vociferan hoy contra los “propagandistas por el hecho” e “ilegalistas” de final del siglo XIX y principio del XX. Los Moncasí, Duval, Ravachol, Vaillant, o Callemin son llamados “sanguinarios”, “inmoladores de la Idea” y “oportunistas” entre otras lindezas, solo reciben elogios de los “folkloristas” o de los “morbosos”, mientras que, sin embargo, los “profesionales de esa misma Idea” (vendan libros o no) solo pueden ofrecerle los máximos parabienes a personajes como Bakunin, Malatesta, Eliseo Reclús, Ascaso o Quico Sabaté… paradoja sobre paradoja ¿Son acaso, quienes así hablan, pacifistas? En modo alguno, mucho de estos señores claman como el que más por una “Revolución armada e Integral”, lo cual demuestra que ni siquiera tienen la generosidad de los pacifistas de antaño.

Algunos como Tolstoi, Hem Day o Armand renegaban de cualquier forma de violencia, y sin embargo, nunca tuvieron para con los “propagandistas”, una vez vencidos, palabras duras o de reproche, todos ellos se destacaron en su defensa pública. Los críticos de hoy tienen otra “catadura”, no aducen motivos morales o de similar estilo; sin escrúpulos hacen gala de la más cruda arbitrariedad.

Es este el desproporcionado peso que inclina el platillo de nuestra moderna pero desequilibrada balanza.

El mismo Bakunin que es hoy despreciado por la burguesía, el que estaba dispuesto a empapelar con los cuadros “más artísticos y emblemáticos” cualquier fortaleza si eso suponía mantener viva la llama de la Insurrección. El que planteaba que, una vez perdida la Revolución de Dresde, y puesto que jamás había: “Podido llegar a comprender que hubieran mayores lamentaciones por las casas y las cosas inanimadas que por los hombres”, debía volarse la ciudad por los aires, y junto a ella el Ayuntamiento, con tal de que no cayeran en manos de las tropas prusianas. Es el mismo que hoy, obviamente, es aceptado por los Anarquistas como un “paradigma” del “revolucionario integral”.

Sin embargo, este Bakunin, reconocido tanto por su actividad revolucionaria como por el calado de sus análisis, era también quién abroncaba a su amigo Herzen por condenar a Karakozov por su fallido atentado contra el Zar, era quién consideraba que uno de los brotes de los que a la postre serían llamados “propagandistas por el hecho” (término acuñado por el propio Bakunin aunque popularizado por Paul Brousse) era un individuo a quien: “A pesar de sus errores teóricos, no podemos rehusarle nuestro respeto y reconocerlo, ante la abyecta muchedumbre de cortesanos serviles del zar, como uno de los nuestros”. Y suya era también la boca de la que brotaba una explícita invectiva Ilegalista, una que aspiraba a convertirse en auspicio, su llamada “Revolución de Bandoleros y Campesinos”, pues según él: “El Bandolero es el único y auténtico Revolucionario en toda Rusia… En los difíciles tiempos intermedios, cuando todo el mundo trabajador campesino semejaba dormir en un sueño que parecía no poder ser interrumpido por nada, oprimido por todo el peso del Estado, los Bandoleros, los salteadores de caminos, continuaron su lucha en los bosques hasta que las aldeas rusas despertaron de nuevo. Cuando esas dos formas de sedición, la de los Bandoleros y la de los Campesinos se unan, en ese momento surgirá la Revolución del Pueblo”.

¿No cumplieron los Duval, Pini y Jacob la parte que les correspondía?, ¿No se convirtieron en la palabra de Bakunin hecha “carne”? Es irónico contemplar cómo el mismo odio que las clases pudientes tienen por Bakunin, encuentra su distorsionado reflejo en el que muchos “revolucionarios” tienen por los Ilegalistas, a los que, por otra parte, Bakunin amparaba con su verbo.

En 1877, el grupo que componían Malatesta, Cafiero y Ceccarelli llegó a ser conocido como “La Banda del Matese”, pues extendían por dicha región una actividad netamente guerrillera (muy similar a la que los grupos Anarquistas antifranquistas realizarían en periodo de post guerra), ¿Y acaso “Las Panteras de Batignolles”, “Los Intransigentes” o “Los Trabajadores de la Noche”, todos ellos grupos ilegalistas consagrados a atacar al Capital, por medio de la Propiedad, y al Estado por medio de la violación sistemática de la Ley, no se hallaban en el mismo lado de la barricada?.

