Más allá del feminismo, más allá del género

A fin de crear una revolución que pueda poner fin a todo tipo de dominación, es necesario acabar con las tendencias a las que todxs nos vemos sometidxs. Esto requiere que seamos conscientes del papel que esta sociedad nos impone y busquemos sus puntos débiles, con el objetivo de descubrir sus límites y traspasarlos.

La sexualidad es una expresion esencial de los deseos y las pasiones individuales, de la llama que puede encender tanto el amor como la revuelta. Así puede ser una fuerza importante de los deseos de cada unx de nosotrxs, que puede alzarnos más allá de la masa como seres únicxs e indomables. El género por otro lado, es un intermediario construido por el orden social para inhibir la energía sexual, enclaustrarla y limitarla, direccionándola hacia la reproducción de este orden de dominación y sumisión. De esta manera se convierte en un impedimento del intento de decidir libremente como queremos vivir y relacionarnos. No obstante, hasta ahora, al hombre se le ha concedido mayor libertad en hacer valer su voluntad dentro de estos roles que a la mujer, lo que explica de forma bastante razonable porque hay más anarquistas, revolucionarios y gente que actúa fuera de la legalidad que son hombres y no mujeres. Las mujeres que han sido fuertes, que se han rebelado lo han sido porque han sobrepasado su feminidad.

Lamentablemente el Movimiento de Liberación de la Mujer (MLM) que resurgió en los 60, no prosperó en el desarrollo de un análisis profundo de la naturaleza de la dominación en su totalidad y del papel jugado por el género en su reproducción. Un movimiento que apareció ante la necesidad de liberarnos de los roles de género para ser así individuxs completxs y autosuficientes, fue transformado en una especialización como la mayor parte de las luchas parciales de la época. Garantizando de esta manera la imposibilidad de llevar a cabo un análisis global dentro de este contexto.

Esta especialización es el feminismo actual, que comenzó desarrollándose fuera del MLM a finales de los años 60. Su objetivo, no era tanto la liberación de la mujer como individualidad de los límites impuestos por los papeles asignados a su género, como la liberación de la “mujer” como categoría social. Junto a las corrientes políticas principales, este proyecto consistió en obtener derechos, reconocimiento y protección para las mujeres como una categoría social, reconocida conforme a la legislación. En teoría, el feminismo radical se movió más allá de la legalidad con el objetivo de liberar a las mujeres como una categoría social, de la dominación masculina. Dado que la dominación masculina no es explorada suficientemente como parte de la dominación total -inclusive por las anarcofeministas- la retórica del feminismo radical, frecuentemente adquiere un estilo similar al de las luchas de liberación nacional. Pero a pesar de las diferencias en el método y la teoría, la practica del feminismo liberal (burgués, principal) y el feminismo radical a menudo son coincidentes. Esto no es una casualidad.

La especialización del feminismo radical consiste en centrarse por completo en los sufrimientos de la mujer a manos del hombre. Si esta catalogación fuese alguna vez completada, la especialización no seria durante más tiempo necesaria y habría llegado el momento de trasladarse mas allá de la lista de ofensas sufridas, hacia un intento real y actual de analizar la naturaleza de la opresión de la mujer en esta sociedad, y llevar a cabo acciones reales y muy meditadas para acabar con esta opresión. Así que el mantenimiento de esta especialización requiere que las feministas amplíen este catalogo al infinito, incluso hasta el punto de dar explicaciones por las acciones opresivas llevadas a cabo por mujeres en puestos de poder, como expresiones de poder patriarcal, y así de esta manera liberaría a estas mujeres de las responsabilidades de sus acciones. Cualquier análisis serio de las complejas relaciones de dominación, como las que existen actualmente, es dejado de lado a favor de una ideología en la cual el hombre domina y la mujer es la víctima de esta dominación.