Mencionemos, incluso, a Eliseo Reclús. Él, quintaesencia del “pensador reflexivo”, del “teórico comprometido” pero supuestamente “sosegado”, no era solo el que defendía con su compresiva pluma a esos “expropiadores” a los que otros condenaban, en ocasiones, hasta con cierta acritud y ensañamiento; era además quién tomó el fusil en la Comuna de París y quién -como Luisa Michel- derrochaba tolerancia con aquellos que experimentaban la “lucha social” como una transcendente cuestión de “supervivencia”, ¿No eran estas las difíciles circunstancias de los Ravachol o Garnier?, ¿No eran personas que tomaban el puñal o la browning tal y como el animal acorralado hace uso de sus dientes y garras?.

Quizás se nos aduzcan las prosaicas razones “porcentuales o numéricas”, pero como ya hemos dicho -en multitud de ocasiones- ni la verdad es más “verdad” cuando solo sale por una garganta en vez de por la de mil, ni la Revolución es más lícita cuando es un único individuo el que se arriesga a encender su personal mecha, que cuando es todo un pueblo el que se dispone a combustionar la pólvora.

¿Hablamos acaso del algún extraño y ridículo “vanguardismo”? Por supuesto que no, simplemente no creemos que una persona deba de apagar el fuego revolucionario que consume su paciencia y arde en sus entrañas, simplemente porque este no haya conseguido prender en el resto de la población. ¿Qué intentar iniciar una “Revolución de francotiradores” puede ser menos efectivo que una gran marea “colectiva”? Posiblemente, ¿Qué la “Rebelión unipersonal” y el “acto individual” están abocados al “fracaso”? Todas las Revoluciones, fugaces o más o menos duraderas, no son más que la consecución de innumerables “actos individuales”, de una cuasi infinidad de “Rebeliones unipersonales”, son estas las que provocan una verdadera ruptura en el vértice histórico, son estas las que preparan el caldo de cultivo para un nuevo y desconocido período; y ante la más o menos pretérita escalada de Rebeldía que debería posibilitar el advenimiento de una “Revolución Global”, debemos prepararnos para hacer nuestro “pequeño” y personal aporte, es por ello por lo que nos acogemos a estas palabras de Louis Lecoin: “Cierto, los actos individuales no pondrán fin a todos los déspotas y a todos los despotismos, y será necesaria una revolución; pero esos actos son un símbolo, pues indican dónde hace falta golpear”. Vaillant y su acto, su alegórico atentado contra el Parlamento, nos proporciona, por ejemplo, una inigualable “diana”.

Algunos pretenderán excusarse de otras formas, quizás nos digan: “Lo que diferencia a unos de otros, lo que hace que los Bakunin, Malatesta y Reclús sean ‘bien vistos’ y destaquen en detrimento de los ‘ilegalistas integrales’, es su capacidad ‘intelectual’, es decir, se legado teórico”… este planteamiento ni siquiera tiene la belleza de otras muchas mentiras, pues ¿Tal vez los Durruti, Ascaso, Facerias, Celes, Quico Sabaté, o Ramón Vila Capdevila han hecho algún aporte netamente teórico al pretendido “corpus” Anarquista? Y, aún quedando algunos más oscurecidos que otros por la sombra del tiempo, pocas palabras “críticas”, y aún menos “despectivas”, se atrevería nadie lanzar contra quienes, sin libros y escritorios, supieron dar un ejemplo vivo de Anarquismo en acción, contra los representantes genuinos del “Maquis Libertario”. Sin embargo, ¿No se encaminaban cada uno de sus pasos contra la carcasa estatal?, ¿No apuntaban sus armas contra los propietarios?, ¿No se incrustaban sus balas en el cuerpo decrépito de la Autoridad? Exactamente igual que los ilegalistas de antaño. No es, por tanto, la “prolijidad teórica” la que ha limpiado el nombre de unos y ensuciado el de otros.

Entonces ¿porqué se nos antoja la imagen del “ilegalista” y del “propagandista por el hecho” como algo “anacrónico” o incluso “caduco”? La respuesta, como ya dijimos, proviene del aburguesamiento de nuestra propia mirada, esa que se ve distorsionada por un cristal excesivamente ahumado cuando no, directamente, por un caleidoscopio.