Pero la creación de una identidad en base a la propia opresión, sobre la victimización sufrida, no proporciona la fuerza o la independencia. En lugar de esto crea una necesidad de protección y seguridad que eclipsa el deseo de libertad e independencia. En el reino de lo teórico y psicológico, una abstracta y universal “hermandad femenina” puede encontrar esta necesidad, pero a fin de suministrar una base para esta hermandad, de “mística feminidad”, la cual fue expuesta en los años 60 como una construcción cultural que apoyaba a la dominación masculina, es revivida en la forma de espiritualidad de mujer, culto a la diosa y una variedad de otras ideologías feministas. El intento de liberar a la mujer como categoría social alcanza su apoteosis en la recreación de los roles del género femenino en el nombre de una elusiva solidaridad de género. El hecho de que muchas feministas radicales hayan recurrido a policías, tribunales, y otros programas estatales de protección de mujeres (imitando así al feminismo burgués.) sólo sirve para subrayar la falsa naturaleza de la “hermandad” que proclaman. A pesar de que ha habido intentos de moverse más allá de estos límites dentro del contexto de feminismo, esta especialización ha sido su mejor definición durante tres décadas. En la forma en la que ha sido practicada, ha fallado al presentar un desafió revolucionario tanto contra el género como contra la dominación. El proyecto anarquista de liberación global nos llama a movernos más allá de estos límites hasta el punto de atacar al género en si mismo, con el objetivo de convertirnos en seres completxs, definibles no como un conglomerado de identidades sociales, sino como únicxs y completxs individuxs.

Es un estereotipo y un error afirmar que los hombres y las mujeres han sufrido iguales opresiones dentro de sus roles de género. Los roles del género masculino han permitido al hombre una gran libertad de acción para la afirmación de su propia voluntad. Por ello la liberación de la mujer de sus roles de género no consiste en ser más masculina sino mas bien en ir más allá de su feminidad, así para los hombres la cuestión no es ser más femenino sino en ir más allá de su masculinidad. La cuestión es descubrir que el centro de la unicidad que esta en cada unx de nosotrxs, va más allá de todos los roles sociales y de la forma en que cada unx actúa, vive y piensa en el mundo, tanto en el dominio sexual como en todos los otros.

Separar el género en función de la sexualidad, desde la totalidad de nuestro ser, fijando características específicas según el género al que se pertenezca, sirve para perpetuar el actual orden social. Como consecuencia de ello, la energía sexual, que podría ser un extraordinario potencial revolucionario, es encauzada hacia la reproducción de las relaciones de dominación y sumisión, de dependencia y desesperación. La miseria sexual que esto ha producido y su explotación comercial esta por todos lados. La inadecuada llamada de la gente a “abrazar tanto la la masculinidad como la feminidad” cae en la falta de análisis sobre estos conceptos, ya que ambos son invenciones sociales que sirven a los propósitos del poder.

Así que, cambiar la naturaleza de los roles de genero, aumentar su numero o modificar su forma, es inútil desde una perspectiva revolucionaria, ya que esto solo sirve para ajustar mecánicamente la forma de los conductos que canalizan nuestra energía sexual. En lugar de esto, necesitamos reapropiarnos de nuestra energía sexual para reintegrarla en la totalidad de nuestros seres a fin de hacernos tan extensxs y poderosxs como para explotar cada conducto e inundar el terreno de la existencia con nuestro ser indómito. Esto no es una tarea terapeútica, sino una revuelta insolente – una que emane desde nuestra fuerza y nuestra negativa a retroceder. Si nuestro deseo es destruir toda dominación, entonces es necesario que nos movamos más allá de todo lo que nos reprime, mas allá del feminismo, si y mas allá del género, porque aquí es donde encontramos la capacidad de crear nuestra indomable individualidad que nos conducirá contra toda dominación sin vacilación. Si deseamos destruir la lógica de la sumisión, este debe ser nuestro mínimo objetivo.

Willful Disobedience Vol. 2, No. 8.

Ningún acto de revuelta es inútil

La lucha de clases existe en todos los actos de revuelta individuales y colectivos en los se recuperan pequeñas porciones de vida, o pequeñas porciones de los aparatos de dominación y explotación son obstruidas, dañadas o destruidas. En un sentido significativo, no hay actos aislados de revuelta. Tales actos son todos respuestas a la situación social, y muchos conllevan algún nivel de complicidad implícita, indicando un nivel de lucha colectiva.

Consideremos, por ejemplo, la organización espontánea, y mayormente silenciosa, del sabotaje del proceso de trabajo y la reapropiación de bienes que ocurre en muchos lugares de trabajo; esta coordinación informal de la actividad subversiva llevada a cabo en el interés de cada individuo implicado es la mejor concepción anarquista de la actividad colectiva, porque este tipo de colectividad existe para servir a los intereses y deseos de cada una de las individualidades implicadas en la reapropiación de sus vidas, y lleva en su interior una idea de formas diferentes de relacionarse libres de explotación y dominación.

Pero incluso actos de revuelta aparentemente solitarios tienen aspectos sociales y son parte de la lucha general de las explotadas. Tanto por esta razón, como por el sentido personal de gozo y satisfacción que el/la individuo/a encuentra en tales actos, es necesario reconocer que ningún acto de revuelta es inútil.

El Capital, el Estado y sus aparatos tecnológicos constituyen un orden social mundial de dominación. Es por tanto necesario para las luchas rebeldes de los individuos confluir para crear la revolución social. Dado que, incluso, los actos individuales de revuelta tienen un aspecto social, y son a menudo más colectivos en su naturaleza de lo que aparentan, debido a la complicidad implícita, un desarrollo así no es tan inverosímil al presentarse las circunstancias apropiadas. Pero para ser más claro, no estoy hablando de esperar hasta que tengan lugar las circunstancias apropiadas para actuar (una excusa demasiado frecuente para la pasividad), sino aprovechar la oportunidad en la práctica continua de revuelta para llevarla más lejos, en cuanto se pueda.

La revolución social es una ruptura con nuestro actual modo de existencia, una convulsión de las relaciones y condiciones sociales en la que se viene abajo el funcionamiento de las instituciones políticas y económicas. Tal como lo veo, el objetivo de las anarquistas en esta situación es luchar por la completa destrucción de estas instituciones -el Estado, la propiedad, el trabajo, el intercambio de mercancías, la tecnología de control social, toda institución de dominación- con el fin de abrir el campo de posibilidades para la autoorganización.

Por tanto, el proyecto revolucionario es esencialmente negativo y destructivo. Nuestro objetivo no es crear contra-instituciones para reemplazar al Estado y al Capital, sino poner fin a la actual situación global en la que unos pocos determinan las condiciones bajo las que viven todas, de forma que todo individuo sea libre para crear la vida a su antojo en asociación con quien elija. Por tanto, esta no es una lucha política, un intento de poner en vigor un programa político, sino una lucha social. Un movimiento que se opone a toda jerarquía y liderazgo no debería ofrecer modelos para una sociedad post-revolucionaria. De hecho, idealmente, no habría un “después de la revolución”, sino una tensión continua de posibilidades en expansión, una fluidez de relaciones sociales y asociales que rechazan cuajar en instituciones y que en su lugar se concentran en la creación de deseos, intereses, proyectos y pasiones siempre basados en el rechazo consciente a ser dominadas.

Por ello, me refiero a una transformación total en todos los niveles de existencia, que nunca acaba, un salto hacia la libertad desconocida que no ofrece garantías, excepto aquellas que puedan encontrarse en la resuelta determinación de cada individuo a no ser nunca más gobernado.

Revista Willful Disobedience. Volumen 3. Número 2

¡Despierta!

No es poco frecuente, en ciertos círculos anarquistas, escuchar llamados para actuar en base a los instintos. Por supuesto que muy pocas personas realmente piensan en lo que hacen, ¿no podría argumentarse que la mayoría de las personas están actuando ya instintivamente? Tal vez –asumiendo que usamos los instintos en todo lo que hacemos– nuestro mayor instinto sea hacer lo más fácil, aquello que implica el menor desafío, por tanto, en la sociedad actual sería adaptarse.

Sin embargo, lo que los defensores del instinto en realidad están pidiendo es que las personas descubran sus deseos y actúen en base a ellos. Pero esto también es demasiado pasivo. Cada sociedad crea en los individuos los deseos –y el modo de desear– apropiados para esa sociedad. Si uno solo descubre los deseos individuales, bien podrían ser únicamente aquellos creados internamente por la formación social, y no sus propios deseos.

Por lo tanto, algún anarquista expresa que conforme a su libertad cumple el deseo de beberse una coca-cola, como si tal deseo no fuera acorde con el consumo mercantilista.