El caso se nos muestra de forma diáfana cuando observamos a los personajes más “emblemáticos” del anarcosindicalismo “español”. En los Durruti y Ascaso ¿No nos encontramos con los incontestables herederos de los Caserio, Pardiñas, Angiolillo, Bresci, o Czolgosz?, ¿No aspiraban ambos a seguir los pasos de los mencionados y a convertirse, como mínimo, en “regicidas”?, ¿No fue su atentado contra Alfonso XIII la consecución lógica de la obra que inició Moncasí cuando atentó, precisamente, contra el padre de ese engendro coronado?, ¿No les presentan sus fallidos o certeros atentados como epígonos directos, cuando no como condiscípulos, de los Cyvoct, Gallo, Pauwels, Reinsdorf, Radowitzky, Wilckens, o Di Giovanni? Y sus atracos a bancos y demás “expropiaciones” ¿En algo se separan de las actividades de los ya mencionados “recuperadores individuales”? Sus grupos (a los que el propio García Oliver reconocía como los “mejores terroristas de la clase trabajadora” y los “reyes de la pistola obrera”) ¿Guardan alguna diferencia con los que despuntaban en el ocaso del siglo XIX, y sobretodo, con el establecido por Jules Bonnot, Raymond Callemin y compañía a finales de 1911?, ¿No era acaso el propósito de todos ellos, simpatizaran más con una corriente ácrata que con otra, realizar actos prácticos de Sedición? Bonnot y la banda, a la que la prensa burguesa quiso concederle su nombre, no se dedicaron a ninguna actividad distinta que la realizada por Durruti y Ascaso en Gijón… fuera bajo el nombre de “Los Justicieros”, “Los Solidarios” o “Nosotros”, todos esos grupos tuvieron la insignia nítida de la ilegalidad y el “cuadro de defensa”, y nadie puede negarle a los archiconocidos “Bandidos Trágicos” su dedicación a ambos menesteres… por el primero fueron perseguidos y por el segundo fueron asesinados.

Las paradojas suelen ser sangrantes… Miguel Arcángel Roscigno no solo atracó junto a Durruti, Acaso y Gregorio Jover el Banco de San Martín, sino que en cuanto a “peripecias Revolucionarias” (ese rico “anecdotario” que a veces termina por ser lo único recordado en la sufriente vida de los militantes) no le va a la saga a los anteriores, ya que podría satisfacer con las mismas incluso a los “frívolos” más exigentes. Y sin embargo, los primeros se harían a la postre populares como “Los Tres Mosqueteros” (a veces en la ecuación entra Oliver para sustituir a Jover), convirtiéndose en un “mito” del movimiento obrero internacional; mientras que Roscigno, aun como colaborador de Di Giovanni, no pudo compartir ni las migajas de su “halo”, pues ni siquiera conserva su nombre en los labios de los compañeros… quedando su recuerdo barrido por el viento. Haciendo las delicias, tan solo, de los que le rinden culto a la “fuerza” o de los que solo se “excitan” con cierta clase de morbosidad.

En sus tiempos Durruti despertaba el calificativo de “gánster internacional” entre la reacción (incluso Montseny lo calificaba así cariñosamente), mientras que “el Quico” era considerado “el criminal más peligroso de España”; hoy, ni los más timoratos de la mesocracia les darían semejantes epítetos. No obstante, pléyades de “nombres propios” siguen siendo objeto de los prejuicios burgueses más pávidos y acomplejados, cuando no, sencillamente deleznables… pero, ¿Qué se les puede reprochar?, ¿Ir contra el todopoderoso Sistema?, ¿Impugnar toda Ley?, ¿Tomar donde prevalece la insultante abundancia y el homicida excedente?, ¿Entregar sus jóvenes vidas en aras de un mundo que se ha demostrado inmerecedero de ellas?

Los anarquistas llevamos más de 160 años proclamando, junto con Proudhon que: “La Propiedad es un robo”, ¿Podemos acaso culpar a aquellos que no se conformaron con teorizar y se decidieron a llevarlo a la práctica?, ¿Quién se atreve?

Desde luego, son ellos, los hambrientos de hechos y no de fórmulas, los que tendrían el coraje y la rabia -pues como anarquistas toda potestad les es ajena- de reprocharnos este medio siglo de sopor aún rodeados de tempestad.

El Hombre Guillotina