Nosotros, los que deseamos la destrucción de esta sociedad y la creación de nuevas formas de relacionarnos, debemos tomar acciones conscientes y premeditadas, y no seguir pasivamente nada. Tenemos que llegar a ser los creadores de nuestros deseos, crearlos deliberadamente fuera de los moldes del consumo de mercancías. En este sentido, también los límites del automatismo como insurgencia de la vida se hacen evidentes. Sólo hay que observar a los autómatas en las autopistas, en las oficinas y fábricas, o en los centros comerciales, con sus expresiones de acristalamiento, para ver que el automatismo no es suficiente mientras exista esta sociedad. Se crea con demasiada facilidad la banalidad de la costumbre, la repetición de patrones. Lo anterior no implica rechazar el potencial del azar (ni el uso del automatismo como cualquier otra herramienta), sino reconocer la necesidad de apoderarse de ese azar con la conciencia plena que es capaz de captar la inteligencia espontánea del momento y el método, para así actuar en el instante. Hemos sido sonámbulos durante demasiado tiempo… vamos a despertar a la alegría de la aventura, la aventura de la vida insurgente.

Willful Disobedience

LA FARSA SOCIAL MUNDIAL DE PORTO ALEGRE

Mientras la policía hacía retroceder brutalmente a los manifestantes de Davos, usando la violencia estatal para evitar manifestaciones en las cercanías del Foro Económico Mundial (FEM), 12,000 “representantes de grupos ciudadanos” se reunían en Porto Alegre, Brasil, para desarrollar una “alternativa” al modelo económico del FEM. Este encuentro, llamado el Foro Social Mundial (FSM), estaba organizado por diversos partidos -incluyendo al Partido dos Trabalhabores, que se encuentra en el poder en esa región de Brasil- y organizaciones.
Como es típico en la izquierda, el FSM trataba de atraer grupos de todo el espectro político radical y liberal (e incluso consiguió atraer a unos pocos grupos anarquistas y autónomos para que participaran). Así pues, su retórica fue tan superflua y vacía como su práctica. Hablando de crear un proyecto diferente para la globalización y desarrollando estrategias para establecer “los cimientos para un modelo económico más justo”, el foro en su conjunto enfatizó en una “mayor implicación ciudadana”, “más oportunidades para la participación democrática” en la economía global.
Aunque unas pocas voces disidentes-principalmente de los anarquistas y autónomos que cometieron el error de asistir al foro pedían el fin del capitalismo, está claro que la intención principal de este foro era, en realidad, encontrar un modo de preservar al actual orden social en una forma más humana y democrática, preservar la trayectoria del capitalismo de un modo que permita a más gente participar activamente.
Pero consideremos: ¿Merece la pena continuar en una marcha hacia la muerte porque hayamos erradicado el látigo y las picanas? ¿Significa algo el derecho a elegir quien dirigirá la marcha o cuales serán los detalles de su continuación, cuando la realidad básica sigue siendo la misma, con un fin que está garantizado: la muerte en sus sentido más pleno -de la creatividad, la imaginación, el gozo y la maravilla, y por último también de nuestro ser físico? En realidad, charlar sobre participación ciudadana es un absurdo en un mundo en el que más y más personas se ven empujadas de sus hogares y empujadas a la inmigración indocumentada en el intento de sobrevivir- por tanto, encontrándose excluidas de la ciudadanía y la “humanidad” tal como está reconocida por el estado- precisamente por las acciones de los estados democráticos.
Intentar hacer el actual orden social más justo y más ecológico es igualmente absurdo cuando se considera que éste se debe expandir para sobrevivir, y esta expansión significa la diseminación creciente de los venenos necesarios para la producción económica, la extensión creciente de la miseria, el desastre y la muerte. A la luz de las actuales condiciones de existencia, el Foro Social Mundial fue una farsa. Los métodos alternativos de explotación y dominación garantizan la destrucción de cualquier vida que merezca la pena vivir de la misma forma que lo hacen las formas actuales.
En última instancia sólo la destrucción total del actual orden social puede poner fin a la marcha hacia la muerte que es nuestra realidad civilizada, y todos aquellos que buscan solamente reestructurar los métodos por los que avanza esta marcha hacia la muerte son nuestros enemigos tanto como aquellos que actualmente la dirigen. Los anarquistas y revolucionarios harían bien en evitar dejarse engañar por absurdos como la Farsa Social Mundial. Tenemos cosas mejores que hacer.

Texto aparecido en la publicación Willful Disobedience con motivo del Foro Social Mundial de Porto Alegre del año 2001.